29/01/2024

Letrados vascos en la Corte de Madrid


Desde mediados del siglo XV, en los tres territorios vascos comenzó a crearse una especie de burguesía burocrática formada por letrados, que aumentó durante el reinado de los Reyes Católicos y que alcanzo un considerable desarrollo con la llegada al trono de la dinastía de los Habsburgo.

El letrado era considerado por documentos de la época como un "hombre de saber", una expresión del cambio social que se estaba produciendo en los siglos de la Baja Edad Media. Eran momentos en que un creciente pluralismo estamental llevaba a una paralela diversificación de funciones sociales. El nuevo grupo social de los letrados fue adquiriendo una conciencia estamental por su valor y aportación a la comunidad mediante el empleo de su profesión: consejeros, jueces, notarios, escribas, literatos, cronistas, etc.

El historiador guipuzcoano y cronista de Felipe II Esteban de Garibay caracterizó a los letrados vascos como:
"de buena habilidad, no solo para las cosas de pluma, como se vee de ordinario entre los ministros de la casa del Real, y en la arte de la navegación, y en los demás exercicios de pendola, mas también para la arte de la navegación, y profesión de la disciplina militar, y no menos en el exercicio de las letras, aunque no sucede a muchos tomar esta via."
Se refería en las "cosas de la pluma" al arte de escribir con corrección, caligrafía y conocimientos auxiliares; a la contabilidad, y a la redacción de cartas y contratos. En este aspecto, varios vascos destacaron en las disciplinas de la Pedagogía y la Caligrafía.

Las nóminas de estudiantes vascos en las universidades españolas fueron abundantes en los siglos XVI y XVII. Había médicos y abogados, que desempeñaron cargos importantes, y hombres de ciencia que contribuyeron al progreso de la técnica en general y de la industria del hierro y naval en particular.

LETRADOS CALÍGRAFOS VASCOS

Juan de Iciar es el más conocido de todos los letrados calígrafos. Este durangués, nacido en 1522, es el maestro renacentista por excelencia. Sus obras fueron analizadas por Emilio Cotarelo, que lo consideró "el mejor calígrafo de su tiempo, no sólo en España, sino en toda Europa". Su obra más conocida es el Arte de escribir, publicada en Zaragoza en 1552, y que tuvo varias ediciones hasta 1566. También publicó una Aritmética en 1549 y un libro con modelos de estilo epistolar llamado Nuevo Estillo d’escrevir cartas mensageras en 1552, ambas publicadas en Zaragoza.

Cotarelo resaltó el interés que tuvo para la historia de las costumbres la carta "sobre las calidades que han de tener los oficiales de la casa de un señor y de otros oficiales que no se usan y serán necesarios".

ARTE DE ESCRIBIR, POR JUAN DE ICIAR

Otro vascongado que preparó a muchos en las "cosas de la pluma" fue el arrantiano Pedro de Madariaga, al que Cotarelo dedicó también un artículo. Nació en 1537, siendo discípulo de Iciar en Zaragoza y estuvo en Italia. Madariaga compuso otro libro de caligrafía con dos ediciones y título distinto, en 1565 y 1567. En este libro, dividido en diálogos, aparecen distintos interlocutores con apellidos vascos, como los de Gamboa, Oñez, Balçola, Ibarra, Urcuzu, Velgara, Ayala y Guevara.

En uno de estos diálogos, en el primero, enfatizó lo que se decía ya en su tiempo en toda España: "Yo soy muy afectado a los buenos escribanos; sino que por estos reynos (de Valencia) no tenemos tan buen aparejo como allá en vuestra Vizcaya." En el séptimo de la primera parte se leyó además: "Un maestro de escribir hay en Vizcaya que trae naves por mar."

ARTE DE ESCRIBIR ORTOGRAFÍA, POR PEDRO DE MADARIAGA

Felipe de Zabala, nacido en 1580 en Marín, en el valle de Léniz, trabajó en la Corte junto a su hermano Tomás. Publicó en Madrid, en 1634, una Introducción nueva del arte de escribir, también en diálogo y durante más de cincuenta años fue maestro en uno de los barrios madrileños más populosos. Zabala estuvo examinando muchas veces con el calígrafo montañés Pedro Díaz Morante, y con su discípulo Pedro de Aguirre.

Según las investigaciones de Cotarelo en torno a la caligrafía y las de otros autores basados en documentos distintos, se puede afirmar que "las cosas de la pluma" dieron en el siglo XVI una marcada superioridad a los vascos:
"Era ya cosa sabida, que todas las oficinas reales, en los Consejos, y al lado del Rey y de sus primeros ministros, había de haber un secretario vizcaíno, alavés o guipuzcoanos que lo mandaba, y disponía todo y que había llegado allí sólo por su pericia pendolística, ayudado después de otras cualidades de voluntad y entendimiento. La tradición se conserva aún en el siglo XVIII, donde abundan en las secretarías los apellidos de aquellas dichosas y fecundas comarcas."

En tiempos de Fernando VII e Isabel II, vivió uno de los mejores calígrafos españoles. Se trata de José Francisco de Iturzaeta que nació en Guetaria en 1788. Llegó a ser el segundo director de la Escuela Normal Central de Maestros.

ARTE DE ESCRIBIR LA LETRA ESPAÑOLA, POR JOSÉ FRANCISCO DE ITURZAETA

La capacidad caligráfica del letrado vascos en la Edad Moderna estaba unida a la aptitud para ser secretario real o consejero de aristócratas e instituciones, pero también para los negocios públicos y privados. Así lo escribió con Miguel de Cervantes en el capítulo VIII de la primera parte del El Quijote de la Mancha, mostrando la lucha del hidalgo Don Quijote con el gallardo "vizcaíno" Sancho de Azpeitia de esta manera:
"Venía en el coche, como después se supo, una señora vizcaína, que iba a Sevilla, donde estaba su marido, que pasaba a las Indias con un muy honroso cargo."

También en el capítulo XLVII de la segunda parte aparece Sancho Panza haciendo de gobernador de la ínsula Barataria y recibe un mensaje del Duque, pregunta:
"¿Quién es aquí mi secretario? Y uno de los que presentes estaban respondió: Yo, señor, porque sé leer y escribir, y soy vizcaíno. Con esa añadidura, dijo Sancho, bien podéis ser secretario del mismo Emperador."

DON QUIJOTE Y SANCHO PANZA EN SAN SEBASTIÁN

26/01/2024

Obelisco Simón de Anda y Salazar en Bacolor


Bacolor es un municipio de tercera clase en la Provincia de Pampánga, en Filipinas. Con motivo del 250 aniversario de la fundación de esta villa (1762-2012) por Guillermo Manabat, el gobierno local decidió levantar un obelisco al alavés Simón de Anda y Salazar.

