PATRIOTAS VASCONGADOS Y NAVARROS

TERRITORIO

ANTROPOLOGÍA SOCIAL Y CULTURAL

30/06/2015

Merchandising dedicado a Blas de Lezo


Serie de objetos relacionados con el teniente general de la Real Armada española Blas de Lezo y Olavarrieta.

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25/06/2015

Francisco de Urdiñola y Larrumbide


Conquistador, gobernador, comerciante y capitán general de Nueva Vizcaya del virreinato Nueva España a finales del siglo XVI y principios del XVII. Fue uno de los mineros más ricos de Nueva Vizcaya y de Nueva Galicia.

Poseedor y explotador de minas en Bonanza, en Mazapil, en Ramos y en el Río Grande de las Nieves, donde tenía ingenios para fundir y refinar el metal. Agricultor, vinicultor (construyó la primera bodega comercial de vino de América en Parras), propietario de uno de los latifundios más grandes de la tierra (sólo en Coahuila 30.000 km2 con 66 poblados), fue también uno de los ganaderos más importantes de Nueva España (México). Para aprovechar la lana de sus incontables ovejas, tenía en Patos fábricas de paños, bayetas y de sombreros de lana que proporcionaban propios rebaños de ovejas. Y también tuvo industria de transporte, pues en varios documentos se mencionan sus jefes arrieros.

FRANCISCO DE URDIÑOLA

Francisco de Urdiñola y Larrumbide nació en Oyarzun, Guipúzcoa, en 1552, en la casa torre de los Urdiñola frente a la iglesia, hoy llamada Landetxe. Sus padres fueron Juanes de Urdiñola e Isabel de Larrumbide Echenagucia y Ugarte, familia pobre pero hidalga. Su arribo a la Nueva España y, especialmente, a los territorios de Nueva Galicia y Nueva Vizcaya se efectuó en 1572.

Llegó a México hacia 1572, probablemente a Zacatecas, donde había muchos vascos, puesto que Francisco de Ibarra se rodeaba de ellos. Coincidió su llegada más o menos con la muerte de Ibarra y tuvo incluso más mérito que él, puesto que fue el definitivo conquistador del Nuevo Reino de Vizcaya, o mejor dicho el pacificador, puesto que este último prefería una mala paz a una buena guerra.

En 1579, fue herido por los indios en Nueva Vizcaya en un asalto a las minas de Indé. En 1580, luchó y pacificó la comarca del Saltillo con el capitán Diego de Aguirre. En 1581, socorrió con el capitán Alonso López de Loys a los mineros de Mazapil y por su ánimo y diligencia fue nombrado caudillo: soldado más valeroso y distinguido. Ese mismo año, prendió a los jefes indios Martín y Francisco el tuerto a su costa y misión, y el general Rodrigo del Río Losa le nombró capitán de Mazapil.

En 1582, atrapó al jefe chanala Machoquía, al jefe guachichili y a otros tres jefes que asaltaban a los mineros. Vigiló los caminos asegurando el comercio en beneficio de las minas. El mismo año, luchando contra los guachichiles prendió entre otros a la madre, mujer e hijos del capitán Melchor, indio muy ladino criado entre cristianos. Para conseguir la paz, trató bien a los presos y dio libertad a muchos, entre ellos a la madre de Melchor. Este le citó en la sierra y le dijo que fuera solamente con dos soldados. Allí el jefe rodeado de muchos indios le hizo subir sin arcabuz y al ver que lo hacía lo abrazó y Urdiñola consiguió su asentamiento en las minas de Mazapil.

Urdiñola virreinato nueva España sociedad mural
URDIÑOLA EN EL VIRREINATO DE LA MUEVA ESPAÑA

En 1584, se volvió a alzar Melchor con el indio Pedro Rayado y los redujo volviendo a traer la paz; les proporcionó a su costa alimentos y vestuario y los asentó.

En 1586, segundo alzamiento de los indios en Saltillo dando muerte a Sagastiberri y robando muchos caballos. Venció a sus jefes Cilavan y Zapalinamé, los trajo a la paz y los asentó.

En marzo de 1587, firmó una paz ajustada con los indios de Mazapil, dándole libertad al indio esclavo Maztel o Cristóbal y buen trato en general.

En 1588, tercer alzamiento en Saltillo. Con maña los trajo a la paz y los asentó en pueblos y rancherías.

En 1589, cuarto levantamiento en Saltillo. Viendo que la paz no era duradera y que al no haber minas que defender en Saltillo resultaba muy caro enviar una gran partida de soldados, el virrey Velasco decidió poblarlo de tlaxcalas. Los tlaxcalas eran indios que ayudaron a los españoles en la conquista de Tenochtitlan, Ciudad de México. Por lo visto en las negociaciones con el jefe tlaxcala influyó mucho el padre navarro Gerónimo Mendieta.

