28/12/2015

Aparición de las Órdenes Mendicantes


La aparición de las órdenes mendicantes en los inicios del siglo XIII renovó el panorama de la vida religiosa, especialmente en los ámbitos urbanos del Occidente de Europa. Navarra no fue ajena al proceso fundacional de los dominicos, uno de cuyos participantes parece originario del reino, a juzgar por su onomástica. Se trata de Juan de Navarra, que formaba parte del grupo de 6 frailes que acompañaron a Santo Domingo de la Guzmán desde la fundación de la orden en 1216.

Los conventos de las nuevas órdenes se multiplicaron con rapidez y pronto fue preciso organizarlos en provincias de ámbito territorial amplio. Los conventos navarros de franciscanos y dominicos se integraron en las respectivas provincias de España que crearon ambas órdenes en 1217 y 1221.

El incremento de conventos aconsejo dividirlas. En 1232. los franciscanos la repartieron en tres provincias (Santiago, Castilla y Aragón). Hasta 1301. los dominicos no crearon la provincia de Aragón, desgajándola de la provincia de Aragón, que abarcaba todos los territorios peninsulares de esta Corona y el reino de Navarra. Así permanecieron hasta el siglo XVI.

Tanto las provincias de España como las de Aragón eran espacios amplios, que favorecían el desplazamiento de los religiosos navarros de estas órdenes, primero por toda la Península y luego solo por los reinos orientales, a la vez que permitían la llegada a Navarra de frailes de estos reinos. En definitiva, aún más que en el ámbito monástico (presidido por el voto de estabilidad), los frailes mendicantes fueron otro elemento de relación y comunicación, en este caso personal y no meramente patrimonial, entre Navarra y otros reinos españoles.

ÓRDENES MENDICANTES EN NAVARRA

+ Sede Episcopal
F. Franciscanos
D. Dominicos
A. Agustinos
C. Carmelitas
M. Mercedarios
T. Trinitarios
S. Sancti Spiritus

19/12/2015

Expediciones militares en la Vasconia visigoda


Durante el establecimiento del Reino Hispano-visigodo en los primeros siglos de la Edad media, la mayor parte del territorio de las actuales Euskadi y Navarra fue integrado en el mismo, especialmente los de la actual Álava y gran parte de Navarra, pues eran las de mayor peso demográfico, económico y cultural. Sólo permaneció al margen de la estructura estatal visigoda la vertiente norte de las actuales provincias de Vizcaya, Guipúzcoa y Navarra, poco pobladas y mucho más atrasadas en los aspectos cultural y económico. Estos territorios experimentaron una menor la influencia visigoda, pues consiguieron mantener su lengua primitiva frente a la penetración de latín. El poder visigodo no fue fácil de establecer, especialmente en la cornisa Cantábrica, de poca romanización y sinuosa orografía.

El hecho de que no existiese un poder político firme y estable en estas zonas fue debido a la inexistencia de una unidad política y étnica de sus habitantes, pues si no existió una estatalidad visigoda claramente establecida en el Reino Hispano-visigodo, menos aún existió un poder único y centralizador vascón.

REINO HISPANO-VISIGODO HASTA LEOVIGILDO

Los visigodos nunca lanzaron campañas de conquista en las zonas de poco interés económico y pobladas por tribus casi prehistóricas. Fueron los vascones los que atacaron y saquearon las ciudades hispano-godas, y que tuvo como consecuencia operaciones de castigo por parte de los godos, nunca expediciones de conquista.

Cuando el emperador Alarico II fue derrotado por el rey franco Clodoveo en el 507, el pueblo visigodo se instaló definitivamente en la Hispania romana hasta la desaparición del Reino Hispano-visigodo en el año 711. Durante este periodo de tiempo, los enfrentamientos entre visigodos y vascones fueron constantes, mientras que estos últimos ya hacían su presencia a ambos lados de los Pirineos.

A partir del reinado de Leovigildo (568-586) los vascones se dedicaron a las expediciones de saqueo por el valle del Ebro, debiendo ser combatidos en varias ocasiones por los hispano-visigodos. Los vascones vivían en parte de los saqueos en otras tierras.

En el 581, Leovigildo dirigió un ejército contra Vasconia, un foco de tensión, arrebatando buena parte del territorio a sus moradores. Para mayor control, refundó la ciudad de Victoríaco (Vitoria), como una ciudad fuerte desde la que pacificar la frontera norteña.

LEOVIGILDO Y RECESVINTO

La primera intervención de Suintila (621-631) tras ocupar el trono del Reino Hispano-visigodo fue la de sofocar a los flamígeros vascones. Las acciones se iniciaron en junio del 621, dando lugar a una victoria incontestable de los godos en 625. Aplastaron la rebelión y obtuvo numerosos rehenes que posteriormente fueron empleados en la construcción de una gran fortaleza en la zona de Navarra a la que llamaron Oligicus (Olite), para que sirviera de guarnición visigoda.