Anda fue gobernador general de Filipinas de forma interina desde octubre de 1762 hasta marzo de 1764, cuando una armada británica invadió el puerto de Cavite y ocupó Manila. Estableció su asiento de gobierno en Bacolor, convirtiendo a la villa en la capital del Filipinas durante dos años de invasión. En esta villa montó su campamento militar y organizó un ejército formado por centenas de españoles y miles de voluntarios nativos tagalos que eran leales a la Monarquía española. Además, fue gobernador de Filipinas de facto desde 1670 hasta 1676. Por su heroísmo en la defensa de la gobernación filipina y por su importante contribución histórica a la villa de Bacolor, Anda recibió este simbólico monumento.

OBELISCO SIMÓN DE ANDA EN BACOLOR

El Obelisco Simón de Anda fue inaugurado el 29 de octubre de 2012 por las autoridades locales, estando presente en el evento el embajador español en Filipinas, Jorge Domecq, como invitado de honor.

El director del Centro de Estudios Kapampangan de la Universidad Holy Angel, Robby Tantingco, dijo:
"Anda fue el vicegobernador del gobierno colonial español que trasladó la sede del entonces gobierno de Manila a Bacolor en octubre de 1762. Además, el monumento es en honor a Anda, quien reunió a los habitantes de Kapampangan para formar un movimiento de resistencia contra los británicos."

El alcalde José María Hizón dijo que esta iniciativa pretende que la generación actual tome una mirada del pasado y aprenda de él. Señaló que es necesario descubrir e incluso estudiar la historia y el origen del país, "porque de ahí venimos".

Mientras tanto, un joven historiador, Ian Alfonso, dijo:
"Los kapampanganos de Pampanga tienen derecho a conmemorar y celebrar la victoria de sus antepasados durante la invasión británica de 1762. Esta no es una celebración diplomática sino una especie de reminiscencia de su glorioso pasado, aunque colonial, en naturaleza."
"Al final, esto es para concienciar al público. Debemos enfatizar el papel de los kapampanganos en la defensa del archipiélago contra otro oportunista e invasor extranjero en el siglo XVIII, los británicos."

La gobernadora Lilia "Nanay" Pineda, junto a algunos miembros de la junta provincial, y el alcalde de Bacolor, Jomar Hacen, encabezaron la inauguración del Obelisco Simón de Anda frente al salón municipal del ayuntamiento.

OBELISCO SIMÓN DE ANDA EN BACOLOR

22/01/2024

Esteban de Urizar y Arespacochaga


Maestre de Campo y gobernador de Tucumán a principios del siglo XVIII que lideró una gran expedición al interior del Chaco

ESTEBAN DE URIZAR Y ARESPACOCHAGA

Esteban de Urizar y Arespacochaga era natural de Arrázola, perteneciente al municipio vizcaíno de Achondo, donde nació en 1662. En 1680, se incorporó a la guarnición del presidio de Cádiz. En 1682, pasó a Italia, donde destacó en diversas acciones como la defensa de Génova, en 1684, la invasión de Mantua, en 1689, la batalla de Staffarda, en 1690, la campaña del Delfinado, en 1692, la del Piamonte, en 1693, y la del Milanesado, en 1697. En 1699, fue recompensado con el grado de maestre de campo.

En 1701, fue nombrado gobernador del Tucumán en el virreinato del Perú, por lo que viajó hasta Buenos Aires. En esta ciudad permaneció durante unos años ejerciendo de consejero militar en la organización de la defensa de la Banda Oriental del Uruguay contra los portugueses.

En 1710, fue comisionado para emprender una dura campaña contra los indios de la zona para expulsarlos del Chaco. Estos indígenas, diaguitas o calchaquíes, ofrecían continuos problemas para los intereses españoles en la región. Antes de iniciar esta campaña reunió una junta de teólogos que determinó favorablemente sobre la justicia de su intervención.

Así se expresaba el gobernador de Tucumán ante Felipe V en 1708:
"El estado señor de ella presisa al último y eficas remedio que es, llevar la Guerra a fuego y sangre hasta desnaturalisar estos bárbaros de los bosques de que se abrigan donde viven como fieras sin política, ni propiedad o costumbre que paresca de hombres, sino de tigres sedientos de la sangre de los xptianos como lo acreditan las muchas muertes que han executado, y el común sentir de que comen carne humana; y aun son peores que tigres pues matan sus propios hijos como se vio en esta ciudad de Salta el año de setecientos y cinco."

PUEBLOS INDÍGENAS DEL CHACO

Esteban de Urizar fue planeando la gran expedición al interior del Chaco de forma cuidadosa, coordinando sus fuerzas con las ciudades de Asunción, Corrientes y Santa Fe. Estas debían enviar contingentes de 600, 200 y 300 soldados respectivamente para encontrarse en un lugar predeterminado de la llanura chaqueña.

El 19 de junio de 1710, partió la vanguardia de la expedición desde el fuerte de Esteco. La siguió el mismo gobernador el 10 de julio con el resto de las fuerzas. Componían los efectivos 1.300 soldados de los tercios de Santiago del Estero, Catamarca y La Rioja, llevando 4.000 cabezas de ganado, 300 caballos y provisión de yerba y tabaco.

Los tercios de Salta y Jujuy penetraron por sus respectivas fronteras; el teniente de gobernador de Jujuy Antonio de la Tijera, partió simultáneamente desde Tarija con un cuerpo de ejército más el auxilio de dos compañías de indios ocloyas y chiriguanos de dudosa fidelidad. Este jefe debía reunirse con el grueso de la expedición en las Juntas de San Francisco. Con tan impresionante despliegue de fuerzas el Gobernador logró llegar al Bermejo y costearlo hasta el paraje llamado Esquina Grande. Después de varios combates consiguió reducir a los malbaláes y alejar temporariamente la amenaza de las tribus tobas y mocovíes con la fundación del Fuerte de Ledesma. A su amparo se repoblaron tierras que habían sido arrasadas por las invasiones indígenas.

MAPA DE TUCUMÁN, SANTIAGO DEL ESTERO Y EL CHACO

Su expedición ocasionó un desplazamiento de gran parte de las tribus guerreras hacia las otras fronteras, no obstante tuvo que organizar otra entrada en 1719 para castigar a los indígenas sublevados sobre las riberas del Pilcomayo; la paz conseguida en estas jornadas, le valió el cargo de gobernador vitalicio del Tucumán otorgado por el rey en mérito a sus relevantes servicios.