PACIFICACIÓN DE INDIOS POR URDIÑOLA

El 14 de marzo de 1591, el virrey Luis Velasco refrendado por su secretario Martín López de Gauna ordenó al general Rodrigo del Río de Loza el asentamiento de los indios tlaxcalas en cinco poblados, teniendo que estar uno de ellos contiguo a Saltillo, dándoles mercedes y privilegios de conquistadores a los indios. Pero, el 11 de agosto, Rodrigo legó el asentamiento en Urdiñola por su rectitud, diligencia y habilidad demostradas, con el que partieron los 400 tlaxcalas con sus familias. Hay un listado de los indios comandados por Buenaventura de Paz, nieto de Xicotencatl del 6 de julio de 1591.

Urdiñola fue nombrado teniente gobernador y capitán general de toda Nueva Vizcaya y se ordenaba a todas las villas que se le obedeciese. La marcha debió de ser lenta pues llegaron el 2 de septiembre. Los indios de Saltillo los recibieron bien, cedieron parte de los manantiales y comenzó el reparto de las tierras más fértiles, quedando el pueblo fundado y así consolidada la precaria villa de Saltillo.

El 13 de septiembre, amojonó tierras para la iglesia y el convento y al sur de Saltillo asentó a los guachichiles y otras naciones que habían estado en guerra. El propio Urdiñola tomando de la mano a varios jefes indios les dio posesión de las tierras. Y a petición de los tlaxcaltecas que eran todos de San Esteban de Tizatlan lo bautizaron con el nombre de San Esteban de Tlaxcala, quedando dividido de Saltillo por una acequia y hoy en día por la calle Allende, convirtiéndose en ciudad al unirse a Saltillo el 5 de noviembre de 1827 y más tarde en capital.

Mientras cumplía sus deberes de gobernador no desaprovecho la oportunidad para aumentar sus extensas propiedades otorgándose mercedes que extendieron sus propiedades hacia el norte y hacia el sur de lo que ya poseía.

La fortuna principal de Urdiñola, la que pasaría a sus herederos, se formó de haciendas ganaderas y vinícolas que empezó a adquirir desde que fuera nombrado capitán de la tropa de Mazapil y que seguiría extendiendo hasta los últimos días de su vida. Desde el principio de la colonización de la Nueva Vizcaya se repartieron no solamente solares y caballerías a los fundadores de los pueblos, sino también extensiones mucho más amplias llamadas "estancias", en los valles cercanos donde había agua, lo que permitía dedicarlas a la agricultura y a la cría de ganado.

La estancia fue adquiriendo sus características y dimensiones, hasta convertirse en la unidad de explotación típica de la Nueva España Mientras tanto, en la ciudad de México, los virreyes hacían esfuerzo por reglamentar la distribución de la tierra.

Las leyes de 1567 y 1574 definieron la extensión de una "estancia" de ganado mayor en 1.755 hectáreas, la de ganado menor en 780 hectáreas, y la de una caballería en 430 hectáreas. Las estancias se otorgaron con derechos definitivos de propiedad privada y se vendieron, donaron o legaron sin otro requisito que el registro del cambio de propietario ante un escribano público.

FUNDACIÓN DE SALTILLO

Cuando Urdiñola llego a la región oriental de la nueva Vizcaya, las tierras para la fundación de las villas de Parras y Saltillo se habían repartido ya, y al ver aquellos bellos pastizales vírgenes donde pacía el ganado, y como defensor que era de la región, no tardó en solicitar "mercedes" de tierras.

El 16 de agosto de 1583, el teniente de gobernador Francisco de Ibarra le cedió a Urdiñola un sitio de ganado mayor, seis caballerías de tierra para siembra, dos solares para casas con sus suertes de huertas y un ejido de molino sobre el río de los palmitos-nogales ubicado entre la villa del Saltillo y la de Parras. Ese mismo año adquirió por compra a Juan Alonso otra estancia de ganado mayor, dos ejidos de molino y dos caballerías de tierra en la Ciénega de los Patos. Estas dos estancias fueron el núcleo alrededor del cual se formaría la hacienda principal del latifundio que se denominaría San Francisco de los Patos.

En 1587, ya Urdiñola era dueño de dos estancias más, una en Castañuela y otra en la Ciénega de San Juan. Y fue en ese mismo año que el tesorero de la Nueva Vizcaya, Juan de Ibarra, le acrecentó sus propiedades al cederle por donación, una merced que el mismo Ibarra había recibido días antes y que incluía las demasías de tierra que existieran desde Castañuela hasta San Juan, y las que hubieran también hasta la Ciénega de los Patos.

Pero Urdiñola deseaba tener terrenos en la región de Parras, y fue así que, entre 1589 y 1590, le fueron mercedados tres sitios más de ganado mayor y dieciséis caballerías de tierra entre castañuela y parras otorgadas por el general Alonso Díaz, entonces teniente del gobernador Rodrigo de Río de la Loza. En 1598, fecha de la segunda fundación de Parras, Urdiñola había extendido sus tierras en Parras hasta el manantial principal , que tuvo que compartir con el pueblo de indios de Parras, adjunto a su hacienda, y también con los jesuitas.

