En 1946 Julio Caro Baroja publicaba su obra Los pueblos de España, ensayo de etnología y caracterizaba a los vascones con heroicidad y admiración ya que "durante el periodo de hegemonía visigótica los vascones no admiraron el dominio de la nueva naturaleza extranjera. Esto es causa de que para los historiadores hispanorromanos, servidores del poder estatal, así como para los francos, los habitantes del oeste del Pirineo y de la orillas del golfo de Vizcaya fueran la quintaesencia de la ferocidad y perfidia", para luego continuar Baroja señalando que "en los siglos VI y VII la pujanza de los que en términos generales ya se llamaban sólo vascones fue grande como para atacar hacia el norte y hacia el sur..."
Según Caro Baroja, no hay lugar a dudas de que, entre una buena parte de los habitantes de los 7 territorios de la actual Euskal Herria, no en todos, había algo en común, que era la lengua, el vascuence o euskara. Pero, no existe la menor prueba de que todos los vascones hablaran euskera ni de que sólo los vascones lo hablaran.
EXTENSIÓN GEOGRÁFICA DE LOS VASCONES |
A partir de los años 50, la cuestión de los vascones fue desechando sus tintes heroicos y transformándose en una cuestión más científica que literaria, gracias a las investigaciones de dos especialistas en protohistoria hispánica:
Antonio Tovar editó en 1949, en Buenos Aires, Estudios sobre las primitivas lenguas hispánicas, donde señala el posible carácter indoeuropeo del nombre "vascones", de origen celta, derivado de una probable raíz "bhars", que significaría alto u orgulloso, seguido del sufijo "kon" para expresar el etnónimo, y cuyo significado final sería el de "los más altos" o "los que viven en las cimas". De esta manera, Tovar negaba la tesis de que el término euskera fuera un derivado del vocablo vascón, a partir de la existencia del topónimo Ausci en las cercanías de Burdeos.
Juan Maluquer de Motes, en 1954, al redactar el capítulo dedicado a Los pueblos y tribus celtas de España, dentro del volumen correspondiente de la Historia de Menéndez Pidal, intentó ubicar la cuestión de los vascones en su preciso contexto arqueológico, sin encontrar argumentos para explicar el hecho diferencial en el Ebro Medio, no sólo lingüístico, sino también antropológico, que contrastaba con la evidencia de otras culturas más desarrolladas y persistentes, especialmente las indoeuropeas.
PREHISTÓRICO CAZADOR VASCÓN |
En 1965, se celebró en Pamplona el cuarto simposio de prehistoria peninsular con el título Problemas de la Prehistoria y de la etnología vascas, que abre Bosch Gimpera con su investigación Sobre el planteamiento del problema vasco, en el cual existe una cierta confusión derivada de la escasez y contradicción de las fuentes de información. Dichas fuentes (escritas y arqueológicas), muestran la existencia entre los mismos vascones de una tradición indígena arraigada, al menos desde el neolítico, a la que se suman elementos extraños de pueblos extranjeros, especialmente de los celtíberos, y con los que convive con normalidad. Además, hay que añadirle la convicción de aquella época, de que el euskera tenía vínculos muy documentales con las lenguas caucásicas y bereber, consecuencia de un movimiento migratorio.
A partir de los años setenta se celebraba una serie de coloquios con el título de Lenguas y culturas prerromanas de la Península Ibérica, fundamental en la comprensión de las poblaciones antiguas de Navarra y del País Vasco, y donde la Universidad de Salamanca fue protagonista. Uno de los más notables especialistas fue Luis Michelena, que dedicó gran parte de su investigación científica al euskera y a marcar sus límites y diferencias con la lengua de los iberos.
Joaquín Gorrochategui también intentó reconstruir la lengua protovasca, como diferenciarla del ibérico y emparentarlas con el aquitano, abriendo nuevos caminos a la investigación. A él se deben los avances en el conocimiento de la estructura fonética del protovasco, así como de peculiaridades más profundas que afectan a su organización morfológica.
Juan José Sayas, en su artículo Cuestiones relacionadas con la etnia histórica de los vascones, afirmaba que "el impulso decisivo en la configuración de la etnia vascona lo proporcionaron los romanos, que uniendo comunidades culturalmente diversas crearon una etnia a la que progresivamente les fue adscribiendo otras comunidades y territorios". Proponía que bajo el etnónimo "vascón" se enmarcaban pueblos con tradiciones lingüísticas, culturales e históricas distintas, explicado de otra forma, el término "vascón" no era propio de un sólo pueblo sino de los pueblos que habitaban un determinado territorio. Esta propuesta solucionaba muchos interrogantes como el origen indoeuropeo del etnónimo "vascón", la existencia de tradiciones culturales celtas en zonas vascónicas, incluyendo las razones de enorme presencia de elementos célticos en la lengua protovasca, o también aportaba una explicación lógica a la expansión de las ciudades vasconas.
BRONCE DE ASCOLI |
El origen del etnónimo "vascón" todavía es desconocido, probablemente se identificaba a la población que hablaba el protovasco. Pero más desconocido es si su origen era endógeno, denominados por sí mismos, o era exógeno, denominados así por sus vecinos o conquistadores. Lo que se sabe es que fue escogido por la administración romana para designar el territorio, ya que de haberlos llamados celtíberos o íberos hubiera creado bastante confusión.
Por lo tanto, este etnónimo, que hasta la llegada de Roma sólo poseía una tribu pequeña e insignificante, fue generalizado para una población del noroeste peninsular, sólo a partir del siglo I (200 años después). Y seguramente que los habitantes del valle medio del Ebro tardaron cierto tiempo en aceptar como denominación propia dicho etnónimo, el hábito y el uso terminaron por imponerlo.
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