19/06/2024

Boda de hidalgos en Begoña, por Francisco de Mendieta


Boda de hidalgos en Begoña, también llamado Los esponsales, es una pintura de Francisco de Mendieta y Retes, elaborada en 1607. En la actualidad, el cuadro es propiedad de la Diputación Foral de Guipúzcoa.

Representa la celebración de la boda entre dos hidalgos pertenecientes a la nobleza bilbaína de mediados del siglo XVI, en el interior de la basílica de Begoña, en Bilbao. Mendieta supo reflejar la ostentación y la grandeza nobiliaria de los asistentes en aquel enlace matrimonial.

Aparecen varias decenas de mujeres ataviadas con la vestimenta de la época y con sus tocados coniformes. Junto a la imagen de cada mujer aparece un número del 1 al 50, y en el cartel inferior aparece la clasificación de esa numeración correspondiente a 50 pueblos vascos, mayormente de Vizcaya, y alguno de Cantabria. Mendieta recorrió, sin duda, pueblo por pueblo, todo el territorio, dibujando a las señoras "endomingadas" y numerando cada boceto.

BODA DE HIDALGOS EN BEGOÑA, POR FRANCISCO DE MENDIETA

Esta pintura de Mendieta constituye un excelente documento etnográfico, en el que muestra con gran precisión y detalle los ropajes característicos de las mujeres que vestían para las grandes celebraciones de aquella época.

En la Edad Moderna, la manera de peinarse y cubrirse la cabeza era un distintivo de la condición social de las mujeres, de su estado civil y de la consideración que tuvieron dentro de una sociedad fuertemente jerarquizada.

Las mujeres vascas de la alta nobleza debían llevar el tocado cuneiforme en la cabeza, además no podían llevar delantal, ni albarcas, sino zapatos de cuero negro con hebillas de plata. Por el contrario, el resto de las mujeres estaban obligadas a llevar albarcas o ir descalzas, al igual que los niños y niñas. Las mujeres casadas o con hijos llevaban pañuelo en la cabeza, mientras que las doncellas, mujeres no casadas, tenían que ir con el pelo descubierto.

Una de estas tocas es la de bandas rizadas que, enrolladas sobre la cabeza, forman un casquete atado bajo la barbilla, como el de Andra Mari de Elexalde, en Galdakao.

BODA DE HIDALGOS EN BEGOÑA, POR FRANCISCO DE MENDIETA

14/06/2024

Defensa de las islas Canarias por marinos vascos


En 1469 entró en Lanzarote, por orden del rey de Fez, el corsario Calafat, con una escuadra compuesta de nueve galeras que llevaban siete banderas y seiscientos tiradores, y después que recorrieron durante 18 días la isla, se embarcaron atemorizados del socorro que enviaba el gobernador de Canaria en cinco bajeles de transporte mandados por Juan Civerio de Múxica.

Igualmente, cuando una arla conquista de Canaria en compañía de su primo Juan Ceverio de Múxica con gente y navíos propios haciendo la costa de lo uno y de lo otro, y de haberse casado con Catalina Guerra, volvió a Villafranca, pueblo de su naturaleza, donde justificó la calidad de su persona, la grandeza de su casa, y el bando que había seguido de los Oñacinos capitaneados por su tío Juan Alonso de Múxica contra los Gamboinos no sin algún cuidado de los Reyes Católicos.


El referido Juan Siverio fue uno de los regidores de que se compuso el primitivo Ayuntamiento de la Gran Canaria.


Bernardino Lazcano de Múxica
, hijo de Juan Ceverio, costeó, armó, y mantuvo durante el Reinado de Cárlos V tres naves de guerra contra los corsarios franceses que cruzaban los mares de las islas Canarias, logrando poner en libertad algunas familias que habían sido aprisionadas. Uno de sus buques era de tanto porte, que se le mandó pasar por Almiranta de Galeones a la América.

En 1618, una flota de berberiscos compuesta de 60 velas, mandada por Taban y Soliman, Arraezes, con cinco mil hombres de desembarco, se retiraba a Argel después de haber hecho en islas mil estragos. El almirante Miguel de Vidazabal e Hiri, que con la escuadra de Cantabria cruzaba sobre el estrecho de Gibraltar para despejar aquellos mares, les tomó un navío y rescató los prisioneros Canarios.

Y después de mediado el último siglo estuvo en las Canarias con su Regimiento de América el teniente José de Urrutia, que murió de capitán general de los Reales Ejércitos, después de una larga y brillante carrera.

Pero si fueron vascongados los principales conquistadores de las Canarias, también han contribuido en gran parte a su defensa.


