30/01/2016

Humanismo cristiano y legitimidad jurídica por vascos y navarros en la Colonización de América


La expansión del Cristianismo por el Nuevo Mundo que descubrió la Monarquía española a finales del siglo XV fue un objetivo esencial de la Iglesia, marcando la trayectoria durante siglos, y constituyó un esfuerzo incluso mayor que el colonial.

El descubrimiento, la conquista y la colonización de América engendraron un numeroso grupo de pensadores políticos y eclesiásticos, teólogos y juristas, que especularon sobre los derechos de España en el Nuevo Mundo y sobre la manera de gobernar a los hombres recién descubiertos, y de cronistas e historiadores que registraron el pasado de los pueblos indígenas y los grandes acontecimientos que en ese tiempo y como consecuencia del contacto hispano-americano estaban verificándose.

En pleno Renacimiento, el Humanismo cristiano español se cuestionó las causas de la conquista del Nuevo Mundo y sus métodos de civilización de indios. Entre los primeros eclesiásticos misioneros y humanistas destacaron las figuras de Las Casas, Montesinos, Vitoria o Zumárraga, entre otros, denunciaron los abusos y excesos de los conquistadores ante la Corte de Carlos V en Valladolid y solicitaron leyes protectoras de Indias.

El planteamiento evangelizador del Nuevo Mundo la cuestión de la legitimidad moral de la colonización incluyó e implicó, desde el principio, también a numerosos laicos responsables: reyes y virreyes, gobernadores y encomenderos, visitadores y protectores, soldados y caciques, etc.

MISIÓN DE JESUITAS EN EL NUEVO MUNDO

Hasta el descubrimiento de América, el derecho de conquista se basaba en tres razones:

1. el derecho romano: el descubrimiento y ocupación de un territorio y ocupación era título suficiente para ejercer un pleno dominio con total legitimidad.

2. el derecho medieval: la ausencia de personalidad jurídica de los no cristianos, era razón suficiente para convertirlos en sujetos de derechos.

3. el derecho pontificio: la suprema jurisdicción cristiana internacional, el Papa, permitía que la Santa Sede otorgara derecho de conquista a un rey o príncipe cristiano.


Cuando España llegó a América, lo hizo con todos esos títulos; por tanto, la conquista era legal.

El Papa había prescrito que los españoles quedaban obligados a la evangelización de los infieles, convirtiéndose al Cristianismo y adquiriendo derechos. Los Reyes Católicos dispusieron leyes para el buen trato y respeto a los indios, basándose en el tradicional modelo de conquista y repoblación desarrollado en tierras hispanas durante la Reconquista.

Surgía así una contradicción, entre la teoría de la conquista, que se rige por el imperativo evangelizador, y la práctica, que se aplica según los viejos principios de ocupación y dominio. Aparecieron los abusos y explotaciones de los colonizadores, y las primeras denuncias de los eclesiásticos que allí misionaban. Era una cuestión política, jurídica y moral.


Las denuncias por fray Antonio Montesinos hicieron redactar las Leyes de Burgos por Fernando el Católico en 1512, que acentúa la protección de indios.

RECOPILACIÓN DE LEYES DE LOS REINOS DE INDIAS Y MAPA DE LA AMÉRICA

El debate continúa en el modo de aplicación de las leyes proteccionistas: El dominico Bartolomé de las Casas defiende a los indios ante Carlos I. Otro gran humanista, también dominico, Juan Ginés de Sepúlveda, defiende que España tiene el derecho y el deber de evangelizar y civilizar a los indios, y elevarlos al mismo nivel de desarrollo humano. 

Por último, Juan de Zumárraga, franciscano natural de Durango, llega a cuestionarse la licitud de la conversión de los indios y de la presencia española en América. Fue nombrado primer arzobispo de México y protector de indios, en 1527. Se dedicó a la defensa de los derecho humanos de los indios frente a los abusos de algunos encomenderos y realizó bautismos colectivos de indios.

A él de debe la fundación de la catedral de México, del hospital del Amor de Dios, y de la primera imprenta que hubo en esta ciudad y en toda América, con la edición de la Breve y más compendiosa doctrina cristiana en lengua mexicana y castellana. También inició gestiones para la creación de la universidad y de colegios para la formación y enseñanza de los naturales en lengua castellana. Redactó uno de los primeros documentos clave en la historia de la defensa de los derechos humanos, y tuvo un papel capital en el inicio de la castellanización de los indios.

francisco vitoria escultura estatua monumento
MONUMENTOS A JUAN DE ZUMÁRRAGA

Junto al pensamiento de Zumárraga, se encontraba Francisco de Vitoria, dominico natural de Vitoria, fue uno de los grandes pensadores de la historia de España y uno de los más influyentes de su tiempo, muy respetado por su valía intelectual, y perteneciente a la Escuela de Salamanca junto al navarro Martín de Azpilcueta.

Su obra De indis se recogen las relecciones en las que expresó su postura ante el conocimiento de diversos excesos cometidos en las tierras conquistadas en América. Para Vitoria el orden natural se basa en la circulación libre de personas, luego es justo que los españoles crucen el mar para llegar al mundo descubierto. Pero los indios no son seres inferiores, sino que poseen los mismos derechos que los demás seres humanos y son dueños de sus vidas y de sus tierras y bienes. Este fue el inicio del Derecho de Gentes.


Vitoria fue el fundador del Derecho Internacional moderno, al concebir el mundo como una comunidad de pueblos organizada políticamente y basada en el Derecho Natural de Gentes. Estas bases del derecho de gentes, es el precedente del ideal moderno de los Derechos Humanos, que arrancan en la cuestión del derecho moral de conquista del Nuevo Mundo por los españoles.

Según Vitoria, convertir a los indios a la fe es un deber de los españoles, pero sobre todo un derecho de los indios, a los que se ha de garantizar el conocimiento del evangelio. Hasta entonces, eso se hacía mediante el requerimiento: el conquistador ofrece a los indios la conversión, y si se niegan comienza la guerra. Vitoria piensa que no es el modo adecuado y plantea el Derecho de Comunicación: los indios tienen que entender lo que se les está pidiendo, y sólo si ese derecho de comunicación se garantiza tiene sentido la propagación del evangelio.

