28/11/2017

Batalla de Roncesvalles de 778: vascones contra francos


EL ENFRENTAMIENTO ENTRE CAROLINGIOS Y SARRACENOS

A principios del siglo VIII, el ejército de los musulmanes de Tariq ben Ziyad se presentó en la península Ibérica iniciando la conquista del Reino Hispano-visigodo. En pocos años, consiguieron someter a la totalidad de las tierras del extinto reino, pero pronto su impulso conquistador  encontró un freno en las montañas cantábricas.

La situación fue de otra manera en el noreste: en el año 713, los ejércitos musulmanes llegaron al valle medio del Ebro, donde gobernaba un conde de origen hispano-visigodo, Casio, que ante la amenaza, decidió convertirse al islam y someterse al califa de Omeya para mantenerse el poder. Así surgió la dinastía de los Banu ibn Qasi. Pamplona era ocupada por Muza en 718 y obligada a pagar tributo a los gobernadores musulmanes que establecieron un protectorado.

Los musulmanes encontraron abierto el camino hacia Francia. Cruzaban los montes Pirineos en 720 a través del puerto de Roncesvalles con el propósito de invadir el Imperio carolingio y conquistar Europa. Primero atacaron Toulouse, continuaron hacia Tours, capital del ducado vasco-aquitano. Pero, en 732, fueron derrotados por Carlos Martel en la batalla de Poitiers, quien frenó las ansias expansivas musulmanas.

Tras aquella derrota, los vascones tenían asegurada su independencia en las montañas, pero el valí Uqba recondujo la situación instalando una guarnición militar en dicha Poitiers, entre el 734 y 741.

Los francos, no obstante, sacaron las consecuencias oportunas y se propusieron establecer un cordón protector en el Pirineo, apoyaron a los cristianos rebeldes de las montañas y así surgió la Marca Hispánica: una decena de condados dependientes de la Monarquía carolingia que abarcó desde Pamplona hasta Barcelona. De estos condados nacerían posteriormente los reinos de Navarra y de Aragón y los condados de Cataluña.

Durante este periodo, finales del siglo VIII, aún no existían reinos hispánicos en el Pirineo. La única monarquía cristiana era la de Asturias, surgida de la resistencia de Pelayo. El rey era Alfonso II el Casto, noveno de este reino, hijo del asturiano Fruela y de la dama vasca doña Munia. Sus dominios se extendían desde Galicia hasta Álava, y llegarían siglos más tarde hasta Lisboa. Desde Oviedo, su capital, se proclamó "emperador de toda España".

Alfonso II intercambió embajadas con Carlomagno, el emperador carolingio, pues era su aliado en la lucha contra el islam. Durante su reinado, se descubrió la tumba del apóstol Santiago, siendo Carlomagno uno de los primeros peregrinos en visitar la ermita de Santiago en Compostela.

En el otro lado del frente, el poder musulmán conoció una de sus frecuentes fragmentaciones: los emires de los territorios del norte se rebelaron contra el califa Omeya de Córdoba. Un punto clave de la rebelión fue Zaragoza. Ese fue el motivo por el que Carlomagno decidió adentrarse en territorio español. En una de estas expediciones tuvo lugar la batalla de Roncesvalles.

BATALLA DE RONCESVALLES

LA ALIANZA MILITAR ENTRE SULAYMAN Y CARLOMAGNO

La resistencia de Pelayo de 722 en Covadonga y aquella victoria de Carlos Martel de 732 en Poitiers frente a los invasores musulmanes generó esperanzas y fe a los núcleos cristianos del norte peninsular para iniciar la heroica empresa reconquistadora.

En este periodo el Condado de Pamplona mantuvo una relación de alianza con la dinastía de los Banu ibn Casi. Era una familia de renegados, godos o hispanorromanos, cuyo antepasado Casio, del que toma el nombre, había sido conde en la región del Ebro. Sometidos a Muza, abrazaron la causa del Islam; uno de ellos era valí o gobernador de Pamplona el 792 y otro defendió Zaragoza frente a Carlomagno.

Mientras tanto, el Imperio de los francos vivía su esplendor cultural en el llamado Renacimiento carolingio. Carlomagno dominaba en grandes territorios de Europa occidental, defendidos en sus fronteras por "marcas", es decir, comarcas bajo su órbita de influencia, como en el caso peninsular lo fue la Marca Hispánica. También Aquitania, al norte del Pirineo occidental había sido sometido recientemente.

En 777, los carolingios consigueron una importante victoria frente a los sajones en Paderborn, que finalmente fueron sometidos. Allí, Carlomagno recibía la visita personal de Sulayman ibn al Arabí, más conocido como Sulayman Ibinalarabi, valí de Barcelona, para informarle sobre el destronamiento de la dinastía de los Omeyas en Damasco y el advenimiento de los Abasíes de Bagdad en el territorio de Arabia.

