26/11/2015

Pedro de Peralta y Ezpeleta


Noble, político y militar, líder de los agramonteses y condestable de Navarra durante la Guerra Civil de Navarra

Pedro de Peralta y Ezpeleta
PEDRO DE PERALTA Y EZPELETA

Pedro de Peralta y Ezpeleta nació en 1421, fue un noble navarro hijo de Pedro Martínez de Peralta y Ruiz de Azagra (también conocido como Mosén Pierres de Peralta "el viejo") y de Juana de Ezpeleta y Garro, hija del barón de Ezpeleta de la familia de los señores de Ezpeleta y Gallipienzo y hermana de mosén Beltrán de Ezpeleta, primer vizconde de Val de Erro. Fue llamado también como Mosén Pierres de Peralta "el joven". Primer conde de Santisteban de Lerín, barón de Marcilla, señor de Peralta, Funes, Cárcar, Andosilla, Marcilla, Falces, Undiano, Azagra y Caparroso.

Se casó dos veces; en primeras nupcias en 1440 con Ana de Brabante; y después con Isabel de Foix y de Albret, de la familia real Navarra. Mantuvo estrechas e importantes relaciones con los Reyes Católicos y con la Casa de Aragón, recibiendo poderes de parte de ellos a través de su amigo y consuegro Alfonso Carrillo de Acuña (arzobispo de Toledo) para acordar el matrimonio de Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón.

Fernando el católico le concedió en 1513 al nieto de éste Alonso Carrillo de Peralta, el marquesado de Falces consolidando su poderío sobre toda la comarca. La familia residió por cinco siglos en el castillo-palacio de Marcilla, desde la construcción de éste por su padre Pierres Viejo.

Hasta 1936, se mantuvo en poder de los marqueses de Falces en el Castillo de Marcilla, la espada Tizona del Cid, la cual fue entregada por los Reyes Católicos a Pedro de Peralta y Ezpeleta en agradecimiento a sus servicios prestados a causa de su matrimonio.

Pedro de Peralta y Ezpeleta escudo armas
PEDRO DE PERALTA Y EZPELETA Y SU ESCUDO HERÁLDICO

21/11/2015

Pueblos prehistóricos en las actuales Navarra y País Vasco


La aportación recibida por historiadores y geógrafos griegos y latinos sobre las tribus prehistóricas del norte peninsular ha sido de vital importancia para conocer su ubicación geográfica y sus estilos de vida. El legado aportado durante la romanización por Tito Livio, Estrabón, Pomponio Mela y Plinio en el siglo I d.C., y por Ptolomeo en el siglo II d.C. ha servido de gran utilidad para conocer la extensión geográfica de las tribus del norte peninsular.

A la llega de los romanos, el norte peninsular estaba formado por una compleja amalgama de pueblos de orígenes muy diversos, que se distribuían por el territorio de manera un tanto diferente según fue transcurriendo la conquista y se fueron sucediendo varias reformas en la administración territorial. Desde el oeste hacia el este, los pueblos prehistóricos que ocuparon los territorios de Navarra y Vasconia fueron los siguientes:

PUEBLOS PREHISTÓRICOS DEL NORTE-CENTRO PENINSULAR

Ocupaban la Rioja alavesa, la Rioja alta logroñesa, y algunas zonas ribereñas del Ebro en Navarra y Álava. Su capital era Varia, de discutida localización entre La Custodia (Viana) y el monte de Cantabria, cerca de la ciudad romana de Vareia (Logroño). Es posible que ciudades como Gracurris y Calagurris, tras ser vencidas por los romanos, fuesen entregadas a los vascones por su colaboración, y que esto mismo se hiciese con el resto de su territorio. Su epigrafía y toponimia eran celtas y vascas, y su teonimia mayoritariamente celta.

El carácter céltico de los berones está fuera de toda duda, pues al reconocimiento implícito que de esta identidad hacía Estrabón hay que sumar los restos lingüísticos que han dejado en monedas y téseras de hospitalidad (pequeñas láminas metálicas simbólicas), así como los antropónimos y topónimos que se conservan. Los restos arqueológicos de su ajuar material (armas, utensilios, recipientes), las ruinas de poblaciones y fortificaciones y los ritos funerarios también indican esta procedencia.