Estos son los principios en los cuales Vitoria le propuso al emperador Carlos V cuando fue consultado en las Cortes de Castilla, acerca del modo por el cual se debería realizar la colonización. Fueron desarrollados por Vitoria en ocho Justos Títulos legítimos para justificar la conquista y reinado de los españoles en América, recogidos en las leyes de conquista en el reinado de Felipe II:

1. Los mares son libres y los recursos naturales, si no tienen propietario, son comunes, de manera que es justo viajar a América, buscar metales, abrir minas, etc.; si los indios vetaran este derecho, sería justo hacerles la guerra, pero sólo si de verdad es para defender el propio derecho.

2. Los cristianos tienen el derecho de propagar la religión cristiana de la forma que disponga el Papa.

3. La protección de los naturales convertidos al cristianismo cuando sean perseguidos por sus jefes u obligados a volver a la idolatría y paganismo. En este caso, está justificado usar la violencia contra los idólatras y defender a los indios cristianos.

4. Los indios cristianos que tengan como jefes a idólatras, pueden adoptar como señor a un rey cristiano, bajo competencia del Papa.

5. Los españoles pueden intervenir en la defensa de las víctimas de gobiernos crueles y tiránicos.

6. Los españoles están obligados a intervenir cuando hay delitos contranatura.

7. Los indios tienen que ser libres para aceptar la soberanía de España, y al rey como su señor; de esta forma el dominio español es legítimo.

8. Los españoles pueden socorrer y ayudar a sus aliados indios en sus guerras contra indios enemigos.


Pero si la presencia española en América era planteada como una guerra de ocupación o como una guerra de religión, entonces sería injusta. No podía ser afirmado con certeza, pero sí traerse a discusión. La consideración de los indios con su atraso, rústicos, discapacitados... deben ser protegidos.

En este marco moral y filosófico se va a situar la conquista y en 1542, se promulgaron las Leyes Nuevas de Barcelona, que ponían a los indios bajo la protección directa de la Corona. Pero su aplicación fue difícil y las denuncias continuaron, por lo que Carlos V reunió a un comité de sabios el 13 de julio de 1549, en Valladolid. En esta asamblea en la que estuvieron presentes los mejores espíritus del Imperio, entre juristas y teólogos, se encontraba el navarro Bartolomé de Carranza. Las ideas de Vitoria fueron defendidas por De las Casas, rival de Sepúlveda en la llamada Controversia de Valladolid y en la que se debate de manera más profunda la legitimidad y moral de la colonización.

En De iure belli, Vitoria analizaba los límites del uso de la fuerza para dirimir las disputas entre pueblos. Proponía que era lícito hacer la guerra pero bajo la única causa justa de responder proporcionadamente a una injuria. Por tanto, no era lícita la guerra simplemente por diferencias de religión o para aumentar el territorio.

Estableció, en De potestate civili, las bases teóricas del derecho internacional moderno, del cual es considerado el fundador junto con Hugo Grocio. Fue uno de los primeros en proponer la idea de una comunidad de todos los pueblos fundada en el derecho natural, y no basar las relaciones internacionales simplemente en el uso de la fuerza. Mientras que Nicolás Maquiavelo consideraba al Estado como un conjunto moralmente autónomo (y que, por tanto, no podía ser juzgado según normas externas), en Vitoria surgía la idea de que las actuaciones de los países en el mundo tienen límites morales. Vitoria es calificado con razón como precursor de la idea de las Naciones Unidas.


MATRIMONIO ENTRE INDIA Y ESPAÑOL AUSPICIADO POR JESUITAS

Por primera vez en la historia, reyes y teólogos se plantearon la cuestión de los derechos fundamentales de los hombres por el hecho de ser hombres, derechos anteriores a cualquier ley positiva. Nunca antes el poder se había sometido de tal manera a la filosofía moral, preguntándose dónde acaban los derechos del conquistador y empiezan los derechos del vencido. Se establecieron instrucciones muy específicas para evitar el daño a los indios, y se cambió el modo de conquista por la pacificación.

La política religiosa misionera y evangelizadora que se realizaba en los territorios que se conquistaba consistía en establecer centros católicos en los núcleos poblacionales que los españoles iban fundando u ocupando.


El Consejo de Indias ordenaba un amejoramiento del modo de evangelización de las tierras descubiertas y la recepción de cristianos llegados de España. Se establecieron diócesis bien dotadas y ricas en los centros de poder con mayor presencia de colonizadores, mientras que en las tierras por evangelizar se crearon las llamadas diócesis de misión. Además, recordaba en 1568, que los religiosos deben guardar el debido orden y pobreza. Esto, junto con la preferencia a favor del clero regular sobre el secular, fue materia del relato de Jerónimo de Mendieta en su carta al rey Felipe II, donde planteaba los problemas religiosos y políticos que observaba en el Virreinato de la Nueva España.

Medieta, también natural de Vitoria, era el cronista por antonomasia de las grandes construcciones de la Nueva España. Su obra Historia Eclesiástica Indiana, terminada en 1596, es una crónica de la evangelización en la Nueva España, en ella también describe la situación cultural de los pueblos que allí encontraron los españoles en su llegada al Caribe.

Aunque tardó tres siglos en salir a la luz, su contenido transcendió, ya que Mendieta había confiado el manuscrito a fray Juan de Torquemada, quien hizo una edición parcial bajo el título Monarquía indiana, en la que había suprimido los pasajes conflictivos. Su contenido es claro, tanto que la Casa Real impidió su publicación. Siglos después, en 1870, se imprimió en México por el editor Joaquín García Icazbalceta.

JERÓNIMO DE MENDIETA Y LA HISTORIA ECLESIÁSTICA INDIANA

Por un lado, Mendieta describía la evangelización como la entrega de unos hombres empeñados en abrir las puertas del Cielo a las almas de los "salvajes". Defendió la labor humanitaria de los misioneros que recorrían, sin recursos y solitarios, vastos y abstrusos territorios, llenos de peligros desconocidos, siempre en busca de convertir a los indios. Describía así una época dorada donde la fe cristiana se expandía sin la imposición de la espada. Por otro, denunciaba con valentía los excesos y abusos de los colonizadores, así como el cambio de los valores principales de la conquista, en especial la ambición de los colonizadores de hacerse rico a cualquier precio. Por eso, plantó los problemas religiosos y políticos en una carta dirigida a Felipe II.

Según explica Mendieta, la intención primera de la conquista fue la de cristianizar aquellas tierras, pero que el afán de riqueza de los nuevos colonos que llegaban consiguió una perturbación y un estorbo para lo que él consideraba la labor fundamental, el salvar las almas de los indios que no conocían la luz de Cristo. El rumbo que estaba adquiriendo la conquista y el establecimiento del régimen virreinal donde se pasaba muchas veces de enseñar al indio a explotarlo, y donde las encomiendas se convertían en sistemas de producción basados prácticamente en una forma de esclavitud, y no en focos de educación cristiana, habría que cambiarlo.