El único superviviente de los Omeyas fue Abd al-Rahman I. Había huido de aquella ciudad y refugiado en Córdoba. Con la ayuda de un ejército de bereberes y yemeníes a se apropió de Al-Ándalus, proclamando su Emirato independiente de Córdoba. Para esto, tuvo que eliminar al emir de Córdoba, Yusuf al-Fahri, partidario de los abasíes.

El valí de Barcelona dejó claro a Carlomagno que fue partidario de al-Fahri y que ambos tenían un enemigo en común: el nuevo emir de Córdoba. Además, entre sus compañías estaban Abd al-Rahman ibn Habib, el yerno del asesinado emir de Córdoba, y Hussayn ben Yahia, valí de Zaragoza y descendiente de uno de los compañeros de Mahoma.

Entonces, le propuso una alianza militar para invadir el Emirato de Córdoba y derrocar a Abd al-Rahman. A cambio, se colocarían bajo la órbita de influencia del propio rey carolingio y le entregarían algunas de las ciudades del norte de España como Barcelona, Zaragoza o Jaca.

Así lo escriben las crónicas:
¡Nada temáis! Enviad a Carlos, orgulloso y altivo, palabras de servicio fiel y de gran amistad. Le daréis osos, y leones y perros, setecientos camellos y mil azores mudados, cuatrocientas mulas, cargadas de oro y plata y cincuenta carros, con los que podrá formar un cortejo: con largueza pagará así a sus mercenarios. Mandadle decir que combatió bastante en esta tierra; que a Aquisgrán, en Francia, debería volverse, que allí lo seguiréis, en la fiesta de San Miguel, que recibiréis la ley de los cristianos; que os convertiréis en su vasallo, para honra y para bien. ¿Quiere rehenes?, pues bien, mandémosle diez o veinte, para darle confianza. Enviemos a los hijos de nuestras esposas: así perezca, yo le entregaré el mío. Más vale que caigan su cabezas y no perdamos nosotros libertad y señorío, hasta vernos reducidos a mendigar.
La idea de una campaña en España llegó a seducir a Carlomagno, quien encontró en el pacto con Sulayman la posibilidad de aumentar la Marca Hispánica hacia el interior peninsular. Probablemente, encontraría hacia el sur muchas poblaciones cristianas impacientes por sacudirse el yugo mahometano.

CONDADOS DE LA MARCA HISPÁNICA, INICIOS SIGLO IX


LA CAMPAÑA DE CARLOMAGNO EN LA MARCA HISPÁNICA

Al año siguiente, en el 778, Carlomagno reunió un numeroso ejército compuesto por soldados francos, reforzados por los de todos los pueblos sometidos: francos orientales (ripuarios) y occidentales (sálicos), borgoñones, provenzales, aquitanos, septimanos, lombardos y bávaros, estos últimos dirigidos personalmente por el duque Tasilón. Este ejército cruzo el Pirineo, dividido en dos contingentes: uno liderado por Carlomagno, junto a sus grandes barones como el conde de Palacio Anselmo, el senescal Ekkehart, y sobre todo el conde Roldán, que pasó por Navarra; y el otro grupo, dirigido por su hijo Carlomán y el condestable Geilón, por Huesca.

Carlos se dirigió hacia Pamplona. Esta ciudad, la principal de los vascones de Navarra, estaba en manos mahometanas. Sulayman mantenía su pacto, la ciudad fue tomada por las armas y los gobernadores musulmanes rindieron vasallaje y fidelidad al emperador Carlos el Grande, aunque mostrando hostilidad. Pero, a este primer éxito, siguió la primera decepción ya que Carlomagno comprobó como los vascones, aunque cristianos, no acogían a los francos como libertadores, sino como invasores.

Mientras que el ejército de Carlomagno seguía su avance por el curso del río Ebro hasta las puertas de Zaragoza, el ejército de Carlomán avanzaba por el este hasta Barcelona, donde la población cristiana se mostró más accesible a los francos. El valí Sulayman cumplió con su pacto, entregando rehenes y partió de Barcelona con Carlomán hacia Zaragoza. Allí se reunieron ambos ejércitos francos.

Al Hussayn ben Yahia era el valí de Zaragoza. Era también un enemigo del emir Abd al-Rahman, pero no tenía intención de entregar su ciudad. Zaragoza era una ciudad hermosa y rica, la más importante del noreste peninsular, que acogía a gentes de todas las religiones. Unas murallas infranqueables la protegían.

No se sabe con seguridad las razones de aquel cambio de planes. Por una parte, Sulayman y Hosein se habían enemistado durante el transcurso de tiempo desde el pacto hasta la llegada. Además, los francos y los árabes poseen una cultura y una mentalidad muy diferentes, y cada bando considera al otro como algo bárbaro con el que no puede entenderse.