Una característica que distinguió a Esteban de Urízar fue el buen trato y el respeto que dispensó a los indígenas, sin empañar con actos indignos la firmeza y resolución con que llevó a cabo sus empresas. Murió en 1724.

17/01/2024

Primera Expedición a la Polinesia por Domingo de Bonechea en 1772


Desde mediados del siglo XVIII, ingleses y franceses habían comenzado una campaña de exploración del océano Pacífico, antes llamado Mar del Sur y considerado como un "lago español". Wallis y Bougainville habían explorado Tahití, y Philip Carteret las islas Tuamotu. Las exploraciones del inglés James Cook y del francés Jean François de Surville determinaron la necesidad de saber si las potencias europeas y rivales de España habían establecido bases portuarias en las islas del Pacífico. Como reacción ante este avance extranjero, Carlos III ordenó a la Real Armada española como a las autoridades virreinales de América emprender una fuerte campaña de expediciones marítimas de observación y control por el océano Pacífico.

Así, el virrey del Perú, Manuel de Amat y Juniet, organizó dos expediciones con rumbo a Tahití y las islas de Pascua, que tuvieron lugar entre 1772 y 1173, la primera, y entre 1774 y 1775, la última. Los objetivos eran averiguar "las maquinaciones de los extranjeros y la situación y estado de los naturales..., y atraer nuevas almas a la religión cristiana y nuevos vasallos al rey".

Otra expedición previa a la Polinesia tuvo lugar dos años antes, cuando el capitán Felipe González de Haedo descubrió la isla de Pascua así como otras islas menores.

EXPEDICIÓN A LA POLINESIA POR DOMINGO DE BONECHEA EN 1772-1773

Para la Primera Expedición a la Polinesia fue designado por jefe de escuadra al capitán de fragata Domingo de Bonechea y Andonaegui, un marino guipuzcoano, nacido en Guetaria, en 1713. Curiosamente, también de Guetaria fue Juan Sebastián de Elcano, el primer hombre en dar la vuelta al mundo demostrando empíricamente la conexión marítima entre América y Asia, dos siglos antes. En 1766, Bonechea ostentaba el grado de capitán de fragata y fue nombrado comandante de la fragata Santa María Magdalena, de 34,5 metros de eslora, también llamado El Águila. Con esta fragata partió rumbo desde Cádiz al puerto de El Callao. Este enclave marítimo en el Virreinato del Perú se había convertido en el punto de partida de casi todas las expediciones españolas al océano Pacífico.

En septiembre de 1772, Bonechea se encontraba allí ultimando el abastecimiento de víveres y pertrechos para el viaje. Antes de partir a la Polinesia, llegaron noticias de que se hallaba en los mares del sur el explorador y navegante británico James Cook. Ante el temor de que este se adelantase, la Corte de Carlos III ordenó que la expedición comenzase lo antes posible.

La fragata Santa María Magdalena una tripulación de 75 marinos y 35 soldados de guarnición y estaba armada con 22 cañones de ocho libras, 6 pedreros montados en horquilla y 8 esmeriles (cañones montados en horquilla y apuntados a mano, adecuados para disparar a los oficiales de los navíos enemigos). Como lugarteniente estaba Tomás Gayangos y como piloto Juan Antonio Hervé, que había participado con González Haedo en el descubrimiento de la isla de San Carlos (Pascua). También embarcaron dos misioneros franciscanos José Amich, que también era piloto, y Juan Bonamó.

DOMINGO DE BONECHEA Y ARCHIPIÉLAGO DE TAHITÍ

El 26 de septiembre de 1772, la expedición partió del
puerto de El Callao. Cuando se encontraba a 30 millas de la costa, siguiendo instrucciones del virrey, Bonechea abrió el sobre lacrado y conoció junto a sus oficiales que la orden real consistía en "ir en busca de Otahiti y a Pascua, describir las islas, sus habitantes y costumbres, elaborar un vocabulario y trazar un mapa". Se pidió averiguar el interés de los ingleses por la isla de Tahití, a la que llamaban isla del Rey Jorge o San Jorge, y conocer las condiciones para establecer una colonia comercial y una misión evangelizadora. Referente a los usos y modos de actuación se ordenó que extremase el buen trato hacia los nativos, recogiese datos sobre sus costumbres, rituales y sistema de gobierno y evitase cualquier derramamiento de sangre.

El plan final consistiría en navegar primero a Tahití después, ir a Valparaíso para dar noticias de la expedición y avituallarse, y, de regreso a El Callao, visitar la isla de Pascua.

Después de un mes de viaje rumbo oeste, comenzaba el avistamiento de islas. La primera fue San Simón y San Judas (Teuere), a la cual siguieron San Quintín (Haraiki), que ya había sido detectada por Bouganville, Todos los Santos (Anna) y San Cristóbal (Mehetia), estas dos posiblemente descubiertas con anterioridad por Pedro Fernández de Quirós. Todas pertenecientes al archipiélago polinesio de las Tuamotu. La isla de San Cristóbal, avista el 6 de noviembre, recibió este nombre debido a su parecido al cerro de San Cristóbal que hay próximo a Lima, la cual fue rodeada por una lancha al mando del alférez Ángel Ciudad. Al día siguiente, el teniente Tomás Gayangos con varios soldados visitó el interior, recibiendo numerosos obsequios de los naturales en un poblado.

CARTOGRAFÍA DE LA ISLA DE AMAT (TAHITÍ)

El 8 de noviembre, y gracias a las indicaciones de un indígena voluntario de la isla San Cristóbal, la expedición llegó a Otahiti (Tahití), isla que Bonechea llamó Amat, en honor del virrey Manuel de Amat, amarrando en la bahía de Airua. El día 12, el alférez Raimundo Bonarcosi con varios marineros tomaron contacto con la población local, que les recibió de forma pacífica. A la localidad de Tautira se rebautizó con el nombre de Santísima Cruz.

Siguiendo práctica habitual de estas expediciones, se reunió a toda la tripulación leyéndoles las instrucciones relativas al buen trato que debían mantener con los nativos, respetando las propiedades y no cometiendo infamias con las mujeres indígenas, bajo pena de graves castigos. Durante el mes que los expedicionarios permanecieron en la isla entablaron una cordial convivencia con los naturales. El capitán inglés Cook señalaba, tiempo después en el relato de sus viajes, la amabilidad y respeto mutuo demostrados entre tahitianos y españoles.

