28/11/2016

Vascones y el Reino Hispano-visigodo


En 408, pueblos bárbaros conocidos como alanos, suevos y vándalos pasaron a la Hispania romana. Durante tres años camparon en libertad hasta que firmaron un tratado por el cual se establecían bajo el poder nominal de Roma en determinadas zonas y con ciertas condiciones que garantizaran la seguridad de los hispanos. Se trataba de algo provisional, Roma intentaba ganar tiempo mientras se reforzaba.

En 417, envió a sus aliados visigodos a Hispania con el objetivo de acabar con los invasores. En dos años eliminaron a los alanos y a los vándalos. Roma, impresionada por la fortaleza militar y por la posibilidad de que los visigodos se adueñaran de la península, decidió retirar la misión y establecerlos en la provincia gala de la Aquitania, en el suroeste de Francia.

En 420, Roma ya intervino directamente en la región, aunque el general comisionado para la misión, el comes Hispaniarum (conde de las España) Asterio, no consiguió un éxito definitivo. Aun así, el emperador Honorio felicitaba a los soldados acantonados en Pamplona por sus recientes victorias, al igual que establecía las condiciones concretas del hospitium, servicio al que estaban obligados los pamploneses y por el que debían alojar y sostener a sus expensas a estos efectivos militares.

mapa tribus barbaras hispania
TRIBUS BÁRBARAS EN HISPANIA

Las sucesivas intervenciones visigodas en Hispania les habían convertido en el auténtico poder fáctico. En 441 y 413, los visigodos de Merobaudes derrotaron a los bagaudas Arecellitani, en Araciel, despoblado de las cercanías de Corella (Navarra). Los bagaudas fueron un grupo de elementos de baja posición social que agrupaba a pequeños propietarios descontentos por la presión fiscal de la administración romana, así como a colonos y a esclavos que habían huido de sus señores. Otra rebelión mayor tuvo lugar en 449, liderada por Basilio; sus efectivos se vieron incrementados por la devastación de Vasconia por el rey suevo Requiario, quien se dirigía hacia Aquitania para casarse con la hija del rey visigodo Teodorico I. Un ejército visigodo acabó con esta revuelta por la fuerza de las armas en el 454.

Cuando los visigodos derrotaron a los suevos a orillas del río Órbigo, entre León y Zamora, ya mantenían guarniciones en algunas de las principales ciudades como Sevilla, Mérida, Astorga y Pamplona como última etapa antes de los Pirineos.

Con la llega al trono del rey Eurico, en 466, los visigodos fueron ocupando el poder que les iba dejando un Imperio romano en descomposición interna y, ya en 472, controlaban todo el territorio al norte del Ebro.

Cuando el emperador Alarico II fue derrotado por el rey franco Clodoveo, en 507, el pueblo visigodo se instaló definitivamente en la Hispania romana hasta la desaparición del Reino Hispano-visigodo en 711. Durante este periodo de tiempo, los enfrentamientos entre visigodos y vascones fueron constantes, mientras que estos últimos ya hacían su presencia a ambos lados de los Pirineos.

GUERREROS HISPANO-VISIGODOS

Varias son las referencias escritas a los términos Vasconia y vascones en ese plazo de tiempo. La primera de ellas se refiere a una región del norte de Hispania de límites inciertos y que se correspondía con parte de una antigua circunscripción tributaria del Alto Imperio romano. El Anónimo de Rávena, obra bizantina de mediados del siglo VII, se refería al territorio de los vascones rodeado de montañas por tres de sus lados y por el norte, por el océano: posiblemente se refería a un establecimiento de estas gentes al norte de Pamplona, quizás englobando áreas de Guipúzcoa, Vizcaya y Huesca.

En este hábitat, San Isidoro de Sevilla caracterizó en sus obras a los vascones como pueblos montañeses errantes (montiuagi populi), situándoles en una amplia franja de terreno en las tierras altas del Pirineo. Las fuentes francas como San Gregorio de Tours, Fortunato y Fredegario siempre destacaron el carácter pirenaico de los vascones. Se trataba de poblaciones con una economía pastoril y primitiva sometida a un inestable equilibrio. Cualquier crisis de subsistencia o un desfase poblacional que presionara sobre sus escasos recursos traería consigo graves problemas, que se resolverían depredando los territorios vecinos. Los habitantes del resto de Navarra y de Álava no pueden ser tratados como vascones, al no entrar en esta caracterización de poblaciones montañosas.

MAPA DE AQUITANIA, WASCONIA Y CANTABRIA

Una vez que el poder se estableció en el Reino Hispano-visigodo, el primer acontecimiento sucedido en Navarra fue en 541, cuando los reyes francos Childeberto I y Clotario I atravesaron los Pirineos con el objetivo de tomar Zaragoza, ciudad clave en todo el territorio. Tras sitiarla sin éxito, su retirada, en muchos aspectos un preludio de Roncesvalles, fue un completo fracaso, aunque no consta la actitud de los vascones durante el desarrollo de los acontecimientos.

Esta intervención franca fue el inicio de una serie de continuos enfrentamientos en zona peninsular durante más de un siglo. En algún momento llegaron incluso a controlar la antigua Cantabria, desde la Rioja a Santander, lo que implicaba a las actuales provincias Vascongadas y Navarra como áreas inmediatas a la frontera. No se conoce el momento exacto en que se produjo esta expansión, pero si que fue durante el reinado de Sisebuto (612-621), el mérito de derrotar al duque Francio y restaurar la soberanía visigoda. La constante influencia y ocasional presencia franca está verificada por el hallazgo de varias necrópolis (Aldaieta y Alegría en Álava, Finaga y Malmasín en Vizcaya, Pamplona y Buzaga en Navarra).

En todo el valle del Ebro, Leovigildo se dedicó a eliminar los focos de poder local que estaban respaldados por los francos. Primero intervino en Cantabria en el año 574 y, siete años más tarde, sometió a los vascones fundando la plaza fuerte de Victoriacum (Vitoria), desde la que podía controlar futuras perturbaciones.

reino visigodo leovigildo expansión conquistas
EXPANSIÓN DEL REINO HISPANO-VISIGODO

Una nueva intervención visigoda se produjo en 621, durante el reinado de Suíntila cuando los vascones invadían la provincia Tarraconense, que comprendía todo el valle del Ebro y las montañas cercanas, hasta que fueron completamente derrotados y se rindieron de forma incondicional. Los vascones aceptaron el pago de tributos, entregaron rehenes y tuvieron que construir la ciudad de Ologicus (Olite) para garantizar su propio control.

