La
Real Fábrica de Municiones de Orbaizeta constituye uno de los mejores ejemplos de arquitectura industrial de la segunda mitad del
siglo XVIII del Reino de España. Fue constituida por mandato de Carlos III, en 1784. Surgió ante la
necesidad que tenía la Corona de reemplazar a la Real Fábrica de Municiones de
Eugi, donde los recursos comenzaban a escasear y la producción se había
reducido considerablemente.
El
complejo ubicado en un desfiladero entre los montes Mendilatz y Arlekia, sobre
las ruinas de una antigua ferrería. El paraje fue considerado como el más
idóneo, al disponer de una extraordinaria riqueza maderera, de minas de hierro
y de cursos de agua.
En
Orbaizeta se fabricaron bombas de hierro colado, granadas y munición de
diferente calibre. En las últimas décadas de funcionamiento, debido a la falta
de medios, se elaboraron lingotes de hierro, que eran posteriormente refundidos
en las fábricas de armas de Trubia y Oviedo.
La
fábrica se articulaba en tres niveles, formando cuatro líneas paralelas de
proyección longitudinal. En la plataforma superior se encontraba la zona
residencial, con la iglesia, el palacio y las viviendas de los obreros. También
contaba con una posada y un pequeño cuartel, para el destacamento de
artilleros. En el segundo nivel se situaron los depósitos de menas, donde se
almacenaba el mineral. Por último, el tercer nivel era el propiamente
industrial con hornos, máquinas de viento, fraguas, talleres de modería,
carpintería, cerrajerías, etc.
La fábrica de Orbaizeta estuvo operativa, en periodos intermitentes, hasta su cierre definitivo en 1882. Fue incendiada por los franceses en la Guerra de la Convención. Posteriormente, las tropas del general Javier Espoz y Mina y las del mariscal Pablo Morillo la incendiaron durante la Guerra de la Independencia, en 1813. También sufrió las consecuencias de la I Guerra Carlistas y un importante incendio fortuito en 1869.
En 2106, terminaron las obras de rehabilitación del palacio de la Real Fábrica de Municiones de Orbaizeta, que fueron realizadas por la Junta General del Valle de Aezkoa con la colaboración del Ministerio de Fomento y del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, con cargo a los Planes y Programas para la conservación del Patrimonio Arquitectónico e Histórico "1,5% Cultura".
En 2017, fue declarada Bien de Interés Cultural.
El núcleo industrial alberga los diferentes talleres en los que desarrollar el proceso productivo, perfectamente situados y comunicados. La implantación de este modelo dio origen a un nuevo tipo arquitectónico, que había de satisfacer necesidades y funciones completamente nuevas. Debía permitir el desarrollo de un proceso completo de producción, sin interrupciones ni pérdidas de tiempo, según las sucesivas fases del producto. Además, tenía que facilitar el imprescindible control sobre el producto y las operaciones realizadas, con el fin de conseguir un ritmo constante de trabajo y una máxima eficiencia.
El
taller de moldería se situaba cercano a los hornos. En él se preparaban los
moldes en los que se vertía la colada. Esta operación que requería gran
destreza y celeridad, se practicaba por medio de cucharas, cazos o calderas. Un
toque de campana avisaba de su inicio.
El mineral de hierro utilizado en Orbaizeta procedía de las minas de Arrollandieta (Valcarlos 16 km) y San Miguel (Olaldea 22 km). Los depósitos de menas disponían de tres compartimentos, uno para el mineral de Valcarlos, otro para el de Olaldea y un tercero para la piedra fundente extraída en La Caldera de Orbaizeta. El transporte se realizaba con sillerías. La carga de mineral se efectuaba por una pasarela aérea que enlazaba los depósitos de menas y la boca superior del horno.
El edificio de hornos contaba con dos hornos de fundición (San José y Santiago), que se cargaban por su boca superior. Alternativamente se depositaban en su interior capas de carbón vegetal, mineral de hierro y piedra fundente. En la parte inferior se reforzaba la entrada del aire por medio de grandes fuelles. Estos fuelles eran movidos por ruedas hidráulicas. Por colación la colada fruía al crisol donde operarios la distribuían a los moldes.
Los talleres de cerrajería y carpintería eran los talleres de mantenimiento de toda la instalación. Tanto de edificios como maquinarias. Además en carpintería se fabricaban los moldes de madera y en cerrajería las herramientas de la fábrica, montes y minas.
En el taller de martinetes estaban ubicados cinco fraguas y dos martinetes: uno mayor y otro menor, que eran movidos por sendas ruedas hidráulicas. Una vez fundido el hierro en los hornos, la masa formada llamada zamarra, se llevaba al martinete para a base de golpes desprender sus impurezas, escorias, poros y así obtener un hierro más maleable y dúctil.
En el taller de limpieza y reconocimiento de municiones se recibían los proyectiles sacados de sus moldes y a temperatura ambiente para someterlos a un proceso de limpieza: eliminación de rebabas y raspado de su superficie para quitar los restos de arenas incrustadas. Posteriormente, se realizaba un control dimensional almacenando los correctos en el patio de entrada, y desechando los defectuosos para su posterior fundición.
En la planificación de todo el complejo, además de criterios productivos, también primaron otros para estructurar todos los servicios y comodidades que requería una población estable: viviendas, iglesia, escuela, posada, tienda de víveres y cuartel de defensa. El complejo fábrica-población fue una unidad autosuficiente cerrada, que cubría todas las necesidades de sus obreros, garantizando un mejor desarrollo de las diferentes operaciones.
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