27/02/2016

Obispado navarro en los Concilios ecuménicos bajo-medievales


En el Concilio de Constanza (1414-1417), reunido para acabar con el Cisma de Occidente, los obispos se organizaron por naciones: francesa, inglesa, alemana, italiana, española. Dentro de eta última estaban los aragoneses, catalanes, castellanos, portugueses y navarros. Aunque cada grupo funcionaba según los intereses de su respectivo reino, defendidos por los embajadores laicos que habían enviado sus reyes, es muy sintomática esta agrupación de obispos por naciones. Fruto de esta organización del concilio fue la participación de seis representantes de cada nación en la elección papal, además de los cardenales.

Los seis representantes de la nación española fueron dos castellanos, dos aragoneses, un portugués y un navarro, puesto este último que ocupó Nicolas Duriche, obispo de Dax, que era un francés de Evreux. La elección papal recayó en Martín V (1417). Paradójicamente, además de utilizar a un obispo francés para representar a Navarra, Carlos III premió a un noble castellano que había sido guarda del cónclave: Ferrán Pérez de Ayala, merino mayor de Guipúzcoa.

Esta imbricación de nombres y representantes de los diversos reinos hispánicos refleja las conexiones existentes en la vida religiosa de todos ellos, más allá de la compartimentación diocesana y de las fronteras políticas existentes entre los reinos españoles. Era una imagen de cohesión que anticipaba, en el ámbito religioso, el proceso unitario que iban a emprender a lo largo del siglo XV.

CONCILIO DE CONSTANZA

16/02/2016

Nacionalismos vasco y catalán en la historia contemporánea





Una historia chocante: los nacionalismos vasco y catalán en la historia contemporánea de España
Pío Moa, Ediciones Encuentro (2004), 679 páginas

Los nacionalismos vasco y catalán, complicado el primero con el terrorismo, constituyen sin duda el reto más arduo y complejo que se presenta a la España democrática en estos principios del siglo XXI. A pesar de ello son muy poco conocidas del público en general, incluso del público culto, las ideas de esos nacionalismos, su evolución histórica y aspiraciones reales. Esta falta de información afecta también a gran parte de los propios nacionalistas. De ahí que las impresiones y opiniones más extendidas al respecto sean a menudo infundadas o contradictorias.

Se han publicado numerosos libros, a menudo muy valiosos, en torno a uno u otro nacionalismo, o en torno a aspectos de los mismos. Sin embargo nunca hasta ahora se había abordado un estudio conjunto de ambos, en sus semejanzas y diferencias. Este libro está enfocado, además, desde el punto de vista de la interrelación de los dos movimientos con otros como el socialismo o los nacionalismos españoles, y de su influencia en la historia general del país.

Por esa razón Una historia chocante constituye una auténtica novedad en el panorama historiográfico español y una contribución clave al conocimiento de la evolución de España en el siglo XX y hasta la actualidad más próxima.

14/02/2016

Vascos en el descubrimiento de América y viajes colombinos


El Descubrimiento de América, el 12 de Octubre de 1492, fue un hito histórico trascendental tanto para España como para el resto de la humanidad. No sólo fue un proyecto colonizador, sino una hazaña científica y técnica. En este acontecimiento participaron nada menos que siete tripulantes vizcaínos y otro guipuzcoano, de los 87 que componían la expedición que dirigió el almirante Cristóbal Colon.

En la primera etapa descubridora, la participación vasca con naves y hombres fue intensa y alta en relación a los procedentes de otras regiones de España. Los vascos fueron, junto a los andaluces y otros grupos nacionales, participantes en el descubrimiento de América y posteriores viajes colombinos, por lo tanto, estuvieron presentes en la colonización del Nuevo Mundo desde el primer momento. Posteriormente, y a medida que avanzaban los años y los siglos, la presencia de vascos en esta empresa junto a la de navarros se fue incrementando y su participación convirtiendo en protagonismo y liderazgo.

DESCUBRIMIENTO DE AMÉRICA POR CRISTÓBAL COLON

A finales del siglo XV, España y Portugal eran las dos grandes potencias marítimas de Europa. La Corona de Aragón tenía una intensa experiencia marinera por su dominio del Mediterráneo, y la Corona de Castilla mantenía rutas muy seguras en el Atlántico norte, además los marinos castellanos, andaluces, cántabros y vascos ya habían comenzado la conquista de las islas Canarias.

Por otra parte, Portugal, gracias a la vocación de Enrique el Navegante, llegó a las Azores, abrió rutas por las costas africanas, inventó la carabela, una embarcación capaz de maniobrar con cualquier tipo de viento, fundó la Escuela de Sagres, el primer complejo científico-militar-industrial de la historia, y Vasco de Gama llegó a la India doblando el Cabo de Buena Esperanza.

En ese ambiente de innovación técnica en la navegación surge la figura de Cristóbal Colón, quien llega a la convicción de que navegando la esfera terrestre hacia occidente es posible llegar a las Indias, demostrando la esfericidad de la tierra. Pero en aquellos tiempos, cualquier persona culta sabía que la tierra era redonda, algo evidente desde el siglo IV a. C. con Aristóteles. Un siglo después, Eratóstenes calculó la media esférica, y de ahí la teoría pasó a Tolomeo, que afina aún más la medición. Desde el siglo V, existieron autores cristianos que defendieron la tesis de la esfericidad de la tierra: Isidoro de Sevilla en sus Etimologías hacia el año 600, o Beda el Venerable a principios del siglo VIII, y después Tomás de Aquino, que completa la teoría de Aristóteles con datos de la astronomía árabe. En las universidades españolas y portuguesas del Renacimiento se enseña que la tierra es redonda y, además, se acepta una longitud casi igual a la actual: 40.000 kilómetros por el ecuador.

Cristóbal Colón Corte Reyes Católicos Juan Cordero
CRISTÓBAL COLÓN EN LA CORTE DE LOS REYES CATÓLICOS

Colón poseía cierta información procedente del matemático florentino Toscarelli, al servicio de la corte portuguesa, este era una de las grandes eminencias de la época y afirmaba que el camino occidental hacia Cipango estaba salpicado de islas que facilitaban la navegación. Buscó más información al respecto, hasta dar con el Tractatus de Imago Mundi del cardenal d'Ailly, y con unas medidas escritas en el árabe de Alfragano: el ecuador mediría unas 20.400 millas marinas. Pero Colón se equivocó en el cálculo, pues eran millas árabes, unidad de medida bastante más larga que la milla italiana convencional usada en Europa. Colón le sustrajo unos 10.000 kilómetros a la circunferencia terrestre.

Pues con estos cálculos, Colón intentó llevar a la práctica su teoría. Lo que estuvo en discusión no fue la esfericidad de la tierra, sino la distancia que podía existir entre las costas occidentales de Europa y la isla de Cipango en Japón. Los portugueses pretendían llegar a las Indias bordeando las costas africanas, cuando en aquella época cruzar el canal de Suez y navegar por el mar Rojo era un suicidio ante el cerrojo establecido por los otomanos. La apuesta de Colón fue atravesar el Atlántico. Pero Juan II de Portugal no tenía ningún interés en romper el Tratado de Alcaçoba con Castilla, que le atribuía la exclusividad sobre las costas africanas, una ruta segura hasta Oriente.

