El PNV traicionó a la II República


El PNV traicionó a la II República


En las distintas reuniones conspiratorias previas al Alzamiento Nacional el Partido Nacionalista Vasco había garantizado por activa y por pasiva que se pondría al lado de los sublevados si el golpe de estado que se preparaba era civil. En el supuesto de intervenir elementos militares y unidades del Ejército, los nacionalistas se mantendrían neutrales y sus fuerzas de choque, los mendigoizales, se responsabilizarían del mantenimiento del orden público en las principales capitales, iglesias y conventos.

El PNV, como siempre, ocultaba un as en la manga. Al desencadenarse las hostilidades, sin embargo, pretendieron sacar réditos políticos de la guerra y chantajearon al Frente Popular manteniéndose de brazos cruzados hasta obtener un Estatuto aprobado ilegalmente en la última sesión de las Cortes de la República celebradas en Madrid. Cuando las cosas empezaron a irles mal en los frentes de batalla, intentaron nuevamente negociar; esta vez con Franco, y trataron de convertir Bilbao en un protectorado inglés, en un segundo Gibraltar. Por último, el PNV se echó en brazos de los italianos con los que pretendieron suscribir un armisticio al margen de las fuerzas nacionales y de los propios vascos que peleaban en Bilbao defendiendo la bandera del Frente Popular. A cambio, esperaban que los Flechas Negras les concedieran una carta de Estado Libre Asociado al Gobierno fascista italiano rompiendo los pactos suscritos entre los gobiernos de Benito Mussolini y Francisco Franco. Era imposible que en ocho meses de Estatuto se pudieran cometer más felonías ni traiciones. Es la propia historia del PNV.

Tras la aprobación de forma ilegal por las Cortes, sin quórum ni debate parlamentario, del Estatuto de Autonomía Vasco, cuyo texto firma un presidente interino que no preside la sesión del Congreso y visa en dos ocasiones un presidente de la República, una vez en Madrid y otra en Valencia, para introducir cambios en la Ley, José Antonio Aguirre fue nombrado presidente de un País Vasco, reducido a la provincia de Vizcaya. Se le «eligió» primero por los partidos políticos, puestos de acuerdo previamente, y luego le «votaron» los alcaldes socialistas y nacionalistas al no poder celebrarse elecciones. Quedó investido como presidente del Gobierno provisional Vasco pero, a los pocos días, se auto designó presidente vitalicio y ministro de Defensa. Poco después, actuando como un dictadorzuelo cualquiera, en contra de las órdenes de la República, creó un Ejercito Vasco, una Marina de Guerra, nacionalizó empresas, intervino la Banca, puso a los funcionarios del Estado bajo sus órdenes, nombró su Estado Mayor Militar; cesó generales y mandó emitir papel moneda al igual que si de un país independiente se tratara. Al nuevo estado -la Republiquetta Vaticana, le llamaban los italianos- le impuso la ikurriña y el himno del PNV como símbolos propios. Su mandato real duró menos que un embarazo, ocho meses, durante los cuales los batallones y partidos nacionalistas trataron de crear un frente común para rebelarse contra la República y proclamar la independencia de Euskadi. Su alocada aventura acabó en junio de 1937.

Por otra parte, si como afirman muchos de sus dirigentes, el exilio (1939-1975) fue el gran basurero de la República, el Partido Nacionalista Vasco (PNV) y el Gobierno provisional Vasco fueron el principal estercolero. En su seno se incubaron las acciones más bochornosas y siniestras contra aquellos que habían perdido la guerra y eran sus compañeros de infortunio. El Servicio de Información vasco espió las actividades de los nazis en América del Sur, los movimientos y los planes de sus agentes después de haber tratado de convencer a Hitler de que entendería este su causa por ser parecida a la suya. La cara oculta de su trabajo fue perseguir a los partidos políticos de las democracias de Hispanoamérica, delatar los planes de sus disidentes a Estados Unidos y vigilar a los exiliados en beneficio propio. Así se da la dolorosa contradicción de que mientras Aguirre no deja de preconizar la independencia del País Vasco, sus agentes se infiltran en los movimientos nacionalistas portorriqueños, filipinos, panameños, dominicanos y cubanos y actúan como chivatos con el único objetivo de fomentar el colonialismo de Estados Unidos sobre sus respectivos países.

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