28/02/2023

Defensa de San Juan de Puerto Rico por Juan de Amézqueta


La Guerra de los Treinta Años fue un conflicto desarrollado entre los años 1618 y 1648 entre las principales potencias de Europa occidental, que determinó un nuevo escenario geoestratégico. Partió como un conflicto político-religioso entre estados católicos y protestantes del viejo continente, que traspasó océanos llegando a los virreinatos americanos del Imperio español.

Entonces, las Provincias Unidas eran ya un estado independiente y una potencia militar y comercial en el Mundo. El príncipe Orange prendió establecer una base en el mar Caribe para tomar parte del comercio indiano. Su objetivo era la isla de Puerto Rico, y para ello ordenó al capitán general Bowdoin Henrick la toma de aquel estratégico enclave.

DEFENSA DE SAN JUAN DE PUERTO RICO POR JUAN DE AMÉZQUETA

El 24 de septiembre de 1625, Henrick llegó a la bahía de San Juan con una flota holandesa formada por 2.000 hombres en 17 barcos, solicitando al gobernador de Puerto Rico, Juan de Haro, la entrega de la isla. Pero, en lugar de capitular, se preparó para el inevitable enfrentamiento. Primero ordenó la fortificación de una zona llamada Boquerón, ante el temor de acceder a la ciudad de San Juan desde ahí. Sin embargo, los holandeses tomaron otra ruta y desembarcaron en La Puntilla.

Después, De Haro decretó la evacuación de mujeres, ancianos y niños de la ciudad, buscando refugio en el convento de los dominicos. Solicitó al exgobernador Juan de Vargas la formación de milicias de voluntarios civiles para hacer una resistencia armada en el interior de la isla. Por último, ordenó al capitán Juan de Amézqueta la organización de una fuerte defensa por los 300 militares acantonados en el castillo de San Felipe del Morro.

El 25 de septiembre, Henrick atacó la ciudad de San Juan, sitiando el castillo del Morro y la fortaleza de la Gobernación, instalando su cuartel general en este último edificio y cambiando la bandera. Durante diez días, se dedicaron a saquear la ciudad, asaltar iglesias y quemar casas. Para aislar el castillo del Morro del resto de la ciudad, los sitiadores se dispusieron a construir trincheras y paredones sobre la explanada que hay enfrente.

TERRITORIO DE LA BATALLA DE SAN JUAN

Tras varios días de invasión, se habían a producir nuevos acontecimientos. Al amanecer del 5 de octubre de 1625, domingo festivo por ser el día de la fiesta de la Naval, se escuchó la voz de alerta desde la guardia situada en este bastión del Morro, que da a la bahía. Avisaban de cómo los holandeses se acercaban al foso del castillo trasladando un cañón por el interior de sus trincheras. El gobernador De Haro se presentó en el baluarte y, tras comprobar la gravedad del movimiento, ordenó disparar a la amenazante pieza de artillería enemiga. El cañonero español acertó en su tiro, deshaciendo el intento de ataque holandés y generando ocho bajas más entre los hombres de Enrico.

Minutos antes del mediodía, 50 soldados formaban en el interior del castillo escuchando atentos las instrucciones del ataque por sorpresa que había planeado el capitán Amézqueta por orden del gobernador. Aquellos hombres saldrían a plena luz del día, a un campo en el que los esperaban cientos de sitiadores holandeses. Pero estaban liderados por un experimentado capitán de origen guipuzcoano, nacido en San Sebastián.

A las 12 del mediodía, el ataque de los 50 soldados dirigidos por Amézqueta se ejecutó con rapidez y valentía desde el castillo del Morro hacia las trincheras de la esplanada. Estos eran apoyados con disparos de artillería desde los baluartes. La fuerte embestida sorprendió y dispersó a los holandeses que estaban acostados en aquellas trincheras de la esplanada frente a El Morro. Mientras los soldados ganaban las trincheras, Amézqueta se dirigió a la comandancia, que identificó por sus ropajes y las instrucciones para la reorganización de sus defensas. Tras varias escaramuzas, el capitán guipuzcoano fue a dar con la espada de un experimentados oficial holandés, llegando a creer el gobernador desde el castillo que era el propio general Bowdoin Henrick. Pero se trataba del sargento mayor Ussel, el más valiente y diestro de los sitiadores, que fue herido de muerte tras un corte de espada en el cuello.

CASTILLO DE SAN FELIPE DEL MORRO Y CIUDAD DE SAN JUAN

Al final del duelo le siguió una rociada de mosquetería holandesa, que fue el único daño que sufrieron los 50 defensores de Puerto Rico en su retirada. Volviendo a la seguridad del castillo del Morro, los hombres de Juan de Amézqueta cargaban con gran cantidad de mosquetes, venablos y alabardas arrebatadas al enemigo, que además se tenía que lamentar de casi 60 heridos, 10 soldados muertos y la pérdida de un valeroso sargento.

Como represalia por aquella acción, la artillería holandesa no paró de golpear durante el resto del día las castigadas murallas del Morro, desde las cuales apenas se pudo contestar por la escasa pólvora con la que se contaba en el interior del castillo.

Mientras tanto, por el mar un barco aliado español apoyaba las baterías de los defensores, poniendo en retirada el patache holandés que cerraba la bocana de acceso a la bahía y dejando alimentos a la resistencia.

Antes de anochecer, un grupo de militares civiles portorriqueñas consiguió capturar la lancha de la nave almiranta que comandaba el capitán de la Nieuw Nederlandt. Navegaban cautelosos a bordo de su canoa intentando llevar víveres al castillo del Morro, cuando se encontraron con esta flamante lancha holandesa armada con un pedrero a proa, más veinte soldados y su capitán. Estos tenían la misión de buscar alimentos para su tropa, pero nunca imaginaron caer sorprendidos por unos voluntarios armados que abordaron su embarcación. En el enfrentamiento, unos 16 resultaron degollados, otros 3 escaparon y 2 se rindieron.

LA RECUPERACIÓN DE PUERTO RICO POR JUAN DE HARO, POR EUGENIO CAJÉS

El 21 de octubre, Bowdoin Henrick incendiaba La Fortaleza y la ciudad. Los capitanes Amézqueta y André Botello decidieron poner fin a la destrucción y lideraron a 200 infantes en un nuevo ataque desde el castillo contra la vanguardia y la retaguardia del enemigo. Los sitiadores huyeron de las trincheras incapaces de defenderlas, levantaron el cerco a la ciudad, y trataban de refugiarse en sus embarcaciones. El contingente de militares regulares era apoyado por las milicias voluntarias portorriqueñas. Los barcos holandeses anclados en la bahía de San Juan fueron abordados por los puertorriqueños, quien a su vez se atrevieron a levantar en la orilla una trinchera y colocar algunos cañones con los que batir a la escuadra.

Tras una larga batalla, los soldados españoles y los voluntarios de la milicia de la ciudad pudieron defender la ciudad del ataque y salvar la isla de una invasión. Durante su retirada, la flota de las Provincias Unidas dejaba varado uno de sus barcos más grandes, y sufrieron otras averías importantes. Más de 400 invasores holandeses resultaron caídos o prisioneros en la contienda.

Luego, Henrick trató de invadir la isla atacando el pueblo de Aguada. Fue nuevamente expulsado por la milicia local y definitivamente abandonó la idea de invadir Puerto Rico.

COLUMNA DEL MORRO DEDICADA A JUAN DE AMÉZQUETA

No hay comentarios:

Publicar un comentario