Y tras los fueristas, otro autor que obtuvo importante fruto de Arrigorriaga fue Sabino Arana, quien con ella elaboró nada menos que el libro fundacional del nacionalismo vasco: Bizcaya por su independencia.
En él, Arana reelaboró el mito de Arrigorriaga decorándolo con detalles de novela de aventuras y dándole la forma que más le convino para sostener sus tesis. Por ejemplo, minimizó la figura de Jaun Zuria, quien representaba la institución señorial que realizaría la unión con Castilla y que acabaría fundida en la persona del rey de España, subrayando en cambio el papel del pueblo vizcaíno, único soberano de sí mismo.
Arana resumió el episodio como una guerra entre dos naciones, la española como invasora y la vasca como defensora de su libertad:
"Nuestros padres vertieron su sangre en Padura por salvar a Bizkaya de la dominación española, por la libertad de la raza, por la independencia nacional."
Aquí aparecía una vez más el anacronismo de la palabra "nación" en tiempos medievales, costumbre muy común entre los nacionalistas, aficionados a retrotraer en la historia conceptos muy recientes de forma intencionada para dar significado que ya entonces había dos naciones distintas sobre el terreno, la vasca y la española. Es recurso constante de los nacionalistas transportar sus deseos actuales a tiempos en que sus conceptos no tenían sentido. Retraen las fronteras y la estatalidad que ellos desean hoy a siglos en los que las naciones ni existían ni eran siquiera concebibles. Aparte del hecho de ser súbditos de tan o cual rey, la única idea identitaria que podía ser comprendida en la Edad Media era la de pertenencia a la comunidad cristiana. Un ejemplo extranjero ocurrió en los Balcanes del siglo XIX en donde las comunidades estaban definidas por su creencia religiosa, cualquier otra división que los incipientes patriotas románticos pretendiesen establecer a partir de peculiaridades lingüísticas o culturales era incompresible para la población. Si en el siglo XIX, existían todavía en Europa comunidades en estado pre-nacional, definibles sólo por su religión, es imposible que en la Europa de la Alta Edad Media pudieran existir conciencias nacionales.
De haber existido la batalla de Arrigorriaga-Padua, habría sido una lucha entre señores feudales, como cualquier otra batalla habida en suelo europeo durante la Alta Edad Media. Las identidades nacionales solo empezaron a forjarse a partir del final de la Edad Media, momento en el que los vascos dejaron bien claro su conciencia de pertenecer a la única nación que podían concebir: la española. Al no existir la idea de nación hasta muchos siglos después, es un anacronismo grave, un imposible, que lucharan por independencia nacional alguna. Este anacronismo sólo es explicable por la ceguera de quienes necesitan retorcer la realidad hasta el absurdo para apoyar sus aspiraciones políticas.
Arana se inspiró en los literatos fueristas de generaciones inmediatamente anteriores, llegando incluso a plagiar elementos de la obra de dichos autores de novelas históricas al estilo de Walter Scott. Por ejemplo, narró Arana que los vizcaínos, en trance de perder la batalla ante los "españoles", lograron invertir el resultado gracias a que un vizcaíno advirtió la abertura de la parte inferior de la coraza, transmitiendo el descubrimiento a sus camaradas mediante el grito: " ¡Sabelian, sabelian!" (¡en el vientre!). Este hecho lo tomó Araba de Los cántabros de Araquistaín, sólo que éste lo puso en boca de un "cántabro" en su lucha contra los romanos. Y, para retorcerlo más aún, Arana no tuvo inconveniente en citar la fuente de su conocimiento, asegurando que dicha frase: "la he oído yo atribuir a ancianos vizcaínos a la batalla de Arrigorriaga". Y de este científico modo dio por zanjada la cuestión de la autenticidad histórica de la narración.
| MITO DE JAUN ZURIA |
Muchos de los autores nacionalistas posteriores, como Estornés, repitieron la epopeya sabiniana punto por punto. Esta es la versión de Estornés Lasa:
"... para colmo de males, los godos-españoles, refugiados en las montañas asturianas..., concibieron el increíble proyecto de suspender sus luchas contra los infieles para conquistar los estados cristianos de Euskadi. En efecto, Alfonso III el Magno, que abrigaba tales proyectos, arremetió por las fronteras alabesas en donde derrotó al conde Elión y se lo llevó cargado de cadenas a un calabozo de Asturias. ...envió a su hermano Ordoño a la conquista de los pueblos bizcainos. Llegó al ejército a la angosta vega de Padura, donde fue sorprendido por los baskos que, cayendo sobre los invasores, los destrozan e impiden su avance... Tal fue la gloriosa de Arrigorriaga."
