PATRIOTAS VASCONGADOS Y NAVARROS

TERRITORIO

ANTROPOLOGÍA SOCIAL Y CULTURAL

28/02/2015

Juana Ortiz de Zárate


En la segunda mitad del siglo XVI, la colonización americana llegó hasta el Perú fundando un virreinato en el sur del continente que lleva su nombre. Las expediciones pusieron rumbo hacia el sur, Chile, y hacia el este, Río de la Plata. En la sociedad peruana ya se había hecho realidad el fenómeno del mestizaje y numerosos colonizadores españoles se habían casado con aristócratas incas. De este modo, la jerarquía social previa, la del mundo precolombino, se prolongaba en el nuevo escenario hispánico. El origen mestizo no fue una tacha social en la mentalidad hispanoamericana de la época, sino con frecuencia un signo de distinción y gloria.

Una de esas mestizas fue Juana Ortiz de Zárate, hija del conquistador vascongado Juan Ortiz de Zárate y de la princesa inca Leonor de Yupanqui.

JUANA ORTIZ DE ZARATE

Juan Ortiz de Zárate era natural de Orduña, donde nació en 1521. Marchó a América muy joven, allí tomo parte en las campañas de Pizarro y Almagro. En Chuquisaca (Bolivia) fue nombrado tercer adelantado del Río de la Plata, llegando a ser su gobernador y capitán general. A esta región comprendida en tierras de las actuales Argentina y Paraguay la bautizó como Nueva Vizcaya, fundando la ciudad de Zaratina de San Salvador (Zárate), en 1575, en honor a su tierra.

Juana de Zárate nació en Cruzco, la vieja capital inca. Pronto se trasladaría junto con sus padres a Chuquisaca, la actual Sucre boliviana. Juana se crio conforme a su rango principesco, bien avalada por la fortuna de su padre que, además de ser el más alto administrador colonial, era un gran terrateniente.

Juan Ortiz estableció un asentamiento, Asunción, desde el cual partían las expediciones hacia el interior del Río de la Plata. Sufrió diversos ataques por los indios en tierra y por piratas en el mar. Otros expedicionarios vascos como Francisco de Aguirre, Juan de Ayolas, Domingo Martínez de Irala o Juan de Garay le ayudaron a consolidar su proyecto colonizador en amplios territorios del cono sur de América.

Por último, Juan Ortiz marchó a España para conseguir el reconocimiento y la titularidad de "Adelantado del Río de la Plata" de manos de Felipe II. Pero es más, el monarca legitimó a su hija mestiza, Juana, como heredera del adelantazgo y el título de marqués a quien la desposase. Esta titularidad elevaba a la mestiza vasca a la condición de aristócrata; así lo expresaba la Cédula Real:
"Por la gracia de Dios, el Rey resuelve dar legitimidad a la unión de la Palla Inka con el capitán don Juan Ortiz de Zárate, y al conceder omnímodas facultades, libera a la descendencia femenina, Juana Ortiz de Zárate, de toda duda o mancilla, y quitamos toda infamia de ella, mácula y defectos que por razón de su nacimiento le puedan ser pues..."
Poco antes de que la muerte le llegara a Juan Ortiz, en 1576, el colonizador de Orduña dejó escrito su testamento, designando al futuro esposo de su hija y, por tanto, al legítimo heredero de la titularidad del Gobierno en Nueva Vizcaya, ya que Juana era una adolescente de quince años. Así lo dejó escrito su cronista, el clérigo y poeta Martín del Barco Centenera:
"Dejó en su testamento declarado que sea su legítimo heredero la hija que en los Charcas ha dejado, y aquel que fuere esposo y compañero suceda en el gobierno y el estado, según como lo tuvo él de primero. Y mande y rija, en tanto que ella viene, su sobrino Mendieta que allí tiene."
Primeramente, testamentó a favor de Mendieta, su sobrino, pero ante el mal gobierno y el despótico uso de sus funciones, Juan Ortiz decidió que quien se llevaría el atractivo de su hija y el cargo de adelantado sería una persona de su confianza: Juan de Garay. Medio pariente suyo y, también, natural de Orduña. Garay era un explorador veterano, un líder nato y un fiel escudero en sus expediciones y en su gobierno.

MATRIMONIO MESTIZO VIRREINAL

Surgieron más pretendientes, siendo tres de ellos muy bien cualificados. El primero era Antonio de Meneses, ahijado del virrey del Perú, Francisco de Toledo; el segundo era Francisco de Matienzo, hijo del juez de la Audiencia de Charcas, Juan de Matienzo; y el tercero era Juan Torres de Vera y Aragón, noble oficial que ejercía en la Audiencia de Chuquisaca.

Finalmente, es ella quien eligió. El amor superaba al poder, y escogía al candidato menos influyente: Juan Torres de Vera. Se trataba del típico noble español del siglo XVI que consiguió gloria y blasones en campañas y conquistas, noble de espada y toga, de armas y leyes, pero bastante pobre. Natural de Sevilla, tenía 30 años en aquel momento y consiguió la preferencia de la "adelanta" del Río de la Plata, el más joven y apuesto de todos los pretendientes. Juan de Garay, fiel a su amigo y padre de Juana, avalaba el matrimonio, cumpliéndose la voluntad de contrayentes.

JUAN ORTIZ DE ZÁRATE Y JUAN DE GARAY

Surgieron disconformidades ante tal unión. La ley no permitía casarse a los oficiales de justicia dentro de su jurisdicción, y Torres lo era. El virrey del Perú, descontento ante la imposibilidad de sus planes, dictó orden de prisión contra Torres. Por otra parte, Matienzo también abría un proceso judicial contra el oficial. Juana fue apresada por las tropas del virrey, pero tuvo una grata sorpresa: la adelantada esperaba un hijo. Por lo que, fue encerrada en un convento.

