Tanto la parte española como la francesa de Euskal Herria presentó un escenario ejemplar que ilustra y esclarece toda la creencia herética y todo el pensamiento esotérico y ocultista de la Edad Moderna.
Los documentos, libros teóricos, actas notariales y procesales en los que se escribía la historia de la brujería provienen de gentes cultas que escriben en castellano o francés, e incluso en latín, nunca en euskera, la lengua que utilizaban las gentes más pobres y analfabetas. Los redactores de estos documentos durante los siglos XVI y XVII fueron cargohabientes, propietarios nobles que disponen de una lógica instruida y de recursos retórico-semánticos gracias a la teología renovada de la época y por un especializado cuerpo jurídico, dando a las redacciones sobre brujería un sentido moral y un espacio simbólico muy peculiar.
Así es como Lancre, Castañega, Lope de Isasti, D'Echaus, Irarraga, los Urtubia y Amu, los Ubilla y tantos otros cargohabientes estructuraron el discurso mediante un encadenamiento vertical que regulaba una ontología soberano-súbdito en virtud de determinadas propiedades y nobleza cristiana. Es decir, una relación jerárquica entre Dios y los hombres, que si se aceptaba sin alteraciones posibilitaba un buen curso de la vida y hasta la victoria en las guerras con la ayuda de Dios, por ejemplo, en el sitio de Fuenterrabía contra los franceses.
EL AQUELARRE, POR FRANCISCO DE GOYA |
De la misma manera, también existía una relación jerárquica y personal entre el Diablo y el hombre, que posibilitaba entender la génesis del mal, es decir, la consecución de desastres e infortunios a los hombres. Las catástrofes naturales, las cosechas perdidas, las plagas de enfermedades, etc., fueron entendidas por las élites cultas como presencias físicas y carnales del diablo.
El franciscano Castañega representó esta dualidad en algunas imágenes de "mimesis" (dios/diablo; apostasía/adoración; sacramento/execramento; etc.). La apostasia consistía en la oficialización de misas satánicas, en la adoración al diablo mediante un pacto con el mismo.
Esta mentalidad crea su imagen del sabbat, basada en las imágenes lúbricas de símbolos caprinos atribuidas a Satán durante las persecuciones de herejes cátaros en Francia. Se representa al diablo como actor principal de atrocidades en imágenes en las que aparece de noche, pisando la cruz o profanando la eucaristía (misa negra), sacrificios de niños, orgías lujuriosas, canibalismo, etc.
Se plantea un nuevo imaginario teológico sobre cómo hablar con Dios, la naturaleza de la conversación, metodologías espirituales, etc. Al mismo tiempo, se diseña su antagónico, un nuevo imaginario demonológico que describa al sabbat: hombres y mujeres adoran al diablo en forma de hombre-cabra, y realizando todo tipo de antisecrametos, actos lúbricos e impíos y sacrilegios, A cambio, el diablo les concede a dichas personas la capacidad de hacer el mal.
MALLEUS MALEFICARUM, POR SPRENGER KRAMER |
La creencia del pacto con el diablo quedó expuesta en el siglo XV por los frailes Institor y Sprengel mediante su tratado demonológico Malleus maleficarum. Desde el siglo XVII, la brujería no sólo consistiría en un crimen religioso-teológico, también político, gracias a las aportaciones de P. De Lancre, F. Laborie o N. Perkins. Hacer brujería, pactar con el diablo, era romper con el pacto originario de soberanía real de Dios depositado en los hombres para su autogobierno y encabezada por el rey, lo que significa traicionar al soberano. La persona maléfica debería ser ejecutada, como el rebelde que traiciona a su Soberano político.
Esa conceptualización personificada del mal como sabbat es lo que se hacía público en los sermones y bandos de busca y captura de brujas y brujos o "jurguinas" en la montaña pirenaica.
La descripción que De Lancre hace del sabbat es muy barroca, imposible de originarse en la mente inculta aldeana, pues destaca la naturaleza imitativa de Dios con escenas dependientes de la teología y de la erudición artística. Para De Lancre lo que más ambiciona el Diablo es ser reconocido como Dios verdadero tratando de emular la divina majestad.