La inestabilidad volvió en los años siguientes, pues una lápida de Villafranca de Córdoba está dedicada a Oppila, un noble godo que murió en 642 durante una emboscada de los vascones cuando transportaba suministros al ejército.

En los siguientes sucesos, los vascones aparecieron como grupos turbulentos procedentes de las montañas, pero que carecían de iniciativa propia, actuando bajo el control de alguno de los pretendientes a la corona del reino visigodo. Una inestabilidad motivada por las ambiciones personales de los miembros de la alta nobleza que se disputaban el poder. Las sublevaciones eran habituales en las provincias Tarraconense y Narbonense (sureste de Francia), y los usurpadores querían contar en todo momento con quienes habían demostrado continuamente su belicosidad y buen hacer con las armas.

RELIEVE ECUESTRE DE LEOVIGILDO

En 653, un grave conflicto estalló en la provincia Tarraconense, en los momentos finales del reinado de Chindasvinto. Froy, dux de la Tarraconense, trató de canalizar todo el descontento de una parte importante de la nobleza. Contaba para ello con el apoyo de toda su provincia, así como con el de los vascones. Tras unos primeros éxitos que le llevaron a sitiar Zaragoza, los aliados fueron finalmente derrotados por Recesvinto, que acababa de suceder a su padre.

El aviso fue importante, pero no sirvió de mucho y la situación se repitió en 672, ahora con la presencia de los francos, que trataron de medrar en estas aguas cuando tuvo que desplazarse a la zona de Cantabria para efectuar operaciones contra los vascones. En éstas estaba cuando Ilderico, conde de Nimes, sublevó la provincia de Narbona. El conde visigodo Paulo fue enviado para someterlo y, efectivamente, eso hizo pero utilizó la victoria en su propio provecho. Apoyado por los rebeldes recién derrotados, a los que sumó otros nobles de la Tarraconense, y el de francos y vascones, se declaró rey y se enfrentó a Wamba abiertamente. Éste tuvo que actuar con celeridad, y en apenas siete días logró castigar a los vascones y conseguir su sumisión, tras lo cual se desplazó a la Narbonense, donde puso fin al alzamiento.

Ambos hechos parecer estar coordinados, una primera revuelta de los vascones, que se negaban a entregar los tributos debidos, llevó al rey hasta la región. Inmediatamente, y mientras tenía las manos atadas, se produjo un segundo conflicto más importante, pues ya implicaba a la nobleza goda y a elementos externos.

Provincias episcopales sedes obispales Reino Hispano-visigodo
SEDES EPISCOPALES Y PROVINCIAS ECLESIÁSTICAS

Un calco de estos acontecimientos se produjo en 710, tras la muerte de Witiza. Un sector de la nobleza visigoda eligió a Rodrigo, duque de la Bética, mientras otra facción optó por Agila II, posiblemente un hijo del difunto rey. Éste contaba con los mismos apoyos que Paulo: las siempre rebeldes provincias de la Tarraconense y la Narbonense, los francos y los vascones.

Cuando se produjo el desembarco sarraceno en Tarifa, Rodrigo se encontraba reprimiendo una rebelión en Pamplona, ciudad perteneciente a la región Tarraconense y, por tanto, al bando witizano, seguramente tras haber sometido Zaragoza. Siempre se trató de una guerra civil entre dos parte de un mismo reino Hispano-visigodo.

El bando witizano pactó con los musulmanes del norte de África una intervención bélica en la guerra civil para derrotar a las tropas de Rodrigo. A cambio, estos recibirían el botín de guerra que consiguiesen como recompensa. Y así fue como tras haber cruzado el estrecho de Gibraltar y conquistar Toledo, vencían a Rodrigo en la batalla de Guadalete. Su entrada fue imparable y dos años más tarde sitiaron Zaragoza.

GUERREROS HISPANO-VISIGODOS

25/11/2016

Presencia navarra en la Jerarquía eclesiástica española


La práctica de designar eclesiásticos nacidos fuera de Navarra para ocupar las diócesis de Pamplona y Tudela siguió ejerciéndose en los siglos XIX y XX, con independencia de los regímenes políticos que se sucedieron en España durante ambas centurias. La mayoría mantuvieron el privilegio de designación o presentación de obispos, al que renunció el rey Juan Carlos I en 1976. Durante el siglo XIX dos obispos navarros rigieron la sede de Pamplona durante 24 años (José Javier de Uriz, 1815-1829 y Pedro Cirilio de Uriz, 1861-1879) y otro la de Tudela apenas un año (Juan Ramón de Larumbe, 1817-1818). Por contra, obispos nacidos fuera de Navarra rigieron ambas diócesis durante 226 años, 176 en Pamplona y 50 en Tudela, que a partir de 1851 no volvió a tener obispo propio.

Esta situación fue compensada con creces por los 32 navarros que ocuparon 33 sedes episcopales del resto de España (cinco de ellas arzobispales) durante 490 años, cifra que duplica ampliamente la inversa. 9 de ellos lo hicieron durante el siglo XIX por espacio de 102 años. Pudieron ser más, pero la proclividad hacia el carlismo de parte del clero navarro dificultó la promoción de clérigos navarros al episcopado. A pesar de que esta inclinación siguió presente en el sector del mismo durante la primera mitad del siglo XX, la pujanza de la Iglesia local y su peso en el ámbito nacional se hicieron sentir decididamente, haciendo inevitable el nombramiento de abundantes obispos navarros, hasta el punto de superar por cinco en el siglo XX la cifra alcanzada en el siglo XVIII, con la particularidad de que ahora han sido episcopados mucho más largos que los de entonces. En total, en la vigésima centuria 22 navarros han regido diócesis españolas durante 388 años. Abundaron sus designaciones en el primer cuarto de siglo y en sus dos décadas centrales. Uno de ellos, Eustaquio Ilundaín, arzobispo de Sevilla (1920-1937), alcanzó la púrpura cardenalicia en 1925, dignidad que también recayó en 1959 en Arcadio Larraona, un canonista navarro que pertenecía a la congregación claretina y era profesor en Roma. En 1969 el arzobispo de Pamplona, Arturo Tabera, fue nombrado cardenal, hecho que no se producía desde 1390, cuando fue designado Martín de Zalba.

