PATRIOTAS VASCOS Y NAVARROS

TERRITORIO

ANTROPOLOGÍA SOCIAL Y CULTURAL

25/02/2025

Título del Señor de Vizcaya


El Señorío de Vizcaya siempre estuvo encabezado por una persona ajena al mismo, en el sentido de no estar integrado en el sistema de linajes y bandos vizcaínos, pero se situó por encima de estos como autoridad suprema. Esta autoridad tenía un carácter jurisdiccional y, en cierto modo, estaba mediatizada por las Juntas Generales celebradas a requerimiento de los Parientes Mayores.

La autoridad señorial se vio difuminada a partir de 1379, ya que el señor de Vizcaya se convirtió en el propio rey de Castilla, y más tarde monarca de España, lo que hacía confundir a ambos poderes y beneficiar a los vizcaínos, en el sentido de alejar aún más la autoridad señorial respecto a su territorio.

Pero aunque difuminada, la autoridad del señor se mantuvo sobre el Señorío de Vizcaya, y su tenencia sobre las Provincias de Álava y Guipúzcoa, así como sobre sus habitantes, a los que aquel denominaba sus hidalgos y labradores o bien sus vasallos. Estos, en reconocimiento de su señorío y según su propia condición, le pagaban tributos o le prestaban servicios de armas.

Hidalgos del señor eran aquellos que prestaban servicios militares, recibiendo normalmente a cambio mercedes y privilegios. El resto de los vizcaínos eran pecheros del señor, quienes contaban a su vez con sus propios labradores, los llamados censuarios en la Baja Edad Media, a los que libremente podía donar o enajenar tanto a favor de otros nobles como de las villas.

señores Vizcaya Haro Lara Castilla
SEÑORES DE VIZCAYA JUNTO AL REY DE CASTILLA

Como señor jurisdiccional de Vizcaya obtenía rentas provenientes tanto de los pechos pagados por los habitantes de las villas y los labradores, como del ejercicio de la justicia, derechos derivados de los prebostes de las villas y, sobre todo, los derechos de las ferrerías, cobrando también algún censo más. Junto a esto, el señor gozaba también de ciertas propiedades: montes y seles, como queda de manifiesto en el Cuaderno de 1342, cuando se delimitó la propiedad que correspondía a los hidalgos y al señor.

No obstante, el señor de Vizcaya debía recibir sólo una parte, a veces mínima, de todos estos derechos. Tanto antes como después de que dicho Señorío recayera en la Corona, las donaciones eran abundantes y fueron aumentando a lo largo de todo el período. Ejemplos de este hecho los hay en abundancia y en ellos se donaba tanto determinadas cantidades de maravedís, generalmente para el mantenimiento de flotas mareantes que aseguren el apoyo armado del receptor, como monasterios con todos sus derechos.

Desde los siglos XI y XII, tanto los reyes de Navarra como los de Castilla, alternativamente, encontraron a veces resistencia en los señores de Vizcaya para imponer su dominio y autoridad. El historiador Juan Antonio de Ibarra cita varios casos:

1. Sancho VI el Sabio, rey de Navarra, fue rechazado en 1160 por Lope I Díaz de Haro

2. Fernando III el Santo, rey de León y de Castilla, llegó a Valmaseda pero se detuvo al pactar con Diego III López de Haro

3. Sancho IV el Bravo, rey de León y de Castilla, mató a su valido y gran jerarca en el Reino de Castilla, Diego IV López de Haro, en Alfaro, en 1288, y luego ocupó Vizcaya por la fuerza (salvo Orduña y Valmaseda), retirándose después.

4. Fernando IV, Alfonso XI y Pedro I, reyes de León y de Castilla, realizaron sucesivos intentos de ocupación de castillos y casas fuertes con el propósito de imponer su poder en el Señorío, fracasando en sus intentos.

SEÑORES DE VIZCAYA EN LAS JUNTAS DE GUERNICA

En aquellos tiempos, esto sucedía en muchas zonas de los Reinos de Castilla y Aragón, donde grandes magnates semi-soberanos imponían su poder por sus señoríos. Pero estos hechos se produjeron para imponer la autoridad real ante señores díscolos o por razones familiares en casos sucesorios; en ningún caso para suprimir libertades y fueros de que gozaran muchas regiones y villas de los reinos medievales. Por otra parte, los señores de Vizcaya, Haros o Laras, aceptaron siempre la autoridad superior de los reyes navarros o castellanos, de los que en cierto modo eran vasallos, con las rebeldías y cambios de bandos que eran corriente en aquellos tiempos.

Según Juan Antonio de Ibarra, el señor de Vizcaya era soberano e independiente en su territorio y vasallo de los reyes de Navarra o Castilla, sólo en los estados que les concedían en sus Reinos, pero no en el Señorío. Es un juego inteligente sobre ficciones jurídicas, pero sin peso histórico suficiente en relación a la realidad de los hechos. El propio Ibarra reconoce que:
"los vínculos y ligaduras entre los Señores de Vizcaya y los Reyes de Castilla fueron tantos que caminaron juntos en muchas empresas durante la Reconquista y parecieron en algunos momentos estar unidos políticamente."

"Relativamente soberanos e independientes" respecto a la Corona, señores de horca y cuchillo, con sus propias mesnadas, inclinándose por un bando o por otro, al servicio del rey o enfrentándose a él, lo fueron los Guzmán y los Ponce de León en Andalucía, los Fajardo en Murcia, los Pardo de Cela en Galicia, los Benavente en Zamora, los Mendoza en tierras de Guadalajara y de Madrid, etc., y fueros y privilegios tuvieron muchas ciudades. La diferencia con Vizcaya, muy importante históricamente y respetable en lo político y jurídico, estuvo en la especie de capitanía de lo vasco ancestral que tomó esta admirable zona vasconizada en la Edad Media, manteniendo con afán su singularidad histórica, que los reyes de Castilla, y de España después, no sólo aceptaron sino que juraron y conservaron.

Sepultura señor Vizcaya Casa Haro claustro monasterio Santa María Real Nájera
SEPULTURAS DE SEÑORES DE VIZCAYA

21/02/2025

Francisco Antonio Echánove y Echánove


Ingeniero de caminos, canales y puertos, y agrónomo. Fue ingeniero-jefe de obras públicas de las Provincias Vascongadas y Navarra en 1848, dedicado a tareas como adecuación de nuevas técnicas en procesos productivos del hierro, diseño y mantenimiento de caminos, asesoramiento en la construcción de vía férreas, mejora de la industria de molienda de los cereales, colaborador en comisiones y editor de informes y memorias, entre los que destaca el Informe sobre modificaciones en las forjas para mejorar la fabricación del hierro, en 1831.