A continuación, siguiendo el litoral cantábrico de oeste a este, se encontraban tres tribus diferenciadas e independientes, de origen indoeuropea, cuya epigrafía, y toponimia era celta, aunque parte de su teonimia estaba vasconizada.

BERONES

También llamados Allotrigones, se extendían por el norte el territorio comprendido entre el norte de Burgos, los ríos Saurio (Asón) y Nesua (Nervión) y el litoral Cantábrico. Se extendía, por tanto, por la Vizcaya occidental, la Cantabria oriental, el Burgos de la Bureba, el tercio occidental alavés, y quizá una parte occidental de La Rioja actual. Virovesca (Briviesca) es conocida por los autores romanos como la capital de este pueblo. De su romanización surgiría el actual pueblo castellano y su lengua latina.

También llamados Carietes, asentados en el norte desde el Nesua (Nervión) hasta el río Deva (Deva), ocupaban la Vizcaya oriental, la Guipúzcoa occidental, y la zona central de Álava hasta la sierra de Cantabria por el sur. Sus ciudades principales era Tullica (Tuyo) y, emplazadas sobre la calzada romana que iba de Astorga a Burdeos: Suessatio (probablemente la actual Zuazo) y Veleia (Iruña de Oca).

La irrupción con mayor fuerza del cristianismo en la antigua Caristia introdujo gran número de palabras latinas, lo que hace que el euskara de los descendientes de los caristios, los actuales hablantes de vizcaíno o dialecto occidental, posea, en comparación con otros dialectos, el mayor porcentaje de términos de origen latino.

AUTRIGONES

Estaban concentrados por el norte desde el río Deba hasta el Bidasoa, es decir, la Guipúzcoa oriental hasta el occidente de Navarra, y al sur hasta parte de Álava, limitando por el este con los vascones. Los centros urbanos más importantes eran Tullonium (Alegría) y Segontia Paramica (Ocáriz). Ambos pueblos se encontraban originalmente constreñidos en la parte más meridional de estos territorios, pero tras las Guerras Cántabras se extendieron por las laderas montañosas que llegan hasta el Cantábrico. En tiempos del emperador Claudio, y tras la reorganización administrativa que realizó, los várdulos hubieron de ceder una salida al mar a los vascones por la zona de Oiasso (Irún).

De ellos descienden los actuales hablantes de guipuzcoano o dialecto central del euskara. Posiblemente el término de origen celta várdulo proceda de la raíz Bar-, que significaba "limite", "extremo" o "marca fronteriza", por lo que Vardulia significaría "tierra fronteriza". Esta traducción viene avalada también por la del actual topónimo Gipuzkoa/Guipúzcoa, que proviene de la raíz vasca Ipu-, cuyo significado es "borde" o "límite", al que se le añade el sufijo -oa que significa "comarca" o "tierra". La unión de estas dos terminaciones genera el topónimo de Ipuzkoa, siendo la /g/ inicial un fonema incorporado para mejorar su pronunciación. Los topónimo de Vardulia y de Ipuscoa, como tierra fronteriza, son escritos por primera vez en las Crónicas de Alfonso III de Asturias en 1025. Alfonso III refiere a Vardulia como la Castilla nuclear y originaria de dicho condado en el siglo VIII.

Los autrigones, los caristios y los várdulos, no eran pueblos de lengua euskérica, sino de origen indoeuroepeo como los anteriores cántabros, astures y galaicos. Es decir, eran tribus celtas, y por eso se asemejaban más cultural, social y lingüísticamente a los cántabros del oeste que a los vascones del este. Esta conclusión está comprobada por la toponimia, la onomástica, la arqueología y la lingüística de historiadores y antropólogos como Caro Baroja, Sánchez Albornoz, Bosh Gimpera, Menéndez Pida o Gómez Moreno. El ejemplo más verificable está en la hidronimia, esto es los nombres de los ríos, a los que se considera como los topónimos más constantes en el tiempo. Los estudios realizados indican un fuerte componente indoeuropeo que perdura hasta la actualidad: Deva, Nervión, Cadagua, etc. Por otra parte, la antroponimia demuestra que los nombres personales de los habitantes de la zona son igualmente de filiación indoeuropea. Sus creencias también revelan la creciente influencia céltica, así como los ajuares encontrados en las necrópolis caristias de Berreaga y Carasta.

