23/09/2017

Juan Pérez de Loyola


Marino y capitán encargado de trasladar a Boabdil desde Granada a África

Juan Pérez de Loyola era natural de Deva, Guipúzcoa, nacido a mediados del siglo XV. Fue destacado por encargarse del traslado del último rey moro de Granada, Boabdil el Chico, a tierras de Berbería, en los primeros meses del año 1493, tras la toma del último reducto islámico en la península por los Reyes Católicos.

Pérez de Loyola fue el capitán de la nao que transportó a Boabdil. La flotilla fue preparada por Ínigo de Artieta, el armador y almirante de la Real Armada de Vizcaya. Con el traslado de Boabdil a África se puso fin a casi ocho siglos de historia musulmana en la España peninsular.

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RENDICIÓN DE GRANADA Y ESCUDO DE LOYOLA

18/09/2017

Sancho VII en la Batalla de las Navas de Tolosa


La Batalla de Las Navas de Tolosa, datada el 16 de julio de 1212, fue una de las más decisivas de la Reconquista. Permitió extender los reinos cristianos, principalmente el de Castilla, hacia el sur de la península Ibérica, entonces dominado por musulmanes, y frenar la invasión del Ejército almohade. La contienda tuvo lugar cerca de la población jienense de Las Navas de Tolosa.

Fue el resultado de la Cruzada organizada por el rey Alfonso VIII de Castilla, el cronista navarro y arzobispo de Toledo Rodrigo Ximénez de Rada y el papa Inocencio III contra los musulmanes que dominaban Al-Ándalus desde mediados del siglo XII.

Las tropas castellanas estaban lideradas por Alfonso VIII, encabezadas por el señor de Vizcaya Diego II López de Haro, y formadas por 20 milicias municipales, a las que hay que sumar las tropas de los reyes Sancho VII de Navarra, Pedro II de Aragón y Alfonso II de Portugal, y varias órdenes militares.

Varias obras reflejaron el momento decisivo de la batalla, cuando Sancho VII el Fuerte se enfrentaba a la temida Guardia Negra de los almohades que luchaban atados con grilletes al suelo. En la imagen aparece a caballo, superando las cadenas de la guardia formada por esclavos negros africanos que protegían el palenque del sultán Miramamolín (Muhammad An-Nasir). Esta embestida supuso la puesta en huida del Ejército almohade y la consecuente victoria de la hueste hispánica cristiana.

En el Palacio de Navarra, sede del Gobierno Foral de Navarra en Paplona, expone en su interior dos representaciones de la contienda. Uno de ellos se encuentra en el Salón del Trono. Batalla de las Navas de Tolosa es un óleo sobre lienzo pintado en 1864 por Francisco Aznar, formando parte de una serie de doce pinturas sobre la historia del Reino de Navarra en la Edad Media.


BATALLA DE LAS NAVAS DE TOLOSA, POR FRANCISCO AZNAR

La otra representación ubicada en el Palacio de Navarra es un impresionante tapiz realizado en 1950 por Vicente Pascual que fue llamado Sancho el Fuerte o Cadenas. Está basado en el diseño preliminar realizado por Ramón Stolz en óleo sobre lienzo.


SANCHO EL FUERTE, POR VICENTE PASCUAL

Este óleo de Marceliano Santa María, llamado El triunfo de la Santa Cruz en la batalla de las Navas de Tolosa, fue pintado en 1892. En la actualidad se encuentra en el Museo Marceliano Santa María de Burgos.


EL TRIUNFO DE LA SANTA CRUZ EN LAS NAVAS DE TOLOSA, POR MARCELINO SANTA MARÍA

La Batalla de Las Navas de Tolosa es un óleo sobre lienzo realizado por Francisco de Paula Van Halen en 1864.

Posiblemente, de todas las obras que hacen referencia a la batalla, la más importante sea esta. Aunque perteneciente al Museo del Prado, se haya depositada desde 1879 en el Palacio del Senado en Madrid. Tomó parte de la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1864.

En la zona centro-derecha del cuadro aparece a caballo el rey Alfonso VIII y, junto a él, también a caballo, al arzobispo de Toledo, el navarro Rodrigo Jiménez de Rada, con su mano derecha levantada. En cambio no se distingue a Sancho VIII.

LA BATALLA DE LAS NAVAS DE TOLOSA, POR FRANCISCO DE PAULA VAN HALEN

En la Colegiata de Santa María de Roncesvalles, una preciosa vidriera representa el momento en el que Sancho VII asalta las cadenas que protegen al califa Miramamolín. En esta Sala Capitular, también llamada Panteón de Sancho VII, se encuentra la tumba del rey pamplonés y una trozo de la cadena que desde entonces simboliza la bandera de Navarra.