Ante los muros de Zaragoza, los francos iniciaron un asedió que duró algunos meses. Los zaragozanos resistían y los sueños de conquista de los caballeros francos se debilitaban. Algunas ciudades, Huesca entre ellas, se sometieron. Tuvo intenciones de negociar con Hosein ben Yahia, pero estas no fructificaron.

ASEDIO A PAMPLONA POR CARLOMAGNO

Llegaban malas noticias desde Sajonia. Aprovechando la ausencia del Ejército carolingio en su Imperio, los sajones se sublevaron. El monarca Carlos reconocía que esta campaña estaba siendo un fracaso, pues no habían conseguido ninguna victoria militar relevante y ningún territorio nuevo estaba siendo cristianizado. Tras dar la orden de retirada, siguió otra de destrozar todo lo posible en torno a la ciudad. Lógicamente, el emperador tuvo la sensación de haber sido engañado por Sulayman, por lo que fue apresado junto con algunos de sus hijos y otros magnates musulmanes como rehenes.

Si bien consiguieron un cuantioso botín de guerra de los gobernadores sarracenos, este no financiaba a toda aquella expedición. La tropa quedó disconforme, produciéndose saqueos por cada villa y ciudad por la que pasaban en el camino de vuelta. En Pamplona, derribaron las murallas, asaltaron la ciudad y saquearon todo cuanto pudieron. En ella vivía una población formada en su mayoría por vascones paganos, aunque también unas minorías de cristianos e islámicos.

Carlomagno y sus huestes subestimaban la capacidad de reacción que pudieran tener los pamploneses y los vascones de las tierras aledañas. Aún le esperaba más pues, en el camino, los hijos de Sulayman sorprendieron a los guardias y consiguieron escapar sin su padre. Estos reorganizan sus fuerzas militares y fueron en busca del Ejército carolingio para sorprenderles en su huida.

Cuando cruzaban los Pirineos en dirección a Francia por el estrecho paso de Ibañeta, Carlomagno encabezaba la vanguardia de su estirado Ejército, mientras que Roldán y los principales nobles estaban situados en la retaguardia. Sus soldados caminaban lentamente en los ascensos, el porte del botín y de la armadura resultaban pesadas, y el calor del verano debilitaba más aún. Entonces, una coalición de vascones de la montaña, de pamploneses, y de tropas musulmanas encabezadas por los hijos de Sulayman emprendió un ataque sorpresa a la retaguardia del Ejército franco a la altura del actual Roncesvalles, aunque otras fuentes la sitúan en Valcarlos.

MONUMENTO A LA BATALLA DE RONCESVALLES


LA BATALLA DE RONCESVALLES DE 778

Roncesvalles es un punto fronterizo entre España y Francia, una cima en la cordillera pirenaica. En aquel paso, el 15 de agosto del 778 sucedió la batalla de Roncesvalles.

Los vascones, 
aunque en clara inferioridad numérica, eran conocedores de aquellos bosques y caminos. Aprovecharon el factor sorpresa y el terreno para posicionarse con ventaja ante un ataque cerrado entre rocas y árboles, mejor resguardados entre cimas y laderas. Las tropas carolingias desfilaban fatigadas por el desfiladero y estiradas en estrechas filas, debido a la extrema dureza de las fuertes pendientes rocosas entre bosques.

Los asediantes coaligados lanzaron una lluvia de dardos, flechas y piedras contra la retaguardia. La emboscada resultó efectiva: los francos no están acostumbrados a luchar en las montañas, se encontraron dispersos en una larga hilera, sus cascos y corazas eran resistentes pero pesadas, era más resolutiva la puntería de unos arqueros resguardados entre rocas.

Tras la lluvia de flechas, los atacantes se aproximaron, descendían, corrían detrás de las rocas, saltaban, se precipitaban sobre los caballeros, caían sobre las basternas, golpeaban a sus conductores y se producían combates cuerpo a cuerpo; había caballos heridos cuyos relinchos desencadenaban el tumulto, gritos de reagrupamiento, caballeros sin montura que acababan siendo degollados por los montañeses.

En este asalto murió Roland, duque de la marca de Bretaña (las fuentes castellanas le han llamado Roldán o Rolando), junto a los Doce Pares de Francia, entre ellos Anselmo, conde de la casa real, y el senescal Eggihard. Este noble se encargaba de custodiar la retaguardia. Según la épica, hizo sonar el cuerno para llamar al rey en señal de auxilio, pero el grueso de sus tropas continuaron el camino hacia la llanura pasando San Juan de Pie de Puerto, punto de inicio de una Ruta Jacobea hacia Santiago de Compostela que se estaba formando por los peregrinos europeos, especialmente franceses.

Los vascones vengaron los saqueos que realizaron en sus tierras, los musulmanes liberaron a Sulayman. Carlomagno nunca más volvió a pisar tierra hispánica.

MONUMENTO A LA BATALLA DE RONCESVALLES


LAS REPERCUSIONES DE AQUELLA EMBOSCADA

Aquella batalla desencadenó diversas repercusiones tanto en los reinos de la península Ibérica como en el Imperio carolingio. Esta fue la primera derrota militar que sufrió el Imperio de Carlomagno, gran emperador de Europa en la Alta Edad Media. Esta debilidad fue animando a otras marcas en su domino a sublevarse en su contra. Fue también un impulso reconquistador para los hispanos, pues asegurarían ahora la frontera del Pirineo frente al invasor franco y pondrían la mirada al sur para reconquistar las tierras al moro.

Mil años después, se repetiría este espíritu de resistencia y lucha contra los franceses, esta vez encabezados por el emperador Napoleón Bonaparte, en los sitios de Gerona y Zaragoza, en la llamada del tambor del Bruc, en la batalla de Bailén, en el levantamiento madrileño del 2 de Mayo, y en tantos otros heroicos sucesos de España.

El emir de Córdoba, Abderramán I, para evitar futuras incursiones carolingias y cortar rebeldías islámicas, se presentó ante Zaragoza en el 791; derrotó a los rebeldes y marchó contra sus aliados vascones. Conquistó Calahorra, luego Pamplona, sometió al valí Ibn Velasco bajo su órbita de poder y volvió a Córdoba con rehenes, quedando los vascones sometidos bajo soberanía de los Omeyas durante cerca de veinte años.

En el plano literario, los poemas y narraciones épicos describieron el suceso con todo el romanticismo medieval de la época. Destaca la Chansón de Roland en francés. Pero Roldán, sobrino de Carlomagno, se convertiría inmortal gracias a la literatura. Hoy en día, varios puertos, pasos o brechas llevan su nombre a lo largo de todo el Pirineo.

MUERTE DE ROLDÁN EN RONCESVALLES

26/11/2017

Tiburcio de Redín y Cruzat


Gobernador General de Armada y Mariscal de Campo de Tercios durante el primer tercio del siglo XVII

Retrato Tiburcio Redín Cruzat Ricci Museo Prado
TIBURCIO DE REDÍN Y CRUZAT

Tiburcio de Redín y Cruzat nació en Pamplona, en 1597. Era el Barón de Bigüezal, caballero de la Orden de Santiago y hermano de Martín de Redín, el gran maestre de la Orden de Malta.

Desde joven combatió en los Reales Tercios de Infantería españoles para combatir en las Guerras de Italia junto con sus hermanos. Fue ascendido a alférez por sus méritos en el asalto de la fortaleza de San Andrés, en el sitio de Vercelli.

En 1620, siendo capitán de mar y guerra, estuvo al mando de uno de los galeones que hacían la travesía atlántica hacia el Nuevo Mundo.

En 1624, se le destinó a Portugal, al mando de una Compañía de Piqueros de Infantería, bajo las órdenes del marqués de Hinojosa, siendo nombrado Caballero de Santiago.

Participó en una campaña contra los filibusteros en 1629, durante la cual enfermó y obtuvo licencia para retirarse a Pamplona un año después.

En la Armada del Océano prestó apoyo a Antonio de Oquendo, donde mantuvo algunos combates navales. En alguno de estos enfrentamientos resultó herido en un brazo y en el pecho. Felipe IV le recompensó su demostrada valentía, nombrándole gobernador general de la Armada de Cataluña, en 1635, y mariscal de campo en 1636.

palacio redín pamplona escudo armas
ESCUDO DE ARMAS Y PLACA HONORÍFICA EN EL PALACIO DE REDÍN

Aunque en su vida militar había cumplido con su misión sirviendo a la patria en las acciones encomendadas, su vida sufrió una profunda y repentina transformación. A sus 40 años, había descubierto su vocación misionera para seguir el camino clerical que habían seguido la mayoría de sus hermanos. Decidió buscar la paz espiritual e ingresó en un convento, siendo admitido en la Orden Capuchina de Tarazona, en 1637, tomando el nombre de fray Francisco de Pamplona.

En un viaje al norte de África, el buque en que viajaba junto a otros frailes fue visto por un navío holandés, que inmediatamente se puso a dar caza al español. Entonces, Tiburcio de Redín tomo el mando del barco, comenzó a dar órdenes, entraron en combate y después de que se impuso la superioridad española, los holandeses escaparon. Algún tiempo después solicitaba formar parte de las misiones venezolanas.