FRANCISCO DE URDIÑOLA EN NUEVA VIZCAYA

En 1591, recibió la comisión del virrey Luis de Velasco para trasladar 400 familias tlaxcaltecas hacia las poblaciones del norte de la Nueva España. Al Saltillo llegó con 71 familias y 16 indios solteros tlaxcaltecas el 2 de septiembre de ese año, y adjunto a dicha villa, fundó el 13 de Septiembre de 1591, el pueblo de San Esteban de la Nueva Tlaxcala, situado al poniente del Saltillo y separado de ésta por lo que hoy es la calle de Allende.

En 1594, fue acusado de haber asesinado a su esposa Leonor López de Lois y a un supuesto amante de nombre Domingo de Landaverde. Después de un proceso que duro cuatro años en que la inquisición y la audiencia de Guadalajara se disputaban la jurisdicción. Urdiñola fue absuelto de la muerte de su esposa, pero no de la de Landaverde, Ante lo cual, regreso a sus terrenos del norte con la idea de acrecentarlos aun mas, y para ello siguió adquiriendo tierras en las cercanías de saltillo, que habían sido anteriormente mercedadas a sus primeros pobladores.

Al año de conseguir la libertad, el que había sido su enemigo, Santiago de Vera, nuevo presidente de la Audiencia de Guadalajara, encomendaba a Urdiñola como gobernador por su rectitud, diligencia y por ser amado y seguido por numerosos amigos y soldados en escrito del 12 de abril de 1600 y en otro del 15 de diciembre.

El 28 de mayo de 1603, el virrey conde de Monterrey le nombró gobernador y capitán general de Nueva Vizcaya por sus buenas virtudes y por dejación de Rodrigo de Vivero, tomando posesión del puesto en la villa de Durango el 23 de junio de 1603 y continuando en el cargo hasta 1614.

El anterior gobernador Rodrigo de Vivero y el teniente gobernador Alonso Maldonado no consiguieron aplacar en 1601 una gran rebelión de indios de la provincia. Pero Urdiñola trasladándose a Topia apresó a los cabecillas en poco tiempo, y sin derramar sangre pacificó la provincia, les regaló tierras y levantaron poblados.

Después atravesó Sierra Madre y se dirigió a la provincia de Sinaloa. Y, el 31 de marzo de 1604, envió un informe general de Nueva Vizcaya a las Cortes. Elaboró un informe sobre las riquezas y malos empleos, denunciando a latifundistas que compraban minas, pero no las explotaban por no pagar los quintos reales. Hizo una relación de minas y aconsejó medidas y legislación para corregir estos fraudes. Informó sobre la pacificación que como consecuencia trajo el descubrimiento de las minas de San Luís Potosí y otras, y pidió más soldados para Sinaloa. En los documentos relacionados con Urdiñola que formarían varios volúmenes, encontramos actos de gobierno, creación de obispados, fundación de pueblos, nombramiento de jueces, censos…

VIRREINATO DE LA NUEVA ESPAÑA

En 1607, emprendió una expedición por haber sido muerto a flechazos fray Martín de Altamira, persiguiendo a los indios Quamoquanes hasta el río Sabinas. Ejecutando a los cabecillas consiguió la paz y trasladó los restos del padre a Saltillo. Como pago, el 8 de enero de 1610, el rey le hizo merced de 1500 pesos por decreto firmado en Madrid. A 30 leguas de Durango, provincia de Xocotilma, había una serranía abrupta donde vivían los xiximes, indios que asaltaban los caminos, mataban y se llevaban los muertos para comerlos. Entró en la serranía en 1610, construyendo caminos en sitios que parecía imposible abrirlos. Fue una campaña muy dura con muchas muertes y castigos de horcas, pero consiguió pacificarlos dándoles la libertad y congregándolos en cinco pueblos en partes muy cómodas. No se sabe cuando dejó el mandato, pero en 1615 ya era gobernador Gaspar de Albear.

Urdiñola otorgo testamento en su estancia de Santa Elena el 16 de julio de 1617. Al año siguiente el 4 de marzo de 1618, dicto un codicilio que por su extrema gravedad no llegó a firmar. Urdiñola debió haber fallecido poco tiempo después dejando como herederas universales a sus dos hijas María e Isabel Urdiñola de Lois.

El 27 de abril de 1619, el convento de Santo Domingo de la ciudad de México dono a los descendientes de Urdiñola, mediante una limosna de 4000 pesos, una capilla lateral de su iglesia de San Raymundo de Peñafort para depositar en ella los restos del capitán francisco de Urdiñola conquistador, gobernador, y capitán general de la Nueva Vizcaya.