Mendieta propone la limitación de las encomiendas, y un mayor poder para los frailes en contra del poder civil que representaban los alcaldes mayores y los funcionarios de la Real Hacienda, a la vez que apostaba por un cambio en el sistema tributario hacia un régimen más austero y difícil de cumplir.

La visión que tiene Jerónimo de Mendieta de los indígenas es totalmente patriarcal. Ve al indio como un ser indefenso, lleno de valores cristianos naturales, que necesita ser protegido. La defensa del indio le trajo a Mendieta muchos problemas y enemigos. Sus cartas al rey y al Consejo de Indias, denunciando abusos y atropellos, fueron en parte la base para cambios importantes en la legislación.


Mendieta, siguiendo las doctrinas de San Francisco, hizo de la pobreza la máxima expresión el cristianismo, y enfrenta esta filosofía a la que, en ese tiempo, imperaba en la iglesia, la de la Contrarreforma, que esgrimía una capacidad material suficiente a favor de la jerarquía eclesiástica para hacer frente y contrarrestar la separación protestante. Pero a la vez, para defender ese objetivo de la defensa del pobre, del humilde, se alinea con la directriz contrarreformista que pide poder político para la Iglesia, una Iglesia que debe controlarlo todo.

JUAN DE PALAFOX Y SUS OBRAS LITERARIAS

Ya entrado el siglo XVII, destacó un teólogo y estudioso de problemas sociales y asuntos sobre los indios de Nueva España y obras de carácter polémico. Se trata del navarro natural de Fitero, Juan de Palafox y Mendoza.

Siendo nombrado fiscal del Consejo de Indias, en 1642 recibió el nombramiento de virrey de Nueva España. Su actividad en aquellas tierras fue muy importante y perdurable. Donó su gran biblioteca Palafoxiana al Seminario Archidiocesano de Puebla y emprendió una profunda reforma de las órdenes religiosas afincadas en los territorios de su jurisdicción.

Entre su obra destacan De la naturaleza y virtudes del indio (1650) e Historia real sagrada, luz de príncipes y súbditos; esta última obra discurre en torno a la formación política y cristiana de los príncipes y se opone a la obra de Maquiavelo y a la de Bodin.


28/01/2016

Castillo de Carlos V de Fuenterrabía


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CASTILLO DE CARLOS V

El Castillo de Carlos V en Fuenterrabía es una fortaleza de planta rectangular construida en su forma originaria por el rey navarro Sancho II Abarca de Navarra, a finales del siglo X, y ampliada por Sancho VI el Sabio, en 1194, en la parte más alta del promontorio. Se constata la existencia del castillo desde el año 1200, con motivo de la toma de Guipúzcoa por Alfonso VIII.

Durante la mayor parte de su historia estuvo destinado a la función de cuartel y de residencia del gobernador de la plaza militar. Situado en lo alto de la colina sobre la que se extiende la trama urbana de la ciudad vieja, presenta un recio núcleo antiguo organizado en torno a un patio cuadrado, conservando algunos restos de los torreones circulares medievales.

Más tarde, los Reyes Católicos construyeron un castillo que Carlos V mandó ampliar y restaurar, de aspecto palaciego. El emperador hizo construir una gran plataforma artillera rectangular a la que se debe su sobria fachada principal a la plaza de Armas.

castillo carlos v habsburgo estructura defensiva plaza armas
CASTILLO DE CARLOS V

En 1660, sirvió de residencia de la familia real española durante los esponsales de la infanta española con el futuro rey francés Luis XIV en la cercana isla de los Faisanes.

En el siglo XVIII, las cinco plantas de este edificio fueron utilizadas como cuartel para 850 soldados, formándose en la azotea una batería artillera comunicada por medio de una escalera con la cubierta del sector más antiguo del edificio. El denominado Parque de Artillería era un anejo de una sola planta en forma de L que incorporaba almacén de pólvora a prueba de bomba, patio y una estancia subterránea. 

En 1794, quedó severamente dañado por las tropas francesas. Y a principios del siglo XX fue subastado en estado ruinoso, permaneciendo en manos privadas hasta el año 1928.

En 1968, fue rehabilitado y transformado en Parador Nacional, función que sigue cumpliendo en la actualidad, siendo el único de esta red de hoteles nacionales en la provincia de Guipúzcoa. 

Desde el 17 de enero de 1964, fue oficializado como Bien de Interés Cultural del Patrimonio Histórico de España

CASTILLO DE CARLOS V

26/01/2016

Bartolomé de Zuloaga


Tesorero de los Reyes Católicos y representante la reina Isabel en la Junta de Guipúzcoa de 1475 para recibir el juramento de fidelidad de la provincia

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BARTOLOMÉ DE ZULOAGA

Bartolomé de Zuloaga era natural de Rentería, Guipúzcoa. Fue una personalidad relevante de esta provincia a finales del siglo XV. Llegó a ser notario del Sacro Palacio nombrado por el Papa Pío II en 1462.

Sirvió al rey Enrique IV de Castilla, quien le otorgó diversas mercedes, como una renta anual de 3.000 maravedies por juro de heredad, situadas sobre el producto de alcabalas de Rentería. Este privilegio fue confirmado por los Reyes Católicos, en 1483, y por Juana de Castilla, en 1509.

En 1470, Enrique IV había reconocido solemnemente los Fueros guipuzcoanos, elogiando agradecido los grandes servicios de Guipúzcoa:
"su voluntad siempre había sido y era, acatando la gran lealtad y servicios tan señalados de la misma, el honrar la y guardar sus privilegios y libertades más principalmente que a otra alguna tierra de sus reinos, y así lo entendía hacer y guardar en adelante."

A la muerte del rey Enrique, fue enviado por Isabel la Católica en representación suya, junto con Antón de Baena, para asistir a la Junta Particular de la Hermandad de Guipúzcoa, reunida en Basarte el 2 de enero de 1475, con el objetivo de pedir a la Provincia juramento de fidelidad a la nueva reina, como así se hizo. En virtud de los poderes recibidos, Zuloaga y Baena asintieron a la petición y lo prometieron en nombre de la reina. Las cartas reales fueron leídas en las Juntas ante Domejón González de Andía:
"Podades prometer e prometades en mi nombre que yo guardaré e manda réguardar e confirmaré sus privilegios, buenos usos e costumbres, según que los tuvieron e tienen de los Señores Reyes de gloriosa memoria, mis progenitores."

