Durante los siglos XVI, XVII y XVIII, en muchos lugares de Europa y Norteamérica se produjeron las "cazas de brujas" que acabaron con miles de mujeres (los brujos fueron minoría) en la hoguera o degolladas, siendo especialmente diligentes en este aspecto los calvinistas y los luteranos.
En España, en ninguno de los territorios que conformaban la Monarquía hispánica, se dio este fenómeno con la virulencia que tuvo en estos lugares, donde algunos autores hablan de centenares de miles de condenados a muerte. Esta realidad parece desilusionar a algunos autores y eruditos que hubieran preferidos procesos escandalosos para aumentar la venta de libros, artículos, documentales, etc., pero como lo que se sabe es que en España se actuó "racionalmente" en comparación con las atrocidades que se dieron más allá de los Pirineos, parece que no es tan llamativo.
Este hecho diferenciador hispano, y positivo en este caso, tiene su explicación en el pensamiento de la Contrarreforma católica. Los teólogos españoles habían sido los principales artífices intelectuales de la Contrarreforma que culminó en el Concilio de Trento y, por lo tanto, centraron sus esfuerzos en parar las herejías que podían derivar en el Protestantismo, aparte de su acoso a los cripto-judíos. Por otro lado, la Inquisición española alcanzó tal grado de eficacia que le llevó a desarrollar una profunda reglamentación y metodología en los procesos judiciales que se tradujo por extensión en garantías procesales para los inculpados.
TRIBUNAL DE LA SANTA INQUISICIÓN, POR FRANCISCO DE GOYA
Hablar de garantías en procesos que admitían la tortura como sistema probatorio es cuanto menos arriesgado, pero en comparación con otros tribunales europeos de la época (tanto eclesiásticos como civiles) sí puede realizarse tal afirmación. Hay que indicar que este fenómeno se produjo en todos los reinos y provincias de la Monarquía hispánica a pesar de que cada uno de ellos contaba con tribunales propios y cuerpos legislativos diferentes. Y esto se debe a que el Consejo de la Suprema Inquisición era el único tribunal que tenía jurisdicción en todos los territorios hispánicos, de ahí que los procesos fueran muy similares. Esto fue así al entrar esta práctica dentro de sus atribuciones desde que las Cortes de 1598 acordaran que los delitos de maleficios eran casos privativos de la Inquisición y que las demás autoridades judiciales se debían abstener de intervenir en ellos.
Esta peculiaridad ha derivado en atribuir a la sociedad intelectual española de la Edad Moderna una característica denominada Racionalismo hispano, en la que se basaría su actuación y que se fundamentaba en la negación de la brujería como herejía. De todas formas, los procesos judiciales contra la brujería se sucedieron durante todo el siglo XVII; siendo la gravedad de las penas el verdadero elemento diferenciador, pues estas fueron casi siempre de rango menor y orientadas más a reconducir conductas morales y sociales que a la erradicación de actividades heréticas (que hubieran sido mucho más graves).
AUTO DE FE EN LA PLAZA MAYOR DE MADRID, POR FRANCISCO RIZZI
El proceso de brujas de Zagarramurdi de 1610 afianzó esta tendencia intelectual a partir de aquel suceso. Y es que tuvo como consecuencia más inmediata que a partir de entonces jamás se produjeran en España juicios multitudinarios y masivos por brujería como los que se efectuaron en Europa (en algunos lugares de centro Europa hasta incluso entrado el siglo XIX).
Después de este proceso la absolución fue frecuente. Como bien afirman algunos historiadores, entre ellos Caro Baroja o K. Baschwitz, se trató de un hecho infrecuente y por eso muy destacable de la "victoria de la razón" frente a la habitual barbarie religiosa de estos siglos. Por esta razón, el proceso de Logroño a las brujas de Zagarramurdi tuvo una gran repercusión posterior, pues gracias al trabajo de Alonso de Salazar y Frías, entre otros, se llegaría a la Constitución Omnipotentis del papa Gregorio XV, publicada en 1623. Mediante esta ley se suavizan los procesos contra la brujería, y en particular en la parte en que se decreta que los brujos y hechiceros sólo serán entregados a los tribunales civiles para que fueran estos quienes ejecutaran la pena de muerte, en los supuestos de que hubiera pacto con el diablo seguido de asesinato.