SEMINARIO DIOCESANO DE PAMPLONA

La relación de los obispos navarros de los siglos XIX y XX refleja la dimensión del hecho y su presencia en la mitad de las diócesis españolas:

Almería
Rosendo Álvarez Hernández (1989-2002)

Ávila
Rafael de Múzquiz (1799-1801)
Ramón Fernández de Piérola (1887-1890)

Barcelona
Pedro Martínez de San Martín (1832-1849)
Manuel Irurita Almándoz (1930-1936)
Miguel Díaz Gómara, adm. apostólico (1939-1942)

Barbastro
Nicanor Mutiola e Irurita (1928-1935)

Bilbao
Pablo Gúrpide Beope (1955-1968)
Antonio Añoveros Atáun (1971-1978)

Burgos
José Cadena y Beope (1955-1968)
Luciano Pérez Platero (1944-1963)

Cádiz
Antonio Añoveros Atáun (1964-1971), aux. desde 1954

Calahorra
Miguel José de Irigoyen y Dolarea (1850-1952)

Cartagena
Miguel de los Santos Díaz Gómara (1935-1949)
Javier Azagra Labiano (1978-1998), aux. desde 1970

Ciudad Real
Emeterio Echeverría Barrena (1943-1954)

Gerona
Juan Agapito Ramírez de Arellano (1798-1810)

Hueva
José María Zarandia y Endara (1851-1861)
Javier Osés Flamarique (1977-2001), aux. desde 1969

Jaca
Rosendo Álvarez Hernández (1985-1989)
José María Conget Arizaleta (1990-2001)

Lérida
Jerónimo María de Torres (1783-1816)
Manuel Villar y Olleta (1816-1861)
Pedro Cirilio de Uriz y Labairu (1850-1861)
Manuel Irurita Almándoz (1927-1930)

Lugo
Antonio Ona de Echeve (1960-1979), aux. desde 1956

Málaga
Antonio Añoveros Atáun (1952-1954)

Mondoñedo
Jacinto Argaya Goicoechea (1957-1968)

Orense
Pedro José Zarandia y endara (1847-1851)
Eustaquio Ilundáin Esteban (1905-1920)

Osma
Miguel de los Santos Díaz Gómara (1924-1935)

Oviedo
Francisco Javier Baztán y Urniza (1905-1920)
Manuel Arce Ochotorena (1938-1944)

Plasencia
Juan Pedro Zarranz Pueyo (1946-1973)

San Sebastián
Jacinto Argaya y Aldunate (1968-1979)

Santiago de Compostela
Rafale Múzquiz y Aldunate (1801-1821)

Segovia
José Cadena y Eleta (1901-1905)
Luciano Pérez Platero (1929-1944)

Sevilla
Eustaquio Ilundáin y Esteban (1920-1937)

Sigüenza
Pablo Gúrpide Beope (1951-1955)

Tarazona
Santiago Ozcoidi y Udave (1907-1916)
Nicanor Mutiloa e Irurita (1935-1946)
Miguel José Asurmendi Aramendía (1990-1995)
Carmelo Borobia Isasa (1995-...)

Tarragona
Manuel Arce Ochotorena (1944-1948)

Valencia
Jacinto Argaya Goicoechea, aux. (1952-1957)
José María García Lahiguera (1969-1978)

Vitoria
Ramón Fernández de Piérola (1890-1904)
José Cadena y Eleta (1905-1913)
Miguel José Asurmendi Aramendía (1995-...)

Zamora
Miguel José Irigoyern y Dolarea (1848-1850)
Manuel Arce Ochotorena (1929-1938)

Zaragoza
Miguel de los Santos Díaz Gámara, aux. (1920-1924)
Carmelo Borovia Isas, aux. (1990-1995)

MONSEÑOR FRANCISCO PÉREZ GONZÁLEZ,
ARZOBISPO DE PAMPLONA Y OBISPO DE TUDELA

La fluida comunicación y el intercambio existente entre Navarra y el resto de España en la provisión de sedes episcopales se han demostrado como un sistema eficaz, que hace buena la dimensión universal de la Iglesia y, si bien exige de los designados un esfuerzo de inserción en su respectiva diócesis, les proporciona una mayor imparcialidad en el ejercicio de su autoridad episcopal. Además, ha sido beneficioso para los clérigos navarros, que han ejercido el ministerio episcopal con ventaja en el resto de España. Por ello, resulta sorprendente la postura del nacionalismo vasco, tanto en sus organizaciones políticas como en un sector minoritario del clero navarro, que durante la II República y en las últimas décadas del siglo XX ha reclamado la designación de obispos navarros para las sedes episcopales de Navarra, sin exigir en paralelo la dimisión de los obispos navarros ejercientes en otras diócesis, españolas o extranjeras.

21/11/2016

Carpeta "Blas de Lezo", por Augusto Ferrer-Dalmau




La Carpeta “Blas de Lezo” es una lujosa carpeta que contiene cuatro bocetos preparatorios de la escultura que el pintor y escultor Augusto Ferrer-Dalmau realizó en homenaje al teniente general de la Armada española del siglo XVIII, Blas de Lezo. Esta estatua fue donada al Museo Naval de Madrid, que en la actualidad expone. Los bocetos están firmados por el propio autor. 
 
Esta carpeta es una edición limitada de Ediciones & Escultura Histórica que publicó en 2014, que además incluye el catálogo de la Exposición Blas de Lezo del Museo Naval realizada el mismo año.

 

17/11/2016

Fuenterrabía, "muy Noble, muy Leal, muy Valerosa y muy Siempre Fiel"



En 1638, el rey Felipe IV otorgó a la ciudad de Fuenterrabía (Hondarribia) el título de "Muy noble, muy leal, muy valerosa y muy siempre fiel", por la heroica resistencia ofrecida al Ejército francés durante el asedio de mismo año, en el ámbito de la Guerra de los Treinta Años.