Torres nunca fue reconocido como adelantado y gobernador de Nueva Vizcaya del Virreinato del Perú. La ley nunca se lo permitiría y los colonos nunca le reconocieron, aún después de que el virrey Francisco de Toledo muriese. Tampoco pudo marchar a España a confirmar la legitimidad del cargo.

La princesa Juana murió encerrada en 1584, con veintitrés años, según cuenta la leyenda de tristeza. Su hijo, Juan Alonso de Vera y Zárate, viajó a España para reclamar sus derechos, acompañado de su abuela y viuda de Juan Ortiz de Zárate, la princesa inca Leonor de Yupanqui. La Corona reconoció sus títulos y Juan Alonso fue gobernador de Tucumán, quien promovió, entre otras cosas, la fundación de la Universidad de Córdoba en el actual estado de Argentina.

No fue este el único caso de matrimonio entre un conquistador vascongado con una princesa india. Juan de Tolosa, explorador de la Nueva Vizcaya del virreinato de Nueva España (México), matrimonió con Isabel Cortés Moctezuma, hija de Hernán Cortés y de la princesa Isabel Moctezuma (una de las hijas del emperador azteca Moctezuma II).

Martín García Óñez de Loyola, gobernador de Chile en la última década del siglo XVI, contrajo matrimonio con la princesa incaica Beatriz Sapay Coya. Era pariente de San Ignacio de Loyola y en su gobernación se distinguió por su buen trato a los indios.

25/02/2015

Alarde de los escopeteros de Tolosa por la batalla de Beotibar


El Alarde de Beotibar se celebra en la guipuzcoana villa de Tolosa, cada 24 de junio, día de San Juan Bautista, patrón municipal, en conmemoración a la batalla de Beotibar y todas las demás que tuvo. Esta última batalla tuvo lugar el 19 de septiembre de 1321 en el valle de Beotibar, cercano a Berastegui entre navarros y guipuzcoanos.

El Alarde de Beotibar se celebra en la guipuzcoana villa de Tolosa, cada 24 de junio, en conmemoración a la batalla de Beotibar.

Es el tradicional desfile de las milicias tolosarras está formado por compañías de escopeteros y escopeteras. Las formaciones se reúnen en plaza Zaharra, frente al Ayuntamiento, para presenciar la diada anunciadora del comienzo de la fiesta.

Sus integrantes van ataviados con pantalón blanco y txapela, camisa o camiseta y chaleco por lo general con tendencia a tonos coloristas. Portan escopetas con munición de fogueo. Tras la verificación del armamento, realizan un primer desfile. Después de la misa mayor en la parroquia de Santa María, esperan a la procesión de San Juan en determinados lugares del casco antiguo donde lanzan salvas de ordenanza.

Una vez finalizado el desfile militar, los escopeteros vuelven a formar en plaza Euskal Herria para disparar las últimas descargas. Por la tarde, las compañías acuden a otra misa en la capilla de San Juan de Arramele.

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ALARDE DE BEOTIBAR


Pasada la media tarde, en el Prado Grande de Igarondo asisten a la interpretación de la Bordon dantza a cargo del grupo baile. Allí, veinticuatro jóvenes muestran al público el baile de bordones, precedidos de cuatro alabarderos y un pregonero que lleva una espada de rosas y claveles.

El alarde de armas termina en la plaza del Triángulo, donde los escopeteros lanzan la última descarga hacia el aire como señal de conclusión.

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ALARDE DE BEOTIBAR

21/02/2015

Evangelización de Pamplona por San Fermín


A finales de la Edad Antigua, Pamplona era entonces Pompelon, una pequeña aglomeración urbana fundada por los romanos, presidiendo en el centro de la tierra navarra, sobre una pequeña meseta a las orillas del Arga, una llanura rodeada de montañas. Los vascos habitantes de esta llanura conocían esa población romana con el nombre de Iruña, es decir, "la ciudad". Según Estrabón:
"Sobre la Jaccetania, hacia el Norte, habitan los vascones, en cuyo territorio se halla Pompelon."

Pompelon tenía para los romanos un valor estratégico, pero asimismo realizaba otra importante misión: reunía las ásperas montañas pirenaicas, tras las cuales se extendían los ubérrimos campos de Aquitania, con la comarca de las riberas colindantes con el Ebro. Pompelon era un punto de confluencia en el trazado de las vías romanas que atravesaban Navarra.

SAN FERMÍN

Los más antiguos cuentos del folklore vasco, unos cuentos de contextura esquemática que resuenan todavía desde un fondo de siglos, establecen la separación de dos mundos radicalmente distintos: el mundo cristiano y el mundo anterior a la evangelización. Hay en algunos de esos seculares cuentos, procedentes casi todos de una edad pastoril, alusiones claras a las primeras iglesias cristianas y al conjunto de prevenciones y de resistencias que su emplazamiento exaltaba entre los gentiles. El vasco introdujo en su milenario idioma el adjetivo "gentil" (jentillak, los gentiles), expresando así el mundo idolátrico de sus antepasados, desconocedores del cristianismo o refractarios a su introducción.

Todos los habitantes de la tierra vasca eran entonces gentiles, lo mismo, que fuesen pastores en el campo que los avecindados en las aglomeraciones urbanas. Pompelon y sus habitantes pertenecían al mundo del paganismo. Entre esos habitantes se contaba Firmo, alto funcionario de la administración romana en la ciudad, y su esposa Eugenia, matrona de ilustre ascendencia. Todo hace imaginar, sin embargo, que Firmo y Eugenia, aunque paganos, eran creyentes, que sus almas sentían aspiraciones mucho más allá de sus efigies tutelares predilectas. Firmo y Eugenia ofrendaban, sacrificaban en los altares de su culto con la sencilla fe del pueblo que creía en sus dioses con una pasión que durante casi medio milenio hizo frente al cristianismo, que avanzaba con fuerza arrolladora. En la fe pagana del pueblo había ardor y había vitalidad. Esto explica los mártires.

