PATRIOTAS VASCONGADOS Y NAVARROS

TERRITORIO

ANTROPOLOGÍA SOCIAL Y CULTURAL

03/02/2020

Guipúzcoa en la Edad Media: formación territorial y vinculación a Castilla


En la Edad Media, el territorio de Guipúzcoa experimentó distintos avatares según se sucedieron las contiendas entre los reyes castellanos, aragoneses y navarros, pasando de formar parte del Reino de Navarra a la Corona de Castilla, más tarde dividida entre ambos reinos para terminar integrada en Castilla.

Asimismo. sufrió la crisis del Feudalismo, dando lugar a la Guerra de Bandos entre los Parientes mayores y menores. Simultáneamente, se fue produciendo el proceso de fundación de villas. Todo ello llevó a la creación de la Hermandad guipuzcoana, núcleo de las Juntas generales y de la futura Diputación guipuzcoana y a un nuevo ordenamiento jurídico.

Es el territorio más pequeño de las tres provincias vascongadas, zona montañosa con múltiples y pequeños valles, rápidas corrientes de agua y con una sola parte llana y rica que es la que linda con Francia, entre San Sebastián, Irún y Fuenterrabía, comarca predilecta de los romanos y zona de tránsito y ambiciones de poder a lo largo de la historia fronteriza.

Durante los siglos VIII, IX y X, la mayor parte de la actual Guipúzcoa, la más occidental, perteneció al Reino de Asturias, mientras que la parte más oriental se integró en el naciente Reino de Pamplona, en el siglo IX.

En esta época, la propiedad colectiva de origen gentilicio se fue transformando en propiedad privada, dentro de una organización de la sociedad de tipo feudal. Fueron surgiendo grupos familiares poderosos, los futuros Parientes mayores, en cuyo poder quedó la mayor parte de las tierras y rentas. También se produjo un descenso desde las zonas altas montañosas a los valles. La población aproximada del territorio era de unas 14.000 personas y se agrupaban en aldeas o barrios, denominándose valle a un conjunto de estos barrios.

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MAPA HISTÓRICO DE GUIPÚZCOA

La primera referencia escrita a este territorio aparece como "Ipuzcoa", con c o con k según el documento, en los Votos de San Millán, o en los diplomas de Sancho III de Pamplona. En la Crónica General de Alfonso X se llama "Lipúzcoa".

Durante el reinado Sancho III, y siendo el señor de Ipuscua García Acenáriz, esta provincia estaba en torno y vasallaje del Reino de Pamplona, tal y como hicieron del testamento que Acenáriz y doña Galga, su esposa, habían otorgado en 1025 a favor del monasterio de San Juan de la Peña.

Esta integración, resultante de la actividad política de Sancho III, duró hasta 1076, año de la muerte de Sancho IV el de Peñalén. Y tras el cual, la vinculación política de Guipúzcoa cambió de orientación hacia el oeste, hacia el Señorío de Vizcaya.

En 1076, la mitad occidental del territorio guipuzcoano pasó a vincularse políticamente hacia el rey castellano Alfonso VI, mientras el resto se incorporaba al dominio del rey navarro-aragonés Sancho Ramírez. Ese cambio de dirección política adquirió carta de naturaleza, pues fueron los señores de Vizcaya quienes gobernaron Guipúzcoa en nombre de los reyes castellanos.

En 1078, Orbita Aznárez, navarro y primer eslabón conocido del futuro linaje alavés de Guevara, era senior de Guipúzcoa. Y, en 1082, el conde de Vizcaya, Lope Iñiguez, reunía ya en su persona las tenencias de Álava y Guipúzcoa.

De nuevo se situó en la órbita navarra en 1123, bajo el reinado de Alfonso I el Batallador, rey de Aragón y Pamplona. Así continuó hasta 1134, cuando fallecido Alfonso I el Batallador se separaron los reinos de Pamplona y Aragón.

El restaurador del reino de Pamplona, García IV Ramírez, retomó la soberanía sobre Álava, Guipúzcoa y Vizcaya a través de su tenente, Ladrón Íñiguez de Guevara. Esta soberanía la mantuvo Sancho VI el Sabio, que tuvo por tenente en Guipúzcoa a Vela Ladrón de Guevara.