08/06/2024

Juan de Lastur


Tesorero real de Felipe II y pagador general del Ejército de Flandes

JUAN DE LASTUR

Juan de Lastur nación en Deba, a mediados del siglo XVI. Fue hijo del capitán Juan Martínez de Lastur y de Catalina de Aguirre, también vecinos de la villa de Deba, en la provincia de Guipúzcoa. Era uno de los linajes nobiliarios más importantes de la villa de Deba, emparentados con otras sagas como los Aguirre, Guadalupe e Irarrazabal. Fue primo del secretario real Domejón González de Irarrazabal.

El 2 de octubre de 1557, ingresó en el servicio real como contino. Durante varios años, estuvo protegido por el tesorero general Domingo de Orbea, que se enseñó todo el oficio de contador mientras vivía en su casa. Cuando murió el comendador Orbea, en 1564, Lastur se convirtió en tesorero general de Castilla en sustitución de su mentor.

A mediados de 1565, Lastur tomó el cargo, mientras fue proveído en el marqués de Auñon. Se encargó de acudir a las ferias, negociar asientos y cambios, y poner a disposición de la Hacienda Real los remanentes de las rentas ordinarias y extraordinarias que quedaran una vez satisfechos el situado y las libranzas.

Durante ese tiempo que administró el cargo "… di la quentta con grande saistacion de los Contadores mayores de quenttas y con mucho beneficio de la hacienda rea…", según explicó en su testamento.

REALES TERCIOS DE INFANTERÍA EN FLANDES

En 1576, el rey Felipe II mandó ir a Nápoles con 650.000 ducados para entregar a su hermano Juan de Austria para provisión de las Armadas y otras, cumpliendo por su parte y cerrando las cuentas correctamente.

En junio de 1578, Felipe II le nombró pagador general de los Ejércitos de Flandes, sin que él lo hubiera pedido. Al año siguiente se encontraba en Bruselas, trabajando como pagador del subsidio y excusado del Ejército de Flandes. Bajo el mando del general Alejandro Farnesio acometió la tarea de pacificar a las provincias sublevadas. Pero, al año siguiente, cesó en esta actividad.

Sus oficiales en Flandes fueron Pedro de Ibarra, asistiendo a su nombramiento en el cuartel del Rin, y más tarde, Domingo de Leizalde y Francisco de Irarrazabal, a los cuales se encargaron de todas las cuentas, pagos y libranzas en los Estados de Flandes, y hacer inventario de la ropa, bienes y títulos.

Como escribió en su testamento "… oficio de la Pagaduría General que he tenido en Flandes ha tenido a su cargo la caxa del dinero…", Lastur manifestaba su agrado y satisfacción por la excelente gestión desarrollada y haciendo las recomendaciones necesarias para que el rey le tuviese en cuenta para la Contaduría Mayor de Cuentas como contador.

En 1584, fue nombrado uno de los dos tesoreros generales de Castilla. Según la nueva instrucción debería asumir el cargo en 1586 tras alternar un bienio con Juan Portillo de Solier. Pero no llegó a presentarse para tal ocupación, pues pronto volvería a Bruselas.

Entre 1585 y 1590, Lastur volvió a encargarse de la pagaduría general del Ejército de Flandes.

De regreso a España, tuvo que asumir la dirección de la Tesorería General de Castilla. Al poco tiempo abandonó el cargo y regresó a los Países Bajos, en donde falleció en 1593.

En 1582, Lastur fue apartado del oficio de tesorero del Ejército de Felipe II. Entonces, llevaba XXX años sirviendo a la Monarquía española y XXX trabajando en el oficio de la contaduría y tesorería. Se relacionó con las altas esferas reales, mantuvo una seriedad y rigor en su trabajo, así como en su religiosidad.

CASA-TORRE DE IRIBAR

Estableció su casa solar en la torre de Iribe en la plaza de Araquistain, y tenía bienes raíces en Deba, Motrico y Elgoibar, como el caserío de Kortaberri, situada en el valle ciego de Lastur, o la casa solar de Gabiola en el barrio de Garagarza, en Mendaro. Fue el fundador del vínculo de Lastur, que originó en el transcurso de los años una serie de pleitos entre sus sucesores y los que pretendían serlo.

El dibujo del escudo de armas de Lastur fue recogido de un armorial. Está cuartelado: 1º y 3º es un anclote con cuatro garfios, con su maroma; 2º y 4º son dos medias lunas. Estaba en la anterior casa torre de Iribe, encima de su puerta principal, un escudo de armas, con idénticas armas que la descrita, excepto algunos pequeños detalles.