FRANCISCO ANTONIO ECHÁNOVE Y ECHÁNOVE

Francisco Antonio Echánove y Echánove nació en Vitoria, en 1797. Pertenecía a una familia vizcaína de Mañaría, en la que predominaban los constructores e ingenieros, con actuaciones en el País Vasco y en el norte de Castilla. Su padre, Manuel de Echánove, fue ingeniero y arquitecto, que trabajó como ayudante de la Inspección General de Caminos.

Entre 1811 y 1816, estudió en el Real Seminario de Nobles de Vergara, perteneciente a la Real Sociedad Económica Bascongada. Siendo alumno y socio de esta institución, dedicó su vida al estudio "con el fin de servir a la Patria perfeccionando la agricultura, promoviendo la industria y extendiendo el comercio" como describen sus estatutos.

Entre 1817 y 1820, continuó en el Real Laboratorio Físico-Químico de Palacio.

En 1820, tras aprobar el examen, consiguió ingresar en la Escuela de Caminos y Canales de Madrid, que fue reabierta ese mismo año.

En mayo de 1822, consiguió un contrato como agregado del proyecto del canal que uniría los ríos Duero y Ebro, que no se finalizó.

En 1823, tras la restauración de Fernando VII en el trono español, la Escuela de Caminos fue obligada a cerrar por haber apoyado al gobierno constitucional.

Tras finalizar sus estudios, fue requerido por la Diputación del Señorío de Vizcaya para tomar parte de una Comisión de mejoras en la elaboración del hierro. En 1829, fue ascendido a director del proyecto Labranza experimental de ensayos, que pretendía conseguir una mejor eficiencia en la industria de las viejas ferrerías vizcaínas. Echánove tenía por delante la difícil tarea de fomentar un sector que se encontraba en crisis, y que aún no había renovado las técnicas de producción férrea.

A inicios de año, comenzó sus ensayos en las ferrerías de Anuncibay y Bedia. Los resultados de aquellas pruebas y mejoras quedaron impresos en el Informe sobre modificaciones en las forjas para mejorar la fabricación del hierro, que fue impreso por la Junta General de Guernica en julio de 1831.

REAL SEMINARIO DE VERGARA

Por solicitud de la Diputación, en los meses de octubre y noviembre Echánove emprendió un viaje por el sur de Francia e Italia, al objeto de visitar las ferrerías y analizar sus avances técnicos en siderurgia, como los altos hornos y el carbón mineral. Formaba parte de la llamada Comisión de mejoras en la elaboración del hierro, y pudo conocer numerosas instalaciones fabriles y agrícolas.

En Urdex, visitó una gran fundición al pie de los Pirineos, cerca de Canfranc, restaurada en 1828; los sistemas de riego instalados de Pau a Tarbes; algunos molinos harineros del valle del Garona; unos plantíos de moreras para obtención del gusano de seda en Lyon; la fábrica de tejidos de algodón en Tour du Pim; una plantación de cáñamo y una fábrica de guantes en Grenoble; varias ferrerías de acero en Ribes; fábricas de paños y papel en Chambery; y multitud de instalaciones y herramientas ganaderas u obras públicas por cualquier población de su largo itinerario hasta Turín.

De entre todos aquellos centros productivos, destacaron las fundiciones de hierro de Foix y Toulouse, donde pudo comprobar los mayores rendimientos de la metalurgia francesa, aunque ésta seguía usando carbón vegetal. La técnica francesa implicaba la mejora en rendimiento, que Echánove adaptó en su informe al caso vizcaíno, incluyendo modificaciones en el sistema productivo. Pero mantenía el sistema basado en carbón vegetal hasta mediados del XIX, no adoptaba la quema del carbón mineral como fuente de energía del alto horno británico.

Todas aquellas experiencias y conocimientos quedaron escritos en un Diario de viaje, en cuyo informe aseguraba la necesidad de adoptar las nuevas técnicas europeas en el sistema de producción férrea del Señorío.

En marzo de 1833, Echánove fue nombrado ingeniero de la Empresa del Real Canal de Castilla la Vieja, en la que también trabajaba su primo Francisco Echánove Guinea. Esta misma empresa le solicitó como director económico del proyecto Desagüe de la Laguna de la Nava de Campos, en Palencia, estableciéndose en Grijota, en mayo. Se acerba así a su gran vocación, la ingeniería agrónoma. El proyecto tenía dos objetivos: la explotación agrícola de más de 2.000 hectáreas de tierra que periódicamente se inundaban; y la prevención sanitaria de 4.000 vecinos de los pueblos próximos de contagiarse de fiebres desarrolladas por el estancamiento de las aguas. Pero, el proyecto no se materializó hasta 1839, debido a la oposición de los labradores de la zona y las trabas de la administración.

CANAL DE CASTILLA

Durante su estancia en el entorno rural castellano, pudo observar la rudimentaria obtención de harina en los molinos del Canal de Campos, donde aún se cernían las moliendas en cedazos cilíndricos movidos a brazo. Después de estudiarlo, propuso la transformación de este procedimiento por el sistema americano, con el que la limpia, molienda y cernido clasificado se hacían sin intermitencia, mediante maquinaria movida por ruedas hidráulicas o fuerza de vapor.

En febrero de 1837, se asignaron las tierras desecadas de la laguna a los nuevos propietarios labradores. Desgraciadamente, los vecinos de los pueblos colindantes reaccionaron destruyendo las obras de desecación y acondicionamiento como venganza, pues pretendían apoderarse de aquellos terrenos. El agua volvía a extender, lo que generó un retraso en el curso del proyecto.

En estos meses de 1837, Echánove recibió la dirección de la Jefatura económica de la empresa, de forma interina. Esto le sirvió para poner en marcha su proyecto de instalar una fábrica de harinas aprovechando el salto de una de las esclusas del canal, en Dueñas, cuyo funcionamiento sería mediante el sistema americano. Fue la primera productora del sector que introducía el sistema hidráulico en Castilla, en diciembre de 1838.

La empresa consiguió grandes resultados en el proceso productivo de harinas, que decidió construir otras dos instalaciones análogas. No solo incluyeron a todos los molinos del canal, sino de los de los ríos y cauces inmediatos, creando grandes beneficios a la agricultura, a los fabricantes y a la navegación. Echänove se había convertido en el precursor de las modernas fábricas de harinas en Castilla.

