Instruyendo a mis trolles, por Bruno Zabala

Instruyendo a mis trolles (1)

En su epopeya expansionista por los cinco continentes, el hombre paleolítico accedió hace 20 a 25 mil años desde la encrucijada del Cáucaso y bordeando las grandes masas de hielo glacial continental a los valles de la Cordillera Cantábrica, Pirineo occidental y resto de estribaciones montañosas meridionales del sur de Europa.




De modo simultáneo, la orilla africana del mar Mediterráneo fue también colonizada por individuos de ancestro caucasiano, haciendo del área geográfica mediterránea una comunidad étnica cuyos rasgos genéticos compartidos son rastreables incluso hasta nuestros días.

(Se especula con la posibilidad de que hace aproximadamente 13 mil años, durante el periodo climático benigno de Bolling-Allerod, aconteciera una colonización paleolítica tardía del resto de Europa -pasajeramente liberada de los hielos perennes- a partir de dichas poblaciones caucasianas pirenaicas).

No repugna pensar que esas gentes paleolíticas compartieran también una raíz o sustrato lingüístico o de expresión oral común y que, en la misma línea, algunas palabras de ese idioma primitivo hayan llegado hasta ahora vehiculadas en el euskera.

En el discurrir de los siguientes milenios, al finalizar ya definitivamente la glaciación y mientras se desertizaba el inmenso Sahara, la revolución neolítica y agropecuaria llegó a la península Ibérica desde Asia menor y norte de África portada por grupos humanos que, como en cualquiera otra parte, debieron fusionarse en la cornisa cántabropirenaica, resto de la península Ibérica y sur de Francia con las poblaciones preexiestentes, dando lugar a un sustrato etnolngüístico vasco-ibero-norteafricano- aquitano del que existe abundante documentación toponímica de Burdeos a Granada y marcadores genéticos desde el Gohierri a la Kabilia argelina.

La llegada de los celtas aportó lengua y costumbres nuevas a estos pobladores antiguos de los actuales territorios del País Vasco, fusionándose con ellos –más en las llanuras costeras que en los valles interiores- de un modo bastante similar a lo que aconteció en el resto de la Celtiberia (lo que pocos siglos después sería la Hispania romana).

Al igual que los celtas, los romanos sólo colonizaron el País Vasco costero, despreciando, como los visigodos y musulmanes más tarde, los angostos valles interiores vascones, de nulo interés económico, y adonde sólo la acción cristianizadora de la Iglesia llevó civilización histórica durante las edades Antigua y Alta Media.

Enseguida, la acción político militar concertada de los reinos cristianos peninsulares obsesionados en la empresa de la Reconquista (Asturias y León, primero, Navarra, después, y Castilla, sobre todos, finalmente) tomaron sucesivamente el dominio y la protección de ese área geográfica cristianizada de límites imprecisos, en donde aún no se hablaba romance, y que, culturalmente, podría definirse como una cierta Euskal Herria con estructura social medieval, extendiéndose desde el río Ebro hasta los territorios gascones de soberanía franca y desde el mar Cantábrico al Pirineo aragonés.

A la muerte de Sancho III y tras la partición de su reino (el primero con vocación "hispánica" de la Historia), Castilla acabó por tomar el protagonismo en el actual País Vasco.

En efecto, por concesiones reales a partir del siglo XI, se fundaron (o se asumieron como protegidas a petición de partes interesadas) numerosas villas, poblados y territorios de Álava, Vizcaya y Guipúzcoa, que se subordinaron jerárquicamente al señor de Vizcaya (una suerte de virrey de los vascos perteneciente al linaje castellano que fundaría Bilbao) y que, a su vez, guardaba obediencia al rey de Castilla.

Este último otorgó numerosos fueros a sus realengos vascos, los cuales devolvían fidelidad a cambio de dichos privilegios (por ejemplo, exención de levas y libranza de tormento en los procesos judiciales) así como de protección armada y mercantil y de compromiso de no ser enajenados a terceros.

En ese País Vasco histórico (en ese Señorío de Vizcaya), un corregidor real arbitraba y aprobaba las cuentas de las Juntas de cada territorio. Y, más tarde, se crea una sala o instancia judicial suprema en la Chancillería de Valladolid para dirimir los pleitos vascos de alguna transcendencia.

Los Fueros, así concebidos, se refundieron y reordenaron –en idioma castellano, claro es- a partir del siglo XV en cada territorio histórico, y los reyes de España se comprometieron bajo juramento a respetar este statu quo, en donde el concepto de "soberanía política" estaba implícito, por supuesto ...¡ pero precisamente en el sentido contrario al que se empeña en extender la mitología aranista!: como el incuestionable, apabullante e inequívoco poder absoluto de Su Majestad Católica, el Señor de Vizcaya y Rey de todas las Españas, Fernado, Carlos, Felipe, Juan o Alfonso.

Pero...¿en qué cabeza humana cabe que pudiera ser de modo diferente?



Instruyendo a mis trolles (2)

Cabe preguntarse por qué el poderoso rey de Castilla -o, después, de España- anduvo con estos miramientos forales con una tierra relativamente pobre y pequeña. A mi juicio, las razones fueron varias.

En primer lugar, la cultura del pacto y de ahorro de conflictos en cuestiones no transcendentes para los objetivos preferentes de expansión territorial y económica del Reino predominaban sobre otras cuestiones anecdóticas; en realidad, esta conducta ahorradora de conflictos es una constante en la actuación de la mayor parte de los poderes políticos de la Historia; y, por otra parte, bien puede afirmarse que el coste de los fueros vascos para el reino de Castilla o de España era prácticamente anecdótico; es decir, que los fueros no significaron ni más ni menos que el equivalente a las leyes de régimen autonómico y local actuales.

