18/07/2025

Racionalismo de la Inquisición española frente a las europeas


Durante los siglos XVI, XVII y XVIII, en muchos lugares de Europa y Norteamérica se produjeron las "cazas de brujas" que acabaron con miles de mujeres (los brujos fueron minoría) en la hoguera o degolladas, siendo especialmente diligentes en este aspecto los calvinistas y los luteranos.

En España, en ninguno de los territorios que conformaban la Monarquía hispánica, se dio este fenómeno con la virulencia que tuvo en estos lugares, donde algunos autores hablan de centenares de miles de condenados a muerte. Esta realidad parece desilusionar a algunos autores y eruditos que hubieran preferidos procesos escandalosos para aumentar la venta de libros, artículos, documentales, etc., pero como lo que se sabe es que en España se actuó "racionalmente" en comparación con las atrocidades que se dieron más allá de los Pirineos, parece que no es tan llamativo.

Este hecho diferenciador hispano, y positivo en este caso, tiene su explicación en el pensamiento de la Contrarreforma católica. Los teólogos españoles habían sido los principales artífices intelectuales de la Contrarreforma que culminó en el Concilio de Trento y, por lo tanto, centraron sus esfuerzos en parar las herejías que podían derivar en el Protestantismo, aparte de su acoso a los cripto-judíos. Por otro lado, la Inquisición española alcanzó tal grado de eficacia que le llevó a desarrollar una profunda reglamentación y metodología en los procesos judiciales que se tradujo por extensión en garantías procesales para los inculpados.

TRIBUNAL DE LA SANTA INQUISICIÓN, POR FRANCISCO DE GOYA

Hablar de garantías en procesos que admitían la tortura como sistema probatorio es cuanto menos arriesgado, pero en comparación con otros tribunales europeos de la época (tanto eclesiásticos como civiles) sí puede realizarse tal afirmación. Hay que indicar que este fenómeno se produjo en todos los reinos y provincias de la Monarquía hispánica a pesar de que cada uno de ellos contaba con tribunales propios y cuerpos legislativos diferentes. Y esto se debe a que el Consejo de la Suprema Inquisición era el único tribunal que tenía jurisdicción en todos los territorios hispánicos, de ahí que los procesos fueran muy similares. Esto fue así al entrar esta práctica dentro de sus atribuciones desde que las Cortes de 1598 acordaran que los delitos de maleficios eran casos privativos de la Inquisición y que las demás autoridades judiciales se debían abstener de intervenir en ellos.

Esta peculiaridad ha derivado en atribuir a la sociedad intelectual española de la Edad Moderna una característica denominada Racionalismo hispano, en la que se basaría su actuación y que se fundamentaba en la negación de la brujería como herejía. De todas formas, los procesos judiciales contra la brujería se sucedieron durante todo el siglo XVII; siendo la gravedad de las penas el verdadero elemento diferenciador, pues estas fueron casi siempre de rango menor y orientadas más a reconducir conductas morales y sociales que a la erradicación de actividades heréticas (que hubieran sido mucho más graves).

AUTO DE FE EN LA PLAZA MAYOR DE MADRID, POR FRANCISCO RIZZI

El proceso de brujas de Zagarramurdi de 1610 afianzó esta tendencia intelectual a partir de aquel suceso. Y es que tuvo como consecuencia más inmediata que a partir de entonces jamás se produjeran en España juicios multitudinarios y masivos por brujería como los que se efectuaron en Europa (en algunos lugares de centro Europa hasta incluso entrado el siglo XIX).

Después de este proceso la absolución fue frecuente. Como bien afirman algunos historiadores, entre ellos Caro Baroja o K. Baschwitz, se trató de un hecho infrecuente y por eso muy destacable de la "victoria de la razón" frente a la habitual barbarie religiosa de estos siglos. Por esta razón, el proceso de Logroño a las brujas de Zagarramurdi tuvo una gran repercusión posterior, pues gracias al trabajo de Alonso de Salazar y Frías, entre otros, se llegaría a la Constitución Omnipotentis del papa Gregorio XV, publicada en 1623. Mediante esta ley se suavizan los procesos contra la brujería, y en particular en la parte en que se decreta que los brujos y hechiceros sólo serán entregados a los tribunales civiles para que fueran estos quienes ejecutaran la pena de muerte, en los supuestos de que hubiera pacto con el diablo seguido de asesinato.

Con la confesión del brujo, la Inquisición advertía:
"Que no procede en estos casos por solo la forma de ser brujos y hacer los dichos daños, si no testifican de haberlos visto hacer algunos daños, porque muchas veces lo que dicen han visto y hecho les sucede en sueños y juzgan se hallaron en cuerpo y lo vieron e hicieron con los que testifican y les figura el demonio cuerpos fantasiosos de aquellos que dicen vieron sin haberlos visto ni hallándose allí para que hagan esos daños de inflamar en peligro a los que no tienen culpa."

Julio Caro Baroja afirmó en El señor Inquisidor y otras vidas por oficio:
"Los inquisidores eran más juristas que humanistas y teólogos. La jurisprudencia más o menos secreta que podían estudiar era grande, casi tan grande como el escepticismo de muchos de ellos, acostumbrados a ver imposturas y engaños en cantidad de actos hechiceriles. En el siglo XVII los españoles, por otra parte, no tenían mucha fama como magos y hechiceros. Alguien sostuvo —con clara animadversión hacia el país— que el diablo no se fiaba de sus habitantes."

La Inquisición española, tan deleznable en otros casos, actuó en este de modo ejemplar y tras estos sucesos de Zagarramurdi y su proceso de Logroño pocos juicios de brujería figuran en los archivos inquisitoriales peninsulares con condenas capitales. Así, cabe resaltar un hecho indiscutible: si en España y sus provincias ultramarinas no se llegaron a quemar brujas al nivel de otros lugares de Europa fue básicamente gracias al Santo Oficio, que en multitud de ocasiones frenó iniciativas de tribunales civiles (señoriales, municipales, o reales) que hubieran acabado fatalmente en la quema de mujeres inocentes y en su gran mayoría incautas y simples. Pues la ignorancia y la necedad unidas a la picaresca eran en verdad lo que se escondía tras el mundo del "sabbat" con sus fiestas nocturnas convocadas al son de un cuerno soplado por el diablo a las que acudían volando los brujos y brujas sobre el palo de la escoba.

El término "inquisición" significa "investigación". De hecho, la función principal de la Inquisición española fue el de investigar el verdadero origen de muchos conflictos sociales de la Edad Moderna, a ponerles remedio aportando soluciones culturales, y a castigar a los verdaderos culpables de los desórdenes.

Fiel a la legalista tradición romana y católica, la España de la Inquisición dejó anotadas y registradas a través de las actas y sentencias de sus jueces, magistrados, notarios y escribanos cada una de las ejecuciones que llevó a cabo la Inquisición. Sin embargo, los países protestantes, en la más pura línea nórdica, nunca precisaron de una sola firma o un solo papel para enviar al verdugo en una jornada a más condenados de los que pudiese ejecutar la Inquisición española en más de tres siglos y medio. Y como quiera que parte de la cultura que hemos heredado del Puritanismo anglosajón y protestante consiste en que una gran mentira oculta equivale, si así conviene, a una gran verdad.

TRIBUNAL Y SAMBENITOS EN EL MUSEO DE LA INQUISICIÓN

En Sicilia, se fundó el primer tribunal de la Inquisición, en 1220. Estaba integrado por teólogos de las órdenes franciscana y dominica, con dependencia directa de Roma.

