La Hispanidad de los vascos y el separatismo, por Adrianenc


La Hispanidad de los vascos y el separatismo
Adrianenc


A finales del siglo XIX nació el nacionalismo vasco, fundamentado sobre mentiras y distorsiones históricas. A día de hoy, el separatismo se encuentra en un momento muy fuerte, en una posición de desafío al Estado, y ha sido capaz de ello gracias a una estrategia de desgaste perfectamente ejecutada desde diversos frentes. En estos momentos la cuerda está muy tensa y aun peor, no se aprecia una capacidad de reacción efectiva. En este escrito haremos un breve repaso a la historia de los vascos y sus contribuciones a lo largo de los siglos a España.


El origen de los vascos parece situarse en la actual Navarra, hasta Jaca y una franja al otro lado de los Pirineos, en la Aquitania, lo que los romanos llamaron Saltus Vasconum. Sobre su lengua hay muchas teorías y aun hoy no se tiene una certeza absoluta sobre su origen, pero la más popular y la que más defienden los expertos es que es una lengua ibérica más de las existentes hasta la llegada de los indoeuropeos (celtas), con la particularidad de que se ha mantenido hasta hoy, evidentemente con muchas aportaciones a lo largo de tantos siglos. Su sustrato racial tampoco era diferente al del resto de tribus de la península, y los restos fósiles hallados en tierras vascas no tienen ninguna particularidad respecto a los hallados en otras zonas de la Península Ibérica. Con la ayuda de los romanos, se quitarían de encima la presión indoeuropea y se extenderían hasta Guipúzcoa, Vizcaya y la Aquitania, desplazando a Várdulos, Caristios y Austrigones hacia el oeste. A pesar de que muchos pseudohistoriadores nacionalistas nieguen o minimicen la romanización de Euskalherría, lo cierto es que ésta existió, sobretodo en la zona de Álava y en menor medida en las zonas montañosas del norte. Ya en época visigótica, los vascones mantuvieron conflictos bélicos con los visigodos, los francos al otro lado de los Pirineos y los suevos, que ocupaban la zona de Galicia. Nuevamente la geografía de la zona juega su papel, y gozan de más libertad en las bruscas montañas que en los llanos de Álava y Navarra; estos enfrentamientos se mantuvieron a lo largo de toda la época visigótica.

Respecto a la cristianización del pueblo vasco, existen dos corrientes: una habla de una relativamente rápida cristianización, y otra de una tarea lenta en relación a otros pueblos hispanos. Lo cierto es que el proceso de cristianización de los euskaldunes se produce, por lógica, a través de las calzadas del Imperio Romano, y a un ritmo más lento que en otros casos. Por ejemplo, se tiene noticia de la existencia de martirios y de un obispado en Calahorra en el s. V, y también en Pamplona, si bien en la zona norte no se alcanza una completa cristianización hasta la fase inicial de la Reconquista. Donde aparecen muestras de romanización, aparecen muestras de cristianismo. Realmente, no es tan importante la cuestión de si fue antes o fue más tarde, sino que lo importante es que el Cristianismo se convertiría en uno de los pilares y señas de identidad de lo vasco, igual que el resto de pueblos hispánicos.

En el año 711, los moros invaden Hispania, y desde un primer momento es sometida la tierra vascona (Navarra). Su resistencia desde el valle del Ebro hasta los Pirineos es inexistente, más preocupados de repeler a los astures y a los francos, aunque esto cambiaría más tarde, como veremos con el nacimiento del Reino de Navarra. Antes de esto nos ocuparemos de la batalla de Roncesvalles en el año 778. Enfrentados el valí de Zaragoza y el emir de Córdoba, el primero (Suleiman) ofreció Zaragoza a Carlomagno a cambio de que éste le ayudara contra el emir, Abderraman. Carlomagno acepta y sitia Zaragoza, pero se complica el sitio y además recibe malas noticias de Sajonia, por lo que se retira y se lleva consigo a Suleiman. A su paso por Roncesvalles los francos son atacados por los, siendo derrotados y Suleiman liberado. El emir de Córdoba atacó a los vascones y conquistó Calahorra y Pamplona. Más tarde, los vascos se rebelaron en Pamplona aprovechando un ataque de los francos, y se pasa de nuevo a una influencia franca. Hay que puntualizar que la influencia franca proviene de la Gascuña (Vasconia), zona vasconizada, en la provincia de la Aquitania, actual suroeste francés. Con estos antecedentes podemos pasar ya al nacimiento del Reino de Navarra.