En segundo lugar, el País Vasco fue siempre leal y fidelísimo a su Rey (la conflictividad antihispánica es un hecho radicalmente ajeno a la tradición vasca; nunca ha estado en el guión de la Historia ni entre los motivos de preocupación del conjunto de las Españas): el Reino estaba seguro en tierra bizcaína.

Tercero, y más importante: la neurosis antisemita y la obsesión religiosa de los reyes españoles desde la noche de los tiempos discriminaban positivamente a una tierra que se concebía como "vivero" incontaminado de sangre mora y judía, esto es, como auténtica reserva espiritual y genética de cristianos españoles nobles desde la cuna, futuros capitanes y secretarios reales (mucho del racismo aranista ulterior entronca y se explica en esta favorita tradición hispana de la limpieza de linaje).

Cuarto: el carácter fronterizo de los territorios vascos aconsejaba tener allí a una leal población "contenta" -ahorrando así efectivos militares reales- para vigilar la aludida frontera con los francos.

Quinto y último: desde el punto de vista económico y demográfico, el Pais Vasco no tenía gran peso o importancia para el conjunto de la economía del Reino, cuyos núcleos principales en este aspecto fueron –banqueros italianos y flamencos al margen, y hasta mediados del siglo XIX- el tráfico mercantil con América centrado en el puerto de Sevilla, la lana de la Mesta, el trigo y el azafrán de Castilla y Aragón y, en menor medida, el aceite, el lino, la sal y el vino de diversos puntos de España.

Disponer, pues, de puertos seguros en el Cantábrico para comerciar con Flandes e Inglaterra y poder proveerse de algo de calderería, herramientas y munición desde las ferrerías vascas, era lo único que podía ambicionar el Rey de la contribución económica vascona en la España premoderna.

Así pues, y a cambio de todo ello, era para el Rey un negocio razonable jurar unos privilegios forales y respetar unos aranceles unidireccionales a la altura del Ebro.

Y así fue durante largos siglos...

La estructura social vasca, de corte estamental, con un régimen de alquiler comunal de la escasa tierra utilizable para la agricultura y la ganadería, férreamente controlada por la Iglesia y los jauntxos locales, fuertemente autárquica en lo económico y sancionada por la autoridad del Rey Nuestro Señor a través de sus Fueros, entró en crisis brutal con la llegada de los ejércitos napoleónicos y sus ideas revolucionarias de "todo el poder para la burguesía ciudadana", que comenzaba a organizarse en torno al Estado moderno.

Las premisas ideológicas y las necesidades económicas y administrativas de ese Estado moderno se mostraron pronto como radicalmente incompatibles con el asfixiantemente cerrado e improductivo sistema estamental foral del País vasco-navarro.

El conflicto civil con la Iglesia y los propietarios autóctonos estaba servido: las Guerras Carlistas; o la crisis de la modernidad en el País Vasco y otros puntos de la España más tradicional.




Instruyendo a mis trolles (3)

Las guerras carlistas no fueron una cuestión exclusivamente vasca ni, por supuesto, jamás se plantearon por sus actores aspiraciones secesionistas territoriales de clase alguna.

Las guerras carlistas constituyeron una contienda civil que afectó a todos los rincones de la emergente nación española moderna, aunque incidieron de modo especial en el país vaconavarro por esas singulares variables psico-socio-económicas que allí operaban, y que antes he intentado esbozar: el Estado moderno y la nueva clase social burguesa que lo apuntalaba necesitaba poder, propiedades, inversiones, producción con perspectivas de ganancias y réditos, libertad de comercio y pensamiento, capitales, desamortizacón de tierras y patrimonios estériles, igualdad ciudadana, instrucción, milicia , Hacienda pública, luz y taquígrafos.

Y frente a ello, la oposición de todo un universo tradicional conocido -y seguro, sí : de ahí su popularidad- pero profundamente tenebroso y reaccionario, adornado por pases forales, conventos dominadores de la existencia cotidiana de las buenas gentes, analfabetismo tutelado por nuestra santa madre Iglesia, agricultura y ganadería de subsistencia, aduana a la altura del Ebro, exenciones varias y curas Santa Cruz gritando ¡viva la Santa Inquisición!

Yo he escrito en este Foro que de entre todas las situaciones históricas y conflictos internacionales con los que la cuestión carlista ha sido comparada, uno que pocas veces he visto reflejado y que es el que juzgo más ajustado a nuestro caso es la de la Guerra civil americana que enfrentó a los Estados confederados del Sur contra los de la Unión, en torno a 1865.

Allí, precediendo en pocos años a la última guerra carlista española, se dilucidaron cuestiones bastante parecidas a las de aquí: la crisis de un antiguo régimen de propiedad y orden social –basado, en el caso americano, en la explotación de una clase (negra) por otra clase rural propietaria de las plantaciones de algodón- tambaleándose ante el empuje de un liberalismo capitalista industrial y pujante que venía a trastocar los papeles de todos, o sea, a convertir a los antiguos oligarcas en figurines decadentes; a los comerciantes, a los emprendedores y a los industriales liberales, en nuevos propietarios; y a los esclavos, en peligrosos obreros libres.

Y todo ello, atención, con la excusa racial y secesionista –aquí, en el País Vasco español, evidente con la llegada del nacionalismo sabiniano, y allí, en Alabama y Carolina del Sur, desde el principio- como repugnante corolario común.

Si una crítica debe hacerse a la salida en falso (Conciertos, cupos, etc.) de las sucesivas carlistadas (ETA y el PNV comenzaron en 1959 la última) que desde hace 175 años asolan la historia de España, ésa es la incapacidad del Estado español moderno para imponer definitivamente sus condiciones de libertad e igualdad obligatorias, y para aplastar de una vez y para siempre las repelentes excusas sentimentaloides y culturalistas del heredero del carlismo, el vasquismo sabiniano militante, cuya justificación constituye el mayor insulto intelectual que pueda proferirse hacia cualquier españolito con dos dedos de frente y media gota de dignidad en las venas.

