04/07/2024

Pintura regionalista segoviana por los Zuloaga


PINTURA REGIONALISTA SEGOVIANA POR DANIEL E IGNACIO ZULOAGA

Daniel Zuloaga Boneta pertenece a una de las sagas artísticas españolas más importantes del periodo entre los siglos XIX y XX, los Zuloaga. Con orígenes en la localidad guipuzcoana de Eibar, varios de sus miembros destacaron trabajando como armeros, demasquinadores, ceramistas o pintores y su fama trascendió en algunos casos en el extranjero, como el reconocido pintor Ignacio.

Ignacio Zuloaga Zabaleta fue uno de los últimos maestros de la llamada Escuela Española, buscando el carácter de un pueblo. Para Miguel de Unamuno, su pintura fue un fiel reflejo de lo que denominó "la intrahistoria de España". mientras que para José Ortega y Gasset "es tan grande artista porque ha tenido el arte de sensibilizar el trágico tema español".

Mientras Ignacio sobresalió en la pintura al óleo sobre lienzo, Daniel abarcó la cerámica de taller, aunque también realizó obras pictóricas. Ambos guipuzcoanos encontraron un lugar de inspiración artística en la castellana ciudad de Segovia y su temática en el folclore local.

DANIEL ZULOAGA E IGNACIO ZULOAGA

Daniel era hijo de Eusebio Zuloaga, armero y director de la Armería Real, y de Ramona Boneta Zuloaga, su tercera mujer y sobrina. Con sus hermanos Guillermo y Germán, Daniel puso en marcha su proyecto artístico y empresarial en 1877, a la que nombró La Fábrica de La Moncloa. Esta iniciativa ceramista estuvo en funcionamiento casi una década, pero en 1886 tuvo que poner fin debido a motivos económicos.

Junto a su hermano Guillermo, Daniel participó en numerosos proyectos que incorporaron la cerámica aplicada a importantes edificios por toda España. En Madrid, colaboró con el arquitecto Ricardo Velázquez Bosco, autor de edificios emblemáticos, como los Palacios de Velázquez y Cristal en el Parque del Retiro, la Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Minas, o el Ministerio de Fomento, actual Medio Ambiente, Medio Rural y Marino.

El País Vasco cuenta con numerosos trabajos de Daniel Zuloaga, como la decoración de la Escuela de Artes y Oficios de San Sebastián, o su Ayuntamiento, antes Casino. En Bilbao, realizó diversas intervenciones en edificios particulares, entre las que destaca el mural para el vestíbulo de la casa del empresario Tomás Allende, originalmente de 54 metros, y donado al Itsasmuseum.

DANIEL ZULOAGA EN LA ESFERA

DANIEL ZULOAGA CON SUS HIJOS

La exigencia técnica que requería su contribución a estos trabajos llevó a Daniel a instalarse en Segovia en 1893. Entonces, decidió abrir su propio taller ceramista, concretamente en la fábrica de loza conocido como La Segoviana. Se fue integrado en la sociedad local y, en 1896, realizó el Altar del cristo de Lozoya para la catedral de la ciudad.

En 1989, Ignacio Zuloaga realizó la primera visita a Segovia y al taller de su sobrino Daniel, una de las muchas a lo largo de su vida. Allí ejecutó las obras que le generaron algo de reconocimiento en el marco artístico europeo, pues el Estado de Bélgica le compró El alcalde de Juarros de Riomoros y su mujer para el Museo de Amberes, y Tipos segovianos para el Museo de Gante.

En 1905, Daniel compró una iglesia románica en ruinas, San Juan de los Caballeros, decidido a residir de forma permanente en esta ciudad castellana. Tras su restauración, el templo se transformaría en taller de cerámica, donde comenzaron a trabajar también sus hijos: Esperanza, Juan y Teodora Zuloaga Estringana.

SAN JUAN DE LOS CABALLEROS, POR PABLO URANGA

IGNACIO Y PABLO PINTANDO, POR DANIEL ZULOAGA

El taller de San Juan de los Caballeros se convirtió en un centro artístico de cierto prestigio dentro de España. Lo visitaban un gran número de artistas e intelectuales de la época, atraídos por el trabajo y la personalidad de Daniel. Con su sobrino Ignacio, mantuvo una relación muy estrecha. Visitaba con frecuencia a Daniel y su familia, solo o acompañado de su íntimo amigo, el pintor alavés Pablo Uranga y Días de Arcaya, aprovechando ambos para pintar obras de temas segovianos.

En 1999, Ignacio y Pablo alquilaron la llamada Casa del Crimen para montar su taller. El cuadro Ignacio y Uranga pintando de Daniel expresa el ambiente del estudio de trabajo, una vieja habitación con sólo un amplio baúl de madera y los caballetes. En ese taller, Ignacio realizaría en años posteriores obras como Enano y dos tipos segovianos, Aldeano segoviano con capa y sombrero, El poeta Don Miguel, Antes del paseo, El sereno, La calle del amor, Coquetería gitana, Dos bebedores, Penitente con una calavera, Viejas casas de Segovia, Rincón segoviano, Preparativos para la corrida, El piropo, El vendedor de miel, El alcalde de Torquemada y, tal vez alguna otra más.

