08/01/2025

Incorporación de Navarra a la defensa fronteriza de España (1512-1640)


Tras la anexión de 1512, Navarra es el límite occidental de España con Francia, frontera que adquiriría una gran importancia estratégica debido a su posición estratégica. Salvo concretas excepciones, la importancia del frente navarro no fue tanta como al final resultó la frontera pirenaica de Cataluña. Una vez solventadas las diferencias con Castilla, la peculiar incorporación de Navarra a esta, posibilitó la coordinación en los proyectos militares de la Corona, gracias a la mediación de sus virreyes, que también eran capitanes de frontera, y que consiguieron atraer efectivos humanos y monetarios. Esta colaboración consistía en la movilización de tropas, la vigilancia de la frontera, la aportación de vituallas para las tropas, la construcción de fortificaciones y en actividades de guarnición.

La Corona tuvo especial interés en nombrar oficiales de tropas y altos mandos a naturales del virreinato, tratándose de nobles que gozaran de prestigio entre sus vecinos, ya que posteriormente la contratación de efectivos militares sería más fácil y fidedigna si era realizaba por nobles navarros que por extraños. Estas necesidades de recursos humanos y técnicos de índole militar se alcanzaron a las Provincias Vascas, especialmente a Guipúzcoa, donde la defensa de Fuenterrabía, San Sebastián y otras plazas constituyeron siempre un objetivo principal.

ÍÑIGO DE LOYOLA HERIDO EN LA DEFENSA DE PAMPLONA

Tras la anexión y la paz con Francia, fueron tres las compañías militares que se establecieron en territorio navarro: una en la frontera, otra en Pamplona, y otra en Sangüesa y Tafalla. El castillo "nuevo" de Pamplona, un cuadrado con torres circulares en las esquinas, quedó obsoleto en la segunda mitad del siglo XVI. Felipe II ordenó la remodelación de la ciudadela acorde a las tendencias poliorcéticas y adelantos arquitectónicos de los ingeniero militares de la época.

La participación militar estaba regulada por las leyes establecidas del reino y los usos y costumbres tradicionales, tratándose de métodos de reclutamiento de origen medieval, efectuados por el virrey que también era el capitán general, y que incluía a toda la población útil comprendida entre los 18 y los 60 años de edad.

La tradición navarra siempre había considerado que la ley foral que ordenaba la movilización de sus habitantes estaba referida exclusivamente cuando un ejército enemigo extranjero invadía el territorio o asediaba una villa o castillo, además el rey debía mantener los gastos de manutención de las tropas levantadas. Pero lo virreyes hicieron otras interpretaciones a esas restricciones alegando otras necesidades defensivas y la obligación que tenían los súbditos de contribuir a su rey y con sus propios recursos en los proyectos militares fuera de sus fronteras. Así ocurrió en los sucesos bélicos de 1543, 1558, y ya en el siglo XVII, en 1636-37, 1638 y 1640.

SOLDADOS DE INFANTERÍA EN LA FRONTERA NAVARRA

En este contexto, la expedición contra San Juan de Luz, dirigida en 1558 por el virrey, el duque de Alburquerque, logró la movilización de caso 4.000 navarros a costa de los pueblos que los proporcionaban. Los capitanes que dirigieron aquellas tropas fueron elegidos por el rey de entre los caballeros navarros que mejor estuviesen considerados, de esta forma los soldados obedecerían sus órdenes por arriesgada que fuese su misión.

En este suceso de 1558, el virrey no pretendió contravenir el Fuero General de Navarra, tan sólo aplicar la obligación que tenían los varones entre 20 y 60 años de servir a su rey con armas y provisiones para tres días, mientras que las Cortes navarras especificaban que el servicio militar era de carácter voluntario en caso de guerra defensiva y acarreando el rey los gastos.

A pesar de ello, las Cortes de Sangüesa recibieron una disculpa formal y un ofrecimiento de compensación económica, con la promesa de no volverlo a repetir.

Pero cuando dio comienzo la guerra contra Francia de 1635, la Cortes ordenó la obligación que tenía Navarra de contribuir con hombres para ayudar al reino. El conde-duque de Olivares y su Unión de Armas incluía a los territorios forales en la aportación de voluntarios, cuyas demandas se oficializaron entre 1636 y 1642.

En cuanto a reclutamientos generales, estos fueron excepcionales. En el invierno de 1636-37, el virrey marqués de Valparaíso levantó casi 10.000 hombres para un ataque sobre Francia. Continuó, en 1638, con otra movilización de otros 4.000 realizada por el marqués de Vélez en ayuda del sitio de Fuenterrabía. Y en octubre de 1640, el nuevo virrey duque de Nochera levantó dos tercios de unos 1.000 hombres cada uno, que se incorporaron al ejército castellano destinado a sofocar la sublevación de los catalanes.

SITIO DE FUENTERRABÍA DE 1638

Más frecuentes fueron las movilizaciones municipales que a nivel particular organizaron los alcaldes de las villas pirenaicas en la vigilancia fronteriza de forma permanente, y cuyas milicias defendían de ataques enemigos los pastos y los montes limítrofes con Francia. Estos enfrentamientos en ocasiones desembocaron en guerras particulares con sus vecinos al otro lado de los Pirineos. Pero su actividad proporcionaba al rey una buena información y un eficaz servicio de vigilancia fronteriza.

Las villas de la Zona Media y la Ribera fueron destinadas a alojar las tropas de tránsito, cuyos itinerarios y lugares de acogida eran decididos por la Diputación, previa solicitud del virrey.

Durante el tránsito de tropas se producían quejas de la población cuando sufrían las consecuencias de la presencia de tropas en el territorio: requisición de animales de tiro y carga así como de carruajes, prestación de jornadas de trabajo en fortificaciones y acarreo de animales, embargo de cereales a bajo precio para asegurar el abastecimiento de las tropas.

Los alojamientos y requisas llevadas por las tropas provocaron enfrentamientos directo entre paisanos y soldados, situaciones que fueron considerables tras la guerra contra Francia en 1618 y desde el comienzo de la guerra de los Treinta Años en 1635. Aunque ni fueron generales a todo el territorio navarro y ni degeneraron hasta las sublevaciones de los campesinos de Cataluña en 1640.

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