En 1179, se adjudicaron las tierras riojanas a Castilla y las guipuzcoanas y alavesas a Navarra, por tratado suscrito entre el castellano Alfonso VIII y el navarro Sancho VI el Sabio. Este último concedió el Fuero de San Sebastián, en 1180, según el modelo de los de Jaca y Estellla.

Durante este periodo hasta 1200, los navarros sólo fundaron San Sebastián, centrando su atención en el sector oriental guipuzcoano, por razones de estrategia política y económica de Sancho VI, buscando una salida al mar, y por intereses del obispado de Pamplona. San Sebastián, llamada Easo, fue donada por Sancho III de al monasterio de Leyre (1014), y recibió el fuero de Estella (1150) y el de Jaca (1174).

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ESCUDO DE GUIPÚZCOA

Guipúzcoa, al igual que Álava, pasó a formar parte del Reino de Castilla en el año 1200 con título de Provincia. Ese año, el rey castellano usó una estrategia contraria a la alavesa y, en lugar de asegurarse la lealtad de la nobleza, se aseguró la lealtad de la población que estaba sometida a la nobleza, de ahí que los reyes castellanos creasen numerosas villas (aldeas con jurisdicción civil y penal).

Sin embargo, las fuentes coetáneas narran el hecho como el resultado de una expedición de conquista. Por ejemplo, el cronista navarro Rodrigo Jiménez de Rada, estricto contemporáneo de los hechos, los narró del siguiente modo:
"Por su parte el noble rey Alfonso de Castilla volvió a atacar el condado de Treviño y Álava y, después de largo asedio, inició el asalto de Vitoria (...) Y de esta forma conquistó el rey Alfonso Vitoria, el condado de Treviño, Álava y Guipúzcoa con las fortalezas y castillo de estas tierras, salvo la ciudad de Treviño, que la obtuvo más tarde a cambio de Inzura (...) Conquistó San Sebastián, Fuenterrabía, Belascoaga, Zaitegui, Aizcorroz, Arlucea, Arzorocia, Victoriano, Marañón, Auza, Ataun, Irurita y San Vicente."

Según Martínez Díez:
"La incorporación (a Castilla) más que obra de las armas lo fue de las negociaciones, pero no con las provincias, que no tenían entidades políticas o administrativas, sino con sus tenentes."

Alfonso VIII incorporó Álava y Guipúzcoa de forma definitiva a su reino. Navarra no pudo oponerse, no sólo a la potencia militar de su adversario, sino tampoco a la decisión de las pueblas guipuzcoanas de tomar partido por el castellano. Según el cronista e hidalguista Esteban de Garibay:
"... los guipuzcoanos deseaban volver a formar parte de Castilla por desafueros que según tradición antigua se conserva entre las gentes hasta hoy día, habían recibido los años pasados de los reyes de Navarra".

Según las capitulaciones de 1200, los guipuzcoanos pasaban a ser vasallos del rey de Castilla integrándose voluntariamente. Hay otra versión que señala que Guipúzcoa se confederó a Castilla, por lo que sus habitantes no eran vasallos reales.

Pero la unión con la Corona respetaba el sistema político de cierta autonomía en el funcionamiento de las Juntas Generales guipuzcoanas, en el respeto a los fueros y a los usos tradicionales, bajo la supervisión del corregidor, delegado del rey. Además, el monarca tenía un especial interés en tener libre paso a los territorios de Aquitania, Condado de Gascuña, cedidos a su esposa doña Leonor por su hermano Enrique II de Inglaterra.

JURA DE LOS FUEROS DE GUIPÚZCOA POR ALFONSO VIII

Desde el punto de vista espacial y social, en la Guipúzcoa vinculada a Navarra la población se asentaba de manera bastante dispersa en valles y montañas constituyendo circunscripciones que eran agrupaciones de aldeas y tierras llamadas Prebostazgos o Realengos rurales. Sus habitantes estaban vinculados a los señores feudales mediante fuertes lazos parentales y de vasallaje. El pueblo llano deseaba la disolución de estas relaciones socioeconómicas imperantes basadas en los vínculos feudales de parentesco y dependencias de linajes dominantes en los valles.