La inestabilidad volvió en los años siguientes, pues una lápida de Villafranca de Córdoba está dedicada a Oppila, un noble godo que murió en el 642 en una emboscada de vascones cuando transportaba suministros al ejército.

En los siguientes sucesos, los vascones se vieron involucrados en las guerras civiles del Reino Hispano-visigodo, fenómeno que también se repitió entre los vascones del norte del Pirineo, en las luchas de poder en el reino de los francos. Los vascones aparecieron como grupos turbulentos procedentes de las montañas, pero que carecen de iniciativa propia, actuando bajo el control de alguno de los pretendientes a la corona del Reino Hispano-visigodo. Una inestabilidad motivada por las ambiciones personales de los miembros de la alta nobleza que se disputaban el poder. Las sublevaciones eran habituales en las provincias Tarraconense y Narbonense (sureste de Francia), y los usurpadores querían contar en todo momento con quienes habían demostrado continuamente su belicosidad y buen hacer con las armas.

En el año 653, al comienzo del reinado de Recesvinto (653-672), surgió un foco de rebelión desde la agitada provincia Narbonense, liderado por el noble godo Froya, aspirante al trono. Los rebeldes eran refugiados y prófugos de reinados anteriores, además de los siempre combativos vascones.

Las columnas del ejército rebelde se internaron por la provincia Tarraconense, devastando el valle del Ebro y sitiando la ciudad de Zaragoza. Aldeas, campos, iglesias fueron saqueados y cientos de asesinatos daban idea de lo que pretendieron aquellos sublevados. En socorro de Zaragoza acudió Recesvinto con su ejército real, sofocando la revuelta en pocos días. La lucha fue muy favorable a los godos, ya que los rebeldes, entre los que se encontraban vascones, fueron masacrados y su líder decapitado, consiguiendo escapar sólo unos pocos hacia las montañas pirenaicas.

El 673, los vascones aprovecharon el débil inicio de reinado de Wamba (672-680) para lanzar ataques sobre el valle del Ebro y la cornisa Cantábrica. En esta ocasión se debieron exceder bastante de lo que habitualmente se les consentía, ya que el propio Wamba se puso al frente del ejército real iniciando una campaña de represalia y sometimiento contra bandas de salteadores vascones que se encontraban en la zona de la actual La Rioja. A esta sublevación se unieron algunos nobles de las zonas de la Narbonense gala y la Tarraconense hispana, que proclamaron como rey al general y noble godo Paulo, por lo que estalló una guerra civil, quedando fraccionado el reino visigodo de Toledo durante un tiempo.

Desde su base militar de Cantabria, el legítimo rey Wamba atacó con fuerza a los vascones que en tan sólo siete días fueron reducidos, como siempre, en sus montañas. Para evitar males mayores, los jefes vascones entregaron rehenes, tributos y la promesa de no participar en el futuro conflicto.

Ambos hechos (653 y 673) parecer estar coordinados: primero, los vascones se negaban a pagar los tributos correspondientes, iniciando una revuelta a la que obliga al rey a marchar hasta la región; inmediatamente, se producía un segundo conflicto más importante, pues ya implicaba a la nobleza goda y a elementos externos.

MÁXIMA EXPANSIÓN TERRITORIAL DEL REINO HISPANO-VISIGODO

De todas formas, estas rebeliones civiles con participación de vascones siempre fueron de menor envergadura comparadas con las que realizaron contra bizantinos y suevos. El principal rival de los visigodos fue el Imperio bizantino, que mantuvo posesiones peninsulares hasta el 625. El otro gran rival fue el independiente Reino suevo, que se extendía por Galicia, norte de Portugal y parte de Asturias, hasta su sometimiento en 585. Córdoba fue otro foco de rebelión al que tuvieron que luchar varios reyes visigodos, el último fue Leovigildo en 577. Este mismo también sofocó rebeliones en otras ciudades meridionales y mantuvo una guerra civil en la Bética contra su hijo Hermenegildo.

En cuanto a los pueblos primitivos del norte, los cántabros también fueron sometidos en 574 por Leovigildo, mientras que los astures y otros pueblos del norte, como los rocones, fueron derrotados en las campañas de 612 y 621 por Sisebuto.

Cuando se produjo la invasión musulmán en Tarifa en 711, el Reino Hispano-visigodo se encontraba dividido en una guerra de sucesión al trono, entre los partidarios de Rodrigo y los de Agila. Aguila, hijo de Witiza, controlaba las provincias orientales: la Tarraconense y la Septimania. Rodrigo, duque de la Bética, controlaba Toledo y el occidente peninsular.

