La expansión del Cristianismo por América y el sudeste Asiático fue un objetivo esencial de la Iglesia española, marcando la trayectoria durante la Edad Moderna, que constituyó un esfuerzo incluso mayor que el colonizador.
Aquella Conquista Espiritual fue un proceso que implicó la transmisión de la cultura occidental, involucrando además de la religión, la lengua castellana y las costumbres europeas, mediante la enseñanza y el adoctrinamiento.
La Religión católica fue un elemento clave en la expansión del Imperio español y punto fundamental en su desarrollo posterior al ser la Iglesia un aliado político de los colonizadores, entre los cuales buena parte fueron vascos y navarros. Estos justificaron en todo momento sus acciones expansivas en el derecho divino y la enseñanza de la fe católica para los infieles.
La religión y la civilización fue una necesidad primordial en las poblaciones de indios salvajes que practicaban los sacrificios humanos, el canibalismo y la poligamia. Millones de indígenas tenían que ser adoctrinados en el Cristianismo para la salvación eterna, la profesión de la fe católica y la integración inmediata a los usos occidentales.
MISIONERO PROTECTOR DE INDIOS |
España era, por aquel entonces, un país del Renacimiento y clarísimo exponente del Humanismo cristiano. Los eclesiásticos destinados en las tierras descubiertas se cuestionaron la labor de colonización y evangelización de aquellas tribus indígenas y denunciaron los abusos y excesos de los conquistadores ante la Corte, solicitando leyes protectoras de Indias. La Monarquía hispánica tuvo especial cuidado en los métodos y maneras de civilizar y cristianizar a aquellas gentes.
Carlos V y Felipe II fueron los principales impulsores de este proceso que tuvo como protagonistas principales a los frailes de las Órdenes Mendicantes. Estas se dedicaron a atender las carencias espirituales indígenas, a introducirles en la arquitectura, pintura, música, teatro, a la traducción de textos y el aprendizaje de lenguas indígenas. Intentaron implementar entre las tribus mesoamericanos el estilo de vida europeo con la alfabetización, la enseñanza de artes y oficios, los modos de gobierno y organización civil, leyes, urbanización occidental y la construcción de edificios de diversa índole.
Los misioneros españoles propusieron una evangelización pacífica y sin coacción alguna, desinteresada y libre de todo compromiso expansionista y explotador.
Las órdenes mendicantes fueron principalmente los Franciscanos como Martín de la Ascensión, Martín Loyola, Jerónimo de Mendieta y Juan de Zumárraga; los Dominicos como Francisco de Vitoria y Tomás de Zumárraga; los Agustinos como Andrés de Urdaneta y Andrés Aguirre; y los Jesuitas como Francisco Javier.
EVANGELIZADOR DE INDIOS EN NUEVA ESPAÑA |
Ignacio de Loyola y Francisco de Javier fundaron la Compañía de Jesús, orden católica de estructura militar pero con la finalidad de difundir el evangelio y realizar una gran labor misionera y humanitaria por Europa, América y Asia.
Francisco de Javier predicó el cristianismo y realizó una gran labor misionera en la India, Japón, Filipinas y murió llegando a China. Sus cartas fueron un revulsivo en toda la Europa católica, donde impulsaron la vocación misionera de muchos hombres durante siglos.
La canonización de Francisco de Javier, en 1622, junto con su compañero jesuita y fundador de la Compañía de Jesús, San Ignacio de Loyola, además de Santa Teresa de Jesús, San Isidro Labrador y San Felipe Neri, le convirtió en un modelo de santo para la Reforma Católica, así como un referente en la actividad misionera y humanitaria en las Indias Orientales y Occidentales. Su devoción e impulso se vio incrementado en Portugal y sus colonias, gracias a que su canonización coincidió con la integración de este reino en la monarquía española durante 1580-1640.
La Compañía de Jesús se proyectó en la sociedad mediante las imágenes esculpidas o pintadas de sus dos santos, San Ignacio y San Francisco, en casi todas las iglesias y colegios católicos de España, Europa, Asia e Hispanoamérica. La importancia de la imagen del Santo navarro fue inmortalizada por pintores como Zurbarán, Murillo, Goya, Gregorio Fernández o Martínez Montañés, y su obra narrada en obras teatrales y poemas de Calderón de la Barca, Lope de Vega, Guillén de Castro, y otros muchos.
JESUITA PROTECTOR DE INDIOS |
Entre otros jesuitas, habría que destacar a un sobrino de San Francisco Javier, llamado Jerónimo Javier, a inicios del siglo XVII; un Ezpeleta de Beire, que predicó en el Imperio del Gran Mongol en el norte de la India; y Cipriano Barace, natural de Isaba, que evangelizó el norte de Bolivia y sufrió martirio en 1702.
También el capitán Juan de Ancheta, natural de Urrestilla, cerca de Azpeitia, fue miembro de la Compañía de Jesús, llamado Apóstol del Brasil, el cual, después de haber escrito muchas y excelentes obras, murió en Reritiva, Alden del Brasil, en 1607. Está sepultado en la Ciudad de la Bahía, y declaradas sus virtudes en grado heróico por el Papa Clemente XII en 1736.
Pedro de Rentería encabezó, junto a Montesinos y a De las Casas, la causa protectora de los indios. Llegó a planear la fundación de un colegio donde se recogería a los niños indígenas, poniendo a su disposición todos sus bienes de una manera efectiva.
A esta defensa del indígena por Pedro de Rentería le seguirían otros eclesiásticos vascos y navarros: las de fray Juan de Zumárraga y fray Jerónimo de Mendieta, en México; la del licenciado Alonso de Zuazo, primero en Santo Domingo y después en Méjico, expulsado en ausencia de Cortés; y las de Martín Ruiz de Gamboa y de Alonso de Ercilla, en Chile.
