29/08/2017

Monumentos a la Expedición México-Filipinas en memoria de Urdaneta y Legazpi


El monumento conmemorativo del IV centenario de la Expedición marítima México-Filipinas (1564-1964) está situado en la Barra de Navidad, en la costa mexicana del Pacifico. Es una gran lámina de mármol que por un lado muestra el rostro en bronce del cosmógrafo Andrés de Urdaneta y por el otro el del adelantado Miguel López de Legazpi.






En la ciudad de Urdaneta, sito en la región filipina de Pangasinan, se encuentra el edificio New Urdaneta City Hall. Justo en frente se levanta el monumento conmemorativo de Andrés de Urdaneta.





La escultura a Legazpi en Cebú se encuentra junto al primer asentamiento permanente de los españoles dentro de las islas Filipinas, en el lado izquierdo de la muralla del fuerte de San Pedro, en la Plaza de Independencia de dicha ciudad. Como consecuencia del terremoto de 2013, la muralla sufrió desperfectos que han sido reparados. En Asia es muy común utilizar barras de bambú como andamios.

En el centro de la misma plaza se levantó también un obelisco, el arco de Legazpi, dedicado a su memoria, que data del año 1855.






El memorial al Galeón Manila-Acapulco se encuentra en la plaza de México, en el barrio de Intramuros de Manila. Está compuesto de un monolito de piedra dedicado al Galeón de Plata o buque de trasporte de la Carrera de las Indias Orientales, y una placa a Andrés de Urdaneta, el descubridor de la ruta marítima.




La plaza de Legazpi está ubicada en el distrito de Arganzuela de la ciudad de Madrid. En ella se encuentra la estación de metro homónima y debe su nombre al adelantado de las islas Filipinas. Dentro de la glorieta de Legazpi está la estatua de Pegaso (caballo alado), que formaba parte del grupo escultórico La Gloria y los Pegasos de Agustín Querol en el Ministerio de Agricultura español, y desde 1998 es ubicado en la rotonda dedicada al adelantado de las islas Filipinas.



25/08/2017

Vascos en el final de la Reconquista en el siglo XV


En el siglo XIV, la participación de los vascos en la Reconquista fue mayor gracias al incremento de la extensión territorial de Castilla y del fortalecimiento de los vínculos con dicho reino. Este interés culminó en el siglo XV debido al desarrollo andaluz, fruto de la expansión atlántica castellana y de la incorporación del Reino de Granada. Andalucía se convirtió, para los vascos, en la base de las expediciones ultramarinas y un lugar estratégico en el control de las rutas comerciales, tanto oceánicas como las que unían el Atlántico con el Mediterráneo. Por eso, para llegar hasta este punto fue necesaria la reconquista total de la península y, por tanto, la liquidación del Reino de Granada, empresa en la que los marineros vascos pusieron todo su empeño y lealtad al Reino de Castilla.

La incorporación de los vascos a estas tareas fue fruto de contrataciones en sus lugares de origen o de convenios in situ. Los marineros vascos que participaron en estas expediciones y asedios no eran militares profesionales, ya que alternaban las profesiones de transporte, comercio y pesca con las propiamente bélicas. Estos marineros y sus barcos podían incorporarse a las flotas reales o servir de forma autónoma mediante el corso. La integración en tales actividades se hacía a través de relaciones de consanguinidad y vecindad, que constituían una especie de compañías en torno a sus jefes naturales.

PRINCIPALES ACCIONES MILITARES DE CASTILLA EN EL SIGLO XV

El siglo XV supuso el punto álgido en esta progresión debido a la aceleración del desarrollo andaluz, y en este marco las operaciones militares se multiplicaron.


En 1407, se organizó una flota compuesta de 39 navíos, en los que alternaban las embarcaciones cantábricas y andaluzas. Su objetivo era efectuar el bloqueo el estrecho de Gibraltar e impedir las relaciones entre el Reino de Granada y África. La Armada del Cantábrico reunía un total de 24 unidades del total, con mayoría de procedencia del Señorío. Las naos de Vizcaya estaban al mando de Robín de Braquemont, antiguo embajador francés, y de Fernán López de Estúñiga, mientras que las galeras fueron capitaneadas por Juan Rodríguez Sarmiento. El resultado final fue favorable a los castellanos.

Tres años después se reeditó la flota del Estrecho, constituida por 15 galeras, 5 leños, 6 naos y 20 balleneres. Según la crónica de Juan II, la participación vizcaína fue de tres galeras y un número indeterminado de balleneres, al mando de Ruy Gutiérrez de Escalante. La composición debió de ser similar a la de su antecesora, con predominio de veleros norteños y embarcaciones mixtas del sur, y su intervención fue realizada tanto en Sevilla como en Cádiz, limitándose a diversos apresamientos.