Con la confesión del brujo, la Inquisición advertía:
Julio Caro Baroja afirmó en El señor Inquisidor y otras vidas por oficio:
La Inquisición española, tan deleznable en otros casos, actuó en este de modo ejemplar y tras estos sucesos de Zagarramurdi y su proceso de Logroño pocos juicios de brujería figuran en los archivos inquisitoriales peninsulares con condenas capitales. Así, cabe resaltar un hecho indiscutible: si en España y sus provincias ultramarinas no se llegaron a quemar brujas al nivel de otros lugares de Europa fue básicamente gracias al Santo Oficio, que en multitud de ocasiones frenó iniciativas de tribunales civiles (señoriales, municipales, o reales) que hubieran acabado fatalmente en la quema de mujeres inocentes y en su gran mayoría incautas y simples. Pues la ignorancia y la necedad unidas a la picaresca eran en verdad lo que se escondía tras el mundo del "sabbat" con sus fiestas nocturnas convocadas al son de un cuerno soplado por el diablo a las que acudían volando los brujos y brujas sobre el palo de la escoba.
El término "inquisición" significa "investigación". De hecho, la función principal de la Inquisición española fue el de investigar el verdadero origen de muchos conflictos sociales de la Edad Moderna, a ponerles remedio aportando soluciones culturales, y a castigar a los verdaderos culpables de los desórdenes.
Fiel a la legalista tradición romana y católica, la España de la Inquisición dejó anotadas y registradas a través de las actas y sentencias de sus jueces, magistrados, notarios y escribanos cada una de las ejecuciones que llevó a cabo la Inquisición. Sin embargo, los países protestantes, en la más pura línea nórdica, nunca precisaron de una sola firma o un solo papel para enviar al verdugo en una jornada a más condenados de los que pudiese ejecutar la Inquisición española en más de tres siglos y medio. Y como quiera que parte de la cultura que hemos heredado del Puritanismo anglosajón y protestante consiste en que una gran mentira oculta equivale, si así conviene, a una gran verdad.
En Sicilia, se fundó el primer tribunal de la Inquisición, en 1220. Estaba integrado por teólogos de las órdenes franciscana y dominica, con dependencia directa de Roma.
En Roma, siguiendo los pasos de Sicilia, se fundó otro tribunal de la Inquisición, en 1233. Aunque su intención primigenia era la de acabar con la herejía albigense que tantos daños y desórdenes habían causado, a los tres años, en 1236, aplicó competencias a todo tipo de cuestiones religiosas con implicaciones sociales.
En Francia, la expulsión de los judíos se efectuó entre los siglos XII y XIV y las persecuciones a los cátaros en los XII y XIII, donde 20.000 de ellos fueron ejecutados. El siglo XIV continuó con el exterminio de los templarios, donde fueron quemados cerca de 500 caballeros de esta orden religiosa. Durante los reinados de Carlos IX, Enrique III y Luis XIV, en los siglos XVI y XVII la represión contra los hugonotes costó la vida a 10.000 personas. Esta cifra aumenta considerablemente a 117.000 campesinos ejecutados en la población católica de La Vendée. Y durante la Revolución francesa, los jacobinos represaliaron a unos 40.000 sacerdotes y religiosos.
En Alemania, la persecución y expulsión de judíos se llevó a cabo entre los siglos XII y XIV. Ya en la Modernidad y con la llegada de la Reforma protestante liderada por Martín Lutero, la quema de brujas en los siglos XVI y XVII llegó hasta 100.000 personas. Cifra que superó la persecución contra los católicos, que llegó a 150.000 personas. El Malleus Maleficarum (Martillo de las brujas) era el libro de cabecera para inquisidores. Según Lutero "las magas deben ser ajusticiadas, porque son ladronas, rompedoras de matrimonios, bandidas, asesinas,..."
En Inglaterra, la matanza y expulsión de los judíos en el siglo XIII costó la vida a 16.000 personas. Durante el reinado de Enrique VIII, entre los años 1532 y 1547, fundador del Anglicanismo, unas 72.000 católicos fueron ejecutados por no someterse a la ortodoxia de su protestantismo. En 1542, aprobó la pena de muerte contra la brujería. Por contra, María Tudor, de confesión católica, ejecutó a 300 anglicanos.
En Irlanda, Cromwell aniquiló a 60.000 católicos en el siglo XVII, prohibió el Catolicismo y confiscó numerosas tierras. En 1652, el Parlamento inglés aprobó una ley para que los sacerdotes católicos sean colgados, decapitados, descuartizados y quemados, y después sus cabezas sean expuestas en público.
En Escocia, John Knox prohibió el Catolicismo en 1559 y 1.000 mujeres fueron quemadas al ser acusadas de brujería.
En Dinamarca, Suecia y Noruega, de confesión luterana, la pena de muerte para los sacerdotes católicos se aplicó mediante una ley desde 1624 hasta 1815.
