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01/12/2023

Donaciones y testamento de Sebastián Hurtado de Corcuera a Bergüenda


Sebastián Hurtado de Corcuera es un claro ejemplo de militar y administrador virreinal de origen vasco al servicio de la Monarquía hispánica en el siglo XVII. Durante su larga carrera desempeñó diversos cargos en el Imperio español, acumulando rentas y patrimonio que dejó en herencia a sus sucesores o donó a instituciones con las que se había vinculado. Pertenecía al linaje nobiliario de los Hurtado de Corcuera de Álava, cuya Casa-solar estaba ubicada en la villa de Bergüenda, al sur de la provincia.

El 7 de agosto de 1660, Sebastián Hurtado de Corcuera otorgó testamento ante escribano. En ese momento aún era caballero de la Orden de Alcántara y miembro del Consejo Supremo de Guerra del reinado de Carlos II de Habsburgo. En su fallecimiento, el 6 de agosto de 1662, los cargos administrativos que desempeñaba eran los de gobernador y capitán general de las islas Canarias y presidente de su Real Audiencia.

En su testamento estableció que, tras su muerte, su cuerpo fuese sepultado en la Capilla de los Señores Grimón, perteneciente al Convento de San Agustín de La Laguna, y envuelto en el manto de la Orden militar de Alcántara. Este convento ruinoso y abandonado alberga todavía las antiguas losas sepulcrales de su principal benefactor, Jorge Grimón, también la de los Mazuelos, y la del general alavés Sebastián Hurtado de Corcuera, ubicada bajo el arco que sostiene el coro.

CONVENTO DE SAN AGUSTÍN DE LA LAGUNA

Sebastián Hurtado de Corcuera nunca contrajo matrimonio y tampoco tuvo descendencia. Por eso, dejó en herencia a su sobrino Rodrigo Hurtado Galeote de Corcuera la Casa de Hurtado de Corcuera e Bergüenda, hijo de María Hurtado de Corcuera. En cambio, las tierras que poseía en Bergüenda y Bachicabo, heredadas de sus padres y abuelos, pasaron en poder de su hermano, el mariscal de campo Íñigo Hurtado de Corcuera, y, tras su muerte, en su hijo el capitán Pedro Hurtado de Corcuera y Toledo, y luego a la mujer de éste.

Así lo dejó en su testamento:
"Yten declaro soy dueño y Señor legítimo de la Cassa antigua y Solar de la villa de Verguenda cuias armas deel apellido de Corquera estan en un arco de tres que tiene la dicha cassa en la puerta principal en que he subcedido por muerte deel capitán Don Pdr Hurtado de Corquera mi sobrino, hijo de mi hermano mayor Don Pdr Hurtado de Corquera por no haver dejado sucesión. Y por fallecimiento de mí atento a que no tengo descendencia alguna Declaro pertenece dicho Señorío y Cassa a Don Rodrigo Hurtado Galeote de Corquera descendiente de la misma Cassa mi sobrino y nieto de doña Maria Hurtado de Corquera."

El testamento de Sebastián Hurtado de Corcuera iba acompañado de un poder notarial, en el cual otorgaba poderes a su general en las campañas de Flandes, Tomás de Nava Grimón, durante su participación en la Guerra de los Treinta Años, explicándole como debía repartir su patrimonio.

En su testamento se declaró ser:
"… dueño y señor lexítimo de la casa antigua y solar de la villa de Verguenda, cuias armas de el apellido de Corcuera están en un arco de tres que tiene la dicha casa en la puerta principal."

No quedan restos de la originaria torre medieval que fue sede del solar de su linaje, situada junto a la primitiva iglesia románica. En la primera mitad del siglo XVII, aquella casa torre fue remodelada como palacio por su hermano mayor, Pedro Hurtado de Corcuera. Debía ser una obra clasicista con pretiles y un mirador con bolas escurialenses, tres estanques y fuentes de agua.

En este complejo palaciego se incluía la Ermita de San Sebastián, que el gobernador de Canarias recibió en 1659 en una permuta con el concejo. Ostentaba el mayorazgo por el fallecimiento de su hermano mayor Pedro y su sobrino del mismo nombre, Pedro Hurtado de Corcuera y Otazu. Al no tener descendencia, Sebastián nombró heredero a su sobrino Rodrigo Hurtado Galeote de Corcuera.

SEBASTIÁN HURTADO DE MENDOZA Y ESCUDO DE ARMAS

Había fundado el Colegio de Infantes Expósitos de la villa de Bergüenda, que era una escuela de primaría para huérfanos y naturales de Bergüenda y Bachicabo, al que dotó en su testamento con 12.000 reales de plata y la hacienda de su sobrino el capitán Juan Francisco Hurtado de Corcuera. La fundación incluía un cargo de maestro al que se pagaban 1.000 reales anuales y una cátedra de Latín a cargo de un maestro de Gramática con una renta anual de 3.000 reales. Aunque el patrón de la fundación era la Casa de Hurtado de Corcuera, la administración del colegio correspondía a las casas consistoriales de Bergüenda y Bachicabo.

La obra más importante de su mecenazgo en su villa natal fue la financiación de la nueva Iglesia parroquial de Bergüenda, en estilo barroco, por valor de 19.500 reales. Sus obras de construcción comenzaron en 1659, y contó con la labra del cantero cántabro Juan de la Puente Liermo.

Además, cedió la Ermita San Sebastián a su villa natal, también llamada del Humilladero, ubicada junto a la casa torre de los Hurtado de Corcuera, en el barrio de arriba. El lote incluía un tabernáculo para el altar, dos retablos colaterales y un bulto de San Sebastián. En 1868, esta iglesia fue trasladada a su actual ubicación, junto al río Omecillo, reutilizándose los materiales en la fábrica del nuevo templo.