SAN FERMÍN

En la vida de Fermín, el hijo de Firmo y Eugenia, nos movemos en un mundo de conjeturas, pero la mención del nombre de la madre evoca la gran receptibilidad de las mujeres paganas a la nueva doctrina destinada a toda la humanidad, sin excluir de la esperanza a los más humildes y despreciados, y que traía un positivo consuelo a los desesperados y a los vacilantes.

Las viejas hagiografías describen a Firmo y Eugenia dirigiéndose al templo de Júpiter para ofrecer sacrificios, y detenidos en el camino a la vista de un extranjero que con dulce y grave palabra explicaba al pueblo la figura y la doctrina de Cristo. Al llegar aquí hay que imaginarse el amoroso ardor de aquellos humildes y eficaces apóstoles, mucho más cercanos que nosotros en el tiempo a la figura de Jesús.

Firmo y Eugenia invitaron a su hogar al extranjero, hondamente impresionados por el discurso de éste. Honesto, que así se llamaba el apóstol, explicó a aquéllos los fundamentos de la religión cristiana, y cómo venía de Tolosa de Francia, de donde le había enviado el santo obispo Saturnino, discípulo de los apóstoles, con la concreta misión de difundir en Pompelon la fe de Jesucristo. Las convincentes palabras de Honesto en la intimidad del hogar de Firmo conmovieron todavía más a éste, que no solamente dio a aquél esperanzas de convertirse al cristianismo, sino que, además, manifestó deseos de conocer a Saturnino.

El santo obispo de Tolosa no tardó mucho en acceder a los deseos de Firmo. Una cosa es la gran devoción de Pamplona y Navarra a San Saturnino, pero tiene sobre todo importancia ese recio resumen de su obra apostólica que acostumbran añadir los navarros a la mención del mártir y que vale por la mejor biografía: "San Saturnino, el que nos trajo la fe".

Cuentan que Saturnino evangelizó en Navarra más de cuarenta mil paganos, entre ellos a Firmo, Fausto y Fortunato, los tres primeros magistrados de Pompelon, y que, a impulsos de aquella ardorosa predicación, se construyó rápidamente la primera iglesia cristiana, que pronto resultó insuficiente.

SAN FRANCISCO JAVIER Y SAN FERMÍN

Todos estos preliminares, un poco largos, resultan necesarios para explicar la figura de Fermín, el hijo de Firmo y Eugenia, niño de diez años de edad, que Honorato se encargó de modelar en el espíritu al quedar a la cabeza de la grey de Pompelon, vuelto ya Saturnino a Tolosa. La historia de Fermín, a esa grande e imprecisa distancia histórica, resulta demasiado lineal, pero no por eso menos reveladora del ardor de aquellos heroicos confesores de Jesucristo, íntimamente comprometidos a confesarla dondequiera y en cualquier situación que fuese. Honesto, dedicando con afán sus esfuerzos al alma que él adivinó excepcional del niño Fermín, obtuvo que éste, ya para los dieciocho años, hablara en público con admiración de todos los oyentes. Firmo y Eugenia enviaron entonces a Fermín a Tolosa, poniéndole bajo la dirección de Honorato, obispo y sucesor de Saturnino. Este, no menos admirado del talento y de la prudencia de Fermín, venciendo su modestia, le ordenó presbítero, consagrándolo después obispo de Pamplona, su ciudad natal.

El celo evangelista de Fermín en su tierra navarra emparejaba con el de su antecesor Saturnino. Al conjuro de la palabra entusiasta de Fermín los templos paganos se arruinaban sin objeto y los ídolos se hacían pedazos: en poco tiempo el territorio fue llenándose de fervorosos cristianos.

Las devociones fundamentales de San Fermín eran precisamente las devociones fundamentales, dicho sea sin ánimo de paradoja: la Santísima Trinidad y la Santísima Virgen María. Invocando a la Santísima Trinidad, la devoción de las devociones, operaba milagros tan prodigiosos que los gentiles en Navarra y en las Galias llegaron a mirarle como un dios. Vamos a dejar a un lado la leyenda. Digamos en lenguaje actual que el amor de Dios inflamaba el alma de Fermín en una caridad milagrosa.

Fermín, después de ordenar suficiente número de presbíteros en su tierra, pasó a las Galias, cuyas regiones reclamaban el entusiasmo del joven obispo, pues a la sazón ardía en ellas furiosa la persecución. La indiferencia ante la persecución constituía en Fermín otra manera de predicar y no precisamente la menos eficaz. Los paganos de Agen, de la Auvernia, de Angers, de Anjou, en el corazón de las Galias, y también en Normandía, quedaban admirados de aquella presencia que daba sereno testimonio de Cristo, indiferente a todos los peligros. El ansia tranquila del martirio movía a Fermín.

SAN FERMÍN

Esta ansia dirigió a Fermín hacia Beauvais, donde el presidente Valerio sostenía una crudelísima persecución contra todo lo que tuviera nombre de cristiano. Fermín, encerrado muy a poco de llegar, hubiese muerto en la prisión, víctima de durísimas privaciones y sufrimientos, de no haber acaecido la muerte de Valerio, circunstancia que el pueblo creyente aprovechó para ponerlo en libertad. La fama de su entereza moral y su gesto de comenzar a predicar públicamente a Jesucristo tan pronto como salió de la cárcel movieron en aquella ocasión eficazmente el corazón de muchos paganos, que juntamente con los viejos cristianos, contagiados todos ellos del entusiasmo de Fermín, edificaron iglesias por todo el territorio.

