En el siglo XVII, Vergara era un punto comercial de primera
magnitud en la provincia, ya que abastecía de trigo a todo el valle del río Deba,
poseía el mayor número de molinos harineros, y un buen número de ermitas e
iglesias. Era el domicilio del mayor abolengo, de comunidades religiosas,
teniendo un colegio jesuita con más de trescientos alumnos. El señorío, el
comercio y la intelectualidad que reunía Vergara hicieron que se convirtiera en
el siglo XVIII en uno de los principales centros culturales del norte de
España, factores que influyeron en la construcción de su magnífica Casa Consistorial.
CASA CONSISTORIAL DE VERGARA
Ya en el siglo XVIII, con la llegada al trono español de la
dinastía de los Borbones, se ejecutó un plan de reformas políticas, económicas
y sociales, y con ello una serie de revueltas campesinas. En Vergara estas
medidas no sentaron nada bien entre sus vecinos, por eso, en 1709, estuvo a
punto de ser asesinado el alcalde y varios concejales durante la celebración de
una asamblea vecinal. Y lo mismo pasó en 1718, durante la revuelta contra el
traslado de las aduanas a la costa, en la cual Juan Antonio de Recalde y varios
de los junteros de la villa perdieron parte de su patrimonio. Pero en esta
asonada, los vergareses franquearon las puertas a los revolucionarios de
Elgeta, Azpeitia, Salinas, etc.
En 1755, se practicaron detenciones preventivas ante la
posibilidad de una nueva revuelta. Pero la asonada más grave tuvo lugar en 1766, concretamente conocida
como "Matxinada", desencadenada por la especulación cerealística de grandes
propietarios, comerciantes y diezmeros en plena crisis de subsistencia. Vergara
se opuso a los insurrectos de Elgoibar, Mendaro y Placencia cuando intentaron
ocuparla. El mismo rey Carlos III, su Corte y su gobierno premiaron esta
actuación, cuyas causas en los intereses particulares de Vergara para aliarse en
esta ocasión con el bando oficial.
En 1767, Carlos III expulsó a los miembros de la Compañía de Jesús
de cualquier territorio español, ante el jubilo de los ilustrados vascongados.
Desde el mes de abril, el colegio jesuita de la villa quedó vacante, lo que
motivó una petición de parte del Consistorio para que el Estado lo transformase
en un centro de estudios en consonancia con las modernas cátedras europeas.
PALACIO IZAGUIRRE-MOYA EN PLAZA DE SAN MARTÍN DE AGUIRRE
En este ambiente de la Ilustración carlotercista, irrumpió la figura de Francisco Javier Munibe Idiáquez, conde de Peñaflorida, un aristócrata con formación en Francia y varias veces diputado general de la provincia. Mediante la ejecución de un programa educativo ambicioso basado en las nuevas ideas enciclopeditas pretendía transformas las provincias vascas:
"Cultivar la inclinación y el gusto de la Nación Bascongada por las Ciencias, Bellas Letras y Artes; corregir y pulir sus costumbres; desterrar el ocio, la ignorancia, de funestas consecuencias, y estrechar más la unión de las tres provincias."
El primer paso lo dio constituyendo la Real Sociedad Económica
Bascongada de Amigos del País, un acontecimiento histórico al que Vergara sirvió
de escenario el 24 de diciembre de 1764. Fue la primera de las Reales Sociedades
Económicas en España, y sobre este modelo se fundaron otras 83 sociedades
análogas. Con el apadrinamiento regio, se otorgó a la Sociedad el antiguo colegio
jesuita, sito en la céntrica plaza de Aguirre, para la sede. El Real Seminario
de Vergara fue inaugurado en noviembre de 1776.
Los
laboratorios de Vergara eran, según el sueco Thunborg, incomparablemente
superiores a los más importantes de Europa, y fuente de hallazgos sensacionales
para la ciencia de la época. Entre sus logros estuvieron el descubrimiento del tungsteno
(wolframio), la maleabilidad del platino y diferentes procedimientos de
fundición de aceros.