VIDRIERA DE LA BATALLA DE LAS NAVAS DE TOLOSA EN EL PANTEÓN DE SANCHO VII

Englobado en el Ejército del Reino de Castilla y a las órdenes de Alfonso VIII estaba el señor de Vizcaya, Diego II López de Haro, y sus huestes del Señorío, los cuales lideraron la vanguardia del ataque castellano.

DIEGO II LÓPEZ DE HARO

Otros pintores de que expresaron esta contienda bélica durante la segunda mitad del siglo XIX fueron Antonio Casanova y EstorachVíctor Morelli y Horace Vernet.


BATALLA DE LAS NAVAS DE TOLOSA EN LA HISTORIA GENERAL DE ESPAÑA

CARTEL DE FIESTAS DE SAN FERMÍN EN CONMEMORACIÓN DEL VII ANIVERSARIO DE LA BATALLA DE LAS  NAVAS DE TOLOSA (1212-1912)

15/09/2017

El vasco que salvó al Imperio español, por José Manuel Rodríguez




El vasco que salvó al Imperio español. El almirante Blas de Lezo
José Manuel Rodríguez, Editorial Áltera (2008), 270 págs.


El Imperio en el que no se ponía el Sol fue obra de todos los españoles, de todas las regiones y de todas las clases sociales. Los vascos estuvieron presentes en América con la espada, el timón, el púlpito y el legajo. Desde virreyes a frailes y desde comerciantes a marineros.

Uno de estos vascos al servicio de España fue Blas de Lezo. En 1741 se enfrentó a una armada inglesa que quería conquistar Cartagena de Indias y desde esa plaza hacerse con toda la América española. El almirante Blas de Lezo luchó y venció en una batalla impresionante que, sobre el papel, tenía perdida.

El vasco que salvó al Imperio español cuenta la vida de este héroe que fue enterrado en el olvido no por los ingleses, sino por los propios españoles. Después de la novela El día que España derrotó a Inglaterra, Ediciones Áltera publica esta biografía sobre un personaje que en otros países más amables con sus compatriotas sería un modelo.

El autor, José Manuel Rodríguez, no se limita a narrar la vida del almirante y la batalla. Su libro describe de una forma extraordinariamente amena el nacimiento del Imperio español de las Indias y su funcionamiento, tanto militar como económico. Así se comprende toda la labor de conquista y colonización de un inmenso continente hecha por España.


Índice:

Prólogo

I. España y América en el siglo XVIII
II. Los orígenes de Blas de Lezo
III. La guerra de Sucesión a la Corona de España
IV. Destino: las Indias
V. Blas de Lezo en el mar del Sur
VI. Operaciones navales en el Mediterráneo
VII. Las consecuencias del Tratado de Utrecht
VIII. La política del gobierno británico
IX. Cartagena de Indias y sus fortificaciones
X. El almirante Lezo en Cartagena de Indias
XI. Preparativos de guerra
XII. Las primeras operaciones navales
XIII. Los ingleses sorprenden y capturan Portobelo
XIV. La guerra durante 1740
XV. El reclutamiento de los color norteamericanos
XVI. Los planes del almirante Vernon
XVII. El espionaje español: el paisano de Jamaica
XVIII. El ataque inglés contra Boca Chica
XIX. Las medallas de Vernon
XX. Desastre angloamericano en el cerro de la Popa
XXI. Los últimos combates
XXII. Consecuencias de la batalla
XXIII. Los protagonistas británicos: Vernon y Washington
XXIV. Los vencedores: el virrey Eslava y el almirante Blas de Lezo

Conclusión

Biografía

14/09/2017

Mantenimiento de los Regimenes forales vasco y navarro en el siglo XVIII


El siglo XVIII entró con el cambio de dinastía real española, de los Austrias a los Borbones. Felipe V fue proclamado rey por las Juntas provinciales de Guipúzcoa y Álava y por la del Señorío de Vizcaya en diciembre de 1700.

El apoyo de los territorios vascos por la causa borbónica durante la Guerra de Sucesión sirvió para la preservación de sus tradicionales ventajas forales por parte de la nueva dinastía reinante. Además, supuso para los vascos y navarros un ascenso en las jerarquías y estructuras estatales de poder económico, financiero, político, eclesiástico y militar, que aprovecharon para encumbrarse por encima del resto de españoles.

