Ingeniero metalúrgico y mineralogista en las Minas de Almadén, catedrático su la Academia en 1802, director de la Fábrica de bermellón y lacre en 1805, y director de la destilación y sus hornos de fundición en 1825, donde realizó novedosas aportaciones al proceso productivo del mercurio, y director de las minas de de Gádor en 1828
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JOSÉ DE LARRAÑAGA Y ARAMBARRI |
José de Larrañaga Arambarri y Garate era natural de Azcoitia, donde nació en 1773. Era hermano menor del ingeniero Diego de Larrañaga y Arambarri Garate, gran impulsor de la renovación de los procesos de extracción y producción del mercurio a través de horno de Idria en las minas de Almadén a inicios del siglo XIX.
Durante su infancia vivió en la villa guipuzcoana que fue centro impulsor de la Ilustración vasca gracias a los llamados "caballeros de Azcoitia" y a la fundación de la Real Sociedad Económica Bascongada de Amigos del País, dejándose influenciar por sus ideales reformistas y científicos.
Desde joven siguió los pasos marcos por su hermano Diego en su formación académica y profesional. Tras finalizar estudios básicos en Azcoitia, en 1791, marchó a Madrid para adquirir conocimientos científicos en Matemáticas y Dibujo técnico, ingresando en la Real Academia de San Fernando. Entre sus profesores estuvo Antonio Varas y Portilla.
Al finalizar la carrera en 1794, había conseguido tan excelentes resultados que fue admitido en la Academia mineralógica de Almadén como alumno, donde su hermano desempeñaba una de las cátedras.
A finales del siglo XVIII, la Academia de Minas de Almadén era uno de los centros más importantes de España en estudios de carácter técnico. Esta institución fue fundada en 1777, la primera en estudios sobre técnicas mineras en España y la tercera en Europa, y se encuentra ubicada en las estribaciones de Sierra Morena, en la provincia de Ciudad Real.
En cambio, las Minas de Almadén llevaban funcionando mucho más tiempo, desde mediados del siglo XVI, cuando Bartolomé de Medina innovó el Método de Patios, el primer proceso en utilizar la amalgamación con mercurio para recuperar la plata del mineral que se extraía en los Virreinatos españoles de América. Desde entonces, extraer el mercurio de estas minas fue mi necesario para transportarlo a los centros argentíferos de Potosí y Zacatecas y purificar la plata.
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ANTONIO VERAR Y PORTILLA Y PIERRE FRANÇOIS CHAVANEAU |
En esta academia estudió un curso de Química y, al igual que su hermano, tuvo como profesor a Pierre François Chavaneau, un químico y matemático francés que ya había impartido la cátedra de Metalurgia en el Real Seminario de Vergara en 1778. Tras acabar este curso, en 1798, consiguió licencia para desplazarse a Madrid y seguir la formación que ahora impartía Chavaneau.
En 1802, fue nombrado primer catedrático de Matemáticas de la Academia de Almadén y ayudante de Maquinaria de Explotación en sus minas. Estaba a las órdenes de Tomás Pérez, quien había introducido la primera máquina de vapor para la explotación del mercurio y dada la complejidad de su uso y mantenimiento Larrañaga era un candidato ideal para este cargo debido a su especializaba formación. Al mismo tiempo, su hermano Diego fue nombrado director de la mina y de su fábrica de bermellón y lacre.
Ambos se mantuvieron en sus funciones hasta que fueron acusados de afrancesados y colaborar con el Ejército de Napoleón cuando este invadió las minas, durante el desarrollo de la Guerra de la Independencia española, entre 1808 y 1814. Aquel año de 1814, tras la llegada al trono de Fernando VII y la consiguiente persecución a los colaboracionistas y traidores, los científicos guipuzcoanos fueron apartados de sus cargos. A los pocos meses, la justicia les absolvió de las falsas acusaciones, pudiendo recuperar sus cargos administrativos.
Tras el fallecimiento de Diego de Larrañaga, en 1815, el menor de los dos hermanos sustituía al difunto en la dirección de la fábrica de bermellón y lacre, edificio integrado en el complejo industrial de Almadén. Bajo esta responsabilidad, pudo investigar técnicas de destilación del mercurio y el lacre, campo de la metalurgia donde realizó sus más destacadas contribuciones.
