PATRIOTAS VASCONGADOS Y NAVARROS

TERRITORIO

ANTROPOLOGÍA SOCIAL Y CULTURAL

29/03/2018

Héroes, heterodoxos y traidores, por Gaizka Fernández


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HÉROES, HETERODOXOS Y TRAIDORES,
POR GAIZKA EZKERRA

Héroes, heterodoxos y traidores. Historia de Euskadiko Ezkerra (1974-1994)
Gaizka Fernández Soldevilla, Editorial Tecnos, Madrid (2013), 472 páginas

Héroes, heterodoxos y traidores analiza las historias cruzadas de ETA político-militar, EIA y Euskadiko Ezkerra. En el ocaso de la dictadura franquista cristalizó en el País Vasco y Navarra la "izquierda abertzale", un movimiento independentista nucleado en torno al caudillaje de ETA. De tal matriz surgieron en 1974 dos facciones que tomaron caminos divergentes durante la Transición. Por una parte, ETA militar y Herri Batasuna, que se enfrentaron violentamente a la democracia parlamentaria. Por otro lado, un sector más pragmático, el de ETApm, EIA y EE, que evolucionó desde la complicidad con el terrorismo al compromiso cívico con la paz, desde el comunismo revolucionario a la socialdemocracia y desde el independentismo al autonomismo, piedra angular de su nacionalismo heterodoxo. Escrita desde la perspectiva de la historia política y cultural, la presente obra examina este singular proceso de secularización, que contribuye a una mejor comprensión del pasado reciente del País Vasco y, por ende, de España.

El historiador Gaizka Fernández Soldevilla publicó en 2011 su primer libro Sangre, votos, manifestaciones, junto a Raúl López Romo, dedicado a la historia de ETA. En este segundo documento, editado en solitario en 2013, prolonga aquel relato con un profundo estudio sobre la trayectoria de Euskadiko Ezkerra, partido político nacido de las mismas entrañas de ETA, artífice de la paulatina moderación experimentada a lo largo de tres décadas por un cierto sector del nacionalismo vasco radical.

Héroes, heterodoxos y traidores es una rigurosa investigación bien fundada en evidencias, argumentada con solidez y ponderada en sus juicios, siendo además una tesis doctoral dirigida por un acreditado experto en la materia como es el catedrático José Luis de la Granja. Está escrito con claridad y elegancia, algo no frecuente en las obras divulgativas de origen académico. 

La aparición de Euskadiko Ezkerra en el panorama de la política vasca fue posible gracias a una idea alumbrada por Bernardo Moreno Bergaretxe "Pertur", un dirigente de ETA político-militar que poco antes de desaparecer en circunstancias no totalmente aclaradas inspiró la "ponencia Otsagabia". El documento en cuestión, presentado en 1976 en el marco de la VII asamblea de ETApm, proponía superar el modelo político-militar con el que hasta entonces se habían alineado las estructuras y la actividad del nacionalismo vasco violento, avanzando hacia la separación orgánica de la "lucha política" respecto de la "lucha armada". De acuerdo con dicho análisis, el cambio requería la creación de un partido político destinado a actuar como vanguardia de la clase obrera y del conjunto del pueblo vasco y dispuesto a aprovechar todas las opciones institucionales abiertas en España gracias al inicio de la Transición. De ahí surgiría EIA (Euskal Iraultzarako Alderdia, Partido para la Revolución Vasca) y más tarde su sucesor EE (Euskadiko Ezkerra, Izquierda de Euskadi), nacido a raíz de un experimento de coalición electoral ensayado en 1977 mediante el que EIA (el brazo político de ETA político-militar) subsumió a un sector de la extrema izquierda del País Vasco, principalmente EMK (Euskadiko Mugimendu Komunista, Movimiento Comunista de Euskadi).

En 1977, cuando las primeras elecciones generales de la actual democracia ofrecieron la prueba de que la sociedad vasca no era globalmente nacionalista, sino políticamente plural y diversa, los "euskadikos" sacaron conclusiones y decidieron profundizar en la acción institucional. Se inició así una tendencia de orientación inversa a la tomada por la otra sección del nacionalismo vasco radical, la liderada por ETA militar. Mientras ésta negó la realidad, prefiriendo la narrativa falaz del conflicto vasco-español y manteniendo como prioridad la violencia terrorista, los hijos de ETA ingresados en EIA y EE se implicaron en un proceso de evolución ideológica y práctica que acabó dando lugar a la disolución de ETApm, consumada en 1982 gracias a una amnistía encubierta urdida con los gobiernos de Adolfo Suárez y Felipe González por los principales líderes "euskadikos": Mario Onaindía, antiguo militante etarra juzgado en el proceso de Burgos y Juan María Bandrés, abogado suyo en aquel influyente juicio de 1970.

A esto seguiría el progreso de EE hacia posiciones políticas progresivamente más incluyentes, partidarias del Estatuto de Gernika y el pacto de Ajuría Enea, y mediadas por un ejercicio continuado de crítica desmitificadora del discurso aberztale y de los principales dogmas del nacionalismo vasco: una auténtica religión política sobre cuyas bases los líderes y militantes de EE fueron sucesivamente tildados de héroes, heterodoxos y traidores. A pesar de sus continuados esfuerzos por ir adaptándose a cada nueva circunstancia, o más bien como consecuencia suya, el proyecto político de EE terminó fracasando a mediados de los años noventa, con su dirigencia parcialmente absorbida por el PSE (Partido Socialista de Euskadi).