15/11/2016

Escultura de Juan de Garay en Santa Fe, por J. Domingo Pérez Torres



La escultura a Juan de Garay de la ciudad de Santa Fe de Argentina se encuentra ubicaba a pocos metros del Parque Arqueológico de la ciudad. Fue inaugurado el 15 de noviembre de 1980. 

La estatua tiene más de tres metros de altura, la escultura fue realizada por escultor y restaurador J. Domingo Pérez Torres, mientras que el pedestal lo fue por la Municipalidad de Santa Fe.



11/11/2016

Ortuño Urtíz de Urcullu


Expedicionario del descubrimiento del océano Pacífico en 1513 a las órdenes del capitán Vasco Núñez de Balboa

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ORTUÑO URTÍZ DE URCULLU

Ortuño Urtíz de Urcullu nació en la villa vizcaína de Baracaldo, por lo que también fue conocido como Ortuño de Baracaldo, costumbre bastante generalizada entre las personas que se trasladaban a América, que cambiaban su apellido paterno por un topónimo del pueblo del que procedía. Sus padres fueron Juan Urtíz de Urcullu y María López de Urcullu, que vivieron en la segunda mitad del siglo XV en el lugar de Urcullu, del que tomaron el apellido, situado en el valle de Baracaldo, y tuvieron cinco hijos: Juan, Sancho, Ortuño, María Sáez, y Juana.

Casado con Marina de Iguliz, tuvo un hijo, también llamado Ortuño, conocido por el apellido materno: Ortuño Iguliz de Urcullu. Este se dedicó al comercio naviero, sobre todo en la ruta que naos de Somorrostro, Portugalete y Sestao hacían en el siglo XVI dos veces al año desde las aguas del Ibaizabal hasta Flandes o Sevilla.

Ortuño Urtíz de Urkullu fue uno de los primeros españoles en navegar a Indias, hacia donde partió en 1508, en los inicios del descubrimiento y colonización del Nuevo Mundo. Allí pasó a la historia por ser uno de los expedicionarios que acompañaron al capitán Vasco Núñez de Balboa en la expedición a través del istmo de Panamá que supuso el descubrimiento del océano Pacífico (Mar del Sur) en 1513. También fue uno de los primeros vecinos de la ciudad de Panamá, que fundó Pedrarias Dávila el año 1519.

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MAPA DE LA EXPEDICIÓN DE NÚÑEZ DE BALBOA

Urtíz de Urcullu permaneció durante treinta y tres años en América sin volver a su tierra natal. Allí mantuvo relación con una india y tuvo un hijo al que llamó Juanico de Baracaldo. Murió en la ciudad de Panamá, del Virreinato de la Nueva España, en 1529.

El cronista Gonzalo Fernandez de Oviedo y Valdéz en su Historia general y natural de las Indias, islas y Tierra Firme del mar océano lo incluyó en la relación de hombres que formaban parte de la expedición con el nombre de "Ortuño de Baracaldo; vizcaíno". Siglos más tarde, en 1845, lo citaba Manuel José Quintana en su obra Vida de los españoles célebres, que hacía referencia a la Historia General del cronista Fernandez de Oviedo. Otras Fuentes han citado a Ortuño como Antonio, Urtún, Ortún, Furtún, Hurtún, etc. Por ejemplo, el escribano real Andrés de Valderrábano lo citó como Antonio de Baracaldo.

10/11/2016

Etimología intepretativa y la defensa de la Hidalguía Universal de Andrés de Poza


Erudito, lingüista y jurisconsulto, hijo de judío converso y de vizcaína, Andrés de Poza Yarza nació en Lendoño de Abajo, Orduña, en 1530. Estudió en la Universidad de Lovaina y, en 1570, se graduó en Derecho por la Universidad de Salamanca. Sirvió en el ejército de la Monarquía hispánica en Flandes durante 1574-79, a las órdenes de Luis de Requesens.

Esta figura ha sido estudiada por J. Juaristi en su libro El hábito no hace al vasco, publicado en 1992, introduciéndole en el contexto cultural de la época y conectándole en la corporación de burócratas castellanos y vascos al servicio de los Austrias mayores.

Le apasionaban, además, las Ciencias Matemáticas, Astronomía y Náutica, lo que le permitió trabajar de profesor náutico en Bilbao y desempeñar una cátedra en la Escuela Náutica de San Sebastián. En cosmografía llegó a ser un erudito. Condenaba el uso de cartas planas, explicando el error a que daban origen. Enseñó la manera de calcular la longitud por medio de la distancia a la luna o a las estrellas zodiacales.

Estudió en Salamanca y luchó en Flandes, era una autentico polígrafo, conocedor de varios idiomas: flamenco, latín, italiano, inglés, francés, vascuence y castellano; y en parte el hebreo y el griego. Su curiosidad intelectual fue infinita, llegando a ser un escritor afamado.

CALLE LICENCIADO POZA EN BILBAO

Al regresar se estableció en Bilbao, y ejerció como jurista, abogado del señorío de Vizcaya y consejero municipal tras haber escrito su obra fundamental y más conocida De la antigua lengua, poblaciones y comarcas de las Españas (1587), un tratado de 17 capítulos sobre el vascuence o antigua lengua de España. En ella escribió sobre el asentamiento de Bilbao y de sus gentes, y contiene uno de los primeros catálogos de las lenguas románicas en el ámbito de la lingüística europea, anterior incluso al establecido por el célebre humanista francés Escalígero. Fue el primer libro impreso en Vizcaya, por Matías Mares, el primer impresor del Señorío. También escribió un Tratado de Hidrografía, editada en Bilbao.

Por encargo de las Juntas de Vizcaya escribió De nobilitate in proprietate. Ad Pragmaticas de Toro et Tordesillas, en 1589, en el que defendía la universalidad de la nobleza vizcaína contra las amenazas del fiscal de la Real Chancillería de Valladolid, Juan García de Saavedra.