En 1645, marchó en una expedición al Congo y, posteriormente, a Roma para conseguir el apoyo de Inocencio X en las diferencias entre italianos, franceses y españoles por las concesiones misionales en territorio otomano, y con Portugal, por las concesiones africanas.

En 1647, embarcó para América, donde llevó a cabo una muy importante labor misional. Murió en Venezuela en 1651.

PALACIO DEL REDÍN Y PLACA DE LA CALLE DEL REDÍN EN PAMPLONA

16/11/2017

Escudo vizcaíno de Pedro de Fontecha y Salazar


Pedro de Fontecha y Salazar fue un jurisconsulto alavés, nacido en Nograro en la década de los 80 del siglo XVII. Fue abogado del Real Consejo, apoderado en las Juntas del Señorío de Vizcaya y consultor del Señorío, es decir, oficial defensor de Vizcaya, cargo que desempeñó desde 1718.

Vivió en una época donde las Provincias Vascongadas y Navarra pasaron a ser consideradas "provincias exentas", es decir, pasaron a ser contempladas como excepciones a la norma, y estas también empezaron a verse a sí mismas como "especiales". Se trataba de los únicos territorios peninsulares con jurisdicción separada, fronteras arancelarias, fiscalidad propia y sistema de defensa propio. En estas circunstancias se produjeron conflictos de jurisdicción con la Monarquía de los Borbones, en los cuales destacaron las obras doctrinales destinadas a la defensa del ordenamiento propio elaboradas por juristas como Fontecha.

Se encargó de defender la jurisdicción separada del pequeño Señorío de Vizcaya con respecto al Reino de Castilla, no ya en relación a otros entes jurisdiccionales similares de una porción de la península Ibérica, sino en el concierto de una pluralidad de reinos y coronas insertos en la estructura inmensa que había adquirido el Imperio español en el siglo XVIII.

ESCUDO DE LA MÁS CONSTANTE FE Y LEALTAD

A mediados del siglo XVIII escribió el Escudo de la más constante fe y lealtad del muy noble y leal Señorío de Vizcaya, que es una exposición general del ordenamiento jurídico-político vizcaíno, pero iniciada por un conflicto jurisdiccional ocasionado por el nombramiento de un juez arancelario especial por la Monarquía.

Fontecha se situó en el contexto del pensamiento sobre la estructura de la España imperial, sin dejar de incorporar a su libro todo el conjunto de argumentos que, a mediados del siglo XVIII, estaban plenamente integrados en el tradicional cuerpo ideológico-doctrinal vizcaíno:

1. el tubalismo

2. el monoteísmo originario

3. la insumisión ante las potencias invasoras

4. la independencia siempre mantenida

5. la adhesión voluntaria a Castilla

Siguiendo las tesis del Tubalismo, Fontecha describió a Túbal como un hombre lleno de virtudes, magnánimo, sabio en astronomía, matemáticas y filosofía natural; fue el primer en poblar España con su mujer, hijos y otras compañías por el año 1800 de la Creación del mundo, 131 años después del Diluvio Universal, y 2162 antes del nacimiento de Jesucristo, y lo hizo con gobierno templado, siendo justo y estableciendo leyes escritas en verso.
"Dúdase qual fuesse el primer assiento de Túbal en España; pero la mas comun, y segura opinion es, que llegó á los Pirineos, y Tierras de los Vascones, y de sus finitimos los Guipuzcoanos, Alabeses, Vizcainos, y Montañeses, por donde comenzó la primera población, y de allí se derramaron, y repartieron sus gentes á otras Provincias."
Para demostrar que los descendientes de Túbal y sus compañía provenían de Armenia y el lugar de la Torre de Babel, buscó coincidencias en la toponimia vasca y navarra con otros del de Próximo Oriente:
"... esta regiones oy dis despues de tantos siglos, y tantas mudanzas, se conservan en Rios, y Montes muchos nombres de los de la Religion de Armenia, primer Solár del Mundo, donde assentó la Arca de Noé despues del Diluvio General..."

ESCUDO DE LA MÁS CONSTANTE FE Y LEALTAD

Por ejemplo, la provincia de Armenia Ararat lleva casi el mismo nombre que el monte Aralar sito entre Guipúzcoa y Navarra; el monte Gordeya entre Álava y Vizcaya lleva casi idéntico topónimo que el monte Gordéyo en Armenia, en el que paró el arca de Noe; el río Aráxes (anterior término), que desemboca en Orio, lleva la misma hidronimia que el Aráxes que nace en el mismo monte que el Eufrates y desemboca en el Caspio; otro río, el Arga, que pasa por Pamplona, lleva parecida terminología a la del río Arago que pasa por Armenia. De esta manera trataba de explicar que aquellas compañías de Túbal pusieron nombre a ríos y montes que poblaron en Vascongadas y Navarra en honor a los de su lugar de origen.