Sin embargo, los deseos de la gente ágrafa y analfabeta no eran de índole teológico-jurídicos, sino ligados a las rutinas de la vida. La imagen popular de la "simetría del mundo" no era la de Dios/Diablo, sino la del trabajo/descanso, sufrimiento/goce, representando los pocos ratos de placer, de panza, danza y holganza, lejos del sometimiento a nadie y menos al Diablo.
PENITENTES CON SAMBENITO, POR A. SCHOONEBECH |
Las creencias populares sobre los curas malditos estaban asociadas a la imagen de la búsqueda del placer y goce. Relatos populares y narraciones satíricas de curas ociosos que cazan, que mantienen ligues amorosos y que no trabajan fueron contados por los acusados de brujería ante los inquisidores.
Para De Lancre, los curas que hacían mal uso de su ministerio eran aquellos que se daban al servicio particular y al culto de Satán, verdadero enemigo de Dios. Su retórica de "la imitación" también representaba a Satán en la tierra como a un mono, de la misma manera que el hombre está hecho a imagen y semejanza (imitación) de Dios.
Lutero llegó a afirmar que los diablos habitaban en "los loros y en las cotorras, en los monos y macacos, para que ellos puedan así imitar a los hombres". Algunos escritos inquisitoriales cuentan, entre otras imaginaciones, como los brujos y brujas trasformados en animales (gatos, perros, mulas, etc.) se dedicaba a asustar a los solitarios caminantes, o como tenían un sapo vestido que les recordaba las citas de los aquelarres.
El juez francés persiguió como un mal a Dios la práctica abortiva común entre las comadronas: "a que las parturientas consientan en abortar para que con los huesecillos y cuerpos se fabriquen venenos y contribuyan maravillosamente las comadronas del país, pues las madres les dejan hacer el oficio de verdugo ante su propia vista, prestando consentimiento, por mandato de Satán..." En cambio, el pueblo inculto siempre ha ejercido con bastante prudencia y conocimiento las prácticas abortivas y contracepción.
REPRESENTACIÓN DE UN AQUELARRE |
El discurso de Lancre, sobre un supuesto sabbat de vascos denominado como aquelarre, está basado en un supuesto pacto con el diablo que él diseña, no sólo tiene una intención religiosa, pues alcanza incluso un carácter político. Las apetencias desorientadas del ser humano que sólo el Diablo colmaría son el "deleite carnal" y la "inteligencia y conocimiento de las cosas"
Este segundo deseo, "la codicia del saber" o "el saber de las cosas ocultas y venideras" es lo que Lancre interpretaba como arte adivinatorio u ocultismo que trata de esclarecer o conocer una "sorguina". Sorguina es el término eusquérico de brujo o bruja con carácter de "agente de adivinación". Y apelando a su propia experiencia de acompañante de inquisidores, informa "que las mujeres pobres y clerigos necesitados e codiciosos, por officio toman de ser conjuradores, hechizeros y adevinos por se mantener e tener de comer abundantemente; y tienen con esto las casas llenas de concurso de gente".
Pierre De Lancre mostraba a un aldeano vasco bastante extraño, narcotizado por saber curar enfermedades y por poseer conocimientos útiles.
Por otra parte, el banderizo vizcaíno Lope García de Salazar reconoció en su libro que los vascos eran aficionados a consultar sobre objetos perdidos, sobre la marcha de asuntos venideros (cosechas, ganados, viajes, etc.) y por las ordenanzas municipales. En aquellos tiempos en que no se disponía de meteorología ni medicina científica, no era nada anormal consultar a gentes especialistas en conocimientos prácticos, que se supone podría prever o remediar en cuestiones donde el interesado se jugaba la vida, los bienes o el destino personal.
Lo que en aquella época fueron considerados conocimientos prácticos, hoy en día serían tomados por conocimientos paranormales. Pero en aquellos tiempos fueron hasta utilizados y estudiados por nobles y hasta reyes. El mismo Felipe II reunió en su biblioteca numerosos libros con temas que hoy definiríamos como paranormales y sobrenaturales; el propio palacio de El Escorial está construido bajo arcanos mágicos de la época; incluso un presidente de la Inquisición recurrió a un niño que se decía que podía hablar con Lucifer para que le preguntara sobre el mal que acechaba a Carlos II el Hechizado acerca de su nula fertilidad para dejar descendencia monárquica.