Ante la negativa portuguesa, Colón marchó a Palos de la Frontera, relevante puerto de la Corona de Castilla que hierve de iniciativas náuticas, como todo el suroeste peninsular. Se instaló en el monasterio de La Rábida, que además, era centro científico con demostrada innovación náutica y cartográfica. Allí confió el plan al monje Antonio de Marchena, astrónomo de renombre, a quien expuso incluso las razones materiales de su proyecto. Este realizó gestiones para llevarlo ante los Reyes Católicos, consiguiendo que el Real Consejo lo examine, pero se desestima al considerar que Cipango está demasiado lejos y el viaje no ofrece garantías.

CRISTÓBAL COLON JUNTO A MONJES DE LA RÁBIDA

Un año después, en 1486, la reina Isabel recogía de nuevo el proyecto y lo somete a una comisión de expertos. El veredicto es el mismo: con las medidas reales de la circunferencia terrestre, es imposible llegar en carabela.

La Corona de Castilla estaba gastando todos sus recursos en finalizar la Reconquista contra Granada, pero aun así, y a pesar de la opinión de los expertos, Isabel confía en el plan de Colón. Y es que, aunque existían certidumbres científicas bastante asentadas, como la medida real de la tierra y la distancia entre Europa y Asia, por otro lado, existía la certidumbre práctica con un cierto éxito ante la posibilidad de que hubiesen tierras intermedias entre ambas costas, que no mostraban los mapas por no ser descubiertas aún: el Nuevo Mundo. Y esa posibilidad práctica, que no técnica, fue la que motivó a los asesores de los Reyes Católicos a aceptar la aventura, frente a los dictámenes de los sabios. La voluntad política pudo con la sabiduría científica.

Liberada Granada, en abril de 1942 se firma las Capitulaciones del proyecto, mientras que el financiero, Luis de Santángel, y el secretario de la Corona de Aragón, Juan de Coloma, negocian las exigencias económicas.

Colón marchó de nuevo a Palos de la Frontera, y con la ayuda de su amigo el franciscano Marchena, contactó con Pinzón. Los hermanos Pinzón (Martín Alonso, Vicente Yáñez y Francisco Martín) se entusiasmaron por la propuesta y decidieron organizar los preparativos. Estos eran reputados navegantes, que habían conseguido una fortuna con sus empresas mercantes, y estos organizaron la contratación de la tripulación y la construcción de los barcos.

Las naves fueron tres: dos carabelas, Pinta y Niña, alargadas, ágiles y muy veleras, fabricadas en Palos de la Frontera para la ocasión, estaban tripuladas por personal andaluz en su mayoría y capitaneadas por Martín Alonso Pinzón y Vicente Yáñez Pinzón respectivamente; y una nao, Santa María, que era la capitana, construida en un puerto del Cantábrico por el marino, cartógrafo y espía de Castilla, Juan de la Cosa. En esta nao viajaba Colón y una tripulación casi toda de origen cántabra y vizcaína.

CRISTÓBAL COLÓN EN EL PUERTO DE PALOS

Juan de la Cosa, también conocido como Juan Vizcaíno, era el maestre y armador de la nao capitana, la Santa María, en la cual viajaron: Juan de la Cosa, maestre; Juan de Lequeitio, contramaestre; Domingo de Lequeitio, contramaestre; Domingo de Achia de Ispáster, tonelero; Martín de Urtubia, grumete; Lope de Erandio, calafate; Diego de Arana, era cordobés y descendiente de vascos, también Pedro Bilbao y Juan de Urtubia.

Las otras dos carabelas eran de origen andaluz. En la Niña, que lleva por capitán a Vicente Yáñez Pinzón, viajaban Pedro de Ledesma, que repitió viaje más tarde, Juan Martín de Azoque, marinero de Deva, y Juan Ruiz de la Peña, marinero vizcaíno. Pedro Arraes y Juan Arraes eran padre e hijo, este último sería luego carpintero en el segundo viaje de Colón. En La Pinta, capitaneada por Martin Alonso Pinzón, viajaban Oier de Varástegui, Domingo de Bermeo, Francisco de Vergara y Juan Pérez Vizcaíno, calafate.

La mayoría de los tripulantes del primer viaje de Colón eran de la Baja Andalucía, siendo los vascos los de la minoría más numerosa. Fueron varias las razones de esta importante presencia vasca en tan arriesgada expedición: la natural inclinación por la aventura, su vocación marinera, y el hecho de que el armador y maestre de la nao capitana sea de origen vizcaíno.

DESEMBARCO DE COLÓN

El 2 de agosto, Colón mandó embarcar, y tres días después, zarpar. La primera etapa del viaje son las islas Canarias. Allí se reaprovisionaron, repararon los barcos, modificaron el velamen para ganar seguridad. El 6 de septiembre parten de nuevo, y dos días más tarde enganchan el viento aliso hacia el oeste.

Adentrados en el Atlántico, comenzó una serie de descubrimientos de toda índole: los pilotos constataron que la brújula no marca exactamente el norte, la estrella polar, sino que se desvía. Calcularon por primera vez la declinación magnética, la diferencia entre el polo norte magnético y el polo geográfico. Un gran hallazgo científico.

En el mar de los Sagazos, descubren una inmensa extensión de algas que cubre esa parte del océano. Llegaron a pensar que eran aguas bajas y que podían embarrancar, por ello, arrojaron una sonda y comprobaron que se trataban de aguas muy profundas. A pesar de aprovechar siempre el aliso hacia el oeste, también descubrieron que existían vientos hacia el este, de ese modo, supieron que el tornaviaje estaba garantizado.

A principios de octubre, Colón se dio cuenta que sus cálculos estaban fallando y que las islas que esperaba encontrar se habían quedado atrás. La tripulación de la Santa María se amotinó el 6 de octubre, nunca había navegado tanto tiempo sin ver tierra y temían por su vida. Finalmente, los Pinzón intervinieron para evitar desastres. Llevaban 1.000 leguas de navegación. El día 10, los propios Pinzón pusieron fecha de regreso si no encontraban tierra. La expedición hizo historia y en la noche del 12 de octubre de 1492, el vigía de la Pinta, Rodrigo de Triana, gritó "¡Tierra!".

PRIMER DESEMBARCO DE CRISTÓBAL COLÓN EN AMÉRICA

La primera isla a la que llegaron fue llamada San Salvador (Las Lucayas). La intención de Cristóbal Colón era la de llegar a la isla de Cipango, el 21 de octubre de 1492. Entre el 27 de octubre y el 5 de diciembre de 1492, las naves se movieron por la costa oriental de Cuba, se vio mucha vegetación y frutos, pero no se vio grano de oro alguno ni noticias de la corte del Gran Khan.

Alcanzaron la isla La Española (Santo Domingo-Haití), el 6 de diciembre. Fue en esta isla donde establecieron la primera colonia cristiana en América, un 24 de diciembre, y a la que llamaron Fuerte Navidad.

La nao Santa María, en la que viajaban el grupo de vizcaínos de la zona de Lequeitio, encallaba en la costa de esta isla, por lo que la mayoría de los tripulantes se ofreció voluntaria para quedarse en el fuerte, y así buscar oro, aclimatarse al lugar y aprender el idioma de los indios. Juan de la Cosa, dueño de la nao encallada, prefirió cobrar el precio de la embarcación a su regreso a España.

La expedición de vuelta partió el 16 de enero de 1493 y llegó a Palos de Moguer el 15 de marzo. En la colonia Navidad permanecieron treinta y nueve hombres al mando de Diego de Arana.

PRIMER VIAJE DE COLÓN

En el 2º viaje de Colón a las Antillas, partió en 25 de septiembre de 1493.