23/06/2015

Batalla de Ochandiano


Ochandiano se fundó como una villa defensiva dentro de la merindad de Durango del Señorío de Vizcaya, en un emplazamiento estratégico, en el límite con el territorio alavés y al pie de la ruta que unía la meseta castellana con la costa cantábrica cruzando el puerto de Urquiola. Fue una de las 14 villas que conformaban junto con Ortuña y la Tierra Llana, el Señorío de Vizcaya, con voto y asiento en las Juntas de Guernica. Ha presenciado grandes batallas por ser asiento de la nobleza del Señorío que se enfrentó por el control económico y abrió disputas entre la sociedad urbana y la nobleza rural durante los siglos XIV y XV.

PLAZA DE OTXANDIANO

Hay noticias de la batalla que libraron en 1295 por la posesión del señorío las tropas de Diego López de Haro contra las de Álvaro Díaz de los Cameros, unido al infante Juan y a María Díaz de Haro.

A principios del siglo XIV, se dio justo a sus puertas el combate entre Fortún Sánchez de Zamudio y Álvaro Díaz, enviado del infante Juan, pretendiente al Señorío de Vizcaya. En ella murió Díaz, en singular combate con Zamudio.

En 1355, siendo el conde Tello el señor de Vizcaya, un grupo de vizcaínos al mando de Juan de Avendaño batallaron en tierra de Ochandiano contra Juan de la Cerda, a quien el rey Pedro I de Castilla había encargado la conquista del Señorío. Los de Avendaño infligieron una grave derrota a sus enemigos, causando muchos muertos y prisioneros.

Pero esta guerra civil entre dos pretendientes a la Corona de Castilla fue aprovechada por los banderizos para convertir la villa de Ochandiano en su campo de lucha para solucionar sus discordias. La Villa padeció el saqueo, incendio, y todos los horrores de una guerra civil sin piedad y sin cuartel.

FUENTE DE OTXANDIANO

En marzo de 1415, Juan de Avendaño y Juan Alonso de Mújica ambicionaban la posesión de la Guía de Albina en Olaeta. Cada caudillo ocupaba un barrio opuesto en Ochandiano. Juan Pérez de Gamboa, del bando de Avendaño, prendió fuego al barrio que ocupaba Mújica, ante la imposibilidad de hacerlo por las armas. Su plan fue exitoso ya que Mújica, herido de un saetazo, tuvo que replegarse con los suyos a un cerro colindante.

Al siguiente día, llegaron refuerzos a los Oñacinos y consiguieron establecer un tratado de paz, que solo duró unos días, pues muy poco después las calles de Ochandiano se tiñeron de sangre de ambas parcialidades.

Gómez González de Butron, protagonista en los sucesivos asedios a Munguía, volvió a pelearse de nuevo con los de Avendaño en 1437, en Ochandiano. En 1443 fue Avendaño quien atacaba a la villa, aliada entonces de Butron y saqueaba Aramayona, retirándose sin problemas satisfecho de su hazaña y de haberse vengado del desastre de 1437.

CASA-TORRE DE OTXANDIANO

18/06/2015

Beltrán Ibáñez de Loyola


Noble guerrero que participó en la Guerra Civil de Castilla y en la Guerra de Granada

Beltrán Ibáñez de Loyola era natural de Loyola, Guipúzcoa. Fue el padre de San Ignacio de Loyola. Participó activamente en la política de Castilla. A partir del año 1474, tomó parte en la Guerra Civil castellana, luchando en Toro, Burgos y Fuenterrabía para sostener la causa de Isabel la Católica en contra de los intereses de Juana la Beltraneja.

Diez años más tarde, a partir de 1484, Beltrán de Loyola, acompañado ya por algunos de sus hijos, luchó en la Guerra de Granada , que en 1492 puso fin a la Reconquista. El padre de Iñigo ya no desafiaba a la Corona, como hizo su abuelo banderizo. En él, el feudalismo medieval se había integrado ya en el nuevo Estado monárquico y cortesano.

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ESCULTURA Y ESCUDO DE ARMAS DE LOYOLA

17/06/2015

Fundación de los Tercios de Infantería por Antonio Leiva y Pedro Navarro


En tiempos de los Reyes Católicos, las formaciones de infantería militar no podían operar independientemente a causa de su escasa potencia y de su reducido número de efectivos; es por esta causa que se crearon las Coronelías primero y, en la reforma de 1534, los Tercios, con objeto de disponer de núcleos poderosos de combate relativamente autónomos y de características apropiadas para satisfacer las necesidades de las campañas en las que se hallaban comprometidas las tropas imperiales.

Cada Tercio con una fuerza de 3.000 hombres, se componía de 3 Coronelías cada una de las cuales comprendía a su vez solamente 4 Compañías en lugar de las 20 iniciales, con el fin de simplificar su administración y gobierno interior. Cada Coronelía continuó mandada por un Coronel y el mando de las 3 lo reasumió un maestre de campo, nueva categoría cuya creación data de esta época. De las 12 compañías que formaban el Tercio unas eran de piqueros y otras de arcabuceros, destinándose a las primeras los hombres de mayor fortaleza y resistencia, pues yendo revestidos de armadura tenían que manejar una pica de grandes proporciones.