Algún nacionalista vasco se ha quejado en este foro del movimiento de antipatía que en toda España y desde hace casi dos siglos vienen provocando las antiguallas forales vascas y todo el chapapote ideológico adicional: ¿pero es que cabe otra reacción ante la contemplación de la desvergüenza ajena?



Instruyendo a mis trolles (4)

1832 es una fecha clave para el inicio de la revolución industrial en España y el avance del liberalismo, la economía capitalista y el desarrollo científico-tecnológico en nuestro país. En efecto, con la proclamación de Isabel II como reina se inaugura el primer horno alto para fundir mineral de hierro en Málaga. En Vizcaya, ello no tendrá lugar hasta 1849, fecha en torno a la cual se asiste al cierre de las ultimas ferrerías bizkaínas glosadas por Tirso de Molina a mediados del siglo XVII.

Entre 1841 y 1871, empresarios mineros y siderúrgicos locales (Arellano –un banquero navarro- Ybarra, Lezama, Gandarias, Allende, Chávarri, Zubiría , etc.) inician la extracción y recogida de mineral a pequeña escala industrial.

En los años siguientes, las leyes de inspiración liberal de reducción de impuestos forales a la exportación de mineral o, más concretamente, la Ley de minas de 1868 –que deroga la normativa antiexportadora precedente- multiplican esta exportación, de manera que alrededor de 1871 comienzan a salir desde Vizcaya barcos cargados con hierro con destino a Inglaterra, Alemania y Francia.

Los fletes de retorno con hulla o coque permiten sustituir al carbón vegetal en las fundiciones y comenzar a producir ingentes cantidades de hierro colado, con grandes excedentes de capital de modo consiguiente.

En 1876, al finalizar la 3ª guerra carlista, la política de Cánovas resulta clave para el definitivo despegue industrial vasco: la abolición de las aduanas interiores, el otorgamiento de facilidades para la atracción de capitales europeos, el establecimiento de franquicias para la inversión en ferrocarriles, etc., originan el desarrollo de una burguesia liberal en forma de empresariado librecambista radical cuyos intereses marcan -ora desde el citado liberalismo, ora desde el proteccionismo - toda la política económica nacional española hasta 1959 en connivencia con el empresariado catalán

A partir de esa fecha clave, 1876, y como consecuecia de la masiva exportación de hierro a Inglaterra, se registran más de 60 compañías mineras concesionarias con participación de capital inglés, así como un número incuantificable de arrendamientos directos de las minas por parte de sus propietarios indígenas hacia estos inversores extranjeros, animados en su actividad por las expectativas de obtener grandes beneficios en comparación con la moderada cuantía de sus inversiones en la emergente economía vascoespañola.

En los 15 años siguientes, se produce una verdadera colonización de la ría de Bilbao por empresas autóctonas con accionariado variopinto enriquecidas por los excedentes de producción ya capitalizados y favorecidas por la reseñada reducción de impuestos a la exportación: Altos Hornos de Vizcaya S.A., La Basconia, Echebarria Aceros, etc., son algunos ejemplos. Más adelante, tras la debacle del 98, la siderugia vasca recibe también la inyección de capital de los ricos indianos de vuelta a España.

Es a partir de 1892 cuando el empresariado local evoluciona hacia posiciones proteccionistas al aparecer la tecnología siderúrgica de Thomas (con la caldera de Siemens), motivo por el que las hematites vascas ya no resultan imprescindibles a la industria del acero europea, al poder producirse en Francia e Inglaterra buen material incluso con mineral fosforado.

Es por ello por lo que en 1893 se crea por industriales vascos y catalanes la Liga Nacional Española de Productores y la Liga Vizcaína, organizaciones gremiales que presionan para acotar el mercado español, esto es, para instaurar el proteccionismo más obsceno en defensa de su actividad productiva.

Triunfa definitivamente -¡y hasta 1959!- este modelo consistente en:
- Nacionalismo económico vascoespañol.
- Proteccionismo arancelario mercantil.
- Intervencionismo político en la economía.

(No de modo casual surge simultáneamente la figura de Sabino Arana Goiri, el fundador del PNV, o sea, en este exacto y concreto punto de inflexión en la presión proteccionista de la historia económica del País Vasco en los últimos dos siglos).

Todo lo anterior tiene como resultado a lo largo del siglo XX el progresivo fin expansionista, optimista y exportador de la industria vasca y su sustitución por una política de protección de siderúrgicas, navieras y bancos (de Cánovas a Franco, pasando por Cambó o Primo) de claro carácter autárquico, sólo interrumpido por dos Guerras Mundiales, en donde desde el País Vasco se provisionó de hierro, munición y explosivos a los aliados, primero, y al Eje, en 1938, después.

En 1926, el presidente de la Liga Vizcaína elogia la dictadura del general Primo de Rivera por su típica política poteccionista del mercado interior, con fuerte control de precios y con empresas sobredimensionadas y poco productivas, aunque destinatarias de contratos estatales españoles exclusivos. Ello hace que en 1929, la producción de hierro y acero alcance un culmen histórico.

Tras el paréntesis de la guerra civil (y de la entrega por parte de los nacionalistas vascos de los altos hornos a pleno rendimiento a las tropas sublevadas), entre 1939 y 1959 se continúa con este régimen de autarquía (franquista) e intervencionismo estatal. Incluso hasta la década de los sesenta (¡cuéntame como paso!), la extracción de mineral de hierro se subvencionaba por el Gobierno español que, por otra parte, dirigió importantes flujos financieros del ahorro nacional español de las Cajas públicas a la inversión en equipamientos industriales e infraestructuras del País Vasco (por no hablar de concesiones administrativas monopolísticas a industrias de capital vasco en, por ejemplo, el campo de la producción eléctrica).