CARISTIOS Y VARDULOS

El territorio original de los vascones se correspondía con casi la totalidad de la actual Navarra y el noroeste aragonés. Su límite occidental era el territorio várdulo y la desembocadura del Bidasoa. Al suroeste limitaban con los berones y al sur con los celtíberos del valle del Ebro. Hacia el este se extendían por una franja occidental de los actuales territorios de Huesca y Zaragoza, hasta el valle superior del río Aragón, y la comarca comprendida entre Sos del Rey Católico y Alagón, pasando por Ejea de los Caballeros hasta las proximidades de Zaragoza, donde tenían como vecinos a los ilérgetes, edetanos, etc. Al norte, se extiende al otro lado de los Pirineos, en la Aquitania, en territorio de los aquitanos, lo que los romanos llamaron Saltus Vasconum, mientras que por el sur con el valle del Ebro riojano.

La relación vasco-romana se definió por una estrecha amistad y franca colaboración. Tras la conclusión de la Guerra Sertoriana, se les otorgó la ciudad de Calagurris (Calahorra), despoblada tras la heroica resistencia de sus habitantes, que fueron sustituidos por los vascones, más proclives a los intereses de Roma. También las ciudades de Cascantum (Cascante) e Iacca (Jaca), así como las zonas de Jacetania y de Sos-Sangüesa. Más tarde, se les ofreció una salida al mar por la zona de Oiasso (Irún) a lado oeste del río Bidasoa.

Ptolomeo, ya entrado el siglo II d.C., elaboró una lista de quince ciudades vasconas, entre las que destacan Pompaelo (Pamplona), Iacca (Jaca), Graccurris (Alfaro), Calagurris (Calahorra), Cascantum (Cascante) y Oiasso (Irún). Calagurris llegó a tener el título de municipium civium Romanorum, convirtiéndose en la ciudad vascona más importante, título que le fue concedido por Octavio como premio a los soldados calagurritanos que formaban su guardia personal tras su victoria sobre Marco Antonio y Cleopatra en Actium.

Esta relación de ciudades supone una ampliación del territorio originario vascón por zonas que con anterioridad estaban asignadas a otras tribus y cuya toponimia es claramente céltica e íbera.

Es posible, o al menos así lo consideran algunos historiadores, que el conocimiento del poder militar de Roma hiciese que, cuando los romanos llegaron a territorio vascón, estos últimos decidiesen colaborar con ellos en lugar de enfrentarse a sus ejércitos. Como consecuencia de ello y a modo de recompensa por dicha colaboración, probablemente los romanos entregaron a los vascones varias de las ciudades que conquistaron por la fuerza a otros pueblos. Según Tito Livio, en el 194 a.C., el cónsul Marco Porcio Catón tomó Jaca mediante una treta.

Posteriormente en el año 188 a.C., el pretor Escipión Nasica venció a los celtíberos cerca de Calahorra. Y, ya en el 178 a.C., es cuando se considera que se inicia la romanización vasca con la fundación de Gracurris (Alfaro) por parte de Sempronio Graco sobre los restos de Ilurcis.

Por lo tanto, los territorios de expansión de los vascones más allá de su original serían las actuales ciudades de Jaca, Alfaro hasta el río Leza al lado de Agoncillo, las Cinco Villas, una zona del Alto Aragón, un y la ribera del río Ebro por Aragón hasta Alagón.