A su vez, los junteros suplicaron a la reina y a sus comisionados que "los mantuviese e amparase en toda paz e justicia, e les mandase confirmar e aprobar sus privilegios e franquicias, libertades, exenciones, buenos usos e costumbres, su Hermandad, e el Cuaderno, ordenanzas, cartas e provisiones de ella".

Al día siguiente del pleito homenaje rendido por Guipúzcoa a Isabel, dieron en Azcoitia palabra de guardar los Fueros. Bartolomé de Zuloaga juró la guarda y confirmación de los privilegios, usos y costumbres de Guipúzcoa en nombre de la reina Isabel.

El escribano Domenjón González de Andía formalizó el acta:
"Nos los dichos Antón de Baena y Bartolomé de Zuloaga, por virtud de los poderes de la Reina nuestra señora a nosotros dados, decimos que loamos y aprobamos los dichos capítulos, e prometemos en nombre de Su Alteza, que guardará, cumplirá y confirmará lo susodicho, e en firmeza de ello firmamos aquí nuestros nombres. 
Fecho en Azcoitia a 15 de enero del nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo de 1475 años. Antón de Baena, Bartolomé de Zuloaga"

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JUNTA PARTICULAR DE GUIPÚZCOA

Pero no conforme con la fiel palabra de la reina Isabel de Castilla, la Junta provincial exigió además el juramento de su rey consorte Fernando de Aragón. Este aprobó los fueros guipuzcoanos en cédula firmada en Valladolid el 3 de junio de 1476. Unos días más tarde firmaba otra cédula, grandemente elogiosa para Guipúzcoa:
"Mi intención no es de agravaros en cosa alguna, salvo guardaros en vuestra hidalguía y libertad como a mis buenos y leales fidalgos vasallos, e vos entiendo gratificar en gracias, mercedes e libertades sobre las que tenedes, porque de esa Provincia tengo más cargo que de las otras nin lugares de mi reinos según los servicios que me habéis fecho e los trabajos que habéis pasado por mis servicios."

Durante la Guerra de Sucesión al trono de Castilla entre Juana la Beltraneja e Isabel la Católica, se mantuvo partidario de la última. Por ello, el ejército francés, favorable a Juana, destruyó su casa y arruinó los manzanales de Rentería. En el marco político de este enfrentamiento, consiguió que la provincial de Guipúzcoa apoyase a Isabel I contra la pretendiente Juana y sus aliados portugués y francés.

En 1483, los Reyes Católicos nombraron tesorero real de descargos y embajador a Bartolomé de Zuloaga, continuo de la Real Casa. Gracias a ello recibió rentas de 3.000 maravedís sobre las ferrerías de Arratzubia, en Orio, y sobre las rentas del hierro de las ferrerías navarras de Anizlarrea, mineral que entraba y se cargaba en los puertos de San Sebastián, Fuenterrabía y Villanueva de Oiarso. Este privilegio fue confirmado por la reina Juana, hija de los Católicos, en 1509, desde Valladolid. Estas mercedes obedecían a servicios efectuados en favor de la Corte castellana.

isabel católica trastamara castilla coronación
CORONACIÓN DE ISABEL I DE CASTILLA

Todavía, en 1484, Isabel y Fernando declararon que aprobaban y confirmaban los privilegios de Guipúzcoa de los reyes predecesores. Carlos V repetiría el gesto en 1521.

En esta evocación de lealtades correspondidas, se agiganta la figura del renteriano Zuloaga, único guipuzcoano que tuvo el honor de confirmar, en nombre y con poderes de Isabel de Castilla, los fueros de su tierra nativa.

En 1505, la reina Juana de Castilla concedió a Bartolomé de Zuloaga un privilegio de 16.000 maravedís de renta cada año, sobre los derechos del hierro que se labraba en ferrerías que traían sus productos a los puertos de esta provincial de Guipúzcoa.

24/01/2016

Expedición misionera y evangelizadora a las Indias Orientales por San Francisco de Javier


El navarro Francisco de Jaso y Azpilicueta, patrón de Navarra, fue uno de los fundadores de la Compañía de Jesús junto a San Ignacio de Loyola, natural de Javier, donde nació en 1506.

SAN FRANCISCO JAVIER

Su vida religiosa comenzó en París, a donde llegó en 1525 para estudiar filosofía en la Universidad de la Sorbona a la edad de 19 años. En el colegio de Santa Bárbara de esta ciudad estudó bajo la protección de la corona portuguesas. En 1528 obtuvo el grado de licenciado. Según las fuentes de la época, le retrataron como un tipo bien plantado, muy activo e inteligente. Durante su estancia en el colegio conoció a dos personalidades importantes del siglo XVI: uno es un estudiante suizo con fama de arrogante, Juan Calvino; el otro es un guipuzcoano algo mayor y un poco extravagante, vestido con harapos, medio cojo, que vivía de las limosnas, sumergido en el fervor religioso, San Ignacio de Loyola, autor de los Ejercicios Espirituales.

El encuentro fue determinante en la vida de Javier. Ignacio había sido militar y había combatido, bajo las banderas de Castilla, en el bando de los beaumonteses contra la familia de Javier, del bando de los agramonteses satélites de Francia. En el sitio de Pamplona, Ignacio quedó herido de una pierna y casi le costó la vida.

Después de un camino de discernimiento mutuo, Ignacio se fue ganando la amistad del navarro, Francisco fue tocado muy profundamente por una frase que determinaría el rumbo de su vida: "¿de qué sirve al hombre ganar todo el mundo si pierde su alma?". Francisco prefirió ganar su alma y la de muchos.

En torno al guipuzcoano se fue creando una pequeña comunidad: el saboyano Pedro Fabro, el portugués Simón Rodríguez, los castellanos Diego Laínez, Nicolás Bobadilla y Alonso Salmerón y el propio navarro Franco Javier.

Una idea les obsesionaba, viajar a Tierra Santa y conquistar las almas, en una nueva cruzada, pero esta vez de carácter apostólica. El 15 de agosto de 1534, esta pequeña comunidad se recogió en la cripta de Montmartre. Bajo la dirección de Ignacio, pronunciaron votos de pobreza y castidad, y se comprometieron a peregrinar a Jerusalén. Y decidieron que, caso de no haber podido viajar antes de un año, se pondrían a disposición del Papa, y de esta manera se fundó la Compañía de Jesús.