Tras una primera rebelión vasca por la destitución del gobernador de Pamplona, Jimeno, de 810 a 820 Íñigo Iñiguez (Arista) lidera al pueblo vasco con la ayuda de la familia Jimena, instalándose en Pamplona. Nace así el Reino de Navarra, y se considera a Iñigo como su primer rey. Los sucesores de éste entroncan con otros nobles hispánicos, hasta que finalmente una nueva dinastía, la familia Jimena, pide ayuda a los reyes astures y se producen enlaces matrimoniales. Ya se producen alianzas cristianas en contra de los musulmanes, en los primeros pasos de la Reconquista. No podemos hablar del Reino de Navarra (llamado en sus primeros años Reino de Pamplona) sin pararnos en la figura de Sancho Garcés III, conocido como Sancho el Mayor, rey de Navarra e hijo de vasco y asturiana. Su reino contenía Navarra, Aragón, Sobrarbe y Ribagorza; los condes de Barcelona y Gascuña eran sus vasallos y se casó con la hija del conde de Castilla. Se le conoce como Rey de las Españas, y llegó a utilizar el título de Emperador al ocupar León. Sancho el Mayor abre sus territorios a influencias europeas, consideraba a los visigodos sus antepasados, organiza el Camino de Santiago, introduce el románico e incorpora a sus reinos la cultura cluniacense, además de restaurar la catedral pamplonica, en cuyo decreto de restauración habla de “nuestra Patria, España”. Su matrimonio con la hija del Conde de Castilla, hizo que entraran en su poder las provincias de Vizcaya, Guipúzcoa y Alava. Sin duda, un gran rey hispánico. Por razones obvias, su figura es denigrada por los separatistas.

También hay que mencionar a Sancho VII el Fuerte. Este rey de Navarra participó en la famosa batalla de la Reconquista de las Navas de Tolosa, en el asalto final, decidiendo la batalla y ganando por trofeo las cadenas y la esmeralda, símbolo desde entonces del escudo de Navarra. En esa batalla se distinguieron también otros caballeros vascos.

Se puede decir sin miedo a faltar a la verdad, que la cuna de lo vasco propiamente dicho se encuentra en Navarra, y que las actuales tres provincias vascas fueron “vasconizadas”. Al morir Sancho el Mayor estas provincias estuvieron bajo influencia castellana, es decir, al margen de Navarra. Si bien todos eran de cultura vasca, no existía ni mucho menos una conciencia nacional vasca propiamente dicha, ni jamás existió otro “estado” vasco que no haya sido el Reino de Navarra, y además de carácter profundamente hispánico, como ha quedado demostrado.

Como decíamos, las 3 provincias vascas se unieron a Castilla. Guipúzcoa se separó de Navarra en el año 1076 y se unió a Castilla. En el 1123 se separó de Castilla pero se volvió a unir de nuevo en el año 1200 de un modo en teoría definitivo.; Álava se unió a Castilla ese mismo año, ratificándose la unión en 1332, y Vizcaya más tarde, en 1379. Todo esto durante la Reconquista, con intensa participación vasca, hasta su culminación en el reinado de los Reyes Católicos (que juraron los Fueros), con voluntarios en los ejércitos reales y protagonistas también en la Conquista de América, conquistando, fundando ciudades...

Cada una de las provincias vascas tenía sus fueros y jamás tuvieron unidad política, fueros que a lo largo de la historia han jurado muchos reyes de España. Tras la guerra de Sucesión a la Corona de España, entre los partidarios de los Austrias y los Borbones y la victoria de éstos últimos, se corona rey a Felipe V, que suprimió los fueros de Aragón, Cataluña y Valencia, los fueros vascos fueron respetados, ya que mayormente Felipe V tuvo el respaldo vasco.