A Fermín, infatigable, se le señala en la Picardía y más tarde, de regreso de una correría por los Países Bajos, otra vez en la ciudad de Amiéns, capital de aquella región, en donde había de encontrar gloriosa muerte. La cercanía intuida del martirio acrecentó más todavía su santa indiferencia y el entusiasmo de Fermín, ya incontenible en su empeño de predicar a Jesucristo. Por otra parte, la fe de Fermín seguía operando prodigios asombrosos, comparables a los de los primeros apóstoles.

El pretor de Amiéns, alarmado de aquel ascendiente, llamó a su presencia a Fermín; pero, prendado de su persona y de la sinceridad de sus palabras, mandó ponerle en libertad. Pero, como Fermín insistiera en predicar al pueblo la fe en Cristo, el pretor, volviendo de su acuerdo, ordenó encerrarlo en la prisión. La agitación del pueblo creyente, mal resignado con esta medida, determinó un miedoso y cruel impulso del pretor: mandó cortar la cabeza a San Fermín en la misma cárcel. Era el año 553. En medio de la consternación de los cristianos un tal Faustiniano, convertido por San Fermín, tuvo el valor de atreverse a rescatar el cuerpo decapitado para enterrarlo provisionalmente en una de sus heredades, y más tarde, con todo sigilo, trasladó los restos de aquel gran devoto de María a una iglesia que el mismo San Fermín había dedicado a la Santísima Virgen.

17/02/2015

Escultura a Miguel López de Legazpi en Zumárraga


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ESCULTURA DE LEGAZPI

La escultura en homenaje a Miguel López de Legazpi, situada en la plaza Mayor de Zumarraga, fue realizada en bronce por el escultor segoviano Aniceto Marinas García, en 1897, siendo el pedestal obra del arquitecto Juan Moya.

Miguel López de Legazpi Gurruchategui nació en Zumarraga en el primer quinquenio del siglo XVI. En 1527, se hizo cargo de la escribanía de la alcaldía mayor de Arería (Guipúzcoa).

Pasó a la historia por ser el adelantado y administrador colonial de las islas Filipinas y fundador de Manila, en 1565, capitán general de mar y tierra del mar Océano en el siglo XVI.

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CONJUNTO ESCULTÓRICO DE MIGUEL LÓPEZ DE LEGAZPI

La estatua está colocada sobre un precioso pedestal de mármol rosa. Una artística cartela de dorado bronce aparece grabada con la siguiente dedicatoria de su provincia:
"A la Excma. Diputación provincial de Guipúzcoa dedican este recuerdo de la erección del monumento Don Miguel López de Legazpi"


13/02/2015

Fiesta del Moro: el Alarde de Antzuola por la batalla de Valdejunquera


La Fiesta del Moro es celebrada cada 15 de agosto de cada año en la villa Antzuola, perteneciente a Guipúzcoa, en recuerdo de la batalla de Valdejunquera de 920, una de las primeras batallas de la Reconquista española.

La batalla de Valdejunquera enfrentó en los valles de Guesalaz y Yerri un 26 de julio del 920 a los tres monarcas más poderosos de la península ibérica de comienzos del siglo X, es decir, a Sancho I Garcés, rey de Pamplona, y Ordoño II, rey de León, contra Abd al Rahman III, emir de Al-Ándalus. Valdejunquera debió de corresponder a algún modesto paraje de Guesalaz, situado con toda probabilidad entre los concejos de Muez, Irujo y Arguiñano.

Indudablemente participaron los guipuzcoanos en la batalla ya que en aquellos momentos eran parte del Reino de Pamplona. La realidad histórica es que Abd al-Rahman III venció a los pamploneses bajo el mando del rey Sancho I Garcés y a los leoneses coaligados. La tradición popular pretende elogiar la valentía de los mozos de Antzuola, que acudieron en socorro de los pamploneses y leoneses. Llegaron a tomar contacto con el enemigo musulmán al día siguiente tras la derrota cristiana, y según la leyenda, la compañía militar antzuolatarra recuperó la bandera y derrotó al emir Abd al-Rahmán III en las tierras navarras de Valdejunquera.

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ALARDE DE VALDEJUNQUERA EN ANTZUOLA

En la Fiesta del Moro se relata una supuesta victoria cristiana y un juramento de fidelidad del emir de Córdoba a la villa de Antzuola, que no es más una leyenda épica muy lejos de la realidad histórica. También se leen bertsos del poeta José María Iparraguirre, compuestos expresamente para este acontecimiento.

La música que acompaña la marcha militar rememora una partitura que data de 1761 conocida como Marcha de Fusileros para Pífanos y Tambores de Espinosa. Música de Ordenanza de Carlos III.

La otra protagonista de esta celebración es la bandera, que recorre las calles de Antzuola. La particularidad de esta última insignia está formada por la traza de los distintos dibujos que en ella se plasman, similares a algunos de los cuarteles del escudo de la villa, diseñados en la Certificación de Armas de 1745.

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ALARDE DE VALDEJUNQUERA EN ANTZUOLA

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ALARDE DE VALDEJUNQUERA EN ANTZUOLA

09/02/2015

Juan Sebastián Elcano, por Manuel Lucena


biografía Juan Sebastian Elcano Elias Salaverria primera vuelta mundo Sevilla
JUAN SEBASTIÁN ELCANO, POR MANUEL LUCENA

Juan Sebastián Elcano
Manuel Lucena, Editorial Ariel (2003), 296 páginas

Juan Sebastián Elcano es una figura universal por haber dado la primera vuelta al mundo en 1522 en una nao, la Victoria, en 1.084 días. Elcano es igualmente un personaje fundamental de la Historia de España, ya que su aventura estuvo englobada en el proyecto Carlos I de verificar que las islas Molucas estaban ubicadas dentro de la mitad del mundo que pertenecía al Reino de Castilla en virtud del Tratado de Tordesillas.