El libro de Gaizka Fernández analiza esa larga experiencia repasando minuciosamente cada uno de los cambios ideológicos experimentados por la formación, cada estrategia política ensayada, cada resultado electoral y cada conflicto, dentro del contexto de la política vasca y española. Quizá el empeño argumentativo por mostrar los aspectos positivos de esta evolución hayan dejado en segundo plano los gravísimos pecados que la acompañaron. Conviene recordar que EE promovió durante demasiado tiempo un relato excesivamente complaciente de su propia historia, retratándose como la última derivada de una ETA buena: la que supo abandonar la violencia al ritmo de avance de una joven democracia, frente a otra ETA mala, la que prefirió insistir en la lucha armada aún después de consolidarse un nuevo régimen de libertades. Pero lo cierto es que nunca hubo una ETA buena y que hasta 1981 los "euskadikos" formaron parte de un entramado criminal corresponsable de la instauración del denso e irrespirable clima de terror que ha emponzoñado la vida social y política del País Vasco hasta hace casi una década.

Asimismo, el mérito de haber propiciado la desaparición de ETApm no estuvo exento de graves costes: sobre todo el coste que supuso la impunidad de los muchos "polimilis" que resultaron amnistiados sin haber pagado por sus propias carreras asesinas. Para no incurrir en un balance injusto, el autor reconoce en sus conclusiones cada uno de estos puntos oscuros advirtiendo, no obstante, que quizá lo más relevante de su investigación es la constatación de que las religiones políticas que mueven a la violencia no tienen por qué ser eternas e invulnerables, como no lo fueron para los nacionalistas díscolos de los que trata este excelente libro. 

24/03/2018

Casa-torre y linaje de Unzueta de Eibar


La Casa-torre de Unzueta es un monumento situado en el barrio de Azitain de la localidad guipuzcoana de Eibar. Unzueta es un apellido muy arraigado en esta localidad. Las primeras noticias datan de 1193.

En la Baja Edad Media, los Unzueta participaron en la Guerras de Bandos, aliados del bando oñacino, por lo que su casa-torre sufrió numerosos ataques.

En el siglo XVII, Angela María de Unzueta, ordenó construir el edificio de la actualidad.

Dos de sus fachadas, las que miran al barrio Azitain, son de piedra sillar en tonos grises. Tiene cuatro ventanas en cada una de sus cuatro plantas. Todas tienen barrotes o balcones de hierro forjado. En el centro de la fachada principal se encuentra el escudo de los Unzueta.

El 30 de noviembre de 1957, los Hermanos de La Salle abrieron el colegio en este lugar, pasando a llamarse Nuestra Señora de Azitain La Salle en honor a la Ermita de Azitain.

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CASA TORRE DE UNZUETA

Estos fueron algunos de los hijos más ilustres del linaje de los Unzueta de Eibar, dedicados a la carrera de las armas en los Reales Tercios y Armadas y en las administraciones de poder del Imperio español:

Francisco Unzeta fue veedor general del Ejército de Extremadura, de la Orden de Santiago. 

Martín Unzueta fue contador de las galeras de España en 1603 y pagador general de Flandes, después.

Ochoa López Unzeta fue auditor general de los Tercios de Milán.

Andrés Unzueta comenzó su servicios en los ejércitos de la Monarquía hispánica en 1609. Más tarde, abordo de las galeras de Sicilia y Nápoles, se distinguió en las expediciones de Levante, en la toma de Onella y en apresar bajeles enemigos. En Susamanco, Berbería, al ir a quemar unos bajeles de corsarios por orden de su jefe, fue herido de dos mosquetazos que le causaron la muerte.


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ESCUDO DE ARMAS DE UNZUETA EN SU CASA-TORRE

Cristóbal Unzueta se distinguió como capitán en la batalla que la Armada española, mandada por García de Toledo, sostuvo contra la inglesa en Cádiz, el 3 de noviembre de 1625.

Gregorio López Unzueta fue tesorero de la Real Hacienda en la ciudad del Cuzco.

Juan Unzueta comenzó su vida militar sirviendo en los galeones que, a cargo del general Tomás Larraspuru, salieron a navegar en julio de 1622. Estuvo en la jornada que Fadrique de Toledo hizo a las Indias en 1629, y fue nombrado capitán en 1632. El mismo año, al mando del patache San Antonio, combatió en el centro de la boca del canal de la Habana contra una urca inglesa, que la dejó desarbolada y desjarciada.

José de Unzueta fue coronel de caballería que se distinguió en la campaña de Cataluña y especialmente en la batalla de Villalonga el 7 de Diciembre de 1793. Allí siguió combatiendo sin rendirse a pesar de la herida que recibió al comenzar la contienda. Murió durante el transcurso del combate de Llers el 7 de junio de 1794. Como recompensa a sus servicios, una hermana suya gratificada con una pensión de once reales diarios.


ESCUDO DE ARMAS LOS DE UNZUETA DE EIBAR

20/03/2018

Blas de Lezo en el Museo de Cera de Madrid


Estatua que el Museo de cera de Madrid ha dedicado al marino guipuzcoano Blas de Lezo





17/03/2018

Reinado de Fortún Garcés: cautiverio cordobés


En el 860, durante los últimos años del reinado de García Íñiguez, el emir Muhammad I atacó Pamplona. En la localidad de Milagro tomó como rehenes al heredero al trono navarro Fortún Garcés el Tuerto y a una de sus tres hijas, Oneca Fortúnez, e impuso un pago anual de impuestos, que fueron abonados con regularidad.