Murió en Bruselas, en 1593. Hizo testamento ante el escribano Mateo Prebostt, dejando como heredero de su patrimonio y mayorazgo a su sobrino Matías de Lastur. Este era hijo de su hermana Estibariz de Lastur y Joan Fernández de Guadalupe, que fue pagador de las galeras del subsidio. Pero el joven Matías no pudo acceder su herencia al morir luchando en el sitio de Grave, en servicio del ejército, sucediéndole su sobrina María de Lastur.

No se sabe si tras su muerte, su cuerpo fue enterrado en una iglesia de Bruselas, donde trabajaba, o fue trasladado a la Iglesia de Santa María de Deba, donde era su intención.

ESCUDO DE ARMAS DE LASTUR

03/06/2024

Vergara ilustrada y liberal


En el siglo XVII, Vergara era un punto comercial de primera magnitud en la provincia, ya que abastecía de trigo a todo el valle del río Deba, poseía el mayor número de molinos harineros, y un buen número de ermitas e iglesias. Era el domicilio del mayor abolengo, de comunidades religiosas, teniendo un colegio jesuita con más de trescientos alumnos. El señorío, el comercio y la intelectualidad que reunía Vergara hicieron que se convirtiera en el siglo XVIII en uno de los principales centros culturales del norte de España, factores que influyeron en la construcción de su magnífica Casa Consistorial.

CASA CONSISTORIAL DE VERGARA

Ya en el siglo XVIII, con la llegada al trono español de la dinastía de los Borbones, se ejecutó un plan de reformas políticas, económicas y sociales, y con ello una serie de revueltas campesinas. En Vergara estas medidas no sentaron nada bien entre sus vecinos, por eso, en 1709, estuvo a punto de ser asesinado el alcalde y varios concejales durante la celebración de una asamblea vecinal. Y lo mismo pasó en 1718, durante la revuelta contra el traslado de las aduanas a la costa, en la cual Juan Antonio de Recalde y varios de los junteros de la villa perdieron parte de su patrimonio. Pero en esta asonada, los vergareses franquearon las puertas a los revolucionarios de Elgeta, Azpeitia, Salinas, etc.

En 1755, se practicaron detenciones preventivas ante la posibilidad de una nueva revuelta. Pero la asonada más grave tuvo lugar en 1766, concretamente conocida como "Matxinada", desencadenada por la especulación cerealística de grandes propietarios, comerciantes y diezmeros en plena crisis de subsistencia. Vergara se opuso a los insurrectos de Elgoibar, Mendaro y Placencia cuando intentaron ocuparla. El mismo rey Carlos III, su Corte y su gobierno premiaron esta actuación, cuyas causas en los intereses particulares de Vergara para aliarse en esta ocasión con el bando oficial.

En 1767, Carlos III expulsó a los miembros de la Compañía de Jesús de cualquier territorio español, ante el jubilo de los ilustrados vascongados. Desde el mes de abril, el colegio jesuita de la villa quedó vacante, lo que motivó una petición de parte del Consistorio para que el Estado lo transformase en un centro de estudios en consonancia con las modernas cátedras europeas.

PALACIO IZAGUIRRE-MOYA EN PLAZA DE SAN MARTÍN DE AGUIRRE

En este ambiente de la Ilustración carlotercista, irrumpió la figura de Francisco Javier Munibe Idiáquez, conde de Peñaflorida, un aristócrata con formación en Francia y varias veces diputado general de la provincia. Mediante la ejecución de un programa educativo ambicioso basado en las nuevas ideas enciclopeditas pretendía transformas las provincias vascas:
"Cultivar la inclinación y el gusto de la Nación Bascongada por las Ciencias, Bellas Letras y Artes; corregir y pulir sus costumbres; desterrar el ocio, la ignorancia, de funestas consecuencias, y estrechar más la unión de las tres provincias."
El primer paso lo dio constituyendo la Real Sociedad Económica Bascongada de Amigos del País, un acontecimiento histórico al que Vergara sirvió de escenario el 24 de diciembre de 1764. Fue la primera de las Reales Sociedades Económicas en España, y sobre este modelo se fundaron otras 83 sociedades análogas. Con el apadrinamiento regio, se otorgó a la Sociedad el antiguo colegio jesuita, sito en la céntrica plaza de Aguirre, para la sede. El Real Seminario de Vergara fue inaugurado en noviembre de 1776.

Los laboratorios de Vergara eran, según el sueco Thunborg, incomparablemente superiores a los más importantes de Europa, y fuente de hallazgos sensacionales para la ciencia de la época. Entre sus logros estuvieron el descubrimiento del tungsteno (wolframio), la maleabilidad del platino y diferentes procedimientos de fundición de aceros.