Al llegar al fuerte Navidad en La Española, la decepción fue enorme, pues no quedaba ningún superviviente. Según Bartolomé de las Casas, hubo discordias entre los cristianos y fueron los vascos los causantes de ellas, debido a que se dividieron y separaron del resto por el afán de conquista y búsqueda de oro. Todos fueron asesinados por los nativos, y sus familiares cobraron las recompensas establecidas.

Se exploraron las pequeñas Antillas, Puerto Rico y Jamaica. En esta expedición, Juan de la Cosa regresó en una de las 17 embarcaciones que participaron en la segunda expedición de Colón en 1493. Fue autor de una las joyas de la historia de la cartografía.

Alonso Sánchez Cotillos, natural de Pasajes, fue armador y piloto de la nao capitana Mari-Galan, junto a él viajaba otro guipuzcoano llamado Martin de Alzate.

Francisco de Garay, fue nombrado por Diego de Colón, gobernador de Jamaica en sustitución de Juan de Esquivel, con el encargo de organizar la explotación económica de la isla, la evangelización de la población indígena y convertirla en base para futuras expediciones. Así, mandó en 1519 a Alonso de Zorita a buscar un estrecho en La Florida que sirviese de paso hacia el Panuco. En esta isla, Esquivel, sería el primero en roturar y arar en el Nuevo Mundo.

Otros vascos implicados en este segundo viaje fueron Lope de Olano y Martín Zamudio, pilotos; Sebastián Olano, receptor de la armada; Fernando Guevara, Luis Arteaga, Bartolomé Salcedo y Miguel Muncharaz. Colón regresó en marzo de 1496.

SEGUNDO VIAJE DE COLÓN

El 3º viaje salió de Sanlúcar de Barrameda el 30 de mayo de 1498, con seis navíos, cuatro de ellos pilotados por vascos. Reconocieron Trinidad y costas de Venezuela. En este viaje no iba De la Cosa, pero estaban presentes otros vascos como Lope de Olano, Pedro de Arana, Pedro Ledesma, Martín de Arriarán y Bernardo de Ibarra, secretario de Colón.

TERCER VIAJE DE COLÓN

La 4ª y última expedición de Colón, formada por cuatro navíos, salió desde Sevilla el 13 de abril de 1502. La participación vizcaína estaba al mando de Juan de Orquiva o Urquina, vecino de Guetaria, en la nao Vizcaína. En este buque, quince de los tripulantes eran vizcaínos, siendo su maestre y capitán el tolosano Juan Pérez de Balda y contramaestre Martín de Fuenterrabía. La nao capitana era el navío La Santiago, pilotada por Pedro Ledesma, que viajó en los 1º y 3º viajes, llegando a ser piloto real en 1513 cuando se afincó en Sevilla.

La participación de los vascos en esta aventura quedó escrita por Navarrete en su Relación de la gente e navíos que llevó en el viaje a descubrir el almirante don Cristóbal Colón.

Entre ellos se conocen los nombres del tonelero Martín de Arrieta, los calafates Domingo Vizcaíno y Domingo de Arana, el carpintero Machín, los marineros Pedro de Maya y Martín de Atín, los grumetes Diego de Portugalete, Juan de Zamudio, Miguel de Lariaga, Bartolomé de Alza, Pascual de Ausuriaga, Antón Chavarrin y Antonio de Arce, el paje Cheneto y el trompeta Gonzalo de Salazar.

La expedición exploró las costas de Centro América y sufrió grandes penalidades; de los 140 que zarparon desde España, murieron 26, seis de ellos eran vascos. La carabela Vizcaína se hundió, y murieron algunos de los marineros antes mencionados. Colón reconoció las dificultades de la navegación, los barcos llenos de gusanos y la tripulación desconcertada. Regresaron a Cádiz, en 1504, pocos días antes de morir la reina Isabel.

CUARTO VIAJE DE COLÓN

10/02/2016

Señorío Lazcano de Lazcano


La Casa de Lazcano es un linaje y título nobiliario de señorío, originario de esta villa de Lazcano en la Provincia de Guipúzcoa, patrones de las iglesias de Lazcano y de las villas de Ataun y Zumárraga.

Los memoriales del siglo XVII sobre el linaje Lazcano escribieron que esta casa nobiliaria es tan antigua que no existe memoria de su fundación. En la Baja Edad Media, sus miembros eran parientes mayores de la nobleza provincial, pertenecientes al bando de los Oñacinos durante la Guerra de Bandos. Sirvieron a la Corona de Navarra y de Castilla, y fortalecieron sus relaciones y alianzas con otras familias poderosas mediante una hábil política matrimonial. Así, fueron creando una familia muy bien posicionada y adinerada, que acumulaba honores y riquezas, generación tras generación. Este recurso matrimonial permitió que los señores de Lazcano se enlazasen matrimonialmente con los clanes alaveses de Ayala y Mendoza, el clan guipuzcoano Loyola y el clan riojano Manrique de Lara.

En el siglo XV, las familias Lazcano y Garoa se fusionaron mediante el matrimonio de Juan López de Lazcano y Elvira de Gaona, ampliando su patrimonio señorial. Gracias a esto, los Lazcano se convirtieran en señores de Contrasta con sus aldeas de Ulibarri y Alda, de Arana y de Corres, en Álava.

ESCUDO DE LAZCANO-ARTEAGA

En la Edad Moderna, los Lazcano mantuvieron su estatus social y amistad con los reyes, como se puede apreciar en las cartas escritas a los señores de Oñaz por Fernando el Católico de Aragón, Juan III de Navarra o Felipe II de España. Esta cercanía a la Corona queda patente en el juramento de fidelidad al heredero aparente, como se aprecia en el siguiente texto:
"porque la dicha casa de Lazcano, por su antigüedad y nobleza, es de aquellas en que los príncipes de España juran enviando a ella a su majestad un caballero[...] con orden y carta firmada en su nombre al dueño y señor que una la zón fuere de la dicha casa para que en ella [...] se haga el acostumbrado pleito de homenaje [...] y asimismo del aviso para sus cartas con ocasión de casamientos de príncipes y de sus muertes y de las de sus majestades y en las demás que se ofrecen escribir a los grandes […] de España."

Algunos historiadores se han ocupado de los Lazcano, pudiendo hallarse noticias suyas en el Nobiliario, de Domingo de Lizaso, y en el Compendio historial de Guipúzcoa, de Lope Martínez de Isasti. Según el Códice de las Bienandanzas e fortunas de Lope García de Salazar, eran "cabeza e mayor del linaje de Oñiz e más rico de rentas de toda Guipúzcoa".

Según la descripción del Libro de Armería Viejo, redactado en Navarra, en 1550, el escudo de armas de la Casa de Lazcano consiste en un campo de azur y una banda de oro, engolada en dragantes de plata acompañada en lo alto de un menguante de plata y en lo bajo de una estrella de seis rayas de oro.

PALACIO DE LAZCANO

Esta antigua y poderosa casa de Lazcano ha aportado varios preclaros hijos y descendientes que han adquirido gran nombradía en Guipúzcoa. Estos han sido los señores de Lazcano durante la historia:

Urgel de Lazcano fue I señor de Lazcano y fundador de la casa señorial. Contrajo matrimonio con Catalina de Murguía, perteneciente a la Casa Real de Valois.

Enrique Urgel de Lazcano fue II señor de Lazcano e hijo del anterior. Casó con Margarita de Navarra, en 1243, hija del conde Teobaldo III de Champagne y de Blanca de Navarra.