En el s. XVIII y principio del XIX, se producen unas revueltas populares que los nacionalistas de hoy día se esfuerzan en tildar de independentistas. Lo cierto es que fueron simples revueltas por motivos económicos, como ahora veremos, sin ningún ánimo secesionista. La primera “Matxinada” ocurrió en Vizcaya en el año 1718, y se debio al traslado de las aduanas a la costa, ya que suponía el fin de los privilegios aduaneros, produciéndose una revuelta social y algunos muertos. Hubo alguna ejecución por parte del gobierno y se devolvieron las aduanas a su lugar de origen. Recibe el nombre de “Matxinada” por ser protagonistas principalmente los “matxines”, campesinos. La segunda “Matxinada” fue en Guipúzcoa en 1766 y fue motivada por una mala cosecha de trigo, que provocó escasez y la consiguiente especulación y subida de precios. Ya en siglo XIX, año 1804, el proyecto de construcción de puertos fuera de Bilbao, más cercanos a la desembocadura del río que provocarían la ruina de Bilbao, derivó en otra revuelta, conocida esta como “Zamacolada”. Se ve claramente que son revueltas de tipo exclusivamente social, económico, como tantas otras se han producido y se producirán en todos lados y en todos los tiempos.

Con la invasión napoleónica los pueblos españoles se alzan en armas utilizando tácticas de guerrilla, tan propias de aquí, con una importante participación vasca, evidentemente, al ser una región fronteriza con Francia. Tras la victoria, en 1812 se promulga en Cádiz una constitución liberal, la famosa “Pepa” (por ser el día de San José). Esta constitución hizo suyos ideas y principios liberales importados de Francia, como el concepto de nación o el centralismo, e hizo lo que ningún rey de España, suprimir los fueros vascos. A la vuelta de Fernando VII dejó de tener vigencia y se reinstauraron de nuevo, para volver a tener vigencia otra vez la constitución en periodos alternos, indicativo de lo que fue el caótico siglo XIX español.

A la muerte de Fernando VII en 1833, aspiran a sucederle en el trono su hermano Carlos María Isidro de Borbón y su hija Isabel II, lo que dio a la primera de las Guerras Carlistas. Según qué autor, estas guerras fueron dos o tres, ya que una estuvo principalmente localizada en Cataluña. Bajo el lema de “Dios, Patria, Fueros, Rey”, miles de españoles partidarios de la Tradición se levantaron en armas contra el gobierno liberal, uniformista, centralizador y laico. Muchos fueron los vascos que se distinguieron en estas guerras, pero la figura del general Don Tomás de Zumalakarregi brilla con luz propia; Tomás se alistó voluntariamente para luchar en la Guerra de Independencia, defendiendo Zaragoza. Hace carrera militar pero es destituido por antiliberal. Ya en Pamplona, antes de la primera guerra Carlista, prepara un ejército y tiene a sus órdenes hasta treinta y cinco mil combatientes. Al entrar el Infante Don Carlos en España, aspirante al trono tradicionalista, se reúne con Don Tomás, firmando un manifiesto que comenzaba así: > y concluía de esta manera: >. Combatió y salió victorioso en numerosas batallas hasta que finalmente cayó en combate por una bala perdida. Tras la derrota en la última Guerra Carlista los fueros fueron suprimidos; corría el año 1876.

Con este panorama histórico aparece la figura del fundador del nacionalismo vasco, Sabino Arana Goiri. De familia carlista, Sabino impulsó las ideas de su hermano Luis, un nacionalismo en principio exclusivamente bizkaitarra y antiespañol. Fundó el Partido Nacionalista Vasco e inventó la bandera ikurriña, que fue en principio precisamente la bandera del PNV, y el término Euskadi, que no tiene sentido. Para hacerse una idea, es como si España se llamase “Españoleda”. Empleaba términos como “raza vasca”, “maketos” para referirse despectivamente a los españoles, era profundamente católico, firme defensor del euskera, y distorsionaba descaradamente la historia o mentía sin ningún tipo de complejo, como cuando decía que los estados vascos (sic) fueron independientes de España hasta 1839, cuando fueron sometidos a la fuerza.
Cabe preguntarse si no resulta extraño que un pueblo como el español, según Arana, tan degenerado materialmente y espiritualmente, pueda someter a un pueblo tan noble, fuerte y preparado como el vasco. Desde luego, caso de ser cierto, sería paradójico.

Curiosamente, poco antes de morir, fundó la Liga de Vascos Españolistas. En el semanario ‘Patria’, en junio de 1903 se dice que Sabino Arana quiere dejar de llamar a los vascos al nacionalismo, recomienda reconocer la soberanía española y se propone redactar el programa de un partido vasco y a la vez español. También manifestó que “los estados vascos alcanzarán la mayor felicidad moral y material dentro de la unidad del estado español”. De todos modos, su veneno ya estaba lanzado y el germen del nacionalismo incubado; además, hoy sus herederos ocultan esta parte de su obra.