VASCONES

Parece que Ptolomeo utilizó el término vascón en un contexto puramente administrativo y no étnico. Estas ciudades integrarían alguna circunscripción de uno de los pueblos integrados en ella. El territorio asignado a los vascones era por entonces una zona de confluencia donde una población de variados orígenes (indoeuropeo, pirenaico, céltico e íbero) convivía y se relacionaba. Presentaba un panorama étnico y cultural mucho más complejo que el de los otros pueblos. Los elementos materiales eran objetos de comercio y las influencias culturales pasaban de unos a otros, de manera que las investigaciones modernas no han conseguido adscribir una comunidad a una u otra etnia.

Los historiadores latinos dejaron de referirse a los vascones como una etnia más del norte peninsular, para englobarlo bajo el etnónimo "vascón" a poblaciones muy diversas. Es decir, los vascones eran referidos de una manera conjunta al variado mosaico étnico y cultural con el que se encontraron en Navarra. Esto fue el resultado de la percepción que experimentaron antes elementos extraños unos invasores como fueron los romanos.

La toponimia, la epigrafía y la teonimia del territorio vascón eran euskéricas, celtas e íberas. Sobre su lengua hay muchas teorías y aun hoy no se tiene una certeza absoluta sobre su origen, pero la más popular y la que más defienden los expertos es que es una lengua ibérica más de las existentes hasta la llegada de los indoeuropeos (celtas), con la particularidad de que se ha mantenido hasta hoy, evidentemente con muchas aportaciones a lo largo de tantos siglos.

Su sustrato racial tampoco era diferente al del resto de tribus de la península, y los restos fósiles hallados en tierras vascas no tienen ninguna particularidad respecto a los hallados en otras zonas de la península Ibérica. Con la ayuda de los romanos, se quitarían de encima la presión indoeuropea y se extenderían hasta Guipúzcoa, Vizcaya y la Aquitania, desplazando a várdulos, caristios y autrigones hacia el oeste. A pesar de que muchos pseudo-historiadores nacionalistas nieguen o minimicen la romanización de Euskalherria, lo cierto es que ésta existió, sobretodo en la zona de Álava y en menor medida en las zonas montañosas del norte. Ya en época visigótica, los vascones mantuvieron conflictos bélicos con los visigodos, los francos al otro lado de los Pirineos y los suevos, que ocupaban la zona de Galicia. Nuevamente la geografía de la zona jugó su papel, y gozaron de más libertad en las bruscas montañas que en los llanos de Álava y Navarra; estos enfrentamientos se mantuvieron a lo largo de toda la época visigótica.

LAUBURU

Muchas civilizaciones antiguas sufrieron estos vendavales humanos venidos de la mar, viendo cómo sus flotas y puertos costeros eran arrasados, sus habitantes supervivientes vendidos como esclavos, convertidos en galeotes o devueltos a su lugar después de pagar un rescate. En tierras vascas, las distintas invasiones hacían que los autóctonos huyeran hacia el interior y no fue hasta la venida de los romanos, cuando el vascón se asentó definitivamente en la costa.

Festo Avieno, conocido por su obra Periplo Marsiliota, calificaba a los vascones como "hombres inquietos", y Silio Itálico elogió su valor escribiendo que "despreciaban el caso y la loriga en las luchas y eran célebres por su ligereza". Son los mismos guerreros a los que se refirió Tácito cuando expresó que las cohortes de vascones aseguraron la victoria de Galba sobre los britanos y sobre los germanos. Una crítica en cuanto a su procedimiento: "atacan por la espalda al enemigo desprevenido", una consideración personal que bien pudiera ser una astucia bélica efectuada durante toda la historia de la humanidad.

17/11/2015

Mediohombre. La batalla que Inglaterra ocultó al Mundo, por Alber Vázquez


MEDIOHOMBRA, POR ALBER VÁZQUEZ

Mediohombre, la batalla que Inglaterra ocultó al Mundo
Alber Vázquez, Inedita Editores, (2012), 316 páginas

Al almirante Blas de Lezo, con sólo tres mil hombres y seis navíos a su cargo, se le ha encomendado la defensa de Cartagena de Indias. Frente a él se prepara el desembarco más audaz de todos los tiempos: Inglaterra ha enviado doscientas naves y casi treinta mil hombres para arrasar la ciudad. Cualquiera en su sano juicio se habría rendido de inmediato. Cualquiera excepto Lezo. Blas de Lezo es Mediohombre, el estratega más genial de todos los tiempos. Autobiografiado por el también guipuzcoano Alber Vázquez.