En el momento del desembarco sarraceno, el rey Rodrigo emprendía una lucha en Pamplona, una ciudad de la Tarraconense, partidaria de Agila. Este pretendiente a la Corona hispano-goda negoció la entrada de los musulmanes para derrotar a Rodrigo, y que supuso el fin del Reino Hispano-visigodo.

16/12/2015

Urdaneta, un marino que se hizo fraile agustino


Extracto del video presentado por ETB que resume la vida de Andrés de Urdaneta, militar, cosmógrafo, marino, explorador y religioso agustino, por los 500 años de su nacimiento. Realizó el famoso Tornaviaje en 1565 permitiendo la navegación de retorno en la ruta de Filipinas a México.


12/12/2015

Sancho de Vallecilla y el Casal


Capitán de mar y guerra de varias flotas reales del siglo XVI

SANCHO DE VALLECILLA Y EL CASAL

Sancho de Vallecilla y el Casal nació en los años 1540, en Portugalete, Vizcaya. Su padre, Martín de Vallecilla y Fernández de Rasines, fue durante más de 30 años piloto en la mar. Comenzó su vida en el mar embarcándose en el año 1558, posiblemente en cuanto cumplió los 15 años, una edad que coincidiría con la que empezaron otros ilustres marinos coetáneos suyos.

Participaba en la navegación de cabotaje al mando de su navío, especialmente en los dos viajes anuales que salían desde Portugalete con destino a Flandes, transportando mercaderías que cargaba en los puertos andaluces o, más comúnmente, lana de Burgos y cierta variedad de productos propios (barras de hierro, castañas...) que se embarcaban en Bilbao o en la misma villa de Portugalete.

Alternaba esta labor con frecuentes servicios a la Corona, bien mediante la prestación de sus barcos, cuando estos eran requisados para tomar parte en alguna empresa concreta, o bien ofreciendo sus servicios como maestre y piloto en algunas armadas, destacando su labor en la Armada de Pedro Menéndez de Avilés, en que actuó de piloto mayor.

La segunda parte de su actividad, que daría comienzo en torno al año 1580, está dedicada por entero a la milicia, actuando en diversas acciones de guerra como capitán de mar y guerra al mando de un galeón y de una de las compañías embarcadas en la Armada del Océano y, también, ejerciendo como consultor, o siendo reclamado por sus vastos conocimientos en materia de navegación y de barcos para hacerse cargo del arqueo de algunos navíos y escuadras.

EMBARCACIÓN DE LA ARMADA ESPAÑOLA

Antes de que se dedique por entero a la milicia, se hallaba como maestre de su propio navío, transportando lanas en las flotas que dos veces al año hacían el trayecto Portugalete-Flandes. Por ejemplo, en el año 1567 se le encuentra como maestre y dueño de la nao Nuestra Señora de la Concepción, que con una carga de 278 sacas de lanas partió con destino a La Exclusa o Ramua. Vallecilla perdió esta nao cuando navegaba cercana a la costa de Bretaña, al encallar a causa de su excesivo calado.

Pocos años después, en 1572, perdió otro navío nuevo, el galeón Nuestra Señora, de 150 toneles, en la que sin duda alguna fue la jornada más trágica que ha vivido la flota de Portugalete en toda su historia. Los barcos que componían la flota de esta villa, unidos a los de Bilbao y a los de las Cuatro Villas, se unieron a la armada que aquel año mandaba el duque de Medinaceli, encargada de llevar soldados y provisiones a los estados de Flandes que se hallaban alzados contra el monarca español. Tras una serie de episodios desgraciados, con todos los barcos requisados para servir en la armada, la poderosa flota de los rebeldes (los "mendigos del mar"), fue acabando, uno por uno, con la mejor flota mercante que existía en aquel tiempo.

En los años inmediatamente posteriores aparece llevando bastimentos desde Santander a Lisboa, también que los de La Rochela le tomaron otra nao nueva de otras 200 toneladas, por estar entregando 100.000 anegas de trigo que llevó a su cargo en 18 naos y navíos.

En abril de 1579, se encontraba en San Lúcar de Barrameda, junto al también maestre portugalujo Pedro de Herrada, en los días previos a que saliese una flota con destino a Cartagena de Indias de la que Sancho de Vallecilla fue general. Dicha flota se hallaba ya surta en el puerto de Cartagena en enero del año 1580.

Durante algunos años, sirvió de maestre y piloto en el galeón capitán en que andaba el adelantado Pedro Menéndez de Avilés en la guarda de la Carrera de Indias. El avilesino Pedro Menéndez era el marino más destacado de aquellos años y Vallecilla, como piloto mayor de su armada, pudo aprender muchísimas cosas de este genial militar y navegante.

En 1574, murió Pedro Menéndez. Vallecilla había adquirido con él enormes conocimientos sobre el arte de navegar y la construcción de navíos.