FÁBRICA DE HARINAS SAN ANTONIO DEL CANAL DE CASTILLA

En 1838, escribió un interesante estudio de carácter práctico Apuntaciones sobre el empleo de presidiarios en las Obras Publicas sobre su experiencia en el aprovechamiento de reclusos como mano de obra en la construcción del canal, y fue miembro de la Sociedad Económica Palentina de Amigos del País.

En 20 de julio de 1838 emprende nuevo viaje a Toulouse, pero como no podía atravesar el País Vasco en plena Primera Guerra Carlista, fue por Burgos a embarcarse a Santander. Tras arriar en San Sebastián, describió obras públicas, explotaciones ganaderas y agrícolas e instalaciones productivas tanto de poblaciones vascas como francesas por las que pasó, dejando un amplio Diario de viaje sobre sus observaciones. Sobre las comunicaciones entre ciudades, Echánove trataba de introducir en la conservación de los caminos de España todos los adelantos apreciados por él mismo en las carreteras de Francia.

En 1839, terminaba sus servicios en la Empresa del Canal de Castilla y pasaba a trabajar en la dirección del Camino Carbonífero de Asturias, con residencia en Oviedo. Era requerido por otras empresas debido a su conocimiento sobre el mantenimiento de caminos y la construcción vías férreas, redactando informes y proyectos.

En octubre de 1840, Echánove fue destinado a la dirección de las obras públicas del distrito de obras públicas de Burgos, ciudad en la que se instaló. Desde este cargo, pudo introducir adelantos que había estudiado en el último viaje por el sur de Francia. Un año después, publicó la obra Reglamento para el servicio de camineros en la conservación de caminos.

En 1845, casó con Elena Arcocha, con la que tuvo diez hijos. Pertenecía a familia de abolengo vascongado procedente del valle de Orozco, que se afincó en Burgos en el siglo XVIII.

A mediados del siglo XIX, el gobierno constitucional de Isabel II emprendió un plan de construcción de líneas de ferrocarril en España. En agosto de 1848, Echánove fue nombrado ingeniero-jefe obras públicas de las Provincias Vascongadas y Navarra, con residencia en Vitoria.

FERROCARRIL DEL NORTE

En 1851, Echánove fue solicitado por el ayuntamiento de Vitoria para formar parte entre los expertos de la Comisión del Ferrocarril del Norte para ejecutar una vía férrea que uniese los ríos Ebro y Bidasoa pasando por Vitoria, cuya construcción estaba asignada a una empresa de Bilbao por el gobierno central. La comisión tenía que decidir si prestar apoyos materiales a la línea del Ferrocarril del Norte y establecer el mejor itinerario desde el punto de vista económico y ejecutivo.

En 1852, a petición del ayuntamiento, emitió un dictamen final sobre el trazado de la línea férrea Ebro-Bidasoa pasando por Vitoria, la primera en el norte de España. Un año después, formaría parte de la comisión que gestionase la concesión de la línea del ferrocarril del Norte junto a otras dos personas destacadas de Vitoria.

Ascendido a ingeniero inspector del Distrito de Valladolid, en 1854, tuvo a sus órdenes en Präxedes Mateo Sagasta, que estaba destinado en Zamora por ser diputado y jefe de la Junta Revolucionaria de esta provincia.

En 1855, Echánove abandonó voluntariamente su puesto en el Cuerpo de Ingenieros de Caminos, tras más de treinta años de servicios al Estado. No estaba interesado en seguir siendo inspector general o consejero de obras públicas, en continuar con sus asesoramientos viales e industriales. Decidió dedicarse a proyectos personales de explotaciones agrícolas en las provincias de Palencia y Burgos, pues la agronomía era su auténtica vocación.

Así, se instaló en terrenos rústicos de Dueñas, propiedad de su mujer, provincia de Palencia y cercano a Valladolid, estableció su propia Granja del Pasatiempo, basada en explotaciones agracias y ganado lanar y vacuno. Para realizar experimentos de cultivos aprovecho el monasterio de San Isidro de Dueñas, que había adquirido en subasta en 1852, tras la desamortización de los bienes de la Iglesia por Álvarez de Mendizábal.

Ayudado por una escogida biblioteca de agricultura, escribió algunos folletos que publicó en Burgos con la intención de divulgar la ciencia agrónoma. No eran trabajos originales tras una severa investigación, pues la finalidad era la aplicación práctica entre la clase trabajadora más ignorante. Aquellos informes tenían por títulos Memoria sobre el cultivo de la remolacha (1859) y Medios prácticos para la fabricación de vinos tintos y claretes (1865).

Aunque hizo referencia al carácter industrial de la planta productora de azúcar y del vino, se centró más en aspectos relacionados con el cultivo (terrenos, labores, semillas, almacenaje, épocas y métodos de siembra, etc.). El informe de la remolacha fue abordado como planta forrajera para alimento de ganados, especialmente durante el largo invierno de Castilla.

El folleto Medios prácticos para la fabricación de vinos tintos y claretes (1865) fue lanzado al alcance de labradores e industriales para exponer conocimientos útiles.

En 1884, publicó en El Diario Palentino diversos artículos sobre Reformas urgentes para la mejora de la Agricultura en Esparza. En uno de ellos, Los intereses de Castilla, proponía la fundación de cooperativas vinícolas por parte de vinicultores de las márgenes del Pisuerga.

FRANCISCO ANTONIO ECHÁNOVE Y ECHÁNOVE

Fue vicepresidente de la Junta de Agricultura de Burgos y, en 1859, al celebrarse una exposición agrícola en Valladolid, propuso la creación de una Sociedad Castellana de Emulación y Fomento. El espíritu de esta sociedad era "La unión hace la fuerza", y su divisa "Todos y cada uno". Parece una clara imitación de la Sociedad Económica Bascongada de Amigos del País que tanto conocía Echánove, cuyo lema era "Las tres son una" (Irurak bat).

En 1867, intentó montar en ciertos terrenos desecados una gran explotación agrícola, aunque no logró superar las dificultades burocráticas y la incomprensión de los agricultores de la zona. En 1876, remitió un escrito a la Dirección General de Agricultura encomiando la importancia de la repoblación forestal.