Pero no solo a literatos fueristas o propagandistas políticos inspiró la leyenda de Arrigorriaga, sino también a cultivadores de una ciencia tan racional y vinculada a la exactitud del lenguaje, los conceptos y los hechos como es el Derecho. El peneuvista Jesús de Galíndez, en su libro La aportación vasca al Derecho Internacional, señaló sobre la unión de la Corona de Castilla y el Señorío de Vizcaya en la persona de Juan I de Castilla lo siguiente:
"... la ley de la herencia lleva también a la dinastía castellana a ocupar el puesto de Juan Zuria; de esta manera los vencidos de Arrigorriaga entraba a suceder a su propio vencedor."
Si dicha fabulación hubiera salido de la pluma de un novelista romántico, cabría, si no una justificación, al menos una explicación. Pero pretendiendo un abogado escribir un libro sobre temática tan exacta como es el Derecho, sorprende su desprecio por el mínimo rigor.
Miguel Unamuno escribió sobre la proliferación de fábulas:
"Si Dios me da salud y tiempo quisiere barrer, con la ayuda de todos aquellos que no tienen la venda de la pasión ante los ojos, la máquina formidable de quimeras y fantásticas invenciones con que han echado a perder una historia sencilla de un pueblo cuya gloria es el ser pacífico, morigerado, laborioso y libre. Aitor, Lecobide, y hasta Jaun Zuria y la batalla de Arrigorriaga son, o hechos totalmente desprovistos de fundamento, o hechos muy problemáticos que no se pueden dar por rigurosamente históricos."
Federico Krutwig, en los años 60 del siglos XX, insistió en utilizar la batalla de Arrigorriaga-Padura, esta vez como recordatorio de que los nacionalistas vascos no pueden pactar colaboración alguna con el PSOE, pues eso sería traicionar la memoria de los que en aquella batalla dieron su vida por la independencia vasca:
"Doblemente es traición, cuando procede de quienes se dicen nacionalistas, de quienes por colaborar con partidos españolistas y republicanos escupen en las tumbas de los héroes de Padua..."
En la actualidad el mito de la batalla de Arrigorriaga no ocupa ningún lugar importante en el discurso nacionalista, pero fue un elemento esencial en la creación del sentimiento particularista vizcaíno durante cinco siglos, y de que, más directamente, fuese el inicio del nacionalismo vasco. La publicación por Arana del libro Bizkaya por su independencia, en el que se recogía la versión sabiniana de dicho mito junto con otros tres enfrentamientos medievales, fue el punto de arranque de la creación de la conciencia nacional vasca. Dicho libro fue recogido por sus seguidores como la piedra fundacional de la doctrina.
Ceferino de Jemein, biógrafo de Arana, lo definió como:
"el libro despertador de la conciencia nacional euzkaldiana, el que más vascos ha ganado para la Patria."
Y Pedro de Basaldúa recordó que:
"Bizkaya por su independencia fue y sigue siendo un grito conmovedor a la conciencia, un irrintzi vibrante lanzado a las entrañas mismas de la patria aletargada, agonizante. Fue un grito de afirmación de vida, mejor aún de salvación."
De la importancia de mitos como éste da testimonio una polémica habida en 1867 entre el novelista Juan Venancio de Araquistáin y el historiador Nicolás Soraluce. Este último, refiriéndose a los relatos legendarios al uso en la época, protestó contra "esta clase de espantajos, cominaciones y modo de argüir" que rechazaba "la historia, el criterio histórico y hasta el buen sentido". Araquistáin le respondió que "la historia formará eruditos, pero no hace héroes, sobre todo en las masas. Sólo las tradiciones, los cantos, en fin, las historias populares... tienen fuerza para inflamar la imaginación de los pueblos".
