Elgueta - Elgeta se ubica en un promontorio poco resguardado, en la Comarca del Alto Deva, estratégicamente situado en la frontera de Guipúzcoa con Vizcaya. Fue fundada por el rey Alfonso XI en 1335, en cuya carta puebla que concedió:
"...por facer bien y merced a todos los que quisieren venir, poblar e morar en la puebla nueva que se face en los campos de Maya, a la cual puebla ponemos el nombre de Elgueta, que es frontera de vizcaya."
Desde la Baja Edad Media, su economía había sido eminentemente rural, con una comunidad campesina dedicada a la ganadería. En los siglos XIII y XIV, se produjeron los auges de las ferrerías y el comercio de hierro y lana castellana. Pero, en el siglo XVI, Elgueta se había convertido en una de las principales poblaciones vascas en la elaboración de lanzas y picas, especialmente en la plantación de astas de madera de fresno. En esto tuvo mucho que ver su proximidad con la vecina Elorrio, núcleo central en la fabricación de estas armas blancas.
El negocio de la plantación de fresnos y nogales en viveros estuvo vinculado a muchos vecinos, cuya madera fue suministro de materia prima a la comunidad de lanceros más poderosa, la de Elorrio. El hecho de estar rodeada de poblaciones dedicadas a la industrial artesanal del hierro en general, y del armamento en particular, como Éibar, Vergara y Elorrio, influyó en este movimiento.
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PICAS DE ELGUETA EN LOS TERCIOS DE FLANDES |
Elgueta producía una amplia gama de instrumentos de hierro. Se dedicaban a la fabricación de herraje, clavazón, hachas y herramientas agrícolas, piezas de madera para picas y lanzas, incluso armas de fuego como arcabuces, mosquetes y toda la asteria. Dichos productos artesanales eran colocados en el mercado a través de sus propios mercaderes, incluso formando compañías comerciales. El principal cliente de su producción fue el Ejército español con destino a los Reales Tercios de Infantería desplegados en Flandes.
Campesinos y armeros profesionales de Elgueta y Elorrio coordinaban la producción de los viveros con la de los talleres dedicados a fabricar las cuchillas aplicadas a las puntas de lanzas, elementos metálicos sujetos a la madera mediante anillas o clavos. Desde el siglo XVI, la pica se había convertido en un arma fundamental para repeler el ataque de una infantería o caballería enemiga por parte de los Reales Tercios de Infantería españoles. Consistía en una punta afilada de acero montada en un asta que podía medir de cuatro a seis metros de longitud. La eficacia de esta arma perduró hasta el siglo XVIII, cuando fue sustituida por la bayoneta.
Los fresnos destinados a lanzas que se plantaban en viveros de Elgueta y otras villas próximas se cuidaban por campesinos para que creciesen en las condiciones necesarias para su posterior conversión en picas. Según los contratos firmados con la Corona, las astas debían medir entre 24 y 25 palmos, unos 5 metros, "ser muy bien proporcionadas y no delgadas ni barrigudas y que no tengan ningún nudo". También se indicaba que las piezas estuviesen "muy cepilladas y lijadas, bien labradas y untadas", y sólo tras cumplir estas condiciones los oficiales reales pagarían a los armeros. En 1570, el precio de una docena picas estaba en 28 reales, mientras que, en 1579, había subido a 35 reales.
Además de la actividad dedicada a las asta en el vivero y el caserío, la fabricación de picas en Elgueta implicaba a los ferrones, encargados de elaborar las cuchillas, así como los anillos y clavos destinados a encajar dicho elemento metálico sobre el extremo de la asta de madera. Después de la fábrica y supervisión, se realizaba el transporte a través de mulos y carros en dirección a los puertos marítimos vascos o el interior peninsular.
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TRANSPORTE Y ALMACENAMIENTO DE PICAS |
Otro tipo de oficio relacionado con la asteria en Elgueta fue el de asesor. Existieron colaboradores desplazados por los principales mercados de la España peninsular, que incluía también a Portugal en tiempos de la Alta Edad Moderna: Sevilla, Madrid, Cádiz, Lisboa, Évora, etc. Servía como consejeros en aspectos técnicos y logísticos para mercaderes en sus tiendas. Un caso representativo es el de Domingo de Ansoategui, natural de Elgueta, quien fue contratado en Sevilla por Martín García de Irigoyen durante cinco años como "mozo aprendiz".
Una de las sagas más prósperas en el negocio asterio de Elgueta fue la de Marquiegui, encabezados por Martín Pérez de Marquiegui, que tenían fresnedas junto a la casa-solar. A inicios del siglo XVI, Martín se asoció con otros dos asteros de Elgueta, Martín de Mendizábal y Juan Ochoa de Arriola para formar una compañía mercante con un capital social de 17.000 ducados y basada en el "trato de fierro y asteria" en Sevilla.
Otros astero-mercaderes de Elgueta en aquel tiempo de máxima expansión del negocio de la piquería fueron Pedro Pérez de Berraondo, Juan Sáez de Alday o Juan de Jauregui.
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PICAS VASCAS EN LOS TERCIOS DE FLANDES |
Sobre la fabricación de armas de fuego existen noticias como el contrato firmado en 1569 por el cual un grupo de vecinos armeros, encabezados por Francisco de Urizar, se comprometían a elaborar 300 cajas o cureñas en madera de nogal para arcabuces. El mismo año, Martín de Olayeta también tuvo que fabricar otras 200 cureñas "de la munición de su Magestad", todas ellas para el maestro Juan de Loyola. En 1581, Pero Ochoa de Arriola, vecino de Elgueta, se asoció con otros dos armeros de la villa para limar importantes cantidades de cañones de arcabuces para el veedor real Lope de Elío.
Pero la asteria constituía la principal actividad económica para sus vecinos, mezcla de forestal y artesanal, dirigida al campo mercantil.
La implicación del conjunto de esta comunidad en el negocio de los fresnos para picas alcanzó también a las mujeres. Se conservan una variedad de contratos que así lo expresan. Por ejemplo, en 1587, María Joanes de Ojanguren vendió 220 fresnos por 100 ducados. En 1613, Domenja de Sagastiguchia vendió un terreno lleno de fresnos por 171 ducados. María Ochoa de Olazeta se involucró en el negocio de su fresneda, pues su marido había marchado a Indias por una larga temporada. En 1570, la viuda Marina de Izaguirre vendió "todos los fresnos que están plantados en las heredades de la mi mi casa y casería de Içaguirre e fuera de ellas, en que todos son dozientos y noventa fresnos con demora y espacio de diez años los ciento ochenta de ellos, e los demás con demora de doce años" a favor de Pablo de Angiozar. Las astas eran dejadas en herencia por padres armeros a sus hijos en concepto de dote. Juan de Sustaiza dejó en herencia a sus dos hijas una dote de 80 pies de fresno.
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CARROS ARRIEROS DE PICAS VASCAS |
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