Pregunta: ¿algún nacionalista vasquista de hoy, a finales de Junio de 2004, puede tener la vergüenza de negar que la relativa prosperidad industrial y económica del País Vasco tiene que ver con la acción del Estado español, del mercado español, del capital español depositado en los bancos vascos o con destino al País Vasco, del proletariado español, de la energía española, del paraguas nacional español?


Instruyendo a mis trolles (5)

Sabino Arana Goiri fue un neurótico melancólico lleno de fobias y angustias personales a consecuencia de sus traumas infantiles (la ruina y exilio de su padre causados por la derrota de los suyos, los carlistas, al finalizar las guerras civiles que asolaron España, en general, y el País Vasco, en particular, durante el siglo XIX) y de un especialísimo ambiente social e ideológico al que el fundador del PNV estuvo expuesto durante sus años de formación moral e intelectual.

Repasemos algunos extremos que conformaban ese ambiente:

- El viejo neopaganismo euskaldún del P. Larramendi y otros antiguos clérigos vascos.

- La mixtificación o exaltación del privilegio foral bizkaíno entre todas las Españas, efectuada por numerosos autores mitománicos vascófilos (o, más concretamente, vascoiberófilos) desde el siglo XVI.

- El más moderno pintoresquismo vasquista infantiloide de un Navarro Villoslada o un Trueba.

- El vitalismo irracionalista o idealismo romántico centroeuropeo (sustrato último del nazismo ulterior) de un Humboldt.

- En un orden más concreto, el movimiento culturalista catalán protagonizado por los de la Renaixença en la Barcelona en donde Arana estudió.

- El existencialismo agónico cristiano de Kierkegaard (como, paradójicamente, también influyó en el principal -e infinitamente superior- adversario ideológico de Sabino, Miguel de Unamuno).

Del magma psicológico resultante de estos traumas e influencias, más su educación jesuítica y más la contemplación de la invasión obrera exterior de su idílica Vizcaya natal, nace el nacionalismo vasco de Sabino Arana, cuyas coordenadas principales son bien conocidas (por haber sido dejadas escritas por él de modo explícito e inequívoco):

- Su racismo insultante, acientífico e inmoral.
- Su odiosa hispanofobia, absolutamente ahistórica.
- Su integrismo ultracatólico.
- Su vaticanismo jesuítico.
- Su confeso antiliberalismo (y, por supuesto, ni que decir tiene, su antimarxismo visceral).
- Su puritanismo sexual (y su desprecio por la condición femenina).
- Su conservadurismo económico, su ruralismo comunalista, su proteccionismo mercantil.
- Su mitomanía euskérica histórico-cultural.

En dos palabras: su neocarlismo racista.

Pero no me interesa destacar ahora si Sabino fue o dejó de ser un romántico patológico sino reflexionar acerca de entre quién, cómo y por qué su mensaje prendió en el País Vasco del cambio de siglo, y qué intereses concretos estuvieron detrás –ayer como hoy- de ese auténtico evangelio laico que es el nacionalismo vasco.

Y hay básicamente dos corriente o almas nacionalistas que representan a esos intereses:

- La rural, la más directamente ultramontana, la más mitománica, la visceral, la que hereda la violencia integrista neocarlista; esto es, la, en último término, madre emocional de ETA o, lo que es o mismo y para entendernos: el alma irracionalista de un Arzalluz o un Eguíbar.

- La neoforalista, la pequeño burguesa que nace y se desarrolla al calor de la pequeña y mediana propiedad y del pequeño comercio y de la pequeña industria complementaria o secundaria de la minería a gran escala así como de la siderurgia de los altos hornos y de la banca. Y también al calor de las Diputaciones y del resto de las instituciones locales (autonómicas, hoy).


Este último PNV, para simplificar mucho, no aspirará tanto a la independencia como AL FUERO, AL PRIVILEGIO, A LA AUTARQUÍA, A LA EXENCIÓN FISCAL, A LA PROTECCIÓN MERCANTIL, AL COTO PRIVATIVO DENTRO DEL ESTADO ESPAÑOL Y, SI ES POSIBLE, DE LA UNIÓN EUROPEA, y concibe estos últimos (Estado y Unión Europea) instrumentalmente (ancilarmente, en realidad), es decir, como medios válidos para seguir conservando un orden socioeconómico que quiere entroncar con un cierto estado de cosas similar al de la España premoderna.

El "plan Ibarretxe" no será sino el paradigma del anhelo "confederacionista" de este segundo PNV.

¿Es legítimo todo lo anterior?: yo creo que en absoluto.





Instruyendo a mis trolles (6)

Desde 1876 y con el paréntesis franquista opera en el País Vasco un régimen de Conciertos económicos y pago por cupo al Estado que supone un insulto para cualquier mentalidad igualitarista y partidaria de la más elemental equidad fiscal y solidaridad entre copartícipes del mismo Estado o, si lo anterior se impugna, copartícipes, cuando menos, del mismo mercado dentro de un sistema de unidad jurisdiccional.

Hace pocas semanas, el presidente de la Generalidad catalana se quejó amargamente de este sistema en virtud del cual el resto de España –desde luego, Cataluña, Madrid, Baleares y Valencia- ¡está subsidiando indirectamente a las ricas provincias vascongadas! ("provincias exentas" se las denominaba ya en el siglo XIX).

(Maragall, en realidad, aspira a un sistema fiscal parecido al de los Conciertos vascos, pero ésa es ya otra discusión)

No es ni más ni menos que la obsesión pacifista de la sociedad española lo único que puede explicar este generoso sistema de Conciertos económicos que "supone una clara situación de privilegio para las provincias vascas y sobre todo para sus clases poseedoras" (Prof. Corcuera).

Pues bien, conviene no olvidar que la respuesta a ese espíritu de transacción y entendimiento, en forma de bofetada, la dio de modo inmediato y hace ya más de un siglo Sabino Arana, enemigo confeso del liberalismo y la democracia, y su violento nacionalismo del rencor.