En torno al año 1570 Sancho de Vallecilla, contrajo matrimonio con la portugaluja Antonia Fernández de Rasines y Gobela. Poco después nació su primogénito, Martín de Vallecilla y Rasines y algún año después su hijo segundo Francisco de Vallecilla y Rasines. Ambos fueron militares y marinos muy señalados.

El año 1581 el rey pidió la opinión de un reducido grupo de personas, elegidas entre las que más sabían en aquel tiempo de navegación, acerca del modelo y traza de los galeones que se mandaron construir aquel año en Bizkaia. Sancho de Vallecilla era uno de ellos entre los que se encontraban también Cristóbal de Barros, el mejor constructor de naos que tenía la corona, y los marinos Diego Flores de Valdés, Pedro Sarmiento, Martín de Zubieta, Juan Martínez de Recalde y Juan de Lasarte.

Vallecilla llevó de Santander a San Lúcar tres galeones de los nueve que fueron fabricados por Cristóbal de Barros y, habiéndolos probado "a todo trance", certificó que eran los mejores y más veleros "que ninguno hasta hoy ha navegado". Vallecilla quedó tan encantado del gobierno de aquellos navíos que pidió al rey que le diese el mando de uno de ellos.

El año 1584, atendiendo a la petición de Vallecilla, el rey le otorgó el título de capitán de mar y guerra de uno de los seis navíos que quedaban en Santander, que sumados a los anteriores, fueron convertidos en una armada que se puso a las órdenes del bilbaino Juan Martínez de Recalde.

En junio de 1585, al mando del galeón La Asunción se encontraba formando parte de la Armada de galeones de Recalde, con la misión de limpiar las costas de enemigos. Ese mismo año, también sirvió como capitán de una compañía de la Real Armada de Galeones de la Guarda de Indias, en las Azores, para recibir a la Flota de la Carrera de Indias. Estaba compuesta por 9 galeones y 3 fragatas con con Juan Martínez de Recalde por general y, con el grado de alférez, se hallaba su hijo Martín, futuro general, en el que fue su primer viaje (de hecho, en ocasiones Martín de Vallecilla reemplazó a su padre en la plaza de capitán por las repetidas ausencias de su padre sirviendo a S.M. en el apresto de armadas). Poco tiempo después regresó la armada dando protección a las flotas de Indias. Aquella flota estaba llena de mandos de origen vascongado: el almirante Francisco de Eraso, el veedor y contador Marcos de Aramburu, y los capitanes Sancho de Vallecilla, Macián y Domingo de Urquieta, etc.

EMBARCACIÓN DE LA ARMADA ESPAÑOLA

En 1586, Sancho de Vallecilla marchó a Cartagena de Indias como capitán del galeón La Asunción, de la misma Armada de Indias, a las órdenes del general Álvaro Flores de Quiñones en sustitución de Recalde. Se pretendía traer una gran suma de oro y plata y se temía que el corsario Francis Drake, al frente de una flota cuyo número de navíos se estimaba en unos 30, junto a la de otros corsarios ingleses intentaran atacar la flota o algunas ciudades americanas.

En septiembre de 1588, el general Álvaro Flores de Quiñones nombró a Sancho de Vallecilla capitán de infantería y de mar de un barco de la Armada de pataches con la que aquel año navegó a Tierra Firme, pues en esta ocasión no llevó galeones.

En 28 de diciembre de 1589, Sancho de Vallecilla recibió orden del duque de Medina Sidonia de levantar un "fuerte golpe" de gente de infantería, marineros y artilleros en Sevilla, para enviar a las provincias de Tierra Firme.

En 1590, se hallaba en prisión en Sevilla a causa de 800 ducados en que fue condenado en la visita de galeones del año 1587. Se le concedió la libertad para que pudiese navegar ese año a Indias con la condición de que fuese pagando de su sueldo aquella cantidad.

En 1590, se encontraba en un patache en la Armada de Galeones, al mando de Juan de Uribe Apallua.

En 23 de diciembre de 1591, se le dio Cédula de S.M. para que partiese de la corte al puerto del Ferrol a recibir el galeón San Simón y los navíos del cargo de Francisco Gallinaro y los de las presas que él hizo y los llevase con la infantería y demás gente a la vuelta de Lisboa. El rey le remitió carta aprobando el cuidado con el que entró en Lisboa con los navíos.

En 11 de febrero de 1592, recibió el título de capitán de mar y guerra de uno de los galeones de la Armada de Indias a cargo del general Juan de Uribe Apalua. En 3 de febrero de 1592, Juan de Uribe le escribe encargándole se diese prisa en el despacho de las naves que llevaría a su cargo y nombramiento de dicho general para que en la navegación de la Armada del Océano desde Cádiz a Lisboa sirviese de almirante por ausencia del propietario.

El año 1593, el general Francisco Coloma sustituyó a Juan de Uribe al mando de la Armada de Indias, y el 12 de febrero de 1593, ordenó a Vallecilla que fuese a las Salinas, a buscar y recoger los marineros que llegaron allí en la capitana de Vizcaya.