CASTILLO DE JAVIER

El viaje a Tierra Santa fue extremadamente peligroso, porque entre piratas berberiscos y galeotas otomanas, el Mediterráneo había dejado de ser europeo. El único puerto relativamente seguro era Venecia, pero para llegar había que atravesar Francia e Italia, que estaban en guerra. La comunidad lo intentaba a través de Alemania y Suiza, y en penosas condiciones, viviendo de limosnas y cuidando enfermos para sufragar gastos.

En 1537, llegaron a Venecia, donde navarro y guipuzcoano se ordenaron sacerdotes. Al año siguiente viajaron a Roma para recibir la bendición del papa, Pablo III.

El proyecto de viaje a Tierra Santa resultaba muy difícil ya que el pirata Barbarroja causaba el temor en los mares Adriático y Mediterráneo debido a la guerra entre venecianos y otomanos. La Compañía se dedicó a realizar obras de caridad en varias ciudades italianas, mientras que Francisco Javier se quedaba en Roma junto a Ignacio trabajando como secretario y ayudándole en la redacción de las Constituciones de la Compañía de Jesús.


SAN FRANCISCO JAVIER Y SAN IGNACIO DE LOYOLA

En 1540, se les presentó el embajador de Portugal, Mascareñas, que pedía a Ignacio misioneros para evangelizar las Indias Orientales a raíz de una petición de Juan de Portugal. El Imperio luso había establecido numerosas factorías desde África hasta la India y el mar de China. Esa fue el destino de Javier: la gran expedición misionera en el Imperio marítimo portugués.

Zarpó desde Lisboa el 7 de abril de 1541, cuando tenía 35 años. El itinerario hacia las Indias Orientales fue el portugués, es decir, doblando África por el sur en dirección Este y atravesando el océano Índico, en lugar de la ruta española, doblando el estrecho de Magallanes y atravesando en Pacífico. Con él, partieron el italiano fray Pablo de Camerino y el portugués Francisco Mansilhas. Otros cuatro navíos completaban la flota. En el barco viaja el gobernador de la India, Martín Alfonso Sousa y, además de la tripulación, hay pasajeros, soldados, esclavos y convictos; gente de toda clase entre los que Javier tuvo que mediar en reyertas, combatir la blasfemia, el juego y otros desórdenes, y catequizarlos a todos.

Durante el viaje sufrió las grandes marejadas del Atlántico, después el intenso calor de la zona ecuatorial pudre el agua y los alimentos, y por último las grandes calmas del océano que provocan un parón en el golfo de Guinea. Con el barco inmóvil, se declara la peste y el escorbuto a bordo. Javier convierte su camarote en enfermería, dedicándose a cuidar a los enfermos y arrojar los cadáveres al mar.

Tras doblar el cabo de Buena Esperanza, realiza su primera parada en Mozambique. Durante su estancia de un año, ayuda en el hospital y percibe la realidad del trato que se da a los negros, lo cual le lleva a tener los primeros enfrentamientos. Después sigue por la costa este del África oriental y efectúa escalas en Melinde y Socotora, pequeños puertos entregados a su propia suerte, donde marinos árabes comparten soledad con mercaderes portugueses, misioneros de vida precaria y nativos africanos.


TRAYECTO DE LA EXPEDICIÓN MISIONERA

Por fin, la expedición llegó a Goa, en la costa occidental de la India, el 7 de mayo de 1542. Era una brillante ciudad hindú capturada por los árabes y, después conquistada por Alfonso de Alburquerque para la corona portuguesa. Capital del Imperio portugués de oriente, contaba con más de 225.000 habitantes y más de un centenar de iglesias y conventos de dominicos y franciscanos. Desde Goa organizó sus expediciones evangelizadoras y misionales.

Javier residió en Goa y alrededores durante cinco años como delegado del Papa, reorganizó la catequesis y el sistema de evangelización basándose en el catecismo de Juan Barros, tradujo los textos sagrados a las lenguas vernáculas, asistía a moribundos y cura enfermos, visitaba a presos y socorría a pobres, abrió escuelas, colegios y dispensarios, bautizaba y catequizaba a miles, y descubrió a todos el amor de Dios.

Goa se convirtió en la base de operaciones de todas las misiones en Asia. Allí se instaló el Seminario de San Pablo y desde allí partió la misión jesuita al Tíbet con el sacerdote portugués Andrade: el primer europeo que entró en la ciudad de los lamas.

Hacia octubre de 1542, viajó por los pueblos de los pescadores de la costa del sur de la península, con intención de revitalizar el cristianismo, casi perdido por falta de sacerdotes. Para lograr un acercamiento más intenso, se dedicó a aprender la lengua del país. Evangelizó a los indios Paravas y recorrió las ciudades de Tuticorrín, Trichendur, Manapar y Combuture. Encontró la oposición de los brahmanes, que habitaban las pagodas de la región. Aprendió tamil y tradujo a esa lengua parte de los textos cristianos y una plática sobre el cielo y el infierno.

SAN FRANCISCO DE JAVIER EN LA INDIA

Pasó casi tres años desempeñando la labor misionera en el oeste de la India. En sus andanzas llegó hasta Sri Lanka. En noviembre de 1543, se encontró con sus compañeros Micer Paulo y Mansilla en Goa y se entrevistó con el obispo de la ciudad, Juan de Alburquerque, para pedirle misioneros. El obispo destinó a 6 sacerdotes para esa labor.

Con los nuevos colaboradores marchó de nuevo a la Pesquería, donde estableció un sistema de asignación de territorios a un responsable, el cual debía de mantenerle informado del devenir de la misión. Una vez organizado ese territorio, partió hacia Manapar y el distrito sur, donde permaneció un mes con los makuas, bautizando a más de 10.000.

Durante 1544, estuvo realizando más de veinte viajes de evangelización. El rey de los hindúes de Ceilán del norte, Jaffna, ordenó la ejecución de seiscientos cristianos en Manar. Ante estas noticias, Francisco volvió a Goa y habló con el gobernador, Martín de Sousa, para acompañar a la expedición punitiva para castigar las acciones contra los cristianos. Por diferentes causas dicha acción nunca se llevó a cabo.

Durante tres meses Francisco Javier estuvo aprendiendo una base del idioma y se familiarizó con la cultura local; también tradujo, con ayuda de gentes entendidas, la parte básica de los textos de la doctrina católica. Ese mismo año escribió al rey de Portugal Sobre las injusticias y vejaciones que les imponen los propios oficiales de Vuestra Majestad.