Simultáneamente, se efectuó el sitio de Antequera, donde se hallaban gentes vascongadas a las órdenes del infante Fernando. Durante la lucha sorprendió la muerte a uno de los más señeros linajes vizcaínos como fue Martín Ruíz de Avendaño, capitán de las naves de Castilla. Según Labayru, este caballero vascongado:
"... murió gloriosamente atravesado de un «pasador con yerba» y fue llevado a enterrar a la iglesia de Yurre (Arratia), donde los Avendaño de Bizkaia tenían su solar."
En 1412, las naves de Vizcaya, Cuatro Villas y Galicia formaron la expedición contra Ceuta.

nao espanola siglo XV inigo artieta armada vizcaya
NAO DEL SIGLO XV

La vigilancia del estrecho desde 1482, partió de la operación que se organizó para el asalto final al Reino de Granada. Se trataba de una armada mixta de galeras y veleros, en el cual se encontraban numerosos navíos vascos, como demuestran el nombre de sus capitanes.

La contribución de la provincia de Guipúzcoa fue de tres embarcaciones, que mantenía a su costa. La participación vizcaína debió de ser superior, aunque sólo existe constancia fehaciente de marinos de Tavira de Durango.

La participación vasca en dicha empresa se mantuvo activa en 1486, 1487 y 1488, años en que Díaz Mena y Garci López de Arriarán seguían siendo capitanes de los veleros castellanos. Y en 1490, la guarda del Estrecho contó con López de Arriarán y Juan de Lazcano como almirantes.

La Guerra contra Granada puso punto y final a la Reconquista y consiguió la unidad territorial de España. En ella participaron gran número de alaveses bajo el mando de su diputado general Diego Martínez de Álava.

Hernán Martínez de Izaguirre, nacido en Vergara en 1442, fue secretario de los Reyes Católicos y capitán de Infantería en la conquista de Granada, consiguió terrenos en dicho reino, como recompensa a sus servicios.

Domingo de Herrasti, nació en Azcoitia en 1450, fue señor de la casa solar de Errazti, uno de los caudillos más valerosos de la guerra de Granada, secretario y contador general de los Reyes Católicos, y veedor general de la costa del Reino de Granada.

Martin Ruiz Yurreamendi, nacido en Tolosa, señor de la casa-solar y palacio de su apellido, sirvió a los Reyes Católicos en el Reino de Granada con la gente que llevó de Guipúzcoa.

A partir de 1483, la flota cantábrica pasó al Mediterráneo para cortar la comunicación del Reino Granada con sus aliados africanos. En 1487, se ejecutó la toma de Málaga por tierra y mar. Las escuadras castellana y aragonesa estuvieron dirigidas por los almirantes Fadrique Enríquez y Galcerán de Requesens, secundados por los capitanes Antonio Bernal, Melchor Maldonado, Álvaro de Mendoza, Martín Ruiz de Mena y Garci López de Arriarán.


LIBERACIÓN DE LOS CAUTIVOS DE MÁLAGA POR LOS REYES CATÓLICOS,
POR JOSÉ MORENO CARBONERO

22/08/2017

Ignacio Embil


Capitán de galeón de la Escuadra de la Guarda de la Carrera de Indias a finales del siglo XVII

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IGNACIO EMBIL

Ignacio Embil pertenecía a la antigua casa solar de Auspaguindegui, ubicada en la guipuzcoana villa de Cestoa, donde nació a mediados del siglo XVII. Desde muy joven se dedicó a los oficios de la mar por vocación.

Su primera gran acción de combate integrado en la Real Armada española tuvo lugar el 22 de agosto de 1688 mediante la adquisición de patente de capitán de mar y guerra, concedida por el secretario real Gabriel Fernández de Quirós. En cuantas empresas se le encomendaron, sirvió siempre con la eficacia que en él se había confiado.

En 1692, estaba al mando del galeón San Ignacio, uno de los tres buques de guerra que componían la flotilla de Diego de la Vega Laso, marqués del Vado del Maestre. Esta viajaría en conserva de la flota de Tierra Firme, compuesta de los galeones Santa Cruz, Nuestra Señora de la Concepción, El Ángel y Los Animas.

Zarparon con mar calmo desde el puerto de Cartagena de Indias. Cuando en el paraje de La Vívora sufrieron las inclemencias de un fuerte huracán. Los demás barcos se retiraron como pudieron, pero Embil no se apartó de los buques que llevaban en conserva y pudo salvar a 770 hombres y 6 mujeres y extraer una gran parte del tesoro que los buques naufragados llevaban. Tras realizar un lamentable viaje a Cádiz con aquel exceso de carga y el barco averiado, el rey Carlos II le premió con un buque de más porte en los navíos de flota de la Nueva España y un hábito de las órdenes militares para uno de sus hijos Manuel y Pedro Ignacio, que también se hallaban empleados en la milicia.