En el 870, García Íñiguez encontraba su muerte dejando como sucesor a su hijo apresado, que no regresó hasta 880, después de 20 años de cautiverio y tras plegarse a los deseos de Córdoba. Parece que gobernó como regente en Pamplona García Jiménez, hijo de Jimeno García de la dinastía Jimena.

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FORTÚN GARCÉS

Durante esta década el Reino pamplonés actuó de forma autónoma y la alianza con los Banu Qasi se renovó solo para atacar al Emirato cordobés. En 870, se estableció una alianza entre el caudillo pamplonés y varios magnates pirenaicos, como Aznar II Galíndez, para ayudar a Amrus ibn Umar de los Banu Qasi en su lucha contra el emir. Al año siguiente prestó su ayuda a Lope ibn Muza en una nueva revuelta contra Córdoba.

Fortún Garcés estuvo acompañado en Córdoba de una de sus hijas, llamada Oneca Fortúnez. Esta se casó con el hijo mayor del emir Muhammah Abdallah, de los cuales descendió un hijo llamado Muhammad, nacido en 864, que no llegó a reinar pero que fue padre del primer califa cordobés Ab al-Raham III. La influencia de Oneca sobre su esposo hizo que este le otorgase la carta de repudio del príncipe Abdallah, regresando con su padre Fotún a Pamplona y casando más tarde con su primo Aznar Sánchez.

Ya en Pamplona, Fortún reinó hasta el 905, guardando subordinación al Emirato. Ese año fue derrocado por Sancho I Garcés, descendiente de la dinastía Jimena, linaje que había ocupado la regencia del reino bajo su cautiverio, debido a su falta de iniciativa para luchar contra Córdoba.

milagro aragón río fortún garcés muhammad navarra córdoba
VILLA DE MILAGRO JUNTO A RÍO ARAGÓN

16/03/2018

Hombre primitivo vascón de los contra-ilustrados de Durango


Entre finales del siglo XVIII y principios del XIX, un grupo de intelectuales vascongados pretendió renovar los tradicionales alegatos que defendieron en los siglos pasados apologistas como Garibay, Poza, Zaldivia, Isasti y Larramendi. Fue una serie de eruditos en clara confrontación ideológica con los ilustrados del Siglo de las Luces, a los que se les conoce como contrailustrados.

Este grupo se reunía en Durango, en torno a su líder el sacerdote Pablo Pedro de Astarloa, y formaban parte del núcleo principal de pensamiento el párroco de Marquina, Juan Antonio de Moguel Urquiza, y dos miembros de la pequeña nobleza rural, el vizcaíno Juan Antonio de Iza Zamácola y el guipuzcoano Juan Bautista de Erro Aspíroz.

CALLE DE DURANGO, POR DARÍO DE ROGOYOS Y VALDÉS

Pablo Pedro de Astarloa escribió una extensa apología del vascuence, inspirado en las teorías del calvinista francés Antoine Court de Gébelin. Para este, la lengua primitiva de la humanidad tuvo que poseer una perfección lógica absoluta, que habría permitido a sus hablantes desarrollar una civilización antediluviana muy superior a todas las que vinieron después, y sostenía que dicha lengua era el celta primitivo, que se perpetuó en la de los galos. A través de las raíces célticas del francés era teóricamente posible reconstruir una imagen de la civilización que pereció bajo las aguas del diluvio, y lo expresó así en su principal obra Le monde primitif, con la que pretendió desacreditar las obras ilustradas de Diderot, D'Alembert, Holbach, etc.

Astarloa tomó de Court de Gébelin el método de análisis de las perfecciones lingüísticas para aplicarlo al vascuence, demostrando que la lengua primitiva no había sido el celta, si no el eusquera. El planteamiento de Astarloa defería bastante de los de Poza y Larramendi, porque según el contrailustrado, el vascuence no sería ya solo una lengua matriz entre los demás idiomas babélicos, sino la lengua originaria de la humanidad desde tiempos de Adán y Eva, pero no por haber sido infundida por Dios al hombre, sino por tratarse de un producto instintivo y natural de éste. Además, la superioridad del eusquera sobre el hebreo no se debería a la posesión de una revelación divina acerca de la trinidad, inscrita en su vocabulario, sino a su mayor perfección gramatical.

La tesis de Astarloa consistía en la prueba de que la naturaleza del hombre le facultaba para hablar, eso demostraba que no fue Dios el que le dio la capacidad de hablar, sino que fue el hombre el que, ejerciendo la facultad vocal que Dios le dio, creó el habla de forma natural. En su extenso Discurso filosófico sobre la lengua primitiva, Astarloa quiso demostrar que dicha lengua primitiva no podía ser otra que el vascuence, como lo demostraban sus características fonéticas, semánticas y gramaticales. Según este autor, tan natural sería para el caballo relinchar y para el toro bramar como el ser humano hablar vascuence.

PABLO PEDRO DE ASTARLOA

Lo que parecía ser una polémica sobre la lengua vasca encubría no solo una controversia en torno a la legitimidad de los fueros, sino un ataque a la cultura de la Ilustración. Este pensamiento conllevó discusiones con de intelectuales como el arabista José Antonio Conde y, más significativo, el marino y erudito liberal José Vargas Ponce, amigo de Jovellanos y los caballeritos de Azcoitia, que mantuvo una correspondencia amistosa con Juan Antonio de Moguel.