El mito de Arrigorriaga fue a servir también de fiesta nacional, pues antes de que finalmente se instituyese el domingo de resurrección como Aberri Eguna por haber recibido Sabino en dicho día de 1882 la iluminación nacionalista de palabras de su hermano Luis, se optó por el 30 de noviembre como conmemoración de la "memorable victoria de Arrigorriaga contra los españoles", que glosara el fundador.
Miguel de Unamuno ironizó sobre esta fiesta nacional:
"También hace falta una fiesta nacional, y ésta la tenemos el 30 de noviembre, día de San Andrés, que fue el día de la independencia vizcaína alcanzada "en la memorable viztoria de Arrigorriaga contra los españoles". Lugar que dicen se llamaba antes Padura, mas fue tanta la sangre de leoneses que allí corrió, que enrojeciendo las piedras hizo se diese a tal paraje el nombre de Arrigorriaga, esto es: Pedregal rojo. Y, en fecto, tal fue la cantidad de sangre, que herrumbró aquel terreno, uno delos ricos en rojo mineral de hierro. Allí dicen que murió un príncipe Ordoño (sería el fundador de Orduña) y lo cierto es que en pórtico de la iglesia hay un sepulcro en que yace, según aldeano me dijo un día, un rey moro al que mataron en tiempos de la francesada."
De la misma manera, Bernardino de Estella, en su obra Historia vasca, aunque reconocía que lo de Arrigorriaga "no pasa de ser una leyenda", recaló la importancia de mantenerla viva con finalidad política:
"Aunque no sea del todo cierta esta batalla y esta victoria, se celebra anualmente en Bizkaya como un símbolo de las luchas contra los extranjeros. En este sentido su recuerdo debe mantenerse vivo entre los bizkainos y entre los demás vascos."
| ESCUDO TRADICIONAL DE VIZCAYA |
Arrigorriaga y las otras batallas medievales "por la independencia vasca" hasta dieron nombre, junto al de su creador, a los batallones de gudaris que acabaron entregándose en Santoña (batallones Padura, Munguía y Arana Goiri).
Incluso quedó Arrigorriaga consagrada gráficamente en algo que se ve todos los días en todos los rincones: la ikurriña, esa bandera del PNV que ahora es la oficial de la Comunidad Autonómica y que inmortaliza en lienzo la falsedad histórica de Arrigorriaga.
Pero lo más importante es que el mito de la batalla de Arrigorriaga sigue siendo una de las bases de la institución señorial en Vizcaya, los fueros y la independencia nunca perdida de los vascos, es decir, todo aquello en lo que consisten los "derechos históricos" recogidos en la Constitución española y el Estatuto de Guernica. Derechos históricos que el nacionalismo pretende derivar un derecho de autodeterminación que restaurase la supuesta situación de independencia estatal establecida en Arrigorriaga y perdida en 1839.
En palabras de Arana:
"En la victoria de Arrigorriaga es donde se decide la constitución del estado que propiamente puede llamarse Bizkaya; entonces se funda el Señorío; entonces se organiza el núcleo bizkaino, el seno patrio, el hogar nacional."
Y lo curioso es que pocas líneas después Arana lamentase que de la batalla de Arrigorriaga y la subsiguiente fundación del Señorío arrancase el "apartamiento de Bizkaya de su primitiva base al adoptar la forma señorial con estatutos tan contrarios a su espíritu político y alejándose gradualmente de su nacionalidad por la pendiente del españolismo". Si ya desde el mítico nacimiento del Señorío de Vizcaya, Arana hizo partir la españolización de Vizcaya, no se comprende a qué época se refiere para encontrar la tradición estatal independiente que Arana y sus seguidores defienden.
Todo esto demuestra cómo las ideas falsas se pueden traer unas de otras igual que las ciertas. Pues de la mítica batalla de Arrigorriaga se hace partir todo el discurso nacionalista sobre la existencia de un régimen foral que implica un Estado vasco independiente de Castilla, y de la existencia de dicho inexistente estado se deriva la existencia de una narración nada menos que desde el siglo IX, así como el derecho a actualizar los "derechos históricos" nacidos de esta batalla vía autodeterminación. A partir de un hecho inventado y mediante anacronismos y absurdos se elabora toda una construcción falsa desde su mismo origen.
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