En Roma, siguiendo los pasos de Sicilia, se fundó otro tribunal de la Inquisición, en 1233. Aunque su intención primigenia era la de acabar con la herejía albigense que tantos daños y desórdenes habían causado, a los tres años, en 1236, aplicó competencias a todo tipo de cuestiones religiosas con implicaciones sociales.

En Francia, la expulsión de los judíos se efectuó entre los siglos XII y XIV y las persecuciones a los cátaros en los XII y XIII, donde 20.000 de ellos fueron ejecutados. El siglo XIV continuó con el exterminio de los templarios, donde fueron quemados cerca de 500 caballeros de esta orden religiosa. Durante los reinados de Carlos IX, Enrique III y Luis XIV, en los siglos XVI y XVII la represión contra los hugonotes costó la vida a 10.000 personas. Esta cifra aumenta considerablemente a 117.000 campesinos ejecutados en la población católica de La Vendée. Y durante la Revolución francesa, los jacobinos represaliaron a unos 40.000 sacerdotes y religiosos.

En Alemania, la persecución y expulsión de judíos se llevó a cabo entre los siglos XII y XIV. Ya en la Modernidad y con la llegada de la Reforma protestante liderada por Martín Lutero, la quema de brujas en los siglos XVI y XVII llegó hasta 100.000 personas. Cifra que superó la persecución contra los católicos, que llegó a 150.000 personas. El Malleus Maleficarum (Martillo de las brujas) era el libro de cabecera para inquisidores. Según Lutero "las magas deben ser ajusticiadas, porque son ladronas, rompedoras de matrimonios, bandidas, asesinas,..."

En Inglaterra, la matanza y expulsión de los judíos en el siglo XIII costó la vida a 16.000 personas. Durante el reinado de Enrique VIII, entre los años 1532 y 1547, fundador del Anglicanismo, unas 72.000 católicos fueron ejecutados por no someterse a la ortodoxia de su protestantismo. En 1542, aprobó la pena de muerte contra la brujería. Por contra, María Tudor, de confesión católica, ejecutó a 300 anglicanos.

En Irlanda, Cromwell aniquiló a 60.000 católicos en el siglo XVII, prohibió el Catolicismo y confiscó numerosas tierras. En 1652, el Parlamento inglés aprobó una ley para que los sacerdotes católicos sean colgados, decapitados, descuartizados y quemados, y después sus cabezas sean expuestas en público.

En Escocia, John Knox prohibió el Catolicismo en 1559 y 1.000 mujeres fueron quemadas al ser acusadas de brujería.

En Dinamarca, Suecia y Noruega, de confesión luterana, la pena de muerte para los sacerdotes católicos se aplicó mediante una ley desde 1624 hasta 1815.

En Holanda, de confesión calvinista, se realizó una dura persecución contra los católicos desde 1573 hasta 1795. Durante los siglos XVI y XVII, la quema de brujas provocó la ejecución de 60.000 personas.

En Suiza, el líder protestante Juan Calvino es responsable directo de 569 ejecuciones en la hoguera. Una de estas fue la de Miguel Servet, científico español que descubrió la circulación pulmonar de la sangre, quemado en una hoguera de Ginebra en 1553. En el siglo XVII, 10.000 personas fueron quemadas en la hoguera por brujería.

En Bohemia, actual República Checa, tuvieron lugar las Guerras husitas de carácter religioso. El líder Juan Huss fue condenado a la hoguera en 1415.

En España, la Inquisición español actuó desde finales del siglo XV hasta el siglo XIX. En total se contabilizan a 4.333 personas ejecutadas, de las cuales: 3.748 fueron condenadas por judaizantes, 280 por moriscos, 150 por protestantes, 130 por sodomia o bestialismo, y 25 por superstición o brujería.

Robert Fleury Galileo santo oficio
GALILEO ANTE EL SANTO OFICIO, POR JOSEPH NICOLAS ROBERT-FLEURY

A principios del siglo XVI, los países que adoptaron la Reforma protestante sustituyeron la tradicional Inquisición católica por un terrorífico sistema de represión religioso-político. Pocos, años antes, había aparecido la Inquisición española, mucho más justa y menos violenta que cualquiera de los sistema represivos protestantes.

Un ejemplo comparativo podría hacerse entre España e Inglaterra. En los 350 años que duró la Inquisición española, fueron condenados a muerte poco más de 4.000 personas (descontado algunos casos donde el procesado estaba fugado o en rebeldía y se quemaba una efigie o monigote en forma simbólica). En diez veces menos espacio de tiempo, en 35 años, el sistema represivo inglés ejecutó a unas 200.000 personas, es decir 50 veces superior.

Según la ortodoxia protestantes, la libertad religiosa que propugnó Lutero consistía en que el pueblo entero tenía que someterse a la religión del rey, convirtiendo a la Iglesia en una herramienta al servicio del gobernante. En Inglaterra, Enrique VIII de Tudor se desmarcaba de la Iglesia católica para fundar la suya propia, la anglicana, con el propósito de que avalaran los divorcios y matrimonios que le convenían. Así, se modificó la naturaleza de la Carta Magna y del Parlamento, y se obligó a creer en la nueva Iglesia a todo el pueblo. Su sucesora, María Tudor, católica, hizo al pueblo volver a la obediencia de Roma. Después, Isabel, que era anglicana, obligó a los ingleses a convertirse a al anglicanismo de nuevo. Por último, Cromwell, puritano, obligó al pueblo inglés a hacerse puritano. Cada una de las conversiones de la Monarquía inglesa hacia un nuevo orden cristiano, fue seguido de una oleada de terror, persecución y ajusticiamiento a todo aquel inglés que no se sometiera a la religión oficial del su rey de turno.

Esto en los que provocó que decenas e incluso centenares de miles de "infieles" católicos fuesen ejecutados por un sistema religioso represor dependiente del político.

Aunque España fue el último país en abandonar la Inquisición, ya hacía mucho tiempo que no ejecutaba a muerte a supuestas brujas. La última fue la adolescente catalana Magdalena Duer, ejecuta en 1611; mientras que en Suiza la última ejecución con Anna Göldin en Glaris fue en 1782, en Europa occidental, y en Polonia en 1793, en Europa oriental.

Anónimo, sobre la Inquisición española:
"merced a la puntuosa burocracia de la monarquía austríaca, todos y cada uno de los chicharrones que hubo, muchos pero no tantos, figuran debidamente registrados los procesos, nombres y apellidos. Cosa de que no pueden presumir, por cierto, los gabachos del cristianísimo rey de Francia, los malditos herejes de más arriba o la Inglaterra siempre falsa, miserable y pirata; que cuando quemaban ellos lo hacían alegremente y a montón, sin orden ni concierto y según les venía en ganas o en intereses, condenando atajo de hipócritas."
SANTO DOMINGO PRESIDIENDO UN AUTO DE FE, POR PEDRO DE BERRUGUETE

15/07/2025

Apoyo militar de Álava a la Monarquía española en la Modernidad


Como las demás tierras vascongadas, Álava estuvo exenta de los "servicios reales", pero participó en los gastos de la Monarquía por medio de contribuciones de carácter ordinario y otras consideradas como extraordinarias. Existieron contribuciones extraordinarias y coyunturales que formaban la parte más importante de la fiscalidad real en las provincias vascas: donativos, servicios armados y caminos. Los primeros pertenecían a la "especie" de servicios monetarios que, en la mayor parte de los casos, nada tuvieron de voluntarios debido a la concurrencia de dos factores: primero, siempre correspondieron a peticiones realizadas por el rey, aunque no era éste quien fijaba los cupos monetarios; y segundo, las solicitudes vinieron fundamentadas en las necesidades financieras del Real Erario, originadas, casi siempre, por el gasto derivado de las confrontaciones bélicas. Por ello, a cada solicitud hecha por la Monarquía se correspondía con un servicio monetario de mayor o menor cuantía, luego si bien bajo la denominación de “donativo” puede entenderse la voluntad por parte del que lo otorgaba, las necesidades y las deudas del Estado contribuyeron a convertirlos en "forzosos" y "obligatorios".

