07/02/2020

La hidalguía nobiliaria de Blas de Lezo


La familia del almirante Blas de Lezo formaba parte de la pequeña nobleza local de la villa de Pasajes. Su familia había ganado expediente de nobleza en 1657 cuando se falló un juicio contradictorio contra los Ayuntamientos de San Sebastián y Pasajes, que le negaban ciertos derechos. Su tatarabuelo, Pedro de Lezo, había sido regidor alcalde de Pasajes a principios del siglo XVII, y entre sus antepasados se encuentra el religioso Domingo de Lezo, catedrático de filosofía y obispo electo del Perú, y que murió en Sevilla en 1574. Otro dato interesante, y que sin duda influiría en el ambiente marino de la familia, es que su abuelo Francisco de Lezo y Pérez de Vicente fuese capitán de mar y propietario del galeón Nuestra Señora de Almonte y San Agustín. Estas credenciales demuestras que la familia Lezo-Olavarrieta estaba bien situada socialmente en la villa de Pasaia de finales del siglo XVII.

La verificación de su pertenencia a una clase acomodada puede corroborarse con un simple vistazo a la casa donde nació. Aunque no se trate de un edificio esplendoroso por su arquitectura o dimensiones, el simple hecho de ubicarse sobre el margen de la mar le otorga una preeminencia indudable que coloca a sus dueños entre gente de posición.


Durante el Medievo, la nobleza había sido la vertebradora de toda la sociedad, pero se había anquilosado en la Modernidad hasta convertirse en lo que Gregorio Marañón calificaría como "instrumento inútil"; o en frase de Ramiro de Maeztu, la nobleza española había transformado "a los caballeros cristianos en señores, y en señoritos después". De toda esta capa de población sería la alta nobleza la que más beneficio lograría sacar al sistema aristocrático, construyendo su preeminencia sobre la debilidad real.

Hacía mucho tiempo que había caído en el olvido el sabio consejo de Carlos V a su hijo Felipe II de no permitir que nadie se engrandeciese demasiado a la sombra del rey. De esta manera, el rey había delegado el ejercicio de su poder en los validos, con lo que el clientelismo y la corrupción se extendieron por todo el reino. La nobleza media constituiría un serio grupo de presión repartiéndose los cargos públicos en torno al eje de la pertenencia a uno de los Colegios mayores de Salamanca, Valladolid o Alcalá. Mientras tanto, la pequeña nobleza local permanecía instalada en sus privilegios asentados sobre una estructura municipal corrupta. La decadencia había llegado a todas partes.


Del carácter que Blas de Lezo más tarde manifestaría no parece deducirse que este sentimiento de decadencia hubiera calado demasiado. A veces, las muestras de excesivo celo en la defensa del honor han de interpretarse como manifestación de inseguridad sobre la posición que se ocupa. No parece que fuese el caso de Blas de Lezo, por una razón esencial. El origen remoto de la nobleza se encuentra en su función con respecto a la totalidad de la sociedad. Durante la Reconquista, eran los guerreros los que se ocupaban de garantizar la defensa frente a toda amenaza exterior y precisamente ese servicio la comunidad era lo que les otorgaba su posición de privilegio y nobleza. Ese fue exactamente el caso de Blas de Lezo. El sentimiento de pertenencia a una clase llamada al servicio por los demás fue un ideal que permaneció en su mente durante toda su vida.

Las relaciones de la familia Lezo Olavarrieta con el resto de la nobleza local se infiere de la misma partida de bautismo de Blas, en la que figuran como padrinos Joseph de Lezcano y María teresa de Olavarrieta, siendo relevante del primero que consta como caballero de la Orden de Santiago. De este último hecho no hay que extraer consecuencias apresuradas, sino ponerlas en contexto. En Guipúzcoa era ancestral la reivindicación de hidalguía para todos sus habitantes. Vieja tradición que hace que todo hijo de esta tierra se considere hidalgo. Mientras que en Castilla la separación total con el pueblo hacia que los nobles no se relacionasen con sus inferiores, en el norte del Reino de España la situación era diferente. De esta manera existía en Guipúzcoa un sentimiento de comunidad, rasgo distintivo que no se encontraba en el resto del Reino.

Esta idea de comunidad sería muy importante en una vida como marino. Dentro de un barco de la Real Armada, todos dependen de todos, con el papel de cada uno marcado por una férrea disciplina, la conciencia de pertenecer al grupo resulta indispensable.

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