El origen de los vascos esclarecido a través de la documentación clásica antigua
Ciencia a debate, por Gabriel Carretié González
Es un tema el del origen de los vascos, que lleva tratándose hace algunos siglos y que en muchos intelectuales ha dado lugar a la aportación diversa de su propia imaginación e inventiva; esas versiones controvertidas e indemostrables han rodeado al tema de un halo de misterio e importancia del que se han aprovechado en su promoción grupos sociales. De las implicaciones sociales del tema, del las que no dudo que los lectores una vez conocida la exposición y lo descubierto con ello, intuirán su existencia, así como de la influencia en mi promoción, temas que no voy a tratar en este Foro estrictamente científico, me limitaré a exponer la tesis titular en sus puntos fundamentales.
Aunque sin mucho o ningún éxito haya costado invertir algo de su tiempo a los historiadores en general, y a un servidor el esclarecimiento tres decenios de trabajo, resulta con sorpresa, que precisamente el origen de los vascos, es uno de los temas mejor y más reconocibles racionalmente, entre los acontecidos desde el nacimiento de la Historia, por supuesto la escrita. Aunque la documentación, por cuestiones de extensión que creo inapropiadas en este lugar, tendré que resumirla a lo estrictamente significativo, los interesados tendrán oportunidad de ratificar personalmente lo aquí dicho con los datos aportados; iniciaré la tesis:
El apodado padre de la historia, el griego Heródoto (484-425 a.C.), en su obra: Historia. Libro II. Euterpe. 59-60, narra como unos pueblos norteafricanos celebrando sus fiestas principales, acostumbraban a nevegar por el delta del Nilo hasta el templo de la ciudad de Bubastis (Bu-Bast-is), que es hoy llamada Basta (Bast-a) y según los especialistas en temas egipcios, reconocen que la diosa que adoraban en el referido templo era Bast o Bastet; dice también Heródoto que bebían mucho vino en las fiestas y que los hombres tocaban con insistencia la flauta; además hace referencia al exhibicionismo de las mujeres, que concuerda con los euskaldunes en algo de lo dicho en la Edad Media en la Guía del Peregrino.
Aunque, como más adelante comprobaremos en su intrusión en la península Ibérica, las gentes referidas fueron consideradas como un grupo étnico Bast; tal como los romanos llamaron Cristi-anos a los adoradores de Cristo (Christi), a algunos de los adoradores de Bastet en un principio hubieron de llamarlos Bastet-anos.
La colonización fenicia de Iberia o Hiberia, tal como la llamaban los griegos (Geografia de Claudio Ptolomeo. Libro II, Capítulo III), se inició en Gadir (Cádiz) como dice Estrabón (63 a.C-20 d.C ) (Geographiké. Libro III. Cap. 2. Apart, 14; Cap. 5. Apart. 5), antes de la época de Homero (siglo VIII a.C. y narra historias del XIII a.C.), o sea poco después de finalizada la guerra de Troya (1183 a.C.)]; la fecha de la fundación por los fenicios tirios, se concreta en el año 1100 a. C.
La colonización fenicia de la península Ibérica, no podía realizarse materialmente con alguna eficacia, trasladando personas, navegando desde Tiro a lo largo de todo el Mediterráneo; ni siquiera lo permitía el excedente demográfico fenicio; trataron de instalar gentes de una cultura afín, y arrechos para las intrusiones, como eran los egipcios adoradores de Bast o Bastet, (la diosa de la guerra, con cabeza de leona o de gata), y los berberiscos norteafricanos en general, que podían ser trasladados masivamente con facilidad para crear asentamientos por ellos regidos a su conveniencia; además fenicios y libios hablaban unas lenguas filológicamente reconocidas en el grupo camito-semítico; sino entre sí entonces directamente reconocibles, si al menos asimilables con facilidad. Cuando los tirios crearon Cartago su colonia norteafricana en el 800 a.C., la colaboración entre fenicios y libios, para la conquista de la península Ibérica se hizo mucho más fácil y fluida.
Rufo Festo Avieno (Siglo IV d.C.) fue un intelectual ciudadano romano, que quiso mostrar, que a pesar del debilitamiento de las tradiciones clásicas del Imperio, que entonces se observaba, Roma había almacenado un importante bagaje cultural, incluso en el conocimiento del pasado; así que nos legó una obra en verso titulada Ora Maritima (Contorno Marítimo), que contiene algunos episodios históricos anteriores incluso a la fundación de Gadir por los fenicios. Cuando se refiere a los colonos libiofenicios asentados en Hispania, los califica de feroces. [Obra citada. Verso 420]
La primera fase de conquista de Iberia por los fenicios, la secular, quizás la más dura dentro del territorio, realizada antes de la llegada de los romanos, los que al final lograron el derrumbamiento de su poder, fue la inicial perpetrada por los anímicamente aguerridos Bast y las familias que de ellos sucedieron; pero en la fase final, que es preludio con el desembarco en Gadir de Amílcar el 237 a.C. y recoge posteriormente la segunda Guerra Púnica (218-201 a.C.), la familia de los Barcas trasladó numerosos contingentes norteafricanos de identidad no muy concreta, algunos de ellos llamados también libio-fenicios, pero que al parecer se integraron en muchos casos en los grupos ya establecidos o poblaciones de invasores de antaño conocidas; en otros casos eran nominados como gentes dirigidas por los poderosos Barca o Uxama Barca, o Uxama, abreviadamente tras la caída del poder; poblaciones éstas de las que en Hispania, Cayo Plinio Segundo (23/24-79 d.C) afirma que en su tiempo con ese nombre había muchas [Naturalis Historia. Libro III. 27].