Se buscó un lugar que sirviese de fondeadero para atracar la fragata, e instalar un puerto desde el que iniciar el intercambio comercial y cultural con los indígenas. Durante la búsqueda, esta quedó varada en su arrecife, que pudo ser recuperada. Finalmente, permanecieron en el puerto de Taiarapu, al este de Tahití Iti, bautizado por Bonechea como puerto de Santa María Magdalena y conocido actualmente como Aiurua.

ISLAS HERMOSA Y SANTA ROSA 

Los científicos de Bonechea establecieron amplias mediciones hidrográficas y observaciones de gran interés. En una lancha al mando de Gayangos, rodearon la isla, levantando planos de sus costas y del puerto para realizar su plano completo, y se dibujó una perspectiva de la isla. De paso, se reconoció y dio nombre a los puertos, ensenadas, cabos y otros datos geográficos que hubiesen. Con los datos geográficos y astronómicos anotados por Bonechea y Bonacarsi, elaboraron un detallado mapa insular.

Algunos tahitianos informaron a Bonechea de la existencia de islas cercanas al oeste de Tahití: Moorea, Huahine, Raiatea, Tahaa, Borabora, Maupiti, Maiao, Atiu, etc. Además, recogió un informe sobre la visita de navíos ingleses.

No solo se recopilaron datos geográficos, también etnográficos sobre las costumbres de los haitianos, características físicas y administración política, armas y canoas, animales y plantas, tipos de terrenos, etc. El eclesiástico franciscano José Amich incluyó entre sus observaciones un pequeño vocabulario español-tahitiano de las palabras más comunes.

MAR DEL SUR (OCÉANO PACÍFICO)

El 20 de diciembre, la expedición zarpó del puerto de Santa María Magdalena (Taiarapu), navegando rumbo noroeste para reconocer la isla de Moorea. Al día siguiente fue reconocida y nombrada Santo Domingo. También se reconocieron otras islas del mismo archipiélago de Tahití para asegurarse que no hubiera presencia de tropas o colonias extranjeras. Al ver que no había un establecimiento inglés, Bonechea decidió poner rumbo a la Capitanía General de Chile según el plan, probando rutas de navegación nuevas a la costa suramericana del Pacífico, trazando importantes cartas marítimas.

El 21 de febrero de 1773, la fragata llegó a Valparaíso sin encontrar otras islas. En el puerto chileno adquirieron víveres y enviaron correspondencia al virrey comunicándole el éxito de la primera parte de la expedición, acompañado de los diarios y cartografías de las islas descubiertas.

El día 2 de abril, la expedición de Bonechea partió de Valparaíso en dirección a la isla de San Carlos (Pascua), el segundo objetivo del plan, descubierta anteriormente por Felipe González de Haedo. A falta de 190 para llegar al destino, se produjo una vía de agua en la fragata, lo que ocasionó que Bonechea cambiase su derrotero poniendo rumbo hacia el puerto limeño de El Callao.

ISLA DE SANTA ROSA (VAIVAVAE) EN TAHITÍ

El 31 de mayo, llegó a este puerto del Virreinato del Perú, siendo recibidos por las autoridades limeñas y llevados a presencia de Amat en Lima. Bonechea ofreció al virrey toda la información sobre el desarrollo del viaje, así como de los descubrimientos geográficos.

A bordo de la fragata habían embarcado cuatro indígenas tahitianos con el propósito de presentarlos al virrey Amat, evangelizarlos y enseñarles el idioma español. Dos de ellos murieron en Lima aquel año: Tipitipia, bautizado José en Valparaiso, y Heiao, bautizado Francisco José Amat. Los otros dos, Pautu y Tetuanui, fueron bautizados en la catedral de la ciudad con los nombres de Tomás y Manuel respectivamente.

Gracias al éxito del primer viaje, el virrey ordenó la organización de un segundo viaje auspiciado por el rey Carlos III, que finalmente tomaría forma de misión evangelizadora entre 1774 y 1775. Aquella Segunda Expedición a la Polinesia estuvo liderada otra vez por el guipuzcoano Domingo de Bonechea, al mando de la misma fragata Santa María Magdalena, y por el capitán vizcaíno José de Andía Varela en su paquebote Júpiter.

ISLA DEL ARCHIPIÉLAGO DE TAHITÍ

De la primera expedición existen tres relaciones de la navegación:

1. Relación de la navegación que de orden del Excmo. Sr. D. Manuel Amat y Juniet, teniente general de los ejércitos, Virrey, etc. del Perú, ha ejecutado el capitán de fragata D. Domingo de Bonechea, en la nombrada Águila, al descubrimiento de la isla nominada por viajeros el Rey Jorge o San Jorge, y por los naturales Otaeiti, y al presente Amat, como asimismo de otras halladas en la misma navegación. Asimismo de los ocurrido en su regreso hasta el puerto de Valparaiso el 21 de febrero del presente año de 1773

2. Relación diaria del viaje que hizo en la lencha alrededor de la isla el teniente de fregata D. Tomás Gayagos con el fin de reconocerla

3. Instrucciones al capitán de fragata D. Domingo de Bonechea para el viaje con la nombrada Águila que va a hacer del orden del Rey en demanda de las islas del mar del Sur, conocida la una de ellas antes por la de la tierra del Rey Jorge y los naturales Otaheiti, con arreglo a las facultades comunicadas a este superior Gobierno con fecha 9 de Octubre y 11 de Diciembre de 1771. Firmadas en Lima a 30 de Marzo de 1773

DOMINGO DE BONECHEA

14/01/2024

El gobernador Domingo Martínez de Irala, por R. de Lafuente Machaín


EL GOBERNADOR DOMINGO MARTÍNEZ DE IRALA

El gobernador Domingo Martínez de Irala
Ricardo de Lafuente Machain, Academia Paraguaya de la Historia, Asunción (2006), 568 páginas

La Academia Paraguaya de la Historia es la promotora de esta amplia biografía del conquistador de la región del Plata y primer gobernador de Paraguay, Domingo Martínez de Irala. Además busca satisfacer la gran demanda de conocimientos requeridos desde los círculos universitarios y entre los estudiosos de la historia de Paraguay. Su autor es el prestigioso historiador Ricardo de Lafuente Machaín.