Una Real Orden de noviembre de 1856 facultaba al gobernador de Burgos a nombrar a Echánove como regidor de Obras y Aguas, y de Paseos y Arbolados de la ciudad, muy acordes ambas con su profesión y sus aficiones, pero sin su consentimiento. Rechazó el cargo en varias ocasiones, ausentándose ya en la primera sesión del Ayuntamiento. En su defensa aseguraba por misiva al gobernador:
"Me he propuesto dar a conocer nuevos útiles y prácticas agrícolas, cuya realización sin mi presencia sería imposible... hago un servicio práctico tan útil a la Agricultura como al Estado..."

Mantuvo un pleito de más de tres años con el ayuntamiento de Burgos hasta conseguir la anulación. Falleció en esta ciudad en 1895.


18/02/2025

Combate naval de las Dunas de 1639 por Antonio de Oquendo


La Guerra de Flandes enfrentó a la Monarquía española con las diecisiete Provincias de Unidas de los Países Bajos, con el fin de conseguir la independencia. La sublevación contra el monarca hispánico se inició en 1568 y terminó en 1648 con la firma del Tratado de Westfalia y el reconocimiento de la independencia de las siete Provincias Unidas que hoy forman Holanda. Las provincias que hoy forman los estados de Bélgica y Luxemburgo permanecieron leales a la Corona española. Tras un periodo de alto el fuego entre las potencias enemigas conocido como Pax Hispanica, el conflicto se reactivó desde 1618 hasta 1648, cuya denominación recibe el nombre de Guerra de los Treinta Años.

Durante el transcurso de esta guerra tuvo lugar la batalla naval de las Dunas, entre las armadas española y holandesa, tuvo lugar el 21 de octubre de 1639 en la rada de las Dunas (The Downs), cerca de la costa del condado de Kent, en Inglaterra.

ANTONIO DE OQUENDO EN EL COMBATE DE LAS DUNAS

En agosto de 1639, se formó en Cádiz una escuadra de 23 barcos y 1.679 hombres de mar para operar contra Francia y Holanda al mando del donostiarra Antonio de Oquendo y Zandategui, hijo del heroico Miguel de Oquendo y Segura. Junto a Oquendo estaban los almirantes Tomás de Echaburu, Martín Ladrón de Guevara, Lope de Hoces, Pedro Vélez de Medrano, Jerónimo Masibriadi y Mateo Ulajani. Esta flota estaba formada por el sistema mixto de contrata y embargo, llevando barcos de España, Ragusa, Nápoles, Dinamarca y Alemania.

Salieron hacia Flandes, uniéndose en La Coruña a la escuadra de Dunquerque. Acompañaban a la escuadra 12 transportes ingleses que llevaban tropas. La misión principal era llevar tropas y dinero a Flandes.

A finales de agosto, llegaban a La Coruña los navíos de Antonio de Oquendo, fondeando fuera del puerto para permitir la salida del resto de la flota. Se reunían así las escuadras de los almirantes Andrés de Castro, Francisco Feijó, Miguel de Horna, Matías Rombau y Francisco Sánchez Guadalupe. Estas eran naves de asiento y embargadas, se calcula que eran 29 y que provenían de Vizcaya, la Hermandad de las Cuatro Villas, Galicia, Portugal y Flandes. Además, les acompañan 12 navíos ingleses fletados como transporte de tropas.

Entre todas llevaban, según las versiones extranjeras, 27.000 hombres. Algunas versiones españolas los reducen a 6.000. La realidad debió ser unos 14.000, de los que 8.000 eran hombres de mar y guerra y el resto, infantería.

Para el conde duque de Olivares los buques y dotaciones estaban en un estado excelente de preparación y adiestramiento, ya que según él "no había salido armada como esta desde la jornada de Inglaterra". Para el almirante Feijó, de la escuadra de Galicia, estaban faltos de todo, la gente era forzada, no había bastantes artilleros y tenían poca experiencia, etc.

El 31 de agosto, se hacían a la mar, yendo Oquendo en vanguardia, en su galeón Santiago, seguido por dicha escuadra de Dunquerque. Dejaban atrás los transportes ingleses que quedaban sueltos, lo que fue un error, ya que los holandeses apresaron al menos a tres, con 1.070 infantes.

En el Canal se encontraba a la espera una Armada holandesa. Según instrucciones del príncipe de Orange, habían dividido sus fuerzas en dos escuadras: una de 50 galeones y 10 brulotes, mandada personalmente por Maarten Harpertszoon Tromp, general en jefe, y otra de 40 buques y 10 brulotes, a las órdenes del almirante Johan Evertsen.

Combate Dunas
COMBATE DE LAS DUNAS

La flota española avistó las escuadras holandesas en el paso de Calais el 15 de septiembre al anochecer. Y, al amanecer del 16, Oquendo intentó abordar a la capitana holandesa, no consiguiéndolo y recibiendo a cambio numerosos cañonazos, que dejaron su nave casi desaparejada y con 43 muertos y otros tantos heridos. A lo largo del día se entablaron escaramuzas, con el único resultado de la voladura de una nave holandesa. El combate siguió el 17, entre escaramuzas y combate artillero, sin permitir los holandeses que los españoles se acerquen a tiro de arcabuz.

El 18 del mismo mes, se le unieron a Tromp 16 naves, pero se mantuvo la misma táctica. Cayeron en el combate los almirantes Guadalupe y Ulajani, estando a punto de ser apresado el galeón de éste. En estos tres días de combate, los contendientes agotaron toda la pólvora y municiones. Tromp entró en Calais, donde el gobernador le facilitó 500 toneladas de pólvora, le permitió reparar sus buques, desembarcar a los heridos y, en 20 horas, estaba de nuevo en la mar listo para el combate.

Oquendo podría haber hecho lo mismo en los puertos amigos de Mardique (Fort-Mardyck, a 10 km al este de Dunquerque) o Dunquerque. Pero, dudando del calado de sus galeones grandes, así como dada la proximidad de la rada de Las Dunas en la costa del condado de Kent de Inglaterra, y considerando que los ingleses eran neutrales, decidió refugiarse allí, para intentar aprovisionarse y reparar sus barcos.

Después de conseguir que los ingleses cediesen el fondeadero interior a los barcos españoles, Oquendo intentaba aprovisionarse de pertrechos de guerra, informando de su presencia al embajador de España en Londres y al gobernador de los Países Bajos, consiguiendo así refuerzo de marineros y soldados desde Dunquerque. Organizó transportes en buque ligeros para llevar a Flandes el dinero y los soldados que transportaba con ese destino.