SAN FRANCISCO JAVIER

En 1545, continuó su misión de predicación en las islas Molucas en compañía de Juan Eiro, llegando a Malaca poco después y terminando en la isla de Mindanao, siendo San Francisco Javier el primer apóstol de Filipinas.

Desde 1546 hasta 1548, no paró de viajar. Salió hacia las islas de Amborio y Ternate, después de escribir las Instrucciones para los catequistas de la Compañía de Jesús. Recorrió diferentes islas de la región y en Baranula (Ceran), continuando por Ternate, rico centro comercial de especias y última posesión portuguesa, las islas del Moro, y terminando de vuelta en Cochín.

Después de seis años en Asia, realizando labores de reordenación y supervisión de las misiones establecidas en India y Molucas, donde se sintió decepcionado con el deterioro sufrido, recibió la noticia de que un rey de Japón desea convertirse. Japón estaba muy lejos; hasta allá el mar estaba lleno de piratas; no había tropas portuguesas para cubrir el camino, pero Javier resolvió acudir a la llamada. Terminó siendo otro viaje portentoso y terrible, como de antigua leyenda. Para empezar, no había barcos disponibles, pero el viaje urgía, porque la estación de los vientos favorables se acercaba. El capitán de Malaca, Pedro de Silva, hijo del gran marino Vasco de Gama, no pudo ofrecer a Javier otra cosa que el junco del pirata chino Aván. Como Silva no se fía del chino, apresó a su mujer, confiscó sus bienes y le hizo jurar que irá directamente al Japón en cuanto soplase el viento.

Fue el 24 de Junio de 1549 cuando en el junco de bambú se apelotonaron doscientos hombres y trescientos sacos de pimienta, tan valiosa como el oro. Viajaban con Javier el valenciano Cosme de Torres y el cordobés Juan Fernández. Después de mil peripecias, donde no faltaron los piratas, los tifones, las triquiñuelas de Aván y hasta un encuentro con la escuadra imperial china, con el último viento del sur lograban arribar un 15 de agosto a Kagoshima, entonces capital del reino Sur del Japón.

SAN FRANCISCO JAVIER EN KAGOSHIMA

En esta ciudad permaneció durante un año, aprendió el idioma japonés, e hizo traducir la obra Declaración de los artículos de la Fe. Para responder a las preguntas que los transeúntes realizaban se valió de un intérprete. Se ganó la confianza del señor feudal de la provincia, Shimazu Takahisha, pero también sufrió las hostilidades de los bonzos.

Creyó en la posibilidad de que si el rey se convirtiera al catolicismo, el pueblo también los haría, por ello, en 1550 se dirigió a Miyako, principal ciudad de Japón, situada en la parte central. Fundó una pequeña colectividad cristiana en Hirado. Llegó a Yamaguchi, luego a Sakai y finalmente a Miyako. Aquella ciudad sufría las penalidades de una guerra, por eso se instaló en Yamaguchi, obteniendo del príncipe la garantía de respeto a los conversos al cristianismo. Ante esa perspectiva estuvo realizando, junto con sus dos compañeros, una intensa labor de predicación y la creación de una pequeña comunidad católica. Muchos de los convertidos eran samurais. La oposición del clero local, los bonzos, fue siempre fuerte.

Tras dos años de misión, Javier logró difundir el Evangelio en algunas ciudades del sur suscitando interés y fundando comunidades cristianas que más tarde crecerían muy rápidamente. Llegó a la conclusión de que la cultura japonesa dependía de la cultura china, y que si lograba sembrar el evangelio en China, entonces el Japón lo abrazaría. Ideó un plan para misionar en China.

Utilizando su título de embajador de Portugal, fue recibido en septiembre de 1551 por el príncipe de Bungo. Aquel gobernador quedó tan encantado con el sacerdote que otorgó su permiso para predicar, su protección oficial y le cedió un antiguo templo budista para que se alojase mientras estuviese ahí.

Un mes después y dejando algunos conversos, Francisco Javier regresó a la India aprovechando la llegada de un navío portugués a Funai. Quedó alertado por las noticias que le llegaron sobre las crecientes dificultades y abusos que se cometían en la India tanto entre los misioneros como entre las autoridades portuguesas.

El viaje de vuelta fue a bordo de la nao Santa Cruz, que capitaneaba Diego de Pereira, quien le ofreció la idea de organizar una embajada a China en nombre del rey de Portugal para entablar negociaciones de paz. Cuando llegó a Malaca se enteró de que la India había sido nombrada provincia jesuítica independiente de Portugal y que él es su provincial.

En 1552 llegó a Cochín y a Goa. Después de solucionar algunos problemas de las misiones, comenzó a preparar la expedición a China. Él mismo lo explicaba así:
"La China es una tierra grandísima, pacífica y gobernada con grandes leyes, hay un sólo rey, y es en gran manera obedecido. Es un riquísimo reino y abundantísimo. Estos chinos son muy ingeniosos y dados al estudio, principalmente a las leyes humanas sobre la gobernación de la república; son muy deseosos de saber. Si acá en la India no hubiere algunos impedimentos que me estorben la partida, este año espero ir a la China por el gran servicio de Dios nuestro Señor que se puede seguir, así en la China como en Japón; porque sabiendo los japoneses que la ley de Dios la reciben los chinos, han de perder más presto la fe que tienen a sus sectas. Grande esperanza tengo que así los chinos como los japoneses, por la Compañía del nombre de Jesús, han de salir de sus idolatrías y adorar a Dios y a Jesucristo, salvador de todas las gentes."

En abril de 1552, partió hacia China, acompañado de otros evangelizadores. El viaje se retrasó, llegando a la isla de Sanshoan a finales de agosto. Esta isla era el lugar de encuentro entre los mercaderes chinos y portugueses y punto de embarque hasta el continente, dista unos veinte kilómetros de la costa y está situada a cien kilómetros al sur de Hong Kong. Nunca llegaría a China. El 3 de diciembre de ese año moría Francisco de Javier cuando contaba 46 años de edad, víctima de unas fiebres. Su cuerpo fue conducido a Goa, donde llegó en la primavera de 1554, siendo enterrado en esa ciudad.

MONUMENTO EN KAGOSHIMA

Aquí terminó la expedición evangelizadora y misionera de Francisco de Javier que fue el precedente de futuras misiones cristianas en Asia.

