03/02/2019

Pedro González de Mendoza


Caballero alavés del siglo XIV que fue capitán general de los Ejércitos de Castilla. Salvó al rey Juan I de caer prisionero de los portugueses al dejarle su caballo, durante la batalla de Aljubarrota.
 

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PEDRO GONZÁLEZ DE MENDOZA

Pedro González de Mendoza
era hijo del alavés Gonzalo Yáñez de Mendoza y de Juana de Orozco. Pertenecía a un linaje nobiliario de Álava, cuya torre de Mendoza está situada cerca de Vitoria.

A mediados del siglo XIV, se desarrolló una Guerra de Sucesión del trono de Castilla entre dos hermanos sucesores y pretendientes: Pedro I y Enrique II de Trastamara. En principio, Pedro González de Mendoza estuvo apoyando a Pedro el Cruel o también llamado el Justiciero. En 1366, pasó al bando de Enrique II y con él sufrió la derrota de la batalla de Nájera. Allí fue hecho prisionero con Iñigo López de Orozco (tío de Mendoza, asesinado por Pedro I), Pedro López de Ayala (su cuñado), Beltrán de Guevara, Bertrand Duguesclin, mariscal de Francia y fue muerto Juan Hurtado de Mendoza, su abuelo. Al ser liberado, Enrique le nombró ayo de su hijo Juan, ganándose por su fidelidad el señorío de Orozco y las villas de Buitrago e Hita, en 1368.

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TORRE DE MENDOZA EN ÁLAVA, ESCUDO DE ARMAS DE MENDOZA
Y PEDRO GONZÁLEZ DE MENDOZA

Continuando al servicio de Enrique se vio envuelto en numerosos combates en apoyo al monarca. Su estrecha relación con Juan I, hizo que le nombrase mayordomo mayor y, pronto después, capitán general de sus ejércitos.

En 1383, recibió el señorío del Real Manzanares, en compensación a sus servicios. Y dos años más tarde, estableció sobre este señorío un mayorazgo que fue el origen del enorme poder de la familia Mendoza.

Pedro fue héroe de la batalla de Aljubarrota de 1385. Allí, el rey Juan I de Castilla trató como rebeldes a los portugueses que le rechazaron como soberano. Juan puso sitio a Lisboa en 1383 pero debió retirarse por causa de la peste bubónica que afligió el reino. En 1385, regresó por el valle de Mondego, pero el rey portugués quien disponía de menores fuerzas para su defensa, cerró el camino a Aljubarrota, obligando la marcha castellana por un estrecho paso. En el paso de Aljubarrota, las tropas castellanas quedaron atascadas y fueron sorprendidas por un importante contingente de arqueros ingleses que apoyaba a las fuerzas portuguesas. Les infringió una soberana derrota, logrando la independencia de Portugal.

En la adversa batalla, Pedro González de Mendoza ofreció su caballo al rey Juan I para que huyera, volviendo él a la contienda, donde murió heroicamente. Es por ello que se le conoce como el "mártir de Aljubarrota".

juan castilla aljubarrota gonzález mendoza pintura
EL SEÑOR DE HITA Y DE BUITRAGO CEDE SU CABALLO AL REY JUAN I
EN ALJUBARROTA, POR LUIS PLANES

Según fray Prudencio de Sandoval:
"en acuerdo con el Embajador de Francia, no quería Pedro que el rey ordenara la batalla, no era conveniente, por la posición que los enemigos ocupaban y por lo avanzado de la hora."
Como no valió su consejo:
"Se puso en ella junto á la persona real, para guardarla hasta perder la vida, y asi sacó al rey de la pelea, y lo puso en salvo y volvió a la batalla, Y viendo las muertes que en los Castellanos se hacían se metió entre los enemigos peleando como un león; y siendo y acometido de muchos, cargado de heridas cayó muerto en tierra."
Su arrojo y valor no pasó desapercibido, ya que el hecho quedó inmortalizado en el romancero castellano con estas estrofas. Así comienza un romance de su tiempo, honrando el heroísmo de González de Mendoza:

"Si el caballo vos han muerto,
subid, Rey, en mi caballo,
y si no podéis subir, llegad,
suvirvos he en brazos.

Poned un pie en el estribo
y el otro sobre mis manos;
mirad, que carga el gentío,
y aunque yo muera, librad vos.

Un poco blando es de boca;
bien como a tal, sofrenazlo;
afirmadlos en la silla,
dadle rienda, picad largo.

No os adeudo con tal fecho,
a que me quedéis mirando;
que tal escatima debe,
a su rey el buen vasallo.

Y asi es deuda que os la debe,
non dirán que non la pago,
nin las dueñas de mi tierra
que a sus maridos fidalgos
los dejé en el campo muertos
y vivo del campo salgo.

Menos causa tuvo Eneas,
pues cuando fizo otro tanto,
tan sólo salvó a su padre;
yo al padre de todos salvo."


Enseguida viendo Pedro la desbandada del ejército, rehusó huir encomendando a su hijo Diagote al rey diciendo:
"A Diagote es encomiendo;
mirad por él, que es muchacho;
sed padre y amparo suyo
y Dios sea en nuestro amparo.

Dijo al valiente alavés
señor de Hita y Buitrago,
al rey don Juan el Primero
y entróse a morir lidiando."


Fue uno de los pioneros de la poesía cortesana castellana. De su producción poética sólo se conservan como verdaderamente suyas cuatro composiciones recogidas en el Cancionero de Baena. Su trabajo poético, tanto en castellano como en gallego, contribuyó sobremanera a agilizar y dulcificar la ruda lengua castellana, poco desarrollada en aquellos momentos, y por lo tanto poco adecuada entonces para la expresión poética de penas y sentimientos. Los intentos poéticos de este tipo que se daban en aquella época en la Corte castellana, y fuera del mismo, dotaron a la lengua de mayor flexibilidad y de una nueva conformación haciéndola evolucionar en gran manera.

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BATALLA DE ALJUBARROTA

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