COMBATE DE LAS DUNAS

El 27 de septiembre, aprovechando una espesa niebla, Oquendo organizó un convoy con 13 pataches y fragatas que acompañarían a 56 embarcaciones costeras (la mayoría pesqueros venidos de Dunquerque), y que llegó sin novedad a Flandes, pese a estar Tromp bloqueando la salida de la rada.

Tromp mantuvo una escuadra fondeada en la salida de la rada y otra navegando por el Canal. Disponía de entre 114 a 120 naves, entre ellas 17 brulotes. Algunos relatos cuentan que permitió el paso de buques de apoyo españoles con jarcias y arboladuras, para que Oquendo pueda reparar antes sus naves y así poder entablar combate.

El 20 de octubre, Oquendo llevaba un mes fondeado en la rada de Las Dunas, cuando llegaba el primer suministro de pólvora. Era escaso, pero lo repartió entre los galeones.

El general holandés tuvo noticias de ello, y decidió atacar antes de que los españoles se hubiesen rearmado completamente. Tras lanzar sus brulotes sobre la escuadra fondeada, los españoles picaban amarras y se hacían a la mar. Entre la confusión producida por los brulotes y una espesa neblina, solo consiguieron salir de la rada 21 buques para enfrentarse a más de 100 holandeses. Los demás caían en los bancos de arena y la costa de los Downs.

Tromp lanzaba tres brulotes contra la capitana de Oquendo. Este consiguió esquivarlos, pero uno de ellos se enganchó en la proa del galeón Santa Teresa, de Lope de Hoces, que se perdió envuelto en llamas.

La batalla se entabló con los galeones españoles peleando aislados contra fuerzas cinco veces superiores. Al anochecer, aprovechando la oscuridad, algunos españoles conseguían dejar atrás a sus atacantes dirigiéndose a Mardique, llegando la nave de Oquendo, la de Masibriadi y siete buques más de la Escuadra de Dunquerque.

Del resto de los barcos, nueve se rindieron, estando en tan mal estado que tres se hundieron cuando eran llevados a puerto holandés, y los demás embarrancaron en las costas francesas o flamencas para no entregarse al enemigo.

De los que habían varado en The Downs, nueve pudieron llegar a Dunquerque. Las perdidas españolas fueron estimadas por los holandeses en 43 buques y 6.000 hombres y las holandesas estimadas por los españoles en 10 buques y unos 1.000 hombres.

El resultado de toda esta expedición fue la derrota de la flota española, que perdió 43 buques. A pesar de eso, desde España se vio la acción de Oquendo como una gran hazaña, ya que había conseguido llevar los refuerzos y los caudales al Ejército de Flandes, y salvó a la capitana y al estandarte real ante fuerzas abrumadoramente superiores.

Olvidan que, si en lugar de encerrase en la rada de Downs, se hubiese dirigido a los puertos de Flandes, no hubiese perdido casi toda su flota.

Según el historiador y almirante portugués Costa Quintella, Oquendo se "portó más como comandante de buque que como general y almirante, ya que, sin más que poner en línea sus navíos en el primer encuentro, pudo aniquilar a sus enemigos".

Oquendo hecho a pique a varios buques enemigos, y cuando entró en puerto pudieron contarse en ella 1.700 balazos de cañón, de diferentes calibres. Durante muchos días hubo que estar dando a las bombas de achique y tapando boquetes, pero al fin fue salvado el galeón Santiago. Cuando se reprochó al almirante holandés de no haberlo apresado, respondió "La capitana Real de España con don Antonio de Oquendo dentro, es invencible".

COMBATE DE LAS DUNAS

Volviendo a España, en marzo de 1640, al verle tan enfermo, le aconsejaron que marchase hacia el puerto de Pasajes, donde estaba su casa, y que se pusiese en cura. Llevaba más de cuarenta días sin desnudarse y la alta fiebre le devoraba. Contestó:
"Ya no me falta más que morir, pues he traído a puerto con reputación la nave y el estandarte. La orden que tengo es de volver a La Coruña; nunca podré mirar mejor por mí que cuando acredite mi obediencia con la muerte."

No pudo recuperarse por completo y falleció en La Coruña a los pocos días de llegar. En esta ciudad el rey le hizo vizconde y caballero de Santiago. Su arenga en dicha batalla ha pasado a la historia:
"¿Qué humor helado es, o soldados y compañeros míos, el que vilmente discurre por vuestras venas? ¿Acaso habéis olvidado que aún no ha ocho días que este enemigo, estos mesmos bajeles y este General que vemos delante, habiéndole embestido con sola esta capitana, teniendo él diez y siete navíos, nos volvió infamemente las espaldas, y no atreviéndose a esperar la carga que le quise dar, se amparó de otro navío suyo, poniéndose por su sotavento, y el siguiente día con mucho número, jamás quiso hacernos frente? ¡Repasad el empeño en que nos encontramos y considerad que no tenemos más remedio que pelear, porque retirarnos no puede ser viviendo yo! Rendirnos y perder la vida es de bestias; dejar que nos la quiten, de cobardes. Quien por vivir queda sin reputación es esclavo, y no sabe que la esclavitud no merece nombre de vida, y se deja morir de miedo de no dejarse matar. ¿Tenemos por honesto morir de enfermedad y rehusamos morir por nuestro crédito? Quien no ve la hermosura que tiene el perder la vida por no perder la honra, no tiene honra ni vida. Si Dios fuese servido que en esta ocasión la perdonamos, moriremos en defensa de ella, por el crédito de nuestro rey y por la reputación de nuestra nación. Espero que saldremos bien de este empeño, y así no os espante el número, que cuantos más fuesen tendremos más testigos de nuestra gloria. ¡Santiago y a ellos!"

San Sebastián homenajea su figura y hechos mediante una hermosa estatua erigida en 1894, en la cual puede leerse en castellano y euskera:
AL GRAN ALMIRANTE DON ANTONIO DE OQUENDO.
EXPERTO MARINO, HEROICO SOLDADO, CRISTIANO PIADOSO,
QUE AL DECLINAR EL PODERÍO DE ESPAÑA
SUPO MANTENER EN CIEN COMBATES
EL HONOR DE LA PATRIA

15/02/2025

Viaje al rededor del mundo de Martín Ignacio de Loyola



Viaje al rededor del mundo
José Ignacio Tellechea Idígoras, Editorial Dastin, Madrid (2002), 235 páginas

El itinerario de fray Martín Ignacio de Loyola, sobrino del fundador de la Compañía de Jesús san Ignacio de Loyola, fue editado en Roma en 1585 como apéndice a la obra Historia del Reino de China del agustino Juan González de Mendoza. Este libro fue un auténtico "best-séller" europeo durante cincuenta años, sobre todo por las noticias acerca del hermético Imperio chino. Fue reeditada en la primera mitad del siglo XVII y alcanzó medio centenar de ediciones.