Entre los franciscanos vascos destacaron Zumárraga, Berascola y Mendieta.
Juan de Zumárraga, franciscano natural de Durango, fue nombrado primer arzobispo de México y protector de indios, en 1527. Fue uno de los primeros defensores de los derechos de los indios contra los abusos y el esclavismo de los colonizadores, y llega a cuestionarse la licitud de la conversión de los indios y de la presencia española en América. Redactó uno de los primeros documentos clave en la historia de la defensa de los derechos humanos y tuvo un papel capital en el inicio de la castellanización de los indios.
Realizó bautismos colectivos de indios, la fundación de la catedral de México, del hospital del Amor de Dios, y de la primera imprenta que hubo en México y en toda América, con la edición de la Breve y más compendiosa doctrina cristiana en lengua mexicana y castellana, e inició gestiones para la creación de la universidad y de colegios para la formación y enseñanza de los naturales en lengua castellana.
Protomártir de Georgia fue hecho fray Francisco de Berascola, franciscano natural de Gordejuela (Vizcaya), murió en 1599 junto a varios misioneros y soldados por una rebelión de nativos indios en el virreinato de la Florida.
Otro franciscano, natural de Vitoria, fray Jerónimo de Mendieta, escribió una de las primeras crónicas del Nuevo Mundo conocidas.
MISIÓN HUMANITARIA EN AMÉRICA |
En Japón, más tarde que San Francisco de Javier, destacó el mártir San Martín de la Ascensión, sacerdote de la Primera Orden de los Hermanos Menores. Martín de Aguirre realizó sus primeras misiones en México en 1585, más tarde fue trasladado a Filipinas y terminó en Japón donde desempeñó, gran actividad apostólica y asistencial en Meaco, luego en Osaka, donde fue guardián. Recorrió junto a jesuitas y terciarios franciscanos ciudades y regiones entre suplicios de diverso género y recepciones triunfales por parte de cristianos y paganos, hasta ser perseguidos y crucificados, siendo este hecho mártir y santo. A pesar de la dureza de la persecución contra la Iglesia, desencadenada por instigación de los bonzos, no se cerró la época de la asombrosa difusión del Cristianismo en el Japón.
Juan de Palafox fue fiscal del Consejo de Indias y obispo de Puebla de los Ángeles (México) en 1640. En 1642 es nombrado arzobispo de México y virrey de Nueva España. Fue un estudioso de problemas sociales y asuntos sobre los indios de Nueva España. Realizó obras de carácter polémico, como su De la naturaleza y virtudes del indio(1650), y emprendió una profunda reforma de las órdenes religiosas.
Entre los capuchinos destaca el caso del pamplonés Tiburcio de Redín y Cruzat, que llegó a ser mariscal de campo en los Ejércitos españoles y gobernador general de la Armada, y más tarde misionó en el Congo y en Venezuela.
El alavés Pascual de Álava fue el primero en predicar en China, tras en los infructuosos intentos del navarro Martín de Rada.
En las Indias Orientales, a finales del siglo XVI, frailes agustinos anónimos dieron nombres navarros a nuevas poblaciones en las islas Filipinas, como Cárcar o Tudela.
Uno de los obispos más célebres de las islas Canarias es el jerónimo Juan de Alzolaras, que fue predicador ordinario del emperador Carlos V, uno de los calificadores de las proposiciones del arzobispo de Toledo, el navarro Bartolomé de Carranza. Tomó posesión de su iglesia de Canarias en 1569, y el año siguiente autorizó la solemne dedicación de la catedral de Santa Ana, en la cual fue enterrado cuatro años después.
MISA EN EL VIRREINATO |
La primera iglesia sobre el actual territorio de los Estados Unidos fue fundada por los misioneros que iban con Juan de Oñate, en San Gabriel. Fray Antonio de Arqueaga construyó la iglesia de San Antonio de Senecu, en 1629. Por este tiempo se construyó también la de Picuries, en las montañas del norte, y en ella fue enterrado fray Ascensión de Zárate. Este religioso, en su informe de 1630, hizo un censo de la población, pueblos y misiones. Una expedición tardía fue la del capitán Juan Bautista de Anza a las Montañas Rocosas, en 1779.
En 1717, el misionero Juan de Ugarte, continuador de la obra del padre Salvatierra, enseñó la agricultura a los indios de la Baja California.
La aportación de vizcaínos y navarros es visible también en la jerarquía eclesiástica de los territorios americanos y filipinos. Siguiendo los mismos pasos que en la península: presencia puntual en el siglo XVI, crecimiento en el siglo XVII y abundancia en el siglo XVIII, hasta alcanzar las sedes más importantes de América: Méjico, Santo Domingo y Bogotá.
Por debajo de los obispos y arzobispos, hubo un importante número de arcedianos, capiscoles, maestrescuelas y simples canónigos en muy diversas catedrales de las Indias. Estas carreras no sólo se apoyaron en el mérito personal, sino también en el apadrinamiento del círculo familiar.
Destacaron entre otros el alavés Juan Antonio de Viana, obispo de Caracas, en 1792, en el Virreinato de Nueva Granada. El vizcaíno Manuel de Mollinedo, natural del valle de Mena (aunque algunas fuentes lo consideran en Madrid), fue obispo de Cuzco en 1670 y gran promotor de las artes en su diócesis. El baztanés Martín de Elizacoechea fue obispo de Durango entre 1736 y 1745 y de Valladolid de Michoacán entre 1745 y 1756, en el Virreinato de la Nueva España.
EVANGELIZACIÓN EN EL VIRREINATO DEL PERÚ |