Durante los siglos VIII y IX, las tierras alavesas, junto a las del norte de Burgos, pertenecían al Reino de Asturias, y luego al de León, constituyendo la frontera oriental del reino asturiano frente a los ataques musulmanes del valle del Ebro. En estos primeros siglos de la Reconquista, muchos fugitivos cristianos provenientes de las tierras del Duero se refugiaron en Álava. Algunos historiadores cifran su número en cerca de cien mil. Su presencia debió contribuir a la fraternidad entre los alaveses y los futuros castellanos y al alejamiento de la lengua y costumbres euskeras.
se remonta al siglo IX, formado por las tierras de la Llanada, al norte y este de Vitoria. A esta Álava nuclear se fue sumando otra periférica, integrada por la tierra de Ayala, Treviño, la Rioja Alavesa y la zona al este del río Bayas.
Durante la Baja Edad Media, los territorios de la actual provincia de Álava estaban divididos en las siguientes instituciones jurídico-territoriales:
1. La
(aproximadamente el 40% de la actual Álava), gobernada por juntas y normas propias y elegía a su señor, hasta 1332 en que decide integrase totalmente a Castilla y adoptar sus leyes.
2. El
, legislada por el Fuero de Ayala (1373). En 1487 los ayaleses decidieron renunciar a su fuero y adoptar la legislación castellana.
3.
, donde se aplicaba el Fuero de Vizcaya.
4. Las
, con sus fueros municipales.
;o barones con capacidad para ejercer determinadas acciones jurídicas y elegir a un señor, el cual, en un territorio organizado en merindades o circunscripciones, administraba justicia, de manera personal o a través de merinos o alcaldes nombrados por él. Era responsable de la defensa manteniendo las tenencias de los castillos y en reconocimiento de este señorío recibía de los labradores el impuesto llamado "pecho forero". Era una
formada por nobles de muy distinto rango (a ella pertenecían pequeños hidalgos, pero también algunos de los más ilustres apellidos de la nobleza alavesa, como los Rojas, Mendoza, Hurtado de Mendoza, Ayala o Guevara) y campesinos dependientes, que dominaba un territorio netamente diferenciado del realengo, controlado por el monarca.
Su primer señor fue el conde
Eglyón, que intentó rebelarse contra el rey
Alfonso III de Asturias. Tras sofocar la rebelión, el monarca nombró a un noble leal a su causa,
Vela Jiménez, como conde de Álava en el año 866. Tuvo este magnate una importancia fundamental en la repoblación y la fortificación de las tierras de la futura Castilla, especialmente en la batalla de Cellorigo en el 882, defendiendo su castillo contra las tropas de Al-Mundir de Córdoba.
Este condado subsistió como entidad independiente hasta la muerte de
Álvaro Herrameliz, tras la cual, pasó a estar gobernada por
Jimeno Garcés, conde de Pamplona.
Cuando en el 931,
Fernán González logra reunir el control de los territorios de Burgos, Lara, Lantarón y Cerezo fundando el
Condado de Castilla, Álava formaba parte de este nuevo núcleo cristiano peninsular. Bajo la jefatura de Fernán González lucharon alaveses, castellanos y navarros contra las tropas de Abderramán en las
batallas de Simancas, Osma y San Esteban de Gormaz.
A partir de 1024,
Sancho III el Mayor reinaba en Álava mediante sus tenentes, los condes
Nuño González y
Fortún Iñiguez, quienes se vincularon al Reino de Pamplona. El régimen de tenencia consistía en la posesión de un territorio por un señor que era el delegado del rey u otra autoridad superior, que controlaba la administración civil y militar así como de las rentas.
Con el conde
Álvaro Díaz concluía la soberanía navarra en Álava. En 1076, acaeció el asesinato de
Sancho IV el de Peñalén, crisis aprovechada por
Alfonso VI de León para vincular a su reino La Rioja, parte de Guipúzcoa, Vizcaya y Álava. Sin embargo, esta incorporación fue sólo temporal.