El objetivo era establecer allí una gobernación dirigida por Fernando de Magallanes quien, para ello debía previamente descubrir un estrecho interoceánico entre el Atlántico y el Pacífico, cosa que realizó en 1521. Las Molucas se convirtieron en el frente de la primera guerra intercolonial y mercantilista del mundo moderno.

05/02/2015

Martín García Óñez de Loyola


Gobernador y adelantando del Río de la Plata, capitán general de Chile y fundador de Santa Cruz, a finales del siglo XVI

pintura martín garcía óñez loyola
MARTÍN GARCÍA ÓÑEZ DE LOYOLA

Martín García Óñez de Loyola era natural de Azpeitia, Guipúzcoa, donde nació en 1548. Era sobrino de San Ignacio de Loyola. Con apenas 19 años siendo capitán y caballero de la Orden de Calatrava, Martín García Óñez de Loyola emprendió un viaje al Virreinato del Perú.

En 1572, recibió el encargo de formar parte de la tropa que debía capturar al último inca, Túpac Amaru, que se encontraba refugiado junto a sus hombres en la remota Vilcabamba. Otros virreyes y capitanes habían fracasado en esa empresa. Los expedicionarios españoles, por fin, consiguieron doblegar a los naturales, pero el cabecilla de aquel ejército escapó a las montañas, aunque posteriormente fue localizado por un destacamento al frente del cual iba García Óñez de Loyola, quien lo apresó y llevó a Cruzco, donde finalmente fue ajusticiado.

Como recompensa, el virrey nombró a Óñez de Loyola corregidor en varios pueblos del Perú y le permitió casarse con una sobrina de Túpac Amaru, descendiente de Atahualpa y bautizado con el nombre de Beatriz Clara Colla. El matrimonio sólo tuvo una hija, Ana María Óñez de Loyola, quien residió con su madre en Concepción, desde 1593. Con esa boda los Óñez de Loyola emparentaron con la antigua nobleza de aquella tierra. Entre el señorío de Urubamba heredado por su nueva esposa y las tierras y los bienes que le fueron concedidos por sus servicios, el matrimonio acumuló una gran fortuna, sustentada y ampliada además porque Óñez de Loyola fue nombrado gobernador de Potosí, en 1578.

GOBERNACIÓN DE CHILE POR MARTÍN GARCÍA ÓÑEZ DE LOYOLA

En 1581, se le otorgó el cargo de gobernador y adelantando del Río de la Plata, pero postergó el inicio de esa actividad por retrasos en la aprobación eclesiástica de su matrimonio. Poco después, el rey Felipe II le confirió el mando de la difícil Capitanía General de Chile. Después de partir del puerto de El Callao y seguir la ruta marítima marcada con anterioridad por el piloto Juan Fernández, recaló en Santiago, en 1592. Nombró secretario a Domingo de Eraso, sargento mayor a Miguel de Olaverría, y obispo electo de Santiago a fray Pedro de Arzuaga, todos ellos de origen vascongado.

Lo que se encontró al llegar allí fue una guerra abierta y cruenta con los araucanos. Óñez de Loyola se distinguió por su buen trato a los indios a los cuales consiguió reducir a cambio del abandono de las armas. Sentó así un importante precedente de política de negociación entre los españoles y los naturales, aplicado de manera masiva en el siglo XVII.

En 1594, fundó la ciudad de Santa Cruz en la confluencia de los ríos Bío-Bío y Laja. Sin embargo, el cese de las hostilidades no duró mucho tiempo, ya que el cacique Pelantaro se rebeló contra los españoles e inició una ofensiva a la que se unieron otros grupos de nativos de la zona.

La ayuda que había solicitado Martín García llegó por fin desde Perú y el gobernador lanzó un ataque desde Angol, en 1598, con clara intención de acabar con la rebelión, dirigiéndose con una hueste de más de 300 hombres a las peligrosas ciénagas del Mumaco, lugar en el que los araucanos se habían hecho fuertes. Confiado en su potencial militar cometió el fatal error de descuidar la vigilancia intensiva y en el amanecer del 24 de diciembre los indios se abalanzaron sobre los españoles que pernoctaban en Curalaba, cuyo significado en lengua mapuche es el de "Piedra Partida". Mataron a casi todos, incluido el propio Óñez de Loyola, cuya cabeza, separada del cuerpo, fue paseada en una pica. Posteriormente su cráneo fue utilizado como recipiente ceremonial.

MATRIMONIO ENTRE MARTÍN GARCÍA ÓÑEZ DE LOYOLA Y BEATRIZ CLARA COYA

01/02/2015

Armada de Vizcaya al servicio de los Reyes Católicos


Tras el final de la Guerra de Sucesión castellana entre Castilla y Portugal y el Tratado de Alcaçovas en 1479, Isabel y Fernando se asentaban en el trono definitivamente. Los Reyes Católicos aseguraban una paz con el reino luso que les permitiría finiquitar la Reconquista y expandir su política militar por el mar Mediterráneo.

Una de sus principales medidas de los Reyes Católicos fue la preparación y disposición de armadas, fomentando la construcción de embarcaciones en los astilleros de los puertos del Cantábrico, para cuando fuese necesario se disponga de la participación de naves y marinos expertos.