Para Vargas Ponce estaba muy claro cuál era el sentido y la finalidad de la exaltación del vascuence por el grupo de Durango. Juan Antonio de Moguel Urquiza no editó en vida ningún libro, salvo un manuscrito que su sobrino Juan José Moguel entregó al convento de franciscanos de Zarauz. Algunas copias circularon manuscritas antes de que en 1881 un periódico integrista vizcaíno lo publicase por entregas. Su largo título era El doctor Peru Abarca, catedrático de lengua vascongada en la Universidad de Basarte. Diálogo entre un rústico solitario vascongado y un barbero callejero llamado Maisu Juan.

En el prólogo de este Peru Abarca, escrito en castellano, Moguel ya declaraba que "estos diálogos no se dirigen a la instrucción de la juventud vascongada, sino a la de los que son tenidos por muy letrados". Se trataba de un diálogo pedagógico, siguiendo el modelo de Juan Luis Vives, que pretendía demostrar a los miembros de la Sociedad Bascongada Amigos del País que los aldeanos sabían muchas cosas que ellos ignoran y, sobre todo, que hablan un vascuence más rico y elegante. Para ello, enfrenta dialécticamente a dos personajes: el campesino Peru Abarca y el barbero Maisu Juan; un campesino rural frente a un ciudadano de villa. En el diálogo, el hombre de municipio manifestaba ignorar las actividades de los labradores e incluso de las industrias rurales, como las ferrerías, hablando un vascuence muy pobre y degradado. Al obre de campo y montaña le correspondía instruirle, tanto en la lengua vascongada como en economía empírica.

Mediante estos personajes, Moguel puso en contraste el mundo de los verdaderos sabios, los campesinos vascongados, y el de los falsos sabios, los ilustrados de salón, los notables que utilizaban el vascuence como lengua auxiliar, para entenderse con sus criados y labradores, pero que no lo aprecian y fomentan.

Moguel definía una antropología contrailustrada, en la línea llevada por Astarloa: Peru Abarca es un verdadero sabio porque es "catedrático de Lengua Bascongada en la universidad de Basarte", es decir, en la universidad de la naturaleza. Su conocimiento de esta era mucho más profundo y amplio que el de Maisu Juan ( e ilustrados en general) porque poseía una lengua perfecta, la lengua primitiva de la humanidad, que transmite a sus hablantes la ciencia de los orígenes, muy superior a la filosofía y ciencia experimental del Siglos de las Luces.

PERU ABARCA, POR JUAN ANTONIO MOGUEL

Otra obra importante escrita en contra del pensamiento de la Ilustración fue la de Juan Bautista de Erro. Natural de Andoain, fue militar e ingeniero de minas formado en el Seminario de Vergara y autor de El mundo primitivo o examen filosófico de la antigüedad y cultura de la nación vascongada, que apareció en 1815. Este Mundo Primitivo estaba basado en Le Monde Primitif de Court de Gébelin, partiendo del eusquera para la reconstrucción de la supuesta civilización primitiva de la humanidad. Su prólogo contenía un ataque frontal contra la idea de soberanía nacional. Erro sostenía que todos los monarcas legítimos eran herederos de un primer padre universal al que Dios invistió con una autoridad absoluta sobre su prole, autoridad que comprendía la potestad para dar muerte, a su entero arbitrio, a cualquiera de sus hijos.

Erro era discípulo de Astarloa, y también escribió que el vascuence era la madre de todas las demás lenguas al haber sido hablada por la Humanidad desde Adán y Eva.

Durante la primera Guerra Carlista, fue nombrado ministro universal del pretendiente Carlos, y en este cargo lo conoció el escritor y viajero británico Richard Ford, y otro de menos renombre pero gran importancia para la historia de Vasconia, el escritor sulentino Joseph Augustin Chaho, sobre el que ejerció una profunda influencia.

EL MUNDO PRIMITIVO, POR JUAN BAUTISTA DE ERRO

Realmente, los contrailustrados de Durango nunca tuvieron un peso específico y relevante en la configuración de una ideología contrarrevolucionaria que, sin duda, existió y movilizó a una buena parte de la sociedad vascongada de la época, primero contra los franceses de la invasión napoleónica, luego contra los constitucionalistas del 1812 y más tarde contra los liberales isabelinos.

Las especulaciones sobre la perfección formal de las lenguas no debieron interesar ni los pocos campesinos alfabetizados en castellano ni a los ilustrados vascos. Quienes sí prestaron atención fueron algunos ilustrados alóctonos, como Conde o Vargas Ponce, escandalizados porque a finales del Siglos de las Luces y la Razón hubiese autores que siguieran defendiendo las fantasías de los apologistas mitológicos del siglo XVI.

Pero el pensamiento de Astarloa y de Moguel tuvo una importante influencia en la radicalización del Fuerismo y en la aparición del nacionalismo vasco, a través de la recuperación de las obras de ambos escritores en la década de 1880. Así pues, los Discursos filosóficos de Astarloa marcaron profundamente al joven Sabino Arana, y el Peru Abarca no dejó indiferente a Miguel de Unamuno. Además habría que incluir el Amaya de Francisco Navarro Villoslada. Esta trilogía de obras sobre mitología vascófila formaron las bases ideológicas de los fueristas y carlistas vascongados del siglo XIX.

