La Iglesia navarra se transformó radicalmente en la década de 1960, al compás de profundos cambios socioeconómicos, políticos y eclesiásticos, que modificaron no sólo la realidad navarra, sino el entorno español e internacional. A raíz del Plan de Promoción Industrial de 1964, Navarra, que era una sociedad esencialmente agrícola y rural, conoció un acelerado proceso de industrialización y urbanización, que cambió buena parte de sus fundamentos socioeconómicos y políticos. Las nuevas realidades sociales plantearon nuevos retos a la Iglesia, en especial en el terreno de las relaciones laborales y del movimiento obrero, parte del cual se desarrolló con su colaboración. En el contexto nacional el régimen de Franco entró en crisis y se comenzó a plantear su sustitución por un sistema democrático.
FRESCOS DE LA ADORACIÓN DEL CORDERO EN EL ÁBSIDE DE LA IGLESIA DE SAN MARTÍN DE ARTÁIZ |
Estas transformaciones coincidieron con el proceso de reforma abierto por el Concilio Vaticano II (1962-1965), que puso en tela de juicio buena parte de las pautas de comportamiento de la Iglesia preconciliar. La reforma litúrgica, el replanteamiento de la disciplina eclesiástica, etc. dieron pie a otras controversias de mayor calado.
En Navarra el Seminario Diocesano entró en crisis (1967-1968) y quedó reducido a la mínima expresión. El clero vivió una crisis de identidad, que provocó abundantes secularizaciones. Además se desmantelaron numerosos grupos y asociaciones religiosas. Mientras tanto proseguían las modificaciones en la organización de la diócesis, que se fueron sucediendo tanto en los arciprestazgos como en las zonas pastorales a partir de 1969-1971.
Eran los cambios que supusieron el cierra de una etapa histórica y la apertura de otra, en la que se inserta el presente que hoy vivimos.
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