Un año después, en 1480, el Imperio otomano había tomado la villa de Otranto, en el Reino de Sicilia. Al año siguiente, Fernando de Aragón quiso ayudar a su primo Fernando de Nápoles en la recuperación de la plaza aportando naves a la flota cristiana. Entonces, el consejero real Alonso de Quintanilla llegó a los puertos vascos para la contratación de barcos. En aquel momento, el cronista real Hernán Pérez de Pulgar consideraba a los marinos vascos "gente sabida en arte de navegar" y "más instructor que ninguna otra nación del mundo".

Treinta naos salieron de los puertos de Vizcaya, Guipúzcoa y Cuatro Villas, es decir, los de la medieval Hermandad Marítima de las Marismas, que se unieron a las de Galicia y Andalucía. Al año siguiente, el bajá Ahmed pactó la retirada con el duque Alfonso de Calabria.

LA RENDICIÓN DE GRANADA, POR FRANCISCO PRADILLA

Desde 1482, la vigilancia del estrecho de Gibraltar fue considerada como parte de la operación que se organizó para el asalto final al Reino de Granada. La Flota para la guarda del Estrecho fue una armada mixta de galeras y veleros, en el cual se encontraban numerosas naves vascas, como demuestra el nombre de sus capitanes y diversos documentos del Registro del Sello.

La contribución de la provincia de Guipúzcoa fue de 3 embarcaciones, que mantenía a su costa. Este hecho le valió el finiquito de los 1.250.000 maravedís que se le habían repartido para la formación de la armada contra los turcos. La participación vizcaína debió de ser superior, aunque sólo existe constancia fehaciente de marinos de Tavira de Durango.

A partir de 1483, la flota cantábrica pasó al Mediterráneo para cortar la comunicación del Reino Granada con sus aliados africanos. La aportación vasca a esta flota se mantuvo activa en 1486, 1487 y 1488.

En 1487, se ejecutó la toma de Málaga por tierra y mar. Las escuadras castellana y aragonesa estuvieron dirigidas por los almirantes Fadrique Enríquez y Galcerán de Requesens, secundados por los capitanes Antonio Bernal, Melchor Maldonado, Álvaro de Mendoza, Martín Ruiz de Mena y Garci López de Arriarán.

Y, en 1490, la Flota para la guarda del Estrecho seguía contando con la participación de Garci López de Arriarán y de Juan de Lazcano como almirantes.

La Guerra contra Granada puso punto y final a la Reconquista y consiguió la unidad cristiana de la península Ibérica. En ella participaron gran número de alaveses bajo el mando de su diputado general Diego Martínez de Álava.

Hernán Martínez de Izaguirre, nacido en Vergara en 1442, fue secretario de los Reyes Católicos y capitán de Infantería en la conquista de Granada, consiguió terrenos en dicho reino, como recompensa a sus servicios.

Domingo de Herrasti, nació en Azcoitia en 1450, fue señor de la casa solar de Errazti, uno de los caudillos más valerosos de la guerra de Granada, secretario y contador general de los Reyes Católicos, y veedor general de la costa del Reino de Granada.

Martin Ruiz Yurreamendi, nacido en Tolosa, señor de la casa-solar y palacio de su apellido, sirvió a los Reyes Católicos en el Reino de Granada con la gente que llevó de Guipúzcoa.

CONQUISTA DE GRANADA POR LOS REYES CATÓLICOS

Acabada la Reconquista, las peticiones oficiales de Armadas por parte de los Reyes Católicos se fueron haciendo cada vez más frecuentes. Además de las respuestas oficiales, podían darse asientos de la Corona con particulares. Los peligros en el mar habían transformado las naos mercantes en naos mixtas con artillería para entablar combate. El comercio y la guerra eran las dos utilidades a tener en cuenta en la construcción de barcos.

Tras el Descubrimiento de América en 1492, las relaciones entre España y Portugal empeoraron. El rey Juan II de Portugal encargó la organización de una armada de guerra en Lisboa. Los Reyes Católicos temieron ataques portugueses contra el segundo viaje del almirante Cristóbal Colón hacia las tierras recién descubiertas, cuya expedición estaba compuesta de 17 barcos mercantes.

En previsión a un posible ataque de la flota lusa a la expedición colombina, el 7 de julio de 1493, los Católicos encargan la organización de una Armada de Guerra con alcance oceánico al bilbaíno Juan de Arbolancha. Su objetivo era la protección de la navegación castellana entre el estrecho de Gibraltar y el océano Atlántico, y disuadir a los barcos portugueses. Esta flota fue conocida como Armada de Vizcaya, por formarse en Bermeo con naves y tripulaciones vizcaínas. Pero aquella armada se llamaba de Vizcaya en el sentido amplio que tenía este topónimo en aquella época, es decir, armada vasca con tripulaciones y embarcaciones de los puertos tanto de Vizcaya como de Guipúzcoa. Se trataba de una fuerza muy considerable para la época, tanto por su tonelaje y armamento como por la reputada calidad de sus tripulantes y dotación de su gente de guerra.

Se concibió desde el primer momento como una fuerza de ataque, para ser utilizada exclusivamente como máquina militar, formada por navíos de guerra y dirigidas por un capitán general. La misión principal de la armada era proteger la navegación comercial castellana, tanto en el estrecho como en las costas atlánticas, así como frenar a los navíos portugueses en la pugna que por el control de la ruta hacia el nuevo continente descubierto mantenían las Coronas española y portuguesa.

ciudad Bilbao siglo XVI
BILBAO, SIGLO XVI

Congregadas las naves en Bermeo, al mando del capitán general Íñigo Artieta, se realizó el alarde de cada nave entre el 12 y el 22 de julio de 1493. En el mismo acto, los capitanes de la Armada juraron obedecer a Iñigo de Artieta como su general, y éste a su vez honrar y guardar a sus capitanes y al resto de su gente. Todos ellos juraron servir a los monarcas, cumpliendo sus órdenes y defender todo aquello que se les encargara.