ÍNDICE:

Presentación

Don Ricardo De Lafuente Machaín y Domingo Martínez de Irala

Prólogo

I. Antecedentes
II. La travesía
III. Los preparativos
IV. Expedición al norte
V. La Casa-fuerte de la Asunción
VI. El capitán Francisco Ruiz Galán
VII. Solución del conflicto de poderes
VIII. Primer gobierno de Irala
IX. Gobierno de Cabeza de Vaca
X. Campañas y conflictos
XI. La noche de San Marcos y sus consecuencias
XII. El poder de Salazar
XIII. Segundo gobierno de Irala
XIV. A través del Chaco
XV. La provincia del Paraguay
XVI. El regreso. Disturbios
XVII. Gobernadores titulares
XVIII. Conspiraciones y entradas
XIX. Irala, gobernador por S. M.
XX. Últimos meses
XXI. El testamento
XXII. Problemas de gobierno
XXIII. Semblanza del gobernador Irala

11/01/2024

Fortificaciones defensivas navarras en la Modernidad


Pamplona se convirtió en un elemento clave en la cadena defensiva del territorio español que la Monarquía quiso establecer en los Pirineos desde Fuenterrabía hasta Figueras durante el siglo XVI. De hecho, Pamplona, Puente la Reina, Estella y Lumbier fueron las fortalezas que se mantuvieron en pie tras las derribadas en la conquista de 1512.

Tras los sucesos militares de 1512 y 1521, quedó de manifiesto la importancia estratégica de la capital navarra, por lo que no se tardó en cerrar las murallas y en construir el Castillo Nuevo al sur de la ciudad. Pero aquel castillo pronto se quedó anticuado, no muy apropiado para resistir con éxito las innovaciones bélicas que se estaban produciendo. En 1571, Felipe II decidió la edificación de una moderna ciudadela de Pamplona en sustitución del castillo, encargando la planificación al ingeniero Jacobo Palear Fratín.

Esta nueva fortaleza se convirtió en el principal bastión defensivo de Navarra. Tenía cinco baluartes con todos sus bastiones revestidos de piedra y amplios fosos, algunos llenos de agua; asentada sobre roca, era el único obstáculo que podía impedir a los franceses llegar a Madrid si invadían la península.

CIUDADELA DE PAMPLONA

El virrey Vespasiano Gonzaga fue el encargado de comprar las tierras donde debía edificarse la fortaleza, la que consideraba iba a ser "la más insigne fábrica fortificada del mundo". De los cinco baluartes previstos, se construyeron en primer lugar los dos que iban a ceñir los muros de la ciudad y en 1584 se empezaron los que estarían fuera; ya en el siglo XVII, el progreso de la construcción se vería afectado también por los pagos, que interrumpían las obras en ocasiones.

Desde inicios del siglo XVII, estaba clara la convicción de que Pamplona y su ciudadela habían de ser la salvaguardia de Castilla frente a la invasión de un ejército francés. Por eso, en 1611, el Consejo de Guerra decidió la colocación de 400 hombres de guarnición permanente en la fortaleza, convencido de que los franceses desistirían de cualquier tentativa contra ella. Además, había recursos para armar hasta 15.000 hombres, de modo que los paisanos navarros y los de las vecindades de La Rioja y Guipúzcoa podrían ser útilmente empleados en caso de movilización.

PLANO DE PAMPLONA Y SU CIUDADELA DE 1845

Mientras, durante estos años, las obras continuaban con retrasos y reformas hasta que en 1646 llegó a su conclusión. Durante la visita que hizo Felipe IV aquel año quedó tan impresionado por el aspecto de la ciudadela que decidió impulsar su financiación.

En cuanto al armamento depositado en la ciudadela, su volumen es un indicador indirecto de la importancia que la Corona le atribuyó como bastión defensivo. Debía proporcionar armas a los efectivos que llegaran de Vizcaya, Guipúzcoa, La Rioja y Castilla, hasta el punto de poder dotar a 15.000 hombres si fuese necesario.

Pero, la ciudadela de Pamplona no protegía totalmente el reino. Se necesitaban otros apoyos, dada la tendencia francesa a recurrir a la zona del Bidasoa, a los pasos de Irún y Behovia, para sus ataques e invasiones sobre la península. De manera que los ingenieros Fratín, Gandolfo, Tejeira y Alberti consideraron que era necesario reforzar adecuadamente la frontera, dando prioridad a dos lugares, Maya del Baztán y Burguete, mientras Lumbier quedó en un plano bastante más secundario y, pese a la guerra con Francia de 1635, su guarnición de unos 300 hombres permaneció inalterable.

FORTALEZA DE ARTAJONA

En Maya existía un castillo sobre un peñasco; sus dimensiones eran tan reducida que la guarnición entraba con suficiencia, por lo que "se le ha ayudado de fuera con otra fortificación pequeña de tierra y fagina en la forma que el sitio lo ha requerido… que es por donde se puede arrimar el enemigo a él con las zarpas."

Pero todavía en 1638, la fortificación estaba sin rematar y, como ocurría con la ciudadela pamplonica, los recursos y víveres andaban siempre escasos. Cuando se produjo el enfrentamiento con Francia en 1635, esta adquirió una posición de vanguardia. En 1640, se destinó un contingente permanente que estaba compuesto por cuatro compañías con 279 hombres en total.

Según el escrito del historiador Gallástegui:
"era, este de Maya, uno de los muchos casos de respuesta del reino a los estímulos de la Corona: en Pamplona se habían librado las patentes de capitanes a favor de los hombres del Valle de Baztán (ahí estaban sus apellidos para atestiguarlo) que habían podido realizar sin dificultades sus reclutas en su vecindad, a favor de suministros regulares librados por Hacienda a lo largo del verano de 1640."
En cuanto a Burguete, su nueva fortificación era de forma irregular para adaptarse al sitio elegido donde debía construirse, y tampoco podía darse por concluida en 1638, año en que la amenaza francesa constituía más que una temible posibilidad. Su situación era comparable en las carencias a las de Maya y Pamplona y también, a causa de la guerra, se cuidó su construcción y se reforzó su guarnición elevándola a cinco compañías que, en conjunto, en 1640 no superaron los 301 hombres, pues dos de ellas tenían muy escasos efectivos.

CASTILLO DE JAVIER

07/01/2024

Ignacio de Olaeta y Allende Salazar


Jefe de escuadra de la Armada española del siglo XIX, involucrado en todas las guerras de finales del siglo XVIII, participó en los combates del cabo san Vicente, en 1789, y en el de Trafalgar, en 1797, y en la Guerra de la Independencia de 1808-1814

IGNACIO DE OLAETA Y ALLENDE SALAZAR

Ignacio de Olaeta y Allende Salazar era natural de Guernica, Vizcaya, donde nació en 1757. Se integró en la Real Armada española en agosto del 1773 como cadete guardiamarina del Departamento Naval de Cádiz. Durante los primeros años participó en varias acciones navales por el Mediterráneo junto a otros jóvenes almirantes vascos de su generación.