10/08/2017

Nueva Recopilación foral de Miguel de Arámburu


El jurisconsulto Miguel de Arámburu, natural de la guipuzcoana villa de Tolosa, fue consultor de las Juntas Generales de Guipúzcoa y representante de esta provincial ante la Corte de Carlos II, en 1695.

Su concepción doctrinal se aprecia en la Carta de Miguel de Arámburu a la Provincia de Guipúzcoa y respuesta minuta de una Comisión de Caballeros Junteros de la misma Provincia, expedido en Tolosa en 1691.

La Nueva Recopilación de fueros, leyes, privilegios, ordenanzas, buenos usos y costumbres de la provincia de Guipúzcoa fue presentada en 1696, siendo la última obra digna de mención correspondiente al siglo XVII. Fue una de las principales obras que influyeron al padre Manuel de Larramendi a comienzos del siglo siguiente.
 
MIGUEL DE ARÁMBURU

La Nueva Recopilación suponía una actualización de los fueros guipuzcoanos, realizada en una época de Neoforalismo como fue el reinado de Carlos II. Supuso la culminación "aggiornada" de toda la tradición fuerista guipuzcoana, con argumentación isidoriana, sobre todo en el Proemio.

Su concepto de la tierra vasca y de su historia es el propio de la época que supone a los vascos descendientes de Túbal, nieto de Noé, venido de Armenia que llegó en Cantabria debido a la abundancia de recursos naturales y fundó la provincia de Guipúzcoa. La continuidad desde Túbal lo prueba la conservación del vascuence, "idioma natural de los primeros pobladores".

En cuanto a los fueros, defendió que esta legislación propia debía adaptarse a las nuevas circunstancias, sin que por ello se altere ni deba alterarse su substancia fundamental:
"... porque como las propiedades, y ocurrencias particulares de cada región son diversísimas, deben también aplicarse, y adaptarse las leyes a todas las circunstancias."
Arámburu fue el primero en asentar la doctrina clásica de las libertades forales guipuzcoanas y el primer recopilador de los preceptos forales escritos en parte pero dispersos unos y orales otros.

Sobre la nobleza universal de los guipuzcoanos, distinguía cuatro tipos de nobleza:
a. La natural primaria: dada por la naturaleza a determinadas personas por sus talentos o bellezas.
b. La natural secundaria: ganada por méritos o virtudes.
c. La teológica: conseguida por la gracia divina.
d. La política: concedida por los príncipes.

Para Arámburu, los guipuzcoanos poseían la natural secundaria, en virtud de haber sido ganada por los méritos de la independencia libre y continuada desde los primeros pobladores, no por haber sido concedida por reyes o príncipes. Por tanto, fueros y nobleza están por encima de la voluntad de reyes.

NUEVA RECOPILACIÓN DE LOS FUEROS DE GUIPÚZCOA

04/08/2017

Vascos y navarros en la Historia de España, por Jaime Ignacio del Burgo




Vascos y navarros en la Historia de España
Jaime Ignacio del Burgo, Laocoonte (Pamplona, 2007), 374 páginas

Vascos y navarros en la historia de España es un magnífico ejemplo de cómo al nacionalismo se le combate no ya desde la verdad, sino desde el rigor intelectual. No hace falta más para mostrar la realidad que obsesiona al nacionalismo vasco, y como el pasado está repleto de documentos que lo prueban, nada mejor que dejar a los historiadores profundizar en ello.

El resultado es este libro es heterogéneo pero con una solidez académica de fondo que demuestra que la historia de vascos y navarros sólo puede entenderse en relación con la del resto de españoles. Así lo afirma José María Aznar en el prólogo:
"Vascos y navarros están en la historia de España, y son ellos mismos historia de España."

Este libro, editado por Laocoonte y coordinado por Jaime Ignacio del Burgoreúne a un brillante grupo de historiadores.

José Andrés-Gallego proporciona la desmitificación necesaria del pueblo vascón, de sus comportamientos y actitudes; muestra la existencia de sentimientos de pertenencia diversos a lo largo de la historia, compartidos, superpuestos, variables. En su texto, el profesor Andrés-Gallego reivindica ante todo la complejidad tanto de los hechos como de la interpretación de los mismos. Complejidad que el nacionalismo reduce a unas pocas proclamas ideológicas que niegan cualquier legitimidad distinta de la que hacen suya.