La tripulación la componían 870 vascongados, distribuida aproximadamente de una tercera parte por hombre de mar (marineros, maestres y contramaestres) y dos terceras partes de hombres de guerra (pajes, grumetes, artilleros, arcabuceros, trompetas). El coste de la armada fue de 5.854.900 maravedís, formada por 6 naves:

Una carraca propiedad de Íñigo Artieta tasada en 1000 toneles tenía una tripulación de 300 hombres, de los que 100 eran marineros y 200 hombres de armas, que en su mayoría procedían de Lequeitio, así como de más de 100 piezas de artillería. Además, viajaba el propio capitán general, Iñigo de Artieta, un piloto, un cirujano, un capellán y cuatro trompetas.

Una nao mayor capitaneada por Martín Pérez de Fagaza estaba aforada en 405 toneles y embarcada por 200 tripulantes, 60 de ellos eran marineros y 140 de armas, además de un piloto y un cirujano. La mayoría procedían de Bilbao, Baracaldo y otros lugares de Vizcaya.

Dos naos medianas capitaneadas por Juan Pérez de Loyola y Antón Pérez de Layzola, estaban evaluadas en 220 y 205 toneles y llevaban ambas 125 hombres, distribuidos en 40 marineros y 85 hombres de armas, así como un piloto y un cirujano en cada una de ellas. Procedían básicamente de la costa guipuzcoana y de la villa de Deva.

Una nao menor era propiedad de Nicolás Ibáñez de Artieta, seguramente pariente de Iñigo, mandada por Juan Martínez de Amezqueta, estaba tasada en 100 toneles y llevaba una dotación de 70 hombres, de los que 25 eran marineros y 45 hombres de armas, además de un piloto y un cirujano.

Y una pequeña carabela, proporcionada por Iñigo de Artieta, mandada por Sancho López de Ugarte, para acciones de enlace, aviso y exploración, con aforo de 50 toneles y una tripulación de 30 hombres embarcados.

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RÉPLICA DE UNA NAO DE FINALES DEL SIGLO XV

A finales de julio de 1493, zarparon de Bermeo y, en agosto, ya estaban en Cádiz. Durante su estancia en las costas del sur de España, Armada de Vizcaya protagonizó varias persecuciones en el estrecho de Gibraltar contra naves portuguesas que habían asaltado a una nao vasca. Mientras, los reyes de España y Portugal continuaban las negociaciones encaminadas a repartirse el océano y delimitar las fronteras africanas.

Además de la vigilancia y control del estrecho, su estancia se simultaneó con otras misiones. El 3 de octubre de 1493, la Armada de Vizcaya partió de Adra (Almería) para transportar al rey Boabdil (Muhamad XII) y sus súbditos hacia África: un total de 6.320 personas. A su regreso, rindió alarde en las costas de Granada, en febrero de 1494, manteniendo íntegros sus efectivos. El 23 de este mes ya se encontraba en Cádiz.

Desde esta base de operaciones la Armada vizcaína escoltó a la flota de transporte del adelantado de las islas Canarias Alonso de Lugo, encargo que no alejó las naves del área a vigilar.

En junio de 1494, la armada se encontraba en el estrecho, donde aprovechaba el paso de embarcaciones portuguesas para asaltarlas, lo que motivó la intervención de la Corona, que ordenó a las tripulaciones permanecer en Cádiz y respetar a los navíos portugueses.

Durante ese mismo mes de junio de 1494, los reinos de Portugal y Castilla aprobaron el Tratado de Tordesillas, por el cual se repartían las zonas de conquista del Nuevo Mundo mediante una línea divisoria (aproximadamente hacia el meridiano 60 en medidas actuales del Océano Atlántico).

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TRATADOS DE ALCAÇOVAS Y DE TORDESILLAS

La Armada de Vizcaya había cumplido su objetivo preventivo, defender la ruta castellana a las nuevas tierras hasta que la diplomacia lograse evitar un posible enfrentamiento con el vecino monarca luso. Entonces, los Reyes Católicos acordaron licenciar a la Armada de Vizcaya y satisfacer su paga, por no ser ya necesarios sus servicios.

Sin embargo, los ataques turcos a Sicilia y Nápoles, territorios de la Corona de Aragón, desaconsejaron tal medida y los monarcas volvieron a solicitar la colaboración de la Armada de Vizcaya.

El consejero real Fonseca volvió a contratar esta flota desde el 20 de agosto de 1494 hasta marzo del siguiente año e incrementó en 7 carabelas, cada una de ellas con 40 hombres a bordo, sumando a más de 1.250 tripulantes. Continuaba al mando de Íñigo Artieta, acompañada por sus incondicionales Fagaza, Loyola, Leizola y Martínez de Amezqueta.

En su compañía viajaron 17 carabelas, con portes entre 35 y 95 toneladas y tripulaciones entre 40 y 50 hombres. Buena parte de las mismas eran vascas, a juzgar por los apellidos de sus maestres: Mondragón, Avendaño, Aramburu, Marquina, etc.

Esta flota partiría de las costas españolas en dirección a Sicilia, para reunirse a las 20 naves que se preparaban en algún puerto, en septiembre de ese año. En la segunda flota no figuran los navíos de la Armada de Vizcaya, aunque vuelven a ser abundantes las carabelas de procedencia vasca, según los apellidos de maestres y capitanes: Amezquita, Vidavia, Larrauri, Zarauz, Astigarivia, Murueta, etc.