Otros señores de Álava fueron Munnio Muñoz, Lope Iñiguez, Lope Díaz y Sancho hasta 1332,
Diego López de Haro, Nuño González de Lara, el infante Fernando de la Cerda, Lope Díaz de Haro y
Diego López de Salcedo, éste fue el último de los señores de Álava que alternó su dependencia con el Reino de Castilla (siglo X), y el de Navarra (siglo XI).
La restauración del reino pamplonés con
García Ramírez en 1134 tuvo como consecuencia que este monarca se intitulase rey de Pamplona, Álava, Vizcaya y Guipúzcoa. La tenencia de estos tres últimos territorios correspondió a
Ladrón I Guevara, fundador de poderoso linaje alavés de Guevara. Se consideró siempre navarro y fue conocido como Ladrón de Navarra, aunque su vida política se desarrollase en la Corte castellana.
Hacia 1136, Ladrón I entró en vasallaje del rey leonés
Alfonso VII, lo que le separó de sus tenencias de Álava, Guipúzcoa y Vizcaya. Estas pasaron temporalmente al control de su hijo, Vela Ladrón, hasta que retornó a la obediencia navarra hacia 1147.
En 1179, Alfonso VIII de Castilla y
Sancho VI de Navarra firmaron un tratado que fijaba la frontera entre sus reinos a lo largo de una línea que, desde el Cantábrico, remontaba el curso del río Deba en el occidente de Guipúzcoa, y continuaba, ya en Álava, siguiendo los ríos Bayas y Zadorra. Consecuencia del mismo fue que toda Álava quedase bajo la soberanía navarra.
En 1181, fue el rey de Navarra, Sancho VI, quién
otorgó fuero a Vitoria, ciudad que conservaba desde entonces en sus calles y sus nombres medievales castellanos de los gremios Zapatería, Tintorería, Herrería, los de sus iglesias, Santa María, San Pedro, San Miguel, San Vicente, el de la patrona de Vitoria, la Virgen Blanca, los de sus palacios renacentistas, Escoriaza, Esquivel, Bendaña, Montehermoso o Villa Suso, El Portalón, la Casa del Cordón, estos últimos del siglo XV, todo ello profundamente castellano y sin el menor vestigio de cultura o participación vasca. Durante el siglo XIII, Vitoria fue fortaleciéndose como ciudad de artesanos y para finales del mismo, sus comerciantes mantenían estrechas relaciones con los puertos y ciudades más importantes de Europa occidental.
Asimismo, el gobierno condal de la familia Guevara en esta provincia se disgregó en una serie de tenencias cuyos titulares eran renovados frecuentemente por el monarca navarro, siguiendo la costumbre de organización administrativa feudal que imperaba en el reino pirenaico.
En Álava, a diferencia que en Guipúzcoa, la reestructuración política del espacio se basó en un proceso de fundación de villas por Sancho VI: Laguardia (1164), Vitoria (1181), Antoñana (1182) y La Puebla de Arganzón (1191); la última fundación navarra en Álava fue Labraza, realizada en 1196 por Sancho VII el Fuerte. Esto creó una situación de fortalecimiento de la nobleza navarra en territorio alavés, frente a la nobleza alavesa.
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ESCUDO DE ÁLAVA |
El proceso de fundación de villas en Álava comenzó en 1140, cuando Alfonso VII concedió el fuero a Salinas de Añana, continuado después por los reyes de Navarra y Castilla según las alternancias en la titularidad de la soberanía política. Terminó con la fundación de Monreal de Zuya por Alfonso XI, en 1338.
Una carta de poblamiento conllevaba el otorgamiento de un fuero. Estos instrumentos legales que regulaban las relaciones entre los señores y sus vasallos aparecen como el reconocimiento por parte de la autoridad de una serie de exenciones y privilegios a favor de una comunidad asentada o por asentar en un determinado núcleo, respondiendo a un interés común por parte del poder señorial y de la comunidad beneficiada, quedando reestructurado el tejido social al fundarse nuevos núcleos de población con atrayentes condiciones de vida.
