Los Olazábal inician su actividad como maestros en el arte de la construcción naval desde 1600; y, al menos, de 1606 a 1678, fue una de las familias con mayor reputación en esta actividad, desarrollada en el centro naval de Rentería y mostró una especial predilección por las instalaciones del Real Astillero de Basanoaga.
Se especializaron en la fabricación de naves de mediano y gran tonelaje (sobre todo, galeones de hasta 600 toneladas) para las flotas de las Armadas Reales. La fama no les vino dada por el gran tamaño de los barcos que construían, sino por la calidad y las buenas condiciones marineras que estos resultaron tener. Un porcentaje elevado de estas unidades registraron arqueos superiores a las 300 toneladas y tuvieron como destinos preferentes el comercio con las Indias, y los servicios a la Corona.
El capitán San Joan de Olazábal tuvo una dilatada experiencia en la fabricación de embarcaciones, tanto por los cuarenta años que se dedicó a esta actividad, como por el importante número de naves que ejecutó. Una parte importante de esta producción estuvo destinada a satisfacer las necesidades de la monarquía hispánica. Ello le valió para que, en reconocimiento a los servicios prestados a la Corona, en 1616 fuera recomendado a Felipe III para merced por la provincia de Guipúzcoa.
Cristóbal de Olazábal sólo se dedicó a hacer barcos por encargo de los particulares de la Provincia de Guipúzcoa. Mientra ejercía como maestro constructor, ostentó el cargo de veedor general del Comercio y del Contrabando de la Provincia.
La saga Olazábal contó con otros miembros dedicados a este ramo productivo como Pedro San Joan de Olazábal y Joan de Olazábal, este último hermano de Cristóbal.
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