Posteriormente, le ofreció otra orden, de 4 de abril de 1593, para que por la prisa con que les ordenaron salir los navíos que quedasen aprestándose quedasen a cargo de Sancho de Vallecilla y fuese con ellos en su seguimiento.

Órdenes de 6, 13 y 27 de julio de 1593 del adelantado mayor de Castilla y del capitán Cristóbal Sánchez, a cuyo cargo estaba la Armada de la Guarda del Estrecho, de lo que debía hacer en el manejo de los navíos que traía de su escuadra, de la que era almirante.

En 23 de febrero de 1594, partió la armada a las órdenes de Coloma de la bahía de Cádiz y, aunque la vuelta estaba prevista para antes del verano de ese año, se hallaba de invernada obligada por la falta de bastimentos y de carena para los navíos, aguardando a que desde España les enviasen suministros. Junto con la Armada de Indias se vieron obligadas a posponer su partida las Flotas de Tierra Firme y de Nueva España,

En esta ocasión existen documentos que nos permiten conocer el organigrama de mando de la armada: Francisco Coloma, capitán general; Diego de Sotomayor, almirante; Fadrique Cancer, capitán del Tercio de Infantería Española y gobernador de dicho Tercio. Los capitanes embarcados de los Tercios: Marco Antonio Becerra, Pedro Esquivel, Pedro de Chabarri, Luis de Velasco, Pedro Sánchez Escudero, Pedro Díaz de Nabia, Juan de Villaverde, Sancho de Vallecilla, Francisco del Corral y Pablo de Aramburu. Finalmente, el sargento mayor Pedro Durán y el alférez Carlos Milán. La armada estaba compuesta por 8 galeones (de los que era capitana el San Felipe y almiranta el San Andrés), 5 fragatas (una de las cuales era la Santiago que se hundió perdiendo la vida el capitán Hernando Caballero y toda la tripulación) y dos pataches (o zabras, una de ellas la Santa Clara), una carabela (Esmeralda) y dos charrúas (Espíritu Santo y San Pedro).

En aquella ocasión la Armada y flotas que se hallaban en puerto, contradecían las órdenes reales por las que se mandaba a su capitán general que partiese sin dilación antes del mes de julio hacia España. Ante la imposibilidad de cumplirlas sin poner en gran riesgo barcos y tripulaciones, Osorio juntó a sus mandos para que diesen su parecer sobre lo que debía hacerse. La mayor parte fue del acuerdo de esperar, aún sabiendo que la broma pudriría algún barco. Sancho de Vallecilla también fue de esta opinión. A la vez, añadía un dato que nos resulta de gran interés pues, para apoyar su propuesta, aseguraba que había navegado desde hacía 25 años en la Carrera de las Indias, es decir, desde el año 1569, dato que ya apuntábamos más arriba para tratar de conocer el año en que sirvió a las órdenes de Pedro Menéndez de Avilés.

En marzo de 1595, se le dio instrucción para que volviese a España. En septiembre del mismo año hallamos a Vallecilla embarcando en Cádiz con su compañía de infantería, en uno de los barcos de la escuadra de galeones "ilíricos" (italianos), compuesta por 12 galeones y 5 naos, que mandaba el napolitano Pedro de Ybella con destino a Lisboa. En 20 de septiembre de ese año, recibió licencia del conde de Portoalegre para dejar la compañía a cargo del alférez y acudir a Sevilla en servicio de S.M.

En 29 de agosto de 1596, se le dio título como capitán de infantería y gente de mar que se embarcase en uno de los filibotes de la escuadra del general sevillano Pedro Tello de Guzmán (que el año anterior había acabado con John Hawkins en Puerto Rico), que se aprestó para llevar socorro a la armada y flotas que venían a cargo del general Bernardino de Avellaneda. En diciembre de 1596, fue nombrado almirante de la Armada de la Guarda de Indias de Pedro Tello.

En noviembre del año 1597, se dio a Vallecilla el mando de una escuadra compuesta por 4 pataches para correr con ella la costa del Cabo San Vicente y "enmararse" y descubrir los enemigos y dar cuenta de ello.

FIRMA DE SANCHO DE VALLECILLA

Las distinciones a Vallecilla fueron muchas, pero nunca consiguió llegar a a ser una figura que destacase tanto como sus cualidades lo requerían. Fue propuesto en diversas ocasiones para ser almirante de diversas flotas, en 1602 para almirante de la Armada de la Carrera de Indias, en 1604 para la de Tierra Firme, en 1605 para la flota de Nueva España y en 1606 para almirante de la flota de Barlovento.