Una vez en la isla en septiembre, la Armada de Vizcaya se puso a las órdenes de Garcerán de Requesens, capitán general de la Armada de Sicilia. Participó en el bloqueo de Gaeta logrando que sus enemigos no pudiesen recibir provisiones por mar. Navegaba en esta ocasión Iñigo en compañía de su hermano Francisco de Artieta, preboste de la villa de Tabira de Durango.

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MAQUETA DE NAO VIZCAÍNA SANTA MARÍA, PROPIEDAD DE JUAN DE LA COSA

Coetáneo al servicio de la Armada de Vizcaya fue el de otros marinos vascos que actuaron en la defensa de Granada y en los proyectos para expandir el dominio castellano al norte de África. Fueron los casos de Juan de Lazcano y de Garci López de Arriarán. Un año antes, en 1493, el secretario real Hernando de Zafra propuso a los Reyes Católicos que la Armada de Vizcaya debía estar destinada a atacar los puertos sarracenos del norte de África. Aquella flota debía de estar compuesta por las galeotas de Lazcano y Arriarán, con 240 hombres; cinco galeotas menores o fustas, con 300 efectivos; y dos carabelas largas, equipadas de remos, con 110 hombres.

Lazcano y de un sobrino de Arriarán, junto a Lorenzo de Zafra, realizaron una expedición al reino de Tremecén, que terminaría con la rendición de varias villas, incluida la ciudad de Melilla. Para muchos de los capitanes que actuaban en estos actos de violencia era ya una manera de vivir, como el caso de Martín de Zarauz y Ochoa de Asua, que repitieron ataque en 1483 y 1484. Y es que, los marinos vascos, tanto los enrolados en armadas reales como los ocupados en acciones de corso-piratería, colaboraron en ocasiones con marinos andaluces.

El servidor real Hernando de Zafra dispuso la Armada de Vizcaya para la guerra en el norte de África, agregándole 6 galeotas y 6 tafureras, con 2.000 o 3.000 hombres. La flota resultante podría financiarse con los fletes de la carraca de Artieta, unos 3.000 o 4.000 ducados, que aportarían mantenimientos para 60 días. Esto permitiría llegar hasta Túnez para transportar moros e intentar la ocupación de la costa, lo que se traduciría además en un freno para las armadas turcas, que llegaban entonces hasta Orán.

En marzo de 1494, se envió una carabela y una fusta para que, con el pretexto de comercializar cierta fruta, Lazcano y otros capitanes continuasen la inspección de las costas. Se abandonaron las operaciones tendentes a la ocupación del norte de África, debido a la intervención militar en el Reino de Nápoles. Por el contrario, se reactivó la defensa de la costa granadina, así una flota de galeotas al mando de García López de Arriarán y Juan de Lazcano, patrullaron durante este año el litoral entre Vera y Guadiaro y cada capitán contaba con dos embarcaciones, una de 18 remos y otra de 14, que embarcaban 80 y 60 hombres respectivamente.

JABEQUE ESPAÑOL FRENTE A DOS GALEOTAS CORSARIAS ARGELINAS

En agosto de 1496, partieron desde la playa de Laredo, en Cantabria, un gran número de naves con destino a Flandes. En una de las carracas genovesas de la expedición, viajaba la infanta de Castilla y Aragón, Juana de Trastamara, hija de los Reyes Católicos, para contraer matrimonio con el archiduque Felipe, al mismo tiempo que también se celebraba el enlace entre Margarita, la hermana de archiduque, con el infante Juan, hermano de Juana.

Entre el gran número de naves que protagonizaron aquél viaje, desde naos hasta carabelas, fueron muchas las naos procedentes de los puertos marítimos vascos enroladas en aquel viaje de bodas. Entre ellas estaban las de Martín de Arteaga, las de Pedro de Arrona, las de Lope de Celaya, las de Martínez de Lezo, las de Miguélez de Elorrieta, las de Jimeno de Bertendona, las de Jacome de Rentería, las de Martín de Arayaga y las de Martín de Izola.

ARMADAS NAVALES DE LA CORONA DE ARAGÓN

En la cuenta de la Real Armada a Levante al mando de Gonzalo Fernández de Córdoba, fechada en Málaga en 1500, se encontraban numerosos marinos vascos, deducible por los apellidos de los capitanes (Ochoa, Rentería, Larrauri, Madariaga, Marquina, Bilbao, Fagaza, etc.) y por el origen vizcaíno y guipuzcoano de sus navíos.

Los esfuerzos sobre el norte de África no reaparecen hasta 1502. En dicho año, Zafra dio noticias sobre el mandato regio para organizar una flota, cuyo capitán general sería Iñigo Manrique. En su análisis de los medios disponibles cita las galeotas de Lazcano y Arriarán, con 240 hombres, que tardarían mes y medio en estar preparadas. Dos años más tarde, la correspondencia de Tendilla recoge que se hallaba presta en Málaga una armada compuesta por tres galeras reales, dos zambras de 50 codos y ocho galeotas, con 1500 hombres de equipaje. Su objetivo era doble: defensa del reino de Granada y ataques contra las tierras de allende. En sus planes estaba la ocupación de Mazalquivir, que no pudo ser conquistada dicho año y hubo de dejarse para el siguiente, dentro de un nuevo proyecto.

Juan de Lazcano fue capitán general de la Armada, participando en la conquista de Nápoles, en el cerco de Tarento, en una notable derrota de la Escuadra francesa, y en el cerco de Mazalquivir. Fue el primero que blindó las naves y se encargó de traer preso a España a César Borja. En 1512, Fernando el Católico pedía a Guipúzcoa repartiese 700 hombres para la armada que debía organizarse el mando de Juan de Lazcano.