Entre las contribuciones ordinarias estaban el tradicional "pedido forero de Vitoria" (que fue sustituida por una sisa) y los "derechos de ferrerías" de Álava, cuyos rendimientos en gran medida se vinculaban al mantenimiento de la Hermandad, constituyendo más adelante lo que se denominaría la hacienda foral alavesa.

Las aportaciones extraordinarias, coyunturales y asistemáticas, consistían en la presentación de servicios armados, de bagajes para armas y vituallas y contribuciones para la construcción y mantenimiento de vías de comunicación terrestres. A todo ello hay que añadir los donativos.

ÁLAVA, EDAD MODERNA

El impuesto que más directamente relacionó a Álava con la Corona fue la alcabala, pese a que buena parte de los que actualmente es la provincia alavesa estaba al margen de este impuesto indirecto, lo que no minusvaloraba su rendimiento y su aumento, pues encabezada en 1557 con 725.000 maravedíes, en 1577 esa cifra había aumentado hasta 1.4000.000 maravedíes, quedando estabilizada, prácticamente, en lo que quedaba de siglo y a lo largo del siglo XVII.

Sin embargo, lo que realmente disparaba los gastos de la hacienda provincial alavesa fueron las contribuciones en hombres y dinero para ayudar a la financiación de la necesidades militares de la Corona.

Como en las otras tierras vascas, zonas fronterizas, las obligaciones militares de los naturales se vinculaban a la defensa del propio territorio durante tiempos de guerra y a la defensa de la frontera en casos de invasión externa, para lo que se producía el armamento foral, una movilización de toda la población. No obstante, en caso de sublevación interna o de guerra extraordinaria con alguna nación extranjera, estaban obligados a acudir a la llamada real con fuerzas de infantería, con marinería y hasta con barcos. Igualmente, los desembolsos que el armamento foral pudiera acarrear eran por cuenta de las provincias, y hasta la llegada a los límites de las provincias de las fuerzas movilizadas, su mantenimiento era también por cuenta de las haciendas forales, asumiendo esos gastos la hacienda real una vez que salían de sus fronteras o límites:
"De esta suerte, las juntas alavesas concedieron a la corona numerosos servicios militares en hombres y pertrechos durante los siglos XVI y XVII. Sin embargo, fue bastante habitual que las contribuciones quedasen en meros “apercibimientos de gente” que comprendían a todos los varones mayores de veinte años y menores de sesenta de cada localidad. De ordinario era la defensa de la frontera con Francia… la que generaba las demandas del rey."

MURALLA MEDIEVAL DE VITORIA

En tiempos de Felipe II las aportaciones fueron más ficticias que reales, pues muchas de las campañas provocaron unas movilizaciones que no se tradujeron en intervenciones militares, y en la década final del siglo XVI las contribuciones alavesas consistieron sobre todo en cargar con los costos de los alojamientos y del tránsito de tropas.

Pero en el siglo XVII, la actitud alavesa fue cambiando, sobre todo con los planes del conde-duque de Olivares, pues la diligencia mostrada ante las peticiones anteriores se fue transformando en una creciente resistencia, en gran medida debido a que el incremento de la presión fiscal y los agobios de la Corona coincidían con la caída económica y demográfica de Álava, hechos en los que la provincia justificaba sus reservas y resistencias a cumplir las demandas de la guerra con Francia y los de la crisis iniciada en 1640.

Y también se encuentran los donativos, que en rigor no formaban parte de la fiscalidad foral, pero no iban contra el fuero por ser voluntarios. Felipe IV solicitó por primera vez un donativo a las tres provincias en 1629, petición que fue muy criticada pero finalmente aceptada. Por su parte, Vitoria parece que había sido objeto de estas demandas, siempre atendidas, en 1598, 1615, 1616, 1660, 1666, 1679 y 1696, en bastantes más ocasiones que Álava, que fue requerida en este sentido en las postrimerías del reinado de Felipe IV: 1687 y 1699. Estas demandas reales tuvieron algunas contrapartidas favorables para los naturales, la más significativa el reconocimiento en 1664 por Felipe IV de la construcción alavesa, su gobierno por sus fueros y leyes propias y su exención de los tributos castellanos.


11/07/2025

Mil nuevas noticias insólitas del país de los vascos, por Iñaki Egaña


NOTICIAS INSÓLITAS DEL PAÍS VASCO, POR IÑAKI EGAÑA

Mil nuevas noticias insólitas del país de los vascos
Iñaki Egaña Sevilla, Editorial Txalaparta, Tafalla (2009), 350 páginas

La editorial navarra Txalaparta publicó Mil noticias insólitas del país de los vascos con una excelente acogida que se reeditó en 2009. Aquellas noticias, insólitas y breves, tuvieron la suerte de destapar la caja de los sueños y abrir al lector una puerta a la imaginación en algunos casos y a la curiosidad en la mayoría. Esas crónicas siguen presentes y siguen siendo excepcionales, y por eso se hizo inevitable una segunda entrega llena de nuevas reseñas.

En este libro Iñaki Egaña describe un millar de breves hechos históricos, relevantes biografías y sucesos anecdóticos cargados de sorpresas y curiosidades pero siempre desde el rigor historiográfico, que discurren de forma cronológica desde la Prehistoria de la etnia de los vascones hasta la Euskadi de la Edad Contemporánea.

08/07/2025

Thomás de Arssu


Capitán de marina, corsario y armador naval a mediados del siglo XVII y alcalde de Fuenterrabía en 1659 y 1661

THOMÁS DE ARSSU

Thomás de Arssu era natural de Fuenterrabía, donde nació a inicios del siglo XVII.

Fue capitán de marina y armador, fiaba a otros marinos y compraba presas en almoneda. Llegó a liderar el corso de su ciudad durante cuatro décadas a mediados del siglo XVII. Ya en su madurez, actuó de representante de los capitanes presos en Bilbao en el contencioso entre corsarios y mercaderes. Le acompañaban otros capitanes corsarios como fueron Miguel de Zuzuarregui, o el donostiarra Antonio de Beroiz. Formaban el trío de marinos más dinámico y poderoso en la organización de las expediciones corsarias, y a su alrededor se movió un amplio grupo de agentes.

En 1639, Arssu salió de expedición al mando de la embarcación Nuestra Señora de Guadalupe, acompañado de Lázaro de Marte en su galizabra Nuestra Señora del Carmen, y de Luis de Zuzuarregui con el San Pedro. Capturaron una presa de 18 toneladas, un bajel de dos cubiertas cargado de sal, que vendieron en Orio y San Sebastián.