REPRESENTACIÓN DE SABBAT Y AQUELARRES |
La cotidianeidad de la magia y de lo exotérico en la sociedad española del siglo XVII estuvo aceptada por la Iglesia a todos los niveles: reyes que consultaban astrólogos, validos que hacían conjuros para engendrar, alcahuetas que creaban virginidades y curaban impotencias. En España, esta realidad social contribuyó, sin duda, a relativizar las prácticas de la brujería y ajustar mejor su trascendencia, pero no fue vista así por los inquisidores de otras muchas partes de Europa.
La gente sabía diferenciar entre agentes que sabían curar o predecir y agentes que no. La mentalidad de la época de las gentes conectada con el entramado cultural en el que viven consideraba natural pedir un diagnóstico y aconsejar terapia.
Castañega en su Tratado de limpieza en el Pirineo navarro y otros tantos autores demostraron que tan solo se trataba de una cultura de prevención y protección consistente en ciertos usos tradicionales basados más en la tradición que en la ciencia. En cambio, la Iglesia no se preocupó de conectar con esa cultura de prevención y protección, sino que más bien la satanizó y persiguió, construyendo un sistema de signos ininteligible para el aldeano, un sistema interpretativo basado en la teología demonológica, un saber oculto para la gente inculta.
Elaboró un compendio de diferencias entre acciones que los eclesiásticos consideraban lícitas y acciones diabólicas; acciones curativas derivadas de la creencia en ciertas propiedades naturales como llevar colgado raíces o frutos que eliminan ciertas enfermedades y dolores, o bien acciones de brujería consideradas supersticiosas porque van seguidas del pronunciamiento de ciertas palabras mágicas en cierta manera y que se consideran pacto verbal con el diablo.
BRUJAS Y MUSAS |
Surgió un cruce de mentalidades distintas: por un lado, la mentalidad aldeana y las creencias de ciertas fórmulas curativas paranormales o pseudonaturales y fuerzas mágico-rituales (reliquias, vestimentas, frases, cantos o procesiones); por otro, las creencias teológicas basadas en el Viejo Testamento para sanar o ayuntar males cuya fórmula es la pronunciación de ciertos latines como por ejemplo "Salve Regina".
Así pues, el "venció la raíz de David aleluya" dicho por los curas, era lo mismo a efectos prácticos que el "con esta raíz en el cuello venceras a tu enfermedad, o se irá tu mala suerte" dicho por los aldeanos. Pero a efectos legales para los eclesiásticos no era lo mismo un "Salva nos Christe" que un "venció el león de la tribu de Judá".
Castañega pretendió combatir una brujería que no existía, brujería que no estuvo instalada en la mentalidad y sistema de creencias del campesinado vasco, pero que la Iglesia local trató de construir al objeto de importarles su poder semántico y volverla más gobernable, según requerían las autoridades políticas.
Fue una fractura cultural la que aquel franciscano hombre de letras entronizó en el monasterio de Aránzazu llevando a su Orden a la insensatez de suponer que la cultura de sus padres tenía aspectos diabólicos, haciendo aceptable que se les apresara, torturara y condenara a la hoguera, cuando únicamente se trataba de familiares que pensaban que la vida era posible vivirla con más previsión y control, y que sanar era algo legítimo.
Lo cierto es que la palabra vasca "akelarre" nada tuvo que ver antes del juicio de Logroño a las supuestas brujas de Zugarramurdi, en 1609. Era un topónimo que hacía referencia a "akerlarre" (prado del Macho Cabrío) o a "akelarre" (prado de las Flores de Alka), y que como se decía que tales brujas se juntaban en tan o cual prado, se quedó la palabra para denominar a la reunión de brujos y brujas. Solo era una mala traducción interpretativa durante el proceso de Logroño, seguramente hecha por el inquisidor más cruel, Valle Alvarado.
CUEVA DE ZUGARRAMURDI |
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