Tanto en Álava como en Guipúzcoa, fueron los reyes quienes llevaron a efecto de manera exclusiva la política de fundaciones, por ello es lógico deducir que ésta se constituyó en una herramienta de primer orden para fortalecer la posición real en aquellos lugares, en detrimento de la nobleza feudal de la tierra. Este afianzamiento del realengo tuvo una clara finalidad política pero también económica, pues la concesión de un fuero conllevaba el incremento de las rentas reales derivado, entre otras circunstancias, de la diversificación de las actividades, el desarrollo de los intercambios y las rutas comerciales.
La situación de fortalecimiento navarro en el territorio cambió de manera radical con la conquista efectuada por Alfonso VIII entre 1199 y 1200, según se aprecia en las actas castellanas tituladas
Narración de la Toma de Vitoria y Guipúzcoa Año 1199. Previamente, el rey leones había negociado con los nobles alaveses, descontentos con la política de los reyes navarros de fortalecimiento del realengo y fundación de villas. La
toma de Vitoria fue apoyada por gran parte de la baja nobleza alavesa, con un ejercito compuesto en su mayoría por alaveses y mandado por el señor de Vizcaya y alférez regio Diego II López de Haro, llamado Cabeza Brava.
La adhesión a esta monarquía será ya definitiva, salvo el breve paréntesis abierto con motivo de la Guerra Civil castellana del siglo XIV entre Pedro I y Enrique de Trastámara, durante la que
Carlos II de Navarra retuvo, desde 1368 a 1373, las villas alavesas de Vitoria, Salvatierra, Contrasta, Santa Cruz de Campezo y la fortaleza de Alegría.
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MURALLA MEDIEVAL DE VITORIA |
Tras la toma de Vitoria, toda Álava quedaba en manos de Castilla, a excepción del territorio dominado por la
Cofradía de Arriaga, que presenta una configuración territorial apartada de la de Álava. Se llama así por el lugar donde realizaban sus juntas y la primera mención documental data de 1258, pero su formación era bastante anterior.
La dependencia definitiva de Álava a la Corona castellana se estableció el 2 de abril de 1332 con el
Pacto de Arriaga o
Voluntaria Entrega, que se realizó entre la Cofradía de Arriaga, el señor López de Ayala, y el rey Alfonso XI de Castilla. El original del acta se conserva en la ciudad de Vitoria. En este pacto se pusieron las bases del futuro político del territorio y de su fuero. La Cofradía estaba constituida por los señores de la zona, que gobernaba numerosos pueblos; esta solicitó al rey veintiún peticiones que fueron aceptadas. Este acuerdo estableció una soberanía compartida entre el monarca y los señores feudales.
Dos factores fueron determinantes en la voluntario entregar al Reino de Castilla:
1. el enfrentamiento entre los miembros de la Cofradía y algunas villas realengas fundadas dentro de su territorio, como Vitoria y Salvatierra, que disputaban a aquélla la jurisdicción sobre los núcleos de población de su alfoz o término jurisdiccional (tierras aledañas a la ciudad), conflicto en el que necesariamente la fortaleza monárquica castellana habría de terminar imponiéndose.
2. las dificultades que desde la segunda mitad del XIII atravesaba la nobleza alavesa, en el contexto general de las transformaciones del sistema feudal o crisis bajomedieval, en forma de caída de sus rentas. En contrapartida a la autodisolución de la Cofradía de Arriaga, estos hidalgos alaveses obtuvieron de Alfonso XI el reconocimiento de su estatuto jurídico privilegiado, lograron fijar a los campesinos a la tierra para impedir su huida a lugares privilegiados como las villas realengas y se aseguraron el control de importantes fuentes de ingresos.
En definitiva, no sólo garantizaron su subsistencia sino que algunos de sus más insignes miembros vieron enormemente favorecida su posición y ascendencia sobre la sociedad alavesa.
Lo que sucedió entre 1200 y 1332 fue la coexistencia de dos jurisdicciones: la real en las villas y la de la Cofradía de Arriaga entre los señores. Al cesar en sus funciones la Cofradía, el rey de Castilla se comprometió a no enajenar jamás el territorio y a mantenerlo por siempre unido a la Corona. Se aseguró la lealtad de la nobleza autóctona alavesa, justo al contrario que en Guipúzcoa, donde se afianzó la fidelidad del pueblo sometido a la nobleza guipuzcoana.