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REALES TERCIOS DE INFANTERÍA

Por otro lado, es muy probable que en determinadas circunstancias se organizaran compañías mixtas de piqueros y arcabuceros y que se emplearan ballesteros como elementos auxiliares. La ballesta se continuó utilizando como arma de guerra (así como de caza) durante el siglo XVI.

Los tercios españoles, que muy pronto serían considerados invencibles en terreno llano, constituían una tropa sufrida, valiente y experimentada. Sus largas picas debidamente concentradas en formación cerrada formaban una especie de puerco espín que se movía cansinamente a golpe de tambor y formaba una barrera infranqueable para la caballería enemiga. Además sus cuadros iban apoyados por escuadrones de expertos arcabuceros capaces de acertar al caballero a cien pasos, traspasando la coraza. Se inicia la era de la pólvora que acaba con la noble guerra medieval.

Los ejércitos de la época moderna estaban compuestos de soldados profesionales de los cuales eran en una alta proporción extranjeros. En el ejército de Carlos I, durante las campañas en Italia, además de españoles entre los cuales se integraban los vascongados, militaba una gran cantidad de alemanes, italianos y suizos.

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REALES TERCIOS DE INFANTERÍA

Para conocer el grado de integración de los navarros en los Reales Tercios y Armadas y el uso de armas de forma permanente y profesional al servicio del naciente Reino de España conviene poner como ejemplos a Pedro Navarro y a Antonio Leiva, dejando a un lado las aventuras de militares y navegantes indianos de origen navarro como Diego de Artieta y Pedro de Ursúa.

Pedro Navarro y Antonio de Leyva fueron la vanguardia de ataque del Gran Capitán, Gonzalo Fernández de Córdoba, en las Guerras de Italia, generando una escuela de estrategia militar en el campo de batalla. Su dirección se extendió desde la campaña modélica de 1503 con las batallas de Ceriñola y del río Garellano al sur de Italia, hasta la no menos modélica campaña de 1634 del cardenal-infante Fernando de Austria.

Pedro Navarro fue el adelantado más eficiente de la ingeniería militar, Leyva se convirtió en el arquitecto militar, el fundador de los Tercios Reales. Pedro modernizó la técnica de los Tercios, mientras que Leyva estableció la organización interna de los mismos.

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ANTONIO DE LEIVA Y PEDRO NAVARRO

13/06/2015

Aportación del Reino de Navarra al Camino de Santiago


El fenómeno de las peregrinaciones jacobeas, que unió los territorios del norte de España a través del Camino de Santiago, todavía subsistente en la actualidad. Esta fue una vía de relaciones religiosas e intercambios culturales y económicos que arraigó profundamente y dio lugar a un espacio común entre territorios hispánicos.

Navarra es una región fundamental en la historia del Camino de Santiago, donde se unen varios itinerarios, siendo dos del Camino francés: uno cruzaba el Pirineo por Roncesvalles y pasaba por Pamplona; el otro llegaba desde el puerto aragonés de Somport y entraba por Sangüesa; confluyen ambos en Puente la Reina y desde allí, por Estella y Los Arcos, se encamina a Logroño y Nájera, tierras pertenecientes al medieval Reino de Pamplona-Nájera. Continúa por Santo Domingo de la Calzada, para pasar entrar a tierras de Castilla. También fueron importantes otras vías: la de Baztán, la de la Barranca, la de Monleón a Roncal y Lumbier, la de Valdorba, la del Val de Aibar y la de la Ribera del Ebro, que se unificaban en el Camino francés en tierras navarras.

ITINERARIOS DE CAMINO DE SANTIAGO POR NAVARRA

Durante el siglo X las condiciones para el desarrollo de la peregrinación compostelana fueron poco favorables, debido a la inseguridad del Camino y a la concentración de los esfuerzos cristianos en la defensa frente al Califato de Córdoba. Entonces, el Camino atravesaba los Pirineos por Roncesvalles, llegaban a Pamplona y seguía por rutas abruptas y montañosas en el corredor del Val de Araquil dirección Burgos, atravesando el condado leonés de Álava. Otro itinerario seguía la vía romana de la Burunda y otros caminos de Vizcaya y el norte de Burgos.

La paulatina conquista militar favoreció el auge de las peregrinaciones por el territorio riojano y la consiguiente fijación de la ruta terrestre. En el año 923, Sancho I Garcés de Pamplona y Ordoño II de León habían reconquistado con toda la Rioja Alta, Viguera y Nájera. Esta última ciudad riojana se convirtió en capital del reino navarro.