Poza aportó la tradición cabalística 
al conocimiento, revirtiendo sobre la cultura vascongada una experiencia onomástico-interpretativa que la ha marcado durante siglos: el Etimologismo. Gracias al amplio conocimiento en idiomas, su trabajo consistió en explorar el lenguaje, tomando los nombres de las cosas para, desde los signos, indicaciones y marcas de los mismos, determinar la naturaleza de las cosas, es decir, la interpretación. Su método fue también generacionista, la búsqueda de lo originario desde "las semejanzas", pero dentro de la exclusiva experiencia del lenguaje. Y llegó a relacionar el vascuence con el hebreo, tanto en calidad como en competencia filosófica y "sustancial".

LAUBURU SOBRE PIEDRA

En su obra De la antigua lengua, hizo su peculiar reinterpretación etimológica, y apropió para los vascos el nombre de Asturias y el de Cantabria, remarcando su carácter montañoso e inaccesible a las invasiones de romanos, griegos y cartagineses. Para Poza, el carácter indómito de los vascos quedó patente en la oriundez de su lengua, que resistió a las muchas oleadas de gentes extranjeras, pero esta antigüedad del vascuence era defendida desde las tesis tubalianasla "lengua materna... que desde el patriarca Túbal" estaba allá, pero que "sólo lo vascongado se ha conservado".

Para Poza, como el hebreo, el vascuence también era de origen babilónico, uno de los 72 idiomas originados de la división de las lenguas durante la construcción de la torre de Babel. La lengua vascuence surgió entre los habitantes de la llanura de Senaar, con Túbal a la cabeza.

Consideraba que los nombres de Túbal y de sus hijos eran de origen hebreo, sumándose a la tesis de Garibay que convierte a Túbal en el primer rey de España, lo sitúa en la hipótesis pirenaica mediterránea. Admitía que los nombres de algunos reyes de la España primitiva eran caldeos, así como los de algunas de las ciudades que aquellos fundaron. Túbal y sus descendientes conservaron algo de onomástica y de la toponimia caldea.

HYDROGRAFÍA Y DE LA ANTIGUA LENGUA POR ANDRÉS DE POZA

Como todas las lenguas babélicas, el eusquera participaba de algunas de las cualidades de la lengua primera, la infundida por Dios en Adán: lengua adánica. Por ejemplo, en la alta filosofía o sabiduría infusa, que permite que todos los vocablos revelen la naturaleza o esencia de las cosas que designan. Poza se basaba en el Crátilo de Platón, el diálogo en que Sócrates discutía con Hermógenes acerca de si las palabras significan por naturaleza o por convención. Para Poza, la cuestión no tenía duda: la lengua adánica y las lenguas matrices significaban por naturaleza. Las demás, derivadas de ella, lo hacían por convención. Según Poza, el vascuence no había perdido el nexo natural entre la palabra y la cosa.

Mediante el Etimologismo de los nombres eusquéricos de Dios, del sol o de la luna, dedujo que la lengua vasca "no es menos sustancial y filosófica que las más elegantes de Europa".

La aportación más importante de Poza a la mitología vizcaína fue la idea de que el eusquera contiene ya en su vocabulario ancestral la revelación cristiana del misterio de la trinidad. Basándose en los procedimientos de la Cábala, analizó la palabra vasca que designa a dios, Jaun o Iaun, en tres elementos distintos: I (tu), a (aquel) y on (bueno), concluyendo en que, desde Túbal, los vascos sabían ya que Dios eran el sumo bien, un solo dios y tres personas distintas.

ÁRBOL DE GUERNICA

Poza abordó la cuestión de la hidalguía universal de los vascos, aclarando si surgió durante la potestad regia o fue precedida a la Monarquía hispánica. Para ello, empleó su habitual método, el estudio etimológico de las palabras, tomando los términos de "infanzonazgo" e "infanzón", que existían ya desde los godos. Al no ser estos términos de origen vascongado, concluyó que en estas tierras jamás entraron los godos, y por ello la naturaleza nobiliaria de los vascos era anterior al establecimiento de régimen estamental de nobles y vasallos establecido por los godos, e incluso al de los romanos. Infirió que:
"La nobleza de Vizcaya no tiene origen ni principio alguno, y de ellas se puede decir... que realmente ha conservado su libertad, su lengua y su hábito desde el patriarca Túbal a esta parte."
Sin explicar la intervención de los reyes castellanos en la concesión de hidalguía de las villas y la posterior extensión de estas a toda la población, Poza prefirió insinuar que fue el propio rey quien se sometía a sus gentes, contando la mitológica batalla de Arrigorriaga en el 870, cuando los vascos en Padura eligieron como señor a Zuria, y no a Alfonso de León.

Las Juntas vizcaínas reunidas en Guernica confiaron en el licenciado Andrés de Poza para la defensa de la hidalguía universal de los vizcaínos, tras haber leído recientemente su alegato filológico. Poza describió en su De hispaniourum nobilitate et exemtione la supuesta condición de limpieza de sangre, y su aplicabilidad de la Pragmática de los Reyes Católicos dada en Córdoba en 1492.

FUERO NUEVO DE VIZCAYA

Fue elegido para responder de manera contundente a las amenazas de supresión hechas por el fiscal de la Chancillería de Valladolid, Juan García de Saavedra, en 1588. Pero la polémica ya había servido en tiempos de Carlos V, al consultar éste a todas las Chancillerías acerca de si los vizcaínos debían ser considerados todos nobles.

El fiscal planteaba una cuestión básica: ¿cómo van a ser en un mismo territorio todos a la vez hidalgos?, si hidalgos los hay porque existen pecheros junto a ellos, pero debajo de ellos, evidentemente.

Para responder a esa cuestión, Poza escribió, por encargo de las Juntas, De nobilitate in proprietate. Ad Pragmaticas de Toro et Tordesillas. Su idea básica establecía que, en virtud de las leyes de Toro y Tordesillas, promulgadas en 1398 y 1403 por el rey castellano Enrique III, no concedería a los vizcaínos la posterior pragmática que los Reyes Católicos promulgaron en Córdoba. Y luego, refiriendo sobre el contenido del Fuero Nuevo de Vizcaya, redactado para reformar el anterior en fechas todavía recientes, en 1527, mostraba la calidad misma de la hidalguía vizcaína que justificaría el que sus habitantes fuesen de por sí propietarios de nobleza.

Su texto dialoga con el fiscal, pero en un diálogo sin salida, precisamente porque sólo busca razonabilidad a unos supuestos "históricos" que considera intocables.