Martín López de Murúa y Lazcano fue III señor de Lazcano e hijo del anterior. Contrajo matrimonio con Elvira Asteiz de Oñaz, por eso esta casa comenzó a vincularse y ser cabeza del bando de Oñaz, en las luchas de bandos.

Amador de Murúa y Lazcano fue IV señor de Lazcano, hijo del anterior y nacido en 1273.

Lope García de Murúa y Lazcano fue V señor de Lazcano e hijo del anterior. Contrajo matrimonio con Teresa Fernández de Ayala, señora de Alegría, y falleció en 1361. Fue coronel de la Infantería guipuzcoana en su invasión a Navarra y toma del castillo de Unsar o Ansa, en 1335.

Miguel López de Murúa y Lazcano o Martín fue el VI señor de Lazcano en 1330 y hermano del anterior. Casó matrimonio con María González de Mendoza, hija de Gonzalo Ibáñez de Mendoza y de Juana Orozco. Fue el el primer pariente mayor conocido del bando de Oñaz en Guipúzcoa, y por eso el cabeza principal de los linajes oñacinos de Lazcano, Amézqueta, Loyola y Ozaeta. También se convirtió en la primera víctima de las luchas de la Guerra de Banderizos en las que participaron sus descendientes. Debido a las Guerras de Bandos, los Lazcano se fueron emparentando con integrantes del bando Oñacino como los Mendoza, los Gauna, los Amézqueta y los Mújica-Butrón, que formaron una fuerte unión política y familiar contra los cabezas del bando contrario, los Guevara, emparentados con los Ayala.

Amador de Lazcano fue IV señor de Lazcano e hijo del anterior Amador de Murúa y Lazcano. Asistió a la batalla del Salado en 1340 durante la Reconquista, acaudillando a los guipuzcoanos, en la que sirvieron de escolta al rey Alfonso XI de Castilla. En recompensa el monarca le hizo caballero de la Orden de Banda, además de alcaide y gobernador de Cazorla.

Juan López de Lazcano fue VII señor de Lazcano, pero falleció antes que su padre Miguel López de Murúa y Lazcano. Tuvo en una hija con Ruy Díaz de Gauna, guarda mayor de Enrique II de Castilla.

María López de Lazcano fue VIII señora de Lazcano e hija de los anteriores. En 1400, casó con Auger de Amézqueta, señor de Amézqueta, hijo de Pedro López de Amézqueta y de Juana de Saint-Pée.

ESCUDO DE ARMAS DE LAZCANO

Juan López de Lazcano y Amézqueta fue IX señor de Lazcano e hijo de María López de Lazcano, que vivió entre 1402 y 1467. Fue gobernador de Lérida. Contrajo matrimonio en 1430 con Elvira de Gauna, señora de Arana, Contrasta y Corres, hija de Rui Díaz de Gauna. En adelante, el señor de Lazcano introdujo a su mayorazgo las casas de Contrasta y el valle de Arana, con San Vicente de Arana, Ullivarri y Alda. Con él, los Lazcano ya estaban instalados en el valle de Arana, con su villa de Contrasta a la cabeza, y los Gauna reforzaron sus posiciones en Arraya y Arana, al sur de la Llanada Oriental, justo en la frontera con Navarra.

Pasó a la historia por su bizarría en la Corte castellana durante la celebración del torneo de Valladolid de 1440, con motivo de la boda del príncipe Enrique de Castilla con Blanca de Navarra. En aquel torneo se distinguió como uno de los más victoriosos justadores, al dejar muerto en el campo a su contrincante Pedro Porto Carrero. Se cree que Juan López de Lazcano fue el mismo gobernador de Lérida que en 1464 salvó la vida a Juan II de Aragón.

Este hecho de que un linaje poderoso de los oñacinos se asentarse en la Llanada alavesa debió resultar intolerable para los Guevara, cabeza del bando gamboino, que estaban fuertemente asentados en la Llanada Oriental y tenían partidarios en la frontera de Álava con Guipúzcoa. Pero además de estos dos partidos enfrentados, hay que sumar una tercera fuerza, surgida como reacción de las villas y tierras de realengo contra los desmanes del poder señorial: la Hermandad de Álava.

La primera noticia de Juan López de Lazcano participando activamente en las luchas banderizas alavesas es de los años 1442 y 1443, cuando tenía como bastión defensivo su fortaleza de Alegría. Apoyaba a la Hermandad de Álava contra Pedro López de Ayala, conde de Salvatierra, quien cercado en dicha villa llamó en su ayuda a Pedro Fernández de Velasco, Diego Gómez Manrique y Lope García de Salazar, quienes vencieron a la Hermandad y pusieron cerco a Juan López de Lazcano en la fortaleza de Alegría, que resultó finalmente derribada.

Juan López de Lazcano y Elvira de Gauna tuvieron una hija y tres hijos varones, y los tres murieron de muerte violenta por su implicación banderiza. El más famoso fue Juan de Lazcano "el Cojo", quien heredó los señoríos.

IGLESIA DE LA ASUNCIÓN DE NUESTRA SEÑORA EN CONTRASTA

Juan de Lazcano y Gauna fue X señor de Lazcano, Contrasta y Arana, por herencia de su madre Elvira de Gauna. Gracias su ella, la casa de Lazcano extendió su poder y su lucha banderiza hasta la Llanada Oriental alavesa, a mediados del XV. Casó con Leonor de Zúñiga, perteneciente a la Casa Ducal de Béjar, y tuvieron a Bernardino.

Realizó varias correrías por tierras de Navarra y Álava, en el marco de las Guerras de Bandos vasco, y concretamente en el enfrentamiento de los Lazcano contra los Guevara. Juan justificó aquellos actos vandálicos siempre como la respuesta de defender el valle de Arana ante las invasiones de los navarros.

En 1476, cuando estalló la Guerra por la sucesión de Castilla, las tropas francesas aliadas de Juana la Beltraneja sitiaron Fuenterrabía, ante lo cual los Lazcano y los Guevara pactaron una tregua para asistir a la defensa. Fue capitán de un cuerpo de Infantería integrada por guipuzcoanos armados a los que reunió con el objetivo de combatir al Ejército francés que estaba sitiando Fuenterrabía. Finalmente, la villa del Bidasoa fue liberada e Isabel I la Católica asentada en el trono castellano. Este hecho se conmemoró con este poema lírico:
"Juan de Lazcano beltzarana
Gipuzkoako kapitana
Frances osteak jakingo dik
Ura Ondarrabiyan zana."
(El moreno Juan de Lazcano
capitán de Guipúzcoa
los franceses se acordarán
que él estuvo en Hondarribia.)

Pero lo que ocurrió durante el asedio de Fuenterrabía perjudicó a Juan de Lazcano. Íñigo de Guevara rompió el pacto, atacó la fortaleza de Alegría sin conseguirlo, pero si lo hizo en el castillo de Contrasta, en usencia de Lazcano y con el apoyo de la Hermandad alavesa. El resultado fue el derribo del castillo de Contrasta y quizás la muerte de su hermano de Ojer de Lazcano.

En 1477, tuvo que defenderse de otro asalto del bando de los gamboinos en su castillo de Contrasta, que terminó por destruirlo. Era una pequeña fortaleza medieval que constaba de una torre del homenaje situada en medio de una barrera con camino de ronda, que estaba reforzada por seis cubos circulares con tres troneras cada uno, y rodeada por un foso que se salvaba por medio de un puente levadizo.