EL HOMBRE PRIMITIVO VASCÓN

La ideología del grupo contrailustrado de Durango constaba de una antropología y de una teoría de la lengua vasca. La teoría de la antropología de la etnia vascona seguía las pautas marcadas por el tradicionalismo europeo. Frente a la figura del ciudadano moderno surgida de la Revolución francesa, los tradicionalistas defendían el paradigma del hombre primitivo, que no se debe confundir con el buen salvaje de Rousseau. De hecho el buen salvaje y el hombre primitivo son antagónicos.

La teoría del buen salvaje de Rousseau defiende que el hombre fue inocente e inofensivo en su creación. Lo que pasó es que los reyes o jefes de determinados pueblos cometieron horribles crímenes y pecados cuyas culpas se transmitieron a sus súbditos y descendientes, reforzando así los efectos de la caída de Adán y profundizando la tendencia al mal que esta indujo en la naturaleza humana. El salvaje no representaba una modelo de bondad y tolerancia, estando totalmente pervertido. Sólo el esfuerzo de algunos individuos excepcionales ha conseguido que algunos pueblos se hayan civilizado.

Por el contrario, la hipótesis del hombre primitivo mantenida por los tradicionalistas situaba a la especie humana en el paraíso terrenal. Por revelación divina, el primitivo había accedido a gran parte de su sabiduría, desde la cual supo construir una civilización antediluviana mucho más acorde con la ley natural que la más avanzada de las civilizaciones modernas y mucho más desarrollada en conocimientos científicos. Pero esa primitiva civilización desapareció bajo las aguas del diluvio universal y solo los restos arqueológicos permiten adquirir algo de su grandeza.

CIUDAD BÍBLICA ANTEDILUVIANA

Erro y Astarloa reconocían los monumentos de las civilizaciones precolombinas de América como testimonios de la perfección primitiva, pero la única vía para conocer su sabiduría estaba en la lengua que estas hablaron antes de la colonización hispánica, y no en los restos materiales de sus edificios.

La defensa de esta última tesis, por parte de los contrailustrados vascongados, suponía que también el estudio del vascuence representaba una surte de enciclopedia de la humanidad primitiva, de cuyo análisis podría extraerse una imagen completa de la civilización antediluviana. Por tanto, los campesinos euskaldunes poseían los conocimientos fundamentales de la naturaleza, sabiduría que creían estar descubriendo de forma tardía y errónea los ilustrados mediante su método científico experimental.

Frente al buen salvaje de Rousseau y al ciudadano soberano de los revolucionarios franceses, el campesino descrito en Peru Abarca por Moguel, aparecía como una supervivencia de modelo perfecto e insuperable de humanidad: el hombre primitivo, el primigenio. Sin embargo, los verdaderos campesinos vascos del siglo XVIII tenían otras necesidades y creencias que nada tenían que ver con aquellas atribuidas por estos neo-apologistas de Durango.

PABLO PEDRO ASTARLOA

12/03/2018

Castillo de Javier


El Castillo de Javier está situado en una loma de la localidad de Javier, a 52 km al este de Pamplona capital y 7 km al este de Sangüesa. Su nombre original fue el de Esabierre, que en eusquera navarro significaba "casa nueva". Tras una evolución fonética, el topónimo se transformó en Xavier y Javier.

En el siglo X, surgió como una aislada alta torre de vigilancia en tierras fronterizas entre navarros e islámicos hacia el sur, aragoneses al este y francos hacia el norte. La torre del homenaje, llamada de torre de San Miguel, se considera la más antigua de estas características en tierras navarras. Sus sillares sobre la rocosa peña son rasgos de su irregularidad arquitectónica.

Primero vigilaban los islámicos de la dinastía de los Banu Qasi de los reinos de Tudela o de Zaragoza quienes vigilaban a los cristianos, y después fueron los cristianos del Reino de Pamplona quienes vigilaron a los islámicos.

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PARTE FRONTAL DEL CASTILLO DE JAVIER

A comienzos del siglo XI, se construyó el primer recinto envolvente en forma semicircular, que encerraba la torre y formaba las primeras habitaciones. Se había convertido en un pequeño castillo, con espacio suficiente para el refugio de la tropa y capaz de soportar un prolongado asedio.

Entre los siglos XIII y XIV, se añadieron por los cuatro lados, dos baluartes poligonales y dos torres flanqueantes. También se agregó el Palacio Nuevo que sería derribado para la construcción de la basílica adosada al castillo, en 1901.

En aquel siglo XIII, el castillo pasó de propietario regio. Pertenecía al infante Fernando de Aragón, el cual lo había ofrecido como garantía por un préstamo de 9.000 sueldos al rey navarro Sancho VII el Fuerte. Al acabar el plazo de devolución de la deuda, el aragonés no pudo hacer frente a sus obligaciones, pasando a titularidad del navarro, en 1223. Sancho VII fue uno de los grandes prestamistas de la Corona de Aragón, y gracias a los préstamos impagados, se apropió de una serie de villas y castillos entregados como aval que le ayudaron a reforzar sus fronteras: Escó, Peña, Petilla, Gallur, Trasmoz, Sádaba, etc.

Su sucesor, Teobaldo I, encomendó la fortaleza a Adán de Sada, en 1236, de cuyo linaje pasó posteriormente a los Azpilcueta y los Jasso.