Para Poza la nobleza de los vizcaínos es conferida por ser ellos mismos originarios y autóctonos, de solar conocido en frases como:
"Las pragmáticas de 1398 y 1403, dadas ambas por el rey Enrique III, en Toro y Tordesillas repectivamente. En ellas se afirma que al entablar el proceso de probanza, todos fechen, salvo los notorios hidalgos de solar conocido. Luego la hidalguía corresponde en propiedad al solar conocido, indicativo de por sí de la nobleza del litigante."
Mientras que para el fiscal, el término de hombre noble con posesión de "casa de solar" corresponde al señor con vasallos solariegos que puebla sus propias tierras:
"Son casas fortificadas, con escudero de armas y voz y apellido de solar de casa.... las leyes de Erique III, al hablar de solar conocido se referían a esa realidad y, si así es en Vizcaya, hay también ahí señores con vasallos. Luego no puede ser general la hidalguía."
Poza, por lo tanto, distinguía dos tipos de hidalguía en Vizcaya, la nobleza real o urbana y la nobleza de tierra llana o infanzonía. La nobleza señorial que estaba formada por los Parientes mayores, de solares reconocidos de voz, apellido, linaje, armas, hazañas y antigüedad inmemorial e historial, es decir, la nobleza espléndida. Por otro lado, la infanzonía era la clase baja, que ya en el siglo XVI había adquirido su caserío o solar conocido, aunque su dedicación socioeconómica fuese la agricultura, pesca o ganadería.

ENTRANDO EN LA IGLESIA, POR JOSÉ ARRUE

Pero lo que ocultaba Poza es que aquellas gentes vizcaínas que ahora eran de solar conocido y casa propia, durante el Medievo tuvieron que pechar a la nobleza cuando aún no existía o estaba en proceso de formación la red de villas aforadas que liberaban a estos vasallos de los señores feudales.

Su argumento fue una metáfora del árbol como casa, consistente en tomar el Fuero Nuevo de 1527 (corrección del Viejo de 1452, aprobados ambos por el monarca) y examinar determinados títulos de transmisión patrimonial de la propiedad. Utilizó la semántica de ese régimen de trasmisión, que es la del árbol enraizado en el solar conocido de cuyas raíces surgió la sabia nueva generación tras generación. Y así, infirió la secular vinculación de las gentes al suelo, "los de aquí", los autóctonos que brotan por sí mismos del suelo, y no son plantados como gentes extranjeras venidas de otras partes. Para Poza, la imagen del árbol posibilita la esencia rural de Vizcaya, pues toda ella es una casa infanzona por sus hundidas raíces en el suelo. Posteriormente a este hecho, apareció la ley para reglamentar esta circunstancia.

Un gran número de proverbios castellanos y vascos provienen de la metáfora árbol que caracterizan a sí mismos los linajes solariegos como nobles, estables, duraderos y poderosos, como por ejemplo el linaje de los Aritza (árbol, roble), que iniciaría la dinastía pamplonica. Así pues, el euskaldun Aritzak, zozpala bererikoa siginificaría en castellano "De tal palo, tal astilla". O aquel otro de Badakik, bai, zein aritzi dagokion ezkurra (ya sabes, ya, en qué árbol hay fruto), que derivaría en castellano en "quien a buen árbol se arrima, buena sombra la cobija". Cientos, como Zuhainak badu bere zuhatza, "cada árbol tiene su savia propia" Zuhaitz onak bere itzala, "buen árbol, sombre especial"; Zuhaitz orok adar eihar, "en todo árbol, ramas secas"; o Aritz eroriari orok egur, "todos hacen leña del árbol caído".

Esta calidad hidalga no fue asentada únicamente en esta dendro-logía y esta imagen forestal que significaron una ley foral, pues también se apoyó en el recurso de Túbal en cuanto a fuente y origen de esa lógica arbórea:
"Todo esto, antes que hubiese puntos de derecho, debió de ser ley y costumbre en Vizcaya y no menos antigua que su lengua y hábito y libertad del siglo del patriarca Túbal..."
VOLVIENDO DE LA REOMERÍA, POR AURELIO ARTETA

07/11/2016

Provincia Eclesiástica de Pamplona


El desarrollo de la diócesis de Pamplona y su peso específico dentro de la Iglesia española tuvieron un reconocimiento institucional, que permitió el logro de la plena adecuación de las diócesis navarras a las fronteras políticas de la región y la elevación de Pamplona a sede metropolitana. De acuerdo con el artículo 9 del Concordato de 1953 se revisaron los límites diocesanos, para adecuarlos a los provinciales.

El Decreto consistorial Cesaraugustanae et aliarum, de 2 de diciembre de 1955, transfirió a la diócesis de Pamplona las parroquias que tenían dentro de Navarra las diócesis Calahorra (la zona de Viana, el valle de Aguilar y Amescoa Alta), Tarazona (en la Ribera Tudelana) y Zaragoza (Cortes). Además, encomendó a los obispos de Pamplona en gobierno de las diócesis de Tudela como administradores apostólicos con plenos poderes, tarea que durante un siglo realizado los obispos de Tarazona.

A la rectificación de límites siguió la bula Deccessorum nostrorum, promulgada por el papa Pío XII (11 de agosto de 1956), que convirtió a Pamplona en archidiócesis e integró en sus Provincias Eclesiástica las diócesis de Tudela y Jaca (hasta entonces dependientes de Zaragoza) u Calahorra y San Sebastián (hasta entonces dependientes de Burgos). El obispo Enrique Delgado Gómez (1946-1968) se convirtió en el primer arzobispo.

La vinculación de Pamplona y Tudela fue rectificada por Juan Pablo II mediante la bula Supreman exercentes, de 11 de agosto de 1984, que unió ambas diócesis con carácter definitivo y encomendó su gobierno a un mismo prelado, con el título de arzobispo de Pamplona y obispo de Tudela.