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LA VOLUNTARIA ENTREGA DE ÁLAVA A LA CORONA DE CASTILLA, POR JUAN ÁNGEL SÁEZ
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El Condado de Álava se extendía por todos los territorios de la provincia homónima con excepción de la
Tierra de Ayala, que no se integró en el territorio hasta el siglo XV, y muy posiblemente del valle de
Aramayonsa. Estuvo regida por su propio Fuero, el cual tuvo un origen consuetudinario, puesto por escrito en romance castellano en 1373, tiene, muchas analogías con el Fuero de Navarra. Por otro lado, incluía los territorios fronterizos de las actuales provincias de Burgos y la Rioja.
En la segunda mitad del siglo XV, las zonas de
Laguardia o
Labraza, que hasta entonces habían pertenecido a Navarra se integraron en la provincia. En cambio, el
Condado de Treviño se desgajó de Álava, entregado a los Manrique de Lara en 1366, y que, como territorio nobiliario, se integró en 1833 en la provincia de Burgos, provincia de régimen común más cercana. El caso del
Señorío de Oñate no se integró en provincia vasca alguna hasta 1845, dependiendo directamente de la administración central española.
A lo largo de la Edad Media, fueron creándose las Hermandades o asociaciones de concejos para hacer frente a los abusos de los señores feudales. En el siglo XV, en Álava se fundó la
Hermandad de Álava y, en el año 1417, se redactó el primer
Cuaderno de Ordenanzas de la Hermandad de Álava, cuyo reglamento fue el núcleo de las leyes que rigieron Álava durante los siguientes cuatro siglos.
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ESCUDOS EN RELIEVE DE ÁLAVA Y VITORIA |
Tras la incorporación de Álava al Reino de Castilla, no se modificaron mucho las condiciones de su sistema jurídico-político. Se estableció un sistema de
Juntas Generales con Procuradores y un Diputado General. Se fijaron exenciones de tributos y de servicio militar obligatorio así como el llamado "pase foral", que daba poderes a los alaveses para vetar disposiciones reales, e incluso papales, que fueran contra fuero. La justicia era ejercida por jueces propios, pero las apelaciones se establecían en los tribunales de Castilla. Normas todas ellas que establecían una profunda autonomía de funciones dentro de la pertenencia y superior jurisdicción de la Corona.
Los alaveses, como los guipuzcoanos, se mantuvieron durante muchos años enfrentados a los navarros. En ambos casos, casi siempre por cuestiones agrícolas y ganaderas, con frecuentes luchas en las zonas limítrofes.
Durante las contiendas de Reconquista, participaron de forma voluntaria y valiente en el ejército castellano. Por ejemplo, en la batalla de las Navas de Tolosa en 1212 al mando de
Rodríguez de Mendarozqueta, en la toma de Baza por San Fernando en 1227 y en la conquista de Granada, en la que participó gran número de alaveses al mando de su Diputado General,
Diego Martínez de Álava.
Un gran insigne alavés de la historia de Álava y el Reino de Castilla fue gran canciller
Pedro López de Ayala, personaje clave en los reinados de Pedro I, Enrique II, Juan I y Enrique III. Fue político, guerrero y canciller de Castilla, que luchó y fue hecho prisionero en la batalla de Aljubarrota contra Portugal. Además fue un reconocido cronista real y poeta, que escribió las crónicas de los reinos citados, su
Libro de la Cetrería, sus
Cantigas a la Virgen y su famoso
Rimado de Palacio.
En otro orden de cosas, la historia eclesiástica, no sólo de Álava sino también de Vizcaya, apunta de igual forma a la vinculación con Castilla. Desde finales del siglo XI, Álava pertenecía enteramente a la ya castellana
diócesis de Calahorra.
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LEYES CON QUE SE GOBIERNA LA MUY NOBLE Y MUY LEAL PROVINCIA DE ÁLAVA |