Tras la caída del gobierno del general Miguel Primo de Rivera, el PNV se reorganiza, y toma fuerza durante la II República (1931-1936). El nacionalismo arraigaba a través de la infiltración social, por medio de sus asociaciones de montaña, clubes deportivos, tabernas, asociaciones culturales y folklóricas... Hasta entonces el nacionalismo había tenido un carácter básicamente burgués, pero la irrupción de las ideologías izquierdistas, sobretodo entre las masas obreras procedentes del resto de España, rompió esta unanimidad; ciertamente la izquierda ganaba adeptos sin necesidad de ser nacionalista, sobretodo el socialismo. El PNV seguía siendo un partido nacionalista y católico (gran parte del clero influía en este sentido sobre sus fieles), y reivindicaba un estatuto de autonomía que no llegaría en los cinco años que duró la República. Por aquel entonces lideraba ya el PNV José Antonio Aguirre Lecube. La actitud del PNV durante la II República fue bastante ambigua. Por un lado no le gustaba el rechazo y persecución de la Religión republicano, pero seguía su juego.

Comenzada ya la Guerra Civil (1936-1939), los republicanos conceden el Estatuto de Autonomía, que precisamente a causa de la guerra, no se aplicaría. La guerra había comenzado con Vizcaya y Guipúzcoa republicanas (en esta provincia se alzaron los nacionales pero fueron derrotados) y Álava nacional. Navarra, por supuesto, también nacional. Y con el PNV, un partido católico, del bando de los que quemaban iglesias y conventos, arte religioso, y perseguían, violaban, torturaban y asesinaban a religiosos y religiosas. Como es sabido el ejército de Franco tomó Guipúzcoa y Vizcaya, además con los Requetés navarros como punta de lanza. El gobierno republicano había ordenado a sus mandos en Euskal Herría la destrucción de las industrias en la retirada, orden que los dirigentes vascos y la población civil afortunadamente no cumplieron. No es de extrañar, viendo el panorama, que al caer Bilbao se alistaran como voluntarios con los nacionales civiles católicos vascos.

A partir de la victoria de Franco en la Guerra Civil, hay dos hechos que van a marcar la vida política vasca: una es el nacimiento de ETA y el otro la llega de la democracia a la muerte del general.

ETA (Euskadi Ta Askatasuna, Euskadi y Libertad), nace a finales de los años 50 como una escisión de las juventudes peneuvistas, y utilizará y utiliza la lucha armada para conseguir la independencia vasca del “estado fascista español”. De tendencia izquierdista, concretamente marxista-leninista, en un principio acogía también a militantes comunistas más preocupados de lo social que de lo nacional, hasta que se impuso esta cuestión; hoy propugnan una “democracia socialista”. Tras la muerte de Francisco Franco y la “vuelta a la luz” del Partido Nacionalista Vasco, éste comienza una estrategia independentista verdaderamente decidida, un pulso en toda regla contra el Estado, que vive hoy en día uno de sus capítulos cumbre con la propuesta de un estado vasco asociado al estado español, conocido como Plan Ibarretxe por ser su ideólogo el actual lehendakari. Vamos a analizar un poco más detenidamente la actuación de ETA y el PNV.

ETA no es sólo una serie de comandos armados que asesinan, extorsionan y secuestran. De hecho, más que de ETA, debemos hablar del Movimiento de Liberación Nacional Vasco (MLNV), todo un entramado de organizaciones separatistas que incluye sindicatos, medios de prensa, páginas web, bares, familiares de presos etarras, grupos de música, editoriales, partidos políticos sucesivos... Evidentemente, prima la banda terrorista. A lo largo de todos estos años han sido más de 800 los asesinados, incontables los heridos, extorsionados, secuestrados, en nombre de la “libertad” de Euskal Herría, que se encuentra “oprimida por el fascismo español”. Las comillas son para incidir en esas palabras, ya que forman parte de la estrategia del MLNV, la utilización del lenguaje hablando de fascismo, represión, tortura, libertad, conflicto... La propaganda es vital para el MLNV, presentando una imagen totalmente falsa de victimismo y satanizando al “estado español”, cuando en realidad son ellos los que torturan, secuestran, matan, etc.

Por su parte, el PNV tiene el mismo fin pero actúa de otra manera. Su campo de batalla es principalmente el político, las urnas, aunque también tienen consolidado su entramado sociocultural.