Su bautismo de fuego tuvo lugar siendo alférez de fragata durante la Expedición militar a Argel, en 1775, a bordo del buque Santa Rosa de Lima, que lideraba el general navarro Pedro González de Castejón. Se trataba de una invasión combinada de tropas navales y terrestres de aproximadamente 50 navíos y más de 20.000 soldados, que pretendía tomar el puerto y su ciudad, foco de piratas berberiscos que dificultaba el comercio español por el Mediterráneo. Olaeta ayudó de forma activa en el desembarco de tropas de infantería como en el rembarco de tropas cuando fue imposible continuar con la invasión.

En esta escuadra de González de Castejón se encontraban otros almirantes vascos como José de Mazarredo, Francisco de Hidalgo Cisneros o José Ramón de Gardoqui, entre otros. Se empezaba a consolidar un núcleo de almirantes vascongados que volvería e encontrarse en el bloqueo de Gibraltar de 1781 o en los combates contra la Flota británica del almirante Howe.

En 1776, embarcado en la fragata Santa Teresa, Olaeta estuvo persiguiendo barcos corsarios berberiscos que asediaban las rutas comerciales del Mediterráneo.

A finales de ese año, volvió a tomar parte de una expedición importante con destino a Montevideo, en el Virreinato del Río de la Plata, junto a otro alférez vascongado José Ramón de Gardoqui, a las órdenes de Francisco Javier Everando de Tilly. Formaba parte de una armada que escoltaba a buques de transporte de tropas al mando del general Cevallos. Tras llegar en marzo de 1777, se integró a una potente armada de unos 20 navíos que pretendía reconquistar algunos territorios suramericanos que habían sido invadidos por fuerzas brasileñas del Ejército portugués. Olaeta participó en el combate de la isla Santa Catalina, los días 19 y 20 de abril de 1777, y en otras acciones de recuperación del territorio hasta firmar un tratado con Portugal.

LLEGADA DE HERIDOS DE LAS BATERÍAS FLOTANTES DE GIBTRALTAR

En 1779, dio comienzo la Guerra anglo-española de 1779-1783. Gardoqui fue integrado en la Armada del general Luis de Córdova y Córdova, después de ascender a alférez de navío. Era una flota combinada hispano-francesa, para interceptar los refuerzos que Londres enviaba a sus puertos de las provincias norteamericanas que había proclamado la independencia con respecto a la Corona británica. España aportaba cerca de 30 navío y 7 fragatas, y otras embarcaciones menores. Así, partió de Cádiz en la primera expedición del Canal de la Mancha, que solo consiguió apresar al navío Ardent.

En 1782, continuaba involucrado en la guerra contra Gran Bretaña. Fue incorporado a las tropas de refuerzo que mantenían el llamado Gran Asedio de Gibraltar desde 1779. Tomo parte de los bombardeos al puerto, en la defensa de las novedosa baterías flotantes, así como en los combates contra buques británicos en aguas del estrecho.

Tras el fin de la guerra, en diciembre de 1783, Olaeta fue ascendido a teniente de navío y puesto al mando del buque Ardilla, un bergantín de 16 cañones capturado a la Armada británica durante la Guerra de la Independencia estadounidense. En febrero de 1784, llegó a Montevideo, en el Virreinato del Río de la Plata, formando parte de un convoy compuesto por las fragatas Sabina, Perpetua, la corbeta Elena y varias urcas con tropas del Regimiento de Burgos. El nuevo comandante del apostadero, el capitán Francisco Idiáquez de Borja, ordenó a Olaeta el reconocimiento de la costa norte del Río de la Plata, a partir del mes de noviembre de aquel año. Durante aquella singladura, intervino en la recuperación del navío La Limeña, que se encontraba desarbolado y sin control, había encallado en la ensenada de Castillejos, en el litoral de Brasil. Pudo trasbordar a su tripulación así como mercancías y un caudal valorado en 4 millones de pesos que entregó en Mar del Plata.

Cumplidos los 3 años reglamentarios que todo oficial debía servir en América, Olaeta regresó a Cádiz en otoño de 1786, al mando de su bergantín en conserva de la fragata Santa Sabina. Al año siguiente, el buque Ardilla fue desmantelado y Olaeta gozó de un permiso para descansar un tiempo.

IGNACIO DE OLAETA Y ALLENDE SALAZAR

Volvió al servicio en la Armada española al mando del navío San Ramón de 68 cañones, construido bajo el sistema francés Gautier en los astilleros de La Habana en 1775. Su misión era transportar hasta Veracruz a Juan Vicente de Güemes Pacheco (conde de Revilla Gigedo) recién nombrado en octubre de 1789 máxima autoridad del Virreinato de la Nueva España. Consiguió ganarse la confianza del virrey y recibió la ejecución de otras misiones.

Siendo inspector del Apostadero de La Habana puso en marcha la construcción de dos bergantines, en Volador y el Saeta, que debían reforzar el control sobre la costa mejicana del Caribe. En 1790, había conseguido organizar una flotilla caribeña compuesta de los buques Castilla, Volador, Saeta y Flor de Mar. Con una redistribución más eficientes de las unidades disponibles y nuevos planes de trabajo pudo reducir considerablemente el contrabando de mercancías por el mar Caribe y el golfo de México. Un año después fue ascendido a capitán de fragata. Olaeta permaneció en el Virreinato hasta inicios de 1795, pues fue requerido desde la península para tomar parte en la Guerra de la Convención francesa, durante la Primera Coalición.

En mayo de 1795, fue puesto al mando del Departamento Naval de Cádiz con el cargo de mayor de brigada, hasta embarcar dos meses después en la fragata Nuestra Señora del Pilar de 40 cañones, construida en el Arsenal de Ferrol y cuyo casco estaba recubierto de cobre. Integrado en la flota del general Federico Gravina, participó en las operaciones de recuperación de Rosas frente al Ejército de los convencionales francés, en diciembre del mismo año.

Después de la Paz de Basilea, en 1796, Olaeta fue requerido a realizar un viaje transatlántico hasta las islas Antillas al mando de la fragata Ceres de 40 cañones, construida en el Arsenal de La Habana en 1791. Estaba integrada en la escuadra del general José Solano, compuesta por 7 navíos y 4 fragatas, a la que debían sumarse en aguas caribeñas las divisiones de los generales Gabriel de Aristizábal y de Sebastián Ruiz de Apocada y Eliza, este último era un gaditano de origen vasco.

En agosto de ese año, Olaeta junto a resto de expedición atacó los asentamientos británicos en las ensenadas de Bull y Chateaux y en los puertos de las islas San Pedro y Miguelón, y destruyó más un centenar de barcos mercantes privados con bandera inglesa. Con la misión cumplida, Olaeta regresó a la península junto a algunos de los buques de Solano, debiendo pasar por los cabos de San Vicente y de Santa María en vigilancia de barcos mercantes españoles que hacían la Carrera de las Indias.