En el fondo, el mantenimiento del tradicional sistema foral constituyó la razón de ser de la conducta colectiva de los vascos en su relación con el resto de España en tiempos modernos, y representó la causa última de que esa relación venga siendo conflictiva desde hace más de un siglo.

FELIPE V DE BORBÓN

Al morir el último de los Austrias, la viuda de Carlos II, Mariana de Neoburgo, se refugió en el Labort francés, la única provincia llamada "de vascos" por la literatura vizcaína, y eligió como confesor a un guipuzcoano que enseñaba en Salamanca, Manuel de Larramendi. Este jesuita escribió una Corografía de Guipúzcoa, que constituyó la primera afrenta pública al concepto de España. Intentó crear una identidad vascongada superior a la identidad vizcaína que durante los siglos XVI y XVII inventaron los literatos apologistas.

Desde que los padres apologistas, Zaldívia, Garibay y Poza, inventaran una supuesta realidad, otros siguieron ampliándola desde su propia perspectiva apologética, como Floranes, Echave, Murillo Velarde, Martínez de Isasti, Mayans y Mariana, etc. Pero nadie logró alterar la trama mitológica vascófila como Larramendi, pues en 1750, escribió una corografía o estructura descriptiva sobre Guipúzcoa de carácter etnográfico.

A este pensamiento de mitomanía vascófila fueron añadiéndose las aportaciones de algunos legitimistas agramonteses navarros y vascofranceses, entre otros el padre Moret, Pedro de Axular, Arnaud Oihenart de Mauleon, etc. los cuales empezaron a ocultar la preferencia del bando beaumontés hacia la Monarquía hispánica desde 1512 y la consolidada integración de la Navarra peninsular en España.

Su argumento culturalista consistió en la reivindicación de una Vasconia unitaria aunque dividida en dos áreas específicas, citerior o ibero-aquitana (navarra y ultrapirenaica) y ulterior o cantábrica (gascona y vizcaína), sin solución de continuidad etnolingüística entre ambas: la primera, territorio vascón originario, y la segunda, área vasconizada entre los siglos V y VI. En el trasfondo de esta interpretación se escondía ya la idea de una gran Navarra euskalduna concebida desde la fidelidad y mentalidad francófila de alguno de sus defensores como una suerte de protectorado ibérico o marca hispánica occidental al servicio del reino de Francia.

Así pues y en definitiva, la idealización romántica de lo vasco en tiempos más modernos tuvo en sus orígenes esas dos justificaciones contradictorias:

1. la preservación de los fueros, por parte vasco-española.

2. la recuperación del trono navarro para los reyes borbones de Francia, por parte vasco-francesa.

DE LA ANTIGUEDAD DE VASCUENCE Y ESCUDO DE FE Y LEALTAD

En todo caso, la consolidación de la foralidad y los privilegios vascos con los primeros Habsburgo fue seguida, ya en el siglo XVIII, de una corriente intelectual liderada por legisladores y juristas autóctonos como Pedro Fontecha y Salazar y Manuel de Larramendi. Este movimiento pretendía el afianzamiento a ultranza de estos privilegios, confeccionando un cuerpo doctrinal basado en la autoctonía y la autosuficiencia jurídico-administrativa de Vasconia. Como consecuencia, generaron argumentos vascófilos además de los primeros ribetes de irracionalidad frente a quienes se atrevieron a cuestionar los fueros y ventajas vascos en tiempos venideros.

Fontecha y Larramendi pueden ser considerados como los primeros ideólogos de un Vasquismo moderno con consecuencias jurídicas tangibles, de tal modo que fueros y honor fueron reclamados como derechos inmanentes, inalienables e innegociables de la población vasca en su relación con la Corona, en una suerte de enroque anticipatorio de lo que quizás se intuía como un cometido extraordinariamente difícil: conservar en adelante las vetustas ventajas en un mundo cada vez más extenso, complejo e inaprensible, en el que las inmensas oportunidades abiertas en el vasto continente americano, el bullir ideológico-religioso de Europa (alimentado por la racionalidad de la Reforma protestante y el rigor del jansenismo agustiniano) o, en fin, el poder cada vez más super-estructurado y centralizado de los ambiciosos Estados europeos, venían a alterar y a amenazar la estrecha y segura concepción de la existencia y la vida sociopolítica de las pequeñas provincias vascas.