Esta es su historia y la historia de una defensa heroica y singular: el Sitio de Cartagena de Indias. Una gran novela de aventuras, en la que una brillante reconstrucción del hecho histórico y un ritmo trepidante mantienen al lector enganchado de la primera a la última página, acercándonos a un episodio olvidado de la Historia en el que se impusieron el ingenio y el valor.

15/11/2015

Armada del Cantábrico en la Guerra de los Cien Años


El otro gran conflicto bélico de la Baja Edad Media para los marinos de la costa del mar Cantábrico, junto a la Reconquista, fue la Guerra de los Cien Años, desarrollada entre los años 1337 y 1453, entre Inglaterra y Francia, en donde Castilla fue continua y fiel aliada de esta última, prestando una aportación vital para su victoria final y expulsión de los ingleses de territorio francés.

La gran mayoría de los puertos involucrados eran los del Cantábrico oriental, es decir, los puertos que conformaron la Hermandad de las Villas de la Marina de Castilla o Hermandad de las Marismas, desde San Vicente de la Barquera hasta Fuenterrabía, y la mayoría de los participantes fueron marinos vascos y montañeses, aunque también se involucraron castellanos de todas las procedencias.

FRANCIA EN LA GUERRA DE LOS CIEN AÑOS

La Crónica de don Enrique II escritas por el alavés Pedro López de Ayala, conde de Castilla, es un documento esencial para el conocimiento del siglo XIV español ya que están plagadas de los enfrentamientos de la Marina castellana, sobre todo con musulmanes e ingleses. Las batallas tenidas con la marina inglesa fueron constantes, y la mayoría de los encuentros fueron victorias para las armas castellanas que forjaron así una hegemonía en el Atlántico que duraría varios siglos.

El rey inglés Eduardo III protestó en numerosas ocasiones por daños recibidos de flotas castellanas (vascas-santanderinos, gallegos y asturianos) que atacaban a los barcos ingleses. Los puertos castellanos acusados fueron: Fuenterrabía, San Sebastián, Guetaria, Motrico, Lequeitio, Bermeo, Portugalete, Castro Urdiales, Laredo, Santander, San Vicente de la Barquera, Avilés, Ribadeo, La Coruña, Noia, Pontevedra y Ponte Bayona del Miño.

Por ejemplo, en la importante victoria del combate de La Rochela sobre los ingleses, en 1372, recogida por Froissart en sus famosas Crónicas, describe las hazañas marinas de la Escuadra guipuzcoana y su adelantado mayor, Rui Díaz de Roj, a las órdenes del almirante Bocanegra, que regresó triunfante a Santander cargado de botín y prisioneros ingleses.

COMBATE DE LA ROCHELLE

En 1375, la Escuadra castellana capturó ochenta y cinco naos inglesas y, en 1377, las Escuadras castellana y francesa, a las órdenes de los almirantes Sánchez de Tovar y Vienne, saquearon numerosas ciudades costeras inglesas. Al año siguiente, tras una nueva derrota inglesa, desembarcaron los castellanos en Cornualles, dedicándose de nuevo al saqueo y la destrucción.

OFENSIVAS DE TOVAS Y VIENNE CONTRA INGLATERRA

En 1380, una veintena de galeras castellanas remontaron el Támesis e incendiaron varias poblaciones (Gravesend, Winchelsea) no lejos de Londres.

En las arriesgadas y victoriosas acciones del almirante montañés Pero Niño participaron de nuevo numerosos marinos vizcaínos, como Martín Ruiz de Avendaño. Niño saqueó Cornualles de nuevo, atacó Burdeos poniendo en fuga a las naves inglesas que en el puerto se encontraban, así como los puertos de Portland y Poole; venció a los ingleses en sangrienta batalla en la isla de Jersey, y otras muchas acciones por las que Pero Niño es recordado como uno de los marinos más eminentes de la historia de España.