Reproduciré a continuación unas palabras de Luis González Antón, Catedrático de Historia y miembro del Foro Ermua, a propósito del contexto subyacente a este injusto estado de cosas:

"Hace tiempo que existen motivos para preguntarse si los constituyentes de 1978 no cometieron el mismo tipo de error por la misma voluntad de pacificar y diluir la desconfianza de los nacionalistas. Introdujeron en la Constitución cierto historicismo improcedente y se cedió ante los excesos semánticos y conceptuales de los propios nacionalismos, que después han seguido ahondándolos. El PNV demostró además que no estaba dispuesto a ser leal a las reglas del juego democrático. La inclusión en el texto del disparate jurídico de los supuestos "derechos históricos" preconstitucionales y de su eventual "actualización" no sirvieron para que el PNV aceptara la propia Constitución (que sí fue aprobada en el País Vasco, bien a su pesar) y hoy esas nociones son fuente de graves problemas. Hace muy poco uno de los redactores de aquélla confesaba su amarga decepción porque se confió en la buena fe de personajes que nunca la tuvieron y son los que han convertido la situación en explosiva engañando a su propia parroquia".

Y bien, ¿qué busca el PNV ahora?

Vamos a ver. Los más sensatos y honestos nacionalistas vascos en Noviembre de 2004 ya no hablan tanto de "recuperar" cuanto de "crear la nación", que, por lo tanto, reconocen que no existe. Algo es algo.

Porque muchos otros, y muy conspicuos, siguen sosteniendo ese morboso y mitománico concepto de la "recuperación de la nación vasca", en nombre de cuya antigüedad y rasgos milenarios dicen luchar. Y se proponen hacerlo vía democracia directa y consulta al "pueblo vasco".

Pero por parte de éstos se pretende definir con trampas el sujeto de la consulta cuando lo que se tiene delante, o, más bien, debajo, es, primero, una sociedad española de Guipúzcoa a Tenerife a la que se quiere privar de voz y voto en cuestión tan capital como la posibilidad de que pueda crearse una nueva frontera en el mapa de su Estado multisecular (seguramente, el mas antiguo de Europa), y, segundo, a una sociedad vasca condicionada por 30 años de terrorismo y más de 25 de régimen nacionalista que ha obligado al exilio y ha amedrentado y silenciado a todos aquellos que no han comulgado a priori con el anuncio de la buena nueva ("Euskadi").

¿Ha terminado al menos el partido aranista con su ambigüedad?: pues no.

Conviene recordar una y mil veces que el nacionalismo vasco es ambiguo por naturaleza fundacional (ruralistas vs. burgueses, neocarlistas vs. foralistas moderados, irracionalistas violentos vs. pactistas, independentistas vs. "confederales") y que se encuentra embarcado en una aventura de destino infinito hacia la creación ex-novo de algo que nunca existió.

A diferencia de otros movimientos nacionalistas de la Historia de carácter liberador, el vasco no despierta simpatías en el observador demócrata imparcial ya que se enraiza en planteamientos racistas y absolutamente enemigos de la igualdad de derechos de todos los seres humanos. Porque el País Vasco no es, ni jamás ha sido, una colonia española sino, tan solo, un territorio de realengo, acogido, por tanto, al privilegio de su Rey.

Por si lo anterior no fuera bastante, el nacionalismo vasco es objetivamente débil, tanto en términos absolutos como relativos: no tiene detrás de sí un vasto territorio con grandes riquezas naturales, ni una gran fuerza demográfica, ni aliados internacionales poderosos ni fáciles enemigos (los Estados español y francés no lo son). Ni siquiera una mayoría electoral apabullante y radicalizada.

Así las cosas, la agresividad física de su rama más violenta (ETA) y la capacidad de propaganda (de engaño, pacto y seducción social, en realidad) de su ala más moderada (PNV) son las bazas que el nacionalismo vasco puede jugar en su desafío a España, a su Estado y a todos los españoles.

Todo es, en fin, como una vieja partida de mus que los nacionalistas vienen jugando con todos nosostros, el resto de vascos y españoles, desde hace 105 años, con envites controlados, achiques, órdagos faroleros y pases negros, según la coyuntura histórica de cada momento.

Es, para etendernos, la misma partida de mus que la que ahora está jugando el PNV con su "plan Ibarretxe". 

Es, en resumen, un macabro, esperpéntico y vergonzoso movimiento sociopolítico ahistórico, falsario, antijurídico e inmoral que debe ser combatido por todos, siempre y con todo.




Instruyendo a mis trolles (7)


Y bien, dicho todo lo anterior, cabe preguntarse: históricamente hablando, qué es España y qué es su País Vasco.

España es, para mí, el sueño político de un puñado de visigodos fugitivos de Francia (tras su derrota a manos de la dinastía merovingia) que se asienta en una vieja provincia romana con cuya nobleza indígena se funde y entremezcla, y que:

a) Promueve, con Leovigildo, la redacción unificada de un corpus jurídico de raíces latino-germánicas , con rasgos tan característicos como el del linaje como fuente de Derecho o el de la concepción de la monarquía, o sea, del poder, como el ejercicio de una especie de mandato de "primum inter pares" nobles a cuyos privilegios el rey jura respeto.

b) Establece los fundamentos de una sociedad fuertemente jerarquizada, con nobles, libertos y siervos, base de la futura organización social feudal o estamental.

y c) Desde el Concilio de Toledo de 589, abraza el catolicismo de la Iglesia de Roma, que pasa a convertirse en la gran institución rectora, gestora y administrativa del conjunto de la sociedad española en adelante.


Todo ello marca así, para bien o para mal, y desde hace catorce siglos, los parámetros psicológicos profundos que perfilan la Historia de España hasta nuestros mismísimos días.