En Holanda, de confesión calvinista, se realizó una dura persecución contra los católicos desde 1573 hasta 1795. Durante los siglos XVI y XVII, la quema de brujas provocó la ejecución de 60.000 personas.
En Suiza, el líder protestante Juan Calvino es responsable directo de 569 ejecuciones en la hoguera. Una de estas fue la de Miguel Servet, científico español que descubrió la circulación pulmonar de la sangre, quemado en una hoguera de Ginebra en 1553. En el siglo XVII, 10.000 personas fueron quemadas en la hoguera por brujería.
En Bohemia, actual República Checa, tuvieron lugar las Guerras husitas de carácter religioso. El líder Juan Huss fue condenado a la hoguera en 1415.
En España, la Inquisición español actuó desde finales del siglo XV hasta el siglo XIX. En total se contabilizan a 4.333 personas ejecutadas, de las cuales: 3.748 fueron condenadas por judaizantes, 280 por moriscos, 150 por protestantes, 130 por sodomia o bestialismo, y 25 por superstición o brujería.
El proceso de brujas de Zagarramurdi de 1610 afianzó esta tendencia intelectual a partir de aquel suceso. Y es que tuvo como consecuencia más inmediata que a partir de entonces jamás se produjeran en España juicios multitudinarios y masivos por brujería como los que se efectuaron en Europa (en algunos lugares de centro Europa hasta incluso entrado el siglo XIX).
Después de este proceso la absolución fue frecuente. Como bien afirman algunos historiadores, entre ellos Caro Baroja o K. Baschwitz, se trató de un hecho infrecuente y por eso muy destacable de la "victoria de la razón" frente a la habitual barbarie religiosa de estos siglos. Por esta razón, el proceso de Logroño a las brujas de Zagarramurdi tuvo una gran repercusión posterior, pues gracias al trabajo de Alonso de Salazar y Frías, entre otros, se llegaría a la Constitución Omnipotentis del papa Gregorio XV, publicada en 1623. Mediante esta ley se suavizan los procesos contra la brujería, y en particular en la parte en que se decreta que los brujos y hechiceros sólo serán entregados a los tribunales civiles para que fueran estos quienes ejecutaran la pena de muerte, en los supuestos de que hubiera pacto con el diablo seguido de asesinato.
Con la confesión del brujo, la Inquisición advertía:
"Que no procede en estos casos por solo la forma de ser brujos y hacer los dichos daños, si no testifican de haberlos visto hacer algunos daños, porque muchas veces lo que dicen han visto y hecho les sucede en sueños y juzgan se hallaron en cuerpo y lo vieron e hicieron con los que testifican y les figura el demonio cuerpos fantasiosos de aquellos que dicen vieron sin haberlos visto ni hallándose allí para que hagan esos daños de inflamar en peligro a los que no tienen culpa."
Julio Caro Baroja afirmó en El señor Inquisidor y otras vidas por oficio:
"Los inquisidores eran más juristas que humanistas y teólogos. La jurisprudencia más o menos secreta que podían estudiar era grande, casi tan grande como el escepticismo de muchos de ellos, acostumbrados a ver imposturas y engaños en cantidad de actos hechiceriles. En el siglo XVII los españoles, por otra parte, no tenían mucha fama como magos y hechiceros. Alguien sostuvo —con clara animadversión hacia el país— que el diablo no se fiaba de sus habitantes."
La Inquisición española, tan deleznable en otros casos, actuó en este de modo ejemplar y tras estos sucesos de Zagarramurdi y su proceso de Logroño pocos juicios de brujería figuran en los archivos inquisitoriales peninsulares con condenas capitales. Así, cabe resaltar un hecho indiscutible: si en España y sus provincias ultramarinas no se llegaron a quemar brujas al nivel de otros lugares de Europa fue básicamente gracias al Santo Oficio, que en multitud de ocasiones frenó iniciativas de tribunales civiles (señoriales, municipales, o reales) que hubieran acabado fatalmente en la quema de mujeres inocentes y en su gran mayoría incautas y simples. Pues la ignorancia y la necedad unidas a la picaresca eran en verdad lo que se escondía tras el mundo del "sabbat" con sus fiestas nocturnas convocadas al son de un cuerno soplado por el diablo a las que acudían volando los brujos y brujas sobre el palo de la escoba.
El término "inquisición" significa "investigación". De hecho, la función principal de la Inquisición española fue el de investigar el verdadero origen de muchos conflictos sociales de la Edad Moderna, a ponerles remedio aportando soluciones culturales, y a castigar a los verdaderos culpables de los desórdenes.