GRUPO DE JÓVENES CRISTIANOS NAVARROS EN ROMA

Desde 1978 el nacionalismo vasco ha auspiciado la remodelación de la Provincia Eclesiástica de Pamplona y ha apoyado las iniciativas que en tal sentido han surgido en medios eclesiásticos. Su objetivo era incorporar a la misma las diócesis de Bilbao y Vitoria dependientes de Burgos, y excluir a la diócesis de Calahorra. De esta forma se produciría en el ámbito religioso el ensamblamiento de vascos y navarros, coincidiendo con el objetivo que en el terreno político propugna el nacionalismo vasco. En todas las ocasiones la Santa Sede ha preferido mantener la situación actual y ha evitado realizar cambios en la organización eclesiástica que pudiera interpretarse en clave política, aplicando las pautas habituales en las organizaciones eclesiásticas, que se adecuan a los reajustes políticos después de que estos se han producido, pero que no se adelantan a ellos ni los promueven.

La opinión de la diócesis sobre el asunto quedó fijada en el Sínodo Diocesano de 1989, que rechazó una propuesta para que al Provincia Eclesiástica de Pamplona incluyera las diócesis navarras y las del País Vasco (Vitoria, Bilbao y San Sebastián). Se emitieron 483 votos. El Sí sólo obtuvo 114 votos y fue derrotado por el No, que obtuvo 212 votos. Además 157 votos se emitieron en blanco.

JAVIERADAS

03/11/2016

Embajada a China por Martín de Rada


Desde un primer momento, y como sucedió en América, el descubrimiento y la exploración de nuevos territorios en Asia se convirtió en una empresa encabezada por misioneros españoles. Jesuitas, dominicos y agustinos emprendieron una frenética labor evangelizadora no exenta de rivalidades, que se extendió hasta llegar a regiones hasta entonces desconocidas para los europeos. También al igual que en América, y en contra de lo que era la actitud generalizada de los conquistadores, los frailes se instituyen como defensores de los derechos de los nativos que habían sido sometidos. Un claro ejemplo de esta actitud fue la figura del fraile agustino Martín de Rada.

El religioso navarro nació en Pamplona el 20 de julio de 1533 y con apenas 20 años ingresó en el convento de San Agustín en Salamanca. Cursó estudios en la Universidad de esta ciudad y en la de París, alcanzando fama como reputado cosmógrafo y matemático.

Viajó entonces hasta Nueva España y conoció allí a fray Andrés de Urdaneta, quien teniendo en cuenta sus valiosos conocimientos, decidió incluirlo en el grupo de frailes agustinos que iban a formar parte de la expedición a las islas Filipinas de 1564. La famosa expedición de Miguel López de Legazpi y Andrés de Urdaneta.


MARTÍN DE RADA

En la colonización de las islas Filipinas, el peso de los clérigos fue incluso superior al que alcanzaron en la colonización americana, destacando la presencia desde 1565 de los llamados Agustinos Filipinos, siendo Urdaneta y Rada dos de ellos. La presencia secular en esos lugares explica la existencia de un singular Museo Oriental en el Convento de los Agustinos Filipinos de Valladolid, que fue la sede central donde se formaba a los misioneros antes de enviarlos.

Establecido allí, Martin de Rada destacó por su defensa de los indígenas ante los abusos de los encomenderos y alcaldes mayores. Esta faceta le valió el apodo del "el De las Casas de Filipinas", título con el que en ocasiones también ha sido nombrado el primer obispo de Manila, el dominico Domingo de Salazar.

Las islas Filipinas fueron tomadas por España en 1565 con la intención de repetir los sueños de conquista que habían realizado en el continente americano. Pronto descubrieron que las posibilidades de explotación de los recursos del archipiélago eran muy limitadas. Sin embargo, el contacto con embarcaciones que utilizaban los comerciantes musulmanes instalados en los sultanatos vecinos de Borneo y Mindanao, cargados de valiosas mercancías chinas, como canela, sedas y porcelanas, despertaron el interés de los colonizadores españoles. Estos vieron en ese comercio una posible salida a su decepcionante situación. Además, se conoció la ruta mercante que los portugueses recorrían con la Nao de plata entre los puertos accesibles del sur de Japón con el enclave de Macao en la costa china. Tanto en Filipinas como en la Corte se empezó a valorar la posibilidad de utilizar las Filipinas como base de expediciones futuras hacia la China continental. La ruta española hacia China fue conceptualizada como una prolongación de la singladura americana. Desde Nueva España los intentos de atravesar el Pacífico iban dirigidos hacia las islas de las especias y hacia China.

El primer testimonio de este proyecto se encuentra en la carta que el gobernador de Filipinas, Miguel López de Legazpi, remitió a Felipe II el 23 de julio de 1567. En la misiva proponía la construcción de seis galeras para "... correr la costa de China y contratar con la tierra firme".


MIGUEL LÓPEZ DE LEGAZPI

Los misioneros asentados en el archipiélago apoyaron la iniciativa, valorando que lo pudieran utilizar como trampolín para comenzar una labor de evangelización en China y Japón. Martín de Rada fue el primer español en planear una expedición de evangelización a todo aquel territorio, y es que por encima de las facetas de cosmógrafo y matemático el navarro destacó por su labor evangelizadora y misionera. Con fecha del 8 de julio de 1569, escribió una carta dirigida al rey Felipe II en la cual describió un proyecto de colonización de China. Insistió en el mismo aspecto que Legazpi, el de dotar a las islas de una poderosa flota con la que realizar la invasión. En el texto destaca la ingenua concepción que los españoles se habían hecho del extenso y ya entonces muy poblado país de China, debido sobre todo a la falta de informes veraces que mostrasen las dimensiones reales de aquel territorio, creyendo que se podría realizar la empresa con tan sólo un pequeño contingente de esforzados soldados. Así, Martín de Rada escribía en su carta que "... la gente de China no es nada belicosa... Mediante Dios, fácilmente y con no mucha gente, serán sujetados".

López de Legazpi describió los avances de la preparación del viaje en una carta dirigida al gobernador de Nueva España y fechada el 11 de agosto de 1572. Señalaba que había liberado a más de treinta chinos que habían permanecido prisioneros en manos de nativos filipinos, al tiempo que había concedido permiso a diez barcos chinos para comerciar con total libertad con los españoles y naturales de las islas, acciones emprendidas como gestos de buena voluntad. Sin embargo, los planes de la expedición fueron interrumpidos con la muerte de López de Legazpi, el 21 de agosto de ese mismo año.