El itinerario es un relato maravilloso de la primera vuelta íntegra al mundo que efectuó el franciscano, con extraordinaria riqueza de datos sobre Canarias, Antillas, México, Islas de los Ladrones, Filipinas, Japón, Camboya, reinos de la India y sobre todo China, visitada por el autor bajo la amenaza de una condena a muerte.

10/02/2025

Francisco Luis de Urbina y Ortiz de Zárate


Consejero de Guerra de Carlos III, teniente general del Real Ejército español y capitán general del Virreinato de Valencia

FRANCISCO LUIS DE URBINA Y ORTIZ DE ZÁRATE

Francisco Luis de Urbina y Ortiz de Zárate nació en Vitoria en 1721. Pertenecía uno de los más poderosos y ricos linajes nobiliarios de la nobleza de Álava en el siglo XVIII. Sus padres fueron Bartolomé de Urbina y Ruiz de Zurbano, primer marqués de la Alameda, y Brígida Ortiz de Zárate y González de Junquita.

Siguiendo la tradición de algunos miembros de su familia, en 1737, decidió ingresar en el Ejército español, como cadete aprendiz en la Academia de la Compañía de Guardiamarinas del Departamento Naval de Cádiz. Fue ascendió al grado de alférez de fragata, a finales de 1740.

Sin embargo, su mala adaptación a las condiciones marítimas en plena mar le hizo cambiar de arma militar. Así, en diciembre de 1741, ingresó en el Regimiento de Infantería de Guadalajara con el rango de teniente Con este batallón fue enviado a Italia para participar en la Campaña de 1742-43. Fue herido en la batalla de Camposanto, que tuvo lugar en febrero de 1743, entre España y Austria, como parte de la Guerra de Sucesión de Austria.

En 1749, viajó junto a Joaquín Atanasio Pignatelli de Aragón, consejero y diplomático hispano-italiano al servicio de la monarquía española, a Francia. El país galo era aliado de España mediante los Tratados de Familia, por eso Urbina pudo visitar diversas fábricas de armas.

Tras la llegada al trono de Carlos III en 1759, fue nombrado teniente coronel del Regimiento de Infantería de Murcia, que estaba establecido en Pamplona, con el objetivo de reorganizarlo.

REAL FÁBRICA DE ARMAS BLANCAS DE TOLEDO

Por su eficacia y rapidez, fue requerido para la remodelación de las Reales Fábricas de Armas de Placencia-Soraluce y de Toledo, y más tarde de Toulouse, que estaban estado ruinoso, siendo nombrado superintendente. Tenía que conseguir que en estas dos ciudades españolas se recuperase la tradicional fabricación de espadas y otras armas de filo. Consiguió tanto prestigio que, en abril de 1761, Carlos III visitó la Real Fábrica de Armas de Toledo, agradeciendo su aportación a las novedosas técnicas de elaboración. Este monarca ilustrado era conocedor de los métodos de fabricación, apreció la aportación de Urbina y encargó un lote de doce espadas para regalar como obsequios a sus embajadas en el extranjero.

Pero un año antes, en 1760, ya había sido ascendido a coronel, y condecorado con el hábito de la Orden de Calatrava y la encomienda de Portezuelo por méritos propios.

En octubre de 1762, fue promovido a brigadier, poniéndose al mando de Regimiento de Infantería de Sevilla. Al año siguiente, contrajo nupcias con Estefanía Engracia de Olavide, prima del consejero real Pablo de Olavide.

En la promoción general de 1770, recibió un nuevo ascenso, a mariscal de campo, y fue destinado al Ejército de Galicia y Andalucía.

REAL FÁBRICA DE ARMAS DE SORALUCE-PLACENCIA DE LAS ARMAS

En 1774, fue nombrado fiscal militar del Consejo de Guerra tras la Nueva Planta de 1773, permaneciendo en este puesto hasta el 21 de julio de 1787. Al año siguiente, tomó parte de la expedición a Argel, en la que fue herido. Por su actuación en aquella expedición recibió el ascenso al grado de teniente general en febrero de 1776.

Los primeros años de la década de los 90, Urbina recibiría una sucesión de los más altos cargos en la jerarquía militar: comandante general de Ceuta en 1790; capitán general de los Ejércitos en 1792; capitán general de Valencia y presidente de la Real Audiencia de Valencia en 1795; y miembro del Consejo de Guerra con rango de supernumerario y sin sueldo, también en 1795.

En estos años, participó en los asedios a Ceuta de 1790 y 1791, contra el sultán. Aquel conflicto se cerró mediante la llegada al poder del príncipe Sulayman, quien firmó un acuerdo de paz quedando pacificado el territorio.

Durante su gobernación en Valencia, elaboró un Plan Topográfico de la Población que se proyectó en la playa de la ciudad. Su intención era transformar las barracas de los poblados de Canyamelar y Cabo de Francia en el futuro barrio del Cabanyal y ampliar el puerto de Valencia. Además, fue nombrado director de la Real Sociedad de Amigos del País de Valencia. Mientras tanto, fue gentilhombre de cámara real y recibió la Gran Cruz de la Orden de Carlos III, en 1795. Por motivos de salud y edad, abandonó sus cargos en la ciudad levantina, en 1797.

En sus últimos años de vida, permaneció en la Corte de Carlos IV como miembro del Consejo de Guerra, siendo nombrado hidalgo de cámara. Francisco Luis de Urbina murió en Madrid, en 1799.