No hay duda de que Sancho de Vallecilla era consciente de que su carrera militar no podría llegar mucho más lejos que aquellas distinciones que consiguió, en una época en la que llegar a general de alguna armada requería o bien títulos nobiliarios o bien disponer de antepasados cuyos servicios prestados se acumulasen a los que podía presentar uno mismo. Él no tuvo esas oportunidades pero, a cambio, abrió las puertas de par en par a sus descendientes, quienes contaron, entre otros títulos, los de gobernadores, generales y almirantes.

10/12/2015

Escultura a Juan de Garay en Buenos Aires


El monumento a Juan de Garay en Buenos Aires es una estatua dedicada al explorador español por realizar la segunda y definitiva fundación de la capital de Argentina, además de ser gobernador del Río de la Plata y Paraguay. Está situada en la Plazoleta del 11 de junio de 1580, fecha de dicha fundación de Buenos Aires, frente a uno de los laterales de la Casa Rosada y Plaza de Mayor, en el barrio histórico de Monserrat. Tanto la estatua como el pedestal fueron construidos por el escultor alemán Gustav Heinrich Eberlein en 1915.

Detrás hay un árbol roble en homenaje al Árbol de Guernica, el símbolo de los fueros del Señorío de Vizcaya.

MONUMENTO A JUAN DE GARAY EN BUENOS AIRES

MONUMENTO A JUAN DE GARAY EN BUENOS AIRES

08/12/2015

Carteles homenajes a Blas de Lezo


Serie de carteles y portadas dedicadas al teniente general de la Real Armada española Blas de Lezo y Olavarrieta.





































07/12/2015

Origen del etnónimo vascón


En 1946 Julio Caro Baroja publicaba su obra Los pueblos de España, ensayo de etnología y caracterizaba a los vascones con heroicidad y admiración ya que "durante el periodo de hegemonía visigótica los vascones no admiraron el dominio de la nueva naturaleza extranjera. Esto es causa de que para los historiadores hispanorromanos, servidores del poder estatal, así como para los francos, los habitantes del oeste del Pirineo y de la orillas del golfo de Vizcaya fueran la quintaesencia de la ferocidad y perfidia", para luego continuar Baroja señalando que "en los siglos VI y VII la pujanza de los que en términos generales ya se llamaban sólo vascones fue grande como para atacar hacia el norte y hacia el sur..."

Según Caro Baroja, no hay lugar a dudas de que, entre una buena parte de los habitantes de los 7 territorios de la actual Euskal Herria, no en todos, había algo en común, que era la lengua, el vascuence o euskara. Pero, no existe la menor prueba de que todos los vascones hablaran euskera ni de que sólo los vascones lo hablaran.

EXTENSIÓN GEOGRÁFICA DE LOS VASCONES

A partir de los años 50, la cuestión de los vascones fue desechando sus tintes heroicos y transformándose en una cuestión más científica que literaria, gracias a las investigaciones de dos especialistas en protohistoria hispánica:

Antonio Tovar editó en 1949, en Buenos Aires, Estudios sobre las primitivas lenguas hispánicas, donde señala el posible carácter indoeuropeo del nombre "vascones", de origen celta, derivado de una probable raíz "bhars", que significaría alto u orgulloso, seguido del sufijo "kon" para expresar el etnónimo, y cuyo significado final sería el de "los más altos" o "los que viven en las cimas". De esta manera, Tovar negaba la tesis de que el término euskera fuera un derivado del vocablo vascón, a partir de la existencia del topónimo Ausci en las cercanías de Burdeos.

Juan Maluquer de Motes, en 1954, al redactar el capítulo dedicado a Los pueblos y tribus celtas de España, dentro del volumen correspondiente de la Historia de Menéndez Pidal, intentó ubicar la cuestión de los vascones en su preciso contexto arqueológico, sin encontrar argumentos para explicar el hecho diferencial en el Ebro Medio, no sólo lingüístico, sino también antropológico, que contrastaba con la evidencia de otras culturas más desarrolladas y persistentes, especialmente las indoeuropeas.

PREHISTÓRICO CAZADOR VASCÓN

En 1965, se celebró en Pamplona el cuarto simposio de prehistoria peninsular con el título Problemas de la Prehistoria y de la etnología vascas, que abre Bosch Gimpera con su investigación Sobre el planteamiento del problema vasco, en el cual existe una cierta confusión derivada de la escasez y contradicción de las fuentes de información. Dichas fuentes (escritas y arqueológicas), muestran la existencia entre los mismos vascones de una tradición indígena arraigada, al menos desde el neolítico, a la que se suman elementos extraños de pueblos extranjeros, especialmente de los celtíberos, y con los que convive con normalidad. Además, hay que añadirle la convicción de aquella época, de que el euskera tenía vínculos muy documentales con las lenguas caucásicas y bereber, consecuencia de un movimiento migratorio.