Tras la recuperación del tramo viario entre Logroño y Grañón, fue a partir del siglo XI cuando se consolidó plenamente esta ruta de peregrinación, coincidiendo con el crecimiento y la expansión económica que se produjeron en toda Europa. Es precisamente Sancho III el Mayor quien, en el primer tercio de siglo, abrió orientaciones transformadoras de las relaciones exteriores hispánicas y quien fijó el definitivo trazado. El rey pamplonés conoció perfectamente las ventajas y beneficios que el paso de los peregrinos aportaba a las villas y ciudades, por eso quiso que la ruta jacobea atravesara por el centro del territorio de su reino. Trató de reaprovechar la vía romana que llevaba a Libia, vía Herramélluri, desde Varea y Tricio. En tierras castellano-leonesas Alfonso VI, a finales del siglo XI, fue su principal promotor.

No sólo económicas, también por razones de política territorial y estrategia militar, Sancho III reorientó el Camino hacia el valle del Ebro y los llanos de La Rioja, donde se encuentra Logroño, para seguir hacia Santiago por tierras llanas y fértiles que incitaban al asentamiento de pobladores inmigrantes. La afluencia de francos a la Península fue en aumento desde mediados de dicha centuria hasta finales del XII.

CAMINO FRANCÉS DE LA RUTA JACOBEA

De esta forma, el Camino de Santiago se convirtió en eje de ordenación urbana y de organización territorial de Navarra, a la vez que la comunicaba con los restantes reinos cristianos españoles.

También introdujo el arte románico y la aportación cultural de los monjes de la Orden del Cluny, que se extendió luego por toda la ruta jacobea, y cuyo esplendor se prolongó hasta el siglo XVI. Los monjes cluniacenses utilizaron la ruta como elemento de renovación eclesiástica y como vía de penetración de la reforma gregoriana.

La expansión demográfica de los países europeos en el siglo XI y XII tuvo su reflejo en una gran actividad poblacional en Navarra y a través de ella, a lo largo de todo el valle del Ebro. Ello supuso un aporte económico, social y cultural que enriqueció el crisol de culturas que siempre fue el viejo reino, contribuyó de forma notable al desarrollo urbano característico de estos siglos y a una estratificación de la sociedad con la aparición de nuevas clases sociales desvinculadas de los señoríos y que surgían de actividades económicas, comerciales, artesanales e industriales, no conocidas hasta entonces.

Sancho el Mayor y luego sus descendientes, especialmente Sancho VI el Sabio, fomentaron esta formación de núcleos urbanos a los que otorgaron sus respectivas cartas y fueros municipales inspirados en modelos de origen ultrapirenaico, especialmente en el Fuero de Jaca.

Los reyes medievales navarros favorecieron el Camino introduciendo las primeras medidas de protección de peregrinos y promoviendo la construcción de hospitales, monasterios, iglesias y ermitas a lo largo de toda la ruta jacobea que atravesaba el Reyno de Pamplona, en las que maestros y artistas extranjeros imprimieron su sello. Más de un centenar de ciudades y más de un millar de monumentos a lo largo del camino explican el enriquecimiento cultural y artístico que supuso este itinerario.

CAMINO DE SANTIAGO POR EL PIRINEO NAVARRO

Lo mismo que Navarra fue importante para el Camino, éste lo fue para con ella. A lo largo del reino navarro se encuentran vestigios que constatan su importancia histórica, sobre todo, en los magníficos monumentos de la colegiata de Roncesvalles, de la iglesia de Eunate, de la catedral de Pamplona, de la iglesia de Torres del Río, del monasterio de Leyre y del castillo de Javier.

El monasterio de San Salvador de Leyre fue visitada por san Eulogio de Córdoba en 848, y se quedó deleitado con la riqueza de su biblioteca. Es un dato que informa en torno a las vicisitudes de la cultura en esos siglos alto-medievales, a uno y otro lado de la frontera peninsular entre la cristiandad y el islam.

Algunos años después de la muerte de Sancho el Mayor la construcción del puente de Puente la Reina, de magnitudes no conocidas hasta entonces, facilitaba muy cerca de allí el paso del río Arga. En ese punto se unieron los dos ramales del Camino francés que parten de Somport y Roncesvalles. Fue tan grande el aumento del número de caminantes en este puente que fue necesario la creación de esta población.

Los peregrinos también dejaron huella a su paso por el Pirineo navarro, donde se construyó la famosa Colegiata-Hospital de Roncesvalles, de estilo francés y la capilla del Santi Spiritus para el enterramiento de peregrinos, entre otros edificios.

MONUMENTO A LOS PEREGRINOS

"Los navarros y los vascos son muy semejantes en cuanto a comida, trajes y lengua... se visten con paños negros y cortos hasta las rodillas solamente, a la manera de los escoceses, y usan un calzado que llaman abarcas... suelen comer todo el alimento mezclado al mismo tiempo en una cazuela, no con cuchara sino con las manos... si los vieras comer, los tomarías por perros o cerdos comiendo. Y si los oyeses hablar, te recordarían al ladrido de los perros."
Con estas palabras describía, a mediados del siglo XII, el clérigo francés del Poitou, Aimerico Picaud, a los primeros españoles que podían encontrar los peregrinos al cruzar el Pirineo para dirigirse a Santiago de Compostela.