Un
extracto de la publicación Bergara. Semblanza histórica, publicada por
Antonio Urcelay en 1990:
"De este Seminario de Bergara toman parte científicos de toda Europa, preocupados por los descubrimientos que logran en nuestros laboratorios de investigación; relaciones de buena amistad con los sabios de la Universidad de Edimburgo y con los profesores más distinguidos de Suecia y Francia. Se empleaban los mejores procedimientos de fundición, se ocupaban de plantar el lino de Riga, al tiempo que se ocupaban de obtener los mejores instrumentos de arar, experimentaban abonos, se preocupaban de la reforestación, presentaron un proyecto que fue sometido a Floridablanca de poner en comunicación el Cantábrico con el Mediterráneo por la unión del Deba y el Zadorra con el Ebro. En una palabra, todo un auténtico estudio de Universidad Vasca, con una decidida proyección hacia Europa."
Para muchos ilustrados la Revolución francesa de 1789 representaba la materialización política de sus ideales enciclopédicos, por eso al comenzar la Guerra de la Convención francesa a finales de siglo la interpretaron como una cruzada por la libertad contra el Absolutismo. Cuando se produjo la invasión en 1794, al Ejército francés no le importó lo más mínimo el afrancesamiento cultural de los estudiantes y maestros del Seminario de Vergara, como la tampoco la diplomática y conciliadora actitud de la Diputación de Getaria, dispuesta a negociar un acuerdo de independencia de la provincia. En Vergara, los destrozos y saqueos fueron gravísimos, como relata Imanol Sorondo en su publicación La Guerra de la Convención desde un municipio guipuzcoano, de 1988.
La
Guerra de la Convención consumó la derrota del ideario ilustrado y, con ella, el fin del sueño vergarés de Xabier Munibe. El centro académico de la
plaza de San Martín de Aguirre continuó en funciones, pero en decadencia hasta
su final en las Guerras Carlistas.
En
1813, Vergara sufrió los terribles efectos de un Ejército napoleónico en
retirada, durante la Guerra de la Independencia española. Esta contienda generó
una división de la nación española entre absolutistas y liberales, con
fueristas vascos por medio. Vergara, con un tradicional espíritu abierto a las
corrientes renovadoras, se declaró partidaria del bando liberal.
Durante
el Trienio Liberal de 1820-23, también se declaró en contra de la invasión de
los Cien Mil Hijos de San Luis en la primavera de 1823 para restablecer a
Fernando VII en la Corte madrileña. En esta villa se encontraba Gaspar Jáuregui,
afamado héroe guerrillero en la resistencia anti-napoleónica, elevado al cargo
de coronel al frente de casi un millar de hombres de toda la provincia
agrupados en Vergara para combatir contra las huestes del duque de Angulema.
ABRAZO DE VERGARA ENTRE LOS GENERALES MAROTO Y ESPARTERO
Vergara participó en las guerras, pero también en las paces. El llamado "Abrazo de Vergara" puso final a la primera de las tres Guerras Carlistas. Al estallar la guerra en 1934, se unió al bando cristino, defendiendo el Estado liberal y su Constitución. Entonces, tuvo que hacer frente al furioso ataque de 2.000 carlistas que sitiaron la villa sin éxito. En consideración a la defensa, Isabel II de Borbón repartió distintos privilegios en la población. Nueve meses después, el general carlista Tomás de Zumalacárregui forzó su rendición. Entonces, la milicia liberal vergaresa se trasladó a San Sebastián para seguir resistiendo.
La
reconciliación llegó en verano de 1839. Ambos bandos, agotados por seis años de
combate, entablaron conversaciones en Oñate, sede del pretendiente Carlos. El
acuerdo resultó que Espartero, líder de los liberales, aseguraba la permanencia
de los fueros vascos, y Maroto, jefe de los carlistas, rendía sus veintiún
batallones en la propia Vergara para acatar la Constitución.
El
31 de agosto, los bandos acudieron al acto de rendición, pero sólo ocho
batallones carlistas estuvieron presentes, ya que no todos creyeron en una paz
sin garantías. Rafael Maroto y Baldomero Espartero confirmaron mediante forma
el acuerdo de Oñate sobre una mesa que se conserva en la Casa Consistorial
vergaresa. El abrazo entre ambos fue un gesto simbólico. Según arenga de
Espartero:
"Abrazaros, hijos míos, como yo abrazo al general de los que fueron contrarios nuestros."
TORRE OLASO Y MAGNOLIO
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