En la década de 1640 continuó la actividad exitosa de Arssu a bordo del San Joseph, con el que consiguió capturar varias presas y hacer de fiador de Cristóbal de Eguíluz. Llegó a apresar una nao de 60 toneladas en Dunquerque, el San Pedro, que vendió al capitán Antonio de Beroiz.

Todavía el año 1654, Arssu lideró una expedición corsaria a bordo de la fragata Nuestra Señora del Rosario, en compañía del capitán Pedro González, y actuando como fiador de Beroiz.

En 1656, intervino como armador del navío San Antonio, y navegó como capitán del San Joseph, con el que consiguió una presa de 100 toneladas.

En 1657, Arssu compartió con Beroiz la armazón del galeón San Antonio el Mayor y participó también en la armazón de otro galeón llamado Nuestra Señora del Rosario.

En 1659, fue nombrado alcalde de Fuenterrabía, puesto que también ocupó en 1661, a la vez que participó en la armazón del San Joseph y del Santa Ana, en colaboración con Beroiz y los capitanes Ambulodi y Zuzuarregui.

Durante la década de 1660, Arssu y Beroiz, socios en cualquier empresa, se interesaron conjuntamente por los negocios comerciales con los virreinatos españoles de las Indias y por las expediciones balleneras a Terranova. Además, la paz con Inglaterra de 1662, concedió un respiro a las actividades corsarias contra naves de este reino.

En 1672, vendió la nao Santa María, de 100 toneladas y fábrica inglesa al capitán Juan Bernardo de Lizardi, quien lo rebautizó como El Ángel.


02/07/2025

Industria armera de Elorrio


La fundación de la villa vizcaína de Elorrio fue efectuada en 1356 por don Tello, señor de Vizcaya, en torno a los terrenos de San Agustín de Etxabarria. El propósito fue doble: frenar la entrada de los guipuzcoanos hacia el Señorío; y establecer un poder foral contra los señores feudales y sus Guerras de Banderizos. Durante los siglos XIV y XV, el territorio del Duranguesado sufrió las crueles luchas entre linajes nobiliarios. En esta villa, cercada en un principio y luego amurallada, se produjo la batalla de Elorrio, en 1468, entre las casas de Ibarra, del bando de los oñacinos, y los Marzana, de los gamboínos.

Durante los siglos de la Edad Moderna, Elorrio se distinguió en todo el Señorío por la fabricación de armas blancas y de fuego, al igual que hicieron otras villas vascas como Eibar o Soraluce. Sus talleres artesanales del Medievo se transformaron en modestas fábricas en la Modernidad. Elaboraban espadas, corazas, escudos, arcabuces, mosquetes, bombardas, cañones, lanzas y picas. Armas muy características y utilizadas por los Reales Tercios de Infantería de la Monarquía hispánica para la defensa de sus amplios territorios europeos.

Elorrio se convirtió en un gran centro productor de picas y lanzas, en conexión con varias villa guipuzcoanas de su proximidad con las que formaba una comunidad de intereses en base a la plantación de fresnos en bosque compartidos y a un oficio común que era la astería. Este concreto sector de la armería ligera involucraba a gremios como los campesinos criadores de fresnos, los ferrones, los transportistas, o los mercaderes. La piquería pudo conectar a simples campesinos criadores de fresnos y grandes linajes nobiliarios de parientes mayores con artesanos armeros y oficiales reales que representaban los intereses del Ejército de la Monarquía hispánica.

De hecho, gran parte del armamento ligero, vanguardia del ejército de Carlos V o Felipe II, tuvo su origen en las Provincias Vascongadas, y más en concreto de Elorrio. La base del mismo provenía de allí desde tiempos de Gonzalo Fernández de Córdoba, general de los Reyes Católicos.

PICAS DE ELORRIO

En 1575, se organizó una reunión entre el capitán Alonso de Cosgaya y los oficiales lanceros de esta población. La consulta tenía por finalidad conocer la cantidad de picas de que disponían los artesanos, cuántas se podían fabricar cada mes y qué medidas convenía establecer para aumentar las plantaciones de fresnos.

Aquel informe de 1575 dejó patente que las fraguas de Elorrio fabricaban de 2.000 a 3.000 picas de 4,17 a 5,42 metros de longitud y 1.500 lanzas cada mes, además de otras armas. Este armamento tenía como destino las tropas del Imperio de Felipe II, especialmente los Reales Tercios de Flandes. No es de extrañar que los lanceros de esta población consiguieran ganarse un renombrado prestigio y que se hubiese convertido en el centro de las operación de la piquería destinada al ejército de Felipe II.

La Memoria de las picas que yo Lope de Elío, criado de Su Magestad y su veedor he examinado después que viniese a este cargo que fue a principio de abril del año 1576 hasta hoy 23 de julio de 1578 contabiliza las partidas de picas provenientes de Mondragón, Azpeitia, Eibar, Elgoibar, Angiozar, Oñate y otras poblaciones que eran llevadas a Elorrio. Contiene datos de los suministradores de picas, y que la recogida se realiza en Elorrio para ser transportada a su destino final, según consta en la relación de cada año a partir de 1575. Uno de los más importantes suministradores de picas fue Domingo de Mendiola, vecino de la villa, quien actuaba frecuentemente en representación de Hernando de Aguirre, oficial real y pagador de armeros, piqueros y arcabuceros.

PALACIO DE ELORRIO

Elorrio reunía una serie de factores naturales a su alrededor muy idóneos para el desarrollo de esta industria. Está envuelta por sierras calizas llenas de bosques y prados que proporcionan grandes cantidades de madera de fresno. Los montes de Elorrio y de pueblos colindantes como Elgueta y Angiozar encerraban extensas fresnedas dedicadas a la astería, producto que ofrecía diferentes alternativas en los mercados del sur español.

Por eso, intermediarios de Elorrio se involucraron en la fabricación y adquisición de productos compuestos de astas desde la primera mitad del siglo XVI. Por ejemplo, en 1530, Domingo de Aguirre, mercader de Elorrio, compraba a Pero Pérez de Aozaraza, armero de Oñate, "fierros de lanzas faines".

También existió una amplia relación entre artesanos armeros y productores de madera de fresno. Por ejemplo, en 1573, García de Algute, vecino de Elgueta, compró 318 fresnos, por los que pagó 900 reales a Pero de Goitia y Pérez de Miota, vecinos de Elorrio. En 1575, Marcos de Olarra, astero de Elorrio, firmó un contrato de fabricación con Martín Ibáñez de Albistegui, vecino de Elgueta, basado en 40 docenas de lanzas de cuatro medidas: 8, 9, 10 y 11 codos, a un precio de 4 reales y medio cada docena, además de 30 docenas de varas de justicia, a 2 reales la docena.

Los casos de relaciones mercantiles entre vecinos de Elorrio y Elgueta vinculados a la astería fueron numerosos. Por ejemplo, el contrato entre el lancero Domingo Pérez de Leaniz, vecino de Elorrio, y el lancero Jacobe de Marquiegui, vecino de Elgueta. O, el acuerdo de compra de fresnos por parte del lancero Martín de Urrutia, vecino de Elorrio, a Domenja de Izaguirre, vecina de Elgueta, que disponía de una plantación de fresnos "a la redonda de su casa".

COMPONENTES METÁLICOS DE UNA PIQUERO

Elorrio disponía de las denominadas Casas de la Munición, que también se denomina Magacén, donde se recibía la piquería fabricada, se pagaba a los armeros y desde donde se distribuía el material siguiendo las disposiciones de los oficiales reales. Además de los propios armeros, se involucraban los encargados en comprobar la calidad de las picas, y aquellos que gestionaban la documentación que acreditaba el cobro.

