Veedor general y consejero real de los Estados de Flandes en 1615, gobernador y capitán general de Canarias en 1625, virrey de Navarra en 1634, y gobernador y capitán general de Galicia en 1638
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Francisco González de Andía Irarrazabal y Zárate nació en Santiago de Chile, en el Virreinato del Perú, en 1576, aunque el historiador Pablo Gorosabel ubica su nacimiento en Tolosa. Provenía de familia guipuzcoana e hidalga, pues su padre, Francisco González de Andía Irarrazabal y Martínez de Aguirre, había nacido en Deva y era señor de las casas solariegas de Andía y de Irarrazabal, y su madre fue Lorenza de Zárate y Recalde. Su padre fue protagonista en la conquista del Virreinato del Perú, gobernador de la Capitanía general de Chile y caballero de la Orden de Santiago. Comenzó a servir desde su juventud en los Estados de Flandes y en otras partes corriendo por los grados de aventajado, entretenido, capitán de Infantería, picas, arcabuceros de a caballo, de corazas, de lanzas. Fue comisionado para la expulsión de los moriscos del Reino nazarí de Granada, en 1609, y nombrado para acompañar hasta Francia al duque de Mayne en nombre del rey, cuando vino a efectuar los casamientos de las personas reales a España. En 1614, sirvió de maestre de campo en el socorro de la plaza de Mármora con gente a su costa propia. Había tenido especial comisión de Felipe III para ejecutar la prisión de Rodrigo Calderón, su desgraciado valido. Entre 1615 y 1617, fue veedor general de los Reales Tercios de Infantería desplegados en Flandes, cargo de gran responsabilidad ante el inminente comienzo de la Guerra de los Treinta Años, en 1618. Al frente de esta Veeduría General, trató de establecer una Junta de Hacienda por petición del Real Consejo de Estado, pero resultó infructuoso al negarse el capitán general Ambrosio de Spínola y el archiduque Alberto, con quienes tuvo enfrentamientos. Según el criterio de González de Andía, el general se hacía cargo de las cuentas de tesorería que no le correspondían, incrementando partidas indebidas y generando mayor coste a la Real Hacienda española. A su vez, Spínola le acusó de falsificar la contabilidad de su Veeduría y encarceló en el castillo de Amberes. Otro de los generales en Flandes, Íñigo de Brizuela y Urbina, interfirió en la Corte de Madrid a favor de González de Andía, quien fue liberado pero perdiendo su cargo y funciones en la Veeduría General flamenca. Una vez en la Corte, denunció el deficitario estado en el que se encontraban los soldados y las armas de los Tercios de Flandes, así como una decadente jurisdicción militar frente a la civil. Pero todas sus propuestas no se tomaron en cuenta para no incomodar al archiduque Alberto.
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