En Beasain se conserva todavía el Palacio de Yarza o Igartza, famoso por sus ferrerías y su molino del siglo XV. La capilla de Igartza está prácticamente integrada en la Iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción, del siglo XVII, que domina la villa desde lo alto de una colina. Cerca del Caserío Dolarea se levanta una interesante cruz del término.
En el barrio de Loinaz se encuentra la Ermita de Nuestra Señora de Loinaz y la Basílica de San Martín, constituyendo un símbolo emblemático para la localidad el origen del franciscano descalzo que, en el santoral guipuzcoano, comparte honores con san Ignacio de Loiola.
En torno al Caserío Amunabarro en el que nació Martín de Loinaz, se levanta una basílica de estilo neoclásico, reedificada tras su destrucción en las Guerras Carlistas.
En el alto de Olaberria, se encuentra una de las mejores vistas del Goierri, un mirador natural en que se encuentra la Iglesia parroquial de San Juan Bautista, del siglo XVII, la Casa Consistorial y la Casa Cultural.
Un poco más adelante, en Idiazabal destaca la Iglesia parroquial de San Miguel, de portada románica en transición al gótico, y la Ermita de Kurutzeta, ambas del siglo XIII.
Una villa en la que aún hoy se advierte el esplendor de su pasado es Segura, cuyo casco urbano es un notable conjunto histórico-artístico en el que destacan edificios como la Casa Consistorial, antiguo Palacio de Lardizabal, del siglo XVII, la Casa Solar de Arrue, que presenta una de las pocas muestras de arte mudéjar en Guipúzcoa, la Casa Solar de Guevara y la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Asunción, magnífica muestra del gótico del siglo XIV, con un retablo churrigueresco. En la iglesia parroquial se encuentra una capilla dedicada a Santiago.
Santa Engracia, Santa Bárbara o San Sebastián cuentan con sendos templos en Segura. Interesantes son también los retablos y el Cristo gótico del Convento de Santa Isabel, fundado en 1519.
UNIVERSIDAD SANCTI SPIRITUS DE OÑATE
Cercano a Segura se encuentra Zerain, donde su iglesia se puede admirar un excelente Cristo crucificado de estilo románico. Por la misma carretera, aunque algo más lejano, se alcanza Oñate-Oñati, que cuenta con un importante conjunto monumental histórico-artístico entre el que se encuentra su renacentista Universidad Sancti Spiritus. De Oñati se sube por la sierra de Aitzgorri al Santuario de Arantzazu, uno de los más importantes monumentos contemporáneos Euskadi, donde se puede admirar obras de artistas de la talla de Eduardo Chillida, Jorge Oteiza o Néstor Basterretxea, entre otros muchos.
SANTUARIO DE ARANTZAZU
Contaba también con su correspondiente centro de atención a los peregrinos la villa de Zegama. Su hospital estaba enclavado donde encontramos hoy la ermita de Nuestra Señora de las Nieves, Ama Elurretakoa, y fue fundado por los dueños del solar de Aitamaren, cuya antigua casa se conserva. Junto a la plaza del pueblo se encuentra la iglesia parroquial de San Martín, cuya planta y puerta gótica de entrada son del siglo XV, si bien ha sufrido numerosas modificaciones a lo largo de la historia. Presidiendo la plaza se encuentra la Casa Consistorial, hermoso edificio en piedra de sillería con un pórtico arqueado.
La considerable distancia que debían recorrer los peregrinos entre el centro urbano y el túnel de San Adrián está bien surtido de ermitas, como la de Iruetxeta o la de san Pedro, entre otras. Esta última ermita ha sido reconstruida recientemente adquiriendo su aspecto primitivo. Acercándose ya a la boca fortificada del túnel, se encuentra la ermita de Sancti-Spiritus, antiguo hospital de templarios, a cuyos pies se ve la gran casa de mikeletes, actualmente convertida en refugio de montaña, que sustituyó a la existencia en el mismo túnel.
Desde la ermita-hospital, sólo resta alcanzar el collado en el que se encuentra el túnel, entre los montes Aratz y Aitzgorri, a la vista de Aketegi. Las primeras referencias a la Ermita de San Adrián, que a lo largo de la historia ha sido objeto de numerosas reformas y que en la actualidad no es más que una pobre edificación con poco más de un siglo de antigüedad, datan del siglo XI.
Junto a la cueva en la que, por una vez en la vida y por razones de altura, el mismísimo Carlos V tuvo que inclinar la cabeza, se encuentra el collado Lizarrate, otra vía de acceso al camino que se dirige hacia Álava-Araba en la que todavía pueden verse los escalones tallados en la roca.
La amplia y cómoda calzada que se encuentra nada más que atravesar el túnel ya hace presagiar etapas menos tortuosas que las guipuzcoanas. Aun así, existe la posibilidad de acceder a la cumbre de Aizkorri, en la que, junto a una balconada que ofrece unas vistas realmente excepcionales, se encuentra la ermita de santa Cruz, cuya cruz románica es una de las muestras de arte sacro más antiguas de la provincia.
El túnel de San Adrián es una pequeña horada que en tiempos remotos sirvió de drenaje a la cubeta cerrada que existe en su boca sur. Dos fuentes junto a la calzada indican la existencia aún de aguas subterráneas.
La cueva se utilizaba ya como paso en los siglos XI y XII. Testimonios del paso de los peregrinos quedaron grabados en las gruesas paredes. Por aquí transitaron el embajador veneciano Andrea Navagiero, el Patriarca de Alejandría, el alemán Cuelbis o el viajero Venturino, que nunca pudo olvidar la "espantosa oscuridad" del túnel, comparado por otros peregrinos con la tenebrosa boca del infierno.
Las dificultades naturales y el acecho de los ladrones fueron peligros que sufrieron los peregrinos, muchos fueron robados y algunos asesinados. Cuando la niebla o las violentas tormentas descargaban su ira, sólo las campanas de las iglesias eran capaces de señalar el camino.
Desde el lugar conocido como La Horca, en el límite entre Guipúzcoa y Álava, bajaba la Llanada el camino de San Adrián, que se bifurcaba en dos direcciones: la izquierda, hacia Zalduondo, y la derecha, hacia Galarreta. Antes de entrar en Zalduindo otro camino antiguo conducía a Araia; por ahí, en el despoblado de Aistra se encuentra la ermita prerrománica de San Julián y Santa Basilisa, una de las construcciones religiosas más antiguas de Álava, como demuestra su advocación a dos santos ya venerados en la liturgia visigótica y mozárabe.
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