Fiel a la legalista tradición romana y católica, la España de la Inquisición dejó anotadas y registradas a través de las actas y sentencias de sus jueces, magistrados, notarios y escribanos cada una de las ejecuciones que llevó a cabo la Inquisición. Sin embargo, los países protestantes, en la más pura línea nórdica, nunca precisaron de una sola firma o un solo papel para enviar al verdugo en una jornada a más condenados de los que pudiese ejecutar la Inquisición española en más de tres siglos y medio. Y como quiera que parte de la cultura que hemos heredado del Puritanismo anglosajón y protestante consiste en que una gran mentira oculta equivale, si así conviene, a una gran verdad.
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TRIBUNAL Y SAMBENITOS EN EL MUSEO DE LA INQUISICIÓN |
En Sicilia, se fundó el primer tribunal de la Inquisición, en 1220. Estaba integrado por teólogos de las órdenes franciscana y dominica, con dependencia directa de Roma.
En Roma, siguiendo los pasos de Sicilia, se fundó otro tribunal de la Inquisición, en 1233. Aunque su intención primigenia era la de acabar con la herejía albigense que tantos daños y desórdenes habían causado, a los tres años, en 1236, aplicó competencias a todo tipo de cuestiones religiosas con implicaciones sociales.
En Francia, la expulsión de los judíos se efectuó entre los siglos XII y XIV y las persecuciones a los cátaros en los XII y XIII, donde 20.000 de ellos fueron ejecutados. El siglo XIV continuó con el exterminio de los templarios, donde fueron quemados cerca de 500 caballeros de esta orden religiosa. Durante los reinados de Carlos IX, Enrique III y Luis XIV, en los siglos XVI y XVII la represión contra los hugonotes costó la vida a 10.000 personas. Esta cifra aumenta considerablemente a 117.000 campesinos ejecutados en la población católica de La Vendée. Y durante la Revolución francesa, los jacobinos represaliaron a unos 40.000 sacerdotes y religiosos.
En Alemania, la persecución y expulsión de judíos se llevó a cabo entre los siglos XII y XIV. Ya en la Modernidad y con la llegada de la Reforma protestante liderada por Martín Lutero, la quema de brujas en los siglos XVI y XVII llegó hasta 100.000 personas. Cifra que superó la persecución contra los católicos, que llegó a 150.000 personas. El Malleus Maleficarum (Martillo de las brujas) era el libro de cabecera para inquisidores. Según Lutero "las magas deben ser ajusticiadas, porque son ladronas, rompedoras de matrimonios, bandidas, asesinas,..."
En Inglaterra, la matanza y expulsión de los judíos en el siglo XIII costó la vida a 16.000 personas. Durante el reinado de Enrique VIII, entre los años 1532 y 1547, fundador del Anglicanismo, unas 72.000 católicos fueron ejecutados por no someterse a la ortodoxia de su protestantismo. En 1542, aprobó la pena de muerte contra la brujería. Por contra, María Tudor, de confesión católica, ejecutó a 300 anglicanos.
En Irlanda, Cromwell aniquiló a 60.000 católicos en el siglo XVII, prohibió el Catolicismo y confiscó numerosas tierras. En 1652, el Parlamento inglés aprobó una ley para que los sacerdotes católicos sean colgados, decapitados, descuartizados y quemados, y después sus cabezas sean expuestas en público.
En Escocia, John Knox prohibió el Catolicismo en 1559 y 1.000 mujeres fueron quemadas al ser acusadas de brujería.
En Dinamarca, Suecia y Noruega, de confesión luterana, la pena de muerte para los sacerdotes católicos se aplicó mediante una ley desde 1624 hasta 1815.
En Holanda, de confesión calvinista, se realizó una dura persecución contra los católicos desde 1573 hasta 1795. Durante los siglos XVI y XVII, la quema de brujas provocó la ejecución de 60.000 personas.
En Suiza, el líder protestante Juan Calvino es responsable directo de 569 ejecuciones en la hoguera. Una de estas fue la de Miguel Servet, científico español que descubrió la circulación pulmonar de la sangre, quemado en una hoguera de Ginebra en 1553. En el siglo XVII, 10.000 personas fueron quemadas en la hoguera por brujería.
En Bohemia, actual República Checa, tuvieron lugar las Guerras husitas de carácter religioso. El líder Juan Huss fue condenado a la hoguera en 1415.
En España, la Inquisición español actuó desde finales del siglo XV hasta el siglo XIX. En total se contabilizan a 4.333 personas ejecutadas, de las cuales: 3.748 fueron condenadas por judaizantes, 280 por moriscos, 150 por protestantes, 130 por sodomia o bestialismo, y 25 por superstición o brujería.