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ANTROPOLOGÍA SOCIAL Y CULTURAL

17/12/2023

Desarrollo técnico de la industria vasca del hierro en la Edad Moderna


Durante los siglos XVI y XVII, se produjeron una serie de mejoras técnicas en el proceso productivo de las ferrerías vascas de agua. Se desarrollaron las ferrerías hidráulicas de doble antepara superpuestas, mediante el cual el primer depósito de agua accionaba la rueda de los fuelles, y el agua se recuperaba en el segundo para mover el martillo e incluso activar el molino que se construye, en ocasiones, adosado a él. Además, se levantaba a los pies de la ferrería un segundo molino que recogía toda el agua sobrante de las tareas ferrona y molinera y volvía a ponerla en uso, antes de devolverla al arroyo.

A comienzos del siglo XVII, aparecieron las ferrerías de fuelles de madera, que sustituyeron a los anteriores con fuelles de cuero. Estas soplantes mecánicas funcionaban mediante un simple sistema hidráulico que solía contener dos depósitos de agua, uno encima del otro, y unos tubos cónicos cuyo diámetro aumentaba de arriba hacia abajo. El depósito superior siempre estaba lleno de agua y a medida que esa agua bajaba por los tubos, el aire se desplazaba y se humedecía. La corriente de aire que se conseguía se desplazaba hacia el horno mediante las toberas. El resultado de este sistema no fue simplemente una forma de simplificar la maquinaria de las ferrerías. De hecho, debido a la humedad que flotaba en el aire durante la combustión, el monóxido de carbono se mezclaba con el hidrógeno, se creaba gas de agua, y éste participaba en la reducción del hierro.

TALLER DE MARTINETES

También fueron frecuentes las ferrerías de molinos asociados. Es interesante el caso de la Ferrería de Olaberría, en Oiartzun, que combinaba funciones de ferrería mayor y menor a ambos lados del túnel, y donde la investigación ha podido determinar la presencia de una aize-arka o trompa para la alimentación de aire. Conserva casi el único ejemplo identificable de horno de calcinación.

Otra tipología interesante fue la que representa la Ferrería de Olazar, en Eskoriatza, debido a la presencia del potente túnel hidráulico con bóveda de cañón interna. Igualmente sucede con Aurtenola en Mendaro, junto a la casa torre del mismo nombre.

También hubo mejoras técnicas en los mazos. Para accionar los antiguos mazos, se colocaban cuatro levas en el brazo del mismo, consiguiendo aproximadamente 120 golpes por minuto. Ese ritmo de los golpes era de gran importancia, ya que si el ritmo era demasiado lento, el hierro incandescente se enfriaba.

En el siglo XVI, Marcos Zumalabe, natural de Balmaseda, inventó un mazo más pequeño, accionado por seis levas. A partir de entonces, las ferrerías contarían con un mazo grande y otro pequeño.

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ACTIVIDADES FÉRRICAS

La extensión de las ferrerías hidráulicas durante el siglo XVII por el territorio guipuzcoano y vizcaíno se debe a ciertas condiciones como su temprana implantación (como sucede en el Goiherri), las especiales condiciones de los recursos hídricos (como en el valle del Urola), la facilidad de aprovisionamiento o la proximidad de materias primas (minas o montes).

La antigua técnica de las ferrerías de montaña no desapareció bruscamente; es más, aun en el siglo XVII, las masas de hierro que resultaban del procedimiento antiguo se llevaban después a las ferrería de agua.

A mediados del siglo XVI, Guipúzcoa y Vizcaya contaban con 300 ferrerías de agua, de ellas, 118 estaban en Guipúzcoa (80 mayores y 38 menores). Las ferrerías de Guipúzcoa producían 120.000 quintales de hierro para la península, así como para otros lugares de Europa e incluso de América y de Asia.

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FERRERÍA DE LA MIRANDOLA

En aquella época, en Guipúzcoa, había un gran número de ferrones teniendo en cuenta que la población de esta provincia era escasa, ya que 3.500 hombres trabajaban en estos talleres. Esta gran actividad se mantendría hasta mediados del XVIII, cuando el número de ferrerías se redujo a 58.

En la actualidad, existen varias ferrerías en estado de conservación-restauración donde la presencia del túnel delata enclaves que han perdido buena parte de su identidad como ferrerías: Yarza o Igartza en Beasain, Sarikola en Orio, Aranzate y Urdanibia en Irún, Ameraun en Andoain, Arrabiola en Segura y un largo etcétera, hasta completar las cifras antes expresadas, si bien no siempre el grado de conservación y expresividad de los restos será lo bastante elocuente. La cuenca del Deva o del Urola fueron zonas con numerosos enclaves ferreteros y gran actividad metalúrgica.

La fábrica de laminación de Rentería es un caso especial en la historia de la siderurgia vasca. En aquella fábrica creada por la marquesa de Iranda, unos oficiales traídos de Alemania laminaban hierro, cobre, etc. aprovechando la fuerza del agua.

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FERRERÍA DE EL POBAL

Algunas de las ferrerías trabajaban en aplicaciones militares. Se hicieron famosas como armerías las ferrerías de Soraluze, Eibar, Tolosa y Alegia. Las de Leitza, Erasun y Goizueta fabricaban clavos para la flota real. En las ferrerías de Tolosa y Banka de la comarca de Baigorri, en cambio, fabricaban cañones y balas de cañón.

Debido a la fama de habilidosos, estos ferrones rápidamente encontraban trabajo fuera de su provincia, en Cantabria, Asturias, Galicia, Aragón, así como también en Francia y Portugal. No siempre se marchaban para enseñar el oficio, ya que en el caso de Juan Fermin Gilisasti, natural de Aia, marchó a Holanda para estudiar los secretos de la fabricación de grandes anclas, al regresar comenzó a exportarlas a Portugal, Francia e Inglaterra. A finales del siglo XVIII, 18 ferrerías se dedicaban a la fabricación de anclas. Gilisasti y sus trabajadores lograron superar las técnicas del extranjero.

FERRERÍA DE URDANDEGIETA

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