Además de traer leyes civiles, Túbal también trajo las religiosas para practicar un monoteismo previo al Cristianismo:
"Assentado el principio cierto, que Túbal pobló en Cantabria, sus primeros pobladores quedó en Vizcaya, y Provincias vecinas establecida la Divina Ley. Hombre tan sabio como Túbal conservó el culto del Verdadero Dios, y le enseñó á sus Hijos; y que assí estos, como los que trajo en su compañia, professaron su Religion en Cantabria..."
Aquel verdadero Dios fue llamado por Abraham, Jacobo e Isaac en su vascuence como Jaun-goycoa, que significaba "Señor de Arriba", el primer Dios de los Vascongados, predicado por Túbal, y más tarde por el apóstol Santiago y otros.

Con párrafos como estos, Fontecha argumentaba la defensa del mantenimiento de los Fueros del Señorío. Para ello, ya se había documentado de las aportaciones de otros juristas e historiadores mitómanos de los dos siglos anteriores como fueron Monet, Gabriel de Henao, Esteban de Garibay Juan Cortes Osorio, etc.

Los argumentos jurídicos de Fontecha continuaron en línea con la fidelidad y dependencia a la Corona de Castilla, centrando sus alegaciones en la idea de la vinculación de Vizcaya a Castilla en plano de igualdad. Así, para Fontecha, la función defensiva de Vizcaya para la Monarquía se proclama con satisfacción e incluso sirve para justificar la situación de exención fiscal "... mucho más caro le resultaría a la Monarquía si tuviera que sufragar los gastos materiales y personales con que los vizcaínos cumplían esta función defensive".

MESOPOYAMIA

05/11/2017

Juan de Salcedo


Conquistador de las islas Filipinas y cofundador de la ciudad de Manila junto a Miguel López de Legazpi y Martín de Goiti, conocido como el último de los conquistadores

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JUAN DE SALCEDO JUNTO A MARTÍN DE GOITI

Juan de Salcedo nació en México en 1549, siendo nieto del guipuzcoano Miguel López de Legazpi y hermano menor de Felipe de Salcedo.

El 1 de mayo de 1566, con 18 años de edad, partió desde la costa del Pacífico comandando junto a su hermano Felipe una flotilla de tres buques enviadas por el virrey novohispano Enríquez de Almansa con destino a las islas Filipinas. Se trataba de tres galeones cargados de víveres, soldados, colonos y misioneros al mando de Juan de Isla, con el objetivo de proporcionar de asistencia y refuerzo a la expedición de Miguel López de Legazpi para la colonización de las Indias Orientales.

En agosto del mismo año llegaba a Cebú, trayendo la gran noticia de la llegada de Urdaneta a México y que, por tanto, la expedición de tornaviaje había sido completada con éxito, según el trazado que él mismo había planeado.

En 1569, el adelantando Legazpi solicitó al capitán Juan de Salcedo y al maestre de campo Martín de Goiti la organización de una expedición para la colonización de la isla de Luzón. Era una isla más estratégica para la organización de rutas comerciales entre China y América y también más segura que Cebú y Panay, donde existían posibles amenazas portuguesas y sarracenas. El objetivo era llegar a la bahía de Manila y evaluar su puerto como posible base comercial y militar, así como el grado de hostilidad de los nativos del Sultanato de Luzón.

Marchaba como segundó al mando tras Goiti en una misión que le implicó en varios enfrentamientos contra los gobernantes nativos y la destrucción del sultanato musulmán entre los años 1570 y 1571.

canoa embarcación tradicional islas molucas filipinas
CANOAS FILIPINA Y MOLUQUEÑA

El 8 de mayo de 1570, llegó a la bahía de Manila, en la parte de Cavite. Allí acampó junto al resto de la expedición durante unas semanas con la intención de formar una alianza con los jefes musulmanes, así como la de mostrar sus deseos de colaboración con los residentes y comerciantes de Borneo, China o Japón.

Pero todo terminó en una serie de batallas contra los caciques locales Tariq Suleiman (islámico), Rajah Matanda (hindú) y Lakan Dula (taoísta) de los reinos en Luzón.

Tras tomar sin dificultades la fortaleza de Manila, continuó su expedición de castigo a través del río Pasig, donde sufrió duros combates. El control definitivo de la isla lo consiguió en la bahía de Bangkusay, frente al puerto de Tondo, infligiendo una dura derrota a los rajás y su ejército de nativos tagalos. El 6 de junio de 1570, Salcedo controlaba la ciudad de Manila y para su defensa hizo construir la fortaleza de Santiago.