Los visigodos fueron el primer pueblo con CONCIENCIA NACIONAL HISTÓRICA ESPAÑOLA NÍTIDA, esto es, con conciencia de identidad política soberana unificadora de toda la Península Ibérica, o sea, son los abuelos de la nación histórica española, que concibieron como un todo, venciendo a los suevos y a Bizancio, que se les oponían.

Y, por cierto, fundando la actual Vitoria (porque la resistencia vascona a los visigodos es, en buena medida, otro viejo mito histórico como también lo es el de la resistencia de los vascos a los romanos: visigodos y romanos fundaron o dejaron de fundar poblaciones, y conquistaron o dejaron de conquistar a las tribus indígenas de los valles del País Vasco actual y aledaños pirenaicos en función del mucho o poco interés que pusieron en ello).

(Las guerras de los visigodos contra las tribus cántabras y vasconas, los historiadores las encuadran dentro de las "guerras menores" de aquéllos: algo así como un entrenamiento para sus compañas contra los francos).

En el año 711, como todos sabemos, el rey godo don Rodrigo pierde en la batalla de Guadalete el control de España a manos del Islam: una catástrofe.

Pues bien, ¿qué es España a partir de entonces?: la acción obsesiva, concertada e implacable de la nobleza hispano-godo-romana REFUGIADA y FUSIONADA en las montañas cantábrico-pirenaicas con los pueblos indígenas de ancestro céltico y vascoibérico para RECONQUISTAR desde esos cuarteles norteños, verdaderos focos de resistencia, su paraíso perdido, España.

El foco de resistencia cántabro-vascona (las actuales provincias de Santander, Vizcaya, Álava y parte de la de La Rioja, Guipúzcoa y Burgos) tuvo un nombre desde el siglo X: Castilla, ligada hasta entonces al reino godo astur leonés y finalmente independizada de modo temporal y anecdótico de éste con la ayuda de Navarra, y siempre por Derecho derivado de pactos de familia, sangre y herencia (germanía pura, no me digan que no). 

Después, un oscuro conde godo castellano, Fernán González, que se autoproclamaba "Conde de Castilla y Álava", vasallo del rey de Asturias y León, maniobró para conseguir la soberanía de su territorio hasta acabar lográndola en la persona de sus herederos.

Y, también, un noble de Vizcaya de linaje castellano godo (López de Haro) sostenido por y en señores feudales vascos locales (forzosamente godos o de cultura goda, claro está) enseñoreó Vizcaya de modo más o menos autónomo aunque con vasallaje al rey castellano.

Así pues, sí: la obsesión identitaria, la afición por el estamentalismo, la intolerancia religiosa ultracatólica, la mitificación de la pureza de sangre no contaminda por genes moros ni judíos, la deificación de la propia estirpe unida sagradamente al territorio del padre, el amor acendrado y nobiliario al pivilegio (a la privada ley), la defensa del concepto de "fuero" (o sea, de "derecho" que me corresponde por ser quien soy)...todo eso tan jodidamente vasco y tan jodidamente nacionalista... es jodidamente germánico (godo) y, por tanto, jodidamente castellano y jodidamente español.

Y, por cierto, jodidamente tradicionalista y carlistón.

Sabino Arana escribió ya en 1894: "Fuerismo es independencia". Atención: la independencia, para Sabino, estaba, en realidad, en el Fuero. En la vieja ley antiigualitaria. Porque para los nacionalistas vascos de vieja casta, no se trataba de separarse de España sino de SER MÁS, de VALER MÁS, de TENER MÁS, uno a uno, vasco por vasco, que cualquier otro español y en el mismo Estado. Por razón de genes. O con un par, que diría un castizo.

Establecidos los anteriores antecedentes históricos, ¿cuál es el detonante del boom nacionalista vasco de los últimos 40 años?

La explicación es compleja: hay un sustrato colectivo vasquista sentimental, melancólico, mixtificador, emocional, psicológico... alimentado por la Iglesia y en el eukera y otras manifestaciones locales más o menos folklóricas; hay un inmenso aparato de propaganda victimista e interesada desde el PNV manipulando esos sentimientos; y hay o hubo un movimiento marxista-leninista terrorista en los sesenta, setenta y ochenta que utilizó (que se subió al carro de) de todo lo anterior y de la crisis industrial de dichas décadas para llevar a cabo su parte del trabajo en la revolución comunista mundial que se desarrollaba en esas épocas.

Y déjenme añadir en nuestro asunto una razón más: el nacionalismo vasco y ETA florecieron en el País Vasco coincidiendo casi simultáneamente con la aprobación del plan de estabilización económica de los ministros del Opus del último Franco; ya saben: conato de liberalización económica; fin de la autarquía; expectativas de apertura de mercados españoles (el coto histórico vasco y catalán, más vasco que catalán); liberalización...

Liberalización que, en otro orden de cosas, venía también del Vaticano con el Concilio II.

(Porque, al final, esto es lo de la manzana de Newton cuando lo del descubrimiento de la ley de la gravedad; ¿cayó la manzana por efecto de la gravedad?; sí, claro...y porque un pajarito se posó en la rama; y porque un ráfaga de viento movió el árbol; y porque aquel año había llovido mucho y las manzanas eran gordas y pesadas, y tendían a caerse... ).

O sea, miedo a la libertad; siempre la misma historia.




Instruyendo a mis trolles (8)


Hoy continúo con la penitencia que me he autoimpuesto este mes de Noviembre para ayudar modestamente a enseñar al que no sabe, aportando un viejo texto mío en el que respondía a "Gizakume", prototípico nacionalista vasquista etnolingüístico, rama PNV duro.

Nunca me cansaré de denunciar las raíces culturalistas originales del nacionalismo vasco: es en ellas en donde descansa todo el publireportaje llamado "Euskadi" que ha venido a continuación y que muchos buenos vascos -como quizás lo sean mis particulares trolles de este Foro- se han tragado cual peces el anzuelo que se les ha puesto delante.