Otros pintores vascos y navarros visitaron La Segoviana y retrataron sus paisajes, monumentos y habitantes:

San Juan de los Caballeros y Hombres de Segovia por Pablo Uranga, en 1912 y 1915

La siesta, por Agustín Díaz Olano, en 1915

Castellano, El castellano y Acueducto de Segovia, por el navarro Jesús Basiano Martínez, en 1920

Segoviano, por Juan Bautista Ibarrondo, en 1933

HOMBRES DE SEGOVIA, POR PABLO URANGA

ACUEDUCTO DE SEGOVIA, POR JESÚS BASIANO

LA SIESTA, POR AGUSTÍN DÍAZ OLANO

Esta tendencia de Daniel por expresar el tipo y paisaje castellano fue seguida por su sobrino Ignacio. Este pudo definir un lenguaje plástico propio durante los primeros años del siglo XX. Basó su temática en las costumbres de la vida española y su entorno, en un intento de plasmar la realidad de un país, como realizaban también los escritores de la Generación del 98. De estos años son destacables Celestina, donde combinó figura y paisaje, y Torerillos de pueblo, una de las grandes composiciones de temática taurina del pintor, ambas de 1906.

Debido a su profundización en la raíz castellana, Ignacio ejecutó lienzos de líneas duras y paleta sombría, como Segoviano, en 1906, símbolo de la España rural, o Vista de Toledo, en 1903. El Cristo de la sangre, de 1911, es una de sus más logradas composiciones, consiguiendo un reconocimiento internacional.

En 1909, Ignacio visitaba la segoviana villa de Sepúlveda, dejándose seducir por sus paisajes para realizar varias obras, algunas desde el mirador que lleva su nombre. En el caso de Mujeres de Sepúlveda, el eibarés otorgó al paisaje un lugar secundario, mientras las mujeres dirigen la mirada a las casas, caminos y barrancos del rústico pueblo.

MUJERES DE SEPÚLVEDA, POR IGNACIO ZULOAGA

SEGOVIA DE NOCHE, POR IGNACIO ZULOAGA

En esta etapa segoviana, Daniel fue adquiriendo mayor presencia en concursos artísticos de España. En 1911, consiguió la primera medalla del Certamen Nacional de Artes Decorativas y numerosos éxitos en los dos años posteriores, alcanzando una gran popularidad. Al caer el afán decorativo en arquitectura, el taller de Daniel se reorientó hacia la creación de obras de pequeño formato, función ornamental y temática variada que tuvieron un gran éxito comercial y le dieron una enrome fama.

La serie Regionalista es una de las más conocidas. Se basa en escenas con paisajes y tipos castellanos que Daniel pintó sobre platos, cajas, jarrones, etc. Las referencias a Segovia, como la catedral, el casco urbano o los habitantes, son constantes. Otras series son la Heráldica, con el escudo real, o la de Retratos, a la que pertenece el busto de la gitana.

CATEDRAL DE SEGOVIA, POR DANIEL ZULOAGA

CATEDRAL DE SEGOVIA, POR DANIEL ZULOAGA

CATÁLOGO COMERCIAL DEL TALLER DE DANIEL ZULUAGA

En 1917, Ignacio regresó a Segovia con la intención de visitar a su tío Daniel y su taller. Desde esta ciudad, retomó su pintura de paisajes y de tipos castellanos, consolidando así su otro estilo, el de la "España negra". Realizó paisajes urbanos como fueron Viejas Casas de Segovia y Casas de Segovia, representando las fachadas de una ciudad que le sirvió de inspiración a lo largo de toda su obra. Dos décadas después, regresó para componer Catedral de Segovia, en 1938.

Daniel supo explotar su imagen a través de numerosos retratos fotográficos y pictóricos. Su cuñado, el pintor Ignacio Suárez Llanos le retrató a los 19 años. Su sobrino Ignacio Zuloaga le pintó en numerosas ocasiones, una de ellas hacia 1917, sentado y sosteniendo una vasija. Solo unos años después le retrató el guipuzcoano Elías Salaverría con igual pose.

Falleció en Segovia en 1921, a los sesenta y nueve años, su viuda e hijos continuaron con la actividad artística en el taller. Mantuvieron una gran producción, repitiendo modelos de pequeñas piezas durante la década de los años 20 y 30. Promocionaron sus trabajos a través de catálogos, postales, ferias y exposiciones para conseguir ventas.

El talle de San Juan de los Caballeros fue adquirido por el Estado en 1947 para poder preservar su legado artístico.

Tres años después, en 1924, Segovia efectuó un homenaje póstumo a su ilustre ceramista, a la que asistió su tío Ignacio. El escultor Emiliano Barral realizó un busto de Daniel, sobre cuyo proyecto en barro, Ignacio puso los dedos para añadir unas notas definidoras de su rostro.

CASAS DE SEGOVIA, POR IGNACIO ZULOAGA

CATECRAL DE SEGOVIA, POR IGNACIO ZULOAGA

En estos años, Ignacio adquirió el castillo de la segoviana villa de Pedraza, un lugar que el pintor guipuzcoano utilizó más para meditación y descanso que para la actividad artística, ya que tan solo compuso tres obras.

En 1926, el gobierno español homenajeó a Ignacio ofreciéndole salas del palacio de Bellas Artes que inauguró el rey Alfonso XIII. Y tras la instauración de la II República, el gobierno le nombró presidente del Patronato del Museo de Arte Moderno de Madrid. Fueron años de condecoraciones, homenajes y premios a su gran obra, alejado ya de Segovia. De hecho, vivía en su estudio madrileño cuando Ignacio Zuloaga falleció en 1945.

En la actualidad, el castillo de Pedraza alberga la exposición del Museo Zuloaga, perteneciente a la Junta de Castilla y León.

LA CATECRAL DE SEGOVIA, POR IGNACIO ZULOAGA

EL ENANO GREGORIO EL BOTERO, POR IGNACIO ZULOAGA

VIEJAS CASAS DE SEGOVIA, POR IGNACIO ZULOAGA

SEGOVIANO, POR IGNACIO ZULOAGA

RINCÓN CASTELLANO, POR IGNACIO ZULOAGA

SEGOVIANO, POR JUAN BAUTISTA IBARRONDO

CASTELLANO Y EL CASTELLANO, POR JESÚS BASIANO

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