Pero esta toma de la ciudad de Manila consiguió un levantamiento de tribus nativas en las islas adyacentes, generando una guerra de guerrillas durante los próximos diez meses. Salcedo organizó una serie de incursiones terrestres formada por una pequeña infantería de arcabuceros mientras Goiti los apoyaba por mar con su armada. Desembarcaban en la costa y se adentraban en el interior para quemar los sembradíos y reorganizando a los nativos en poblados españoles a los que sometía a la soberanía española.

Los enfrentamientos terminaron con el acuerdo de paz entre el gobernador Legazpi y el rajá Matanba, así como de colaboración con las autoridades nativas de Luzón.

EXPEDICIÓN DE JUAN DE SALCEDO

Entre los años 1571 y 1572, Juan de Salcedo demostró sus dotes militares en la toma de Cainta y Taytay. Llevaba a su servicio 80 soldados y alguna artillería. Unos doscientos pueblos del interior fueron ocupados casi todos después de fructuosas negociaciones.

Tres meses antes de la muerte de su abuelo Miguel López de Legazpi, comenzó la conquista de Bocos y Cagayán, las regiones más septentrionales de Luzón. En la parte de Pangasinán, sorprendió a un junco chino cargado de esclavos nativos a los que concedió la libertad. Estos actos, norma permanente de Legazpi, dieron buenos frutos. El joven Salcedo supo sortear emboscadas de toda índole y luchar con valentía.

Para consolidar la ocupación de aquella extensa región estableció una base de apoyo, al norte, en Vigan, demarcación de Bocos. Previamente había convencido a los indígenas de la necesidad de su protección. Construyó un sólido fuerte donde dejó una guarnición bien armada con 27 soldados al mando del alférez Hurtado. Exploró las costas del norte de Luzón con sólo 17 soldados. El 21 de agosto de 1572, regresaba a Manila después de haber naufragado y haberlo salvado los nativos. Fue cuando conoció la muerte de su abuelo.

A comienzo de 1574, Manila sufrió el ataque de 3.000 piratas chinos y guerreros liderados por corsario Lim ah Hong, que sitió el Fuerte de Santiago. En la defensa moría su maestre de campo Martín de Goiti, el alférez Pedro de Gamboa y gran parte de los colonos españoles. Salcedo, tras explorar la zona de Ilocos Sur, se trasladó a Manila donde descubrió que había caído en manos del invasor. Las fuerzas de Salcedo, junto a refuerzos traídos de Vigan y Cebú atacaron y redujeron a los piratas de Manila. Pero Lim ah Hong y sus supervivientes se retiraron a Pangasinan donde se fortificó en una isleta.

En 1575, el ejército de Salcedo marchó al norte a Pangasinan en la búsqueda de los piratas y los sitió durante tres meses. Vengó la pérdida de Goiti y resto de españoles dando muerte a Lim ah Hong y sus guerreros en el río de Pangasinan, quemándolos vivos, con sus barcos.

Durante los años posteriores exploró las regiones del norte de Filipinas, especialmente la isla de Luzón, fundando varias ciudades. Murió de fiebre en su casa de Vigan, en Ilocos Sur, el 11 de marzo de 1576.

02/11/2017

Exposición La Victoria de Pernambuco de Antonio de Oquendo



El Museo Naval de Madrid presenta la exposición temporal La Victoria de Pernambuco, cuyo protagonista principal fue el almirante guipuzcoano Antonio de Oquendo y Zandategui. Expuesta en la sala nº 8 desde el 26 de octubre de 2017 al 7 de enero de 2018, la muestra está comisariada por Clara Zamora, doctora en Historia del Arte y profesora de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla, y cuenta con el patrocinio de Navantia y de Lockheed Martin. Al acto inaugural acudió el secretario de Estado de Defensa Agustín Conde y el almirante Jefe de Estado Mayor de la Armada Teodoro López Calderón.

COMBATE DE PERNAMBUCO, VISTA UNO, POR JUAN DE LA CORTE (1631)
COLECCIÓN PARTICULAR

La muestra reúne la serie de pinturas que se realizó para conmemorar la victoria de la Armada española frente a los holandeses en Pernambuco (Brasil) en 1631. Por primera vez se pueden ver integralmente los cuadros titulados Batalla naval de Pernambuco o de los Abrojos, pintados hacia 1632 por Juan de la Corte, y encargados por el almirante donostiarra Antonio de Oquendo para regalárselos al rey Felipe IV y que decoraron una parte del Alcázar de Madrid hasta su incendio en la Nochebuena de 1734. Junto a esta serie de pinturas se exhibe otro cuadro de la misma época que el almirante Oquendo encargó para sí mismo. Esta obra, que se encuentra actualmente en una colección particular, representa el momento cumbre de la batalla, protagonizado igualmente por el fuego.

La exposición cuenta con el estandarte español (pendón) que llevó el almirante vasco y que constituye una pieza de gran valor histórico. Asimismo, se ha realizado un audiovisual con motivo de esta exposición para reflejar de forma didáctica y elocuente este momento histórico.


