La batalla de Tudela tuvo lugar en los alrededores de la ciudad el 23 de noviembre de 1808. Fue una de las más crueles batallas de la Guerra de la Independencia española y el enfrentamiento armado más importante que ha tenido lugar en suelo navarro en toda su historia. Supuso una importante derrota para los casi 33.000 soldados del Ejército español dirigidos por el general Castaños, vencedor en Bailén, por las mejores tropas napoleónicas. El ejército regular estaba compuesto por aragoneses en su mayoría y voluntarios navarros.
El Ejército imperial francés estaba formado por unos 30.000 efectivos, entre dragones, coraceros y lanceros polacos que estaban dirigidos por el mariscal Jean Lannes.
La Diputación Foral, en franca retirada, recaló en la capital ribera donde en noviembre de 1808 decidió no reconocer como rey al hermano de Napoleón, José Bonaparte, y nombrar a Fernando VII de España como el virrey Fernando III de Navarra.
El frente español se encontraba repartido en el cerro de Santa Bárbara (donde ahora se ubica el Corazón de Jesús), Tudela, Torre Monreal, Santa Quiteria, Cabezo Maya, cerro de Calchetas, Urzante, Murchante, Cascante. Y como foso natural entre ambos ejércitos está el río Queiles, afluente del Ebro.
El Ejército imperial avanzaba desde los montes de Cierzo, atravesando una gran extensión de terreno que estaba sin proteger entre Santa Quitería y Cabezo Maya. Frente a ellos estaban las líneas españolas, por tanto, no sería un encuentro a campo descubierto.
La noche del 23 de noviembre, los invasores se acercaban en Tudela, que se preparaba para resistir. Un intenso tráfico de tropas, carruajes, cañones y caballería se desplazaba por las estrechas calles de la ciudad, donde se colocaban barricadas. El Ejército español también tomó la decisión de combatir y terminaba con la disputa entre los generales Castaños y Palafox entre resistir o retirarse.
Temprano por la mañana, el mariscal francés Lannes atravesaba el río Ebro y su ejército lanzaba el primer ataque de fusilería y cañonazos. Sus objetivos más inmediatos eran:
1.
tomar el cerro de Santa Bárbara y atacar Tudela.
2. reconocer y profundizar el centro, formado por los montes de la orilla del Queiles hasta Urzante, para lo cual dejó en reserva las divisiones Morlot y Granjean.
3. lanzar la masa de su caballería contra los de Cascante y Murchante, para evitar que el general Lapeña corriese hacia Tudela sus líneas y para dar tiempo a que llegara la División Lagrange.
Castaños ordenó a Lapeña, ubicado en Cascante, que cerrara la línea hasta Tudela, algo
que no cumplió, dejando un hueco que resultó crucial. Los franceses tomaron Santa Bárbara mientras su caballería atacaba Santa Quiteria. La intensidad de su ataque propició una desbandada final de las tropas que defendían la línea del Queiles entre Tudela y Cascante.
Por desacuerdo entre generales españoles (Castaños, Palafox, Lapeña, Guimarest, y
Roca) para establecer una estrategia, la descoordinación de sus batallones, y el mal estado del armamento de sus tropas, la derrota española ya estaba servida al medio día. El resultado fue más que desastroso: 3.000 bajas, 2.500 heridos y 1.300 prisioneros en el bando español, por los 44 bajas y 513 heridos entre las tropas francesas.
Las bajas españolas se calculan en torno a los 4.000 muertos y 3.000 prisioneros, mientras que por parte francesa no llegaron a 600 los muertos y heridos.
La toma de Tudela fue considerada como clave por Napoleón Bonaparte. Su puente sobre el Ebro era vital para el próximo asedio de Zaragoza.
Entre aquellos combatientes voluntarios se encontraba un joven de 19 años llamado
Tomás de Zumalacárregui, quien tomaría parte de la resistencia zaragozana junto a otros voluntarios vascos y navarros.
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