18/06/2016

Aplicación de la Reforma católica en Navarra en los siglos XVI y XVII


Navarra se vio afectada por la proximidad de la Reforma Protestante, implantada por la dinastía Albret en la Baja Navarra, donde fue rechazada por la población, que padeció por ello sangrientos episodios de persecución a partir de 1562.

A este lado del Pirineo se asumió la ortodoxia católica con ahínco, aunque son tolerar nunca la implantación de un tribunal de la Inquisición dentro de Navarra. Actuaba el de Logroño. La adhesión incuestionable del reino navarro al Catolicismo no se tradujo sin embargo en una rápida asimilación de los mandatos reformadores del Concilio de Trento (1545-1563), en parte porque los eclesiásticos se resistían a reformar sus pautas de vida y en parte también porque la aplicación de la legislación tridentina desde el Gobierno central se interpretaba como un proceso de castellanización.

El primer paso, previo incluso a la reunión den Trento, fue la sustitución de los obispos comendatarios italianos por otros castellanos y residentes en la diócesis, que comenzaron a tomar medidas para reformar el clero. La serie se inició en 1539 con Pedro Pacheco. También por entonces el rey empezó a designar a los abades de los más importantes monasterios. El instrumento básico para aplicar la Reforma Católica fue el Sínodo diocesano, que tardó dos décadas en culminarse y cuyas Constituciones se editaron en 1590. Fueron durante siglos las normas internas básicas de la diócesis.

CONCILIO DE TRENTO

Con todo, la reforma de las costumbres del clero y la mejora de su formación fue una cuestión que abarcó todo el siglo XVII. El problema básico era la falta de un seminario conciliar que unificara la formación del clero bajo la dirección del obispo. El clero, que tenía que pagar el seminario con una parte de sus rentas, se negó a secundar los planes episcopales para erigirlo. Su fundación se retrasó hasta 1777. La intervención de la corona fue necesaria, dentro del espíritu del Reformismo borbónico, para incrementar las rentas del bajo clero mediante la reforma de los planes beneficiales, emprendida a partir de 1768.

Un fruto de la Reforma Católica fue el florecimiento de las fundaciones de conventos a finales del siglo XVI y en la primera mitad del XVII. Los jesuitas crearon colegios en Pamplona (1580) y Tudela (1600). Los capuchinos se instalaron por primera vez en Pamplona en 1606 y sesenta años después contaban con 8 conventos, un noviciado y dos centros de estudio. Los carmelitas descalzos fundaron 7 casas, entre femeninas y masculinas. 

El siglo XVIII todavía conoció fundaciones de conventos, promovidas en algunos casos por ricos indianos. La década de 1730-40 vio nacer a seis nuevos conventos. A finales de la centuria, Navarra contaba con 9 monasterios (1 femenino), 43 conventos de religiosos y 20 conventos de religiosas.

Se difundieron, sobre todo en el siglo XVII, devociones y prácticas que alcanzaron gran arraigo popular: el Corpus Christi se convirtió en una gran fiesta, la devoción a la Virgen y la defensa del dogma de la Inmaculada Concepción, la devoción a los santos, la proliferación de cofradías caritativas, asistenciales o devolucionales, etc. La religiosidad barroca se asimiló plenamente en Navarra en el marco de la Reforma Tridentina y constituyó un elemento de identificación con el resto de España, que hizo de ella un elemento esencial de la vida del país, ampliamente reflejado en el arte y la cultura de la época.

FRESCOS DEL CLAUSTRO DE LA CATEDRAL DE PAMPLONA

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