Mediante la fundación de villas este sistema feudal se diluiría. La fundación de una villa aforada por el rey llevaba implícito un nuevo ordenamiento jurídico para sus vecinos, los cuales podrían romper la relación de vasallaje y dependencia con respecto a sus señores feudales o parientes mayores. Esto dio lugar a una sociedad más flexible, orientada al comercio, la artesanía y la pesca y solares familiares individuales.

Y es que el rey castellano se aseguró la lealtad de la población, sometida a una fuerte nobleza y su sistema feudal, ante la promesa de la creación de nuevas villas aforadas con jurisdicción civil y penal. Con ello, además, se contribuía desde la villa a disolver las relaciones socio-económicas dominantes en Guipúzcoa, entre las que no podía encontrarse cómoda una sociedad más orientada al comercio y necesitada de vínculos sociales más flexibles.

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RÍO ORIA A SU PASO POR TOLOSA

Con Guipúzcoa en la Corona de Castilla, se fundaron 24 núcleos urbanos, reorganizando la estructura socioeconómica y territorial.

Entre 1203 y 1237, Alfonso VIII y Fernando III de Castilla fundaron las siguientes villas: Fuenterrabía (1203), Getaria y Motrico (1209), Zarautz (1237). El interés por los puertos era indudable, así como la de delimitar los extremos oriental y occidental, frente el Reino de Navarra en Fuenterrabía y ante el Señorío de Vizcaya en Motrico.

De 1256 a 1383, Alfonso X, Fernando IV, Alfonso XI, Enrique II y Juan I fundaron una veintena de villas: Deba (1343), Zumaia (1347), Orio (1379), etc. Los intereses fueron tanto económicos, para la creación de rutas comerciales (Salvatierra-San Sebastián, la actual Nacional I) y la prosperidad de puertos mercantiles (Orio), como defensivas, en Rentería, por ejemplo, las gentes huían de los abusos de los señores feudales del valle de Oyarzun. Además había un interés en delimitar la separación entre las tierras realengas y las del Señorío de Vizcaya fundando villas en la cuenca del Deba.

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ENTREGA DE LA CARTA PUEBLA DE ORDIZIA POR
ALFONSO X
, POR G. HOMBRADOS OÑATIVIA

A finales del siglo XIV, Guipúzcoa estaba ya estructurada territorialmente como una red de villas, desde sus puertos en el litoral hasta los renovados ejes de expansión interior, conectados por caminos, con una nueva dinámica económica y social. Cobraba importancia la actividad de las ferrerías junto con la ganadería.

Ser miembro de una villa implica poseer unas obligaciones de vecindad como el pago de impuestos municipales, y unos derechos, como la posibilidad de disfrutar de las tierras comunales; el vecino era juzgado por el alcalde y las autoridades reales según el Fuero municipal, librándole de arbitrariedades; se beneficiaba de las exenciones fiscales y penales que la carta foral señala; podía ser fiador y testigo en los juicios; aprovechaba la protección física que otorgaba su condición de vecino de una urbe delimitada territorialmente mediante una muralla y dotada de instituciones de gobierno. Por todo ello, la condición de vecino fue enormemente apetecida por quienes no la poseían.

Por otra parte, la crisis del feudalismo se reflejó en las guerras entre linajes nobiliarios: las Guerras de Banderizos. Las luchas entre los bandos de Oñaz y Gamboa llegaron hasta el punto de quemar Arrasate-Mondragón en 1448. Para luchar contra la violencia de los Parientes Mayores, las villas municipales crearon la Hermandad provincial por petición de ésta última, el rey Enrique IV mandó destruir todas las casas-torre.

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MAPA DE GUIPÚZCOA Y VILLAS FUNDADAS EN LA EDAD MEDIA

Durante los siglos XVI y XV, las Hermandades surgieron como agrupaciones de villas en defensa de las agresiones de la nobleza feudal en tiempos de la crisis bajomedieval. De forma progresiva se fueron constituyendo sus Juntas Generales provinciales, competentes en la toma de decisiones como la fiscalidad y responsables de la creación de un Derecho territorial. Estas dos instituciones fueron el soporte de la soberanía castellana en aquella tierra.