Francisco Javier Navarro y Ángel Martín-Duque recorren la historia antigua de vascos y navarros para llegar a la conclusión de que no eran distintos, para lo bueno y para lo malo, de sus vecinos, y para resaltar que los vínculos mitológicos entre ambos pertenecen a la historia-ficción.

Alfredo Floristán, Juan B. Amores, Agustín González Enciso, Joaquín Salcedo y Rafael Torres Sánchez analizan la presencia de unos y otros en la Corte madrileña de las dinastía de los Austrias y de los Borbón, así como de su acceso a las estructura de poder del Nuevo Mundo. Una presencia habitual gracias al interés de todos su intervinientes, y repetida en otras regiones de España.

Miguel Alonso Baquer hace referencia de la aportación histórica de los militares vascos y navarros, repleta de figuras de primera magnitud que lucharon bajo la bandera española por la defensa de la nación y por sostener una misión histórica.

Javier Fortún Pérez de Ciriza aborda la relación de la iglesia navarra con la española a lo largo de casi dos milenios.

José Manuel Azcona y Carlos Mata se ocupan de la literatura navarra. Azcona repasa las lecturas navarras de Sabino Arana y muestra que, como en el caso de la filosofía, no hay tontería que no haya afirmado algún navarro en uno y otro momento; ni aberración histórica, cultural o racial que Sabino Arana dejara fuera de sus escritos. Eso sí, existió y existe una literatura que aportó algo más que los mitos y obsesiones que interesaron al fundador del PNV.

Jaime Ignacio del Burgo, brillante historiador, aporta el texto de mayor calado político, a propósito del Carlismo, y desmota dos mitos:

El primer mito se basa en la falsa creencia de que el Carlismo fue el antecesor del Nacionalismo vasco. Según Del Burgo, es un fenómeno ligado a la sucesión dinástica y, a través de ella, al destino de la nación española. Lo cierto es que los carlistas vascos y navarros lucharon, como otros, por España, o por una determinada idea de España y cualquier otra interpretación al margen de la realidad española parece fuera de lugar.
"La sangre de miles de voluntarios carlistas fue derramada por la causa de una España fiel a sus principios católicos, y fiel a la dinastía representante de dichos principios, la encabezada por Carlos V, y continuada por sus legítimos herederos."
"Los voluntarios carlistas acudieron a la llamada de su rey para sostener sus derechos al trono frente a la usurpación del mismo y defender los principios de legitimidad." (página 315)
En 2008, en tiempos de tormenta constitucional, el historiador recuerda la clave sobre la que se asienta el Amejoramiento del Fuero navarro de 1982: la Ley Paccionada de 1841.
"Se negoció por una diputación representativa de Navarra, aunque hubiera sido elegida al margen de las viejas instituciones. Era fruto de la nueva legitimidad surgida de la legalidad revolucionaria." (página 313)
Su origen se remite a dos realidades opuestas en los extremos pero que, como suele ocurrir en la historia, se mezclan, dando lugar a corrientes y acontecimientos históricos que perduran: la nostalgia del reino perdido y el incipiente Liberalismo.
"La Diputación de Navarra, en manos de los liberales triunfantes en la guerra civil, concurrió a Madrid y negoció la perdida de la condición de reino a cambio de una amplísima autonomía fundamentalmente administrativa." (página 317)
La Ley Paccionada de 1841 une la tradición navarra con las ideas constitucionales. Sin ella no puede entenderse el encaje constitucional y liberal del Fuero de 1982, tal y como explica Del Burgo.

Los vascos herederos de San Ignacio de Loyola, y los navarros herederos de San Francisco Javier, sólo supieron luchar por España, sólo supieron morir por la libertad tradicional española encarnada en sus fueros, y sólo supieron soñar con un futuro, el de la salvación cristiana.

El segundo mito combate es la falsedad de que el Carlismo fue un antecedente del terrorismo etarra. Nada tiene que ver la industria del crimen terrorista con los levantamientos temporalmente limitados, y sometidos a la autoridad católica, de los carlistas vascos o navarros.

En definitiva, esta obra aporta una buena cantidad de conocimiento de historia de España y sirve de antídoto eficaz contra el Nacionalismo vasco, integrista en Euskadi y anexionista en Navarra. 