En 1419, los castellanos, dirigidos por el montañés Rui Gutiérrez de Escalante y el alavés Fernán Pérez de Ayala, atacaron duramente el ducado de Bretaña y Bayona, quemaron San Juan de Luz y Biarritz y asolaron la tierra de Burdeos, cuyos dominios eran británicos.

Tras una consecución de victorias de Francia desencadenadas en el tramo final de la Guerra, la ocupación inglesa fue reduciéndose al ducado de Aquitania, que fue atacado por el ejército francés y por mar por las Armadas franco-castellanas.

Bayona, una de las últimas ciudades resistentes por los ingleses, fue atacada por mar por las naves guipuzcoanas hasta su definitiva rendición en agosto de 1451.

EMBARCACIÓN VASCA DEL SIGLO XV

11/11/2015

Carlos de Ibarra


Almirante del Mar Océano, capitán general de los Galeones de la Carrera de Indias, miembro del Consejo de Guerra durante el reinado de Felipe III

carlos ibarra almirante combate armada española
CARLOS DE IBARRA Y ESCUDO DE ARMAS

Carlos de Ibarra era natural de Eibar, donde nació en 1587. Consiguió varias distinciones nobiliarias a lo largo de su vida: fue caballero de las Órdenes de Alcántara y de Santiago; comendador de Villahermosa, y señor de Centenera, Taracena, Villaflores y Valdefuentes.

Empezó su carrera en la Corte de Felipe II siendo su menino y gentilhombre. Sus dotes marineras le dirigieron pronto hacia las rutas oceánicas, asumiendo el mando de varias flotas con destino a América desde 1618, dando apoyo y cobertura a las flotas Indias llenas de mercancías, sufriendo los efectos de la Guerra de los Treinta Años.

Los metales preciosos resultaban claves para mantener a la Corona en tan devastador conflicto. A raíz de ello, y como las acciones bélicas no solo ocupaban Europa, sino que se extendían a América, Ibarra forjó su leyenda sorteando tempestades y enfrentándose a holandeses, ingleses y franceses.

En 1621, su carrera alcanzó su máxima heroicidad cuando tuvo que conducir desde Cartagena de Indias hasta las costas hispanas atravesando el Atlántico más de 20 buques con cargamentos de oro, plata y esmeraldas, por valor de más 30 millones de pesos en metálico y barras. Una poderosa escuadra holandesa tres veces superior a la suya, con 24 navíos de guerra, ubicada en aguas del mar Caribe, tenía la orden de hacerse con tan valioso cargamento. Intentó cerrarle el paso, pero Ibarra sostuvo con ella tres combates a lo largo del Atlántico.

La captura de una de las urcas rivales y su llegada a Sanlúcar de Barrameda, el 13 de noviembre del mismo año, permitió saber que los holandeses perdieron las naves insignia y capitana, así como otros 5 buques más. Las bajas holandesas llegaron a 450 hombres, entre ellos 5 capitanes, y, por supuesto, la flota de la Carrera de Indias de Ibarra no había sido apresada, arribando a su destino.

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COMBATE NAVAL DE CARLOS DE IBARRA

No obstante, Ibarra pagó cara la victoria. Aparte de quedar inútiles varias naves y perder casi 200 hombres, su salud se resintió de gravedad durante estas acciones en el Atlántico. Nunca se recuperaría del todo.

Más tarde, prestó otros servicios a la Monarquía española cuando fue enviado al mando de la Escuadra de Cataluña de 14 navíos para sofocar la rebelión de Cataluña, habiéndose distinguido notablemente. Murió en Barcelona, poco después del año 1639.

Estos eminentes servicios a España, así como los de su padre, hermano y ascendientes Ibarra, motivaron la concesión a su favor de la real merced del título de vizconde de Centenera, en Madrid, el 17 de febrero de 1638, siendo también primer marqués de Taracena.

09/11/2015

Lope de Aguirre, el Loco


Lope de Aguirre (1510 - 1561), apodado El Loco por los españoles, también El Peregrino como se denominaba a sí mismo, y El Tirano por sus enemigos, fue un explorador y conquistador español de Sudamérica.