En el siglo XVI, el castillo pertenecía a María de Azpilcueta, natural del valle de Baztán, que estaba casada con Juan de Jasso, señor de Javier. Hijo de ambos fue Francisco de Jaso y Azpilcueta, que nació en 1506 en este castillo y vivió en él en su juventud, y que se convertiría en San Francisco Javier

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BASÍLICA Y CASTILLO DE JAVIER

Durante la invasión de Navarra por las tropas del duque de Alba, este linaje fue enemigo de Fernando el Católico, razón por la cual el cardenal Francisco Jiménez de Cisneros ordenase la demolición del castillo, en 1516. Esta sentencia se ejecutó de forma parcial: se derribaron los baluartes con sus almenas y aspilleras; se derribaron dos torres circulares, el puente levadizo y el jardín; la torre del homenaje fue rebajada a la mitad; se destruyeron dos grandes portaladas y se rellenó el foso al mismo nivel del terreno.

Tras sucesivas herencias, la propiedad del castillo, junto con el resto del pueblo de Javier, recayó en la Casa de Villahermosa.

A finales del siglo XIX, el castillo estaba prácticamente en ruinas, y por iniciativa de sus propietarios, María del Carmen de Aragón-Azlor, duquesa de Villahermosa, y su marido José Manuel de Goyeneche, conde de Guaqui, se comenzaron las obras de restauración.

Tras la repentina muerte del conde de Guaqui en 1893, la financiación de las obras quedaron a cargo de las personas más próximas a Manuel de Goyeneche, que fueron su viuda María del Carmen de Aragón-Azlor (duquesa de Villahermosa), y sus tres hermanos María Josefa (duquesa de Goyeneche), Carmen (duquesa de Gamio) y José Sebastián de Goyeneche y Gamio (fundador de la Fundación Goyeneche). No solo se encargaron de los gastos de la restauración del castillo, sino que además hicieron construir una basílica adosada a él y algunos edificios para viviendas para sacerdotes y casas de ejercicios espirituales.

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PARTE TRASERA DEL CASTILLO DE JAVIER

Ya a principios del siglo XX, la duquesa de Villahermosa donó el castillo y la basílica a la Compañía de Jesús con la condición de que lo mantuviera tal y como se le entregó. En la cripta de la basílica descansan los restos de quienes contribuyeron a la reconstrucción del castillo y erección de la basílica.

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FASES DEL CASTILLO DE JAVIER

En la actualidad, el castillo se puede visitar. Dispone de un amplio sistema defensivo dotado de saeteras, matacanes, almenas, torres, camino de ronda, murallas exteriores, fosos y dos puentes levadizos sucesivos, que lo convertían en un inexpugnable bastión en tierras fronterizas.

La entrada posee doble puente levadizo de forma sucesiva frente a sus puertas, en la primera de estas aparece el escudo de armas del linaje de Jaso y Azpilcueta y una moderna rampa de acceso.

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PUERTA DE ENTRADA

Dentro del foso aparecen los baluartes y las escarpas escalonadas de bolos de río, que servían para fortalecer los muros contra la artillería del siglo XV.

El matacán o buharda es una obra voladiza del muro sobre la puerta de entrada, con suelo abierto, desde donde se atacaba al enemigo, por ejemplo dejando caer bolas incendiarias a lo sitiadores que trataban de tumbar la puerta.

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FOSO CON SAETERA, ESCARPA Y MATACÁN

Atravesando la puerta de piedra se accede a la sala principal: la sala grande. En tiempos de emergencia podía servir de cocina y de dormitorio. Normalmente, era la sala de audiencias y recepciones, además de ser el espacio donde la familia pasaba gran parte de su vida doméstica.

SALA GRANDE

El castillo está dotado de tres torres: la de San Miguel, la de San Cristo y la de Undués.

La Torre de San Miguel, o torre del Homenaje, es la más importante, sobre la que gira el castillo, sobresaliendo del patio de armas y de la sala grande a ambos lados. Está asentada en una roca originaria que se puede ver en su interior y construida con grandes bloques de arenisca. Era el núcleo originario de la atalaya defensiva del siglo X, que evolucionó hacia el castillo actual.

TORRE DE SAN CRISTO - TORRE DEL HOMENAJE - TORRE DE UNDUÉS

Desde la terraza almenada se contempla la sierra de Leyre (norte), la vega del río Aragón (oeste), la torre de Undués (este), y la plaza donde estuvo el antiguo poblado de Javier (sur), junto con la abadía y la parroquia.

TERRAZA ALMENADA DE LA TORRE DE SAN MIGUEL

La Torre del Santo Cristo es bastión lateral junto a la basílica. En interior se encuentra un vestíbulo y la capilla del Santo Cristo. Entre sus elementos arquitectónicos se encuentra una saetera, una verja y el altar, también hay un interesante crucifijo tardogótico (siglos XV) tallado en madera de nogal, es el Cristo sonriente de Javier. Toda esta pequeña capilla está decorada de una serie de pinturas murales de esqueletos representando la Danza de la Muerte, única en España.

TORRE DEL SAN CRISTO Y TERRAZA

La plaza de armas es un espacio abierto entre los muros de la fortificación original y las caballerías. Es la parte central del castillo en torno al cual se distribuían las estancias para el acuartelamiento de la tropa. Había granero, bodega, cuadras y un pozo de agua para resistir un prolongado asedio. A la derecha se encuentra la basílica, estructura que comenzó a edificarse a finales del siglo XIX en el lugar que se hallaba el Palacio Nuevo, donde nació Francisco de Javier.

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PLAZA DE ARMAS

El camino de ronda es un corredor pensado para defender mejor la fortaleza. Desde él se aprecian varios elementos defensivos, entre otros el matacán principal del castillo.

