El reinado de Sancho I Garcés en Pamplona tuvo lugar entre los años 905 y 925, siendo el primer rey de la dinastía Jimena. Su política exterior se basó en recuperar los territorios arrebatados por los Banu Qasi del valle del Ebro. Estos eran una poderosa dinastía de musulmanes que controlaban grandes territorios del valle medio del Ebro, descendientes lejanos del conde Casius, un aristócrata godo que se convirtió al Islam en el 714 para mantenerse en el poder.
El proyecto de Reconquista que emprendió Sancho I hacia el 910, la llevó a la práctica en el cuadrante suroccidental de la actual Navarra, entonces País de Deio, que comprendía las tierras entre el Arga y Álava. El resultado final fue la toma de la fortaleza de San Esteban sobre el monte Monjardín.
La batalla de Valdejunquera enfrentó a los tres monarcas más poderosos de la península ibérica de comienzos del siglo X, es decir, a Sancho I Garcés, rey de Pamplona, y Ordoño II, rey de León, contra Abderramán III, emir de Al-Ándalus. El escenario fueron los valles de Guesalaz y Yerri el 26 de julio del 920.
Valdejunquera debió de corresponder a algún modesto paraje de Guesalaz, situado con toda probabilidad entre los concejos de Muez, Irujo y Arguiñano.
ORDOÑO II Y SANCHO I |
El emir Abderramán, de claros orígenes navarros, viendo que sus generales eran derrotados una y otra vez por los reyes cristianos del norte peninsular, decidió ponerse al frente de un poderoso ejército. Partió de Córdoba el 4 de junio del 920.
El joven rey pamplonés Sancho Garcés I mantuvo un férreo cerco a la ciudad mora de Tudela, que gobernaba un Banu Qasi. El emir pasó por Toledo y enfiló el camino de Atienza hasta alcanzar Medinaceli (Soria). Allí, en vez de internarse por el desfiladero del Jalón, ruta habitual del valle del Ebro, se dirigió a tierras del Duero, donde emprendió una dura represión, arrebatándole al rey de León las plazas que tres años antes se había anexionado. Desde San Esteban de Gormaz, en apurada marcha de cinco días, cruzó el Ebro y se presentó al fin en la sitiada Tudela, el 19 de julio, un mes y medio después.
El rey Sancho, incapaz de hacer frente a tamaña fuerza, retrocede a Calahorra y Arnedo, momento que debió de aprovechar para pedir ayuda a su amigo Ordoño, que según el historiador José María Lacarra, se hallaba por tierras de Nájera. Liberada la ciudad, el emir envía por delante a la caballería al mando del gobernador Banu Qasi, que por las inmediaciones de Sartaguda pasa el Ebro y toma al asalto la fortaleza de Cárcar. Pero no se detiene ahí, sino que se dirige hacia el corazón del País de Deio, arrasando todo lo que encuentra.
El objetivo primordial tan al norte no podía ser otro que recuperar el castillo de San Esteban sobre el Monjardín, que el rey Sancho había conquistado hacia el 910.
La empresa prometía ser ardua, por lo que la caballería debió de esperar al emir, que se hallaba en Calahorra. Desde Arnedo, también Sancho se puso en marcha hacia Deio, con el propósito de defender el enclave, pero viendo que el ejército del gobernador acampaba en Dachero o Dixarra, un paraje a orillas del Ega que mencionan las crónicas árabes, se lanzó al asalto por el glacis del Montejurra. Fracasó en la contienda y se vio obligado a huir hacia los montes de la sierra de Andía, únicos que podían acogerlo en aquellas circunstancias. Al cabo de la jornada llegó por fin Abderramán.
MAPA DEL VALLE DEL EBRO |
Por otra parte, Ordoño había conseguido unir sus fuerzas a las de Sancho en el transcurso de las últimas horas. El leonés habría cabalgado por Álava hacia el valle de la Barranca, y por el de Zumbel, entre Urbasa y Andía, habría ido al encuentro de Sancho. El más que previsible asalto moro al castillo del Monjardín quedaría descartado ante lo más apremiante: perseguir a los cristianos, a los que encuentran finalmente en los valles de Guesalaz y Yerri, bien porque buscaron un lugar propicio para el combate o bien porque acabaron atrapados tras la férrea persecución.
El día de la lucha llegó el 26 de julio del 920. El emir logró vencerlos, causándoles gran mortandad. Los reyes huyeron, salvándose por los montes. Los musulmanes emplearon tres días en destruir pueblos y cosechas de los valles y, retornando al Ebro por la ruta de Atienza, se presentaron en unas semanas en Córdoba, portando cientos de cabezas cristianas que exhibían orgullosos.
La batalla de Valdejunquera de 920 es celebrada en Anzuola (Guipúzcoa) el 15 de agosto de cada año, conocida como Fiesta del Moro, o Alarde de Antzuiola. Indudablemente, participaron los guipuzcoanos en la batalla ya que en aquellos momentos eran parte del Reino de Pamplona.
La realidad histórica es que Abd al Rahman III venció a los pamploneses bajo el mando del rey Sancho I Garcés y a los leoneses coaligados. Una tradición popular pretende que los mozos de Anzuola acudieron en socorro de los vascones llegando a ponerse en contacto con el enemigo musulmán al día siguiente de la batalla, que fue una derrota cristiana. Los de Anzuola, según la leyenda, se habrían apoderado de una bandera mahometana con otras presas.
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