Primero Amílcar, después su yerno Asdrúbal y finalmente su hijo Aníbal fueron incorporando tropas, las más, venidas del norte de África, hasta componer un muy numeroso ejercito, que al último de éstos le pareció suficiente para conquistar Roma. Pero en su partida estructurando la logística, previamente había que guardar los pasos de los Pirineos, hasta el río Ebro, tanto para cubrir una posible retirada, como para facilitar el paso de la intendencia y como no, por previsión al temor de rebelión de la población autóctona celtico-griega. Así que antes de atravesar los montes Pirineos con su ejército, en la zona antedicha estableció destacamentos de vigilancia y control, asentando también a la mayoría de la implementa, muy superior en número a los combatientes, y que hasta entonces acompañaba a su ejército [Historia de Roma, por Tito Livio. Libro XXI. 23-2-3; Historias, por Polibio. Libro III. 35-5]. Esto sucedió en las zonas centrales y orientales de los Pirineos; después aunque a mucha menor escala ocurriría, cuando su hermano Asdrúbal en rotundo fracaso, por los pasos occidentales, intentó enviarle a Aníbal a la península Itálica, un ejército de ayuda y refresco [Historia Romana, por Apiano. Sobre Iberia. 28], pero probablemente a la muerte de su jefe, la tropa maltrecha y desorientada, huyó de retorno.
Hasta este punto he descrito las causas que motivaron la intrusión en Iberia de poblaciones libio-fenicias, pero también las zonas donde pudieron resguardarse de la influencia de un ambiente europeo, galo en concreto; pero aún más importante, sabiendo tal como los romanos encontraron a las gentes a su llegada, disponemos de medios de orientación para reconocer su paradero.
Ya bien situados y expansionados en la Península, asentados en toda una región, como habitantes de Bastetania [Estrabón (65 a.C-20d.C.) Geografía. Libro III. Cap.3. Ap,7], que explícitamente los nomina Bastetanos [Geografía. Libro III. Cap. 1 Apt. 7] o sea Bastet-anos o los de Bastet, siendo también como he referido Bastet, otra forma en que los mismos egipcios en la antigüedad llamaban a dicha diosa, sita su adoración entre los deltas del Nilo. Así mismo son llamados Bastuli por Pomponio Mela (mediado el s. I d.C.) [Chorographia. III. 3], Cayo Plinio (23/24-79 d.C.) [Naturalis Historia. Libro III. Apat. 8] y Estrabón [Geografía. Libro III. Cap. 1 Apt. 7] Bastuli o Bastulos (Bast-il-os), que por ello con el sufijo declinado o infijo "-ul-", equivalente al castellano "-il", también es reconocible que hace referencia a un gentilicio o procedencia de un epónimo, patriarca o tribu Bast; para una total concordancia Ptolomeo (100-170 d.C.) ratifica directamente la primera parte de mis planteamientos o enunciados de mi tesis: a los Bastulos los identifica como fenicios [Geographiké Uphegesis. (Guía Geográfica) Libro II. Capítulo III."Los Bastulos que también son llamados fenicios"].
Donde tantos contingentes libio-fenicios o Bast asentaron los fenicios, como son las vertientes pirenaicas, precisamente se ubicaron con preferencia los vascos o baskunes; como se incribe en monedas acuñadas a.C., los Baskones aparecen asentados allí por vez primera. Para confirmar en una vertiente más mi tesis, resulta evidente: Bast > Bask; o sea que en ciertos ambientes culturales o lingüísticos: t > k . Esto puede mutarse casi directamente como ocurría en algunos casos en el latín hablado por los hispanos: t > c ; o bien transformándose de forma indirecta o con influencias conjuntas: t > d > c > k . Lo que filológicamente es aceptable o más que eso probable, documentalmente tras lo hallado, se convierte en real; tal mutación ocurrió como se observa en este caso concreto, ya que se encuentra documentada en el latín clásico y fue constatada de hecho por Marco Terencio Varrón (116-26 a.C.); a saber: los Bastuli descendientes de los Bast, se llamaron también Basculi (Basc-ul-i); fonéticamente el étimo identificador de sus antecesores y estirpe adquirió un sinónimo.
Para precisar los asentamientos finales de los vascos en la Antigüedad, sólo nos resta comprobar los registros geográficos de Estrabón, Mela, Plinio en el siglo I d.C., y en especial el más amplio y preciso de Ptolomeo (100-170 d.C.), personalidad en sabiduría, la máxima para su tiempo por su cualidad de astrónomo y su acceso a la biblioteca de Alejandría. En la toponimia de Ptolomeo, además podemos reconocer epónimos éuskaros o berberiscos directamente, como: Gebala, Gebalica, Tamarica, Moroeca, Uxama Barca,etc; o bien a la inversa, saliendo ligeramente de la premisa titular, reconocer hoy en territorios de conocida tradición de habla vasca sus raíces libio-fenicias, como la comarca del Baztán (Bast-an), que según afirmaba el laureado lingüista Luis Michelena, el padre del euskera moderno o batua, es el corazón del habla vasca; también en la comarca de Busturia (territorio de los Bast del agua) nombre ligeramente afectado por la eufonía vikinga. Bilbao (16/07/07)
P.S. También queda totalmente determinado el paso de Bastuli > Basculi, en la Guía del Peregrino, del Códice Calixtino, donde con la experiencia latina de la Iglesia Católica, se nomina a los vascos Basculi, además de precisar sus costumbres e incluso su lengua, amplia y detalladamente.
Bilbao, 15 de Mayo de 2009
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