Durante 10 meses llegó a asesinar a 72 personas de su expedición que él consideraba que no eran útiles o no estaban implicados en la empresa.




07/11/2015

Industria naval vasca en la Baja Edad Media


En el año 1068, el rey Sancho II de Castilla concedió a la sede episcopal de Oca permiso para pescar en varios puertos cántabros. Se cree que, entre finales del siglo IX y principios del X, la población, que había abandonado la franja costera vizcaína por temor a los ataques vikingos, volvió a ocuparla y fueron apareciendo las localidades y asentamientos de la actualidad. Pero no hay referencias escritas hasta 1082, en la donación de la ermita de San Miguel en Bermeo: "et illa ecclesia S. Micaelis arcangeli in portu de Vermelio, in ora maris, cum suos morturos ad illa pertinente". Esta repoblación fue lenta, ya que los puertos pesqueros y comerciales se fueron desarrollando a partir de los siglos XII y XIII.

bermeo puerto pintura
PUERTO BERMEO

Bermeo recibió su fuero en 1236, convirtiéndose en cabeza de Vizcaya, y en 1296 pasaba a formar parte de la Hermandad de las Villas de la Marina de Castilla con Vitoria. Refiriéndose a Bermeo, un documento de 1269 menciona "cinco cabañas" a orillas del mar, lo que parece indicar que la actividad pesquera todavía era estacional. Pero también describe instalaciones más importantes, que hay dos puertos, mayor y menor, y que el menor se puede cerrar con una cadena. También menciona otros dos fondeaderos llamados Arcaeta y Portuondo, que probablemente estarían en la ría de Mundaca. Bermeo y otras villas costeras fueron convirtiéndose en importantes centros pesqueros y comerciales hasta el desastre de la peste negra del verano y otoño de 1348.

En esos puertos, la actividad pesquera fue adquiriendo cada vez más importancia, especialmente la caza de la ballena. Y el hecho de ser los puertos naturales para la exportación de hierro vizcaíno y lana castellana hacia Inglaterra, Francia, Flandes y los Países Bálticos los convirtió también en puertos comerciales.

NAVE VASCA DEL SIGLO XV

En el siglo XIII, hay constancia de fábricas en la ría del Nervión y en los puertos mayores. Ya en el siglo XIV, se plantearon pleitos entre Ondárroa y Lequeitio y entre Lequeitio y Marquina por el aprovechamiento de los bosques, cuyos árboles son necesarios para la construcción naval. Aunque no se puedan considerar astilleros, se construyen barcos en Ondárroa, en Icaran, en Lequeitio junto a la orilla del río Lea.

En 1357, el convento de San Francisco de Bermeo se encuentra cerca "del arrabal donde se labran las naves", es decir, en la zona que se denomina Ribera y en Bilbao se construían barcos en las orillas de la ría.

En el siglo XV, se fueron consolidando los astilleros, y su funcionamiento pasó a ser regulado al tiempo que aparecen las industrias auxiliares como ferrerías o cordelerías que se instalan en sus proximidades. En Lequeitio el astillero está en la parte sur de la Plaza del Astillero, en Bermeo en la Ribera, en Plencia en el camposanto, Ondárroa y Berriatua comparten astillero y se carenaban barcos en Amallo, Rentería y Asánsolo. Pero el mayor auge de los astilleros es en Bilbao, donde desde el actual Puente de San Antón hasta Portugalete hay multitud de gradas, fábricas y playas, pasando a ser a partir del siglo XV el centro de la construcción naval de Vizcaya. Al ser punto de paso obligado entre Orduña y Bermeo, Bilbao le fue quitando protagonismo a Bermeo para convertirse en el puerto y la villa más importante de Vizcaya. En el siglo XV, los astilleros de Bilbao y el comercio lanero con Francia y Flandes eran muy importantes. Y en el siglo XVI, Portugalete rivalizaba con el puerto de Bilbao.

Durante los últimos siglos de la Baja Edad media, los reyes de Castilla ya venían otorgando privilegios a los armadores que construyeran naves cada vez más grandes, así en 1436, premiaban los barcos de más de 600 toneles de capacidad.