CAMINO DE RONDA

La Torre de Undués sobresalía por encima de dos plantas con saeteras, que antiguamente por encima de las bodegas y las caballerizas del castillo. En la actualidad alberga el Museo de San Francisco Javier, que contiene interesantes pinturas y esculturas relacionadas con la vida y misiones del santo, algunas de ellas de procedencia oriental.

torre unduéz caballeriza castillo francisco javier
TORRE DE UNDUÉS Y CABALLERIZAS

Los sillares sobre la roca en la que se asienta la torre del homenaje o de San Miguel 
son rasgos de su irregularidad arquitectónica. En sus basamentos hay huellas y zócalos musulmanes que podrían ser del siglo de su construcción. Bajo esta peña existe una fría celda con su cuerpo medieval.

castillo francisco javier torre base rocas
SILLARES DE LA TORRE

Las estancias donde originalmente se alojaban los señores del castillo rodean la base de la torre de San Miguel. Una de sus dos estancias es conocida como el Cuarto del Santo, ya que según la tradición fue la habitación de Francisco de Javier hasta 1525, cuando partió a estudiar a París. La otra estancia es la capilla originaria del castillo, consagrada a San Miguel, que conserva el enlosado original.

estancia javier torre capilla castillo francisco
DEPENDENCIAS DE LA TORRE

ESCUDO DE ARMAS DE FRANCISCO DE JAVIER

La llamada Sala de los Escudos es una estancia que en la actualidad está adornada con los escudos de armas de los padres de Francisco de Javier (María de Azpilicueta y Juan de Jaso) y el árbol genealógico de su linaje.

María de Azpilcueta y Aznárez de Sada fue señora de Javier. Sus padres fueron Martín de Azpilcueta, señor de Javier, y Juana Alfonso Aznárez de Sada, señora de Javier.

Juan de Jaso y Atondo fue señor de Javier al matrimoniar con María de Azpilcueta. Provenía de los linajes de Jaso y Atondo.

Ambos dejaron como descendientes a Magdalena de Jaso, Ana de Jaso, Miguel de Javier, Juan de Azpilcueta y Francisco de Jaso y Azpilcueta.

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ESCUDOS DE ARMAS DE LA FAMILIA DE FRANCISCO DE JAVIER

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ESCUDOS DE ARMAS DE FRANCISCO JAVIER

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MAQUETA DE LA TORRE DE SAN MIGUEL

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MAQUETA DEL CASTILLO DE JAVIER

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MAQUETA DEL CASTILLO DE JAVIER

08/03/2018

Bartolomé de Carranza y Miranda


Eclesiástico y teólogo del siglo XVI, que participó en el Concilio de Trento de 1546, en la Junta de Valladolid de 1550 sobre la "polémica de los naturales", y escribió Tratado sobre la virtud de la justicia.

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BARTOLOMÉ DE CARRANZA
Y SU ESCUDO DE ARMAS

Bartolomé de Carranza y Miranda nació en Miranda de Arga, Navarra, en 1503. Desde 1515, primero estudió latín en Alcalá de Henares, después artes. En 1520, ingresó en la Orden de Santo Domingo en el convento de Benalaque, donde completó los estudios de filosofía y teología. En 1525, ingresó en el colegio de San Gregorio de Valladolid, donde al terminar sus estudios comenzó su docencia en artes. Allí coincidió con Melchor Cano, erudito y rival en la ciencia y en las dignidades dentro y fuera de la Orden dominicana. La rivalidad entre estos dos teólogos se inició en un acto académico del curso 1532-1533, en la que ambos ya dejaron marcadas de forma irreductible sus posiciones.

En 1533, fue nombrado maestro de estudiantes y catedrático de vísperas de teología, a la vez que realiza funciones de censor o calificador en el Santo Oficio de la Inquisición.

En 1536, se le adjudica la cátedra de prima de teología, mientras que Melchor Cano entra a ocupar la de Vísperas. Solicita la magistratura en Teología Sagrada por el capítulo provincial de Benavente de 1537, que le fue concedida en Roma en el capítulo general de 1539, acto al que asistieron varios cardenales y el embajador de Carlos V.

En 1539, ya de vuelta a España, el capítulo provincial de la Orden celebrado en Valladolid le otorga el cargo de examinador de los predicadores y confesores de la provincia dominicana de España, al mismo tiempo que Melchor Cano. En esta época se distinguió por sus sermones y explicaciones de la Summa Theologiae de Santo Tomás y de la Sagrada Escritura en el colegio de San Gregorio, a las que asistían los que serían grandes maestros del futuro: Juan de la Peña, Juan de Villagarcía y Pedro de Sotomayor.

En 1540, publicó Tratado sobre la virtud de la justicia.

En 1545, Carlos V le escribió desde Bruselas con la orden de participar en el Concilio Ecuménico de Trento, y lo hizo de forma muy activa, ya que sus intervenciones fueron muy alabadas tanto por los Padres conciliares como por los cronistas de la asamblea: Sobre el canon de la Sagrada Escritura, el 20 de febrero de 1546; el Sermón del primer domingo de cuaresma ante los Padres del concilio, el 14 de marzo de 1546; los Discursos sobre la justificación, el 14 de julio, el 27 de septiembre y el 18 de octubre de 1546; la Intervención sobre los sacramentos en general, el 21 de enero de 1547; el Voto sobre el sacramento de la Eucaristía, el 3 de febrero de 1547.

