03/07/2022

Ascenso de una nueva oligarquía socio-económica vasca en la Modernidad


A finales de la Edad Media y principios de la Edad Moderna, se produjo la caída política de los antiguos parientes mayores que ocuparon el poder durante la Alta Edad Media y que propiciaron las Guerras de Banderizos. Durante este tiempo, se generó un cambio de orden político y económico a favor de los nuevos linajes vascos que se elevaron sobre la base del servicio a la Monarquía española, que supuso una renovación de las elites locales y provinciales.

Pero no se trató de una sustitución radical de los antiguos linajes al frente del poder político y económico, muchos se adaptaron al cambio y aprovecharon las oportunidades de mantener mejores posiciones e influencias entroncando con las familias de las nuevas elites y participando en los nuevos círculos de poder al servicio de la Corona. Así, por ejemplo, durante ese período de tiempo, en San Sebastián, los Berastegui, descendientes de parientes mayores rurales, entroncan con los Engómez y Montaot, principales comerciantes de la villa; o los Butrón-Múxica con los Idiáquez.

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En estos procesos de cambio social y de construcción política y económica no se dieron siempre de forma pacífica, ya que los intereses de los líderes de las nuevas actividades chocaron con los intereses establecidos de los viejos linajes y su actividad tradicional. Así, entre 1578 y 1582 hubo una serie de conflictos por el control del gobierno municipal de San Sebastián. Un choque de intereses entre, por un lado, las elites emergentes dedicadas a las nuevas economías y formados por Miguel de Oquendo y sus amigos y capitanes de mar, que dirigían la preparación de una armada para la campaña de las Azores. Del otro lado, el círculo familiar de Juan López de Aguirre y sus primos, Martín de Santiago, el alcalde de la villa, y Esteban de Santiago, eran miembros de la oligarquía cargohabiente de San Sebastián a lo largo del siglo y principales hombres de los tradicionales negocios (expediciones a Terranova y comercio con el Norte de Europa) que se vieron perjudicados por las exigencias de la nueva economía de guerra.

En aquellos enfrentamientos, unos y otros contaron con sus parientes, socios y dependientes, llegando a movilizar a sectores populares. Aquel conflicto fue ganado por Miguel de Oquendo y sus capitanes de mar, que ocuparon alcaldías y regidurías durante las últimas década del siglo XVI y el primer tercio del XVII, mientras que Juan López de Aguirre y sus parientes perdieron sus posiciones en el gobierno municipal.

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HIDALGOS VIZCAÍNOS

Un factor muy importante fue el gran aumento de población en los territorios vascos a principios del siglo XVI, esto originó un aumento de la demanda que provocó un incremento de la renta de la tierra. Los prebostazgos mayorazgos formados por talleres artesanales, huertas y casas de labranza, ferrerías, astilleros, etc. fueron patrimonio de las familias de mercaderes dedicadas al floreciente comercio ultramarino.

Durante los siglos XVI y XVII, se generó una nueva clase social dominante, basada en prebostes rurales o propietarios de varios centros de producción. Esta nueva oligarquía fundaba prebostazgos y mayorazgos, acaparando una gran cantidad de terrenos, huertas de labranza, ferrerías o astilleros, y en los casos más elevados se apropiaron de señoríos y obtuvieron títulos nobiliarios.

La inversión más acusada en estos centros de producción se produjo, poco a poco, entre quienes habían formado un capital fuera de las tierras vascas, tanto dentro de España como en las tierras descubiertas en América: contadores de hacienda, secretarios y consejeros reales, gobernadores, administradores de rentas, financieros, militares, marineros, mercaderes, etc. Esta emergente clase social, que controló la economía y la política, consiguió su fortalecimiento local logrando posiciones de poder en la burocracia real, en la Corte austracista de Madrid y en sus diversas instituciones a su servicio. Ejercieron cierta función de "centralidad" con respecto a unas provincias en vías de formación, que no eran aún sino un agregado heterogéneo, y muchas veces contradictorio, de comunidades locales que configuraban un "espacio político policéntrico formado por agregación".