Según documento, hacia el año 1572, la cantidad de picas que se almacenaban en una temporada era de 19.674 unidades, contadas por el subordinado Domingo de Mendiola, en representación del oficial real Hernando de Aguirre, siendo veedor real Lope de Elío. No siempre la labor de control y recuento estaba delegada en oficiales y suboficiales reales, siendo en ocasiones el propio veedor el encargado de vigilar la calidad de las picas en Elorrio, si las responsabilidades que tenía en Soraluce se lo permitía. Por ejemplo, en 1590, Lope de Elío se presentó en esta villa vizcaína "a examinar las picas, y entre otras examinó las de muchos oficiales lanceros" que se nombran en el documento.

Dos años después, Mendiola suplió a Aguirre en el cargo de oficial real de picas por fallecimiento del segundo. En la casa de la munición, llegó a contabilizar un total de 22.214 picas en todo el año 1592, lo que dice mucho de la enorme cantidad de armas blancas que podía fabricar Elorrio. No obstante, otras poblaciones vecinas participaron de este sector industrial basado en la fabricación de picas con destino en Elorrio, por ejemplo Elgueta, Angiozar y Oñate.

En torno a la casa de la munición de Elorrio se congregaban armadores piqueros, transportistas, vigilantes del almacén, examinadores del material, anotadores de cuentas, pagadores y fiadores, y otros oficios. Se había convertido en el principal fabricante de picas y lanzas de España, tal y como Soraluce lo era de mosquetes y arcabuces.

En cuanto a la exportación de picas vasca fabricadas en el entorno de Elorrio, hay que destacar la feria de Nájera o la ciudad de Sevilla, sede de la Casa de Contratación de Indias en los siglos XVI y XVII. Tras la unión monárquica del Reino de Portugal bajo el mando de Felipe II, la ciudad de Lisboa también se convirtió en un destino clave de la piquería vizcaína.

PICAS DE ELORRIO EN LOS TERCIOS DE FLANDES

Toda esta actividad armera, junto a la participación de familias locales en el comercio con las provincias ultramarinas de la Monarquía española, consiguió traer grandes riquezas a la villa que se invirtieron en la construcción de palacios y casas-torre nobiliarios, así como de edificios religiosos. Se levantaron más de una veintena de palacios como los de Uribe-Salazar, de Estéibar-Arauna, de Arabio, de Olazábal, de Láriz, etc., y se esculpieron varias decenas de escudos de armas de linajes nobiliarios en sus caseríos, también las iglesias de San Agustín del siglo XV, o de la Purísima Concepción del XVI.

El Alarde de Errebonbilloak, celebrado cada primer domingo de octubre, es el desfile militar de una compañía de fusileros. Su origen está en las levas militares de la villa que participaron el combate de Lepanto en 1571. Esta tradición denota su importante dedicación a las armas y su demostrada contribución en efectivos humanos y armeros a la defensa del Imperio español.

ALARDE DE ELLORRIO, ERREBOMBILLOS

25/06/2025

Juramento de fueros vascos por los Reyes Católicos


A la muerte de Enrique IV, rey de Castilla, en 1474, Isabel de Trastámara accedió a la sucesión al trono, siendo coronada reina en Segovia ante nobles. Para asentarse en el poder y contrarrestar las aspiraciones de su rival Juana la Beltraneja y sus aliados portugués y francés, movió con rapidez a sus apoyos. Uno de sus principales valedores fue el guipuzcoano Bartolomé de Zuloaga, natural de Rentería.

Zuloaga fue enviado por Isabel la Católica en representación suya, junto con Antón de Baena, para asistir a la Junta Particular de la Hermandad de Guipúzcoa, reunida en Basarte, situado en Azcotia, el 2 de enero de 1475, con el objetivo de pedir a la Provincia el juramento de fidelidad a la nueva reina, como así se hizo. A su vez, juró los Fueros de Guipúzcoa en nombre de Isabel la Católica.

Los historiadores Gamón y Gorosabel relataron extensamente su intervención:
"Zuloaga vino a Guipúzcoa, junto con Antón de Baena, como embajadores de la Reina Isabel, con cartas de la soberana que presentaron en las Juntas de Basarte el 2 de enero de 1475."

JUNTA PARTICULAR DE LA HERMANDAD DE GUIPÚZCOA

Una de las cartas, dirigida a la provincia, comunicaba la noticia del fallecimiento de Enrique IV de Castilla, hermano de la reina, y de la proclamación de ésta como soberana por los "Grandes del Reino" en Segovia. Por la otra carta se solicitaba la fidelidad y obediencia de Guipúzcoa. Zuloaga y Baena recibirían en nombre de la reina el homenaje, y también en su nombre prometieron la guarda y confirmación de los privilegios, usos y costumbres de Guipúzcoa:
"Podades prometer e prometades en mi nombre que yo guardaré e manda réguardar e confirmaré sus privilegios, buenos usos e costumbres, según que los tuvieron e tienen de los Señores Reyes de gloriosa memoria, mis progenitores."

En efecto, poco antes, en 1470, Enrique IV había reconocido solemnemente los Fueros guipuzcoanos, elogiando agradecido los grandes servicios de Guipúzcoa:
"Su voluntad siempre había sido y era, acatando la gran lealtad y servicios tan señalados de la misma, el honrar la y guardar sus privilegios y libertades más principalmente que a otra alguna tierra de sus reinos, y así lo entendía hacer y guardar en adelante."

Las cartas reales fueron leídas en las Juntas ante Domenjón González de Andía. Los junteros suplicaron a la reina y a sus comisionados que:
"los mantuviese e amparase en toda paz e justicia, e les mandase confirmar e aprobar sus privilegios e franquicias, libertades, exenciones, buenos usos e costumbres, su Hermandad, e el Cuaderno, ordenanzas, cartas e provisiones de ella."

En virtud de los poderes recibidos, Zuloaga y Baena asintieron a la petición y lo prometieron en nombre de la reina. Al día siguiente del pleito homenaje rendido por Guipúzcoa a doña Isabel, dieron en Azcoitia palabra de guardar los Fueros:
"Nos los dichos Antón de Baena y Bartolomé de Zuloaga, por virtud de los poderes de la Reina nuestra señora a nosotros dados, decimos que loamos y aprobamos los dichos capítulos, e prometemos en nombre de Su Alteza, que guardará, cumplirá y confirmará lo susodicho, e en firmeza de ello firmamos aquí nuestros nombres.
Fecho en Azcoitia a 15 de enero del nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo de 1475 años.
Antón de Baena, Bartolomé de Zuloaga."

El escribano Domenjón González de Andía formalizó el acta.

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ISABEL LA CATÓLICA Y DOMEJÓN GONZÁLEZ DE ANDÍA

Pero no conforme la Junta provincial con la fiel palabra de la reina Isabel de Castilla, exigió además el juramento de su rey consorte Fernando de Aragón. Este aprobó los fueros guipuzcoanos en cédula firmada el 3 de junio de 1476, en Valladolid. Unos días más tarde firmaba otra cédula, grandemente elogiosa para Guipúzcoa:
"Mi intención no es de agravaros en cosa alguna, salvo guardaros en vuestra hidalguía y libertad como a mis buenos y leales fidalgos vasallos, e vos entiendo gratificar en gracias, mercedes e libertades sobre las que tenedes, porque de esa Provincia tengo más cargo que de las otras nin lugares de mi reinos según los servicios que me habéis fecho e los trabajos que habéis pasado por mis servicios."

