09/11/2021

Exposición Ignacio Zuloaga y Manuel de Falla. Historia de una amistad


La exposición Ignacio Zuloaga y Manuel de Falla: Historia de una Amistad tuvo lugar entre los meses marzo y junio de 2016 en el Museo Art Nouveau y Art Déco de Salamanca, cuya sede es la Casa Lis.

Esta muestra pretendió narrar la relación personal entre estos dos grandes artistas de la primera mitad del siglo XX, que supieron mantener una profunda relación amistosa, casi familiar, al tiempo que se ilusionaban con la creación de proyectos artísticos comunes, proyectos filantrópicos y proyectos culturales en general. Todo ello forjado por una profunda reflexión conceptual que arraiga en el proyecto regeneracionista que se forjó durante esos años. Aquella España que luchaba por abandonar el pesimismo noventayochista y conseguir un país de gran potencia cultural basada en sus tradiciones y aciertos pasados, proyectándola a un futuro internacional.

LA FAMILIA DEL PINTOR (AUTORRETRATO), POR IGNACIO ZULOAGA

La exposición se articula en una serie de hitos fundamentales de esta relación conocida a través de un rico legado epistolar. Aquel rastro cronológico sobre cuestiones comunes generó el desarrollo personal y artístico de ambos.

Comienza con el estreno de La vida breve de Manuel de Falla en Niza, en 1913, con la ayuda inestimable de Zuloaga para poder realizar los vestuarios y decorados. Era la presentación internacional del gran músico gaditano y el origen de esta amistad que se prologaría hasta la muerte de uno de ellos.

El siguiente momento de acción común fue un proyecto filantrópico del pintor guipuzcoano Ignacio Zuloagaen 1917. La inauguración de unas escuelas populares de Fuendetodos, en la casa natal de Francisco de Goya, fue referente ineludible de la creación artística española para toda la generación. Falla asistió y participó en los actos inaugurales tocando el armonio en la iglesia parroquial, acompañado de la soprano Aga Lahowska y buscando inspiración para la composición de su jota final del Sombrero de tres picos.

DESNUDO DEL PEKINÉS, POR IGNACIO ZULOAGA

Dos años después, ambos artistas comenzaron un intenso trabajo preparatorio para llevar a la música y la escena La gloria de don Ramiro, novela histórica ambientada en la Corte de Felipe II y ubicada en Toledo, Ávila y los castillos medievales. Este proyecto no llegaría a llevarse a efecto ante la negativa del autor del libro, Enrique Larreta. Pero lejos de ser un obstáculo para la amistad, sirvió para iniciar otros proyectos en torno al Romancero español y el Poema del Mío Cid.

Eb 1921, Zuloaga visitó la casa de Falla en Grabada y apareció en escena Lucía, quien fue testigo de las conversaciones y nuevos proyectos entre los dos creadores. Falla padecía un empeoramiento de la salud y no podía viajar, por lo que se quedó todo el año viviendo en Granada, relacionándose con los intelectuales de la ciudad. Fruto de una de esas conversaciones surgió el gran proyecto de 1922, el Concurso de Cante Jondo al que atrajo a su amigo Zuloaga, profundo conocedor del arte primitivo andaluz por su estancia en Sevilla en sus años jóvenes. Zuloaga apoyó el proyecto haciéndose cargo de las decoraciones y escenografías para su desarrollo y, además, ofreció a la ciudad de Granada y especialmente sus artistas jóvenes la realización de una exposición con ellos para que les sirva de promoción.

Tras este intenso 1922, pasaron seis años hasta que volvieron a emprender juntos. Mientras Zuloaga triunfaba en América, Falla estrenaba una obra cumbre en su corpus, El retablo de Maese Pedro, pieza fundamental de la historia de la música española basada en el inmortal Quijote de Cervantes.

RETRATO DE MANUEL DE FALLA, POR IGNACIO ZULOAGA

En 1928, Manuel de Falla fue homenajeado por el gobierno francés, realizando unas sesiones monográficas sobre su obra en la Ópera Cómica de París, en las que precisamente se produjo una nueva versión de El retablo de Maese Pedro, con la escenografía de Ignacio Zuloaga. Fue el momento de trabajo conjunto entre los dos artistas que legó para la posteridad los cabezudos y marionetas expuestas en esta exposición salmantina, junto a un buen número de bocetos y estudios de los tipos e interiores de la escena.

En 1932, con el motivo de la inauguración del Museo de San Telmo en San Sebastián, volvieron a reunirse ambos artistas. Aprovechando la invitación de José María Sert, el ayuntamiento donostiarra y el propio Zuloaga ofrecieron al compositor la ejecución de alguna pieza musical dentro de los actos inaugurales del nuevo templo dedicado a la cultura de Guipúzcoa. Zuloaga le pidió a su amigo que posara para hacerle un retrato que inmortalizara la imagen de Manuel de Falla.

Tras este momento, la situación política española se complicaba años después y el estallido de la Guerra Civil complicó la comunicación. Al final de la contienda, una carta supuso la despedida definitiva, pues Falla decidió exiliarse en Argentina, mientras que Zuloaga desistió de hacerlo. Terminaba esta historia de amistad y colaboración artística entre dos de los más importantes creadores de la España de la primera mitad del siglo XX.


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