Fue canonizado el 12 de marzo de 1622 por Gregorio XV, con el nombre de San Francisco Javier, al mismo tiempo que Ignacio de Loyola, Teresa de Ávila, Felipe Neri e Isidro el Labrador.

Por su inestimable empresa en las Indias, Benedicto XIV le concedió el título de Patrono Universal de las Misiones de Oriente en 1749. Se conservaron algunas de las cartas que San Francisco escribió a San Ignacio. También hay pequeños escritos catequísticos conocidos, como el pequeño catecismo (1542), y el gran catecismo (1546). Con motivo del V Centenario de su nacimiento se multiplicaron los estudios y ediciones en la red y en papel.

En 1949, en el monte del castillo de Kagoshima, aquella ciudad japonesa, se elevó una piedra con la siguiente inscripción:
"Este es el lugar donde el príncipe Shimazu Takahisa se encontró con el misionero Zabiel."

MONUMENTO EN KAGOSHIMA

23/01/2016

Condado de Pamplona contra francos y musulmanes


En 711, un ejército islámico de 7.000 soldados, la mayoría bereberes, a las órdenes de Tariq ibn Ziyad, cruzaban el estrecho de Gibraltar poniendo el pie en Tarifa destrozaron los ejércitos del rey Rodrigo en Guadalete, tomaron la capital, Toledo, y controlaron las llanuras y ciudades del sur. Más tarde, con la fuerza de 18.000 hombres, sometían la antigua Tarraconense, el valle del Ebro y llegaban al pie de la cordillera Cantábrica y de los montes Pirineos.

Ya en el año 713, Muza ibn Nasayr atravesó la zona meridional y Pamplona cayó en su poder antes del 718. El ejército musulmán partió de Zaragoza, siguiendo la calzada que enlazaba con la vía romana a Astorga y avanzó hacia Pamplona. Esta ciudad fue obligada a pagar tributo a los gobernadores musulmanes que establecieron un protectorado.

Una vez desaparecido el Reino hispano-visigodo y las tropas musulmanas preparaban su asedio al norte de los Pirineos, la resistencia cristiana se refugió en las montañas pirenaicas y cantábricas, dibujando una doble frontera política y cultural. Surgieron diversos núcleos políticos que, taponando a los ejércitos musulmanes, iniciarían una restauración conocida como Reconquista.

El primero de ellos fue el Reino de Asturias, cuyo origen está unido a la figura del noble de origen godo Pelayo y a la batalla de Covadonga el 722. Pelayo hizo retroceder a las huestes de Munuza hacia León. La primera victoria frente al islam consiguió que miles de voluntarios de toda condición llegados de Asturias, Galicia, Cantabria, Vizcaya, etc. se sumasen a sus ejércitos.

MAPA PENINSULAR DE LA INVASIÓN ÁRABE

Mientras tanto, el actual territorio de Navarra se había convertido en la base estratégica de las incursiones islámicas hacia el Reino franco. Desde aquí partió la expedición del valí Abd al-Raman al-Gafiqui del año 732. Tras unos exitosos comienzos con la victoria en el río Dordoña y el subsiguiente saqueo de Burdeos, fracasaron ante el ejército de Carlos Martel en Poitiers parando en seco la embestida islámica hacia la vertiente norte de los Pirineos. En esos años, el valí Yusuf ibn Abd al-Rahman al-Fihri envió a dos de sus generales, Suleiman ben Siban y Al-Husani ben al-Dayan, contra los vascones. La campaña se saldó con una completa derrota de los musulmanes, y murieron ambos generales durante el enfrentamiento.

En 739, reinaba en Asturias Alfonso I, quien estableció su capital en Oviedo, ocupó los valles gallegos y la cordillera Cantábrica llegando hasta los territorios occidentales de Álava y Vizcaya, repoblando Las Encartaciones de Vizcaya y comunicando grupos aislados de vascones. Los primeros pasos del Reino asturiano pasaron por asentar su dominio en la cornisa cantábrica frente al inicial auge conquistador musulmán. En esta etapa ya existía la presencia de vascones en las huestes cristianas.

Aprovechando la derrota islámica en Poitiers y la fundación del Reino de Asturias, los vascones de Pirineo recobraban su independencia, quizá con apoyo merovingio. Los árabes reaccionaron y, tras una larga campaña, Pamplona fue conquistada de nuevo en 739. Pero por poco tiempo, ya que la rebelión de los bereberes en 740 y las guerras civiles que siguieron en Al-Ándalus a la matanza de los Omeyas en 750 permitieron que los vascones volvieran a sacudirse el yugo islámico y a hacerse fuertes en la cuenca del río Arga. En 755, dos generales enviados contra ellos por el valí Yusuf al-Fihrí fueron derrotados y murieron en la lucha.

INVASORES ÁRABES

En 759, los francos ya controlaban Aquitania, Borgoña y Narbona, quedando los musulmanes definitivamente al sur de los Pirineos. Carlomagno estableció numerosas zonas militares en los límites del reino carolingio, denominadas "marcas" que suponían colchones defensivos ante cualquier invasión. La Marca Hispánica englobaba a un conjunto de territorios de este a oeste de los Pirineos, que incluía al Condado de Pamplona en un límite occidental.

En 777, Carlomagno intervino en la zona pirenaica por primera vez en apoyo de la petición de ayuda que le había hecho Suleiman ibn al-Arabi. Este valí de Zaragoza, descontento con Abd al-Rahman I, se desplazó hasta Padeborn para establecer un pacto: Suleiman prometía a Carlomagno la entrega de Zaragoza y toda la provincia que controlaba a cambio de quedar como representante suyo. Carlomagno puso en marcha su ejército hacia el sur, cruzando la cordillera pirenaica en 778. Pero una vez que llegó hasta las inmediaciones de Zaragoza, la situación era bien distinta a lo previsto. Al-Husain ibn Yahya, lugarteniente de Ibn al-Arabi, no aceptó el trato y ante la ausencia de su superior se negó a entregar la ciudad.

PLACA EN CONMEMORACIÓN DE LA BATALLA DE RONCESVALLES

El Ejército carolingio inició un largo asedio a la ciudad, pero su heroica resistencia y la llegada de noticias de una sublevación en Sajonia ocasionaron la retirada de la península y esperar mejor ocasión. Llevaron como rehén a Ibn al-Arabi, capturado como botín de guerra, pero sus hijos consiguieron rescatarle y debieron de producirse algunos ataques.