ETA y el PNV son el mismo perro, pero con otro collar. Si bien difieren en los plazos para su objetivos, el fin es el mismo, la independencia, y coinciden en su estrategia aunque obviamente no en sus medios. La estrategia de tensar la cuerda, de la agitación, la táctica de desgaste hasta que el “enemigo español” se canse, o no, y no importa traicionar la memoria de su propio pueblo. Veremos qué nos depara el futuro.

Hemos comprobado a lo largo de estas páginas que el pueblo vasco ha participado de la historia de España tanto como cualquier otro, muchos reyes han jurado sus fueros, muchos vascos han derramado su sangre por Dios, por la Tradición, por la Patria, y han contribuido a hacerla grande. Nombres ilustres que se escriben en oro en las páginas de la historia, como Martín Recalde, capitán en Flandes; Juan Sebastián Elcano, primer hombre en dar la vuelta al mundo; Fray Juan de Zumárraga, primer obispo de Nueva España, Méjico; Domingo Martínez de Irola, fundador de Asunción, Paraguay; Miguel López de Legazpi y Andrés de Urdaneta, descubridores y conquistadores de las islas Filipinas; San Ignacio de Loyola, insigne fundador de la Compañía de Jesús; Pascual de Andagoya, descubridor de Perú; Pedro de Mendoza y Juan de Garay, fundadores de Buenos Aires, Argentina; Lope de Aguirre, en busca de El Dorado; Francisco de Eguía, capitán general y ministro de la Guerra de Fernando VII; Nazario de Eguía, decano del Consejo de Estado, a la postre jefe carlista; Gaspar de Jáuregui “el Pastor”, guerrillero de la guerra de Independencia, llegó a mandar a tres mil hombres y alcanzó el grado de coronel; Blas de Lezo, marino, teniente general de la Armada, defensor de Cartagena de Indias; Francisco Tomás Anchía “Longa”, también famoso guerrillero en la lucha contra el francés, llegó a mariscal de campo y teniente general del ejército español; Blas Ostolaza, diputado, inquisidor general y confesor del infante Don Carlos; Cosme Damián de Churruca y Elorza, destacado combatiente en la batalla de Trafalgar; el gran bardo Iparraguirre, creador del himno fuerista Gernikako Arbola, voluntario en las filas del cura Merino, o el ya nombrado caudillo vasco, el grandísimo Don Tomás de Zumalakarregi. Estos son sólo algunos de los incontables partícipes de esta gran empresa común llamada España o, aun mejor, Las Españas.

Ahora, mintiendo, maquinando, tergiversando y distorsionando la historia, algunos quieren eliminar de un plumazo todos los lazos que unen a los vascos con el resto de los pueblos hispánicos, quieren matar la historia. Pero ésta no se puede cambiar, y nunca cambiarán el hecho de que los vascos hayan sido protagonistas de la Reconquista, del Reino de Castilla, de la Conquista de América, Guerra de Independencia, Guerras Carlistas... Por mucho que algunos se empeñen, no se pueden suprimir de la noche a la mañana los lazos que nos unen, siglos de hermandad entre los españoles, con el sello imborrable del Catolicismo, cada uno con sus instituciones y costumbres en perfecta armonía, conscientes de la pertenencia a un todo superior. Con todo ello, los nacionalistas lo único que hacen es traicionar la propia esencia de su pueblo, pisar la memoria de aquellos que con su sangre, su capacidad de emprendimiento, con lo que sea, hicieron grande a esta Patria. Es el nacionalismo otro de los hijos bastardos de liberalismo, origen de todos los males que padecemos, claro síntoma de la decadencia nacional actual.

Nos urge, en los días que corren, recuperar la memoria histórica, mirar atrás, donde tenemos ejemplo a imitar hoy y en el futuro, es hora de hablar de Dios y de Patria sin complejos, de recuperar los valores y el carácter que un día nos hicieron grandes. España, y los vascos con ella, debe encontrarse a sí misma. Para terminar, unos versos de Iparraguirre:

"Aran nun diran, menda maiteak / ara nun diran zolaiak / Baserri eder, zuri zuriak / iturre eta ibaiak / Endayan nago zoraturikan / Zabal zabalik begiak : Ara España. . . lur oberikan /ez da Europa guzian."

"He aquí los campos y montes queridos, los hermosos caseríos, las fuentes y los ríos. Estoy loco de contento en Hendaya, con los ojos muy abiertos. Ahí está España, mejor tierra no la hay en toda Europa."
Iparraguirre


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