Pero el centro de las operaciones bélicas de Juan de Lazcano no fue Contrasta, sino Alegría. En los primeros años de la década 1470, tomó esta villa y reconstruyó la fortaleza de Alegría, que le habían derrocado a su padre en 1443.

En octubre de 1479, Juan de Lazcano fue derrotado y muerto por sus enemigos del bando gamboa en una casa fuerte había construido a las afueras de Contrasta, junto a la ermita de Nuestra Señora de Elizmendi.

Bernardino de Lazcano y Zúñiga fue señor XI de Lazcano, Contrasta y Arana e hijo de Juan López de Lazcano. Tuvo que defenderse en varios pleitos por los desmanes cometidos por sus ascendientes, como un servicio prestado a la corona de Castilla ante las invasiones navarras.

En 1485, caso con Elvira de Butrón y Mújica, hija de Juan Alonso de Mújica y de Teresa Gómez, señores de la casa de Aramayona, posicionándose en la Corte. Por eso, recibió el título de gentilhombre de la Cámara Real de Fernando de Aragón.

En 1501, sirvió en las tropas de Castilla contra una rebelión de mozárabes en las sierras de Ronda y Villaluenga. Sin embargo, Isabel la Católica adquirió la fortaleza de Alegría, por 600.000 maravedíes aquel año.

En 1490, tras la muerte de su mujer Elvira, volvió a casar con Beatriz de Cabrera, hija de Andrés de Cabrera, primer marqués de Moya y consejero real de Isabel la Católica, y tuvieron a Felipe de Lazcano y Cabrera.

JUAN DE LAZCANO Y ZÚÑIGA

Hermano de Bernardino de Lazcano y Zúñiga fue Juan de Lazcano y Zúñiga, capitán general de la Real Armada española. Realizó una carrera militar secundando al general de infantería Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán, al general de marina Pedro Navarro y a sus monarcas Isabel y Fernando, entre finales del siglo XV e inicios del XVI. Comenzó sus servicios en la Guerra de Granada de 1482-1492, que supuso la derrota del Reino nazarí.

En 1490, participó en la Flota de la Guarda del estrecho de Gibraltar, de la que formaba parte la Armada de Vizcaya de Juan de Arbolancha e Íñigo de Artieta. Después se encargó del traslado de nazaríes desde Granada al Reino de Tlemecén utilizando su escuadrilla de naves junto a Juan Pérez de Loyola.

Durante las Guerras de Italia entre España y Francia participó en diversas batallas desarrolladas en Nápoles y Sicilia, con numerosas victorias, como la del puerto de Gaeta y de Otranto y en la toma de Garellano, en 1503, o en la conquista del Reino de Navarra, en 1512. Sus actuaciones más sobresalientes estuvieron en las plazas norteafricanas frente al Imperio otomano, por ejemplo en el asedio de Cefalonia, en 1500 o en la toma de Mazalquivir, en 1505, gracias a que fue un precursor del blindaje naval.

En 1518, con el acceso al trono de España de Carlos V de Alemania, Lazcano era comandante de la flota real.

Estos últimos Lazcano no fueron los únicos que sirvieron en las armadas y tercios del Reino de Castilla, primero, y de la Monarquía hispánica, después. Otros miembros pertenecientes al linaje fueron Juan y Martín, que no fueron señores de la casa pero si capitanes del ejército.

Urgel de Lazcano fue un famoso capitán de infantería que se distinguió en la batalla de Pavía de 1525, junto a otro guipuzcoano Juan de Urbieta, quien capturó al rey Francisco I de Francia.

Martín de Lazcano fue un valeroso capitán de marina, uno de los diez gastadores a que se redujeron los 200 asaltantes de la isla de Duiveland, Zelanda, en 28 de Septiembre de 1575, durante la Guerra de los Ochenta Años.


Felipe de Lazcano y Cabrera fue XII señor de Lazcano, Contrasta y Arana, e hijo de Bernardino de Lazcano y Zúñiga. Nació en 1502 y fue bautizado dentro de la ermita de San Adrián, en Aizkorri, siendo sus padrinos los príncipes Felipe el Hermoso (cuyo nombre se le puso), y Juana la Loca, a su paso por Guipúzcoa, viniendo de sus estados de Flandes para los de Castilla. Fue coronel de los tercios de Guipúzcoa en la incursión a San Juan de Luz, en 1542.

En 1547, Felipe de Lazcano y su hijo Juan de Lazcano comenzaron la construcción de una nueva casa-torre o Palacio de Lazcano en Contrasta sobre los cimientos de la antigua fortaleza destruida en 1447, pero que quedó arruinado en el siglo XVIII.

Contrajo matrimonio con Elvira de Gauna, hija del coronel Cristóbal de Zamudio y de Catalina de Gauna, que tuvieron a Juan. Tuvieron a Juan, Pedro y María. Pedro de Lazcano y Gauna fue capitán y gentilhombre de rey Felipe II, y pasó al Virreinato del Perú, donde murió en 1590. María de Lazcano y Gauna casó con Bernardino de Arteaga generando la rama de los Arteaga-Lazcano con relevantes miembros de varias generaciones.

PLANO DEL ANTIGUO PALACIO DE LAZCANO EN CONTRASTA

Juan López de Lazcano y Gauna fue XIII señor de Lazcano, Contrasta y Arana, e hijo de Felipe de Lazcano y Cabrera. Casó con María de Arrieta y Escoriaza, hija del oidor del Real Consejo el licenciado Pedro López de Arrieta. Tuvieron al manos ocho hijos, pero el legado pasó al primogénito Felipe.

Felipe de Lazcano y Arrieta fue XIV señor de Lazcano, hijo de Felipe de Lazcano y Gauna. En 1592, contrajo matrimonio con Elvira de Sarria y Abezia, perteneciente a otra poderosa familia alavesa. La familia Sarria y Abezia comenzó a figurar en los poderes de cabildos desde finales del siglo XVI, como regentes o procuradores. A finales del siglo XVI, Felipe de Lazcano y Elvira de Sarria ya se habían establecido en Vitoria, pero terminaron en el Virreinato del Perú, pues Felipe fue nombrado corregidor de Trujillo. Tuvieron por hijos a Felipe y María.

Felipe de Lazcano y Sarria fue XV señor de Lazcano, hijo de Felipe de Lazcano y Arrieta. Nació en Vitoria en 1600, fue caballero de la Orden de Santiago en 1622 y casó con Mariana de Alencastre, condesa de Bailén. No dejaron descendencia, por tanto el título y el patrimonio señorial pasó a su hermana María.

María de Lazcano y Sarria fue la XVI señora de Lazcano, que vivió entre 1593 y 1664. Además, ostentó el título personal de matrona artística, uno de los pocos casos de la época en las provincias vascas. En 1614, casó con Antonio de Oquendo y Zandategui, almirante general de la Real Armada y Ejército del Mar Océano, miembro del Real Consejo de Guerra de Felipe IV, y uno de los más grandes marinos que ha tenido España.

Se cree que fue María quien ordenó la construcción del Palacio Lazcano, en 1630, en estilo Barroco castellano, e inaugurado en 1640. Ubicado en el centro histórico de esta villa guipuzcoana, está rodeado por una galería, posee un amplio patio central con una fuente, y su fachada está formada por tres torres. Es uno de los edificios más significativos de la Guipúzcoa del siglo XVII.