En este clima de violencia, se procedió a destruir las murallas de Pamplona a su paso por la ciudad, como represalia o como aviso para que los magnates locales se mantuviesen neutrales. Pero lo sucedido fue muy distinto y la retaguardia del Ejército franco sufrió una dura emboscada en Roncesvalles quedando destruido. Fue una derrota sin paliativos, en la que cayeron un buen número de magnates importantes, como el senescal Eginardo, el conde platino Anselmo y el gobernador de Bretaña Rolando.

El Ejército franco, muy numeroso, se desplazaba estirado por montañas cubiertas de bosques y esto ocasionó una falta de comunicación durante el ataque. Además, en territorio montañoso la caballería pasada quedaba inutilizada, mientras que los infantes con sus armaduras metálicas se mostraron pesados ante unos asaltantes armados más ligeramente y que conocedores del terreno se movían mejor por la zona.

Las crónicas francas Anales regni francorum y la Vita Karoli Magni hicieron responsables a los vascones, mientras que el historiador musulmán Ibn al-Athir se pronunció por una coalición de vascones y musulmanes. Algunos estudios identifican a los asaltantes como los gascones, vascones ultrapirenaicos, que estaban disconformes con la política de fortalecimiento del poder franco en Aquitania.

GUERRERO VASCÓN

En el año 781, el Emirato cordobés decidió terminar con la situación de rebeldía generalizada la zona media del valle del Ebro. Hixam I se puso a la cabeza de su ejército, y marchando primero hacia Zaragoza derrocó al valí sublevado Husain ibn Yahya. Desde aquí subió por el río imponiendo su autoridad y, tras tomar la comarca de Calahorra se presentó en Pamplona. La ciudad, con las murallas destruidas, no podía oponerse al poderío andalusí y sus magnates mostraron obediencia.

El 797, se produjo la victoria de las tropas asturianas sobre las musulmanas en la batalla de Lutos. Ese mismo año, el emir Al-Hakam I encomendó al general Amrus ibn Yusuf la recuperación de Zaragoza tras la sublevación de su valí Bahlul ibn Masruq. Además de tomar esta ciudad en el 800, también ocupó Tudela.

21/01/2016

Cirugía en Blas de Lezo

A lo largo de su carrera militar, Blas de Lezo tuvo que soportar estoicamente la curación de sus heridas de guerra por parte de los médicos cirujanos enrolados en la tripulación de los buques.


BALA DE CAÑÓN BRITÁNICO DE HIERRO FUNDIDO INCRUSTADA
EN UN SILLAR DURANTE EL SITIO DE TOLÓN EN 1709


Fue durante el transcurso del combate de Vélez-Málaga de la Guerra de Sucesión, en verano de 1704, cuando el guardiamarina Blas de Lezo fue alcanzado por una bala de cañón en su pierna izquierda. Se encontraba en su puesto asegurando que el fuego de la artillería fuese constante y gracias al control de su sufrimiento pudo continuar en su puesto de combate. La bala le produjo tan graves destrozos que, según relató el propio Lezo, "de un tiro de cañón perdió del todo una pierna que se la hubieron de cortar, recuperándose de herida tan considerable a costa de crecidos gastos".

La capacidad destructiva de este tipo de proyectiles de hierro fundido sobre un edificio, y en mayor media sobre una persona, podía ser demoledora. Tras la amputación, a pesar de que tuvo que acostumbrarse a su pérdida además de aprender a andar con una prótesis, se reintegró al servicio naval al año siguiente.

Además de la pierna, perdió la visión del ojo izquierdo durante el sitio del castillo de Santa Catalina de Tolón producido por el impacto de una esquirla que le reventó dicho ojo. Finalmente, un balazo de mosquete le hizo perder la movilidad del brazo derecho en el segundo sitio de Barcelona. Como él mismo llegó a escribir "ostilizando a los enemigos... recibo diferentes eridas".

A los 25 años ya se había quedado cojo, tuerto y manco; "Mediohombre" le llamaron. Pero dando pruebas de su capacidad de superación ante la discapacidad física llegó a ser uno de los grandes marinos de la historia de la Armada española.


SIERRA DE AMPUTAR DE MADERA DE NOGAL DE 1748, POR FRANCISCO MAURO


La sierra de amputar fue un instrumento muy utilizado por los cirujanos destinados a los navíos de guerra. Era difícil de manejar y producía cortes poco definidos y graves destrozos en las intervenciones. Seguramente, un utensilio de parecidas características sirvió para amputar la pierna de Blas de Lezo, cercenada por una bala de cañón en el combate de Vélez-Málaga.

A lo largo del siglo XVIII, los médicos y cirujanos del ejército lograron un mayor reconocimiento. En 1721, Felipe V promulgó el Reglamento sobre servicios sanitarios del ejército y, en 1728, fundó el Cuerpo de Cirujanos de la Armada, preludio de una sanidad naval diferenciada. Aunque fue a mediados de siglo cuando se inauguraron los primeros Reales Colegios de Cirugía y la profesión se especializó definitivamente.


EXTRACTOR DE BALAS DE ACERO, SIGLO XVIII


El extractor de balas fue, junto a la sierra de amputar, uno de los instrumentos más utilizados por los cirujanos militares en el siglo XVIII. Durante el procedimiento, el paciente debía de soportar un gran dolor y la recuperación no estaba exenta de posteriores infecciones. Sin embargo, la fabricación de estos útiles resultó de gran ayuda a los médicos cirujanos.

Los extractores de balas debían ser ligeros y delgados, pero con la solidez suficiente para soportar la aplicación de la fuerza necesaria para la extracción. El giro del tornillo situado en un extremo permitía que los brazos se abrieran en función del tamaño de la bala.


LÁMINAS DEL TRATADO DE VENDAGES Y APOSITOS PARA EL USO
DE LOS REALES COLEGIOS DE CIRUGÍA, POR FRANCISCO CANIVELL


Blas de Lezo demostró una gran fortaleza psicológica y anímica ante la adversidad a lo largo de toda su vida. Evidentemente, estaba hecho de una pasta especial. Tuvo una naturaleza privilegiada y una enorme resistencia a la fatiga para aguantar, cuando se encontraba al mando de la Escuadra del Mar del Sur, ya que el clima insano, el hambre, la falta de agua y las enfermedades y epidemias causaron numerosas bajas en las dotaciones de tripulación y guarnición.

Años más tarde, estando al mando de la Escuadra del Mediterráneo, se desencadenó una epidemia de tifus exantemático que ocasionó más de 500 muertos. Lezo, a pesar de encontrase entre los muchos enfermos, logró recuperarse.