ÍNDICE:

Prólogo de José María Aznar

Presentación de Jaime Ignacio del Burgo

I. Vascos y navarros en la Historia de España: algunas claves interpretativas; por José Andrés-Gallego

II. Las Raíces de la Antigüedad; por Francisco Javier Navarro

III. En torno a la identidad socio-cultural de los navarros en la Edad Media; por Ángel Martín Duque

IV. Navarra y la Iglesia español; por Luis Javier Fortún Pérez de Ciriza

V. Vascos y navarros en la Monarquía española del siglo XVI; por Alfredo Floristán

VI. Vascos y navarros en América; por Juan B. Amores Carredano

VII. El protagonismo económico de los navarros en la España del Siglo XVIII; por Agustín Gonzaléz Enciso

VIII. Representación política y presencia navarra en Madrid. La Navarra institucional en la Corte; por Joaquín Salcedo Izu

IX. Emigrantes y financieros navarros en la Corte madrileña; por Rafael Torres Sánchez

X. Presencia vasca en la milicia española; por Miguel Alonso Baquer

XI. Presencia navarra en la milicia española; por Miguel Alonso Baquer

XII. Vascos y navarros en la lucha por la legitimidad española: las Guerras Carlistas; por Jaime Ignacio del Burgo

XIII. Los pensadores navarros del siglo XIX y Sabino Arana; por José Manuel Azcona

XIV. La aportación de Navarra a la literatura española; por Carlos Mata

02/08/2017

Movimiento de la Hispanidad fundado por intelectuales vascos


La expresión Hispanidad apareció en la segunda década del siglo XX para denominar a las personas, países y comunidades que comparten la lengua española (o castellana) y poseen una cultura relacionada con España. En ella se incluyen a 29 naciones y algo más de 472 millones de personas, en África, América, Asia, Europa y Oceanía.

El Día de la Hispanidad es el 12 de octubre, día del descubrimiento del Nuevo Mundo en 1492, que conmemora la llegada de los primeros españoles a América. Esta fecha marca el nacimiento de una nueva identidad, producto del encuentro y fusión entre los pueblos y culturas indígenas existentes en el continente americano y en España.

El concepto de la Hispanidad se fue desarrollando como un movimiento filosófico, histórico y cultural que integra a todas las naciones y etnias de habla hispana a ambos lados del Atlántico. No incluye ninguna nota racial que pueda discriminar y dividir a los diversos elementos que integran las naciones hispánicas. Todas ellas han heredado un patrimonio homogéneo, transmitido por antepasados comunes, aunque luego cada una haya aumentado su herencia con nuevos bienes y nuevas aportaciones, que constituyen el patrimonio intangible y soberano de cada una de las naciones hispánicas.

La Hispanidad reúne a todos los pueblos hispánicos de nuestra gran familia de naciones, aunque con distintos nombres y significaciones.


BANDERA DE LA HISPANIDAD

El primer antecedente de la Hispanidad fue ideado por el poeta vasco Ramón de Basterra y Zabala, considerado la voz del futurismo, que trabajó como vate oficial de la revista Hermes.

A través de su poesía, Basterra fue manifestando su peculiar arte e  ideología, su deseo de renovación española tras el desastre del 98 y la liquidación de las últimas colonias del Imperio, su ideal de nuestra cultura vinculada a Roma, el concepto de la Hispanidad de todos los pueblos de la península Ibérica y de América hispano-parlante. Todos son hermanos en lengua, fe y tradición: la SobreEspaña, antecedente de la Hispanidad que definirían años después otros dos vascos llamados Zacarías Vizcarra y Ramiro de Maeztu.

El ideal de vida representado en el siglo XVIII por los ilustrados y liberales fue denominado por Basterra como Carlotercismo, refiriéndose al reinado de Carlos III. Este fue el símbolo de la renovación española que el poeta propuso, puesto que para él, el esplendor de la cultura europea se produjo en el siglo XVIII, es decir, en pleno Racionalismo.

La Hispanidad que Basterra relataba en sus obras en prosa, como La obra de Trajano escrita en Rumanía, y Los Navíos de la Ilustración escrita en Venezuela, hace referencia a los marinos ilustrados del siglo XVIII, hombres de ciencia y guerra, que llevaron en sus barcos los ideales liberales y progresistas con destino a las Américas. En estas obras, Basterra meditaba sobre la España imperial heredera de los valores de Roma.

En Los Navíos de la Ilustración, empezó a transformar el panorama cultural. Basterra se encontró en Venezuela con documentos de la Compañía Naviera Guipuzcoana de Caracas, fundada en 1728, y vio que los barcos del conde Peña Florida y del marqués de Valmediano, de cuya propiedad fueron después partícipes las familias próceres de Venezuela, como los Bolívar, los Toro, Ibarra, La Madrid y Ascanio, llevaban y traían en sus camarotes y bodegas los libros de la Enciclopedia francesa y de la Ilustración española. Por eso atribuyó Basterra la independencia de América al hecho de haberse criado Bolívar en las ideas de las Sociedades Económicas Amigos del País de aquel tiempo. Su error fue suponer que acaeció solamente en Venezuela lo que ocurría al mismo tiempo en toda la América española y portuguesa, como consecuencia del cambio de ideas que el siglo XVIII trajo a España.