MARÍA DE LAZCANO Y SARRIA Y ANTONIO DE OQUENDO Y ZANDATEGUI

Al morir, la viuda del general Antonio de Oquendo, María de Lazcano y Sarria, en 1660, el señorío pasó a titularidad de Juan Antonio de Arteaga Lazcano y de Mendiola Arteaga de forma remota y seguramente tras décadas de pleitos que podría entroncar en Felipe de Lazcano y Cabrera, quien fue XII señor de Lazcano, Contrasta y Arana a mediados del siglo XVI. Una de sus hijas, María de Lazcano y Gauna contrajo matrimonio con Bernardino de Arteaga en 1540. A su vez, su nieto Bernardino Pérez de Arteaga Lazcano casó con Margarita de Arnaobidao y tuvo a Juan de Arteaga Lazcano y Anaobidao, maestre de campo y caballero de la Orden de Santiago, en cuyo hijo recayó el título señorial tras varias generaciones pasando por otra rama de los Lazcano en los siglos XVI y XVII.

Juan Antonio de Arteaga Lazcano y de Mendiola Arteaga fue el XVII señor de la Casa de Lazcano y II marqués consorte de Valmediano. Nacido en Villafranca de Oria, en 1633, fue hijo único de Juan de Arteaga Lazcano y Arnaobidao y de Francisca Antonia Bernarda de Mendiola y Arteaga. A la muerte de la entonces señora de Lazcano sin descendientes, Arteaga sostuvo un reñido pleito por el título, alegando ser el tercer nieto de María de Lazcano, que estuvo casada con Antonio de Oquendo. Se resolvió en su favor en Madrid en 1697, obteniendo por sentencia el mayorazgo y solar de Lazcano con sus pertenencias y agregados.

Estuvo casado con Isabel Ana Francisca de Chiriboga y Hurtado de Mendoza, única hermana de Tomás Jacinto, primer marqués de Valmediano. Por este enlace, recayeron en la casa de Arteaga-Lazcano el título de marquesado de Valmediano y los derechos de la línea agnaticia a los del Infantado, litigados durante siglos. Por tanto, Juan Antonio de Arteaga-Lazcano fue el II marqués consorte de Valmediano en 1692. Sus hijos fueron Juan Raimundo, María Rosa y María Félix. Su nieto fue Luis de Arteaga-Lazcano y Basurto fue nombrado teniente general en 1760.

Pero su mérito radica en haber sido maestre de campo de la Real Infantería española, como también lo fue su padre, distinguiéndose en Italia y Flandes. Dirigió la toma de Orán y ostentó el cargo de gobernador de esta plaza, así como de director en la reconstrucción de sus fortificaciones. En 1651, ingresó en la Orden de Santiago por merced de Felipe IV. Murió en 1708.

ESCUDO DE ARMAS DE JOAQUÍN DE ARTEGA LAZCANO

Joaquín José de Arteaga Lazcano fue el XVII señor de Lazcano. Recibió el título de Grandeza de España de segunda clase, concedida por el rey Carlos III en 1780. Desde entonces, tanto el señorío de Lazcano como el marquesado de Valmediano han estado vinculados a la familia Arteaga Lazcano, que siempre consideró estos títulos como los principales de su casa, además de otros tantos señoríos, marquesados y condados.

Ignacio Ciro de Arteaga Lazcano fue el XIX señor de Lazcano. También recibió el título de la Grandeza de España de primera clase, concedida por el rey Carlos IV en 1789 en atención a los altos servicios de sus antepasados.

Andrés Avelino de Arteaga Lazcano y Silva fue el XXI señor de Lazcano y general del Ejército y agregado militar en la Rusia imperial.

Joaquín de Arteaga Lazcano y Echague fue el XXII señor de Lazcano y XVII duque del Infantado. Fue diputado y senador, presidente del Consejo de las Reales Órdenes y coronel honorario del Regimiento de las Reales Órdenes.

Los actuales dueños de esta casa poseen los títulos de marqués de Valmediano, duque del Infantado y otros más.

ESCUDO NOBILIARIO Y REAL DE LAZCANO

06/02/2016

Vascos en la Armada de la Carrera de Indias del siglo XVI


Las numerosas guerras libradas por España durante el reinado del emperador Carlos V habían favorecido el ataque de piratas y corsarios a los buques que comerciaban con las Indias. En 1522 dos de las tres naves que Cortés enviaba a España con los tesoros aztecas fueron capturados por Juan Florín, corsario italiano al servicio de Francia. El conflicto con este reino generó el montaje de más artillería en los buques, el desarrollo de nuevas tácticas, el ingenio de nuevos modelos de barcos como los galeones, así como la creación de escuadras guardacostas y escoltas de la Flota de Indias.

Desde que el sistema de comercio y navegación trasatlántico entre España y el Nuevo Mundo se instauró en el siglo XVI, la Corona tuvo una participación total en la regulación de las flotas. Sus intereses eran demasiado grandes y tenía una especial preocupación por el control del comercio y la seguridad de los contingentes.

Ante las graves pérdidas para la Hacienda Real que ocasionaba la captura de un barco mercante, el gobierno de Carlos I decidió en 1543 la obligación de que los mercantes fuesen armados y navegasen en grupo, en "conserva", y escoltados por un buque de guerra sufragado por un impuesto especial, la "avería", gravado sobre el valor de mercancías que llegaban de las Indias por los galeones.

La situación se agravó en la mitad del siglo XVI, con el aumento del valor de los cargamentos sobre todo a la vuelta, en el denominado torno-viaje. En la década de los 40 se descubren los yacimientos de plata del Potosí, en Bolivia, y de Zacatecas, en México. En los siguientes años, prosiguieron otros descubrimientos sucesivos de menor importancia en Guanajuato, Cuencamé, San Luis de Potosí, Sombrerete y Pachuca.

GALEÓN ESPAÑOL DEL SIGLO XVI

La producción masiva de plata se desarrolla con el sistema de tratamiento del mineral inventando por Bartolomé Medina. En 1555, consiguió aplicar con éxito la técnica de la amalgama en la obtención de la plata. A partir de entonces, los navíos españoles transportan a través del océano Atlántico en el torno-viaje el cargamento más preciado por unidad de peso, a excepción del oro, la plata. Desde aquel momento una mercancía usual de las flotas que zarparon a las Indias fue el azogue, para el tratamiento de la plata americana, el cual pasó a ser un monopolio del gobierno. El Perú se abastecía de este producto gracias a la mina de Huancavélica, pero no así México, que dependió siempre de los envíos procedentes de las minas de Almadén, en Ciudad Real, o de Idria. Los azogueros fueron los buques especializados en el transporte del azogue que se guardaba en odres de piel.

Al aumentar el valor de las mercancías, los riesgos de su transporte a la península se multiplicaron. Además de los riesgos producidos por las condiciones climáticas y de navegación, como fueron los huracanes y tempestades, las flotas estaban expuestas al ataque de corsarios, piratas y flotas enemigas, cuya amenaza no sólo se encontraba a lo largo de las rutas de navegación, sino en los puertos de las provincias indianas.

La América española estaba dividida en dos virreinatos: el de Nueva España, al norte; y el del Perú, en el sur. Por esa razón se decidió enviar dos flotas anuales, una para cada virreinato. En la costa de Andalucía se preparaban las dos flotas tomando como base principal la ciudad de Sevilla. Era una ciudad interior y segura, comunicada con el mar mediante el navegable río Guadalquivir en cuya desembocadura se encontraba el puerto de Sanlúcar de Barrameda, a 86 kilómetros. Muchas de aquellas naves que fueron contratadas en Sevilla y que zarparon desde Sanlúcar, fueron construidas en astilleros vizcaínos y guipuzcoanos aprovechando la experiencia marinera de las provincias vascas y la consistente madera de sus bosques. Parte de la guarnición y la tripulación que integraban aquellos convoyes mercantes y buques defensivos procedían del mismo origen.