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CASA NATAL Y ESCUDO DE BARTOLOMÉ DE CARRANZA

Fue elegido prior de Palencia en 1548 y actúa como definidor en el capítulo provincial de Ávila de ese mismo año. En el capítulo de Segovia del 2 de febrero de 1550, fue elegido prior provincial de la provincia dominicana de España. Entre los años de 1548-1550 es propuesto para confesor del príncipe (el futuro rey Felipe II) y para obispo de los obispados del Cuzco y de Canarias, dignidades que no acepta.

Entre 1550 y 1551, estuvo presente en la Junta de Valladolid, que intentaba resolver la polémica de los naturales o de los justos títulos entre Juan Ginés de Sepúlveda y Bartolomé de las Casas.

A finales de 1551, se reincorporó a las sesiones del Concilio por orden del emperador, interviniendo en el aula sobre el tema de la Misa y sobre el sacramento del Orden.

En 1553, fue regente supernumerario del Colegio de San Gregorio de Valladolid. Por orden del rey Felipe II, en 1554, embarcó en La Coruña para Inglaterra. Fue nombrado vicario por el maestro de la Orden de Predicadores, con el objetivo de restaurar a los dominicos en Inglaterra, aun cuando la verdadera intención de su misión fuera restaurar el Catolicismo en Inglaterra. Fue confesor de la segunda esposa de Felipe II, María Tudor. Allí trabajó como legado pontificio o nuncio de su Santidad el Cardenal Pole, siendo el brazo derecho de éste en la difícil tarea de la contrarreforma, que cristalizó en el sínodo de Londres de 1555. Los resultados prácticos de estos esfuerzos fueron realmente pocos, debido a la pronta muerte de la reina y del cardenal Pole en 1558.

En esa época redactó su famoso Comentarios sobre el catecismo romano, que será la causa de su declive posterior, imprimiéndolo en Amberes en 1558.

Como premio a su trabajo, Felipe II lo propuso como arzobispo de Toledo, sede primada del Imperio español. A pesar de su resistencia, fue ordenado de obispo en 1558 en el Convento de Santo Domingo de Bruselas.

Por encargo del monarca, ejerció la función de Consejero del Imperio en Flandes, cuando ya el emperador Carlos V se había retirado enfermo a Yuste. Se distinguió en esa época por sus profundos comentarios a la Biblia y a la Suma Teológica de Santo Tomás.

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BARTOLOMÉ DE CARRANZA
Y SU ESCUDO DE ARMAS

De vuelta a España, Felipe II le ordenó asistir al Consejo de Estado en Valladolid y tratar con su padre Carlos I en Yuste los temas secretos que le había confiado, justo a tiempo antes de asistir a su muerte. En 1558, ejerció en Toledo como obispo, donde sorprende por su modo de ejercer la caridad.

En esos momentos la Inquisición se ocupaba en las audiencias de los reos del foco luteranizante castellano descubierto en el mes de abril de 1558, donde el nombre de Carranza se decía que fue frecuentemente invocado. El inquisidor general, Fernando de Valdés, prepara el proceso de arresto en 1559, es engañado y obligado a abandonar la corte, siendo apresado la noche 23 de agosto en Torrelaguna y conducido a la cárcel de la Inquisición en Valladolid, donde da comienzo su proceso.

Fue su proceso largo, complejo y notorio, tanto por la calidad del acusado como por las circunstancias en que se desarrolló. Se le juzga primero en España (1559-1567). Carranza recusa al Inquisidor General; así, el acusado pasa a ser acusador del juez que le debía juzgar. Los árbitros del conflicto dieron por buena la recusación y nombraron un nuevo juez para Carranza. Su abogado, Martín de Azpilicueta y los testimonios de prestigiosas personas impedieron que sus enemigos y los fiscales lograsen que el juez dictase sentencia de culpabilidad.

Posteriormente, el proceso fue llevado a Roma por exigencia del papa Pío V. Carranza partió de España el 27 de abril de 1567, yendo a parar a la cárcel del Castillo de Sant Angelo. El mismo papa asistió a docenas de sesiones del proceso, dictando sentencia a favor de Carranza. Pero como la diplomacia exigía que antes se comunicara la decisión al rey de España, envió a un embajador con ese encargo, quien se retrasó en la vuelta a Roma y no le dio tiempo a llegar antes de la muerte de Pío V en mayo de 1572.

En 1576, Gregorio XIII sentenció en su contra, declarándole gravemente sospechoso de herejía y exigiéndole una abjuración "ad cautelam" de dieciséis de sus proposiciones, a pesar de que la obra fuera declarada ortodoxa por el Concilio de Trento en 1563.

La última parte de su defensa fue llevada a cabo también por Martín de Azpilicueta, quien fue enviado a Roma por Felipe II precisamente para hacerse cargo de la misma. Gracias a su brillante defensa, Carranza fue finalmente absuelto, poco antes de morir en el Convento de Santa María Minerva de Roma, donde es enterrado.

Gregorio XIII, como reparación por su confusa sentencia, redactó el epitafio que se puso sobre su tumba:
"Bartolomé Carranza, navarro, dominico, Arzobispo de Toledo, Primado de las Españas, varón ilustre por su linaje, por su vida, por su doctrina, por su predicación y por sus limosnas; de ánimo modesto en los acontecimientos prósperos y ecuánime en los adversos.
En 1993, sus restos fueron exhumados y trasladados a la catedral de Toledo.

BARTOLOMÉ DE CARRANZA