RAMÓN DE BASTERRA

La decimoquinta edición del Diccionario de la Real Academia de la Lengua (1925) explicaba que la voz "hispanidad" era todavía un sinónimo de "hispanismo", un modo peculiar de hablar español que se aparta de las reglas comunes.

En la llamada Generación del 98, cuyo origen estuvo en la pérdida de los restos ultramarinos del antiguo Imperio español (1898), la pregunta sobre nuestra identidad fue casi obsesiva. En la definición y desarrollo del ideal de la Hispanidad tomaron parte varios intelectuales, literatos y filósofos pertenecientes a esta Generación, entre los que se encontraban algunos vascos como Ramiro de Maeztu, Zacarías Vizcarra, Ramón de Basterra, Miguel Unamuno o Pío Baroja.

En enero de 1913, la Unión Ibero-Americana de Madrid, inspirada por su presidente Faustino Rodríguez San Pedro, 
propuso instaurar el Día de la Raza entendida como Fiesta de la Raza española.

En 1917, la República de Argentina tomó la iniciativa y estableció durante la presidencia de Irigoyen la celebración del 12 de octubre como su Día Nacional "en homenaje a España, progenitora de naciones, a las cuales ha dado, con la levadura de su sangre y la armonía de su lengua, una herencia inmortal". El Día de la Raza es el nombre que fueron recibiendo en un principio las respectivas fiestas nacionales de la mayoría de los países hispanoamericanos.

Al año siguiente, en 1918, el gobierno de Antonio Maura, durante el reinado de Alfonso XIII, hizo oficial el 12 de octubre el día nacional de España con el mismo término.


BANDERA DEL IMPERIO DE LA MONARQUÍA HISPÁNICA

El primero en utilizar el término Hispanidad fue el sacerdote vasco, radicado en Argentina, Zacarías de Vizcarra y Arana, quien en 1926 propuso en Buenos Aires que se utilizarse el término Hispanidad para sustituir al de Raza, en el sentido de Día de la Raza por el de Día de la Hispanidad, y obtuvo amplia difusión en los ambientes hispanistas.

El argumento utilizado era que "si el concepto de Cristiandad comprende y a la vez caracteriza a todos los pueblos cristianos, ¿por qué no ha de acuñarse otra palabra, como ésta de Hispanidad, que comprenda también y caracterice a la totalidad de los pueblos hispánicos?"

Para Vizcarra era importante definir las dos acepciones análogas de la palabra Hispanidad:

1. significa el conjunto de todos los pueblos de cultura y origen hispánico diseminados por Europa, América, África y Oceanía. Era de índole geográfica.

2. expresa el conjunto de cualidades que distinguen del resto de las naciones del mundo a los pueblos católicos de estirpe y cultura hispánica. Tenía un carácter ético.

A Vizcarra se le atribuye la creación de la palabra Hispanidad, descrita en su publicación La hispanidad y su Verbo (1926) en Buenos Aires. Escribía en dicha publicación:

"de que no existe palabra que pueda sustituir a Hispanidad... para denominar con un solo vocablo a todos los pueblos de origen hispano y a las cualidades que los distinguen de los demás... significa, en primer, lugar, el conjunto de todos los pueblos de cultura y origen hispánico diseminados por Europa, América, África y Oceanía; expresa, en segundo lugar, el conjunto de cualidades que distinguen del resto de las naciones del mundo a los pueblos de estirpe y cultura hispánica."
Por esta definición, la inclusión del imperio portugués en la hispanidad parece clara, hasta porque no hay presencia española relevante en Oceanía, pero no es bien así. En 1936, el monseñor concretó que:
"...tenemos que España y su estirpe, es decir, toda la Hispanidad, debe cumplir todavía dos brillantes misiones en la Cristiandad, para salvar a la Humanidad en su más terrible crisis..."

ZACARÍAS VIZCARRA

Uno de los pioneros defensores de la Hispanidad fue el filósofo y literato Miguel de Unamuno y Jugo. Fue catedrático y rector de la Universidad de Salamanca y afiliado al Partido Socialista.

En 1927, Unamuno publicó un comentario a la obra La restauración nacionalista, del argentino Ricardo Rojas, en el que con el término de Hispanidad definía la comunidad de pueblos de habla española y encerraba en él "aquellas cualidades espirituales, aquella fisonomía moral, mental, ética, estética y religiosa".