CONDECORACIONES MILITARES DE FRANCISCO LUIS DE URBINA

07/02/2025

Oñacinos y gamboinos: la guerra civil medieval entre bandos vascos




"La causa de las guerras entre los linajes, fue sobre envidias y sobre quién valía más, como fue antiguamente por todo el Universo Mundo... En el año del Señor de 1275 hubo guerra entre Ochoa de Butrón e Íñigo Ortiz de Ibarguen, su primo, la cual se comenzara en vida de sus padres, que eran hermanos, sobre cuál valía más en la tierra... Mataron los de Alcedo a Martín Vidal, sobrino de Martín Sánchez de Palacio, en la puente de Sopuerta... e porque Ochoa de Salazar tenía cargo de Martín Sánchez de Palacio, e non les ayudaba como quisieran, fueron a los de Velasco..."
Lope García de Salazar, Códice de las Bienandanzas e fortunas

“En el año del Señor de 1356 mató el conde Don Tello, Señor de Viscaya, a este Juan de Avendaño, en la Villa de Bilbao dentro de su palacio, y echólo de las ventanas a la plaza... Y la postrimera causa de su muerte fue porque este Conde D. Tello, que era mucho montero, tenia doce puercos monteses en Alobiña, y echólos a la plaza de Bilbao, y cabalgó en un caballo, e nunca lo pudo meter entre ellos, espantándosele, y díjole aquel Juan de Avendaño: Señor, dejadme cabalgar en ese caballo o yo le haré saltar sobrellos a pesar de sí. Y dióselo y cabalgó en él. Y como era hombre endiablado, púsole las espuelas e hízole saltar sobre aquellos puercos. Y descabalgando, y subido en Conde a comer, no faltó quien le dijo que no era par el mundo si tales cosas soportaba. Y viniendo este Juan de Avendaño al palacio después de comer, fue luego muerto a porradas, y echado por la ventana a la calle, como dicho es.”
Lope García de Salazar, Códice de las Bienandanzas e fortunas

“Quedó mandado que ningún vecino ni morador de las villas y lugares de Guipúzcoa tomase parte en los bandos de Oñaz y Gamboa, ni de otros cualquier escuderos de la tierra y si tal hiciese, pechara en pena al merino 600 maravedies... Que si los bandos de Oñaz y Gamboa o algunos otros escuderos de la dicha tierra de Guipúzcoa tuviesen asonadas entre sí o con otros, ninguno de los dichos bandos que morasen en las villas y lugares fúeran osados de ir a las asonadas, ni dar a los referidos escuderos favor ni ayuda con las armas ni de ninguna otra manera.”
Junta General en San Sebastián, Ordenanzas de 1379

03/02/2025

Industria armera de Mondragón


Han sido varios los autores que a lo largo de la historia de la villa guipuzcoana de Arrasate-Mondragón han dejado por escrito esta actividad, desde el cronista Esteban de Garibay en su Compendio historial en el siglo XVI, hasta Baltasar Melchor de Jovellanos y Santiago Palomares en la Ilustración. En época reciente, y realizando una historiografía más científica y moderna, destacan Julio Caro Baroja, Genaro Rosado Rosado y José Ángel Barrutiabengoa. Son destacables las publicaciones de José Antonio Azpiazu en El acero de Mondragón en la época de Garibay, y Ramiro Larrañaga en Espaderos vascos en Toledo.

Desde la Edad Media, la economía de Mondragón ha girado en torno a la metalurgia, generando una época de esplendor en el siglo XVI. Según el cronista real dejó escrito en su Compendio historial: "…, como por ser pueblo de mucha contratación, donde se labrava grande abundancia de acero y hierro, y otras mercadurías…"

La primera causa de esta revolución metalúrgica fue la cercanía de la peña de Udalaitz, al norte de la villa, con 1.092 metros en su cima, límite de Vizcaya y Guipúzcoa, y en cuyo subsuelo se formaron las venas de mineral de hierro.

Además, el rey castellano Alfonso X el Sabio, al poco tiempo de fundar la villa aforada en 1260, ordenó que las "venas de la ferrería de Mondragón se labren en la villa". Es decir, "que las aizeolas bajen al núcleo urbano para transformarse en agorrolas que emplean la fuerza hidráulica". Así es como aquellas primeras ferrerías de montaña se ubicaron en las calles de Olarte y de Ferrerías, junto al río Deva.

En las primeras ordenanzas de la Cofradía de San Valerio quedó patente que la mayor parte de los casi 1.900 mondragoneses vivían entonces a la extracción y laboreo del mineral de hierro para la obtención del acero y su transformación artesanal en la "cal de las ferrerías".

INDUSTRIA ARMERA DE MONDRAGÓN

La actividad metalúrgica tenía tres fases: de extracción, de base y de transformación final.

La extracción del mineral se realizaba por los venaqueros en el monte Udalaitz, del que se tienen indicios de que había acero natural.

La segunda fase del proceso se realizaba en las ferrerías masuqueras. En ellas se fundía el hierro, consiguiendo que las impurezas fluyeran formándose una capa líquida que impide que el Dióxido de Carbono fuese expulsado al exterior. Ese CO2 y, por lo tanto, parte del carbono quedaba diluido en la masa, el hierro se enriquecía y obtenían la raya.

La última fase correspondía a las ferrerías tiraderas, que introducían la raya en el horno con el carbón y mineral o trozos de hierro, y así obtener el acero. Después llegaba la prueba de la fractura para comprobar la calidad de acero. Se hacía necesaria la cercanía del cauce de un río, en este caso el Aramayona. Mediante unas tenazas, el tirador introducía la barra caliente en el agua para templar la punta, la enfriaba y rompía, y observaba si tenía suficiente calidad. El ensayo decidía si el grano era fino, y se consideraba apto; pero si el grano era basto, tenía que seguir afinándolo.

Según José Antonio Azpiazu, en el siglo XVI "eran cuatro las ferrerías masuqueras que funcionaban en la villa: Zalgibar, Zubiate, Legarra e Ibarreta". Las ferrerías tiraderas se contaban entre 60 y 70, y la mayoría se localizaban en la calle Olarte.

MONTE UDALAITZ

Este proceso metalúrgico de dos fases de transformación era característico y exclusivo de Mondragón, así como el método de forja que empleaban sus espaderos. Así lo dejó escrito uno de los principales políticos de la Ilustración española, Baltasar Melchor de Jovellanos. Según este, los espaderos mondragoneses alternaban barras cuadrados de acero y hierro de manera que se conjugaban las características de la tenacidad del hierro y la dureza del acero.

Según Genaro Rosado, una buena espada mondragonesa debía:
"tener dureza, tenacidad (resistencia a los golpes), flexibilidad, actitud para pinchar y cortar, y sobre todo, aptitud para adquirir temple otra vez después de reparar y amolar. Si era una espada de acero de Mondragón se podía volver a templar, pero las que se fabricaban por ejemplo en Solingen (Alemania), no. Una vez que habían pasado por la piedra esmeril se había acabado el acero. Porque solamente estaban carburadas, es decir, aceradas, en la superficie."
Este experto ha comprobado que los métodos de forja eran distintos en Mondragón y en Toledo. En la capital del Tajo consistía en un "alma de hierro puro y dos tejas de acero de Mondragón".
"La operación más delicada era la puntada, que consistía en unir el alma y las dos tejas un punto, y a partir de ahí desarrolla la forja en distintas fases que correspondían a 3 caldas sucesivas. Era un sandwich. Es lo que veríamos si seccionamos una espada."
A continuación venía el templado. El acero forjado, "que es dúctil y maleable, lo metemos en el horno, lo calentamos y lo enfriamos rápidamente para obtener un acero templado, que es duro y frágil. Por lo tanto hay que ablandarlo de alguna manera y se le da un revenido a baja temperatura (unos 300 grados). Y así obtenemos un material duro, tenaz, flexible y templable."

