14/07/2019

Diálogo entre Blas de Lezo y su mujer Josefa, por Pablo Victoria


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CALLE BLAS DE LEZO EN MÁLAGA

Así narra el libro de Pablo Victoria El día que España derrotó a Inglaterra, un supuesto diálogo entre Blas de Lezo y su mujer Josefa de Pacheco, en varias situaciones del sitio de Cartagena de Indias de 1741. Lejos de ser una fiel reproducción de la historiografía realista y verdadera, este diálogo no deja de ser una aportación literaria de su autor al género de novela histórica:

Lezo: Josefa, debes salir de Cartagena cuanto antes, mientras queda tiempo. Esta plaza se va a perder.
Josefa: ¡Qué dices! ¿Que te deje aquí? ¿De qué me estás hablando? Yo me voy a quedar en Cartagena el tiempo que tú estés aquí defendiéndola. Ni sueñes que me voy a ir. Mientras tú estés aquí, yo me quedaré contigo. Sé que no permitirás que está ciudad caiga en manos de los británicos. Aquí me quedo, Blas.

El momento crítico se produce cuando cae la primera línea. Lezo llega a su casa deshecho, agotado, y allí encuentra su mujer, que, obstinada no se ha marchado. Pablo Victoria lo dice así:

Josefa: Qué aspecto tienes, Blas. ¿Qué es lo que ha ocurrido?
Lezo: Ruégale a Nuestra Señora de la Soledad y Desamparo para que Dios se apiade de nosotros. Se rompió la primera línea. Cartagena está perdida, Josefa, y estamos solos. Debes partir.
Josefa: No partiré. Y descansa ahora, que es tarde y debes de estar agotado. A Dios gracias, estás sano y salvo. Ah, pero... estás sangrando...
Lezo: ... del corazón. Sí, es muy tarde, Josefa.
Josefa: No lo es mientras tú estés con nosotros. Lo sé. Lo sé.

Eslava, después de su testarudez y equivocación en las defensas, constata que se ha equivocado y da a Lezo el mando sobre la defensa.

El final del episodio es, pese a la rotunda victoria sobre los ingleses, desdichado, como tantas veces en nuestra historia. Los celos de Eslava a Blas de Lezo movieron al virrey a enviar informes a la corte atribuyéndose la victoria y calumniando al almirante: la peste que diezmó a los ingleses se lo llevaría también a él. Era el 7 de septiembre de 1741 cuando nuestro almirante guipuzcoano rindió su vida. Pablo Victoria lo describe así:

Josefa: ¡Llamen al médico!
Lezo: ¿Y qué dirá de mi el Rey?
Josefa: Tranquilo. Todo se aclarará.
Lezo: ¿Y qué había que aclararse? Josefa, llámame al barbero, que quiero morir limpio y afeitado. Ah, y entiérrame con mis patas, porque seguramente las voy a necesitar al otro lado. Y dile a mis hijos cuánto los amo y que el más triste remordimiento que llevo es no haber pasado más tiempo con ellos; pero explícales que tenía que cumpli con otros deberes... Josefa... He vivido con honor. Deseo morir con valentía. Sólo me acobardo ante la idea de dejarte sola y sin recursos... Ni siquiera hay dinero para mi entierro... En el cofre que guardo en el desván hay unos pesos; apenas son suficientes para un ataúd... Dile al obispo que permita que me entierren en la capilla de la Vera Cruz de los Militares; allí, junto al convento de San Francisco. Luego vete al Reino de España con los hijos...
Josefa: ¿Y por qué quieres que te entierren allí, Blas?
Lezo: Porque allí estoy cerca de la pólvora y del arsenal de mis navíos, que es lo que he vivido y el único recuerdo que dejo para la historia. Ah, pero defendiendo a España y defendiendo a Cristo...
Josefa: Blas...
Lezo (delirante): ¡Fuego! ¡Fuego!

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MONEDA DE BLAS DE LEZO

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