Unamuno ya prefería referirse a la Hispanidad en lugar de Españolidad dejándolo escrito en un artículo, en el que afirmaba:

"Digo hispanidad y no españolidad para atenerme al viejo concepto histórico-geográfico de Hispania que abarca toda la Península Ibérica para incluir a todos los linajes, a todas las razas espirituales, a las que han hecho el alma terrena y a la vez, celeste de Hispania."
Unamuno se sentía "doblemente español, por vasco y por español".

Presentó la creación de una identidad hispana como un proyecto a largo plazo, basado en la relación de diferenciación e integración que existe entre España y las otras naciones del mundo hispánico. Además, destacó el papel primordial que desempeñó la lengua castellana en la construcción de esta identidad.

Mientras que Miguel de Unamuno razonaba el concepto de la Hispanidad de origen puramente español, y concretamente vasco, otro español y vasco llamado Ramiro de Maeztu lo lanzaba en su obra Defensa de la Hispanidad. Mientras Unamuno razonaba su concepto de Hispanidad como exiliado en Hendaya, Maeztu lo defendía como embajador en Buenos Aires.


MIGUEL DE UNAMUNO

Ramiro de Maeztu fue un observador de la realidad española, que sufrió el hundimiento de los negocios de su familia en Cuba, cuando la isla se emancipó de España en 1898. Vivió el Desastre del 98 en primera persona. Desde la relativa distancia de ser hijo de inglesa, estar casado con una inglesa y haber vivido quince años en Inglaterra, el gobierno del general Primo de Rivera le nombró en 1928 embajador de España en la República de Argentina.

Allí tuvo ocasión de tratar con Zacarías de Vizcarra, el introductor en 1926 de la idea de la Hispanidad, de quien recibió gran influencia de su filosofía y de este movimiento cultural emergente. Pero fue al regresar a España cuando Maeztu comenzó a desarrollar su defensa de la Hispanidad, precisamente el mismo año en el que se proclamó la II República.

El 15 de diciembre de 1931, Maeztu fundó en Madrid la revista católica y monárquica Acción Española. En su primer número publicó un artículo titulado La Hispanidad, que comienza:

"La palabra se debe a un sacerdote español y patriota que en la Argentina reside, D. Zacarías de Vizcarra. Si el concepto de Cristiandad comprende y a la vez caracteriza a todos los pueblos cristianos, ¿por qué no ha de acuñarse otra palabra, como ésta de Hispanidad, que comprenda también y caracterice a la totalidad de los pueblos hispánicos?"
"El 12 de octubre, (día del descubrimiento de América) mal titulado el Día de la Raza, deberá ser en lo sucesivo el Día de la Hispanidad. El concepto Hispanidad debe comprender y caracterizar a la totalidad de los pueblos hispánicos."
A lo largo de 1932 y 1933, Maeztu fue definiendo su idea de la Hispanidad, que quedó materializado en la primavera de 1934, cuando editó su libro Defensa de la Hispanidad. Se trataba de una recopilación de artículos editados en la revista Acción Española. Aquella defensa influyó de manera determinante en la consolidación de una alternativa política hispánica frente a las pretensiones globalizadoras del Comunismo soviético.

Para él, la Hispanidad es el resultado del Imperio español, una Monarquía misionera a la que el mundo designaba propiamente con el título de Monarquía católica.

"La Patria es espíritu. Ello dice que el ser de la Patria se funda en un valor o en una acumulación de valores, con los que se enlaza a los hijos de un territorio en el suelo que habitan."
Maeztu adoptó las dos acepciones geográfica y ética, que había propuesto con anterioridad Vizcarra, en un texto conciso y riguroso:
"La Hispanidad aparece dividida en veinte Estados lo que no logra destruir lo que hay en ellos de común y que constituye lo que pudiera denominarse la hispanidad de la Hispanidad."

RAMIRO DE MAEZTU

Para Maeztu, la Hispanidad se debe emplear para referir también al pueblo portugués y al mundo lusófono, como lo hace con el pueblo español y al mundo hispánico, porque este concepto abarca a dos realidades históricas y culturales distintas: la Lusitanidad y la Españolidad.

"No veo inconveniente en aceptar la distinción entre hispanidad, lusitanidad y castellanidad. Más aún, creo que será necesario complementarla con otra: la de hispanidad y españolidad, porque hay españoles, como los vascongados, que no nos sentimos incluidos en la castellanidad, pero sí en la españolidad y más aún en la hispanidad..."

Advierte, Ramiro de Maeztu para lo siguiente:

"... estar siempre prevenidos de que hispanidad tiene dos sentidos: el más amplio, que abarca también los pueblos lusitanos, y el más restringido, que los excluye."
El 12 de octubre de 1934, Zacarías de Vizcarra aprovechó el Congreso Eucarístico Internacional de Buenos Aires en el teatro Colón para convencer de la consolidación necesaria en la idea de la Hispanidad, su origen, denominación y conceptos, tomando las ideas de Maeztu y que se concretaban en una declaración titulada Apología de la Hispanidad:
"América es la obra de España. Esta obra de España lo es esencialmente de catolicismo. Luego hay relación de igualdad entre hispanidad y catolicismo, y es locura todo intento de hispanización que lo repudie."

DESCUBRIMIENTO DE AMÉRICA, 12 DE OCTUBRE DE 1492

Finalmente, el 12 de octubre de 1935 fue celebrado en Madrid como nuestra Fiesta Nacional con el nombre de Día de la Hispanidad. Ramiro de Maeztu pronunció un discurso en la Academia Española de la Lengua sobre el descubrimiento y la colonización de América. Y con el título El Día de la Hispanidad publicó un artículo en el número inaugural de Hispanidad, revista quincenal cuyo primer número está fechado precisamente el 12 de octubre de 1935. En el segundo número de esa revista puede leerse:
"La conmemoración de la fiesta de la Hispanidad. Con gran brillantez se ha celebrado este año el día de la Hispanidad. Toda España se ha sumado a su conmemoración. Y no solamente en España. En América, ni qué decir. En cuanto al extranjero, allí donde existe un núcleo de españoles se han reunido y han brindado por la cultura española."
(Hispanidad, nº 2, 1 noviembre 1935, pág. 26.)

Ese mismo día de la Hispanidad, en Sevilla, se inauguró el XXVI Congreso Internacional de Americanistas. El día siguiente, 13 de octubre de 1935, se inauguró una estatua del Cid Campeador en el centro de Buenos Aires con la presencia del presidente de Argentina, del embajador de España y de otras representaciones. Pronunciaron los obligados discursos oficiales dos oradores que no llevaban apellidos de origen español pero que supieron sentir y proclamar el ideal de la Hispanidad.


DEFENSA DE LA HISPANIDAD, POR RAMIRO DE MAEZTU

Un año después, en octubre de 1936, Ramiro de Maeztu fue asesinado en Aravaca (Madrid) por el bando republicano durante una saca de la cárcel de las Ventas tras el estallido de la Guerra Civil. La Defensa de la Hispanidad de Ramiro de Maeztu volvió a publicarse en 1938, durante la guerra civil, y su idea sentó una de las bases ideológicas de la España levantisca y alzada contra quieres pretendían convertir España en una república comunista y subordinada a la Unión Soviética.

Miguel de Unamuno fue desposeído del cargo como rector de la Universidad de Salamanca por el Gobierno de la República al dar su apoyo al bando franquista. El 12 de octubre de 1936 tuvo un grave enfrentamiento con el general Millán Astray, solucionado rápidamente por la intervención de doña Carmen Polo de Franco. El 31 de diciembre de 1936, falleció en Salamanca el polémico, original, desbordante, a veces contradictorio, tanto en su pensamiento como en su actividad política, Miguel de Unamuno.

Durante ese mismo año del estallido de la Guerra Civil, otro gran español llamado Manuel García Morente desarrolló la idea de la Hispanidad también en Buenos Aires. García Morente simboliza la "índole íntima del hombre hispánico" en la figura del "caballero cristiano", y esa figura la toma de otro vasco que no es un vasco cualquiera: San Ignacio de Loyola. El caballero hispánico es simbolizado entre el caballero cristiano del vasco universal San Ignacio de Loyola y el hombre de acción que Baroja describe en Memorias.

El designar Hispanidad como constelación espiritual superadora de la Región y de la Nación, a base de lengua y literatura fue afirmado en 1909 por Miguel de Unamuno, seguido por el Zacarías de Vizcarra en 1926; defendido por Ramiro de Maeztu en 1934. Y consolidado por los Institutos de Cultura Hispánica en todo el mundo.

Tras el final de la guerra, el 12 de octubre de 1939 tuvo lugar en Zaragoza la celebración oficial del día de la Raza con una especial devoción a la Virgen en el día del Pilar, pero sobre todo como Día de la Hispanidad, símbolo de la nueva política interior y exterior. En esta celebración participaron representantes de algunas naciones hermanas.

Germán Vergara, encargado de Negocios de Chile encabezó el discurso:

"Las fiestas de la Hispanidad han tenido en Zaragoza un escenario incomparable. El significado profundo de las fiestas fue la compenetración íntima del homenaje a la Raza y la devoción de Nuestra Señora del Pilar, es decir, el símbolo de la unión cada vez más estrecha de América y España. Chile participa con fervor en el homenaje que se rinde a la Hispanidad y se enorgullece de su origen y de sus firmes tradiciones hispánicas."


MAPA DE LA HISPANIDAD