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SEDE DE LA ACADEMIA DE MINAS DE ALMADÉN |
En 1822, llegaba a la dirección de la mina de Almadén el químico Domingo García Fernández, reputado científico ilustrado y afrancesado que había sufrido exilio tras la vuelta del Absolutismo en 1814. Este nombró a Larrañaga nuevo director del proceso de destilación del mercurio y, después, del horno de San Teodoro, en la mina manchega. Todos estos nombramientos se hicieron desde una coyuntura política favorable durante el Trienio Liberal, entre 1820 y 1823.
En este cargo, Larrañaga pudo experimentar en el proceso productivo del mercurio que ya había comenzado su hermano años antes con la adopción de los novedosos hornos de Idria. Finalmente, expuso una reforma del sistema de destilación y condensación del mercurio para obtener un mayor rendimiento.
Las modificaciones que introdujo en los hornos, en los caños de condensación del mercurio y en las chimeneas de extracción de gases generaron un incremento de la producción y una disminución en el mercurio evaporado, así como una reducción en el consumo de combustible y en el personal empleado.
Además, la introducción de ventiladores, que expulsaban los gases venenosos que se emitían en la cámara durante la condensación del mercurio, así como la modificación de las operaciones técnicas del metal, consiguieron que se mejoraron las condiciones laborales de los trabajadores, especialmente en salubridad.
No obstante, estas novedades no pudieron llevarse a efecto en su totalidad, debido a diferencias en el criterio científico con García Fernández, director del centro. Por otra parte, el estado ruinoso de la administración central producido tras la Guerra de la Independencia y la emancipación de los territorios virreinales en América, unido de la inestabilidad política y continuos cambios de gobiernos, impedían una pronta adopción de las innovaciones de Larrañaga.
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EMPACADO DEL MERCURIO EN LAS MINAS DE ALMADÉN |
Tras la vuelta del Régimen absolutista de Fernando VII y la nueva ola de represión a liberales, en 1825, el ingeniero guipuzcoano fue expulsado de la dirección del centro de destilación en las minas, acusado de defender el Liberalismo. Debido a que la Corte no encontraba personal especializado en tales labores, pudo mantener su cargo en la dirección de la fábrica de bermellón y lacre. El proceso de absolución ante la justicia se demoró hasta 1828.
La etapa final de su carrera científica tendría como destino el distrito de Granada, entre 1828 y 1837. Estuvo desempeñando el cargo de director de las minas metalúrgicas de la Sierra de Gádor, con alto contenido en plomo, azufre y otros elementos.
Durante su gestión granadina, aún tuvo tiempo para colaborar con la dirección de la explotación minera manchega para la consecución de su programa de reformas que había quedado inconcluso. De hecho, sus actualizaciones en el proceso de fundición del azogue en los hornos se materializaron en 1834.
En 1837, cesó de sus funciones administrativas y se retiró a Madrid, donde se dedicó a otro tipo de investigaciones científicas. Para Larrañaga, fue otra etapa más tranquila y favorable con la llegada al trono de Isabel II y la instauración de un Régimen liberal y constitucional. Pero ni en esta ocasión fue admitido en el Real Cuerpo de Ingenieros de Minas, después de haberlo intentado otras veces.
Con más tiempo libre y con la misma vocación de experimentación científica, su nuevo campo de estudio fue la balística. Inventó un proyectil con forma cilindro-cónica y doble alcance para empleo tanto en fusiles como en cañones y obuses de calibre grueso. Tras presentar su innovación a la Dirección General de Artillería, pero su proyecto fue rechazado incompresiblemente, pues años más tarde se comenzó a utilizar este tipo de proyectiles.
Otro de sus inventos fue un instrumento integrado al manejo de las embarcaciones, pero tal mecanismo locomotriz no fue patentado, ni publicado, ni desarrollado por las administraciones estatales.
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INTERIOR DE LAS MINAS DE ALMADÉN |
Tras su muerte, en Madrid, en 1859, tan solo había dejado dos obras escritas:
Un conjunto de láminas publicadas que exponían sus proyectiles cilindro-cónicos y de doble alcance.
Una Memoria científico-económica sobre los inventos y mejoras hechas por D. José de Larrañaga en el beneficio de los minerales de cinabrio de la villa de Almadén, fechado en marzo de 1822, que dejó en forma manuscrita e inédita, donde presentaba el resultado de sus investigaciones en los hornos de Almadén.
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