Desde su voluntaria incorporación a la Corona de Castilla el año 1200, acataba la legislación real de Castilla. A partir de 1463, tras varios intentos fallidos, se adoptaron los Cuadernos Ordenanzas de la Hermandad de Guipúzcoa. Para ejecutar las decisiones de las Juntas Generales se creó la Diputación Foral, órgano ejecutivo permanente y los Fueros formaban el ordenamiento jurídico y político.

Los historiadores nacionalistas reconocen y critican que los guipuzcoanos desde su unión a la Corona "tomaron más interés por las empresas y la prosperidad de Castilla que por la nación vasca". Tampoco mostraron el menor interés en unirse o entenderse con las otras regiones vascas y, en el caso de Navarra, llegaron incluso a enfrentamientos y discordias.

Las luchas entre Guipúzcoa y Navarra son calificadas por los historiadores vascos de horribles y duraderas. Una difícil vecindad en la que la topografía del terreno favorecía los ataques a mano armada. La inhibición de los poderes públicos y la escasez de recursos económicos llevaban al fácil robo de ganado, seguido de sangrientas luchas, asesinatos e incendios. Por ejemplo, solamente en dos años, 1429 y 1430, los guipuzcoanos quemaron veintitrés pueblos de Navarra.

El límite entre Navarra y Guipúzcoa era llamado en los documentos antiguos "frontera de malhechores". En esos documentos se llamaba castellanos a los guipuzcoanos, y estos lo tenían en honra, vanagloriándose de su hidalguía y de sus privilegios fiscales.

Dos familias destacaron en estas discordias: los Lazcano y los Oñaz, que tenían muchos servidores y castillos fronterizos, siendo el más odiado de los navarros el de Gorriti, que dio lugar al sangriento encuentro de Beotibar, con incendio de Berástegui seguido de derrota de los navarros en el valle de tal nombre (Beotibarko Zalaia), en el año 1321. Dicho encuentro debió ser importante ya que el poema de Alfonso el Onceno se refiere a él y se enorgullece de la victoria de los "lepuzcanos", considerados como gentes de Castilla.

Otra batalla famosa entre los odiados vecinos tuvo lugar muchos años después en el puente de Belate. En ella los guipuzcoanos, como fuerzas de Castilla, hicieron gran matanza en el Ejército franco-navarro y se apoderaron de doce cañones, que doña Juana de Castilla incorporó como un honor al escudo de Guipúzcoa.

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ESCUDO PROVINCIAL CON 12 CAÑONES DE BELATE Y REY DE CASTILLA

Navarra, durante muchos años, se vio asolada por las guerras entre bandos de agramonteses y beamonteses. Lo mismo ocurrió en Guipúzcoa entre gamboínos y oñacinos. La familia Gamboa procedía de Álava y la Oñaz de Guipúzcoa. Ellas agruparon en sus bandos a muchas gentes de las tres provincias. Era una época que comenzaba a estar dominada por los grandes señores con torres-fortaleza, los llamados parientes mayores (Aide Nagusiak) y "jauntxos" rurales. Algunos de ellos se distinguieron en la Reconquista contra los sarracenos y fueron recompensados por los reyes de Castilla con títulos nobiliarios. Estos últimos no debían tener denominación que aludiese a territorios vascos, pues los usos y costumbres de estos no eran compatibles con señoríos feudales, no admitían el dominio nominal de un noble en una población o comarca, lo que no dejaba de ser una ficción, porque el poder efectivo, como consentimiento del rey, estaba en manos de los tales parientes mayores, más o menos ennoblecidos.

El único modo de enfrentarse a este poder fue fortalecer los centros de población y agrupados en Hermandades, en apoyo también a la autoridad de las Juntas Generales y del rey. De igual manera empezaba a ocurrir en Castilla y el máximo exponente se dio en el reinado de los Reyes Católicos.

Enrique IV fue a Guipúzcoa en 1461, y puede decirse que esta unión, tan castellana y tan vasca, entre rey y pueblo (Juntas y villas) acabó con el poder territorial de los parientes mayores, que, en adelante, tuvieron que incorporarse a los ejércitos reales para luchar, y lo hicieron con gran valentía y fidelidad, en tierras de Al-Ándalus.