RETABLO DE LA CAPILLA DE SAN MIGUEL DE BERGÜENDA

Realizó una importante aportación monetaria al Hospital de Peregrinos de Bergüenda, por valor de 894 reales y 6 camas. Había sido fundado por su hermano mayor Pedro en la entrada del pueblo para el uso de peregrinos y viajeros. En la actualidad, sólo se conserva la memoria, el solar y el escudo de los Hurtado de Corcuera, reutilizado en una casa cercana.

Los cargos ejercidos en distintos puntos del Imperio español y su relación con la Corte de Madrid le permitieron acumular varias propiedades inmobiliarias en Bergüenda y una gran fortuna. En 1662, realizó una tasación de su patrimonio bajo la supervisión del licenciado Bartolomé Fernández de Orón, administrador de su herencia, cuyo valor total fue estimado en 95.687 reales. Destacan numerosas obras de arte que reflejan su vinculación al Imperio de los Austrias Menores, aunque las esculturas religiosas eran devociones de la Contrarreforma.

En el interior de la Iglesia parroquial de Bergüenda, los Hurtado de Corcuera poseían la Capilla de San Miguel, donde tenían enterramiento desde el siglo XV. Durante el siglo XVII, los hermanos de Sebastián, Pedro e Iñigo fueron enterrados dentro, así como el hijo del primero, Pedro Hurtado de Corcuera Mendoza y Otazu, caballero de Santiago y paje real. Aunque en 1658, el patrono era este último, en su propio testamento reconoció la autoridad de su tío Sebastián. No obstante, ante la muerte sin descendencia de este último, fue otro vástago de la saga quien se ocupó de refundar la capilla, por Pedro Hurtado de Gaviria y Corcuera, miembro del Consejo Real y de la Suprema Inquisición.

RETABLO MAYOR DE LA IGLESIA DE SAN MARTÍN DE BACHICABO

Esta capilla contaba con un retablo relicario que mandó realizar la viuda de Pedro Hurtado de Corcuera y Otazu, que en la actualidad se encuentra en la Parroquia de San Juan Bautista. En la pared del evangelio junto a este retablo se ha colocado una piedra con los escudos de armas de los Hurtado de Corcuera y Otazu Salazar. Anteriormente, hubo un Cristo crucificado de marfil de origen filipino con una gran corona de espinas, realizado por artesanos sangleyes. Fue traído por Sebastián durante su gobernación del archipiélago. También dejó legados tres cuadros de lienzo, otras piezas suntuarias de plata, tres fuentes y tres aguamaniles con esmaltes y escudos de oro con sus armas, una espada gineta de plata, de ocho bustos grandes y doce pequeños, y nueve conchas de plata.

Entre los objetos valiosos traídos de Filipinas hay ornamentos litúrgicos y ajuares de altar que sirvieron para dotar las capellanías que fundó en las parroquias de Bergüenda y Bachicabo. Destacan varias piezas con bordados que procedían de talleres artesanos del archipiélago. En honor de su linaje, trajo doce reposteros de damasco carmesí con las armas de los Hurtado de Corcuera y un estandarte real con el escudo de Felipe IV, las imágenes de Cristo, María y Santiago patrón de España y las columnas bordadas de Hércules. En previsión de sus exequias fúnebres poseía también dos paños de túmulo de la China con la cruz de Alcántara en terciopelo negro.

La Parroquia de Bergüenda conserva aún dos cálices que pertenecieron a la capilla de los Hurtado de Corcuera, uno del siglo XVI y otro clasicista de mediados del siglo XVII con la inscripción "Capilla de San Miguel de los Hurtados de Corcuera".

ESCUDO DE LA ORDEN DE ALCÁNTARA

Sebastián Hurtado de Corcuera fue gobernador y capitán general de las islas Filipinas entre 1635 y 1644. Emprendió un plan de reformas y ampliaciones defensivas militares, acompañado de obras eclesiásticas y civiles, en algunos términos financiadas con su propia renta. Y es que, aunque sufrió acusaciones de haber destruido edificios como la iglesia y el convento de Bagumbayam, realizó una importante aportación como mecenas.

En 1637, mandó construir la Iglesia de San Miguel y los Ancárgeles de Manila, bajo la advocación de los siete arcángeles, en estilo barroco. Fue un templo para uso específico de los sangleyes, inmigrantes chinos cristianizados que estaban casados con indias en Tondo. Puso esta iglesia bajo la advocación de San Miguel debido a que durante una batalla contra los musulmanes salvó milagrosamente su vida, cuando una bala que se dirigía a su cuerpo impactó en una imagen de San Francisco Javier. El santo navarro tenía gran devoción por San Miguel, el cual era el patrono de los Hurtado de Corcuera. Otra de las obras fue la Capilla Real del Tercio de Manila para los soldados.

Siguiendo el modelo de otros colegios regios de Perú y Méjico, Hurtado de Corcuera fundó el Colegio de San Felipe de Austria, en 1640. Estaba dedicada en honor de su rey Felipe IV, cuya estatua presidía el patio de armas. Fue dotado con 4.000 pesos, de los que 3.000 se asignaron a los colegiales y el resto a los maestros, que servían para veinte becas destinadas a muchachos "que fuesen españoles legítimos e hijos de conquistadores o hubieran servido sus antepasados a los señores Reyes", quedando excluidos "los infectos, mestizos e ilegítimos". La administración del colegio de niños de San Felipe fue encomendada a la Compañía de Jesús.

MAPA DE MANILA, 1671

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