CIUDAD DE SAN SEBASTIÁN, SIGLO XVIII

Pues bien, en esta línea, Larramendi llegó incluso a plantear de modo inequívoco la reunión organizada de todos los territorios de habla vasca en las Provincias Unidas del Pirineo. Con esta idea, se situaba en una posición política claramente vindicativa y rebelde en un momento histórico de decadencia imperial española y en el que las zonas fronterizas de Europa eran particularmente susceptibles de entrar en intercambios y acuerdos territoriales entre las diversas dinastías reinantes. Larramendi, además, no se quedó en el Pirineo sino que aludió claramente a un levantamiento conjunto con los "reinos descontentos" de la Corona de Aragón (que habían visto abolidos sus Fueros y Derecho Público con la Guerra de Sucesión) apoyados por Inglaterra.

Esta postura tan crítica y radical explicitada por Larramendi en sus Conferencias encontró la oposición activa del Consejo de Castilla, de las Juntas Generales e incluso de la Compañía de Jesús. Y al final, como tantos vasquistas que le siguieron, Larramendi retrocedió con el paso de los años para llegar a la conclusión pragmática y calculada desde su retiro de Loyola de que era preferible entenderse con los castellanos, porque, señala textualmente: "...a pesar de indigestiones y emocioncillas de nuestra libertad, siempre nos han hecho justicia". Guipúzcoa, concluye Larramendi, es un "rincón sujeto a Castilla" pero con existencia propia anterior.

11/09/2017

Fortún Garcés


Último rey de Pamplona de la dinastía Íñigo que tuvo un largo cautiverio en Córdoba

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FORTÚN GARCÉS EL MONJE Y CRIPTA DEL MONASTERIO DE LEYRE

Fortún Garcés
 nació en el año 870. Fue hijo del rey García Íñiguez y de la reina consorte Urraca de Aragón, y conocido como el Monje o el Tuerto.

Estuvo preso en Córdoba desde que fue capturado en el 860, tras la invasión de Pamplona por parte de Mohamed I. Tras plegarse a sus deseos y pagar un fuerte rescate, fue liberado en el 878. Como su padre había muerto en 870, ese mismo año fue coronado rey de Pamplona, el último de la dinastía de los Íñigo. Durante su cautiverio andalusí gobernó como regente García Jiménez, hijo de Jimeno García de la dinastía Jimena.

Su reinado se caracterizó por una situación de debilidad, sufrió varias expediciones de castigo por parte de los ejércitos de Córdoba y de sus aliados del Ebro, los Banu Qasi, que ya habían superado las controversias anteriores con la capital cordobesa y actuaban nuevamente como verdaderos conversos del Islam.

Perdió algunas fortalezas por las fuerzas militares de Lope ibn Muza como Castro Salviniano, cerda de Luesia, en 891, y Aibar, junto a Sangüesa, en 892. Pero posteriormente entabló buena relación con el Banu Qasi Lope ibn Muhammad.

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PARTIDOS NOBILIARIOS EN EL SIGLO XIX

Estuvo casado posiblemente en 845 con 
Oria (Aurea), de filiación desconocida. Tuvo varios hijos: Iñigo Fortúnez, Aznar Fortún, Blasco Fortún, Lope Fortún y Oneca Fortúnez. Esta última se casó, posiblemente en 847, con el emir de Córdoba Abd Allah, tuvieron a Muhammad, y también casada con su primo-hermano Aznar Sánchez de Larraún y, de ese matrimonio, nació Toda Aznárez, que luego fue la esposa de Sancho I Garcés.

En 905, abdicó retirándose tras los muros del Monasterio de Leyre. La causa fue el descontento de los nobles pamploneses ante el modo en que Fortún estaba llevando los destinos del reino y decidieron prescindir de él, de acuerdo con algunos miembros de su propia familia. La única mención que aparece en las fuentes dice que "surrexit in Pampilonam Sancio Garseanes", esto es que Sancho García (Sancho I Garcés) se levantó para desposeer el trono.

Sancho I Garcés era hijo de García Jiménez, quien había sido regente durante el cautiverio. Este rey ampliaría el reino con la incorporación de las tierras riojanas y la zona media navarra, bajo la cual el reino alcanzó una mayor extensión territorial a costa del islam y de los señoríos cristianos vecinos.

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DINASTÍAS ÍÑIGO Y JIMENO

01/09/2017

Machín de Arsu


Líder de la vanguardia de ataque del Ejército castellano-vasco de Alfonso X que liberó Fuenterrabía en el sitio de 1280 por las tropas navarro-francesas de Felipe III

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ESCUDOS DE ARMAS DE ARSU

Natural de Fuenterrabía, donde nació Machín de Arsu a finales del siglo XII. Era señor del Palacio y Casa solar de Arzu en Cornuz (Gornutz). Se le atribuye una gran victoria obtenida sobre los franceses el 20 de diciembre de 1280, en el punto de Cornuz.