COMBATE DE PERNAMBUCO, VISTA DOS, POR JUAN DE LA CORTE (1632)
COLECCIÓN PARTICULAR

Estas pinturas poseen dos valores intrínsecos en ellas:

1. el ser una de las primeras batallas navales narradas en serie a través de las cuatro escenas que, además, son un valioso testimonio para conocer la arquitectura naval de la época.

2. la perspicacia del almirante Oquendo para que, a través de la pintura, se reconociera históricamente su victoria, convirtiéndose así estas obras en un instrumento político y diplomático.

La trazabilidad de los cuadros es sinuosa, de manera que volver a reunir estas piezas es un notable acontecimiento cultural, puesto que ocupan un lugar destacado dentro de la pintura española de ese momento, gracias a la mano experta de un pintor como Juan de la Corte que cultivó cuadros de historia, arquitecturas y batallas navales.

La muestra constituye una oportunidad única para contemplar juntos estas pinturas, que están diseminados en colecciones públicas y corporativas (Museo Naval y BBVA), así como en distintas colecciones particulares españolas.


COMBATE DE PERNAMBUCO, VISTA TRES, POR JUAN DE LA CORTE (1632), COLECCIÓN BBVA

Durante el siglo XVII, los holandeses a través de sus Compañías de Indias Orientales y Occidentales se fueron estableciendo en el Caribe, América del Norte, el océano Índico, la India y el Pacífico, con el objetivo de convertirse en la primera potencia comercial del mundo para superar al Imperio español. Las Provincias Unidas de Holanda querían no solo monopolizar el comercio oriental y el tráfico de esclavos entre América y África, sino también ocupar las regiones productoras de azúcar. Y en ese empeño, los holandeses buscaban controlar puertos estratégicos como Pernambuco en la costa brasileña, algo que logró en 1630.

En 1631, una flota compuesta por 21 naves, 16 españolas y 5 portuguesas, lideradas por el almirante Antonio de Oquendo y Zandátegui, partió desde Lisboa con destino a las costas brasileñas, siguiendo el mandato del rey Felipe IV. Tardaron algo más de dos meses en cruzar el Atlántico y desembarcaron en Bahía de Todos los Santos. Unos días más tarde, entre el 12 y el 13 de septiembre, se enfrentaron la armada española contra la holandesa, que comandaba el almirante Adrian Hans-Pater.

Fue una batalla cruenta, en la que se destruyeron dos galeones hundidos y uno preso, y perdieron la vida más de 600 personas con 200 heridos. Los principales combates fueron protagonizados entre las capitanas y almirantas de ambas flotas, lo que ocasionó también la muerte del almirante holandés. El 21 de noviembre de 1631 el almirante Oquendo regresaba a Lisboa tras la liberación de Pernambuco.


COMBATE DE PERNAMBUCO, VISTA CUATRO, POR JUAN DE LA CORTE (1632)
MUSEO NAVAL

Esta serie de pinturas marinas, las cuatro de Juan de la Corte y las que encargó el almirante Oquendo a un pintor anónimo para él, describen dos episodios de la batalla. Por un lado, la preparación de las líneas de combate, y por otro, el encuentro entre las naves capitanas y almirantas, en la vanguardia de la batalla.

En algunas de las escenas recogidas por Juan de la Corte y el pintor anónimo que recrean la batalla podemos ver casi medio centenar de barcos enfrentados, entre los diferentes tipos de buques de las Armadas holandesa e hispano-lusa. Es un tipo de composición de finales del siglo XVI y principios del siglo XVII, caracterizada por su linealidad, serenidad y escaso movimiento. 

Sin embargo, estos óleos reflejan con fidelidad un acontecimiento histórico de primera magnitud, por lo que destaca el valor documental de lo plasmado por ambos pintores, que quizá por ello merezcan estar entre los cuadros de batallas más importantes de la Edad Moderna.

En la representación de esta tipología de arquitectura naval de la primera parte del siglo XVII se observan galeones de diversos tipos, artillería, fanales y pavesadas, entre otros elementos. Esta serie constituye un ejemplo muy definido de la estrecha conexión que existía entre arte y política en el siglo XVII.

Como en épocas anteriores, las obras de arte fueron utilizadas con intencionalidad, mucho más allá de los valores artísticos. Muchos de los encargos, los intercambios y compras de pinturas y esculturas demuestran la historia común entre la Monarquía española y los antiguos Países Bajos en el siglo XVII. En la escuela española no existen demasiadas representaciones de estas pinturas marinas de batallas, salvo en el Museo del Prado, que atesora una representación aceptable de este género pictórico.


COMBATE DE PERNAMBUCO, ANÓNIMO (1632), COLECCIÓN PARTICULAR