Como las demás tierras vascongadas, Álava estuvo exenta de los "servicios reales", pero participó en los gastos de la Monarquía por medio de contribuciones de carácter ordinario y otras consideradas como extraordinarias. Existieron contribuciones extraordinarias y coyunturales que formaban la parte más importante de la fiscalidad real en las provincias vascas: donativos, servicios armados y caminos. Los primeros pertenecían a la "especie" de servicios monetarios que, en la mayor parte de los casos, nada tuvieron de voluntarios debido a la concurrencia de dos factores: primero, siempre correspondieron a peticiones realizadas por el rey, aunque no era éste quien fijaba los cupos monetarios; y segundo, las solicitudes vinieron fundamentadas en las necesidades financieras del Real Erario, originadas, casi siempre, por el gasto derivado de las confrontaciones bélicas. Por ello, a cada solicitud hecha por la Monarquía se correspondía con un servicio monetario de mayor o menor cuantía, luego si bien bajo la denominación de “donativo” puede entenderse la voluntad por parte del que lo otorgaba, las necesidades y las deudas del Estado contribuyeron a convertirlos en "forzosos" y "obligatorios".
Entre las contribuciones ordinarias estaban el tradicional "pedido forero de Vitoria" (que fue sustituida por una sisa) y los "derechos de ferrerías" de Álava, cuyos rendimientos en gran medida se vinculaban al mantenimiento de la Hermandad, constituyendo más adelante lo que se denominaría la hacienda foral alavesa.
Las aportaciones extraordinarias, coyunturales y asistemáticas, consistían en la presentación de servicios armados, de bagajes para armas y vituallas y contribuciones para la construcción y mantenimiento de vías de comunicación terrestres. A todo ello hay que añadir los donativos.
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ÁLAVA, EDAD MODERNA |
El impuesto que más directamente relacionó a Álava con la Corona fue la alcabala, pese a que buena parte de los que actualmente es la provincia alavesa estaba al margen de este impuesto indirecto, lo que no minusvaloraba su rendimiento y su aumento, pues encabezada en 1557 con 725.000 maravedíes, en 1577 esa cifra había aumentado hasta 1.4000.000 maravedíes, quedando estabilizada, prácticamente, en lo que quedaba de siglo y a lo largo del siglo XVII.
Sin embargo, lo que realmente disparaba los gastos de la hacienda provincial alavesa fueron las contribuciones en hombres y dinero para ayudar a la financiación de la necesidades militares de la Corona.
Como en las otras tierras vascas, zonas fronterizas, las obligaciones militares de los naturales se vinculaban a la defensa del propio territorio durante tiempos de guerra y a la defensa de la frontera en casos de invasión externa, para lo que se producía el armamento foral, una movilización de toda la población. No obstante, en caso de sublevación interna o de guerra extraordinaria con alguna nación extranjera, estaban obligados a acudir a la llamada real con fuerzas de infantería, con marinería y hasta con barcos. Igualmente, los desembolsos que el armamento foral pudiera acarrear eran por cuenta de las provincias, y hasta la llegada a los límites de las provincias de las fuerzas movilizadas, su mantenimiento era también por cuenta de las haciendas forales, asumiendo esos gastos la hacienda real una vez que salían de sus fronteras o límites:
"De esta suerte, las juntas alavesas concedieron a la corona numerosos servicios militares en hombres y pertrechos durante los siglos XVI y XVII. Sin embargo, fue bastante habitual que las contribuciones quedasen en meros “apercibimientos de gente” que comprendían a todos los varones mayores de veinte años y menores de sesenta de cada localidad. De ordinario era la defensa de la frontera con Francia… la que generaba las demandas del rey."
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MURALLA MEDIEVAL DE VITORIA |
En tiempos de Felipe II las aportaciones fueron más ficticias que reales, pues muchas de las campañas provocaron unas movilizaciones que no se tradujeron en intervenciones militares, y en la década final del siglo XVI las contribuciones alavesas consistieron sobre todo en cargar con los costos de los alojamientos y del tránsito de tropas.
Pero en el siglo XVII, la actitud alavesa fue cambiando, sobre todo con los planes del conde-duque de Olivares, pues la diligencia mostrada ante las peticiones anteriores se fue transformando en una creciente resistencia, en gran medida debido a que el incremento de la presión fiscal y los agobios de la Corona coincidían con la caída económica y demográfica de Álava, hechos en los que la provincia justificaba sus reservas y resistencias a cumplir las demandas de la guerra con Francia y los de la crisis iniciada en 1640.
Y también se encuentran los donativos, que en rigor no formaban parte de la fiscalidad foral, pero no iban contra el fuero por ser voluntarios. Felipe IV solicitó por primera vez un donativo a las tres provincias en 1629, petición que fue muy criticada pero finalmente aceptada. Por su parte, Vitoria parece que había sido objeto de estas demandas, siempre atendidas, en 1598, 1615, 1616, 1660, 1666, 1679 y 1696, en bastantes más ocasiones que Álava, que fue requerida en este sentido en las postrimerías del reinado de Felipe IV: 1687 y 1699. Estas demandas reales tuvieron algunas contrapartidas favorables para los naturales, la más significativa el reconocimiento en 1664 por Felipe IV de la construcción alavesa, su gobierno por sus fueros y leyes propias y su exención de los tributos castellanos.
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