COMBATE DEL CABO SAN VICENTE

En 1798, dio inicio la Guerra de la Segunda Coalición entre España y Francia contra Gran Bretaña. Olaeta fue integrado en la armada del general Juan de Lángara a bordo de su fragata Ceres, que partió de Cádiz hacia el Mediterráneo. En aguas próxima a Cartagena mantuvo combate directo con la fragata británica White, que tras dos horas de refriega se dio a la fuga. Desde este puerto murciano, prestó protección a las lanchas cañoneras del comandante Antonio Barceló con destino a Algeciras desde donde lanzar el asedio a Gibraltar.

En el puerto de Cádiz, se unió a la Armada del Océano del general José de Córdova, poniéndose al mando de la fragata Nuestra Señora Atocha de 40 cañones, construida en el Astillero de La Habana en 1789. La desorganización de aquella flota oceánica después de sufrir un duro temporal fue aprovechada por la británica del almirante John Jervis para largar un ataque en lo que fue el combate del cabo San Vicente, el 14 de febrero de 1797. Algún otro marino vascongado tomó parte en el encuentro, como Baltasar Hidalgo de Cisneros o Jun Aguirre, pero Olaeta no lo hizo al encontrar su fragata bastante lejos de la formación.

Cuando fondeó en la bahía de Cádiz, se puso a las órdenes del bilbaíno José de Mazarredo, nombrado nuevo comandante de la Armada del Océano por destitución del anterior. Su primera acción fue romper con el bloqueo de Cádiz de 1798 por una flota al mando del almirante Horatio Nelson, saliendo en persecución de sus navíos.

BLOQUEO NAVAL DE CÁDIZ

Tras la acción, Olaeta permaneció en labores de vigilancia en aguas mediterráneas entre los Departamentos Navales de Cádiz y de Cartagena. En este puerto se integró en la Flota Combinada hispano-francesa del almirante Eustache Bruix en mayo de 1799. Ya en verano, zarpó desde Cádiz con destino al puerto francés de Brest, donde permanecería la flota atracada a la espera de que el cónsul Napoleón Bonaparte diese la orden de realizar un ataque sobre puertos ingleses y desembarco de tropas. En esta expedición al Canal de la Mancha, Olaeta coincidió con otros almirantes vascongados como Moyúa, Churruca, Ayalde, Gardoqui, Álava, etc., y con el propio comandante Mazarredo. Esta relación de amistad y vecindad con estos altos mandos sirvió para que Olaeta promocionase su ya dilatada carrera en la Armada española.

Tal fue la confianza del comandante Mazarredo tuvo en él, que le permitió tomar el mando del navío San Pablo en labores de vigilancia sobre aguas de Brest cuando aún era capitán de fragata. Este era un navío de 74 cañones, construido en el Astillero de Esteiro, Ferrol, en 1767, en el sistema de Gautier. Cuando Mazarredo fue relevado al mando de la escuadra por Federico Gravina, Olaeta transbordó a sucesivos navíos: Neptuno (80 cañones, 2 puentes, 1795), Pelayo (74 cañones, 2 puentes, 1791) y Concepción (120 cañones, 3 puentes, 1779).

En 1802, se ponía fin a la Guerra de la Segunda Coalición por la Paz de Amiens. Momento en el que Olaeta fue nombrado capitán de navío, máximo grado en la escala de oficiales de la armada. Entre 1803 y 1804, se le asignó el navío Glorioso de 70 cañones y 2 puentes, construido en el Astillero de Esteiro, en el sistema de Jorge Juan, en 1755; y poco después el navío Castilla, de 64 cañones y 2 puentes, construido en el sistema Gautier, en 1780.

NAVÍO SANTÍSIMA TRINIDAD

Estando en el Departamento Naval de Cádiz en septiembre de 1805, fue solicitado por el general Baltasar Hidalgo de Cisneros para ponerse al frente del enorme navío Santísima Trinidad, con el cargo de capitán del Consejo del Jefe de Escuadra. Tenía 136 cañones y 4 puentes, fue construido en el Astillero de La Habana, en 1769.

Un mes después, el 21 de octubre de 1805, se produjo el combate de Trafalgar entre la Escuadra Combinada franco-española del vicealmirante Villeneuve y el teniente general Gravina contra la flota británica de Horatio Nelson. Al mando del Santísima Trinidad estaban los capitanes de origen vasco Baltasar Hidalgo de Cisneros, jefe de escuadra, y Francisco Javier de Uriarte y Borja, comandante del buque; mientras que Olaeta era capitán del Consejo de Escuadra.

El Santísima Trinidad era uno de los objetivos de Nelson por ser el mayor navío de línea jamás construido hasta el momento, era llamado el "Escorial de los Mares", y portaba 1.159 marinos.

Olaeta resultaría gravemente herido mientras defendía el costado de babor de aquella nave. Como todos los mandos del Trinidad, quedó prisionero por los británicos, y dicho navío se fue a pique esa noche durante la fuerte tormenta mientras era remolcado por otros tres buques ingleses.

El predominio hispano sobre el Atlántico había desaparecido, así como el desarrollo ilustrado a ambos lados del océano. No queda ni tiempo, ni dinero para recuperarlo. Y pronto surgiría la invasión napoleónica de un aliado convertido en enemigo, Francia, y la ayuda de un enemigo convertido en aliado, Inglaterra. Este caos interno propiciaría una consecución de emancipaciones coloniales en América. Atrás quedaron tres siglos de supremacía de Imperio virreinal, aunque no sería hasta finales del siglo XIX cuando se pierda definitivamente.

COMBATE DE TRAFALGAR

Tras su liberación, Olaeta fue ascendido a brigadier de la Armada en noviembre de 1805. Con el inicio de la Guerra de la Independencia en 1808, participó entre el 9 y el 14 de julio en el asalto a la escuadra francesa del almirante Rosily, atracada en Cádiz. Fue un ataque basado en divisiones de lanchas cañoneras desde el mar, apoyados por artillería desde las playas gaditanas.

Durante el conflicto, estuvo al mando de los navíos Neptuno y Miño. En este último buque realizó tres singladuras hacia La Habana y Veracruz para traer caudales y tropas militares a la península y, a la vez proporcionar armas con las que sofocar las primeras insurrecciones de los virreinatos americanos.

