06/12/2025

Pedro de Ardanaz y Echapare


Empresario de Bilbao del siglo XVIII, comerciante con puertos de Europa, propietario de las compañía comerciales Ardanaz y Bengoa, Fábrica de Flor de Arina y Ardanaz e hijo y Bengoa

PEDRO DE ARDANAZ Y ECHAPARE

Pedro de Ardanaz y Echapare era natural de Burquete, Navarra, donde nació en 1732.

Era el hijo único de Adán de Ardanaz y de María de Echapare, quienes poseían tierras de cultivo en aquella villa pirenaica. Las malas cosechas propiciaron que Pedro de Ardanaz marchase a Bilbao, aprovechando la residencia de su primo José de Loigorri, natural de Cintruénigo. Entró a trabajar de contable en la empresa Loigorri e Hijos, para lo cual tuvo que presentar la "probanza de hidalguía y sangre" para poder trabajar en la capital vizcaína, llegando a alcanzar el cargo de apoderado.

En 1758, la empresa de Loigorri dio a la quiebra. Adanaz demandó a la junta directiva el pago de salarios de cuatro años no cobrados, mientras se defendía en un tribunal de cuentas de varios comerciantes acreedores debido a ser un apoderado de la entidad. De todas formas, ya había adquirido suficientes conocimientos y ahorros como para emprender un nuevo proyecto empresarial basado principalmente en la importación de productos.

En 1760, casó con Josefa de Urbieta y Aperribay, hija de un próspero empresario clavetero de Arrigorriaga, con la que tuvo doce hijos, de los cuales siete fallecieron de forma prematura.

Un año antes, Ardanaz tuvo que hacerse cargo de la empresa de su suegro, el cual falleció, encontrándose en proceso de acreedores tras la quiebra.

En 1763, la Real Justicia de Bilbao envío a prisión a Ardanaz durante una temporada debido a "la averiguación y pesquisa de fraudes y otros delitos en los libros de comercio", a los que se añadieron los daños y perjuicios del embargo de la pinaza San Antonio de Padua y Ánimas, que había transportado de forma ilegal "1.500 pesos duros" a Bayona.

Tras cumplir condena, en 1765, Ardanaz continuó con su actividad empresarial al mando de dos buques mercantes, el Santa Marta y el San Juan Bautista y San José. A partir de este momento, empezaba un ascenso económico y social entre la burguesía bilbaína.

En 1775, se presentó a las elecciones del Real Consulado de Bilbao para renovar sus cargos en la jefatura. Los comerciantes adscritos a esta institución lo nombraron cónsul, cuya función era la actuar como juez y árbitro en los pleitos entre marinos transportistas y mercaderes comerciantes. Entre otras acciones, destacó su concurso público para limpiar la ría del Nervión. Tras cumplir su mandato con eficiencia, fue elegido regidor capitular de Bilbao, en 1778.

El 20 de enero de 1776, Ardanaz se asoció con el destacado mercader bilbaíno Vicente de Bengoa y fundaron la compañía comercial Ardanaz y Bengoa, que fue renovada el 5 de septiembre de 1778, con las mismas cláusulas societarias. Inicialmente, adquirieron el barco mercante Nuestra Señora de Begoña, con el que realizaron viajes de Bayona o a Lisboa en sucesivos años. Comerciaban con bacalao, grasas y textiles procedentes de puertos europeos. Un año después, eran propietarios del navío San José con el que transportaban mercancías variadas con destino a Dunqueque.

En 1780, esta empresa adquirió una fábrica de harina de trigo bilbaína, denominada Fábrica de Flor de Arina, junto con otros dos inversores: Juan Bautista de Zubiaur y Juan Antonio de Gana. Sus principales productos a importar fueron lienzos, cueros, quesos, quincalla y botellería.

Poco después, consiguió un privilegio monopolístico de la harina durante diez años que prohibía la fundación de otra empresa con el mismo objetivo comercial e introducir "cualquier otra arina que no sea la suya en los puertos del Reyno para enviarlas a Indias", a fin de que "puedan resarcirse de los gastos y pérdidas inseparables a su establecimiento".

Añosmás tarde, los socios Zubiaur y herederos de Gana reclamaron la disolución de la empresa. Ardanaz y Bengoa les propusieron la devolución de los 400.000 reales que habían aportado en el negocio en cuatro plazos a través de letras libradas. Estos exigieron una cantidad superior en concepto de ganancias no repartidas ni intereses y otros gastos incluidos.