La denominada Carrera de Indias implicaba el transporte a la ida en los barcos de los artículos manufacturados de origen europeo (telas holandesas, francesas e italianas), sedas españolas y algunos productos agrícolas españoles (vino, aceite, frutos secos, etc.), y los metales preciosos americanos a la vuelta. A estas mercancías se incluían otras como el hierro vizcaíno y los pertrechos de guerra, que se enviaban con destino a las guarniciones militares. Estaban organizados de manera similar con un número variable de navíos mercantes españoles y extranjeros. Tras repostar en las islas Canarias cruzaban el Atlántico a favor de los vientos alisios, con dirección nordeste-sudoeste, y de las corrientes marinas favorables.

PRINCIPALES RUTAS COMERCIALES DEL IMPERIO DE LA MONARQUÍA HISPÁNICA ESPAÑOLAS Y PORTUGUESAS

La Real Cédula de 10 de julio de 1561 determinó la organización de los navíos mercantes con salida del puerto navegable de Sevilla, bajo la protección de los navíos de guerra de la Armada Real, denominada Armada de Guardia "haciéndoles escolta y guarda... y traiga el tesoro y de particulares". La protección de los navíos mercantes iba a cargo de al menos dos buques de guerra: la capitana y la almiranta; estaban gobernadas por un capitán general y un almirante respectivamente, y su mantenimiento seguía siendo el impuesto de la "avería". Surge así la denominada Flota defensiva de la Carrera de Indias.

En primavera, generalmente en el mes de abril, zarpaba la Flota de Nueva España, que recibió el nombre genérico de La Flota, con destino final en Veracruz (México), donde se celebraba una gran feria comercial a su llegada. Al llegar al sur del Caribe, algunos barcos se apartaban del rumbo general y se dirigían a su destino específico en Puerto Rico, Cuba o La Española. Tras hacer las reparaciones oportunas y pasar nueve meses en los puertos se concentraban en La Habana (Cuba) para volver al verano siguiente.

El segundo convoy era la Flota de Tierra Firme, que retrasaba su partida hasta julio o agosto y estaba amparado por una escolta mayor, de varios galeones armados, por lo que recibió el nombre genérico de "los Galeones". La razón estaba en el torno-viaje por las grandes cantidades de plata extraídas de las minas del Perú. Su destino final era Nombre de Dios, en el istmo de Panamá. En los primeros años del siglo XVII esta localidad quedó abandonada a causa de su clima malsano, y la población se trasladó a Portobelo por ser un puerto mejor situado y de más fácil defensa. Al llegar a la isla de Margarita (Venezuela), Los Galeones se dividían en dos grupos. Mientras uno bordeaba la costa de Nueva Granada, territorios de las Venezuela y Colombia actuales, el otro grupo se dirigía directamente a Cartagena de Indias y a Panamá. Aquí arribaba desde Lima la Armada del Mar del Sur con la plata y otras riquezas del Virreinato del Perú. En una gran feria anual, Perú intercambiaba hombres y mercancías con la metrópoli peninsular, en su única oportunidad comercial de carácter oficial.

Con posterioridad los Galeones regresaban a Cartagena de Indias, donde pasaban el invierno y zarpaban a La Habana, para el regreso conjunto con La Flota a través de los estrechos de Florida. Retornaban a España con los metales preciosos para el pago de las mercaderías que ocupaban a veces hasta la boca de los cañones.

FLOTA MERCANTE DE LA CARRERA DE INDIAS

A partir de 1563-1566, durante el reinado de Felipe II, este sistema quedó establecido de manera definitiva. Desde entonces, varias familias de origen vascongadas de amplia tradición y reconocida experiencia en las artes marineras se dedicaron a escoltar los convoyes mercantes de la Carrera de Indias: los Eraso, los Alcega, los Oquendo, los Echeverri, los Vallecillas, etc.

Los marinos vascos siempre tomaron parte en la organización de la Carrera de Indias desde el primer momento en que se fundó el sistema marítimo de comunicaciones que unía las provincias de ultramar con la metrópoli de la Monarquía española. Es por ello que, de igual manera, los astilleros de la costa vasca se encargaran de proveer de barcos (naos, galeones, etc.), de pertrechos y de recursos humanos al nuevo sistema mercante. Los vascos fueron protagonistas en la ocupación de los mandos cualificados de las unidades de Armada: capitanes, almirantes y capitanes generales. Los dirigentes de la Casa de Contratación tuvieron en cuenta la tradición naviera de los vascos, los cuales había ayudado a reconquistar por mar las tierras de Andalucía, había tomado relevancia de las Guerras de Italia, se había encargado del comercio de la lana mediante la Carrera de Flandes, y habían sido vanguardia de ataque durante la Guerra de los Cien Años.

A medida que fue avanzando el siglo XVI y entraba el XVII, la presencia vasca fue cada vez mayor en los puestos cualificados de las Armadas y Flotas indianas, así mismo los constructores navieros tomaron especial relevancia en dura pugna con los astilleros andaluces y criollos indianos.

Los capitanes generales y almirantes eran las máximas autoridades del convoy. Tomaban parte activa de su organización: sobre las embarcaciones mercantes, sobre la artillería defensiva, sobre los espacios vacíos utilizados para su propio comercio particular, sobre las fechas de partida y duración de las ferias, etc. Más tarde, debían ofrecer un balance comercial ante el Consejo de Indias o ante el propio monarca.

El primer general vasco de la Armada de la Guarda de la Carrera de Indias fue Juan López de Isasti, hijo de Joanes de Isasti, natural de Rentería. En 1543 escoltó a la flota de Indias con dos naos y una carabela desde su salida en Sevilla hasta las islas Canarias. Encontró allí una nao francesa y tres pataches que habían capturado una carabela española cargada de vinos de las islas. López de Isasti los atacó inmediatamente, logrando rescatar la carabela. Después rindió la nao francesa, y por último, forzó a emprender una desesperada huida a los pataches restantes. Regresó con su magnífica presa a Sanlúcar y entregó a las autoridades los 70 prisioneros franceses, que se enviaron a servir a las galeras, como represalia al trato que aquella nación infligía a los cautivos españoles.

Al año siguiente, el general Juan López de Arizulueta, natural de Eibar, fue nombrado para capitanear la flota que partió en julio desde La Habana con regreso a España. Estaba compuesta por veintisiete naos y carabelas mercantes y un galeón armado Flor de Lis, que capitaneaba él mismo.

Hortuño de Ibarra fue el primer almirante de la Flota de Nueva España. Partió en abril de 1560 y regresó en agosto de 1560. Llevó la primera remesa de mercurio al virreinato. Nombrado general de la misma flota compartida con Esteban de las Alas, partió en mayo de 1561 hacia Sanlúcar en agosto de 1562.

GALEÓN ESPAÑOL DEL SIGLO XVI

Cristóbal de Eraso, como general, e Íñigo de Lezoya, como almirante de la Flota de Nueva España, partieron de Sanlúcar en julio de 1567 y regresaron al mismo puerto al año siguiente. Eraso pertenecía a una familia vizcaína en la que muchos de sus miembros ya habían sido o eran marinos. De nuevo, desde el mismo puerto de salida y llegada y al año siguiente, Eraso y Lezoya hicieron de escolta de los galeones de Pedro Menéndez de Avilés.