Un extracto de la publicación Bergara. Semblanza histórica, publicada por Antonio Urcelay en 1990:
"De este Seminario de Bergara toman parte científicos de toda Europa, preocupados por los descubrimientos que logran en nuestros laboratorios de investigación; relaciones de buena amistad con los sabios de la Universidad de Edimburgo y con los profesores más distinguidos de Suecia y Francia. Se empleaban los mejores procedimientos de fundición, se ocupaban de plantar el lino de Riga, al tiempo que se ocupaban de obtener los mejores instrumentos de arar, experimentaban abonos, se preocupaban de la reforestación, presentaron un proyecto que fue sometido a Floridablanca de poner en comunicación el Cantábrico con el Mediterráneo por la unión del Deba y el Zadorra con el Ebro. En una palabra, todo un auténtico estudio de Universidad Vasca, con una decidida proyección hacia Europa."

REAL SEMINARIO DE VERGARA

Para muchos ilustrados la Revolución francesa de 1789 representaba la materialización política de sus ideales enciclopédicos, por eso al comenzar la Guerra de la Convención francesa a finales de siglo la interpretaron como una cruzada por la libertad contra el Absolutismo. Cuando se produjo la invasión en 1794, al Ejército francés no le importó lo más mínimo el afrancesamiento cultural de los estudiantes y maestros del Seminario de Vergara, como la tampoco la diplomática y conciliadora actitud de la Diputación de Getaria, dispuesta a negociar un acuerdo de independencia de la provincia. En Vergara, los destrozos y saqueos fueron gravísimos, como relata Imanol Sorondo en su publicación La Guerra de la Convención desde un municipio guipuzcoano, de 1988.

La Guerra de la Convención consumó la derrota del ideario ilustrado y, con ella, el fin del sueño vergarés de Xabier Munibe. El centro académico de la plaza de San Martín de Aguirre continuó en funciones, pero en decadencia hasta su final en las Guerras Carlistas.

En 1813, Vergara sufrió los terribles efectos de un Ejército napoleónico en retirada, durante la Guerra de la Independencia española. Esta contienda generó una división de la nación española entre absolutistas y liberales, con fueristas vascos por medio. Vergara, con un tradicional espíritu abierto a las corrientes renovadoras, se declaró partidaria del bando liberal.

Durante el Trienio Liberal de 1820-23, también se declaró en contra de la invasión de los Cien Mil Hijos de San Luis en la primavera de 1823 para restablecer a Fernando VII en la Corte madrileña. En esta villa se encontraba Gaspar Jáuregui, afamado héroe guerrillero en la resistencia anti-napoleónica, elevado al cargo de coronel al frente de casi un millar de hombres de toda la provincia agrupados en Vergara para combatir contra las huestes del duque de Angulema.

ABRAZO DE VERGARA ENTRE LOS GENERALES MAROTO Y ESPARTERO

Vergara participó en las guerras, pero también en las paces. El llamado "Abrazo de Vergara" puso final a la primera de las tres Guerras Carlistas. Al estallar la guerra en 1934, se unió al bando cristino, defendiendo el Estado liberal y su Constitución. Entonces, tuvo que hacer frente al furioso ataque de 2.000 carlistas que sitiaron la villa sin éxito. En consideración a la defensa, Isabel II de Borbón repartió distintos privilegios en la población. Nueve meses después, el general carlista Tomás de Zumalacárregui forzó su rendición. Entonces, la milicia liberal vergaresa se trasladó a San Sebastián para seguir resistiendo.

La reconciliación llegó en verano de 1839. Ambos bandos, agotados por seis años de combate, entablaron conversaciones en Oñate, sede del pretendiente Carlos. El acuerdo resultó que Espartero, líder de los liberales, aseguraba la permanencia de los fueros vascos, y Maroto, jefe de los carlistas, rendía sus veintiún batallones en la propia Vergara para acatar la Constitución.

El 31 de agosto, los bandos acudieron al acto de rendición, pero sólo ocho batallones carlistas estuvieron presentes, ya que no todos creyeron en una paz sin garantías. Rafael Maroto y Baldomero Espartero confirmaron mediante forma el acuerdo de Oñate sobre una mesa que se conserva en la Casa Consistorial vergaresa. El abrazo entre ambos fue un gesto simbólico. Según arenga de Espartero:
"Abrazaros, hijos míos, como yo abrazo al general de los que fueron contrarios nuestros."

TORRE OLASO Y MAGNOLIO