La expedición de Juan de la Isla en 1572, con la intención de obtener información sobre lo que existían en aquellas tierras desconocidas, fracasó en el intent.


PAISAJE CHINO DEL SIGLO XVI

La oportunidad para enviar una primera embajada a China se presentó cuando las autoridades de la provincia de Fujian ofrecieron establecer relaciones comerciales con los españoles como recompensa a cambio de la captura del pirata Ling Feng, que se refugiaba en el archipiélago filipino después de saquear sus costas. Los españoles aceptaron el pacto y organizaron varias expediciones por mar y tierra para capturarlo y destruir sus bases. Dos juncos imperiales chinos llegaron a Manila el 8 de abril de 1574, para asegurarse de que se cumpliría lo pactado, apenas cuatro días después de que el pirata Ling Feng consiguiera escapar del cerco al que le habían sometido los españoles. Durante el recibimiento del gobernador Guido de Lavezares al séquito del mandatario chino Wang Wanggao, entregaron varias mujeres chinas capturadas por el pirata y se comprometieron a capturarle vivo o muerto.

NAVÍO ESPAÑOL EN FILIPINAS

Ante las buenas intenciones del gobernador, el general accedió a llevar en su junco a una embajada de la colonia española en Manila para presentarla ante las autoridades de la provincia de Fujian. Aquella expedición, que por primera vez entró en territorio chino como embajada de la monarquía Hispánica, estaba integrada por los agustinos Martín de Rada y Jerónimo Marín, a quienes acompañaron Miguel de Loarca y Pedro Sarmiento. Ellos serían los primeros españoles en visitar la China Imperial.

Los objetivos de esta embajada eran de diferente índole. Por un lado, pretendía obtener de las autoridades chinas un compromiso que garantizase la libertad de predicación. Sin embargo, era prioritario conseguir el permiso para establecer un enclave en la costa de Fujian desde el que los españoles pudieran fomentar relaciones comerciales con toda la región, siguiendo el ejemplo de los portugueses en Macao.

Zarparon de Manila el 12 de junio de 1575, dirigiéndose a Bolinao, y de allí rumbo a China, fondeando en el puerto de Zhongzuosuo (Tiong-sosu), el 5 de julio del mismo año. Viajaron durante tres meses por las ciudades de Toncoco, Tangoa, Chincheo y Hochin, pertenecientes a la provincia de Fujian, y situadas en la zona de la bahía de Zhongzuouo, Quanzhou, Xinhua y Fuzhou.

A Fuzhou, la capital, llegaron el 17 de julio. Fueron recibidos por Liu Yaohui, gobernador de la provincia de Fujian. Aquellas autoridades les agasajaron con banquetes y regalos, mientras tanto, aprovecharon para recoger información sobre los usos y costumbres del país, sobre religión e historia, administración y navegación, etc. Mientras tanto, remitieron a instancias imperiales las peticiones del fraile Martín de Rada para predicar en su territorio.

DERROTERO SEGUIDO POR MARTÍN DE RADA

En cuanto al objetivo comercial, las conversaciones tampoco dieron resultados, ya que para la mentalidad china, los europeos suponían una comunidad mercantil más entre las presentes en Asia Oriental, y sus relaciones comerciales con los españoles estaban condicionadas a la obtención de un beneficio, en ese caso la captura de Ling Feng y la entrada de plata desde América.

Tras fracasar en su intento de establecer relaciones diplomáticas con el Emperador y dilatarse el cumplimiento de sus dos principales objetivos, la expedición diplomática decidió regresar a Filipinas con las manos vacías, a bordo de una flota de diez juncos comandada por Wang Wanggao y el general Shao Ye, citado como Siahoya Oxiaguac en la relación de Martín de Rada. Los barcos partieron el 28 de octubre de 1575 y antes de llegar a Manila, mientras se encontraban fondeados en la desembocadura de un río en la costa occidental del actual Taiwan, conocen la noticia de que el pirata ha vuelto a escapar. La expedición regresó a Manila el 28 de octubre de 1575.

Martín de Rada regresó con más de cien libros chinos que trataban sobre historia, religión, agricultura y costumbres de los naturales chinos sirvieron de gran utilidad, junto a su propia vivencia, para redactar un gran número de cartas, informes y relaciones que envió a la Corte, al virreinato de Nueva España o a sus superiores de la orden.

ALEGORÍA DE FRANCISCO JAVIER PREDICANDO EN JAPÓN

Escribió un Arte y Vocabulario de la lengua cebuana y se le atribuye también un Arte y Vocabulario de la lengua china. A partir de las experiencias recogidas durante ese viaje, escribió una relación titulada Relación verdadera del reyno Taibin, por otro nombre China, y del viage que a él hizo el muy reverendo padre fray Martín de Rada, provincial que fue del orden de San Agustín, que lo vio y anduvo, en la provincia de Hocquien, año 1575 hecha por el mismo. La obra es un valioso documento en el que el fraile agustino realizó un análisis detallado de la cultura, la economía y la historia de China como ningún europeo lo había hecho hasta entonces. La Relación ofrece información de primera mano, sobre los alimentos y banquetes, las armas y la guerra, la casa y las ciudades, la agricultura y sus productos, la religión y los ídolos, la escritura y la administración de la justicia, los trajes del país, las facciones fisionómicas de sus habitantes, los entierros, etc. En todo, Martín de Rada se muestra informado y objetivo, sin hacer concesiones a la fantasía.

Los datos y la información que recogió en su relación le permitieron confirmar que la Catay que citaba Marco Polo y la China que él había visitado era el mismo país. Esta fue su contribución más importante realizada a la geografía mundial y a la historia de las relaciones entre Oriente y Occidente.

El hispanista chino Zhang Kai señala que independientemente de los motivos que motivaran el interés del pamplonés por China, las aportaciones de Rada en el periodo inicial de los contactos entre China y Europa "le permitieron obtener el título de primer sinólogo de Occidente".

El incansable Martín de Rada murió en el año 1578 cuando participaba en una expedición de Borneo emprendida por el gobernador de Filipinas Francisco de Sande.

MAPA DE CHINA Y EL SUDESTE ASIÁTICO, POR ABRAHAM ORTELIUS (1570)