Era una técnica refinada de soldadura de barras de acero, a "la calda", a martillo sobre yunque, difícil de realizar correctamente y dominada por aquellos maestros espaderos.

FORJA DE ESPADAS EN FRAGUA DE MONDRAGÓN

En 1775, el rey Carlos III comisionó al técnico Santiago Palomares para la organización de la Real Fábrica de Espadas de Toledo. Entonces, elaboró una detallada relación de todos los espaderos que habían labrado espadas hasta el siglo XVIII. En la llamada Nómina de Palomares, Santiago dejó escrito que:
"El acero que gastaban en la fabricación de espadas en Toledo, desde sus principios era el de la fábrica antigua de Mondragón, única en España por aquellos tiempos, celebrada casi por todo el mundo por rica y abundante y cuya espadas después de algunos siglos subsisten hoy de calidad tan sobresaliente que son apreciadas por las mayor parte de las naciones del mundo por su fortaleza, hermosura y finísimo temple."
Estas alabanzas al acero de Mondragón eran coincidentes con las descripciones tan favorables que, dos siglos antes, hizo sobre la industria de su villa natal Esteban de Garibay. Según su Compendio historial de la Historia de España:
"También se labra hazerro, pero en sola la villa de Mondragon, siendo el mas fuerte, que se sabe hacer en parte alguna, en tanto grado, que aunque de espada, o otra cualquiera arma, labrada d'este metal, se tornen a hacer cinco y seis cosas, en cada una tornando al fuego, nunca pierde su rigor y fortaleza, lo que el hazero de Milan y otros hazeros no hanian; porque tornando segunda vez en el fuego, se convierten en hierro, perdiendo la fortaleza que como hazero devrian tener. A esta causa los herreros de Castilla quieren mas el hazero de Milan, porque con ser tan blando, que casi es hierro, gastan menos carbon, tiempo y trabajo, y como después lo hecho es hecho, no tiene cuenta con mas, de que una vez se venda la cosa y allá se avengan el dueño, y lo que lleva. D'este hazero se gasta en Navarra, y mucho mas en Francia, y poco en Castilla. Abunda esta tierra de diversos géneros de armas, assi offensivas, como defensivas, que en ella se labran, especialmente arcabuzes, moxquetes versos, y otros instrumentos de fuego, que mas que en otra parte se labran en Mondragon y Vergara, y mucho mas en Plazencia. Armas de bastas, con sus hierros, picas, lanças, medias lanças, dardos y dardes, azcones, y en Portugal chuças, y otras armas y herramientas sotiles de cuchillos y cosas a ello adherentes en Tolosa y Vergara…"

Como dejó constancia Garibay, los arcabuces, mosquetes y otras armas de fuego llegaron a ser de tal extraordinaria calidad y fama que se comercializaron por gran parte de Europa y a los Virreinatos del Imperio español.

ARCABUCEROS DE LOS REALES TERCIOS

Análisis metalográficos e investigaciones documentales ratifican la excelencia del acero de Mondragón y mineral de Udalaitz y lo complejo de la elaboración, demostrando una absoluta coincidencia entre los procesos descritos por los archivos y los datos obtenidos por análisis científicos modernos.

Cuando Garibay escribió que "nunca pierde su rigor y fortaleza, lo que el hazero de Milan y otros hazeros no hanian" no se trata de un invento del cronista vasco. Existieron pleitos de la época que trataban de defender la calidad del acero mondragonés de la de otros mercados extranjeros. Los fabricantes de Solingen en Alemania y de Milán en Italia frecuentemente marcaban sus productos, de inferior calidad, con la marca de conocidos maestros espaderos vascos, para hacerlos pasar como productos fabricados por ellos.

La dimensión del fraude debía ser importante, pues se adoptaron medidas para evitar confusiones o mezclas con otros aceros menos competitivos. Así, en 1553, las Juntas Generales de la Provincia de Guipúzcoa trataron el asunto y prohibieron su importación por el daño que se causaba a sus forjadores.

Según el historiador José Antonio de Azpiazu en su obra El acero de Mondragón en la época de Garibay, la calidad de este acero era muy considerado en los Reales Tercios de Infantería españoles, y los administradores y veedores reales imponían una serie de condiciones a los fabricantes. Entre las condiciones para la construcción de los arcabuces y mosquetes, había una especialmente clara: las llaves de las armas de fuego habían de ser construidas con acero de Mondragón.

ARCO DEL PORTAL DE ABAJO EN ARRASATE - MONDRAGÓN

Toda una población de más de dos mil habitantes "nada labradoriegos", en palabras de Garibay, vivía en torno a una industria metalúrgica con gran presencia en los mercados más importantes de la época, incluido Toledo. Y, desde Sevilla, se embarcaban las espadas y otras armas con destino a los virreinatos del Imperio español.

Según otro historiador vasco, Ramiro Larrañaga, para la fabricación de armas blancas en Toledo, se empleaba el acero de Mondragón. La villa guipuzcoana era la única que por aquellos tiempos disponía de materia prima de tan excelentes cualidades y de la misma "procedían los hermosos aceros donde tuvieron origen las inimitables espadas toledanas".

Quienes apreciaron este acero fueron los franceses. Compañías mercantiles mondragonesas comerciaban con las principales ciudades portuarias del Atlántico francés. A su vez, comerciantes franceses compraban directamente en Arrasate a través de sus factores establecidos en San Sebastián y Bilbao.

Pero las venas del mineral férrico del monte Udalaitz comenzaron a escasear, coincidiendo en el tiempo con el declive de la industria militar espadera que marcó la derrota de los Reales Tercios de Flandes en la batalla de Rocroi en 1643. Ahí comenzaba la decadencia que pondría fin a uno de los capítulos más gloriosos de la historia de Mondragón.

MONUMENTO A LA INDUSTRIA EN ARRASATE - MONDRAGÓN