A mediados del siglo XI y finales del siglo XII, se inició el trazado de un eje económico en sentido Este-Oeste, desde Roncesvalles hasta Santiago. Este eje tuvo una gran importancia para el desarrollo histórico general del Occidente Medieval, en la Europa de la Segunda Edad Feudal.

Era la época en la que las monarquías comienzan a afirmar su poder frente a los señores feudales. La época del desarrollo del señorío rural, de la repoblación y extensión de los cultivos, de la expansión europea hacia sus confines territoriales, más allá del Elba por el Este, hacia la meseta de la península Ibérica por el Oeste. La época, también, del renacimiento urbano, del comercio y de la industria. Es un período de cambio social y de crecimiento económico incipiente. Pero no sólo hay que hablar de estructuras sociales y económicas. El despegue económico europeo coincide con el periodo de formación de una cultura, de una forma de ser y de pensar propia del hombre medieval.

Por otra parte, la idea de continuidad, de desarrollo de estructuras preexistentes también debe ser tenida en cuenta, por la idea de "revolución económica" y "renacimiento cultural". Todo se inició con un cambio en el equilibrio existente en la cuenca mediterránea.

CASTILLO DE JAVIER

El Occidente cristiano mejoró su posición en sus relaciones con el Islam, y esto tuvo una importancia especial en la península Ibérica por la caída del Califato de Córdoba. Creció la población, mejoraron las cosechas y aumentó el volumen de los intercambios comerciales. Europa desbordó sus propios límites para salir a la búsqueda de nuevas tierras, de nuevos productos para el comercio y también de monedas y metales precisos de los que estaba falta.

Encontró algo más, entre otras cosas, las ideas que sirvieron de fundamento para la cultura escolástica. En cualquier caso, la Iglesia supo impulsar y encauzar este movimiento expansivo. Siempre estuvo aliado de los poderes políticos que lo promovían, cuando no fue ella misma la que encabezó el proceso. Naturalmente, no fue la institución eclesiástica en su conjunto la que llevó a cabo estos hechos. Fueron sobre todo los nuevos clérigos, como los monjes cluniacenses o los obispos reformadores que impulsaron la reforma gregoriana, los principales responsables de esta política. Ellos fueron los más representativos e importantes en la Iglesia de la época.

Los reinos hispano-cristianos habían mantenido contactos ocasionales con la Europa franca en la época de su formación y desarrollo inicial. Durante el primer tercio del siglo XI, estos contactos se intensificaron de forma extraordinaria.

PUENTE LA REINA

Los monjes cluniacenses introdujeron la reforma benedictina en las abadías de San Juan de la Peña, en Aragón, y Santa María de Leire, en Navarra, con el respaldo de Sancho el Mayor. Al mismo tiempo, en la zona catalana, el abad Oliva favorecía la introducción de la reforma cluniacense en Ripoll, y desde allí irradió a otros puntos de la península. Su discípulo, el obispo de Oviedo Ponce, llevó este movimiento reformador a Palencia y las tierras asturianas. Por otra parte, la situación política peninsular estaba cambiando con la crisis y caída del califato cordobés. Los distintos gobiernos provinciales de la España musulmana y, después, las taifas se vieron forzados a pasar a una situación de vasallaje y dependencia tributaria con respecto a los reyes y señores cristianos del norte, en el marco de lo que podemos denominar como "régimen de parias".

Al mismo tiempo, la hegemonía castellana facilitaba la vinculación y articulación de diferentes espacios regionales hispánicos. Se reforzaron los vínculos entre Castilla y el área pirenaica, por medio de la incorporación de La Rioja el 1076, a la muerte de Sancho IV.

También pudo incluirse Navarra en esta serie de territorios interconectados por el sistema de alianzas políticas de la época. Primero con el vasallaje de Sancho IV a Fernando I tras la batalla de Atapuerca, el año 1054; después por el vasallaje menos estricto, implícito en la idea imperial leonesa expresada por Alfonso VI y Alfonso VII sucesivamente. Y a través de estos territorios comenzaron a fluir las peregrinaciones compostelanas.

Desde Roncesvalles hasta Santiago, clérigos, caballeros y otros peregrinos de condición más modesta, como artesanos y pequeños comerciantes ocasionales recorrían sus caminos y, a veces, decidieron quedarse a vivir en sus pueblos, acogiéndose a la protección de estos monarcas y animados por las posibilidades de enriquecimiento que la España del siglo XI ofrecía.

PRINCIPALES VILLAS Y CIUDADES DE LOS CAMINOS FRANCÉS Y ARAGONÉS

12/06/2015

Defensa de Castelnuovo por Machín de Mungia en 1539


Machín de Mungia es seguramente el mungiarra sobre quien durante más tiempo se ha escrito sus hazañas. Se sabe que nació en Mungia a principios del siglo XVI y que combatió bajo las órdenes de Andrea Doria contra los turcos en las batallas de Previsa en 1538. Al año siguiente, luchó en la defensa de Castelnuovo, donde cayó preso a manos de Barbarroja. Así lo demuestran algunos documentos de contabilidad, donde se da conocimiento de su soldada, o crónicas casi contemporáneas como la de Paolo Giovio, humanista italiano y cronista militar de su tiempo.