En 1280, el rey de Francia Felipe III el Atrevido atacó por sorpresa a Fuenterrabía con un Ejército franco-navarro. Este rey era regente de Navarra ya que consiguió casar a su hijo, el futuro Felipe IV de Francia, con su prima Juana I de Navarra, última reina de la casa de Champaña, que había llegado al trono con tres años de edad, convirtiéndose en el rey Felipe IV de Navarra.

El rey de Castilla, Alfonso X el Sabio, aguardaba un posible encuentro diplomático con el rey de Francia en las llamadas Conferencias de Bayona entre sus embajadores. Pero Felipe III tenía pretensiones de recuperar la ciudad de Hondarribia para Navarra, como ciudad portuaria del reino, tras la vinculación de Guipúzcoa al Reino de Castilla en 1200.

Sucedió entonces el primero de los varios sitios que esta ciudad sufriría en los sucesivos siglos por un Ejército de franceses y en ocasiones aliado y acompañados de navarros. Según la crónica: "y haciendo el daño posible en su comarca tomo un passo estrecho a la parte de Poniente de la Villa, y alojo sobre el su gente estendiendola hasta el termino llamado Cornuz a la falda Oriental del Promontorio Olearso".

Cuando recibió estas noticias, Alfonso X avanzó desde San Sebastián con sus tropas hasta detenerse en lo alto del monte Jaizkibel. Reunió a las personas de más experiencia y con mayor conocimiento de la zona. Asistieron a esta junta algunos vecinos y naturales de Hondarribia que vivían fuera de sus muros. En la reunión estaba presente Machín de Arzu, quien propuso al rey servir de guía a sus tropas para llevarlas a caballo por un camino hasta un punto en el que atacar a los franceses por sorpresa. Además, aconsejó que para marchar sin hacer ruido, es decir "para no ser sentidos de los enemigos mandase que las herraduras de los cavallos fuesen atapadas y cubiertas con paños para que no sonasen hasta que no estuviesen sobre ellos, y para que fuesen conocidos entre si sobrevistiesen sus camisas y caminasen con silencio y veria como succederia bien".

Ante tal muestras de prudencia y valor, Alfonso X confió en su experiencia para organizar su plan de contraataque. Mandó cubrir los cascos de sus caballos con telas, se colocaron las camisas por encima del resto del equipo para diferenciarse de los franceses, y avanzaron en silencio por caminos poco conocidos de Jaizkibel. Antes del amanecer llegaron por sorpresa al campamento principal del Ejército francés.

ALFONSO X DE CASTILLA Y FELIPE IV DE NAVARRA

Aquella vanguardia de ataque logró que el combinado franco-navarro abandonase sus tiendas y sus pertrechos, y huyeron en desorden. Según la crónica: "Cavallero Machin lo fizo también hiriendo y matando hasta llegar a la tienda del dicho Rey de Francia que estaba cerca de un rio", defendida por nobles franceses "de alta guisa". Mató a cinco de ellos "y al mesmo rey le expuso a trance de perder la vida". Felipe III de Francia consiguió escapar y huir con el resto de sus tropas.


Cuando Alfonso X el Sabio tuvo conocimiento del resultado de la acción dirigida por Machín de Arzu y "de lo bien que lo avia hecho, y que por el se avia dado orden de desbaratar el campo de su contrario" quiso conceder grandes mercedes al caballero hondarribiarra.

Además, en recompense a los servicios prestados el rey Alfonso X otorgó a Machín el término de Cornuz y una porción de terreno de Fuenterrabía. Todo ello se hizo constar en el certificado que aún conservan con veneración en la casa solar de Arsu.

Según asegura en 1620 el maestre de armas Diego de Urbina, desde entonces el escudo de la casa de Arsu o Arzzu lo forman "un castillo de oro en campo de gules, que es colorado, al pié de un río con cinco cabezas cortadas y en lo alto del castillo tres flores de lis de oro, y por orla ocho panelas verdes en campo de oro". Las cinco cabezas cortadas hacían alusión a los cinco nobles franceses abatidos por Matxin de Arzu junto a la orilla del río en la que se encontraba la tienda del Felipe III.

Desde entonces, este escudo tallado con el lema "Soy de Arzu" se encuentra en la fachada de la casa solar de Arzu, situada en el número 4 de la calle Ubilla de Hondarribia. Se trata de un edificio construido a comienzos del siglo XVII, cuando el linaje de Arsu se traslado a vivir intramuros.

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CALLE MACHÍN DE ARSU EN FUENTERRABÍA