No hay que avergonzarse demasiado por ello: los cultos alemanes también picaron en los años treinta del siglo XX.

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La carta de contestación que sigue creo que es fácil de entender y poner en contexto sin más explicaciones
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VASCOIBERISMO

Sr. Gizakume:

Vengo siguiendo entre divertido y alucinado su tremendo discurso antropolinguístico e histórico.

Mis oraciones han sido oídas y, finalmente, encuentro una sincera proclama científica en versión nacionalista vasca que resume impagablemente la visión existencial y cultural profunda de esa auténtica religión (lo afirmo sin ninguna clase de ironía) que es su ideología política.

Y estoy impresionado.

Es más, creo voy a enmarcar su escrito como perfecto resumen de los fundamentos nacionalistas vascos, versión renovada a principios del siglo XXI, para leerlo y reerlo, pellizcarme y decirme a mí mismo: "¡no exagerabas, Bruno, era cierto, hay gente así!"

El Sr. Gizakume, que dice ser profesor de Historia, maneja en su escrito un batiburrillo de datos (de pruebas trucadas) de diversas disciplinas científicas, convirtiéndose en juez y parte de sus hipótesis ideólogicas finalmente triunfantes: en resumen, que el pueblo vasco es una etnia singular de raíz paleolítica (si bien sedimentada definitivamente hace 7000 años); que el euskera es un idioma de origen misterioso pero verosímilmente indígena de la zona cántabropirenaica; y que el status jurídico ancestral del pueblo vasco ha sido una suerte de modélico sistema protodemocrático y libreasociacionista aplastado por España e inspirador de las principales democracias de Occidente (nada menos que de la de los EEUU de Norteamérica).

O sea, PNV, rama ideológica, en estado puro.

Bueno, pues no, no y no.

Verá, yo no soy profesor de Historia pero quizás tenga alguna experiencia en los conceptos culturales que Vd. maneja y tengo por la Historia del País Vasco una vieja pasión en virtud de la cual me considero un conocedor mediano -no especialista- de las cuestiones a las que Vd. alude de un modo tan acientífico y, perdóneme, caótico.

Para poder entablar algún tipo de diálogo constructivo sería imprescindible que Vd. y yo nos pusiéramos de acuerdo en el modelo filosófico que empleamos al afirmar o defender una tesis.

El mío es el clásico racionalista o positivista: intento buscar una explicación o ley que case mejor con el fenómeno o hecho detectado, aun a sabiendas que, en cierto modo, nada puede ser afirmado o negado tajantemente sino que simplemente algo puede ser reputado como más o menos probable, posible, plausible o casi seguro.

Le pondré un ejemplo: ¿existe vida en Marte?; respuesta: no lo sé, pero teniendo en cuenta el cúmulo de datos suministrados por los vehículos y sondas espaciales, aparatos terrestres de observación y demás instrumentos de la Astronomía infiero que es casi seguro que no hay vida inteligente, que probablemente no existan organismos pluricelulares complejos y que es posible, aunque improbable, que puedan haberse desarrollado formas bacterianas extremófilas similares a las que exiten en algunos puntos de nuestro planeta La Tierra.

Vd. no emplea este modo de razonar sino que lo sustituye por afirmaciones sin base empírica, teorías románticas, negaciones apasionadas y discursos improbables.

Yo no sé si Vd. conoce algo de genética de poblaciones y evolutiva; si sabe cosas de marcadores genéticos, indels, SNPs, RFLP, microsatélites, minisatélites, distancias genéticas, desequilibrios por enlaces y HLAs pero el resumen de todo lo anterior es que aunque todavía no se dispone de un árbol genético definitivo (actualmente en elaboración una vez concluido ya el proyecto Genoma Humano) que establezca definitivamente las relaciones de parentesco entre las "etnias", pueblos indígenas y poblaciones más autóctonas del mundo, en el caso del norte de España todo apunta a que la sociedad vasca más rural procede de una fusión de, entre otros, dos ancestros raciales remotos: uno celta, emparentado genéticamente con otros grupos humanos de la Bretaña e Irlanda actuales (deducible por la similitud de ciertos haplotipos polimórficos del cromosoma Y) y otro presente en algunas poblaciones norteafricanas (puesto de manifiesto por la similar prevalencia de ciertos antigenos del sistema HLA y de otros haplotipos de DNA mitocondrial), ambos relativamente preservados o poco enriquecidos por las sucesivas aportaciones de los diferentes pueblos que en tiempos ya más históricos han migrado o transitado por la Península Ibérica hasta nuestros días.

¡Ah, y, por favor, que no se me replique con nada que no sea genética molecular porque otro modo de estudiar el origen biológico de las poblaciones es sencillamente obsoleto!

Pero olvídese de haplotipos y polimorfismos y piense conmigo, si es tan amable:
¿Cómo comprende Vd. y los que defiendan lo mismo que Vd. que el que un grupete de Cromagnones paleolíticos evolucione in situ para desembocar hace 7 milenios (por cierto, no sé por qué 7 y no 3, como los mosqueteros, ó 12, como los apóstoles) en una reconocible etnia vasca es sencillamente una patraña sin soporte científico alguno, lo diga Barandiarán (que no sabe lo que es un gen) o el Sursum Corda (el otro, no el nuestro)?

¿No comprende Vd. que la consanguinidad producto de una evolución endogámica "in situ", en esa especie de isla o nicho ecológico, provocaría tal uniformidad fenotípica (no observable al pasear por la calle de ninguna población vasca, desde luego) y tal cúmulo de taras y enfermedades hereditarias que ello sería incompatible con la excelente salud evidenciable en el pueblo vasco actual?

¿Cómo explica Vd. que la distancia genética entre dos campesinos baserritarras entre sí sea más o menos similar a la de dos pastores gallegos también entre sí?; ¿evolucionaría también otra pandilla de Cromagnones abertzales al son de la muñeira?