Ese mismo año de 1476, con motivo de la visita al Señorío de Vizcaya, Fernando el Católico juró los fueros de este territorio en Guernica, confirmando además los privilegios de Portugalete. El interés mostrado por la marina vasca apareció en la Pragmática del 20 de marzo de 1476, por la cual concedía ventajas a los armadores y astilleros vascos que construyesen naos de más de 600 toneladas.

En 1483, la reina Isabel realizó una visita al Señorío de Vizcaya. El 5 de septiembre llegaba a Bilbao, efectuando su juramento a los Fueros provinciales en el portal de la Tendería.

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JURA DE LOS FUEROS EN BILBAO POR ISABEL LA CATÓLICA

Años más tarde, el cronista real Prudencio de Sandoval escribió su visita por diversos pueblos de Vizcaya, como Portugalete, Durango y otros, en el que la reina Isabel:
"... se vestía y tocaba al uso de aquel pueblo, llamando a las personas de más merecimiento y tomando de la una el tocado, de la otra la saya y de la otra el cinto y las joyas, para tener a todos de su mano y mostrarles el amor que les tenía, y volvía estas preseas a sus dueños muy mejoradas, cuando llegaba a otro pueblo, y a sus maridos hacía muchas mercedes y honraba y gratificaba con dones a los que le habían servido en guerra y de esto hay grandes privilegios entre los nobles vizcaínos y guipuzcoanos."

Todavía, en 1484, Isabel y Fernando declararon que aprobaban y confirmaban los privilegios de Guipúzcoa de los reyes predecesores. Carlos V repetiría el gesto en 1521.


20/06/2025

José de Larrañaga Arambarri y Garate


Ingeniero metalúrgico y mineralogista en las Minas de Almadén, catedrático de su Academia en 1802, director de la Fábrica de bermellón y lacre en 1805, y director de la destilación y sus hornos de fundición en 1825, donde realizó novedosas aportaciones al proceso productivo del mercurio, y director de las minas de Gádor en 1828

JOSÉ DE LARRAÑAGA Y ARAMBARRI

José de Larrañaga Arambarri y Garate era natural de Azcoitia, donde nació en 1773. Era hermano menor del ingeniero Diego de Larrañaga y Arambarri Garate, gran impulsor de la renovación de los procesos de extracción y producción del mercurio a través del horno de Idria en las minas de Almadén a inicios del siglo XIX.

Durante su infancia, Larrañaga vivió en la villa guipuzcoana que fue centro impulsor de la Ilustración vasca gracias a los llamados "caballeros de Azcoitia" y a la fundación de la Real Sociedad Económica Bascongada de Amigos del País, dejándose influenciar por sus ideales reformistas y científicos.

Desde joven siguió los pasos de su hermano Diego en su formación académica y profesional. Tras finalizar estudios básicos en Azcoitia, en 1791, marchó a Madrid para adquirir conocimientos científicos en Matemáticas y Dibujo técnico, ingresando en la Real Academia de San Fernando. Entre sus profesores estuvo Antonio Varas y Portilla.

Al finalizar la carrera en 1794, había conseguido tan excelentes resultados que fue admitido en la Academia mineralógica de Almadén como alumno, donde su hermano desempeñaba una de las cátedras.

A finales del siglo XVIII, la Academia de Minas de Almadén era uno de los centros más importantes de España en estudios de carácter técnico. Esta institución fue fundada en 1777, la primera en estudios sobre técnicas mineras en España y la tercera en Europa, y se encuentra ubicada en las estribaciones de Sierra Morena, en la provincia de Ciudad Real.

En cambio, las Minas de Almadén llevaban funcionando mucho más tiempo, desde mediados del siglo XVI, cuando Bartolomé de Medina innovó el Método de Patios, el primer proceso en utilizar la amalgamación con mercurio para recuperar la plata del mineral que se extraía en los Virreinatos españoles de América. Desde entonces, extraer el mercurio de estas minas fue mi necesario para transportarlo a los centros argentíferos de Potosí y Zacatecas y purificar la plata.

ANTONIO VERAR Y PORTILLA Y PIERRE FRANÇOIS CHAVANEAU

En esta academia estudió un curso de Química y, al igual que su hermano, tuvo como profesor a Pierre François Chavaneau, un químico y matemático francés que ya había impartido la cátedra de Metalurgia en el Real Seminario de Vergara en 1778. Tras acabar este curso, en 1798, consiguió licencia para desplazarse a Madrid y seguir la formación que ahora impartía Chavaneau.

En 1802, fue nombrado primer catedrático de Matemáticas de la Academia de Almadén y ayudante de Maquinaria de Explotación en sus minas. Estaba a las órdenes de Tomás Pérez, quien había introducido la primera máquina de vapor para la explotación del mercurio y dada la complejidad de su uso y mantenimiento Larrañaga era un candidato ideal para este cargo debido a su especializada formación. Al mismo tiempo, su hermano Diego fue nombrado director de la mina y de su fábrica de bermellón y lacre.

Ambos se mantuvieron en sus funciones hasta que fueron acusados de afrancesados y colaborar con el Ejército de Napoleón cuando este invadió las minas, durante el desarrollo de la Guerra de la Independencia española, entre 1808 y 1814. Aquel año de 1814, tras la llegada al trono de Fernando VII y la consiguiente persecución a los colaboracionistas y traidores, los científicos guipuzcoanos fueron apartados de sus cargos. A los pocos meses, la justicia les absolvió de las falsas acusaciones, pudiendo recuperar sus cargos administrativos.

Tras el fallecimiento de Diego de Larrañaga, en 1815, el menor de los dos hermanos sustituía al difunto en la dirección de la Fábrica de bermellón y lacre, edificio integrado en el complejo industrial de Almadén. Bajo esta responsabilidad, pudo investigar técnicas de destilación del mercurio y el lacre, campo de la metalurgia donde realizó sus más destacadas contribuciones.

SEDE DE LA ACADEMIA DE MINAS DE ALMADÉN

En 1822, llegaba a la dirección de la mina de Almadén el químico Domingo García Fernández, reputado científico ilustrado y afrancesado que había sufrido exilio tras la vuelta del Absolutismo. Este nombró a Larrañaga nuevo director del proceso de destilación del mercurio y, después, del horno de San Teodoro, en la mina manchega. Todos estos nombramientos se hicieron desde una coyuntura política favorable durante el Trienio Liberal, entre 1820 y 1823.

En este cargo, Larrañaga pudo experimentar en el proceso productivo del mercurio que ya había comenzado su hermano años antes con la adopción de los novedosos hornos de Idria. Finalmente, expuso una reforma del sistema de destilación y condensación del mercurio para obtener un mayor rendimiento.

Las modificaciones que introdujo en los hornos, en los caños de condensación del mercurio y en las chimeneas de extracción de gases generaron un incremento de la producción y una disminución en el mercurio evaporado, así como una reducción en el consumo de combustible y en el personal empleado.

Además, la introducción de ventiladores, que expulsaban los gases venenosos que se emitían en la cámara durante la condensación del mercurio, así como la modificación de las operaciones técnicas del metal, consiguieron que se mejorasen las condiciones laborales de los trabajadores, especialmente en salubridad.