En 1571, Eraso continuó al frente de la Flota de Nueva España escoltando la Carrera de Indias. Partió de Sanlúcar en agosto y regresó en noviembre del año siguiente. Este retraso se debió a la falta de noticias sobre los precios de las mercancías en el virreinato, además tuvo complicaciones en la obtención de bastimentos.

En 1576, se le otorgó el mando del galeón capitana de la Armada de Tierra Firme como escolta de una enorme flota de la Carrera de Indias, siendo así su capitán general. Partió en julio y regresó en agosto del año siguiente.

Junto a su hermano Álvaro de Eraso dirigió la expedición de la Armada de Tierra Firme de 1578, formada por diez naos navales y cuatro mercantes.

Desde esta fecha hasta 1579 realizó varios viajes de ida y vuelta en estas flotas, y diversas singladuras por la costa americana. Ese mismo año, marchó a las islas de Barlovento en persecución de corsarios, y al socorro de las naos de la Flota de Nueva España a cargo de Antonio Manrique, derrotadas en un temporal. En concreto rescató a la capitana y otra nao.

En uno de sus viajes a la península se le encontraron unas barras de oro en uno de sus buques que no había declarado. Las autoridades de la Casa de Contratación le amenazaron con denunciarle, a lo que respondió:
"Yo podría dar a cambio unas barras de mucho más valor, los huesos de mi hijo primogénito muerto en América mientras servía en uno de los buques de la Armada."

Otro de más de esta familia de marinos vizcaínos fue Miguel de Eraso. Como general de la flota de Tierra Firme partió en 1582 de Sanlúcar, y tras sustituir a Álvaro Flores al mando de la Armada, regresó al año siguiente. Volvió a gobernar la Flota de Tierra Firme en 1587, siendo sustituido por Juan de Urbina Apalóa al año siguiente.

Juan Martínez de Recalde escoltó tres Flotas de Indias, logrando gran fama durante el reinado de Felipe II al rescatar un galeón cargado de oro en la isla de Madeira.

EMBARCACIONES MERCANTES DE LA CARRERA DE INDIAS

Natural de Fuenterrabía era Juan de Alcega, perteneció a una dinastía de almirantes y generales de flotas: Pedro, Diego, Juan, Cristóbal. Su padre llegó a ocupar el rango de general en la armada de Isabel la Católica. Escoltó a las flotas transatlánticas de galeones hacia América, como quedó patente en su Carta al Presidente del Consejo de las Indias.

Alcega tuvo brillantes actuaciones contra los piratas y corsarios del Mediterráneo en las primeras etapas de su carrera, y más tarde fue uno de los principales comandantes de la escuadra del viaje que hizo el monarca a Londres para reclamar el trono de Inglaterra. La experiencia demostrada le sirvió para ser nombrado general de la Flota de Indias y de los Mares del Sur en 1572. Al mando de la Flota de Nueva España compuesta de once navíos, escoltó a la mercante desde Sanlúcar, y regresó al año siguiente con la Flota de Tierra Firme y los galeones mercantes de Menéndez de Avilés.

Años más tarde, su hermano Diego de Alcega, también participó en las expediciones de la Flota de Nueva España efectuadas en 1574 como almirante, y en 1584 como general.

Martín Pérez de Olazábal fue almirante de la Flota de Nueva España en 1585 junto a Juan de Guzmán como capitán. Esta expedición sufrió las inclemencias del tiempo durante el torno-viaje a Sanlúcar, perdiendo ocho naos, entre ellas la capitana. Pérez de Olazábal sustituyó a Diego de Alcega como capitán de esta flota debido a su muerte en 1588. Durante el viaje de regreso, los convoyes se accidentaron. Esta circunstancia propició que parte del tesoro tuviese que ser desembarcado en las islas Azores, y posteriormente se trasladase a Lisboa, y por tierra a Sevilla.

En 1597, la flota de galeones de la Carrera de Indias, que rebosantes de oro y plata, traía de América el almirante Juan Gutiérrez Garibay consigue burlar a la flota inglesa al mando de Essex, Howard y Raleigh, con 120 buques y otros 25 holandeses, situadas al acecho en las cercanías de las Azores con la intención de interceptar los convoyes. Garibay volvió a comandar esta expedición en 1600 y 1602. Los fracasados ingleses, no solo no pudieron dar alcance a Garibay, sino que además al regresar se encontraron con que una flota española había intentado invadir Inglaterra.

03/02/2016

Leyendas de Carlomagno en Pamplona


Una de las vías de entrada a la península Ibérica que tiene el Camino de Santiago es a través de Valcarlos y Roncesvalles, localidades navarras (francesa y española) que están muy vinculadas a un personaje histórico: Carlomagno, emperador del Imperio de los francos en el siglo VIII; y a una emboscada: la batalla de Roncesvalles.

El abate cisterciense Aymeric Picaud escribió en su Codex Calixtinus sobre el paso de Roncesvalles y el puerto de Ibañeta:
"... en este monte, antes de que el cristianismo se extendiera por todo el territorio español, los impíos de los navarros y de los vascos, tenían por costumbre, a los peregrinos que se dirigían a Santiago, no sólo asaltarlo, sino montarlos como asnos y matarlos."

ALTO DE IBAÑETA

Muchas leyendas relacionan al Camino con el emperador, que llegó a la Península tras aparecérsele una noche el apóstol Santiago, para encomendarle la misión de liberar las tierras donde estaba su sepulcro de las tropas musulmanas que la invadían.

Al frente de un poderoso ejército se dirigió a cumplir con la empresa requerida y, tras pasar tres meses detenidos ante las murallas de Pamplona, que terminarán por derrumbarse solas para darle paso, llegó a Galicia. En esta tierra liberó el territorio de musulmanes y ordenó al arzobispo Turpín que bautizara a todas aquellas gentes.

De regreso a Francia, se enfrentó al caudillo musulmán Aigolando que terminó por refugiarse en Pamplona. Allí acudió Carlomagno, con lo mejor de su ejército y los doce pares de Francia, dispuestos a luchar en una peculiar batalla que tendría lugar en los campos de Acella, cerca de Pamplona. Tras un acuerdo entre caballeros, ambos contendientes acordaron que se enfrentarían en un combate de veinte hombres por cada ejército, después cuarenta, luego cien y al final mil.

Los musulmanes perdieron un combate tras otro, a pesar de lo cual Aigolando seguía sin rendirse. Entonces se entabló una cruenta batalla en la que murió todo el ejército musulmán, cien mil hombres que dejaron aquel campo encharcado de sangre durante meses.

ASEDIO A PAMPLONA POR CARLOMAGNO

No fue Pamplona la única ciudad navarra que se la vincula a Carlomagno con un enfrentamiento legendario. También en las inmediaciones de Villamayor de Monjardín se enfrentó a las tropas del navarro Furro. El emperador, dispuesto a salvar la vida de todos sus hombres, rogó al apóstol Santiago que le indicara cuáles de sus hombres iban a morir en la batalla. Como respuesta, apareció una cruz roja pintada sobre el escudo de ciento cincuenta soldados.

Carlomagno decidió entonces que aquellos hombres no participasen en la batalla y quedasen a salvo en sus tierras. Sus tropas libraron la contienda sin sufrir bajas, pero cuando regresaron al campamento, encontraron muertos a todos los soldados que habían sido anunciados por Santiago.