Posteriormente, Pedro de Ardanaz y Vicente de Bengoa adquirieron la fábrica de curtidores Zarazeta, localizada en la anteiglesia de Erandio. Cuando recibieron beneficios, adquirieron otro negocio en el mismo sector al empresario Nicolás de Ampuero, ubicado en Castro Urdiales, dedicado a la importación de cueros y derivados desde puertos europeos para la elaboración de baquetas, becerrillos, cordobanes y bandas de cuero.

Más tarde, Ardanaz solicitó licencia al Consulado de Bilbao "para ampliar el inmueble de la construcción de paredes y cerraduras en el paraje la Punta de Zarazeta que impedía la introducción de ganado".

Su intención era el aumento de la producción y poder exportar en puertos de Europa. En 1777, ya lo había conseguido, pues se vio envuelto en un pleito sobre el origen del curtido de casi dos centenares de fardos de correjeles remitidos por su empresa a la consignación de la empresa belga Dezermaux y Brockmann, que estaban retenidos en las aduanas de Cádiz y Jeréz.

En 1784, Ardanaz volvió a ser elegido cónsul del Real Consulado de Bilbao, alcanzando el máximo cargo de esta institución, el de prior, en 1797.

En 1778, se incorporó a la sociedad su hijo primogénito, Pascual José de Ardanaz y Urbieta, como socio administrador. El 4 de abril de 1792, se refundó en una sociedad de comercio Ardanaz e hijo y Bengoa, asumiendo los activos y pasivos de la anterior. En sus activos figuran varios navíos: Nuestra Señora de Begoña, San Vicente, San Antonio y Ánimas, Sabio, Pastora, y Begoña.

Mantuvo relaciones comerciales con varias empresas europeas y españolas de San Sebastián, Soria, Ámsterdam, Londres, Hamburgo, Nates o Amberes, entre otras. Se dedicaba a la importación de productos como lienzos, tapicerías, correletes, baquetas, arpielleras, bayetas, sempiternas, grasa, vino, canela, clavillo, o cáñamo. La exportación al exterior comenzó en 1776, tan solo fueron varias partidas de lana y hierro al exterior.

En 1796, la compañía alcanzó su máximo volumen de embarque por un valor de 17.765 reales. Se debió a un importante envío desde San Petersburgo y a otras dos más de cabotaje desde Burdeos y San Sebastián. En cuanto a la exportación de lana, está alcanzó su valor máximo de 564 sacas en 1788, con destino a Londres.

Bayona y Londres fueron los puertos más utilizados en el número de viajes, sin embargo, los de Hamburgo y Ámsterdam eran los de mayor valor de las mercancías.

El 27 de enero de 1807, Pedro de Ardanaz falleció, legando sus negocios a su hijo primogénito. En su testamento quiso entregar a su socio y amigo Vicente de Bengoa en concepto de agradecimiento un "barron de caña fina con puño de oro yo con cual me escribo y le ruego lo reciba por señal y memoria de mi agradecimiento y perdone la cortedad…".

Había dejado un patrimonio valorado en 1.870.070 reales por varios conceptos, de los cuales la mitad correspondió a su mujer viuda, y el resto se repartió entre los cinco hijos que quedaban vivos, poco más de 200.000 reales. Josefa de Urbieta vendió su participación en la sociedad, correspondiente a la de su difunto marido, y solicitó la valoración de los tres navíos que poseía: el Primavera, tasado en 307.804 reales; el Pastora, en 137.439; y el Begoña, en 131.615.

Tras la disolución, la sociedad Ardanaz y Bengoa ocupó el puesto veintiuno entre las compañías mercantes bilbaínas del siglo XVIII por volumen de operaciones.

Pascual José de Ardanaz y Urbieta, nacido en 1762, continuó con los negocios como su padre. En 1778, había casado con Luisa de Barbechano, procedente de una familia de la élite bilbaína de su tiempo.

Cleto Marcelino de Ardanaz y Urbieta, nacido en 1771, sirvió en el Ejército español alcanzando el grado de capitán del Regimiento de la Corona.

Sebastián de Ardanaz y Urbieta, nacido en 1778, fue presbítero y fundó una capellanía con el apoyo de su padre.

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