No obstante, estas novedades no pudieron llevarse a efecto en su totalidad, debido a diferencias en el criterio científico con García Fernández, director del centro. Por otra parte, el estado ruinoso de la administración central producido tras la Guerra de la Independencia y la emancipación de los territorios virreinales en América, unido a la inestabilidad política y los continuos cambios de gobiernos, impedían una pronta adopción de las innovaciones de Larrañaga.

EMPACADO DEL MERCURIO EN LAS MINAS DE ALMADÉN

Tras la vuelta del Régimen absolutista de Fernando VII y la nueva ola de represión a liberales, en 1825, el ingeniero guipuzcoano fue expulsado de la dirección del centro de destilación en las minas, acusado de defender el Liberalismo. Debido a que la Corte no encontraba personal especializado en tales labores, pudo mantener su cargo en la dirección de la Fábrica de bermellón y lacre. El proceso de absolución ante la justicia se demoró hasta 1828.

La etapa final de su carrera científica tendría como destino el distrito de Granada, entre 1828 y 1837. Estuvo desempeñando el cargo de director de las Minas metalúrgicas de la Sierra de Gádor, con alto contenido en plomo, azufre y otros elementos.

Durante su gestión granadina, aún tuvo tiempo para colaborar con la dirección de la explotación minera manchega para la consecución de su programa de reformas que había quedado inconcluso. De hecho, sus actualizaciones en el proceso de fundición del azogue en los hornos se materializaron en 1834.

En 1837, cesó de sus funciones administrativas y se retiró a Madrid, donde se dedicó a otro tipo de investigaciones científicas. Para Larrañaga, fue otra etapa más tranquila y favorable con la llegada al trono de Isabel II y la instauración de un Régimen liberal y constitucional. Pero ni en esta ocasión fue admitido en el Real Cuerpo de Ingenieros de Minas, después de haberlo intentado otras veces.

Con más tiempo libre y con la misma vocación de experimentación científica, su nuevo campo de estudio fue la balística. Inventó un proyectil con forma cilindro-cónica y doble alcance para empleo tanto en fusiles como en cañones y obuses de calibre grueso. Tras presentar su innovación a la Dirección General de Artillería, su proyecto fue rechazado incompresiblemente, pues años más tarde se comenzó a utilizar este tipo de proyectiles.

Otro de sus inventos fue un instrumento integrado al manejo de las embarcaciones, pero tal mecanismo de tipo locomotriz no fue patentado, ni publicado, ni desarrollado por las administraciones estatales.

INTERIOR DE LAS MINAS DE ALMADÉN

Tras su muerte, en Madrid, en 1859, tan solo había dejado dos obras escritas:

Un conjunto de láminas publicadas que exponían sus proyectiles cilindro-cónicos de doble alcance.

Una Memoria científico-económica sobre los inventos y mejoras hechas por D. José de Larrañaga en el beneficio de los minerales de cinabrio de la villa de Almadén, fechado en marzo de 1822, que dejó en forma manuscrita e inédita, donde presentaba el resultado de sus investigaciones en los hornos de Almadén.

16/06/2025

Segunda Expedición a la Polinesia por Domingo de Bonechea en 1774


Entre 1772 y 1773, una expedición marítima al mando del marino guipuzcoano Domingo de Bonechea partió desde el puerto peruano de El Callao a la Polinesia, descubriendo el archipiélago de Tahití. Aportaba una valiosa información hidrográfica y cartográfica de aquellas islas de océano Pacífico, mantuvo una buena relación con sus habitantes tahitianos y aseguraba la ausencia de potencias extranjeras en la zona. Sin embargo, fracasaba en el intento de inspeccionar el segundo objetivo del plan que era la isla de San Carlos (Pascua).

Ante el buen resultado de aquel viaje, Manuel de Amat y Juniet, virrey del Perú, decidió organizar una Segunda Expedición a la Polinesia, con destino único a Amat (Tahití), en 1774. Sus objetivos eran la fundación de un establecimiento con soldados y misioneros, así como la evangelización de sus habitantes y hacerlos súbditos de la Corona española, además de descubrir nuevas islas próximas a la isla de Amat.

EXPEDICIÓN A LA POLINESIA POR DOMINGO DE BONECHEA EN 1774-1775

Bonechea dispuso de dos barcos: la fragata Santa María Magdalena, también llamada Águila, en la que embarcaba el comandante getariarra Domingo de Bonechea; y el paquebote San Miguel, también llamado Júpiter, dirigido por el capitán portugalujo José de Andía Varela. Un guipuzcoano y un vizcaíno iban a ser protagonistas de esta aventura tanto científica como política y religiosa. Sus oficiales fueron el capitán Tomás Gayangos, el teniente de fragata Raymundo Bonacorsi, los alféreces de navío Nicolás Toledo y Juan de Apodaca, el alférez de fragata Juan Hervé, y los padres misioneros fueron los franciscanos Jerónimo Clota y Narciso González. También viajaban de vuelta los dos tahitianos sobrevivientes de la primera expedición, que sirvieron de intérpretes. Regresaba Máximo Rodríguez, que había aprendido algo tahitiano en aquel viaje, y se entregó a todos estos un pequeño vocabulario español-tahitiano de las palabras más frecuentes, que el eclesiástico José Amich había realizado.
 
La expedición llevaba una tripulación de 181 hombres, también animales, semillas y herramientas para el asentamiento y misión.

El 20 de septiembre de 1774, las dos embarcaciones partieron desde el puerto de El Callao rubo oeste, pero debido a las malas condiciones marítimas ambas se separaron. Durante el trayecto, siete nuevas islas del archipiélago de las Tuamotu fueron descubiertas. De ellas, cinco fueron por Bonechea: San Narciso (Tatakoto), Mártires (Tekojoto), San Juan (Hikueru o Melvilla), San Julián (Tabao o Motutunga) y San Blas (Faaite o Tahanea); y dos por Andía: Ánimas (Amanu) y San Diego (Makatea). Todas ellas recibieron nombres del santoral.

El 8 de noviembre, arribaba a Tahití el Júpiter, arribando cinco días después la fragata Magdalena. Ambas fueron recibidas con muestras de alegría y con cestas de fruta por los tahitianos, especialmente al saber que regresaban los dos indígenas Pautu y Tetuanui.

DOMINGO DE BONECHEA Y FRAGATA SANTA MARÍA MAGDALENA

Tras fondear en la playa de Taiarapu en la parte oriental de la isla y ante las dificultades de mantenerse en la misma por las fuertes mareas y gran oleaje, buscaron un lugar más favorable. Bonechea prefirió fondear en la playa de la Santa Cruz de Ojatutira (ensenada de Cook), al oeste de Tautira. Consiguió un permiso de los heríes (autoridades locales) y del cacique Otu para instalar la casa-misión. Estaba basada en una casa portátil de madera, que anteriormente se despiezó y embarcó en el paquebote, que serviría como dependencia para los misioneros y el intérprete Máximo Rodríguez. Se colocó una cruz con la inscripción "CHRISTUS VINCIT" en sentido horizontal, y "CAROLUS III, IMPERATOR 1774" en sentido vertical. También se organizó la ganadería con los animales. La misión católica consiguió establecerse con éxito a finales de año.