Con razón pudo escribir años después el historiador guipuzcoano Esteban de Garibai:
"Ya en nuestros tiempos, por la misericordia de Dios, está tan olvidado todo (las luchas civiles en tierras de Guipúzcoa, Álava y Vizcaya) como si tal cosa nunca hubiera pasado."
Unos cuantos hechos históricos más, en general, que sirven para completar la presencia de Guipúzcoa en la Historia de España durante la Baja Edad Media.

La primera redacción legal del Fuero de Guipúzcoa se hizo en 1375 en la Junta General de Tolosa, siendo protector de la provincia (que es la primera de España en ser llamada así) el rey Enrique II de Trastamara. Su sucesor, Enrique III, nombró a Gonzalo Moro como representante en la Junta que se celebró en la iglesia de Getaria en julio de 1397, en la que se tomaron 64 acuerdos con aprobación real, la mayor parte para terminar con el poder de los parientes mayores.

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JUNTAS PARTICULARES DE GUIPÚZCOA

Enrique IV asistió en 1463 a la Junta General celebrada en Mondragón. En ella y en las celebradas después se utilizaron el euskera y el castellano indistintamente, aunque de las tres provincias vascas las juntas guipuzcoanas fueron las que más y mejor conservaron el euskera. El corregidor era recibido solemnemente bajo mazas, con música de los txistularis, y la soberanía real se hacía perfectamente compatible con los acuerdos de las Juntas. Los junteros eran llamados procuradores. Al disolverse las reuniones, delegaba en una Diputación Foral. Su presidente era el diputado general.

Con grado inferior al corregidor estaban los alcaldes de Hermandad, con poder local absoluto. Fueron ocho los elegidos por Segura, Tolosa, San Sebastián, Mondragón, Elgoibar, Guetaria, Azpeitia y Oyarzun. La Constitución foral consideraba nobles a todos los guipuzcoanos, con limpieza de sangre no adquirida sino de nacimiento. Se prohibía vivir en la provincia a moros, judíos, conversos y agotes. Esta última era una etnia extraña procedente del valle del Baztán, de origen ignoto y rechazada por todos, considerandos leprosos.

Por último, la Junta General de 1468, ejerciendo su soberanía, hizo jurar a Enrique IV "que jamás enajenaría de su Corona las villas, pueblos, etc…, ni Guipúzcoa entera", antes se comprometía a no disponer de la suerte de Guipúzcoa apartándola de la unión con la Corona de Castilla. Ni aun con la dispensa papal podía el rey de Castilla incumplir este juramento, que obligaban a todos los sucesores de Enrique IV.

En otro orden de cosas, la historia eclesiástica, no sólo de Álava sino también de Vizcaya, apunta de igual forma a la vinculación con Castilla. Desde finales del siglo XI, Álava pertenecía enteramente a la ya castellana diócesis de Calahorra; Vizcaya quedaba subdividida en dos sectores de influencia, con Las Encartaciones, al oeste del río Nervión, incluidas en la diócesis de Burgos, y el resto en la de Calahorra. El caso de Guipúzcoa es en este aspecto ciertamente más complejo, reflejando la disputa política entre las monarquías de Navarra y Castilla. Mientras que su borde occidental, limítrofe con Vizcaya, pertenecía a Calahorra, los demás territorios estaban adscritos a la sede episcopal de Pamplona, salvo las tierras delimitadas por los ríos Bidasoa y Oyarzun que dependían de la diócesis francesa de Bayona. Esta situación se mantuvo durante toda la Edad Media.

En 1508 y 1510, Fernando el Católico, a petición de los naturales de la provincia, intentó sin éxito conseguir un vicario general que diera independencia con respecto a las diócesis de Bayona y de Pamplona. En 1566, Pío V concedió la desmembración del obispado de Bayona y la incorporación al de Pamplona de estos territorios. Pero la pertenencia de Guipúzcoa a uno u otro obispado carecía de la trascendencia política anterior, pues hacía tiempo que Navarra había sido incorporada a la Monarquía española.

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PARROQUIA DE SAN JUAN BAUTISTA DE MONDRAGÓN

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