En 1813, fue nombrado vocal del Consejo de Guerra que se formó en el Puerto de Santa María para encabezar un tribual que juzgase a los militares colaboracionistas con los franceses. Difícil función encomendada a Olaeta fue la de juzgar a oficiales y generales que se habían arrestado en territorio dominado por los imperiales, analizando cada caso con diferentes circunstancias.

En octubre de 1814, cuando ya terminó la Guerra de la Independencia española, Olaeta fue ascendido a jefe de Escuadra. Al año siguiente, durante el reinado de Fernando VII, fue recompensado con la entrega de la Gran Cruz de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo. Ese mismo año, Ignacio de Olaeta y Allende Salazar murió en Cádiz a los 58 años de edad, tras haber dedicado 42 a servir a España con lealtad y honor.

02/01/2024

Roncesvalles - Zubiri


Burguete-Auritz, llamado el Burgo de Roncesvalles durante el Medievo, existió antes que la construcción del hospital de Roncesvalles, pues ya antes de 1274 disfrutaba del fuero de Pamplona. La villa se reconstruyó tras su destrucción en la Guerra de la Convención, en 1794, reaprovechándose dinteles y blasones, y manteniendo su disposición de pueblo calle como punto de paso del Camino de Santiago.

Se encuentra en un suave y ancho fondo de valle de paisajes ondulados que contrasta con las alturas circundantes. La parte más antigua de la población se extiende a ambos lados de la calle principal, calle de San Nicolás, que es a su vez el paso del Camino, tomando el nombres de la parroquia del mismo nombre.

PARROQUIA DE SAN NICOLÁS DE BURGUETE

La Parroquia de San Nicolás es una mole pétrea un tanto desgarbada que presenta, como único elemento de interés exterior, una portada barroca de factura muy popular, fechada en 1699.

En Burguete se alojó Ernest Hemingway en los veranos de 1924 y 1925. El escritor fue un gran aficionado a la pesca de la trucha, especialmente abundante por entonces en el río Irati. Burguete aparece como uno de los escenarios de su novela Fiesta. Según el escritor era "el territorio más malditamente salvaje de los Pirineos".

También veraneaba en Burguete el gran fotógrafo José Ortiz-Echagüe, que acostumbraba a realizar desde aquí excursiones fotográficas por toda Navarra. Una de sus obras más impresionantes es Cruceros de Roncesvalles.

BURGUETE

El trayecto atraviesa la selva de Irati y el valle de Erro. La frondosidad de este bosque de hayas llega a ser sobrecogedora en algún punto. En él se encuentra la Real Fábrica de Armas de Orbaizeta, creada en 1784 durante el reinado de Carlos III. Es un importante enclave para la arqueología industrial. Su lamentable estado de ruina contrasta con la belleza del paraje por el que discurre el arroyo Legarza. Durante el turbulento siglo en el que estuvo activo fabricó cañones y munición. Llegaron a vivir en ella ciento cincuenta trabajadores con sus respectivas familias.

ESPINAL

Espinal-Aurizberri, situada en el valle de Erro, es una población fundada en 1269 por el rey Teobaldo II de Navarra para ofrecer seguridad a los peregrinos en el trayecto entre Burguete y Biscarret, al parecer muy expuestos a asaltos. Como Burguete, es otros de los pueblos pasados a fuego por los franceses en la Guerra de la Convención. La reconstrucción se hizo manteniendo su estructura de pueblo-camino, con sus pintorescas casas distribuidas a los lados del paso de las vías de comunicación.

A la entrada del pueblo por la carretera, junto al cementerio, se ha montado una interesante exposición de estelas funerarias al aire libre. Estas piezas, discoidales en su mayoría, sirvieron durante siglos para indicar la presencia de una sepultura. Muchas de ellas están bellamente labradas con los más diversos motivos. Proceden del cementerio viejo que había junto a la iglesia.

ESPINAL

Pasando Espinal y, antes de subir el alto de Mezquiritz, aparece el pueblo que le da nombre. En torno a la plaza de la Fuente, de 1889, hay un estupendo conjunto de casonas con bellas portadas del siglo XVIII. En la iglesia se guardan las cruces de madera que cargan los devotos cada tercer domingo de mayo en la romería de Nuestra Señora de Roncesvalles. Hasta aquí suben todos los pueblos del valle de Erro, menos Espinal que lo hace al siguiente domingo.

Superando el alto de Mezquiritz, antes de llegar a Biscarret y en el mismo punto donde cruza el Camino de Santiago, parte el estrecho valle de la regata de Sorogain hasta llegar a la Estación megalítica de Sorogain, que recorre los seis dólmenes. Estas construcciones funerarias prehistóricas se fechan entre el Neolítico y la Edad del Bronce. También hay un crómlech (círculo de piedras) de la Edad del Hierro.

VISCARRET

Viscarret-Gueredián, en esta villa situaba Aymeric Picaud el final de la primera etapa del Camino de Santiago por tierras hispanas, habiendo comenzado la misma en Saint Michael, cerca de Saint Jean Pied de Port. Para cubrir esta distancia es indudable que debía ir a caballo. Hubo un hospital de peregrinos de cierta importancia, eclipsado después por el de Roncesvalles. El 16 de octubre de 1794 tuvo lugar la batalla de Bizcarret, un episodio de la Guerra de la Convención que se saldó con más de doscientos muertos.

La Iglesia de San Pedro conserva una sencilla portada románica muy tardía y una estela discoidal empotrada en uno de sus muros. También hay varias casonas típicas navarras con sus portadas fechadas y decoradas.

IGLESIA DE SAN PEDRO Y CASERÍO DE VISCARRET

La senda circular del robledal de Muskilda, señalizada como sendero local NA-40, muestra su exuberante naturaleza.

El Camino de Santiago entra en Lintzoain junto a una casona que tiene una de las más bellas portadas de estos valles, con un arcos de medio punto de inmensas dovelas y un blasón en la clave. Toda la fachada es de sillería. La Iglesia de San Saturnino es del siglo XVI, aunque conserva una portada románica de cuatro arquivoltas. La exterior se decora con unas medias bolas.

LINTZOAIN

Zubiri es la primera población del valle de Esteribar. Su nombre en euskera significa "pueblo del puente" y es el Puente de la Rabia, en estilo románico del siglo XII, el vestigio más representativo de su pasado. Recibe este nombre por la tradición de hacer rodear tres veces a los animales enfermos su pilar central, donde se alojaron las reliquias de Santa Quiteria, y así librarles de la temida enfermedad. Este puente era paso obligado de los peregrinos en la Edad Media, y junto a él hubo una leprosería. Actualmente, Zubiri es un pueblo dinámico y moderno, capital administrativa del valle.

PUENTE DE ZUBIRI