Era verano de 1539, en la Costa Dálmata, la defensa de Castelnuovo en Herzegnovi (Montenegro), dependía de unos 4.000 soldados integrados en 6 banderas del tercio de Florencia, 3 del de Lombardía, 2 del de Nápoles, 1 del de Niza y otra 3 mandadas por los capitanes Machín de Mungia, Zambrana y Pedro de Sotomayor, una compañía de caballos ligeros albaneses y griegos, la artillería mandada por el capitán Juan de Urres, una partida de 125 aventureros y una exigua marina compuesta por una fusta, una fragata y tres barcazas. El hospital estaba a cargo de tres frailes de la orden de San Agustín y del médico Bartolomé Romero.

CASTELNUOVO, SIGLO XVI

Solimán el Magnífico había decidido recuperar Castelnuovo a cualquier precio, para lo cual envió una flota de 138 galeras y 70 galeotes con 20.000 hombres, de los cuales 5.000 eran jenízaros, unidades de élite del ejército otomano, todos al mando del pirata Barbarroja. Por tierra completaba el cerco Uleman, gobernador turco de Bosnia al mando de 38.000 hombres.

Los españoles, acaudillados por el burgalés Francisco de Sarmiento, maestre de Campo, quedaron abandonados a sus propias fuerzas para resistir el asedio turco, ni Andrea Doria, cuya flota de 47 galeras era cuatro veces inferior a la turca, consideró prudente auxiliarles, pues ello hubiera significado desguarnecer Sicilia y Nápoles, ni la Republica de Venecia, molesta entonces con España, se dignó acudir en su ayuda.

Antes del ataque Barbarroja, ofreció una rendición honorable y el embarque de los españoles a sus puntos de origen, lo cual fue rechazado. Sarmiento, en consulta con sus capitanes y oficiales "resolvieron que preferían morir en servicio de Dios y de su majestad y que viniesen cuando quisiesen".

La defensa fue terrible y las bajas causadas al turco resultaron tan importantes que Barbarroja, enfurecido, intensificó de tal forma sus ataques que no dejó piedra sobre piedra. Sarmiento luchó hasta el final "espalda con espalda con los capitanes Juan Vizcaíno y Sancho Frías, rodeados de cuerpos de los enemigos que ellos habían muerto".

SOLDADOS DE LOS REALES TERCIOS DE INFANTERÍA

La cabeza del maestre de Campo, puesta a precio por Barbarroja, no pudo ser encontrada y este tuvo que contentarse con un escaso número de supervivientes, entre los cuales estaba el valiente de Machín de Munguía, malherido.

Soleimán propuso perdonar la vida a Machín de Mungia a cambio de prestarle vasallaje y fidelidad. El cronista Sandoval describió en 1620 sobre la bravuconería y fidelidad de Machín de Munguia a su emperador Carlos V, quien era también señor de Vizcaya, y a la Cristiandad, que prefirió morir antes que convertirse al islam y prestar sus servicios al gran turco. Así se muestra en el siguiente pasaje:
"Que como rogasen mucho a Machín de Munguia, que se tornase Turco, y él blasonase arrogantemente, contando, como avia defendido su nao; Barbarroja, ayrandose contra el, le hizo cortar la cabeza."
Machín de Munguía murió decapitado el 7 de agosto de 1539.

Según Sandoval, el asedio les costó a los turcos cerca de 20.000 bajas y el sacrificio español sirvió para retener unas fuerzas que de otro modo hubieran podido causar verdaderos estragos en occidente.

Europa entera se hizo eco de la hazaña como ejemplo del valor español y poetas como Fernando de Herrera, Gutierre de Cetina y Luigi Tansillo lo reflejaron en sus versos.

SOLDADOS DE LOS REALES TERCIOS DE INFANTERÍA

Durante mucho tiempo los cadáveres quedaron sin enterrar y sus huesos a la vista del viajero. Los inmortales versos de Gutierre de Cetina son impresionantes:
"Héroes gloriosos, pues el cielo
os dio más partes que os negó la tierra
bien es que los trofeos de tanta guerra
se muestren vuestros huesos por el suelo.
No por vengarnos, no, que no dejasteis
a los vivos gozar de tanta gloria
que envuelta en vuestra sangre la llevasteis,
sino para aprobar que la memoria
de la dichosa muerte que alcanzasteis
se debe envidiar más que la victoria."
Así enfatizó su valor en la lucha al enfrentarse en inferioridad de condiciones a un poderoso enemigo, como era la Armada del temido Barbarroja. Según relataba Juan Martínez de Zaldivia, causó admiración entre sus compañeros y entre el propio Andrea Doria.