A partir de los años setenta se celebraba una serie de coloquios con el título de Lenguas y culturas prerromanas de la Península Ibérica, fundamental en la comprensión de las poblaciones antiguas de Navarra y del País Vasco, y donde la Universidad de Salamanca fue protagonista. Uno de los más notables especialistas fue Luis Michelena, que dedicó gran parte de su investigación científica al euskera y a marcar sus límites y diferencias con la lengua de los iberos.

Joaquín Gorrochategui también intentó reconstruir la lengua protovasca, como diferenciarla del ibérico y emparentarlas con el aquitano, abriendo nuevos caminos a la investigación. A él se deben los avances en el conocimiento de la estructura fonética del protovasco, así como de peculiaridades más profundas que afectan a su organización morfológica.

Juan José Sayas, en su artículo Cuestiones relacionadas con la etnia histórica de los vascones, afirmaba que "el impulso decisivo en la configuración de la etnia vascona lo proporcionaron los romanos, que uniendo comunidades culturalmente diversas crearon una etnia a la que progresivamente les fue adscribiendo otras comunidades y territorios". Proponía que bajo el etnónimo "vascón" se enmarcaban pueblos con tradiciones lingüísticas, culturales e históricas distintas, explicado de otra forma, el término "vascón" no era propio de un sólo pueblo sino de los pueblos que habitaban un determinado territorio. Esta propuesta solucionaba muchos interrogantes como el origen indoeuropeo del etnónimo "vascón", la existencia de tradiciones culturales celtas en zonas vascónicas, incluyendo las razones de enorme presencia de elementos célticos en la lengua protovasca, o también aportaba una explicación lógica a la expansión de las ciudades vasconas.

BRONCE DE ASCOLI

El origen del etnónimo "vascón" todavía es desconocido, probablemente se identificaba a la población que hablaba el protovasco. Pero más desconocido es si su origen era endógeno, denominados por sí mismos, o era exógeno, denominados así por sus vecinos o conquistadores. Lo que se sabe es que fue escogido por la administración romana para designar el territorio, ya que de haberlos llamados celtíberos o íberos hubiera creado bastante confusión.

Por lo tanto, este etnónimo, que hasta la llegada de Roma sólo poseía una tribu pequeña e insignificante, fue generalizado para una población del noroeste peninsular, sólo a partir del siglo I (200 años después). Y seguramente que los habitantes del valle medio del Ebro tardaron cierto tiempo en aceptar como denominación propia dicho etnónimo, el hábito y el uso terminaron por imponerlo.

05/12/2015

Marcos Aramburu


Capitán general de la Armada de Guipúzcoa y capitán general de la Flota de la Carrera de Indias de finales del siglo XVI

MARCOS ARAMBURU

Marcos Aramburu nació en San Sebastián, Guipúzcoa, en 1547. En 1581, participó en el combate de San Miguel de Azores contra la flota francesa, estando a las órdenes de Antonio de Oquendo como general de la Armada de Guipúzcoa.

Tras el desastre de la Real Armada de Felipe II en 1588, la flota inglesa intentó contraatacar en el puerto de Lisboa, al mando de Francis Drake. Aramburu participó en la defensa de Lisboa de 1589 y en la posterior persecución que las naves españolas hicieron sobre las inglesas en huida, hundiendo 2 buques del total de 12 capturas.

En 1591, ya dirigía la Escuadra de galeones de Guipúzcoa, mientras que la Escuadra de Vizcaya lo hacía Martín de Bertendona, estando como capitán general de la Armada de Océano Alonso de Bazán.

Por aquel entonces supo de la llegada de la flota inglesa de Thomas Howard a las inmediaciones de las islas Terceras (Azores). Ante la posibilidad de un asalto, se reunieron todas las escuadras de galeones españoles: la de los almirantes vascongados Antonio de Urquiola y de Martín de Bertendona, además de Marcos Aramburu; también las escuadras de Sancho Pardo y la portuguesa de Luis Coutiño. Llegaron a reunir una flota de 63 galeones y filibotes, con una tripulación de 7.200 hombres, mientras que los ingleses acumularon 22 buques de los cuales 6 eran grandes galeones.

Los almirantes españoles sabían el punto concreto donde los ingleses podrían abordar a los galeones de la Flota de la Carrera de Indias procedentes de Tierra Firme: entre las islas del Cuervo y de Flores. Debido a una racha de viento fortuita, la nave capitana de Sancho Pardo sufrió una avería que generaría un retraso en la marcha y no poder coger por sorpresa a la flota inglesa. Cuando la escuadra inglesa avistó a la española, Howard maniobró para ganar barlovento, pero la española aprovechando su inercia en curso pudo situarse a tiro de cañón dando comienzo el combate. Los ingleses, siempre temerosos de un posible abordaje español, mantuvieron las distancias.

marcos aramburu capitán general armada española
MARCOS ARAMBURU

El único buque inglés que entró en la lucha directa fue Revenge, de 43 piezas de artillería, conocido por haber sido gobernado por Francis Drake, ahora por Richard Greenville. El Revenge se quedó aislado del resto de la flota británica, que huía en maniobras evasivas, siendo atacado por la escuadra hispánica.