BILBAO, SIGLO XVI

Estos oligarcas consiguieron una importante capacidad de arbitraje en la resolución de conflictos entre villas. También obtuvieron cargos en la Corte y en las Provincias para sus allegados y deudos, contribuyendo a la configuración de una red clientelar de linajes dominantes en las Provincias Vascas.

Desde estas posiciones, se promocionaban a amigos y allegados en cargos provinciales al servicio del rey, como superintendentes de fábricas y plantíos de Guipúzcoa, superintendentes de las fábricas de Cantabria, o tenedores de los bastimentos y astilleros reales, y que estuvieron relacionados con ventajosos negocios particulares que prosperaron al arrimo de la Corona. Fueron los casos de los Idiáquez, Zuazola, Garibay, Aróstegui, Amézqueta, Echeberri, Ipeñarrieta, Araiz, Zárate, Gaztelu, Martínez de Ondarza, López de Recalde, Pérez de Ercilla, Bamboa, Berástegui, Arriola, Aliri, Insausti, Oquendo, Eraso, etc. Personajes que aunque establecidos en la Corte, personalmente o mediante familiares y amigos, mantuvieron su palacio, bienes y capital, ostentaron cargos honoríficos como secretarios de las Juntas Generales y de las Diputaciones, y gozaron de estrechas relaciones clientelares a través de fieles mediadores.

Un caso paradigmático de estas relaciones de interés fue la vinculación entre el consejero real Juan de Idiáquez y su administrador en San Sebastián, Domingo de Echeberri. La cuenca del Deva, canal de transporte de la lana castellana hacia los puestos marítimos consiguió el control de los Idiáquez; la saga de los Idiáquez se convirtió en la cúspide de una trama clientelar entre la provincia y la Corona. Su prestigio fue tan inmenso que fueron solicitados continuamente por las villas guipuzcoanas para conseguir privilegios y favores reales, o para defender los intereses frente a otras.

El prebostazgo de San Sebastián correspondió a los Engómez, familia de mercaderes gascones. El prebostazgo de Fuenterrabía, desde donde se exportó el hierro navarro a Burdeos e Inglaterra, estuvo en manos de los Benesa, una familia de marinos y mercaderes muy poderosa. Todo esto sirvió para caracterizar el advenimiento de una nueva clase burguesa.

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CASAS DE URDINOLA

Un gran ascenso de este nueva oligarquía señorial vasca fue aportada por la figura del indiano. Aquel emprendedor o aventurero que marchó a las Indias en el siglo XVI, consiguieron una fortuna en aquellas empresas del Virreinato del Perú o de la Nueva España y regresó a sus tierras de origen donde lo invirtieron. Fueron muchos los vascos que utilizaron su condición de hidalguía universal para llegar al Nuevo Mundo, siendo ejemplo de aquellos indianos vascos Martín García de Loyola o Francisco de Urdinola.

Martín García de Loyola, hermano de San Ignacio, regresó a Guipúzcoa después de hacer negocios en los virreinatos del Imperio español, comprado varios caseríos y tierras, en Azpeitia, Urrestilla y Beizama, y fundó el mayorazgo de Loyola.

Francisco de Urdinola, militar, administrador y comerciante, es otro notable ejemplo del ascenso socio-económico de esta elite indiana. A principios del siglo XVII, regresó para comprar la torre que consideró como origen de su familia, la casa de Urdinola, con sus centros de labranza, el caserío de Gabiria y las tierras de Laransadi y Elizquibe.

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De un modo general, las familias gobernantes de las villas a lo largo de los siglos XVI y XVII fueron aquellas que se hallaban vinculadas a las riquezas de la Corona y del imperio colonial. Esta vinculación, más o menos estrecha, sirvió para reforzar la articulación política de las villas y provincias en el seno de la Monarquía.

Las relaciones en la corte y en las elevadas instancias civiles y eclesiásticas, el control y dirección de economías pujantes a la sombra de la Corona, los cargos y honores al servicio del rey y el control de los cargos municipales y eclesiásticos fueron elementos importantes de la hegemonía en las villas de estas nuevas elites.

El prestigio y la influencia de estas nuevas élites se alimentaron también mediante su política de donaciones, fundando conventos, financiando iglesias y retablos, creando capillas, otorgando donativos a hospitales, a fundaciones asistenciales y a maestros de escuelas.

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