10/02/2022

Corso vasco en los siglos XVI y XVII


A solicitud de las Juntas de Guernica, en 1498, Fernando el Católico concedía licencia de corso a los armadores de navíos guipuzcoanos y vizcaínos para atacar barcos franceses, respetando a los nacionales y los de estados aliados.

En el siglo XVI, con el descubrimiento y control de las Indias unido a las posesiones heredadas en Europa por Carlos V, el panorama geoestratégico fue cambiando, suscitando en otras monarquías inquietud y envidia, sobre todo, de ingleses y franceses.

Con motivo de las Guerras Italianas contra Francia, en 1525, el emperador autorizó armar en corso
a todos los súbditos de forma generalizada, por tanto incluyendo a guipuzcoanos y vizcaínos. En la nueva patente de corso permitía a los practicantes la merced del quinto, anteriormente a disposición a la Real Hacienda en las presas que se consiguiesen. Con este aliciente, la actividad marítima aumentó, cuya consecuencia fue fuerte incremento del número de buques de guerra que armaron los puertos de la costa vasca en los años inmediatos. Las presas que hicieron en los mares cercanos a Francia y Holanda fue muchas con respecto a décadas anteriores.

GALEÓN DEL SIGLO XVI

A partir del enfrentamiento entre Carlos V y Francisco I, del que salió vencedor el primero, el monarca francés estableció en San Juan de Luz un centro de espionaje y desarrollo de corso contra los buques españoles que partían de puertos cántabros, hacia las Indias, Flandes o el Mediterráneo. Desde entonces, el corso fue recíproco. La Real Armada española se volvía vigilante y escolta de los barcos mercantes cargados de metales, armas, y otras mercancías en las rutas oceánicas al servicio de la Corona española. Numerosos corsarios atacaban a barcos que regresaban desde América.

Existen noticias de corsarios y piratas vascos en todos los mares, varios jauntxos guipuzcoanos fueron capaces de armar, entre 1552 y 1555, unas 350 naves con las que controlaron el mar Cantábrico desde Galicia hasta Bretaña.

En esos pocos años apresaron más de un millar de embarcaciones de todos los tamaños y el valor de las mercancías incautadas rondó el millón de ducados. En estas escaramuzas corsarias perdieron la vida un millar de guipuzcoanos. En algunos casos, los piratas compartían en puerto el botín con la población, empezando por el alcalde, que los recibían con grandes vítores. Aquellos marinos corsarios, enriquecidos por las presas, construyeron edificios soberbios en sus puertos y villas.

CUBIERTA DE EMBARCACIÓN CORSARIA

El siglo XVII fue la época dorada del corso vasco y los puertos de Guipúzcoa estaban a la cabeza de este tipo de prácticas. Por una parte, es una zona en la que el enemigo estaba relativamente cerca (franceses, ingleses, holandeses, portugueses, etc.); por otro, las rutas comerciales que comunican la península Ibérica con el norte de Europa pasaban por los puertos vascos.

Esto contribuiría a la disposición de la población a ser corsaria. Se podría hablar de factores psicológicos, como la hidalguía universal, que suponía el privilegio de usar armas. De hecho, no solo existió una prospera industria armera, sino además una cierta predisposición hacia el uso de estas por parte de los pobladores de esta zona.

En la mentalidad de la época, la práctica corsaria era una forma de obtener honores. Los grados se conseguían en los campos de batalla y, al final, se estaba sirviendo a tu rey, a tu patria y a tu Dios.

Hubo cuestiones que sobrepasaban los límites legales establecidos: cuál es la rapiña legal y cuándo se sobrepasa. En alta mar, sólo estaban ellos y el enemigo, por tanto hubo acusaciones de excesos cometidos contra tripulantes. El objetivo del corso era robar el cargamento que iba en el barco, pero también hubo acusaciones por robo de pertenencias personales a los tripulantes.

CORSARIOS DEL SIGLO XVII

Una de las diferencias entre piratería y corso es que en este último caso se celebraba una vista judicial sobre todo apresamiento que se realizaba. Se decidía si el apresamiento era legal o ilegal. Si era ilegal, se devolvía la carga.

En el siglo XVII, San Sebastián y Fuenterrabía fueron las dos principales plazas corsarias de la península Ibérica. Eran auténticos nidos de corsarios, entre 1618, fecha en la que estalló la Guerra de los Treinta Años contra Holanda, y 1635, año en que se inició la Guerra franco-española. Entonces, las dos localidades guipuzcoanas se convirtieron en las principales suministradoras de corsarios al servicio del rey.

El floreciente comercio con América y el monopolio sevillano propiciaron también el auge del comercio ilegal en la provincia hasta que, en 1728, con la creación de la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas, el monopolio del comercio con Venezuela recayó en la empresa de accionistas del territorio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario