PATRIOTAS VASCONGADOS Y NAVARROS

TERRITORIO

ANTROPOLOGÍA SOCIAL Y CULTURAL

13/11/2022

Real Compañía Mercante Guipuzcoana de Caracas


A comienzos del siglo XVIII, existían algunas compañías extranjeras que intervinieron en el comercio de las colonias españolas, como la Real Compañía de Guinea y la Compañía de Asiento, francesa e inglesa respectivamente, dedicados a la venta de esclavos en las colonias españolas. Estas empresas aprovecharon el asiento para contrabandear, lo cual perjudicó en gran medida los intereses económicos del gobierno metropolitano y del rey de España.

En consecuencia, el comercio ilegal aumentó en forma alarmante hasta tal punto que el contrabando holandés de tabaco llegó a superar el comercio legal español provenientes de América, y fue necesario combatirlo.

REAL CÉDULA DE FUNDACIÓN DE LA COMPAÑÍA

En 1728, el rey Felipe V y su ministro José Patiño aceptaron la propuesta de los comerciantes vascos liderados por el representante de la Diputación foral de Guipúzcoa, Felipe de Aguirre y decretaron la creación de la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas, realizándose así la idea de sus fundadores: Raimundo de Arteaga, marqués de Valmediano, Ignacio de la Plaza, José de Areyzaga y Francisco de Munibe, conde de Peñaflorida. Su último director fue José de Lopeola.

Esta compañía tuvo el privilegio de monopolizar todo el comercio de exportación e importación, así como de combatir el contrabando.

Operó desde 1728 hasta 1781 (en 1785 se convirtió en Compañía de Filipinas), tuvo gran influencia en el desarrollo económico, social y político de la colonia, y fue gestionada por capitalistas vascos, principalmente de la provincia de Guipúzcoa. Bajo el patrocinio de San Ignacio se formó esta sociedad mercantil, cuya dirección residió en San Sebastián y, desde 1751, en Madrid, mientras que su sede central en la Provincia de Caracas se estableció en La Guaira.

ACCIÓN DE LA COMPAÑÍA

Las bases del contrato fueron las siguientes:

1. El Rey concedía a la empresa el monopolio comercial con la provincia de Caracas. En tal virtud, era la única que podía vender en la provincia toda clase de mercancías importadas; así como también comprar los frutos del país y llevarlos a España en las cantidades necesarias al consumo de la metrópoli. Los barcos de la empresa podían salir directamente de los puertos de Guipúzcoa y llegar a La Guaira y Puerto Cabello. Una vez abastecida la provincia de Caracas, la empresa podía vender y comprar en las provincias de Cumaná, Margarita y Trinidad y de regreso atracar en Cádiz y pagar los derechos convencionales.

2. La Guipuzcoana debía vigilar las costas y perseguir el contrabando, desde las bocas del Orinoco hasta Río Hacha. Sus barcos, debidamente armados con 40 o 50 cañones, recorrerían las costas. Sus capitanes recibieron patentes de corso, esto es, autorización para apresar las naves contrabandistas y confiscar sus mercancías. Además, la empresa debía mantener varias embarcaciones pequeñas y quinientos hombres para el servicio de guardacostas en el litoral.

El rey garantizó a la Guipuzcoana que ninguna otra persona o empresa recibiría permiso para intervenir en este comercio. Se declaró la protección del Rey a la empresa y se despacharon instrucciones a las autoridades coloniales para que se le dispensara toda clase de facilidades. Por último, el Gobernador de la provincia de Caracas fue nombrado Juez Conservador de la Compañía. De esta manera fue consagrado el carácter oficial de la empresa, en cuyas manos quedó el control económico de las provincias.

EDIFICIO DE LA SEDE DE LA COMPAÑÍA GUIPUZCOANA EN LA GUAIRA

El 15 de julio de 1730, zarparon del Puerto de Pasajes, las primeras naves: los navíos San Ignacio y San Joaquín, y las fragatas Santa Rosa y Guipuzcoana, con un total de 86 cañones y 561 tripulantes. Llegaron a Puerto Cabello el 4 de septiembre.

Los resultados de su actividad fueron plenamente satisfactorios, y los socios capitalistas lograron los objetivos que se habían propuesto al constituir la empresa:

Primero: Aseguraron el comercio con las provincias venezolanas, que antes beneficiaba en gran parte a los contrabandistas extranjeros.

Segundo: Aseguraron el envío de frutos a España, regularizando y aumentando los embarques de cacao y tabaco, principalmente, y de esta manera pudieron rebajar los precios de dichos frutos en la Península.

Tercero: Consiguieron frenar y disminuir el contrabando, persiguiendo y hostilizando a los ingleses, holandeses y demás extranjeros que venían ejerciendo ilegalmente gran parte del comercio de la colonia.

Cuarto: Influyó decisivamente en la política interna de la Provincia de Venezuela, a través de los gobernadores de origen vasco que dirigieron la provincia y la Capitanía General de Venezuela después de su creación en 1777.

Quinto: Los navíos de la Compañía Guipuzcoana fueron los responsables de la introducción de las ideas del Enciclopedismo y de la Ilustración en Venezuela, como señalaba Ramón de Basterra en su obra Los navíos de la Ilustración.

Así pues, no es casualidad que las ideas republicanas de Montesquieu (la división de los poderes, etc.) y de otros filósofos y pensadores europeos, encontraran pronta difusión en Venezuela, donde las familias terratenientes caraqueñas conocían y discutían estas ideas (que durante bastante tiempo estuvieron vetadas en la propia España) lo cual fue el origen, a su vez, de los ideales de independencia americanos. Y tampoco es casualidad que estos ideales surgieran originalmente en Caracas, antes que en otras partes de Hispanoamérica, por el mismo motivo. La frase del Himno Nacional de Venezuela "seguid el ejemplo que Caracas dio" hace referencia a este hecho.

Sexto: La Compañía Guipuzcoana también promovió y tomó parte activa en la exploración del territorio venezolano (por ejemplo, con la expedición de límites en la cuenca del Orinoco en 1750 comandada por José de Iturriaga).

MARINOS MERCANTES VASCOS DE LA COMPAÑÍA

Las inversiones de la Compañía Guipuzcoana fueron muy positivas, pues se construyeron caminos, se fomentaron las siembras y se impulsó el crecimiento de la economía. La compañía se afianzó y estableció un servicio regular entre España y Venezuela. Cada dos meses, un buque mercante proveía a la colonia con artefactos europeos y exportaba los productos del país.

Para fomentar la agricultura y estimular a los hacendados, estableció premios anuales, favoreció la entrada de trabajadores libres y trajo al país más de dos mil esclavos negros, que vendió a los propietarios, lo que permitió el ensanche de los cultivos tropicales. La producción del café aumentó considerablemente, y alcanzó en 1808 a 1000.000 quintales.

El desarrolló la plantación de algodón, y en 1768 se implantó el cultivo de añil, cuya exportación llegó a un millón de libras.

En pocas palabras, a la Compañía Guipuzcoana debió Venezuela su relativa prosperidad económica del siglo XVIII, pero de igual manera, comerciantes, marineros y trabajadores relacionados contribuyeron al desarrollo económico de los puertos marítimo guipuzcoanos, especialmente los de San Sebastián y Pasajes.

COMERCIANTES EN EL PUERTO DE PASAJES

El establecimiento de la Compañía Guipuzcoana significó un cambio profundo en la economía de la Provincia de Caracas. Era la única empresa que podía vender mercancías europeas en Venezuela y la única también que podía comprar los frutos que se exportaban desde allí a España.

Los precios de las mercancías pasaron a ser fijados por comerciantes de la misma empresa, los cuales, naturalmente, eran evaluados de acuerdo a sus conveniencias, en perjuicio de tanto de los consumidores como de los productores locales. Estos no podían comprar ni vender libremente, sino a la empresa, a los precios que ésta fijaba. Además, la compañía estaba en condiciones de castigar cualquier violación a las tarifas y precios impuesta por ella. Por ello, ciertos sectores coloniales comenzaron a oponerse a la operación de la Compañía. Mientras que al principio fue una oposición sorda y legal en tanto que pacífica, llegaría más tarde a ser frontal y violenta.

Entre los movimientos que tuvieron lugar en contra de la Compañía Guipuzcoana, destacan el de Andrés López del Rosario, de 1730 a 1733, y el de Juan Francisco de León, de 1749 a 1750.

Cuarenta años después, en 1789, La Guaira se benefició con el decreto de la Libertad de Comercio sancionado por Carlos III.

CONTRATO DE PROVISIÓN DE ARMAS DE LA COMPAÑÍA

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