RÍA DE BILBAO Y COSTA VIZCAÍNA

05/11/2015

Esculturas ecuestres de Juan de Oñate en EEUU


La estatua ecuestre dedicada al explorador Juan de Oñate y Salazar en la norteamericana ciudad de El paso es la más grande del mundo. Está situada en la avenida Air Way junto al aeropuerto de la ciudad, en el estado de Texas.

Fue realizada en broce por Jhon Sherrill Houser entre 1997 y 2006, e inaugurada al año siguiente., tiene un peso de 18 toneladas, una altura de 10 metros y está fuertemente asentada sobre una base de casi tres metros.

Es la segunda de las doce esculturas en bronce levantadas por la Fundación XII Travelers Memorial of the Southwest en ciudades del suroeste norteamericano para recordar la historia de los colonizadores de América en estos territorios.

JUAN DE OÑATE EN EL PASO

Además, Juan de Oñate cuenta con otra estatua ecuestre situada en la ciudad de Alcalde, en el estado de Nuevo México.

JUAN DE OÑATE EN ALCALDE

01/11/2015

Cultura de los monasterios navarros en la Edad Media


Las donaciones que los reyes de Navarra hicieron a los monasterios durante la Edad Media muestran el carácter cristiano de la monarquía y del reino, pues el Cristianismo no era sólo patrimonio de los reyes, sino un estilo de ser también de los nobles, de los señores y en general de las villas y la sociedad medieval.

Los monasterios eran guardianes de la cultura, junto a las sedes episcopales. Custodiaban el saber en sus bibliotecas y en las personas de sus abades y obispos. Y prestaban dirección ideológica a la nobleza, al pueblo y a la corona; una dirección basada principalmente en la defensa de la fe cristiana y su expansión por la Reconquista frente al islam. Una obra que mantenía viva toda Hispania, después de tres siglos de enfrentamiento, en abrazo de lanzada, de influjo y recepción. Y se mantenía gracias a los libros de la Hispania visigoda, y gracias a la memoria colectiva de la España cristiana, con sus concilios de Toledo, su colección canónica Hispana y la obra inolvidable de San Isidoro de Sevilla. Desde los primeros siglos de historia del Reino de Pamplona y del resto de reinos cristianos hispánicos, primaba la idea de Reconquista y, por tanto, las tareas militares, pero el patrimonio de la cristiandad perdida y el deseo de recuperarla movían todo el imaginario colectivo español. De ahí que los monasterios fuesen como el eje orientador de la sociedad.

MONASTERIO SAN MILLÁN DE LA COGOLLA

Durante los reinados de Sancho III Garcés y García III Sánchez destacó el monasterio de San Millán de la Cogolla, que se convirtió en un centro de intereses religiosos, económicos y políticos. La Reja de San Millán es un documento de 1025, procedente del cartulario del monasterio de la Cogolla, y que tiene un enorme valor por la información toponímica que aporta sobre Álava. La reja de hierro, en el siglo XI, era la unidad de medida en el pago de diezmos. El título del documento es De ferro de Álava y en él se contabilizaban las aportaciones de poblados de la llanada alavesa y zonas de la montaña al monasterio de San Millán. Combina topónimos de poblaciones vascas con una expresión muy arcaica como Zornoztaegui, Horivarri, Barrandiz, etc., con nombres romances como Villa Luenga, Forniello, etc.

Así pues, la Reja de San Millán muestra la vinculación de Álava con las ciudades de Nájera y Pamplona desde tiempos de Sancho III Garcés el Mayor, es decir, principios de siglo XI, así como su importancia económica y política. Y es que, durante los siglos de la Reconquista, Iglesia y Estado, política y religión, marcharon conjuntamente.

Además de las funciones pastorales en sus diócesis, los obispos del reino eran consejeros natos del monarca, miembros del Aula Regia (Consejo asesor de nobles), y cercanos colaboradores del rey que firmaban los diplomas regios.

MONASTERIO SAN MILLÁN DE LA COGOLLA