A inicios de enero de 1775, Bonechea consiguió la sumisión de los caciques locales, en especial la de Otu, el más importante de los tahitianos, pasando a tomar la posesión de la isla de Amat (Tahití). El día 1, se ofició la primera misa católica de Tahití por el padre Jerónimo Clota a la que asistió Bonechea junto a toda su tripulación y centenares de nativos, incluidos los principales heríes. Este ritual religioso, fue seguido del acto fundacional el 5 de enero, en el que se reconocía la soberanía española sobre la isla y la defensa de sus naturales, quienes a su vez declaraban lealtad y obediencia al rey Carlos III.

Este convenio entre españoles y tahitianos establecido en la casa-misión fue llamado el pacto de Tautira, interviniendo en la elaboración del acta el escribano y contador de la fragata Pedro Freire de Andrade, los tres intérpretes, y los principales heríes. El documento se encuentra en el Archivo General de Indias de Sevilla. Aunque Wallis fue el primer descubridor europeo de Tahití en 1767, este marino no realizó algún tipo de acuerdo de soberanía con los caciques tahitianos.

En adelante, los franciscanos se hicieron cargo de la misión, mientras que el marinero Francisco Pérez se encargaría de organizar las huertas y la ganadería.

PUERTO DE SANTA CRUZ DE OJATUTIRA EN TAHITÍ

El 7 de enero, los capitanes Bonechea y Andía continuaron las exploraciones hacia la isla Raiatea, para inspeccionar la posible llegada de barcos ingleses.

En este trayecto, Bonechea y Andía hallaron ocho nuevas islas del archipiélago de la Sociedad: Tres Hermanos (Teturoa/Tetiaroa), Sociedad (Tupuemanu/Maiao), Hermosa (Oagine/Huahine), Princesa (Oriatea/Raiatea), otra cercana a Princesa (Tajá/Tahaa), San Pedro (Porapora/Borabora), San Antonio (Maurua/Maupiti), Pájaros (Manua/Maiao).

Pero, durante la navegación, Bonechea enfermó, regresando a Amat (Tahití) para recuperar la salud. Al llegar, los expedicionarios comprobaron que los intérpretes nativos Pautu y Tetuanui habían renegado de la fe cristiana regresando a sus anteriores costumbres, y que no se había avanzado en la evangelización del territorio.

El 26 de enero de 1775, Domingo de Bonechea y Andonaegui fallecía a bordo de la fragata atracada en la ensenada de Tautira, de forma repentina y en cumplimiento de su mandato. Fue enterrado junto a la cruz de la casa-misión, en el asentamiento de Tautira, con gran ceremonia. Moría un marino vascongado pionero de la Ilustración científica de su tiempo, y aparecía la leyenda "el Tesoro de Bonechea".

ARCHIPIÉLAGO DE TAHITÍ

Tomás Gayangos tomó el mando de la expedición, quien decidió concluirla, regresando al Virreinato del Perú el 18 de febrero de 1775. El capitán Andía y Varela escribió que "No teniendo ya asunto para más demora en Otahiti, se determinó nuestro regreso a Lima".

Mientras tanto, el intérprete Máximo Rodríguez convivió con los tahitanos, convirtiéndose en el primer occidental establecido en los Mares del Sur. Escribió un Diario en el que reunió varios aspectos de la misión cristiana española, así como de la cultura tahitiana.

En noviembre de 1775, la fragata Santa María Magdalena volvió por tercera vez a Tahití desde el puerto de El Callao, cargado de víveres, al mando del capitán Cayetano de Lángara. Pero finalmente la misión se redujo a recoger a los franciscanos y el intérprete, quienes vivieron constantemente atemorizados y decidieron abandonar la misión evangelizadora. España ponía fin a su presencia en aquella isla paradisíaca.

En 1777, regresaba a Tahití el capitán inglés Cook, quien llegó a escribir que los tahitianos se referían a los españoles con expresiones de amistad y respeto. En su monumental historia religiosa de Tahití, el historiador Paul Hoder, escribió que "con Bonechea y Cook se acabó la era de los valientes navegantes, de los exploradores", pues luego llegarían piratas, corsarios, esclavistas, balleneros, desertores, etc.

ISLAS DEL ARCHIPIÉLAGO DE TAHITÍ

Andía y Varela dejó escrita una Relación del viaje hecho a la isla de Amat sobre la geografía de la isla, el clima, la fauna, la flora, y cultivos agrícolas que pudieran aprovecharse. Reunió informaciones de carácter antropológicos sobre el origen de los primeros pobladores llegados de las islas y tierras asiáticas. Sobre la fisionomía de los tahitianos describió que eran:
"... corpulentos por lo general y bien formados; en el color y cabello hay mucha variedad: unos parecen zambos, otros indios, otros mulatos, otros cuarterones y otros más blancos...; las mujeres son cortas en número, respecto de los hombres; pero por lo general altas, de bellos cuerpos y que no tienen que envidiar en hermosura a las de otros países; son muy cariñosas y de atractivo grande."

Destacó la habilidad que tenían los indígenas en la navegación, pues estos pilotos a los que llamaba "tatete" en idioma tahitiano utilizaban canoas para pescar y desplazarse entre islas, conocimientos que "de aquí pudiera sacar el Rey mucha y buena gente de mar".
Los tahitianos demostraron realizar pronósticos meteorológicos muy acertados:
"... viento, calma, aguas, sol, mar y otras cosas que nunca salieron erradas, conocimiento digno de envidiarse, pues, a pesar de cuanto han observado y escrito nuestros pilotos y los cosmógrafos sobre este asunto, no lo han conseguido."

Domingo de Bonechea pasó a la historia por haber intentado incorporar Tahití al Imperio español. Sus dos expediciones visitaron y reconocieron veintiuna islas, aunque algunas fueron descubiertas anteriormente por los navegantes Quirós, Wallis, Bougainville y Cook, en cambio, otras tantas fueron descritas por primera vez.

ARCHIPIÉLAGO DE LA SOCIEDAD Y DE TAHITÍ

En la Descripción de las islas del océano Pacífico, reconocidas últimamente de orden de S.M., el marino científico Bonechea recopiló valiosas informaciones sobre sus dos expediciones de 1772 y 1774. Incluyó las islas que Pedro Fernández de Quirós había descubierto en 1606, cuyos nombres aparecen escritos en topónimo español: San Narciso, Ánimas, San Simón y Judas, Mártires, San Juan, San Quintín, Todos los Santos, San Cristóbal, Amat (considerada la más grande y más poblada), Santo Domingo, Tres Hermanos, Pelada, Paxaros, Hermosa, Princesa y Tajaa, San Pedro, San Antonio y Santa Rosa.

Además, sentó el precedente que llevaría después a marinos ilustrados como Dionisio Alcalá Galiano, Alejandro Malaspina o Cosme Damián de Churruca a emprender nuevas expediciones científicas por los océanos.

El conjunto de los mapas y cartas levantados por las dos expediciones de Domingo de Bonechea fueron expuestos al público, por primera vez, en la Exposición Mundial de Brisbane (Australia), en 1988.

En la actualidad, el Archivo del Museo Naval de Madrid conserva varias cartas náuticas, descripciones y noticias manuscritas sobre las islas que descubrieron o que ya formaban parte de la geografía conocida.

De la segunda expedición existe un Diario de navegación que de orden de S. M., comunicada por el Excmo. Sr. Don Manuel de Amat, Virrey, etc., del Perú, hizo a la isla de Amat y sus adyacentes el capitán de fragata D. Domingo de Boenechea, comandante de el Águila y el paquebote Júpiter con el fin de restituir a su patria,...

ISLA DEL ARCHIPIÉLAGO DE TAHITÍ