No vendieron fácil su derrota, ya que durante varias horas y hasta anochecer, el Revenge se defendió de las sucesivas embestidas de las principales naves españolas: la de Claudio de Beamonte, la de Martín de Bertedona, la de Marcos Aramburu, la de Antonio Manrique y la de Luis Cotiño. Los hombres de Aramburu consiguieron llegar al palo mayor y capturar el estandarte enemigo a pesar del fuego que recibían.

El Revenge tenían el casco reventado, sin mástiles en pie, y con 150 de sus hombres muertos o heridos. Su almirante fue recibido en el galeón de Alonso de Bazán con todos los honores por su valor y atendido por médicos tras encajar disparo de arcabuz. También los buques ingleses que huyeron recibieron el acoso y disparo de otros buques españoles en su caza, aunque sin resultados constatables.<

Las dos Flotas de Indias, la de Tierra Firme de Diego de la Rivera y la de Nueva España de Aparicio de Arteaga, pudieron reunirse aunque un tanto maltrechas por la acción de temporales huracanados. Tras repararse algunas y repartir las mercancías de valor de las que se hundieron en puerto, la Flota de la Carrera de Indias pudo zarpar de nuevo hasta tomar la bahía de Cádiz.

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BUQUE INGLÉS REVENGE

Debido a sus heroicos servicios, Marcos Aramburu recibió el mando de la Flota de la Carrera de Indias, en 1593. Tras zarpar en enero desde Cádiz arribó el puerto de Veracruz en el virreinato de Nueva España. Entre sus tripulantes se encontraban varias decenas de religiosos franciscanos en misión evangelizadora americana, uno de ellos era el navarro Martín de la Ascensión.

En 1596, recibió la orden del rey Felipe II de formar parte de la escuadra de asalto a Irlanda en apoyo del católico conde de Tyrone, con el objetivo de recuperar esta isla para la Cristiandad católica y expulsar a los ingleses. Su escuadra estaba formada por 11 galeones y 4 pataches, los cuales fueron cargados de armas y pertrechos y de infantería y marinería para proveer a los 11 galeones que se habían construido en el Señorío de Vizcaya.

La expedición, compuesta de 100 naves, chocó de frente contra los elemento, y de nuevo un fuerte temporal que se levanto el 28 de octubre hizo que 25 buques terminasen hundidos en las costas de Corcubión y del cabo Finisterre, muriendo en torno a 2.000 hombres.

MARCOS ARAMBURU PERSIGUE A LA FLOTA DE FRANCIS DRAKE

Al año siguiente, Felipe II ordenó un nuevo intento de asaltar las costas británicas. Ferrol sería la nueva base de partida de una flota de combate que contaba con Martín Padilla como almirante general, con Diego Brochero como almirante capitán, y a otros almirantes vascongados de sobrada experiencia y reputación como Marcos Aramburu, Pedro Zubiaur, Joanes de Villaviciosa, Martín de Bertendona, Antonio de Urquiola y Juan Oliste.

La flota se fue organizando y en febrero de 1598 reunieron un total de 85 embarcaciones. El espionaje inglés supo de esta nueva expedición naval, por lo que no tardó en conseguir 125 buques más otros 25 holandeses. Al mando del conde de Essex, esta armada anglo-holandesa partió hacia Ferrol con el objetivo de destruir la nueva flota española. Llegando al cabo Finisterre comenzó un gran temporal cuya marea los traslado hasta las islas Azores, y que desencadenó además una trifulca entre los almirantes ingleses y holandeses Howard, Essex y Raleigh.

Antes este fracaso, la flota anglo-holandesa permaneció en las islas Azores a la espera de la llegada de la flota mercante de la Carrera de Indias, que estaba comandada por Juan Gutiérrez de Garybay. Este capitán, junto a Bernardino de Avellaneda, había derrotado a la escuadra del corsario inglés Francis Drake en la isla de los Pinos. Y, de nuevo volvió a burlarse de los ingleses, porque antes de que llegaran zarpó con una flota de 54 embarcaciones, siendo capturados tan solo 4, que eran los más lentos y con menos valor.

A principios de octubre, la flota expedicionaria ya estaba compuesta por 136 buques, de los cuales 24 eran carabelas, que portaban 8.634 infantes, 4.000 marineros y 300 caballos. Pero faltaba unirse Marcos Aramburu con su escuadra formada por 32 navíos, que trasportaban a dos Tercios de Infantería de Nápoles y uno de Lombardía. Otra vez, los vientos contrarios impidieron que la flota de Aramburu llegase a tiempo, habiendo zarpado la expedición de Ferrol.