(Por cierto, ¿por qué diablos escribe "Galiza" y es seguro que no habla Vd. de "France" o "United States"? )

El arte rupestre practicado en Altamira y Lascaux y en muchos otros puntos nada demuestra para apuntalar sus tesis "paleolíticas" sino que, simplemente, lo que eso significa es que durante la glaciación había gente por la cornisa cantábrica, y que hacía mucho frío al aire libre, y que es más que probable que aquellos hombres y mujeres tan artistas se fusionaran, cuando el tiempo se templó, con los seres humanos de los diferentes pueblos que en la Prehistoria y la Historia migraron a la cordillera cántabro-pirenaica, a sus valles y a sus llanuras litorales.

¿Por qué no habría de ser así si ése es el devenir general de cualquier pueblo no confinado en islas inaccesibles o aislado por montañas de nieves perennes?; ¿pero es que acaso el norte de España está protegido por un Himalaya o es la isla de Groenlandia?

El gran Sursum Corda (ahora sí, el nuestro) ha explicado con sencillez y elegancia que los romanos, visigodos, árabes, etc. no entraron o entraron poco en Vasconia, Cantabria y Asturias porque no les interesó exponerse a sufrir riesgos para obtener poco beneficio económico; en la Edad Antigua y Media contaban el trigo, el vino, el aceite y la lana; casi nada de eso se recogía en el Norte español, y poco interesó a esos pueblos exponerse a guerras, emboscadas y pérdidas de vidas.

Con todo, por supuesto que hubo algunos asentamientos mineros y portuarios (el caso de Irún es muy claro) en el País Vasco; y por supuesto que debió existir antes una comunidad de origen céltico evidenciable por topónimos, restos arqueológicos, crónicas escritas y costumbres como la reunión de los consejos de ancianos bajo los árboles grandes, que ponen de manifiesto una hermandad de pueblos de ancestro céltico común en todo el litoral cantábrico.

¿Hablarían todos ellos el euskera?

¿De dónde viene el euskera?:

Quién lo sabe, pero la conexión iberovasca, o más genéricamenete, euskoiberoaquitana, es muy probable.

A mi juicio, tres son los argumentos -y todos de mucho peso- para sospechar una antigua e íntima relación entre lo norteafricano -y, por ende, lo ibérico- y lo euskérico:

  • 1º. La referida similitud de ciertos marcadores genéticos entre las poblaciones vascas más rurales y las de la Kabilia argelina actuales.
  • 2º. La apabullante similitud fonética de más de un centenar de palabras de significado básico o muy primario entre el vascuence y el idioma imazigh, ambos pertenecientes al viejo tronco de lenguas caucásicas preindoeuropeas que seguramente un día se hablaron en todo el área paleolítica europea, norteafricana y del próximo Oriente.
  • Y 3º. La profunda coherencia de una hipótesis "mediterránea" basada en la proximidad geográfica entre el norte de África y el Levante español y en los tránsitos bien documentados de grupos humanos que desde el Mesolítico -en que el Sahara comenzó a desertizarse- cruzaron en oleadas sucesivas e ininterrumpidas hasta etapas históricas el brazo de mar que separaba y separa el continente africano de las penínsulas e islas europeas más meridionales.

Que los iberos tuvieron ese origen nadie lo duda.

¿Es verosímil pensar que algunos de esos grupos norteafricanos, iberos o llamémosles como se quiera, remontaron el valle del Ebro hasta el solar vasco?: a mi juicio, mucho.

¿Es verosímil pensar que hablarían un idioma preindoeuropeo que sustituyó o influyó o se fusionó con el allí existente originándose de este modo un euskera con datación ya casi histórica?: a mi juicio, mucho.

¿Es verosímil pensar en tal sentido que en todo el valle del rio Ibero (Ebro), en el Levante español, en amplias zonas de la España interior y en la franja cántabro-pirenaica se hablarían idiomas emparentados entre sí, denominémosles "iberos", y con el euskera actual?: a mi juicio, mucho.

¿Indicios?: topónimos de resonancia vascona distribuidos desde tiempos inmemoriales desde Gredos a Alicante; inscripciones escritas iberas bien conservadas, traducidas y correspondientes con fonemas de clara analogía euskérica; y lógica científica -¡apabullante y bendita lógica científica!- que enseña que blanco y en botella de cristal suele ser leche.

(La hipótesis iberovasca no es una genialidad de quien suscribe sino una autorizadísima corriente lingüística, con todos los matices y complementos que se quieran pero cada vez más admitida).

Llegaríamos así a una conclusión antropolingüística diametralmente opuesta a la del Sr. Gizakume: frente a una singularidad aislacionista, intemporal, mixtificada y cuasimetafísica, otra singularidad interdependiente, fusionada, celtíbera, dinámica, quizás con un remoto sustrato paleolítico cántabro-pirenaico y compatible con evidencias biomoleculares y de lingüística comparada moderna que en modo alguno pueden soslayarse a golpe de sentimiento nacionalista.

Y queda la Historia, ay, la Historia.

Sobre esa Historia, sobre la de nuestros padres , abuelos y bisabuelos poco cabe mixtificar.

"Pero a Vds., Sres. nacionalistas, les han engañado, les han mentido, les han hecho trampas" (J. Juaristi).

Ahí ya hablamos de complejos antisemitas, ambiciones ilimitadas, feudalismo rural, rabia de clase ofendida por los ideales liberales, crisis anticapitalista, miedo al proletariado, conservación de ventajas fiscales y aranceles unidireccionales, neurosis jesuítica, connnivencia con la violencia, integrismo nacionalcatólico, reacción, carlismo, ETA, trabuco y escapulario...

Pero voy a dejarlo. Y prometo no retomarlo siempre y cuando nadie vuelva a sacar a colación a John Adams ni a la Declaración de Independencia de USA inspirada en las cosas de Euskal Herria: tomaduras de pelo, las justas, por el amor de Dios.



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